I Due Foscari de Verdi en Madrid: inmejorable colofón

Publicado inicialmente en Ópera world en este post.

I Due Foscari de Verdi en Madrid: inmejorable colofón

No es fácil presenciar una ovación tan unánime en un teatro como este, contemplar a todo el público puesto en pie “braveando” y aplaudiendo a rabiar es un síntoma inequívoco de haber vivido una noche magnífica, una de esas noches inolvidables en la que se combinan todos los elementos y sale todo perfecto, tanto técnicamente como, sobre todo, en lo emocional. Plácido Domingo, esa leyenda viva que todavía podemos encontrar en los teatros, fue, sin lugar a dudas, la punta de lanza de un elenco para el recuerdo, un inmejorable colofón para una muy buena temporada del Teatro Real.

Todavía recuerdo hace un año cuando el gran tenor (ahora barítono o lo que haga falta para seguir viéndole cantar) generosamente cantó fragmentos de La traviata en el intermedio de la doble función de Goyescas/Gianni Schichi; me sobrecogió profundamente su actuación, sin puesta de escena, sin vestuario específico, sin maquillaje, desnudo escénicamente, con su voz como única prenda: descarnada, débil, expresiva y, sobre todo, llena de emoción. Ayer con este hermosísimo y atormentado personaje (Francesco) de I Due Foscari, volvió a demostrar su capacidad para transmitir su pathos al público asistente que, irremediablemente, cree en él, sufre con él, cada frase parece salida de su interior, de su propia alma. En efecto, nuestro Plácido Domingo canta con todo lo que tiene, no ahorra en los esfuerzos (a pesar de ser la última función) y, además en esta ocasión, su voz responde a lo que quiere hacer. Parece mentira que, a estas alturas, se pueda codear sin problemas con cantantes mucho más jóvenes y salir victorioso. Qué suerte tenemos de tenerle con nosotros y cuánto nos hace sentir con cada interpretación.

A su lado, dos cantantes de gran proyección internacional que nos regalaron dos verdaderos festivales musicales. Por un lado Angela Meade, la soprano norteamericana posee un instrumento de enorme potencia, descomunal, ya puede sonar fuerte una orquesta (ayer lo hizo) que siempre se escuchará su voz por encima, gracias a una proyección sonora que me recordaba a Birgit Nilson o, en la actualidad, a la ukraniana Liudmyla Monastyrska; lo mejor de todo es que toda esta fuerza está bajo control, es capaz de bajar su potencia para conseguir unos pianos súbitos estremecedores, como los que vivimos ayer y transita sin dificultad por las agilidades, el próximo año tendremos la oportunidad de verla con el Norma de Bellini y no hará más que confirmar lo que ya hemos vivido, podemos estar ante una soprano de referencia en el repertorio verdiano. Lo mismo podemos decir de Michael Fabiano, la voz del tenor norteamericano en estos momentos podría ser definida como lírica-spinto y puede acometer los papeles de tenor verdiano con verdadera solvencia gracias a una línea de canto muy elegante, carnosa en el centro, con buen dominio (a estas alturas) de la mezza voce verdiana tan olvidada en la actualidad, su fraseo fue impecable en los momentos de mayor fragilidad pero no estuvo exento de fuerza cuando se requería, tiene una voz joven sin nada de vibrato que proyecta sin dificultad, su noche fue portentosa ya que su gran robustez estuvo muy equilibrada con la transmisión de las emociones y cuadraba perfectamente con el despliegue de la soprano; los espectadores premiaron su ímpetu, todo un descubrimiento del que vamos a oír muy buenas cosas en el futuro.

I Due Foscari de Verdi en Madrid: inmejorable colofón

Gran trabajo el de Roberto Tagliavini en el rol del pérfido Loredano, su voz funciona cada vez mejor, llega sobrado a los agudos y consigue un gran volumen para conformar una gran actuación; lo mismo podemos decir del Barbarigo de Mikeldi Atxalandabaso, un seguro de vida en estas lides, saca oro de todos sus personajes gracias a su dúctil voz y su buen dominio del canto legato; Susana Cordón supo hacerse escuchar, demostró estar en un buen momento vocal en los apoteósicos concertantes; buenas aportaciones de los talentosos Miguel Borrallo y Francisco Crespo en sus cortos papeles. El coro Intermezzo, nuevamente, lució de manera sobresaliente en todas sus intervenciones, estuvieron especialmente brillantes las cuerdas femeninas, buena dicción del italiano de todos los miembros.

Finalmente, todo esto no habría funcionado sin la labor ineludible del director de orquesta, Pablo Heras-Casado nos regaló una interpretación excepcional de la obra verdiana, su dirección con las manos (sin batuta) acompañó en todo momento a los músicos y a los propios cantantes, ésta fue enérgica, concisa, muy meditada y trabajada de la Orquesta Sinfónica de Madrid, donde las cuerdas vibraron con tersura (sobre todo en los momentos camerísticos, muy sutiles) con grandes momentos individuales de las flautas traveseras. Pudo dar la impresión de desequilibrio orquestal debido a la gran potencia de la que hizo gala la orquesta pero me dio la impresión de que Heras-Casado sabía bien hasta donde podía llegar con los cantantes que tenía esa noche. Los concertantes, como el del segundo acto, fueron ciclópeos.

Son raras las ocasiones en que da la impresión que todo ha funcionado a la perfección, esta fue una de ellas; claro que, con Plácido siempre es más fácil, ya sabemos que él se va a entregar completamente.

PS Las fotografías son propiedad de Javier del Real.

La Traviata en el Teatro Real: una Violetta para recordar

Artículo publicado originalmente en Ópera World en este enlace.

La Traviata en el Teatro Real: una Violetta para recordar

Posiblemente no hay ópera más conocida que esta, La Traviata representa el paradigma de la ópera popular debido a que la historia es bien conocida y, además, la música que compuso Verdi es brillante por su concepción teatral. Un prodigio. De ahí que, cada vez que se represente, se la mire con lupa, sobre todo desde el punto de vista escénico.

En este caso la escena de La Traviata en el Teatro Real venía avalada por David McVicar que ya había presentado además este montaje en el Liceo; tal y como entiende el director escénico la ópera todo es sombrío y lúgubre para empezar, renuncia a una posible evolución, a esos contrastes que, sin embargo, están presentes en la sublime música de Verdi, en aras de realzar el componente dramático, dando, si cabe, más oscuridad a la tragedia por anticipación; de ahí que no haya más que inmensos telones negros que reducen la escena a un pequeño hábitat que llama la atención por ser claustrofóbico, por encerrar en tan poco espacio a unos cantantes que afrontan de maneras distintas esta situación y de los que hablaré después; una vez sabido esto, hay que reconocer que la propuesta es ciertamente conservadora, sencilla, continuista, y cómoda de cara a un público que ya lidió con la vanguardia (o intento de ella) en la de Sotelo que se programó con anterioridad. Desde este punto de vista, es una pequeña reconciliación, un guiño que, a pesar de lo comento, funcionará para la mayoría de los asistentes.

