“Una hermosa doncella” de Joyce Carol Oates

La ilustre escritora norteamericana Joyce Carol Oates tiene el dudoso honor de tener asociado indefectiblemente a su nombre un segundo nombre o casi apellido, eterna o firme candidata al Nobel”, por lo tanto cada vez que se publica un libro suyo, tenemos que observar la inseparable coletilla detrás… un estigma que no puede borrar, como sus colegas Philip Roth o Thomas Pynchon tienen que ver año tras año como la academia sueca les olvida sin piedad a pesar de su calidad literaria.  A mí lo del Nobel me gustaría, pero no tanto por el prestigio, que ya lo tiene, sino porque tuviera el espaldarazo definitivo para que toda su obra fuera publicada en español; porque si Pynchon o Roth no lo reciben, afortunadamente, ya tenemos todos sus libros a falta de pequeñas excepciones, pero de Oates, ahora mismo, hay disponible un escaso veinte por ciento de su ecléctica y prolífica carrera (a pesar de que ahora hay tres editoriales que se están poniendo a la labor) y eso, definitivamente, es poquísimo, y más sabiendo la calidad que atesora.

Para entrar en el universo Oates hay que encontrar la obra que te haga “tilín” y a partir de ahí se abre un inmenso mundo de posibilidades; ya disfruté como un enano de “A media luz”, una de sus novelas largas, pero, ciertamente, a partir de ese momento vibro con cada una de las obras que voy conociendo, y en la mayoría de ellas por motivos distintos. Uno de los tipos de libros que podemos encontrar y que no están descatalogados son unas novelitas cortas, de mucha intensidad, muy góticas, centradas en aspectos polémicos, un poco escabrosos y en las que la escritora consigue unos resultados excelentes cambiando de estilo y experimentando con su forma de escribir. Así tenemos este año pasado “Violación una historia de amor”  y la que voy a comentar a continuación, “Una hermosa doncella”.

“Inocentemente. Así comenzó. Cuando Katya Spivak tenía dieciséis años y Marcus Kidder sesenta y ocho”. En la primera frase del libro tenemos ya presentes los dos protagonistas sobre los que se desarrolla casi en su totalidad la historia. Katia Spivak es una niñera que trabaja para una familia rica de Bayhead Harbour y que conoce al anciano señor Kidder cuando, paseando, éste le dice lo siguiente:“¿Y si pudieras escoger, si pudieras cumplir tu deseo?” a lo que ella piensa “Lo que advirtió fue la pintoresca expresión, tu deseo. Tu deseo como un cuento de hadas”. Todo esto ocurre en la primera página del libro. Ellos son los protagonistas de un cuento de hadas, pero asentado en la realidad, con todo lo que eso conlleva.

El resto de protagonistas y acciones que van sucediendo sirven para ir pintando mediante pequeños retazos las personalidades de Marcus y Katya. Katya no ha pasado una buena infancia y es consciente de ello (“Lo mejor de ser niñera, era leer en voz alta libros infantiles a niños extasiados como Tricia porque nadie le había leído a ella libros en voz alta cuando era pequeña”), es insegura y miedosa (“Era la debilidad de los adultos lo que odiaba y lo que le daba miedo”), se siente ignorada y olvidada por todos, incluso por su familia (“En casa de los Engelhardt, Katya Spivak era invisible. En su propia casa de Vineland, era incluso menos visible”) por ello se siente atraída por el señor Kidder ya que “en el salón del señor Kidder Katya Spivak era completamente visible”. Marcus Kidder es un caso distinto, él mismo se define como “un diletante y un coleccionista y un amante.. de la belleza. Pero el glamour y la belleza son dos cosas muy distintas” y que necesita “Una hermosa doncella a la que puede confiar una tarea crucial. Por la que sería bien recompensada a su debido tiempo”. Los dos tienen en común “el miedo más primitivo, el miedo a que no nos amen y no nos protejan”.

Con todas estas piezas tenemos un cuadro que comienza con ecos de Lolita, pero que va cambiando hasta convertirse en algo muy distinto según J.C. Oates va moviendo los hilos de los personajes hasta una parte final donde la tensión se vuelve cada vez mayor y nos sorprende con un final doloroso a pesar de ser previsible, pero lírico, a pesar de lo escabroso y perverso que puede ser desde la objetividad. Una gran historia, no apta para todos los públicos, pero gran historia.

Oates sigue empeñada, sin proponérselo, en hacernos vibrar y apasionarnos con cada historia que traza con escritura magistral y con toda esa inteligencia de la que es capaz, no exenta de conocimiento de la naturaleza humana. Descubrir su obra es un placer que no acaba y al que siempre acabas volviendo (“Porque el amor es fuerza, no puede haber fuerza sin amor”).

Valoración del libro:

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