“Heridas abiertas” de Gillian Flynn. La (saludable) confirmación de la malevolencia de Flynn

314_RH28115.jpgCiertamente, Flynn ha tenido una publicación errática en este país; de sus tres libros publicados los dos primeros, prácticamente inencontrables, pasaron sin pena ni gloria por las editoriales “El andén” y “ Viceversa”;  es ahora cuando, gracias al éxito de “Perdida”, su tercera novela, se le está dando el reconocimiento que se merece; de hecho, el sello de novela negra “Roja y negra” de PRHM (aka Penguin Random House Mondadori) ha aprovechado el gran éxito de “Perdida” (que además va a tener el impulso de la película dirigida nada menos que por David Fincher) para empezar a recuperar sus obras anteriores.

Tal es el caso de este “Heridas Abiertas”, la primera novela que realizó la autora norteamericana, y que volvemos a tener disponible, afortunadamente, en estos días; y es una suerte porque esta novela confirma claramente la saludable predisposición a la perversidad de esta maquiavélica dama del crimen; una forma de entender lo psicológicamente depravada que puede llegar a ser la naturaleza humana, que la convierte en heredera directa de la grandísima Highsmith.

La protagonista de este libro, Camille Preaker, es una periodista, recién salida de una estancia en un hospital psiquiátrico que será enviada a su pueblo natal, Wind Gap, para cubrir las noticias relacionadas con el asesinato de dos niñas; hechos que pueden llevar a pensar que haya un asesino en serie en su pueblo de la infancia. La trama se convierte, por lo tanto, en una trama más clásica, ya que de fondo tenemos un asesino en serie y una investigación en toda regla; sería convencional si no fuera por el montón de detalles que consiguen volver la narración en algo subversivo, sobre todo empezando por la propia protagonista.

Flynn irá dejando detalles que clarifiquen el porqué del paso de Camille por el psiquiátrico y resulta más escabroso de lo que pueda llegarse a pensar,  aunque pudiéramos creer que la bebida y su falta de autoestima puedan ser esas causas:

“Me tomé el segundo bourbon de un solo trago, estiré un poco los hombros agarrotados, me di unas palmaditas en las mejillas, me subí en mi enorme Buick azul y deseé haberme tomado una tercera copa. No soy de esa clase de reporteros que disfrutan metiéndose en la vida privada de la gente. Seguramente esa es la razón por la que soy una periodista de segunda fila, pero al menos soy periodista.”

Estamos, sin embargo, bastante alejados, como nos daremos cuenta más tarde, la protagonista se “automutilaba” indiscriminadamente:

“Verán, yo me hago cortes. También incisiones, tajos, escarificaciones y heridas. Soy un caso  muy especial; tengo un propósito. Bueno lo que pasa es que mi piel grita. Está recubierta de palabras, “cocina”, “bollo”, “garito”, “rizos”, como si un crío de primaria hubiese aprendido a escribir sobre mi carne con un cuchillo en las manos. A veces, pero solo a veces, me río. Cuando salgo de la bañera y veo, con el rabillo del ojo, en el lado de una pierna: “muñeca”. Cuando me pongo un suéter y, en un destello, veo en la parte interna del brazo: “dañino”. ¿Por qué esas palabras? Miles de horas de terapia han arrojado como resultado unas cuantas ideas de los buenos doctores.”

La fuerte presión del (re)encuentro con su madre, unido a la propia investigación, pondrán al límite a nuestra periodista que luchará por no tener recaídas:

“Me había escrito “Richard poli, Richard poli” doce veces en la pierna y tuve que obligarme a parar porque me moría de ganas de coger una cuchilla.”

Flynn no se conforma con realizar una caracterización psicológica de todos los personajes que van apareciendo sino que, además, en esta ocasión, nos muestra las consecuencias físicas con un gran lujo de detalles, en ocasiones, tirando a la truculencia, aunque bien justificados.

No se queda en la simple investigación con todas sus ramificaciones sino que no duda en reflejar a los personajes del pueblo, estereotipos del Medio Oeste Americano, el crimen, tanto allí como en la realidad, se convertirá en un acontecimiento que les definirá a ellos y a sus conciudadanos:

“Los tres rezumaban un orgullo mal entendido por su ciudad. La infamia había llegado a Wind Gap y ellos le harían frente. Podrían seguir trabajando en el supermercado, la droguería y la granja de pollos. Cuando muriesen, aquello (junto con el hecho de haberse casado y haber tenido hijos) pasaría a engrosar la lista de cosas que habían hecho en la vida. Y era algo que, simplemente, les había pasado a ellos. No, mejor dicho: era algo que había pasado en su ciudad. Yo no estaba del todo segura de compartir la opinión de Meredith: a algunos les habría encantado que el asesino fuese alguien nacido y criado en Wind Gap, alguien con quien hubiesen ido a pescar alguna vez, alguien que hubiese sido miembro del mismo club de boy scouts. Eso haría la historia más interesante.”

Con estos ingredientes, Flynn crea una trama absorbente donde ahonda en último término en las relaciones materno-filiales y  el conjunto, sin lugar a dudas, constituye una novela de altos vuelos dentro de  la novela policíaca/negra, con una conclusión que quita el aliento, nuevamente, por su capacidad de desencadenar dolor en el lector.

A mí, particularmente, Gillian Flynn me tiene totalmente enamorado con lo malvado de sus propuestas.

Traducción del inglés de Ana Alcaina de “Heridas Abiertas” de Gillian Flynn para esta edición de “Roja y negra” de PRHM.

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