Y La Traviata en el Teatro Real funciona especialmente por la adecuación y consistencia de Renato Palumbo a esta propuesta, el italiano escoge la vía que le ofrece McVicar e interpreta la música de una manera intimista, contenida, y buscando sonoros estallidos donde aprovecha toda la capacidad orquestal (poniendo en peligro las voces con menor proyección que sufren para cantar y ser escuchados con esta densidad); a pesar de ello, el conjunto no se resiente, es una lectura ágil (y) que consigue momentos ciertamente logrados, sobre todo, en el exquisito dúo de Germont y Violetta del segundo acto y en el patético final con la muerte de la protagonista. Se le podría poner algún pero a los números de coro intermedios donde hay algún desajuste en los tiempos, y alguna elección caprichosa del tempo, por ejemplo en los contrastes de Violetta con la partida de cartas; aun así, no me disgusta la visión de Palumbo.

La Traviata en el Teatro Real: una Violetta para recordar

Para tener una buena Traviata, es indispensable que el trío protagonista sea de entidad; la soprano albanesa Ermonela Jaho dibujó una Violetta atormentada desde el principio, adaptándose a la perfección a lo indicado por McVicar, no hay amor efervescente y juvenil en su “Follie, Follie…Sempre Libera” sino determinación y reafirmación como mujer, es un grito de libertad que ruge como un estampido incontrolable; pero su actuación no es inmovilista, muy al contrario, existe una evolución que roza la excelencia por su capacidad de reflejar la personalidad de Violetta, desde la frustración y el sacrificio contra su voluntad ,del segundo acto, hasta el camino inexorable a la muerte en el acto final. Este último es una interpretación de las más desgarradoras que recuerdo, con estertores de tal calibre que nos hacían sufrir a todos los que estábamos presenciándolo; totalmente unidos e integrados a su forma de cantar. Me puedo creer perfectamente a Jaho, irradiaba tanto dolor que es imposible no llegar a empatizar con ella; y su instrumento, sin embargo, no era para echar cohetes, de poca extensión en los agudos, un poco estrangulados y, encima con mucha suciedad; de hecho, sorprende que se atreviera con el Mi bemol sobreagudo que ejecutó a pesar de las dificultades; evidentemente, con la evolución de la vocalidad en los siguiente actos, se adaptaba mejor a lo que cantaba y tuvo momentos sublimes como el “Dite alla giovine…” susurrado, exquisito en ejecución y sensibilidad y todo el dúo con Germont y el final, simplemente sobrecogedor. Una excepcional Violetta, sin lugar a dudas, la gran triunfadora.

Francesco Demuro en el papel de Alfredo fue el gran perjudicado por la situación comentada, no me desagrada su timbre de tenor lírico y dibujó una buena línea de canto en “De miei bollenti spiriti”, pero su volumen se resintió con los arranques orquestales siendo tapado sin clemencia en no pocas ocasiones, acometió el Do de pecho en la cabaletta “O mio rimorso” con valentía, pero en el registro más agudo no suena firme, se le descolocó y fue poco brillante, de hecho, en varias ocasiones se le cambió de manera perceptible la voz en el cambio de registro resultando (en)sonidos extraños, alejados del más consistente registro a media voz donde estaba más cómodo (supongo que fue debido a buscar volumen y la proyección no fue lo más adecuada); tiene hechuras, falta madurez todavía. Sobreactuó ligeramente en su disposición teatral, sobre todo en comparación con Jaho.

Desbordante el Giorgio Germont de Juan Jesús Rodríguez, está en plenitud vocal y se nota por la potencia en todas sus notas, un barítono lírico al que no le falta nada y que fue la contraposición musical perfecta por timbre y rotundidad a Violetta; hizo un “Di Provenza il mar..” de fábula, lidiando incluso con una pequeña carraspera en medio ,que consiguió tapar para acabarlo de manera brillante. Su segundo acto fue generoso en musicalidad y con gran compenetración desde el “Pura siccome un angelo”; pudo, de sobra, con la orquesta, incluso en las explosiones mencionadas y solamente habría que ponerle en el “debe” una cierta apertura de las notas agudas en algunos momentos que deslucían y desentonaban la melodía; si bien es cierto que no ocurrió con demasiada frecuencia.

En cuanto a los secundarios de La Traviata en el Teatro Real, correctos en sus papeles, podría hacer una pequeña mención a la buena Flora de Marifé Nogales, o las buenas prestaciones de César San Martín y Fernando Radó en sus Douphol y Grenvil respectivamente. El coro rozó a buen nivel en los conocidos números, siempre es un gusto escucharlos por su seguridad, fortaleza y musicalidad.

Muchos aplausos y ovaciones a una función que recupera al público que quiere ver grandes títulos en un teatro como el madrileño. Una buena propuesta con las puntualizaciones mencionadas. Una Violetta para recordar.

Las fotos pertenecen a Javier del Real.

“Las 50 mejores arias de Verdi” de Arturo Reverter. Más que lectura, experiencia musical

50ariasCon motivo del bicentenario de Verdi que tuvo lugar el año pasado, Alianza Editorial, gracias a la figura del crítico musical Arturo Reverter, lanzó este compendio que incluye las 50 mejores arias de Verdi según el autor; a priori, reunía todos los ingredientes que a un buen aficionado de ópera podría buscar; sobre todo si, como es mi caso particular, acompaño la lectura del libro con la atenta audición de cada uno de los momentos mencionados.

Hoy en día, con los medios que se nos ofrecen: youtube, spotify, etc… este tipo de libros se convierten en verdaderas experiencias musicales, más que simples lecturas; me atrevo a asegurar que es imprescindible dedicarle el tiempo necesario para leer las explicaciones del autor al mismo tiempo que se escucha el aria porque es la mejor manera de: primero, entender el carácter  musical gracias al análisis particularizado; segundo, deleitarse con el genio del gran Verdi a la hora de componer música.

