“Los antiguos maniqueos de esta zona adoraban la luz, la amaban del mismo modo que los Cruzados afirmaban amar a Dios, por sí misma, y a su servicio ningún crimen era demasiado grave. Era su contra-Cruzada. No importaba qué trasformaciones pudieran ocurrir (y se esperaban cualquier cosa: viajes adelante y atrás en el Tiempo, saltos laterales de un contínuum a otro, metamorfosis de una forma de materia, viva o no, a otra) lo único que permanecía invariable en todos los cambios era la luz, la luz que vemos en sentido amplio que profetizara Maxwell y confirmara Hertz. Y a eso se añadía un rechazo hacia todas las formas de lo que ellos definían como “oscuridad””.
Recordemos que veníamos de aquí y de aquí. Este párrafo, casi el comienzo de este bloque, entronca con el viaje que los Chicos del Azar realizan al Asia interior, buscando su propio grial, la ciudad perdida, Shambala a bordo de la Fragata subdesértica de Su Majestad Saksaul, al mando del capitán Toadflax.
Sorprende que, a pesar de lo que pudiera indicar el título, la obra es luminosa, como la prosa del autor; todo puede variar pero la luz, lo contrario a la oscuridad, permanecerá constante. Entre todas las contradicciones y dicotomías que nos ofrece también nos incide en este hecho.
En esta parte se centra en el viaje a Europa de la mayoría de los personajes, y, pesar de lo que pueda parecer, nos llama la atención:
“Habéis sido tan fáciles de engañar (al menos la mayoría de vosotros), sois los tontos crédulos en el circo, mirando boquiabiertos vuestras maravillas de la ciencia, esperando como si creyerais que os corresponden por derecho todas las bendiciones del progreso, esa es vuestra fe, vuestra patética fe de niños de los globos”
Si la ciencia no es la solución de nuestras dudas, del sentido de lo que hacemos, ¿de qué nos podemos fiar? ¿La magia? ¿La superstición? ¿La religión?.
El siguiente texto empieza a ser revelador:
“Y eso es lo que he estado llevando una y otra vez a Cantor de vuelta a la Neverklinik, aunque solo se preocupaba por los segmentos de línea. Pero aquí, en el espacio y tiempo tetradimensional del Doctor Minkowski, dentro del más diminuto intervalo, tan pequeño como quieras dentro de cada diminuto hipervolumen de kontinuum debe de haber siempre un número infinito de otros puntos, y si definimos un mundo como un conjunto muy grande y finito de puntos entonces debe de haber muchos mundos “universos””.
La presencia de diversos universos, mundos paralelos al nuestro, explicarían nuestra falta de convicciones; sigue reafirmando el mensaje de lo “tetradimensional” y lo liga a la tradición literaria:
“El Whitechapel del Destripador era una especie de antesala en el espacio-tiempo, uno tendría que imaginarse una gigantesca estación de tren, con miles de puertas dispuestas radialmente en todas las dimensiones que conducen a vías de partida hacia todo tipo de historias alternativas”
Su objetivo entonces es que nos abramos a todas las posibilidades, las mismas que nos da la prosa de Pynchon, inabarcables universos donde todo sigue siendo posible.
En poco tiempo la cuarta parte.