“Kinsey y yo” de Sue Grafton. Apología de lo detectivesco

kinsey-y-yo-9788483838013Poco se habla habitualmente entre los seguidores de novela negra o policíaca de la gran Sue Grafton y su fantástica serie de Kinsey Millhone, el “Alfabeto del Crimen”; a pesar de tener un núcleo bastante estable de seguidores (los editores de Tusquets hablaban de diez mil copias de media de cada una de sus más que recomendables entregas); sin embargo, nos encontramos ante una de esas artesanas que, entrega a entrega, engrandecen el género.

Han pasado ya más de 30 años desde que inició la serie con “A is for Alibi” (1982) (“A de adulterio”) hasta la última entrega “W is for Wasted” (2013), aún no traducida al español (tendrán que ser ocurrentes en esta ocasión los traductores) y el resultado medio de la serie (sin haberlos leído todos aún) se puede decir que es bastante por encima de la media, consiguiendo por momentos la excelencia;  como en la magnífica “N de nudo”, una verdadera joya del género policíaco donde importaba tanto la bien hilada trama como la presentación del pueblo y sus habitantes como parte integrante de la acción, aderezado además con tensión a raudales; en conclusión, una novela imprescindible para leer y disfrutar.

Contrario a lo que citan la mayoría de medios, en este “Kinsey… y yo” se recogen tres facetas muy distintas de la escritora norteamericana; en sus nueve historias cortas de detectives encontramos su cara más conocida, con Kinsey Millhone, su detective, afrontando pequeños artefactos de relojería perfectamente medidos, como dice la introducción a estos relatos:

“Los relatos cortos de intriga constituyen auténticos prodigios de inventiva. El escritor trabaja sobre un pequeño lienzo, perfilando las palabras con un pincel finísimo. En unas veinte páginas manuscritas debe establecer la acreditación y la personalidad del detective (en este caso Kinsey Millhone), así como el escenario y el período en que transcurre la acción. Normalmente se comete un asesinato, o alguien desaparece y su desaparición resulta alarmante. Delitos menores como los distintos tipos de robo, la malversación de fondos o el fraude pueden proporcionar la chispa que desencadena el argumento, pero, por lo general, el asesinato es el pegamento que mantiene todas las piezas en su sitio.”

Si normalmente resulta complicado realizar una trama detectivesca, en estas pequeñas muestras tiene que conseguir realizar, con la dificultad de la que hablaba en el párrafo anterior, lo mismo en pocas páginas y, además, no resultar repetitiva. No solo lo consigue, sino que los relatos se convierten en magníficos pequeños prodigios con un ingenio fuera de lo común. Grafton consigue dignificar y ensalzar un género que sigue luchando contra el resto, que vivió sus mejores momentos en el siglo pasado gracias al “Detection Club” y que, en la actualidad, se ha visto relejado a un contexto más residual por el auge de la novela negra más hardboiled y la más cercana a lo social. La novela de detectives no pasará nunca de moda mientras haya escritoras como ella.

La segunda faceta es menos conocida por estos lares y tiene que ver con sus opiniones, a modo de ensayo, reflejadas en aquel que divide las dos partes diferenciadas del libro. En el ensayo “Ojo por ojo: justicia, moralidad, la naturaleza del detective privado duro y cínico y todos esos temas existenciales”  Sue Grafton nos demuestra su sensibilidad e inteligencia, primero hablando de sus fuentes, aquellos escritores que le hicieron aficionarse:

“En este ambiente de conciencia agudizada y suspensora  provocado por los escarabajos fui pasando de Nancy Drew  a Agatha Christie, hasta llegar a la sensibilidad pagana de “Yo, el jurado”. De Mickey Spillane pasé a James M. Cain,y luego a Raymond Chandler, Dashiell Hammett, Ross Macdonald, Richard S. Prather y John M. Macdonald, un auténtico bautismo por inmersión en la poética del asesinato. Creo que, incluso entonces, percibí que las novelas policíacas ofrecían una mezcla perfecta de ingenio, intelecto, acción y artificio.”