Una vez entendida esta parte indispensable, vayamos al  prólogo del propio Reverter para comprobar el objetivo del libro en cuestión:

“¿Qué mejor homenaje se puede hacer a un compositor que estudiar su música y promover su escucha? Esto es lo que pretende el presente libro, en el que se disponen las bases de conocimiento necesarias para empezar a penetrar en los secretos de la escritura de Giuseppe Verdi, de cuyo nacimiento se han cumplido no hace mucho doscientos años. Durante ellos, al menos a partir de 1839, el del estreno de su primera ópera: “Oberto, Conte di San Bonifacio”, la figura del músico de Busetto no ha hecho sino crecer hasta convertirse en una de las más preclaras, trascendentes, influyentes y conocidas del mundo de la ópera. “

En efecto, lo primero, y más fundamental, conseguir que se estudie su música y promover la escucha; más en este caso, ya que estamos hablando de uno de los compositores más conocidos por la mayoría de la gente; se trata, ni más ni menos que de escuchar activamente, el estudio, como muchas veces he dicho, refuerza la ya de por sí excelente música convirtiendo la experiencia en algo aún más sublime.

El punto polémico viene, como no podría ser menos, en la elección de las arias, así como el número escogido, Reverter también se refiere a este asunto en particular en su introducción:

“En cuanto a la selección, el número redondo nos parecía indicado considerando que era suficiente para dar una vívida y fiel imagen, adecuadamente contrastada, del arte del compositor dentro de una dimensión razonable, en busca de un manejo cómodo a la hora de la consulta y de la localización. También, evidentemente, de la extensión de un libro de estas características, que ha de buscar ante todo la máxima claridad, la sencillez expositiva y la incorporación del dato pertinente. ¿Qué criterios hay que seguir en un caso así? Las posibilidades son múltiples.

Si se hubieran elegido las arias buscando la pureza musical, la perfección de la forma, el equilibrio estructural, la profundidad, no estarían incluidas algunas de las páginas más famosas.”

Es evidente que la elección obedece a dos motivos: el de tamaño: el formato estándar del libro no debe superar las alrededor de trescientas páginas para que no se suban los costes; el de la comercialidad: de ahí que este la mencionada aria de Verdi o, incluso una cabaletta como es el caso de “Di quella pira”, o que la mayoría de arias sean conocidas o interpretadas por tenores o sopranos. No vamos a poner más énfasis en el tema, la elección es la que viene y, sinceramente, funciona muy bien por los motivos mencionados  y por otro motivo que diré en la parte final de esta reseña.

Por otro lado, el autor se centra en identificar lo que va a comentar por cada una de las arias en el siguiente párrafo:

“En cada caso se manejan similares elementos de conocimiento, bien que no siempre expuestos de la misma manera o en un idéntico orden: estudio musical riguroso, con ejemplos pentagramáticos adjuntos;  descripción del momento dramático que se vive; aproximación a la psicología del personaje; rememoración de los cantantes que intervinieron en el estreno; valoración del tipo vocal adecuado, al aria en cuestión y a la ópera en la que se inscribe en general; repaso sucinto de los cantantes que, en la historia del fonógrafo, mejor han servido la parte y, en especial, la pieza analizada. No se suelen dar datos relacionados con la discografía, ni referencias numéricas, muchas veces variadas y variables en los catálogos.”

Las arias vienen ordenadas en estricto orden cronológico de  composición de la ópera y en cada una de ellas se empieza con una introducción a dicha ópera: contexto histórico y musical, circunstancias del estreno, intérpretes, etc. El siguiente ejemplo, en el caso de “Macbeth” resulta muy ilustrativo:

“Pero Macbeth, pese a sus carencias, a sus artificios, a sus irregularidades, es una obra apasionante en la que, encontramos páginas de enorme contenido emotivo y musical; como el aria La luce langue, que estudiamos en página vecina. Son, por supuesto, de excelente factura los grandes finales de los actos primero y segundo, y brillantes y tópicos, en la mejor tradición del Verdi guerrero, el coro de los prófugos escoceses y el himno de la victoria que cierra la ópera.

Fuera como fuera, Verdi consiguió hacer verdaderamente algo distinto, nuevo, unitario, de extremada concisión dramática; una ópera experimental, en palabras de Degrada, un drama a lo Séneca releído según los esquemas culturales de moda para unir el mundo de las brujas a las creencias contemporáneas y a las tradiciones populares, fabricando una metáfora horrible y grandiosa de la conciencia atormentada del protagonista. Una especie de intuitiva y sui generis Gesamtkunstwerk wagneriana que establece la unión entre canto, declamación, parlato, gesto escénico; nuevas relaciones entre música y drama. Tenemos aquí la búsqueda del nuevo ideal: “la palabra escénica.”

A continuación se hace el estudio de cada aria o arias que pertenezcan a la ópera mencionada y que merezcan dicho estudio según la selección. En todas ellas se pone el texto en el idioma original (italiano) y se traduce justo al lado de la misma. Después se procede a examinar/analizar con la ayuda de varios pentagramas la descripción exacta del momento musical/dramático, así como de la conjunción música/letra que utiliza Verdi para evolucionar el personaje, en el mismo “Macbeth” vemos uno de estos ejemplos:

“La voz insiste luego en la coda en la palabra cadrá, que representa el anhelo soberano de la dama y también su historia. Los contratiempos de la orquesta, que desarrolla una figura rítmica impetuosa y motora, animan esa parte conclusiva, que es coronada con un brillantísimo si natural agudo.

Esa brillantez también dependerá de la soprano, que habrá de ser evidentemente una dramática de agilidad, en la línea de Odabella de Attila y, sobre todo, de Abigaille de Nabucco –de la que hemos hablado en otro capítulo y de cuyo tipo vocal hemos dado pistas-  que se puede aplicar al personaje de la pérfida Lady Macbeth, que, evolucionada, posee hechuras similares en cuanto a carácter con otras criaturas verdianas, dotadas en cualquier caso de mayores claroscuros, como Azucena de Trovador, Eboli de Don Carlo o Amneris de Aida.”

Por último, y a la luz del tipo de vocalidad necesitada para dicho aria (y dicha ópera), se analizan los intérpretes históricos ponderando especialmente el interés en aquellos que han conseguido la interpretación más adecuada.  En este caso es donde puede cansar un poco más porque, desgraciadamente hay pocos intérpretes ideales para Verdi y siempre aparecen los mismos nombres por la calidad que han atesorado.

Si todavía no he convencido a alguien de leer este libro, me queda una última baza, aquel motivo que mencioné al principio y que saco ahora a colación: la selección ayuda a la apreciación de la evolución musical del compositor en toda su escala, desde las primeras óperas,  más influenciadas por los belcantistas hasta el final de su carrera (con Wagner de fondo) pero con personalidad propia.

Estamos, sin lugar a dudas, ante un libro imprescindible para todo aficionado a la ópera en particular y, por extensión, a la música clásica. No hay que dejar pasar esta oportunidad de vivir una experiencia tan íntima en lo musical.

