I Due Foscari de Verdi en Madrid: inmejorable colofón

Publicado inicialmente en Ópera world en este post.

I Due Foscari de Verdi en Madrid: inmejorable colofón

No es fácil presenciar una ovación tan unánime en un teatro como este, contemplar a todo el público puesto en pie “braveando” y aplaudiendo a rabiar es un síntoma inequívoco de haber vivido una noche magnífica, una de esas noches inolvidables en la que se combinan todos los elementos y sale todo perfecto, tanto técnicamente como, sobre todo, en lo emocional. Plácido Domingo, esa leyenda viva que todavía podemos encontrar en los teatros, fue, sin lugar a dudas, la punta de lanza de un elenco para el recuerdo, un inmejorable colofón para una muy buena temporada del Teatro Real.

Todavía recuerdo hace un año cuando el gran tenor (ahora barítono o lo que haga falta para seguir viéndole cantar) generosamente cantó fragmentos de La traviata en el intermedio de la doble función de Goyescas/Gianni Schichi; me sobrecogió profundamente su actuación, sin puesta de escena, sin vestuario específico, sin maquillaje, desnudo escénicamente, con su voz como única prenda: descarnada, débil, expresiva y, sobre todo, llena de emoción. Ayer con este hermosísimo y atormentado personaje (Francesco) de I Due Foscari, volvió a demostrar su capacidad para transmitir su pathos al público asistente que, irremediablemente, cree en él, sufre con él, cada frase parece salida de su interior, de su propia alma. En efecto, nuestro Plácido Domingo canta con todo lo que tiene, no ahorra en los esfuerzos (a pesar de ser la última función) y, además en esta ocasión, su voz responde a lo que quiere hacer. Parece mentira que, a estas alturas, se pueda codear sin problemas con cantantes mucho más jóvenes y salir victorioso. Qué suerte tenemos de tenerle con nosotros y cuánto nos hace sentir con cada interpretación.

A su lado, dos cantantes de gran proyección internacional que nos regalaron dos verdaderos festivales musicales. Por un lado Angela Meade, la soprano norteamericana posee un instrumento de enorme potencia, descomunal, ya puede sonar fuerte una orquesta (ayer lo hizo) que siempre se escuchará su voz por encima, gracias a una proyección sonora que me recordaba a Birgit Nilson o, en la actualidad, a la ukraniana Liudmyla Monastyrska; lo mejor de todo es que toda esta fuerza está bajo control, es capaz de bajar su potencia para conseguir unos pianos súbitos estremecedores, como los que vivimos ayer y transita sin dificultad por las agilidades, el próximo año tendremos la oportunidad de verla con el Norma de Bellini y no hará más que confirmar lo que ya hemos vivido, podemos estar ante una soprano de referencia en el repertorio verdiano. Lo mismo podemos decir de Michael Fabiano, la voz del tenor norteamericano en estos momentos podría ser definida como lírica-spinto y puede acometer los papeles de tenor verdiano con verdadera solvencia gracias a una línea de canto muy elegante, carnosa en el centro, con buen dominio (a estas alturas) de la mezza voce verdiana tan olvidada en la actualidad, su fraseo fue impecable en los momentos de mayor fragilidad pero no estuvo exento de fuerza cuando se requería, tiene una voz joven sin nada de vibrato que proyecta sin dificultad, su noche fue portentosa ya que su gran robustez estuvo muy equilibrada con la transmisión de las emociones y cuadraba perfectamente con el despliegue de la soprano; los espectadores premiaron su ímpetu, todo un descubrimiento del que vamos a oír muy buenas cosas en el futuro.

I Due Foscari de Verdi en Madrid: inmejorable colofón

Gran trabajo el de Roberto Tagliavini en el rol del pérfido Loredano, su voz funciona cada vez mejor, llega sobrado a los agudos y consigue un gran volumen para conformar una gran actuación; lo mismo podemos decir del Barbarigo de Mikeldi Atxalandabaso, un seguro de vida en estas lides, saca oro de todos sus personajes gracias a su dúctil voz y su buen dominio del canto legato; Susana Cordón supo hacerse escuchar, demostró estar en un buen momento vocal en los apoteósicos concertantes; buenas aportaciones de los talentosos Miguel Borrallo y Francisco Crespo en sus cortos papeles. El coro Intermezzo, nuevamente, lució de manera sobresaliente en todas sus intervenciones, estuvieron especialmente brillantes las cuerdas femeninas, buena dicción del italiano de todos los miembros.