Para, a continuación, ofrecer la disección de la novela políciaca actual tras compararla con lo que hizo en el pasado a través de la evolución de la figura del detective privado:

“En este ambiente de anarquía, nos vemos obligados a revitalizar y reinventar una mitología de la que podamos extraer el consuelo que antes proporcionaba la ley. Las aventuras literarias del detective privado duro y cínico continúan siendo especiales y tranquilizadoras, pero están narradas desde un enfoque distinto. En la novela negra actual, el detective privado representa la claridad y el vigor, la inmediatez de una justicia que ya no se aprecia en los tribunales, así como un antídoto a nuestra confusión y a nuestros miedos.” 

“En un país en el que la violencia esta fuera de control, el detective privado es un ejemplo de contención, orden y esperanza. Su conducta constituye la afirmación tácita de que el individuo todavía es capaz de mejorar su entorno. En las novelas policíacas, la inventiva, la persistía y la determinación prevalece . El investigador privado que antes era la proyección de nuestros vicios se ha convertido en el espejo de nuestras virtudes. El detective privado duro y cínico ha acabado representando y reforzando, más que nuestra moderación, nuestros excesos.”

La idea del detective como proyección de nuestros vicios y de nuestras virtudes resulta muy clarificadora y explica la empatía y el auge del género en la mayoría de los lectores actuales; en estas circunstancias, Grafton da un paso más en esta evolución que ella misma promueve mediante la utilización de la mujer en un papel protagonista, el de investigadora, más allá de la simple comparsa que representaba en los inicios de la novela negra:

“La novela negra continúa ofreciéndonos la clásica pugna entre el bien y el mal librada en el contexto de nuestras interacciones sociales, pero ahora nuestro héroe puede ser también una heroína, mientras que sus talentosos creadores pertenecen a los dos sexos.

La mujer ha pasado de asumir el papel de femme fatale a desempeñar el de protagonista, y ya no se ve relegada a interpretar el papel de vampiresa, traidora o secretaria leal.”

Ensayo corto, lúcido y bastante olvidado por lo que estoy viendo en la mayoría de reseñas y que sin embargo nos abre mucho los ojos ante la situación que estamos viviendo de una manera bastante clarividente.

La tercera parte (…y yo) nos guarda una sorpresa, Kit Blue, la protagonista, alter ego más joven de la propia Grafton, nos relata las experiencias vividas tras la muerte de su madre.

Y es una sorpresa porque asistimos sobrecogidos a su punto de vista más personal ante la vida y en particular de su relación con su familia en general y de su madre en particular, no exagero si podemos decir que Sue desnuda su alma de tal manera que casi podemos decir que la conocemos en persona, íntimamente, dolorosamente:

“El cigarrillo de su madre se apagó, pero la mano permaneció allí, reposando sobre el borde de la mesa mientras su madre se adormilaba. Su respiración se hizo más lenta hasta que Kit, que seguía observándola, se preguntó si iba a morir así, tendida en el sofá a la hora más fresca del día. Quizá los alcohólicos se morían porque permanecían porque no se despertaban, o porque permanecían tumbados demasiado tiempo. Kit la odiaba, con una mezcla de resignación, paciencia y sometimiento. Kit se sentaba junto a su madre, le hablaba y le hacía tostadas o una taza de te y, todo el tiempo se sentía como un médico de la antigüedad que atiende a algún ser agonizante una mujer zombi o un esqueleto. ¿Cómo podía ella querer a una persona que ni siquiera estaba viva?”

Sinceridad es la que demuestra; dolor es el que sentimos al leer sus testimonios en primera persona que reflejan una época tan difícil y que nos traen la prosa más cargada de lirismo para poder reflejar precisamente los sentimientos vividos.

Estamos de enhorabuena, los que conocíamos a Sue Grafton a través de su “Alfabeto del Crimen” sabíamos que era inteligente, ahora podemos decir que es analítica y sobre todo, una persona como nosotros, el dolor de su pérdida la ha humanizado y la hace aún más cercana.

Los textos vienen de los traducción del inglés de Victoria Ordóñez Diví para la obra “Kinsey y yo” de Sue Grafton para Tusquets.