Lo que podremos ver en la temporada 2014/2015 del Teatro Real

TeatroRealmadrid

Había mucha expectación por comprobar lo que iba a pasar con la nueva temporada del Teatro Real; parece que la era Mortier ha acabado pero, hasta que no se vieran las nuevas temporadas parece que no es oficial. El resultado tras el anuncio de la nueva temporada se ha quedado, de hecho, todavía en un estado intermedio, un limbo musical con ciertos atisbos de cambio que son los que promueve Matabosch y otras óperas que son herencia todavía del legado de Mortier. Entre dichos atisbos se puede ver la mayor presencia de intérpretes españoles, la elección de Ivor Bolton como director musical titular (aunque en ese año solo va a hacer una producción, ya que lo oficial será el próximo año) y algunas producciones que iban a ir al Liceo y que vienen por aquí. Además de la vuelta de cantantes mediáticos que tan poco le gustaban a Mortier.

Vayamos pues a lo que podemos esperar, que no es poco:

-Se abrirá la temporada con la reposición del ya conocido montaje de “Las bodas de Fígaro” de Mozart de Emilio Sagi; no seré yo el que me queje pero, ciertamente, se programó no hace mucho y es una de esas óperas que ha venido en no pocas ocasiones, con todo lo que se podría programar de Mozart…  Lo más interesante será ver de nuevo a Ivor Bolton (flamante director musical titular) dirigiéndola (es la única que hará ese año hasta su entrada oficial) y dos elencos heredados, especialmente de los que ya hemos visto en la etapa de Mortier, varios bastante conocidos  ya de estos años, sin ser especialmente importantes; por lo menos son adecuados al repertorio.

-La segunda ópera “La hija del regimiento”, de Donizetti, sí que es algo nuevo por fin. Tenemos la producción de Laurent Pelly y la dirección musical de Bruno Campanella y Jean-Luc Tingaud. Oportunidad de oro de descubrir otra de esas joyas del compositor, no se programa con tanta frecuencia y que constituye un emblema del bel canto. Los papeles de la soprano que alternará a Natalie Dessay (aunque está prácticamente retirada), Kurzak  y Rancatore y del tenor con su famosa aria de los 9 “dos de pecho” (“Ah Mes amis), que tendrá a Siragusa y Camarena como protagonistas, son paradigmas de lo más endiablado y bello del canto. Pietro Spagnoli y Luis Cansino como Sulpice y Ewa Podles y Ann Murray completan los roles principales. Mediática, además de anecdótica, será la presencia de Carmen Maura como Duquesa de Krakenthorp, pero atraerá a mucha más gente y se venderá muy bien. De todos modos valdrá la pena. Es muy disfrutable. Echo de menos lo que podría haber hecho Celso Albelo con un papel que borda especialmente como es el caso de Tonio.

“Muerte en Venecia” del británico Benjamin Britten es una coproducción con el Liceo que ha llegado demasiado tarde por partida doble, no solo por la producción sino por el centenario de Britten. Aun así la fantástica producción de Willy Decker puede triunfar; veremos si otro de los prometidos de Mortier, Alejo Pérez, corrobora las buenas sensaciones que dejó este año con “The Indian Queen”María José Suárez y Vicente Ombuena completan un reparto muy especializado en este tipo de obras y del que se puede esperar un buen rendimiento.

-Tres funciones hay programadas para “Romeo y Julieta” de Gounod.  Versión concierto que, sin embargo, tiene más de un atractivo; en primer lugar, en la dirección musical con Plasson a la batuta; lo segundo serán sin duda los cantantes, la presencia de Tagliavini, Yoncheva y, sobre todo, el tan cacareado “divo” Roberto Alagna (suspenderá función antes de cantar?? Con él nunca se sabe) aseguran por lo menos impacto y, posiblemente, tres buenas noches de música.

-El cuento de hadas de Humperdinck “Hansel y Gretel” tendrá el aderezo del vestuario de Agatha Ruíz de la Prada. La dirección musical será de Paul Daniel y Diego Rodríguez. La dirección escénica de Joan Font de los Comediants. Esperemos que esta pequeña obra maestra se vea reforzada por estas propuestas escénicas; la música, deliciosa, lo merece. Parece que Alice Coote y Sylvia Schartz en los papeles de Hänsel y Gretel  y el gran Bo Skovhus como Peter pueden asegurar un buen papel en lo musical.

“El público” de Mauricio Sotelo, sobre el texto de Andrés Ibáñez de la obra de Federico García Lorca, será el primer estreno mundial del año, y además español. Con dirección del fantástico Pablo Heras-Casado y unos cantantes que tendrán que enfrentarse, auguro, a una partitura contemporánea difícil y de texto complicado igualmente (no en vano la obra de Lorca es bastante compleja). Esta, así como el otro estreno, generará sentimientos encontrados como suele ocurrir con este tipo de obras. La escena vendrá a cabo de Robert Castro. El foso será ocupado por la Klangforum Wien.

Matabosch habrá tenido mucho que ver en “La traviata” de Verdi que tendremos a continuación con producción de David McVicar y dirección musical de Renato Palumbo ya que se trata de una coproducción del Teatro Real, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, la Scottish Opera de Glasgow y la Welsh National Opera de Cardiff. Siempre es un gusto encontrarnos con esta maravilla. Habrá que ver si Ciofi puede con él todavía, se alternará con Irina Lungu y Ermonela Jaho. Alfredo será interpretado por Francesco Demuro, Antonio Gandía y Teodor Ilincái, sin demasiadas garantías para sacar algo más digno que lo que podría haber hecho más de un español. Cubierto con creces el papel de Giorgio Germont con el inmenso Juan Jesús Rodríguez, Ángel Ódena y el experimentado Nucci. Siempre es un éxito de público, o sea que, tiene pinta de triunfar a lo grande con su música imperecedera y archiconocida.

Harmut Haenchen dirigirá el “Fidelio” de Beethoven con esta nueva producción del Teatro Real en coproducción con l’Opéra national de Paris que realizará Alex Ollé (La fura dels Baus) con Valentina Carrasco. Los cantantes, con la figura bien conocida de König como Florestan y de Pieczonka como Leonore estarán bien acompañados por el Rocco del poderoso Franz-Josef Selig. Completan reparto Anett Fritsch, Ed Lyon, Alan Held y Goran Juric.

