“Zurbarán. El pintor del misticismo” de Cees Noteboom

zurbaran-el-pintor-de-misticismo-9788498415612Una de las características que definen a Cees Nooteboom es su eclecticismo desbordante; con una variedad de estilos que le permiten abordar diferentes vertientes literarias. Esta semana voy a poner un par de subgéneros que amplían, sin lugar a dudas, estas cualidades. En su magnífica “El enigma de la luz”  reunía varios artículos en clave de ensayo ficcional donde demostraba no tanto los conocimientos técnicos como su apreciación sensorial a las obras que comentaba. Y para ello utilizaba sus mejores herramientas literarias acentuándose más que en el caso de su obra de ficción, por poner un ejemplo ilustrativo.

Este “Zurbarán. El pintor misticismo” reúne las experiencias del escritor holandés al presenciar una exposición sobre el arte español del Siglo de Oro que tuvo lugar en la National Gallery de Londres, el nombre de la muestra era “The sacred made real” (“Lo sagrado hecho realidad”). La edición, preciosa, de Siruela, recuerda al formato de los libros de arte que edita Taschen y que son bastante conocidos entre los compradores habituales de arte.

Nooteboom realiza un comentario extendido durante varias páginas referentes a la obra de Zurbarán y a la época en que se realizaron y, en la parte final, escoge una selección de cuadros del gran pintor español que reflejan lo hablado y que, ciertamente, son magníficos. Es fabuloso como en pocas palabras es capaz de mitificar al extremo su pintura, haciendo gala de un lirismo extremo, con todo lo bueno que se puede asociar a este último adjetivo. Cada palabra de las que comenta exalta su obra:

“Es, ante todo, la idea que hay detrás la que se impone: que hubo un tiempo en el que las personas vivían en esta realidad que ya no nos permite acceder a ella como tal, y que se identificaban totalmente con ella, de modo que veían esas imágenes como cuerpos de personas reales y padecían sus sufrimientos como propios. Para lograr este propósito, las imágenes tenían que ser lo más reales posibles: la sangre tenía que parecer sangre de verdad; y las lágrimas, lágrimas de verdad.”

Se podría limitar a comentar, desde la perspectiva actual, una obra que, a todas luces, no es característica de los tiempos contemporáneos, ni entendible; sin embargo, es capaz de ser consciente de la época y con esa base dar la apreciación necesaria. Es una aproximación ciertamente inteligente y que pone en su sitio una muestra genial. La conclusión, clarividente, a la par que acentuadamente lírica nos acerca más a un pintor imprescindible:

“En sus cuadros hay infinidad de cosas por ver, pero para mí Zurbarán es también el pintor de lo indescriptible; hasta en los cuadros más mudos hay una forma de éxtasis que literalmente no se deja describir, y entonces no puedo hacer más que volver a mi punto de partida: las personas que el pintor reflejaba pertenecían a un mundo que para nosotros ha devenido inaccesible para siempre. El milagro es que a pesar de todo podamos verlas. No es posible acercarse más al enigma.”

El único “pero” que le puedo poner a la exquisita edición de Siruela es el “algo elevado” precio; la calidad de reproducción de los cuadros es prácticamente insuperable.
Los textos provienen de la traducción de neerlandés de María Cóndor para esta edición de Siruela.

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