Finalmente, todo esto no habría funcionado sin la labor ineludible del director de orquesta, Pablo Heras-Casado nos regaló una interpretación excepcional de la obra verdiana, su dirección con las manos (sin batuta) acompañó en todo momento a los músicos y a los propios cantantes, ésta fue enérgica, concisa, muy meditada y trabajada de la Orquesta Sinfónica de Madrid, donde las cuerdas vibraron con tersura (sobre todo en los momentos camerísticos, muy sutiles) con grandes momentos individuales de las flautas traveseras. Pudo dar la impresión de desequilibrio orquestal debido a la gran potencia de la que hizo gala la orquesta pero me dio la impresión de que Heras-Casado sabía bien hasta donde podía llegar con los cantantes que tenía esa noche. Los concertantes, como el del segundo acto, fueron ciclópeos.

Son raras las ocasiones en que da la impresión que todo ha funcionado a la perfección, esta fue una de ellas; claro que, con Plácido siempre es más fácil, ya sabemos que él se va a entregar completamente.

PS Las fotografías son propiedad de Javier del Real.

Historia insólita de la música clásica II de Alberto Zurrón. Humor a raudales

PortadaHistoriainsolitamusicaclasicaIIPublicado inicialmente en Ópera World en este post.

Alberto Zurrón lo ha vuelto a hacer, nada más comprobar que había un segundo volumen de esta historia insólita de la música clásica y ya estaba zambullido en él. El prólogo de, nada menos, Joaquín Achúcarro vuelve a incidir en los aspectos que nos acompañaron en el primer volumen y que, afortunadamente siguen mostrándose en esta segunda entrega.

Es indudable que el autor ha tenido que pasar muchas horas para indagar entre las toneladas de material que hay en la historia de la música para encontrar todo esto y poner un poco de orden en epígrafes que se entiendan. Sus mayores virtudes, nuevamente, son las siguientes:

Tipo de narrador escogido, Zurrón escoge un narrador muy cercano, él mismo, que nos trata con mucha familiaridad y busca la complicidad con el lector mediante el uso de signos de expresión y una escritura sencilla, incluso con afirmaciones directas y preguntas al lector. Es capaz de abordar cualquier tema pero lo hace con tal liviandad que no resulta difícil digerirlo.

Capacidad de síntesis, es difícil, muy difícil, montar un libro con sentido utilizando como fuentes anécdotas o hechos históricos tan diversos  y no morir en el intento de unirlos. Cada capítulo tiene, además, diferente epígrafes que pueden ser reunidos debajo porque funcionan dentro del mismo tema presentado inicialmente. La recopilación, afortunadamente funciona bastante bien como un todo.

Creatividad, el autor utiliza su ingenio para evitar entrar en la monotonía. Buen ejemplo de esto es la forma de construir los títulos de los capítulos, es capaz de moldear una frase de Sartre en el segundo capítulo, “El infierno son las otras (Los eternamente indecisos)” o de modificar el título de una película en el capítulo nueve, “Murieron con los compases puestos”; pero no solo el cine o la literatura son algunas de las fuentes utilizadas, no duda en apelar a  nuestro refranero (“Buscando a los gatos no tres pies sino uno alma”) o la canción popular (“Toda una vida estaría contigo”), haciéndolo incluso en los subtítulos de los apartados incluidos en cada capítulo.

Cambios de perspectivas, es evidente que afronta nuevas formas de ver a los intérpretes y a los músicos, muy alejadas de las habituales y es refrescante, además de lograr dotar a temas serios de un carácter lúdico, lo cual nos lleva a su característica más importante.

Humor a raudales, todo el libro está orientado a que lo leamos con una sonrisa en la boca, abundan los juegos de palabras y los gestos de complicidad anteriormente mencionados (como si estuviéramos hablando con un amigo) y se suelen multiplicar en los comienzos y en los finales de los capítulos para reafirmar el “enganche” del lector según pasa las páginas. La estructura y la elección de los temas (desde el dinero como como motivación hasta la inspiración o el fervor religioso) ayudan a reforzar esta sensación y conforman una lectura ciertamente amena.

Como resultado tenemos un libro muy entretenido que se disfrutará especialmente en la época estival: no requiere esfuerzo, es un pasa-páginas y los temas tratados son muy agradables, especialmente para los aficionados a la música clásica.

Quiero acabar precisamente con las palabras del prólogo del gran Achúcarro que hago mías:

“Disfrutadlo Adagio. Hacedlo durar.

¿Quizá leerlo justo antes de dormir? Y agradecer a Alberto Zurrón su

enorme esfuerzo, que no ha sido en vano.

Felices sueños.”

No hay mejor forma de recomendarlo.