-Si mediático era lo de Carmen Maura, qué podemos decir de este “Gianni Schichi”, tercera ópera del Tríptico pucciniano que tendrá la dirección escénica nada menos que de Woody Allen y Plácido Domingo debutará en el barítono protagonista. La dirección musical de Giuliano Carella se quedará oscurecida por el tamaño escénico propuesto. Acompañarán en esta divertida obra de Puccini Maite Alberola, Elena Zilio, Albert Casals, Maria José Suárez, Vicente Ombuena, Luis Cansino… para una posibilidad realmente atractiva para el público, el texto de la obra junto con las ocurrencias de Allen pueden resultar más que entretenidas.

Plácido Domingo es el gran protagonista de las “Goyescas” de Granados en esta coproducción del Teatro Real y Los Angeles Opera, ya que se encargará de su dirección musical. José Luís Gómez será el encargado de la escena. El trío protagonista nos trae, desde hace bastante tiempo, de nuevo a María Bayo a la que acompañarán Andeka Gorrotxategi y José Carbó. Es una verdadera maravilla, preveo éxito total.

-Para acabar la temporada el otro estreno mundial español, “La ciudad de las mentiras” de Elena Mendoza con libreto de Matthias Rebstock basado en relatos de Juan Carlos Onetti (Un sueño realizado, El álbum, La novia robada y El infierno tan temido). La dirección escénica será de Matthias Rebstock y Titus Engel asegurará una siempre profesional dirección musical. En cuanto a los cantantes, seguro que tendrán que trabajar a lo grande por las dificultades inherentes. Katia Guedes, Anne Landa, Anna Spina y Graham Valentine serán algunos de los valientes. Mi comentario anterior a la obra de Sotelo aplica perfectamente a esta.

Eso es todo, comienza el cambio, se pueden ver los indicios, pero tendremos que esperar un poco más para comprobar de lo que es capaz Joan Matabosch, mientras disfrutemos en lo posible esta temporada de transición.

Artículo publicado inicialmente en Ópera World

Primeras impresiones sobre la temporada 2013/2014 en el Teatro Real

teatroreal

El pasado jueves 7 de febrero, el Teatro Real pasó el programa de la Temporada 2013/2014; ya lo tiene colgado en su web en el enlace que os pongo a continuación . Parece ser que el hilo conductor de toda la temporada va a ser el amor, con lo que ello conlleva. Voy a pasar a comentar mis primeras impresiones, a bote pronto sobre la parte que más me interesa, las óperas. Y al final del artículo pasaré a realizar una impresión final.

Las óperas que se van a programar son doce en total:

-Empezará la temporada con “Il barbiere di Seviglia”, la pieza más conocida de Rossini, paradigma del compositor, será posiblemente un éxito, sin dudarlo; además viene con un montaje de Emilio Sagi que, particularmente, me suele convencer. Lo malo, si algo se puede decir, se ha hecho muchas veces recientemente, y teniendo tantas obras del compositor… Sugerencia, “Guillermo Tell”, para próximos años, sí… estaría muy bien.

-La siguiente, va a ser una composición contemporánea del compositor alemán Wolfgang Rihm, “Die Eroberung von Mexico”, con textos de Antonin Artaud; no tengo referencias operísticas de este prolífico compositor con cientos de obras en su haber, lo que sí sé es que dentro de lo más actual está más bien en contra de Boulez o Stockhausen,  es una incógnita por ahora.

-El dúo bastante conocido desde la llegada de Mortier: Currentzis a la dirección y Sellars a la escena, nos traerán “The Indian Queen”, una composición del fantástico Purcell, que este año tendrá dos óperas, a pesar de no tener efemérides a celebrar. Barroco de la mayor calidad, sobre todo en la segunda “Dido and Eneas”, esta en versión de concierto, con la dirección del omnipresente griego y donde podremos disfrutar del famoso “Lamento de Dido”, un momento cumbre de la música universal.

-La siguiente será “L’elisir de amor”, un Donizetti mayúsculo y quizá de los más conocidos, siempre es un placer oír “Una furtiva lagrima” en directo, el reparto, además parece más que conveniente, sobre todo por la presencia estelar de (Ex)Celso Albelo y el barítono Schrott o la soprano Camilla Tilling. Lo peor, que se ha hecho varias veces ya desde que se estrenó el teatro, y estaría muy bien recordar otras óperas del compositor. También es cierto que es uno de los pocos belcantistas que programa Mortier, y bien es sabida su tirria hacia ellos, solo comparable con la que siente por Puccini y el verismo.

-El dúo que comenté anteriormente vuelve a repetir con ese canto místico de amor que es “Tristan und Isolde”, del gran Wagner, para conmemorar sus doscientos años de su nacimiento, y qué mejor que hacerlo con este monumento a la humanidad. Los cantantes, Urmana y Dean Smith, desgraciadamente no son garantes de la calidad que haría falta, Smith es interesante pero insuficiente para el papel de Tristán; Urmana, es, me temo, bastante limitada, a priori, para hacer un papel de este estilo. Habrá que verla, de todos modos, para llegar a una conclusión.

-“Brokeback Mountain” es el estreno mundial del compositor norteamericano Charles Wuorinen sobre el texto de la escritora  Annie Proulx, otro de esos compositores actuales que tiene mucho ya en su haber, pero que sin embargo no es muy conocido para el gran público. Es un estreno encargado por el propio Mortier y con un tema bien conocido por la película de Ang Lee; ¿polémica a la vista? Habrá que comprobarlo.

-Se cumple el tercer centenario del nacimiento de Christoph Willibald Gluck en el 2014, y para la ocasión se van a traer dos óperas suyas, la primera será “Alceste”, una pequeña delicia, un goce para los sentidos que, además trae un reparto excelente y conveniente para el tipo de repertorio, Willard White, Antonacci, Paul Groves.. y la dirección de Ivor Bolton nos van a asegurar un buen espectáculo. “Orphée et Eurydice” será un experimento en forma de danza-ópera con la espléndida música de Gluck, dirección de Hengelbrock y montaje escénico de Pina Bausch con el Ballet de la Ópera de París, puede ser interesante, para julio.

-El segundo Wagner es uno de los románticos, “Lohengrin”, la mágica ópera del cisne, tendrá dirección de Hartmut Haenchen y será posiblemente otro triunfo; Wagner, en directo, funciona a las mil maravillas, y su duración no suele estorbar en esta percepción. Es una gran ópera y muy accesible para el gran público. Veremos si König o Ventris consiguen llegar a la excelencia en un papel precioso como este. Polaski y Zajick cubrirán con nota a Ortrud, no sé qué pensar de las que van a hacer de Elsa o Telramund.

-Otro de los platos fuertes va a ser sin duda “Les contes d’Hoffmann” del fantástico Offenbach, Cambreling a la dirección y un reparto con Arteta, Von Otter, Eric Cutler… deberían ofrecer lo mejor de una ópera magistral. Podríamos disfrutar, y mucho, según la escena que nos plantee Marthaler.

