“Sobre el concepto de barbarie” de Gilbert K. Chesterton

En la fantástica introducción del libro “Sobre el concepto de barbarie” publicado por la editorial Espuela de Plata, Emilio Quintana deja muy claras las intenciones de un Chesterton ubicado temporalmente en 1914:

“Sobre el concepto de la barbarie  tiene como único fin demostrar la incompatibilidad de Alemania con la idea de civilización, puesto que su único propósito es “la destrucción de la libertad en todas las partes del mundo”

El libro se divide en cinco partes, que en esta edición española van precedidas por una serie de citas sacadas de revistas, periódicos y otras fuentes que complementan los capítulos relatados por el rubicundo escritor inglés, que construye su panfleto desde la semántica asociada al conceptsobre-el-concepto-de-barbarie-ebook-9788415177623o de barbarie como bien nos indica el mencionado Quintana:

“Chesterton se centra en el concepto de barbarie […]. Alemania no es, como Rusia, una civilización imperfecta, “sino algo deliberadamente antitético a la civilización y enemigo de ella, algo que ha declarado la guerra a los principios que han hecho posible hasta hoy día la existencia de la sociedad humana”. […] Chesterton tiene la extraña capacidad de percibir la intrínseca perversión de una Modernidad mostrenca, que se está constituyendo como el negativo de la civilización humana, a partir de su propio desarrollo tecnológico”

A partir de ahí, razona el escritor lo que le lleva a asociar Alemania a lo bárbaro y la necesidad de parar a este país.

En el capítulo “Hechos” establece las razones por las que cree que Europa puede ir mal: “Se trata nada menos, que de localizar, (después de haber perdido más de un siglo de recriminaciones injustas y explicaciones erróneas) el mal de Europa, de encontrar la fuente que ha vertido sobre todas las naciones de este continente el veneno de la discordia y del malestar”

En  “Guerra a la palabra”, establece la definición de barbarie y lo que significa en cuanto a su oposición a la civilización: “No queremos decir una civilización accidentalmente imperfecta, sino algo deliberadamente antitético a la civilización y enemigo de ella, algo que ha declarado la guerra a los principios que han hecho posible hasta hoy día la existencia de la sociedad humana”.

En el tercer capítulo define la “negación de la reciprocidad” como una de las características de  los alemanes, esencial para entender sus reticencias: “Otra idea existe en el fondo de todas las acciones humanas, tan fundamental, que ya se ha olvidado, tan sabida, que se calla siempre, se podría llamar la idea de reciprocidad, o, dicho en buen castellano, el toma y daca. El prusiano aparece intelectualmente incapaz de esta idea, se nos figura que no puede concebir lo que es fundamento de toda convivencia, es decir, que a los ojos de un hombre, él no es más que otro hombre.”

No tiene compasión a la hora de establecer las prioridades de los prusianos y lo que esto puede significar, en términos de libertad, para toda Europa: “En Prusia, no; lo mejor del mecanismo de la civilización se ha puesto al servicio de lo más odioso de la mentalidad bárbara. Ni por casualidad realiza el prusiano un acto meritorio; no conoce ninguna de estas afortunadas resurrecciones, ninguno de estos tardíos arrepentimientos de que se compone la gloria de Rusia, hecha de remiendos. En Prusia todo se aguza hasta que acaba en punta y se dirige a un solo propósito; este propósito, si es que los actos y las palabras han de significar algo, es la destrucción de la libertad en todas las partes del mundo”.

Más doloroso resulta comprobar en el prólogo que hizo Miguel de Unamuno a esta obra en 1914 el concepto “tontos a la prusiana”, verdaderos defensores de la supremacía alemana y abanderados de una forma de hacer las cosas que, quizá, no sea la panacea a todos los problemas sino un problema potencial en sí mismo para nuestro futuro:

“Y vencer para Prusia significa dictar ella la ley a todo el mundo: Ueber alles in der Welt! […] Más de una vez ha escrito Cherterton que lo terrible del prusiano es que no duda. […] Que sean tan tontos que ni siquiera sospechen su propia tontería y estén sincera y profundamente convencidos de ser el pueblo escogido de Gott, se comprende. Allá ellos. Pero lo triste es que hayamos descubierto entre nosotros, aquí, en España, tantos tontos a la prusiana.”

“La salvación de España, dicen, está en ponerse en manos de Alemania, imitarla y organizarse a la alemana. Y a esto le llamo hispanofilia y a los que no nos dejamos convencer de ello nos motejan de malos españoles y de descastados”.

Se complementa esta edición con las “Cartas a un viejo garibaldino” del propio escritor británico y que se centra igualmente en esta demostración de la barbarie alemana y en cómo intentar evitarla mediante el estrechamiento de las relaciones con el país transalpino, hacer una piña contra esta ocupación:

“En la primera carta, Chesterton intenta estrechar los lazos entre Italia y Gran Bretaña, haciendo alusión a un enemigo común: el pangermanismo. Italia e Inglaterra deben luchar juntas contra un enemigo de características singulares, que ni siquiera cabe considerar bárbaras:

Luchamos para evitar que la Europa futura sea alemana. Creemos que sería más estrecha, más desagradable, menos sana, menos capaz de libertad y de risa que cualquiera de los peores momentos del pasado europeo”.

En los tiempos que corren, en el que Alemania ha adoptado su papel de dominador desde el punto de vista económico e ideológico; esta recopilación de textos del visionario Chesterton no puede estar de más rabiosa actualidad y abrirnos aún más los ojos a, si cabe, lo que estamos presenciando.

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