I Puritani de Bellini en el Teatro Real: triunfo de la voz frente a la adversidad

Publicado inicialmente en este post en la revista Ópera world.

I Puritani de Bellini en el Teatro Real

Una sombra se cernió sobre los asistentes a la función de I Puritani ayer día siete de julio: Diana Damrau anunciaba importantes indisposiciones vocales pero, por deferencia al público, iba a cantar igualmente la función, aquello generó aplausos espontáneos de toda la sala que se sumía en una incertidumbre y que agradecía el arrojo de la formidable cantante. La posibilidad de que se chafara una función que prometía ser memorable estaba presente en nuestros ánimos. Afortunadamente, vivimos uno de esos momentos únicos en los que se produce el triunfo de la voz frente a la adversidad, era muy divertido comprobar los comentarios del público en el descanso, no se creían que estaba indispuesta. Qué mejor manera de evaluar el trabajo de la soprano titular.

Damrau no pudo dar todo lo que es capaz de hacer, tuvo que omitir sobreagudos y modificar pasajes, pero lo hizo con gran inteligencia, el primer acto fue un compendio de todo su saber, su voz de lírico-ligera tiene un centro amplio de gran volumen para soportar la orquesta lo que la hace bastante idónea en estos momentos para cantar el papel. Además sus agudos son brillantes y se proyectan sin dificultades. A pesar de sus problemas no dudo en soltar algunos (ciertamente al límite pero sin perder la afinación). Maneja los momentos más íntimos con ligereza y los de más volumen con verdadera contundencia. Su dúo final con Camarena (Vieni fra queste braccia), con signos inequívocos de extenuación (no pudo hacer los sobreagudos) estuvo muy bien cantado, con sentimiento y mucho gusto, emocionando a los presentes. Tuvo como compañero de batallas a un segurísimo Javier Camarena, tenor que consigue siempre hacer fácil lo que es extremadamente difícil; qué pasmosa suficiencia para saltar al do sostenido del “A te, o cara” o los res bemoles (sustitutos del famoso Fa5) del “Credeasi, misera” casi en la parte final de la ópera sin ningún signo de fatiga y con la misma brillantez del principio. Su canto se apoya en un gran uso de la respiración que le permite una gran proyección, su línea de canto legato fue en crescendo según avanzaba la ópera y sigo pensando que puede cantarlo mejor más adelante cuando su centro gane un peso más lírico, es todo un placer escucharle.

I Puritani de Bellini en el Teatro Real

A Ludovic Tezier no se le puede negar la amplitud de la voz, la seguridad en las notas agudas (vibrato prácticamente indistinguible, gran volumen) y el centro a prueba de bombas orquestales; acometió con valentía su dificilísima primera aria y cabaletta del primer acto “Ah! Per sempre …Bel sogno beato”, en un momento aún más complicado por ser nada más empezar la ópera. No bajó el nivel a lo largo de la ópera, llegando en plenitud al famoso dúo “Suoni la tromba” que estuvo ligeramente desequilibrado aunque Nicolas Testé (como sir Giorgio) había mejorado desde el insulso comienzo; es pequeña la voz de Testé, y es una lástima porque es bella, bien compuesta en su línea, con un canto noble y agudos templados aunque escasos de volumen.

Es reseñable la Enriqueta de Annalisa Stroppa aunque no destacase especialmente, efectiva en su cometido para conseguir buenos concertantes, no es que su voz sea especialmente amplia ni atractiva pero cumplió; mesuradas las actuaciones de Lozano como Bruno y Sebestyén como Gualtiero sin nada remarcable. Bien el coro, estático en su disposición escénica y que estuvo equilibrado, faltándole algo de refinamiento en alguna entrada de hombres pero siempre bien afinado.

La dirección de Pidó me provocó sentimientos encontrados, sí encontré buenos momentos como el final del segundo acto o el tercero pero hubo otros en los que se notaba que había una elección de tempos un poco extraña, de hecho ocasionó que varios de los cantantes se quedaran atrás en algunos pasajes, de todos modos si reguló la mayoría de las veces el volumen orquestal cuando los cantantes tenían su protagonismo. Especialmente interesante fue el trabajo de las trompas.

Totalmente irrelevante el montaje escénico de Emilio Sagi, minimalismo intrascendente que no añade nada a lo que se está escuchando, por lo menos no estorba demasiado excepto en la recargada escena del segundo acto, llena de lámparas sin propósito a nivel de suelo; la dirección escénica fue nula en el caso del coro que eran como convidados de piedra y encima se exageró a posta el papel de Elvira, no acabo de entender el sentido de la sobreactuación a la que se la obligó, antinatural y molesta. Por si fuera poco, la iluminación brilló por su ausencia. Demasiado oscuro todo para la brillantez de la música de Bellini.