-Sólo me falta comentar “I vespri siciliani”, un Verdi poco conocido y que, sin embargo, es buenísimo, como casi todo lo que compuso el italiano; la lástima es que viene en versión de concierto, un desaprovechamiento para una obra magnífica y que dejaría un buen recuerdo en el coliseo madrileño.

Desde luego no se puede negar que el programa operístico es variado, tenemos buen barroco, clásicos, un poco de belcantismo, Verdi y Wagner, homenaje a Gluck, estreno mundial y representación contemporánea, hasta algo de ópera francesa. Pero sí que es cierto que falta verismo, no hay nada de ellos, ni de Puccini, claro; Mortier es fiel a sus principios. También hay poca ópera francesa, teniendo en cuenta todas las posibilidades que hay, solo Offenbach. Lo más imperdonable es que programe tanto de Purcell siendo el 2013 el aniversario de los 100 años desde nacimiento de otro compositor inglés, Benjamin Britten, totalmente ninguneado en esta temporada, que debería haber tenido alguna muestra de sus obras, qué bien habría estado un “Billy Budd”… me deja una sensación un poco agridulce del programa.

El año que viene comentaré un poco más cada una de las óperas. Esto es solo un avance.

“Macbeth desde el vouyerismo” en el Teatro Real

 El pasado día 30 asistí a la última función programada en el Teatro Real del “Macbeth” de Verdi. Era la primera vez desde que se abrió últimamente el teatro y, desde luego, era un acontecimiento más que reseñable por la calidad de una obra que, sin embargo, no es tan conocida para el público más generalista; de hecho se caracteriza por tener una buena cantidad de números para coro, a cuál mejor, que suelen entrar muy bien a la gente si están bien ejecutados.

macb--644x362Como de costumbre en estos casos, ya conociendo como conozco la obra, me fijé mucho más en la parte escénica; había que comprobar la visión de Dmitri Tcherniakov: el comienzo, novedoso, se iniciaba a telón cerrado con un gigantesco mapa encima del telón a la manera de Google Maps, este mapa se utilizaba como transición entre todas las escenas, que tampoco es que fueran más que dos: uno, la calle, para reflejar los movimientos del pueblo y, dos, la corte que se hacía un zoom desde el mapa para centrarse en una ventana que mostraba el salón de una casa y que, en tamaño pequeño, como si fuéramos “voyeurs”, nos servía para acechar lo que hace la realeza con sus vidas (las escenas con Macbeth, Lady Macbeth, etc..).  La metáfora era evidente, en la línea del “Ocaso de los dioses” wagneriano, la casa que albergaba la corte se hacía cada vez más decrépita según avanzaba la obra y observábamos desde fuera, la caída de la monarquía por el pueblo, idea que, por otra parte se está repitiendo durante toda la temporada en estos primeros títulos, incluso en ballet. A continuación podéis ver parte de este montaje en el vídeo oficial del Real:


Lo que podría parecer una idea interesante, resultaba, al final de la ópera, tremendamente repetitivo y acababas muy cansado del mapa que servía para ocultar las carencias de dirección artística de las grandes escenas: mucha gente en escena y sin embargo muy estáticos; además de dejar el final prácticamente sin escena con el coro cantando desde el foso de la orquesta o la claustrofobia de todas la escenas ambientadas en la corte, poco acorde con la música de Verdi. Si a eso sumamos las típicas irreverencias sin sentido que se hacen porque le apetece al director de escena: poner a Macduff cantando metido en una cuna no tiene ningún sentido o que Macbeth acabe en calzoncillos su escena de muerte tampoco es de recibo. Se le puede buscar a todo un significado pero, ¿vale la pena?.

macbeth-tr-2En cuanto a lo musical, en fin, parece ser que mi día fue el de los entusiastas, sin que sirva de precedente, todo merecía bravos, estaba tan asombrado que no me lo creía. La dirección de Teodor Currentzis fue muy interesante, sacando bastante partido a la partitura a pesar de la velocidad con que llevó los dos primeros actos de una manera extraña. Luego el sosiego ayudó a que todo se ensamblara mejor, de hecho, en los primeros coros el coro titular se perdía, llegando tarde a muchas entradas, a partir de un sublime “Patria opressa” estuvo simplemente perfecto, como ya es habitual; hasta aquí lo más sobresaliente. Lo demás, regular tirando a malo, Ulyanov como Banco empezó tremendamente frío en el dúo inicial con Macbeth, no dieron una, pero, por lo menos, nos regaló un estupendo final en su muerte ya con la voz en plenitud. Tiliakos en cambio no tuvo ni un momento bueno, empezó frío y cuando calentó su voz no daba más de sí, tremendamente pequeña y absorbida por la densidad orquestal de un Currentzis que no se refrenaba; no pido un Cappucilli, pero algo más sí. Violeta Urmana, ya se avisó desde el principio que tenía un proceso gripal y eso la salvó de cara al publicó, que vitoreó todas sus intervenciones con entusiasmo a pesar de la estridencia de los agudos que le obligó a dar más de un gallo y más de dos; además de que su voz, le guste o no, no es la más adecuada para cantar Lady Macbeth, espero que se dé cuenta porque está perdiendo el tiempo. Sorprendente el Macduff de Stefano Seco, que en su aria “Ah la paterna mano”, hizo una demostración de cómo no se debe cantar, a pesar de la cuna, parece increíble que se pueda cantar calada casi todo el aria, desastroso; eso sí, el público rendido, fue justo después del coro “Patria opressa”. El resto, aceptables, no estuvo mal el Malcolm de Alfredo Nigro.

Sensación agridulce con este montaje del que esperaba un poco más, aunque la música de Verdi todo lo soluciona y te hace olvidar esos momentos.

“Escucha esto” de Alex Ross

En su anterior y exitoso (en cuanto a crítica y público) ”El ruido eterno”,  Alex Ross realizaba un repaso de todo la música clásica del siglo XX encadenándola a al contexto cultural e histórico consiguiendo un libro de fácil lectura y que además quitaba prejuicios y ayudaba a comprender a gente tan extraña como John Cage o Alban Berg, además lo acompañaba de un imprescindible acompañamiento musical disfrutable a través de su web que hacía aún más sencilla la escucha. Con su nuevo libro “Escucha esto”, de nuevo publicado por Seix barral, pretende obtener el mismo resultando aunque aquí intenta realizar una retrospectiva desde el punto de vista histórico de lo musical haciendo énfasis en la cada vez más frecuente fusión de estilos y géneros: “Las fronteras entre lo “popular” y “clásico” están empezando a desdibujarse de modo creativo”.

