El pasado día 30 asistí a la última función programada en el Teatro Real del “Macbeth” de Verdi. Era la primera vez desde que se abrió últimamente el teatro y, desde luego, era un acontecimiento más que reseñable por la calidad de una obra que, sin embargo, no es tan conocida para el público más generalista; de hecho se caracteriza por tener una buena cantidad de números para coro, a cuál mejor, que suelen entrar muy bien a la gente si están bien ejecutados.
Como de costumbre en estos casos, ya conociendo como conozco la obra, me fijé mucho más en la parte escénica; había que comprobar la visión de Dmitri Tcherniakov: el comienzo, novedoso, se iniciaba a telón cerrado con un gigantesco mapa encima del telón a la manera de Google Maps, este mapa se utilizaba como transición entre todas las escenas, que tampoco es que fueran más que dos: uno, la calle, para reflejar los movimientos del pueblo y, dos, la corte que se hacía un zoom desde el mapa para centrarse en una ventana que mostraba el salón de una casa y que, en tamaño pequeño, como si fuéramos “voyeurs”, nos servía para acechar lo que hace la realeza con sus vidas (las escenas con Macbeth, Lady Macbeth, etc..). La metáfora era evidente, en la línea del “Ocaso de los dioses” wagneriano, la casa que albergaba la corte se hacía cada vez más decrépita según avanzaba la obra y observábamos desde fuera, la caída de la monarquía por el pueblo, idea que, por otra parte se está repitiendo durante toda la temporada en estos primeros títulos, incluso en ballet. A continuación podéis ver parte de este montaje en el vídeo oficial del Real:
Lo que podría parecer una idea interesante, resultaba, al final de la ópera, tremendamente repetitivo y acababas muy cansado del mapa que servía para ocultar las carencias de dirección artística de las grandes escenas: mucha gente en escena y sin embargo muy estáticos; además de dejar el final prácticamente sin escena con el coro cantando desde el foso de la orquesta o la claustrofobia de todas la escenas ambientadas en la corte, poco acorde con la música de Verdi. Si a eso sumamos las típicas irreverencias sin sentido que se hacen porque le apetece al director de escena: poner a Macduff cantando metido en una cuna no tiene ningún sentido o que Macbeth acabe en calzoncillos su escena de muerte tampoco es de recibo. Se le puede buscar a todo un significado pero, ¿vale la pena?.
En cuanto a lo musical, en fin, parece ser que mi día fue el de los entusiastas, sin que sirva de precedente, todo merecía bravos, estaba tan asombrado que no me lo creía. La dirección de Teodor Currentzis fue muy interesante, sacando bastante partido a la partitura a pesar de la velocidad con que llevó los dos primeros actos de una manera extraña. Luego el sosiego ayudó a que todo se ensamblara mejor, de hecho, en los primeros coros el coro titular se perdía, llegando tarde a muchas entradas, a partir de un sublime “Patria opressa” estuvo simplemente perfecto, como ya es habitual; hasta aquí lo más sobresaliente. Lo demás, regular tirando a malo, Ulyanov como Banco empezó tremendamente frío en el dúo inicial con Macbeth, no dieron una, pero, por lo menos, nos regaló un estupendo final en su muerte ya con la voz en plenitud. Tiliakos en cambio no tuvo ni un momento bueno, empezó frío y cuando calentó su voz no daba más de sí, tremendamente pequeña y absorbida por la densidad orquestal de un Currentzis que no se refrenaba; no pido un Cappucilli, pero algo más sí. Violeta Urmana, ya se avisó desde el principio que tenía un proceso gripal y eso la salvó de cara al publicó, que vitoreó todas sus intervenciones con entusiasmo a pesar de la estridencia de los agudos que le obligó a dar más de un gallo y más de dos; además de que su voz, le guste o no, no es la más adecuada para cantar Lady Macbeth, espero que se dé cuenta porque está perdiendo el tiempo. Sorprendente el Macduff de Stefano Seco, que en su aria “Ah la paterna mano”, hizo una demostración de cómo no se debe cantar, a pesar de la cuna, parece increíble que se pueda cantar calada casi todo el aria, desastroso; eso sí, el público rendido, fue justo después del coro “Patria opressa”. El resto, aceptables, no estuvo mal el Malcolm de Alfredo Nigro.
Sensación agridulce con este montaje del que esperaba un poco más, aunque la música de Verdi todo lo soluciona y te hace olvidar esos momentos.
Muy bien descrita toda la obra y la sensación que ha percibido el voyeur, aunque es una pena que no hayas podido disfrutar en toda su plenitud de la maravillosa obra de Verdi. Gracias.
Sí, esta la conoces bien eh?? Afortunadamente el coro del Real lo borda siempre.
Siempre Verdi.
Un abrazo
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