“Contraluz (5 y fin): Rue du Dèpart”

El camino que hemos recorrido ha pasado por estos comentarios

1. La luz sobre las cumbres.

2. Espato de Islandia.

3. Bilocaciones.

4. Contra el día.

En esta última parte Pynchon nos muestra a varios de los personajes principales en los años veinte, Rue de Départ es una calle de París donde vive Dally. Todo ha pasado y están más o menos establecidos, hasta los Chicos del Azar han encontrado a sus Chicas de la Fraternidad de Eteronautas y se han emparejado con ellas. Hay un intento de finalizarlo aunque no sabemos si es de manera feliz según las palabras de Dally (“El mundo se acabó en 1914. Como los muertos inconscientes, que no saben que están muertos, así nosotros tampoco nos hemos dado cuenta de que estamos viviendo en el infierno desde aquel agosto espantoso”); aún así el vuelo final, mítico, etéreo, a bordo del Inconvenience nos da una sensación de plenitud, de evocación onírica y autorrealizadora.

Este final entronca con mi propia conclusión de las lecturas del autor norteamericano; “Contraluz” ha supuesto un colofón lleno de sensaciones: al tratarse de una obra de tal extensión, los altibajos son constantes, esta irregularidad es inevitable, pero ¿acaso importa?. Si revisamos los posibles postulados del postmodernismo nos encontramos con lo siguiente:

—Está caracterizado por cambiar el punto de vista omnisciente (más objetivo) de la Ilustración por otro más subjetivo donde el narrador es falible.

—Busca deconstruir las grandes formas de narración del pasado para desvelar sus inconsistencias, las antiguas formas ya no convencen, son sustituidas por otras formas que enfatizan que su objetivo no es alcanzar la autenticidad universal.

—Como consecuencia de lo anterior, no puede existir una idea universal de la verdad o de la realidad, ya que las formas de narración del pasado se fundamentaban en el lenguaje, y este está cargado, inherentemente, de las influencias que vive el que lo narra.

—En palabras de Hutcheon, se puede describir el postmodernismo como “un fenómeno contradictorio que usa y abusa, instaura para subvertir los mismos conceptos que desafía – sean estos literatura, pintura, escultura, cine, televisión, filosofía, etc (“contradictory phenomenon that uses and abuses, installs and then subverts, the very concepts it challenges —be it in literature, painting, sculpture, film, video, dance, television, music, philosophy, aesthetic theory, psychoanalysis, linguistics and historiography”).

—Así las novelas postmodernas subvierten las nociones de subjetividad, verdad, significado y valor de modo radical.

—La conexión entre postmodernismo y postcolonialismo es evidente ya que con el primero se enfatizarán las diferencias de cualquier tipo (sean género, raza, clase, sexo…) y eso desencadenará el segundo.

—Con el postmodernismo se reescribe el pasado en términos muy alejados de cualquier nostalgia, precisamente porque es otra forma de narrar, por la que el novelista puede escribir alejado de la narración, aislado, sin vincularse.

En conclusión, este movimiento no organizado, radicaliza el modernismo en su exploración de la fragmentación de la narrativa y de la construcción de personajes. Textos de este estilo enfatizan juegos retóricos y lingüísticos. Ironías, parodias, pastiches de géneros, distorsiones de tiempo (argumentos no lineales) son algunos de los instrumentos utilizados para hacerlo.

Lo curioso cuando leía los postulados anteriores es que la primera imagen que me venía a la cabeza era, desde luego, la de Pynchon y toda su obra; desde “La subasta del lote 49” y “V” a “Contraluz”. Parece que los hubiera puesto él, ya que reflejan exactamente lo que significa leerle; esas son las características, la complejidad de lo que quiere dar a significar, o no….

Como conclusión a estos comentarios no quería dejar pasar la oportunidad de citar al gran Noel, ya que parte de su magnífico post “Icono de la cara llorando” , que todo el mundo debería leer, como su blog (ya puestos….). Y que cita justamente a nuestro gran escritor como posible vía a la hora de aprovechar al máximo las posibilidades que nos ofrece la cultura en el siguiente párrafo:

“Ante esta realidad se abren dos posibles vías: a) aprovechar al máximo las posibilidades de la cultura como inmerso hipertexto; y b) darse por vencido y tender a pensar, como el neoludita Nicholas Carr, que la capacidad de concentración es una de esas cosas que perdimos irremediablemente con el cambio de milenio. Sin duda, no hay nada más estimulante para el intelecto que la primera opción, vertebradora de novelas como Contraluz (Thomas Pynchon, 2006) o películas como Holy Motors (Leos Carax, 2012), laberintos intertextuales que conciben sus referentes y referencias como una serie interconectada de pasillos, trampillas y hasta callejones de sentido. Tiendo a pensar que los lectores de este blog pertenecen a la primera categoría, así que muchas veces incluyo en el texto alusiones a símbolos culturales sin citarlos o subrayarlos con un enlace: en los días de la Wikipedia, la labor de cualquier persona que pretenda vivir la cultura de su tiempo es aceptar el desafío y buscar, ampliar, perderse. Por desgracia, la segunda opción parece estar comiéndole cada vez más el terreno a la primera, en un fenómeno que ya podríamos considerar como mesurable.”