Esta va a ser la base de la mayoría de los ensayos que vendrán después; todo muy en la línea de la escuela de los “Cultural Studies” de Stuart Hall, corriente crítica que relativiza el posible canon establecido históricamente para ponderar la cultura en general con todas sus manifestaciones.

El segundo capítulo, “Chacona, lamento y walking blues”, ya justifica por sí mismo su lectura; es, curiosamente, el único que se ha escrito específicamente para este libro y para hacerlo el autor se inspira en una conferencia que dio el compositor György Ligeti en 1993 en el conservatorio de Nueva Inglaterra de Boston (“En un momento dado, Ligeti cantó las notas “La, Sol, Fa, Mi” –el bajo del lamento de la ninfa- y empezó a catalogar su sinfín de apariciones en la música occidental, tanto en el repertorio clásico como en las melodías folclóricas que había aprendido de niño.”)

Tomando esta base, establece una cronología histórica comparada desde los primeros momentos en los que surgió ese motivo descendente y la chacona “que se convirtió en un emblema del lamento”. En su increíble web hay un vídeo del autor explicándolo y que pongo a continuación:


 Por el documento musical de la web con respecto a ese artículo desfilan el “Lamento della Ninfa” de Monteverdi, el Lamento de Dido de Purcell, la “Misa en sí menor” de Bach, Beethoven en su Novena Sinfonía… para llegar a la música pop del siglo XX con los Beatles y su “Michelle” acabando con el Blues, Bob Dylan y Led Zeppelin. Me apetece especialmente poner el Lamento de Dido, mágico, y su reflejo en Bach para que comparéis vosotros.

Este artículo es el culmen de esta forma de hacer las cosas, la total conjunción entre el texto y la música a través de la web, es sencillamente excepcional. Os podéis dar una vuelta por ella desde aquí, y así os hacéis una idea.

A partir de aquí, el libro no mantiene tanto el nivel, aunque sí que es cierto que sigue siendo interesante: “Máquinas infernales” explora el típico tema de la tecnología como liberación o esclavitud, adoptando una posición intermedia “la máquina no es ni Dios ni demonio”. Luego empieza la segunda parte donde tenemos un artículo de Mozart que orienta como retrospectiva nuevamente y que hace énfasis en su parte final en los anticlimáticos finales de “Don Giovanni” y “Cosí Fan Tutte”; esta estructura se mantiene en el de Schubert: consigue unos ensayos interesantes aunque no deslumbrantes; no deja de ser curioso aprovechar el que dedica al director de orquesta Esa-Pekkä Salonen para desarrollar los entresijos burocráticos que se producen habitualmente en una sala de conciertos;. notables contribuciones de música “pop” resultan ser los dirigidos a Björk y Radiohead, igualmente claros en su exposición exhaustiva de las carreras musicales de ambos; sin embargo, el artículo sobre el interés de China por la música occidental y su posible futuro en la música no deja de ser una simple anécdota estirada de su viaje al país y no pasa del aprobado.

Hasta el final se van sucediendo los ensayos con mayor o menor suerte, pero siempre caracterizados por el eclecticismo, la claridad y la abundancia de notas y datos al respecto del tema que trate: desde la vida de un cuarteto de cámara, pasando por el tirón de  Verdi entre los aficionados, a los obituarios en clave de ensayo del siempre controvertido John Cage o la contralto de color Marian Anderson tienen cabida en estas páginas; incluso Bob Dylan y Sonic Youth tiene su espacio. 

La conclusión es que el autor nos ha conseguido transmitir la importancia que tiene la música actualmente y la influencia en la cultura de la sociedad, abogando por eliminar elitismos y por la fusión de géneros; lo que importa de verdad es oír música e intentar entender sus manifestaciones por extrañas que puedan parecer. Una espléndida lectura musical complementada de manera admirable con la información que aparece en el sitio web: una experiencia única y enriquecedora.

 

Valoración del libro:

Un repaso a la temporada de ópera 2012/13 en el Teatro Real

Es ya de dominio general entre toda la gente que me conoce mi gran afición a la música clásica en general y a la ópera en particular. También es un hecho que todos los años suelo ir a disfrutar de varias de las óperas que nos ofrece el Teatro Real en Madrid gracias al abono anual. Todo esto hace que, si alguien se anima a ir, suela preguntarme por las más adecuadas. Es de perogrullo, hay obras más digeribles inicialmente que otras y estoy encantado de aportar mi experiencia.

Aprovechando que estamos al comienzo de la temporada y que, además, acabo de empezar el blog, voy a repasar a continuacion lo que nos va a ofrecer el teatro en orden más o menos cronológico, espero que le sea útil a alguien:

“Moses und Aron“ de Arnold Schönberg (1874-1951), es la obra que se ha escogido como comienzo de temporada y como parte de los eventos asociados al aniversario de su última apertura. Está muy bien su elección por lo que significa, pero este es el tipo de ópera que no recomendaría a un profano nunca. La partitura está escrita en técnica dodecafónica ortodoxa y es tremendamente dura al oído de prácticamente cualquiera. Sé que la puedo disfrutar como otras del mismo tipo (esa “Lulú“ de Alban Berg me viene a la cabeza) y los músicos igual; pero el resto, abstención, hay mejores posibilidades, eso sí, por lo menos no es muy larga….

“Boris Godunov” de Modest Mussorgski (1839-1881), sobre esta existen dos versiones, la primera de ellas, la mas primitiva, no pudo ser estrenada en 1869 cuando la terminó, debido a que no había papel femenino; la segunda versión, de 1872, con un acto polaco y otros cambios sí se estrenó en 1874, esta es la versión que veremos este año, diez actos. Estamos ante una obra excepcional, una obra maestra de la lírica que combina sabiamente la épica musical, con esa escena de la coronación que os pongo a continuación, momentos minimalistas y que requieren un canto más intimista. Sencillamente una maravilla en todos los sentidos. El reparto que se han traído es casi enteramente ruso, y cuenta con el ya legendario Anatoli Kotscherga (antes Boris)ciendo de Varlaam.

