Aprovechando que hace poco comenté una biografía literaria de Charles Dickens aquí en este mismo blog, voy a tomarlo como referencia para hablar, ahora sí de una sus últimas novelas publicadas, el libro de viajes “Estampas de Italia”. El propio escritor comenta en el prólogo inicial lo que serán sus intenciones con respecto a él:
“Este libro está compuesto por una serie de apuntes leves -meros reflejos en el agua- sobre lugares a los que la imaginación de la mayoría de la gente se siente, en mayor o menor medida, atraída, en los que la mía habitó durante muchos años y que suscitan el interés de todo el mundo.”
Nos encontramos, entonces, ante una obra en la que, como la mayoría de los libros de viajes, no importa tanto la trama sino el relato impresionista de los paisajes, de las gentes, de las costumbres y tradiciones, del país que se visita; en este caso aplicado a Italia.
Aún así, asistimos obnubilados a un Dickens sencillo en fondo pero igual de florido en la forma, no me atrevo a utilizar el adjetivo “menor”, ya que solamente por el estilo no creo que pueda ser considerado como tal, aunque sí se podría decir que es inferior a otras obras suyas.
De esta manera vamos avanzando por las ciudades italianas y asistimos a un relato donde el mayor placer está en la forma en que el autor inglés reflejó descriptivamente sitios en los que yo he estado igualmente.
Me regocijó especialmente el capítulo dedicado a Venecia: “Un sueño italiano”, donde asistimos a una de esas descripciones que estaban ya vivas en el recuerdo que tengo yo de mi ciudad italiana favorita:
“Mas junto a los muelles y las iglesias el agua no cesaba su movimiento succionando los muros de los palacios y las prisiones e inundando los lugares secretos de la ciudad. Silenciosa y vigilante, envuelta en sus múltiples pliegues como una vieja serpiente, esperando el momento en que la gente mirara al interior de sus profundidades, en busca de alguna piedra de la vieja ciudad que se jactaba de ser su señora.”
Cuánta belleza en un capítulo, cuánto placer hedonista al leer a este coloso de la literatura universal; que contrasta igualmente con todo lo malo de la ciudad de Fondi: “Un inmenso canal de lodo y desechos serpentea por el centro de sus miserables calles alimentado por obscenos riachuelos que salen de sus abyectas casas”.
El veredicto es que estamos ante una lectura ligera pero saludable, una manera fácil de descubrir a un escritor que no cansa ni siquiera en sus libros de viajes. Un comienzo para descubrirlo y luego lanzarse a por Pickwick o Historia de dos ciudades. ¿Por qué no?