Lo que he puesto en negrita, refleja lo que yo entiendo de la cultura actual, casi no se puede decir mejor ¿verdad?. Busquemos nuevos desafíos, perdámonos en laberintos sin retorno; pase lo que pase, esta búsqueda nos habrá hecho crecer en el camino. Pynchon nos sumerge en este camino irremisiblemente, de manera enloquecedora; y yo no puedo más que agradecérselo y colaborar con estos humildes comentarios que espero que ayuden a alguien.

“Contraluz (3): Bilocaciones”

“Los antiguos maniqueos de esta zona adoraban la luz, la amaban del mismo modo que los Cruzados afirmaban amar a Dios, por sí misma, y a su servicio ningún crimen era demasiado grave. Era su contra-Cruzada. No importaba qué trasformaciones pudieran ocurrir (y se esperaban cualquier cosa: viajes adelante y atrás en el Tiempo, saltos laterales de un  contínuum a otro, metamorfosis de una forma de materia, viva o no, a otra) lo único que permanecía invariable en todos los cambios era la luz, la luz que vemos en sentido amplio que profetizara Maxwell y confirmara Hertz. Y a eso se añadía un rechazo hacia todas las formas de lo que ellos definían como “oscuridad””.

Recordemos que veníamos de aquí y de aquí. Este párrafo, casi el comienzo de este bloque, entronca con el viaje que los Chicos del Azar realizan al Asia interior, buscando su propio grial, la ciudad perdida, Shambala a bordo de la Fragata subdesértica de Su Majestad Saksaul, al mando del capitán Toadflax.

Sorprende que, a pesar de lo que pudiera indicar el título, la obra es luminosa, como la prosa del autor; todo puede variar pero la luz, lo contrario a la oscuridad, permanecerá constante. Entre todas las contradicciones y dicotomías que nos ofrece también nos incide en este hecho.

En esta parte se centra en el viaje a Europa de la mayoría de los personajes, y,  pesar de lo que pueda parecer, nos llama la atención:

“Habéis sido tan fáciles de engañar (al menos la mayoría de vosotros), sois los tontos crédulos en el circo, mirando boquiabiertos vuestras maravillas de la ciencia, esperando como si creyerais que os corresponden por derecho todas las bendiciones del progreso, esa es vuestra fe, vuestra patética fe de niños de los globos”

Si la ciencia no es la solución de nuestras dudas, del sentido de lo que hacemos, ¿de qué nos podemos fiar? ¿La magia? ¿La superstición? ¿La religión?.

El siguiente texto empieza a ser revelador:

 “Y eso es lo que he estado llevando una y otra vez a Cantor de vuelta a la Neverklinik, aunque solo se preocupaba por los segmentos de línea. Pero aquí, en el espacio y tiempo tetradimensional del Doctor Minkowski, dentro del más diminuto intervalo, tan pequeño como quieras dentro de cada diminuto hipervolumen de kontinuum debe de haber siempre un número infinito de otros puntos, y si definimos un mundo como un conjunto muy grande y finito de puntos entonces debe de haber muchos mundos “universos””.

La presencia de diversos universos, mundos paralelos al nuestro, explicarían nuestra falta de convicciones; sigue reafirmando el mensaje de lo “tetradimensional” y lo liga a la tradición literaria:

“El Whitechapel del Destripador era una especie de antesala en el espacio-tiempo, uno tendría que imaginarse una gigantesca estación de tren, con miles de puertas dispuestas radialmente en todas las dimensiones que conducen a vías de partida hacia todo tipo de historias alternativas”

Su objetivo entonces es que nos abramos a todas las posibilidades, las mismas que nos da la prosa de Pynchon, inabarcables universos donde todo sigue siendo posible.

En poco tiempo la cuarta parte.