Il prigionero/Suor Angélica”de Luigi Dallapiccola (1904-1975) y Giacomo Puccini (1858-1924) es una coproducción con el Teatro del Liceo que consta de un programa doble con una primera, para mí al menos, desconocida obra; por lo que he podido buscar, estuvo a medio camino del clasicismo y el dodecafonismo, por lo tanto, podemos esperar una mezcla curiosa que espero que no desmerezca demasiado la segunda. Me imagino que, debido a este doble programa es por lo que Mortier (sabiendo su odio profundo a la hora de programar a Puccini) ha accedido a programar uno. Sea como sea estamos de enhorabuena, esta es una pequeña obra maestra (pequeña por la duración), segunda de las óperas incluídas en “Il Trittico”, está protagonizada exclusivamente por mujeres y, aunque todas tienen su hueco, la protagonista tiene uno de esos papeles deliciosos que te pueden encumbrar para siempre. Un milagro musical cargado de emoción, no en vano, he llorado todas las veces que la he visto/oído. Cómo no poner el “Senza Mamma”, cómo no…

“Macbeth” de Giuseppe Verdi (1813- 1901), no hace falta hablar mucho del compositor que todo el mundo conoce, quizá, el más grande a la par que Wagner; los dos llevaron este subgénero a la perfección total, al entendimiento como obra de arte total. Esta vez vamos a conocer una de las óperas que menos representan y que además no es tan conocida, de sus llamados “años de galeras” (1844 a 1850). Pero no hay que engañarse, la obra es magnífica, el papel de Lady Macbeth es el verdadero protagonista de la obra, y, además escribió una partitura endiablada para él (a ver si Violeta Urmana consigue sacarle partido). Cabe mencionar que la obra tiene más coros de los habituales en sus partituras (ese “Patria opressa” es excepcional); con lo cuál tenemos un conjunto muy consistente y disfrutable desde todos los puntos de vista.

“Pasifal” de  Richard Wagner (1813-1883), si antes teníamos a Verdi, aquí tenemos al otro gran representante, en una obra decididamente difícil, ambigua, complicada, pero excepcional, una maravilla cargada de emoción con un hándicap muy importante: se va a representar en modo concierto. Y esto es así, porque esta obra reúne las características más esenciales, largos monólogos, unión completa de la música, sin números cerrados y que suele entrar mejor con una puesta escénica. Hacer aguantar a la mayoría de la gente más de cuatro horas en modo concierto me parece quizá lo menos adecuado. Ya veremos de todos modos, puede ser una buena manera de que alguien conozca a este coloso.

“The perfect American” de Philip Glass (1937), estreno mundial por encargo del propio Mortier al compositor norteamericano sobre la vida de Walt Disney. A priori parece interesante, pero hay que orientar un poco a los que vayan a verlo. Glass es quizá el representante más conocido de la corriente minimalista (junto con Steve Reich), corriente que se basa en la repetición interminable de temas musicales, siendo a veces, a pesar de la belleza de la melodía, ciertamente monótono. Al no tener ningún fragmento musical de la obra, os pongo uno de su famosa “Einstein on the beach”. Habrá que ver si la puesta en escena ayuda para calibrar su posible éxito.

De Mozart (1756-1791)  se van a programar nada menos que tres  en diferentes momentos, aprovecho para unirlas aquí; baste decir que tanto “Cosí Fan Tutte” como “Don Giovanni”  y “Die Zauberflöte” son quizá las más conocidas junto a “Las bodas de Fígaro”, es difícil quedarse con un momento de ellas o quedarse con alguna de ellas en particular, quizá la más sólida en lo musical y dramático sea la segunda, Cosí es excepcional en lo musical pero el argumento es una chorrada, y la flauta está en alemán, es un singspiel, con recitativos muy secos aunque cómicos, sin música. Cualquiera de ellas podría valer para un profano en la materia. Pongo un fragmento de los muchos entre los que se puede elegir que adoro especialmente.

“Roberto Devereux” de Gaetano Donizetti (1791-1864), sorprendentemente veremos esta rareza de uno de los máximos representantes del belcantismo, desgraciadamente sólo serán dos funciones y en concierto también, una penita, la verdad. Este compositor es más conocido por otras pero siempre creaba buenas obras, y esta es otro buen exponente de ello. El elenco es más que recomendable con nuestro José Bros en el papel de Roberto y la inimitable Edita Gruberova en el de Elisabetta, si además está Sonia Gannassí y el siempre solvente Simón Orfila, pues podemos tener una agradable sorpresa musical.

“Les pêcheurs de perles” de Georges Bizet (1838-1875). Bizet es especialmente conocido por haber compuesto “Carmen”, maravilla de las maravillas y popular entre las populares; pero ojo, a esta obra la tengo un cariño especial, está dotada de una sensibilidad a flor de piel y tiene uno de esos roles de tenor de los que no puedes más que enamorarte; es una joya, una de esas que nunca olvidas. Además, viene Juan Diego Flórez a cantarla, esto es un éxito garantizado, porque su voz está hecha para cantar a Nadir. Muy recomendable aún siendo en concierto. Podría poner el dúo entre Zurga y Nadir, pero al final me decanto por la famosa aria del tenor “Je crois entendre encore” que salía en repetidas ocasiones en el “Match Point” de Woody Allen. Habrá tortas para conseguir una entrada…

“La Rappresaglia” de Saverio Mercadante (1795-1870), esta es la excusa para traer al gran Riccardo Muti de nuevo al Real, lo cual me congratula, pero también será una función casi imposible de conseguir, aún así, tiene cuatro programadas, siendo una además fuera de abono. En cuanto al repertorio prosigue en su labor de recuperar las obras del italiano, en este caso se trata de una ópera buffa y será bastante accesible musicalmente, como algunas que se han ido recuperando ya, os dejo aquí un fragmento de “Virginia”:

“Wozzek” de Alban Berg (1885-1935),  una obra esencial para entender los derroteros por donde ha ido la música contemporánea, a medio camino entre la tonalidad y el dodecafonismo, atonalismo puro, enervante, tétrico, desestabilizador; particularmente me encanta y soy capaz hasta de emocionarme con ella a pesar de lo que te desafía: la hermosura de lo horrendo. No es para todos los públicos, tampoco por la temática ni la escabrosidad y violencia de lo que relata. Sabiendo esto… ya se puede obrar en consecuencia.

Y la temporada acaba con “Il postino” de Daniel Catán (1949-2011), la cita anual con Placido Domingo, que siempre es una garantía de éxito y de espectáculo, viene acompañado de la emergente Nancy Fabiola-Herrera y de la ya consagrada Cristina Gallardo-Domas, la obra está basada en la novela Ardiente Paciencia” de Skármeta, y es sobre la ficticia amistad de Pablo Neruda y un cartero (sí, ESA película), no la conozco musicalmente, es una incógnita. Pero con esos cantantes…

Ya me he extendido demasiado, espero haber reflejado lo que viene este año a nivel operístico; ya iré comentando alguna cosa más según vaya yendo a verlas; según mi punto de vista es un año muy completo, consistente y ecléctico, veremos cómo resulta.