Como no podía ser de otra manera, el público disfrutó y aplaudió enfervorecido ante el despliegue de dos artistas de la talla de Camarena y Damrau, también supo reconocer el gran trabajo de Tezier, al final, como de costumbre, las buenas voces lo llenan todo.

Las fotos son propiedad de Javier del Real.

Resumen Junio 2016. Shibiku, Yanagihara

Este mes sí que es fácil de resumir, con dos palabras orientales me basta como se puede ver en el subtítulo: dos libros de gran extensión que han ocupado la mayoría de mi tiempo, lo bueno es que he conseguido alternarlos con otros por el camino. Sin darme cuenta,  el resto de lecturas tiran la mayoría por literatura en castellano. Hacía tiempo que no me sucedía esto, y varias de ellas me han convencido y entrarán en mis próximas lecturas. 

Las replicantes de Cristina Peri Rossi,  mi primer acercamiento a la argentina ha sido satisfactorio. Sus poemas me interesan, sobre todo por el manejo de elementos que van repitiendo como si fueran una narración conjunta. Tampoco es que me haya vuelto loco, no exageremos, pero sí me queda la inquietud de leer más de ella.

El mes más cruel de Pilar Adón, definitivamente, hay algo en Adón que me gusta mucho, la indefinición, esa ambigüedad, buscando elementos claustrofóbicos (a veces oscuros) que potencia con su escritura. Sus cuentos son buen ejemplo de estas estrategias y esta recopilación es recomendable. 

Vivir entre lenguas de Sylvia Molloy, mi primer acercamiento a otra escritora argentina supone su consagración entre mis lecturas futuras. Esta pequeña recopilación de historias cortas es tremendamente inteligente, cada una de ellas es breve y al mismo tiempo profundísima. Su manejo del bilingüismo y sus consecuencias es simplemente apabullante, y todo ello sin perder el aspecto lúdico. Seguiré con ella seguro. 

(Tras)lúcidas de Varias autoras, hay que reconocer que una de las consecuencias de leer más mujeres es que me fijo más en la poesía. Esta recopilación de varias poetisas es muy agradable, irregular, pero con momentos estimulantes; sirve para descubrir algunas y confirmar a otras, como Sandra Santana. 

La extracción de la piedra de la locura y otros poemas de Alejandra Pizarnik, ya tengo encargado su libro de poesía completa. Simplemente excepcional. Qué manejo del lenguaje poético y de los recursos estilísticos. Una joya. 

En el bosque de Katie Kitamura, quería que me gustara y me ha dejado en un estado intermedio, no demasiado satisfactorio. No sabría decir por qué, pero no he conectado con la historia todo lo que me habría gustado y eso que el final está bastante bien y tiene impacto. No todo puede ser, también es cierto que el momento en que lo leí puede que no fuera el mejor. 

A Little life de Hanya Yanagihara, va a ser un bombazo cuando salga esta novela en septiembre aquí en España. Un libro durísimo, sin equilibrio y sobre todo, puramente emocional, basado en la capacidad de causar emoción en el lector. Es brutal, a pesar de todos sus excesos. Escribí algo sobre él por el Baileys y lo podéis ver en el enlace.

Chicas muertas de Selva Almada, otra autora que me convence este mes, este libro se supone que es un ensayo pero funciona como relato autobiográfico que parece ficcional, si bien el anterior me causó indiferencia, en este, su estilo se adapta perfectamente a lo contado y el resultado es muy bueno. Además, trata cuestiones bastante interesantes sobre la estructuralidad machista y sus consecuencias que, en mi caso, como hombre, son muy clarificadoras.

La culpa de Kate Chopin, primera obra de la autora norteamericana, anterior a El despertar, buena recuperación de Defausta que nos ayuda a entender los orígenes de la autora. A mí me servirá como inicio para leer su obra más importante. Es cierto que sus temas están más que presentes como es el manejo del elemento racial, sobre todo con respecto al esclavismo en el sur de Estados Unidos.

Ciudad esmeralda de Jennifer Egan, mi primer encuentro con Egan ha sido amable, sus cuentos se leen y se disfrutan, quizá no recuerdes más sobre ellos, pero indudablemente has sentido placer leyéndolos. Me basta.

Oso de Marian Engel, el tema se las trae: la mujer a la que le atrae un oso; si retiramos dicha polémica encontramos un subtexto feminista, donde la mujer subvierte su papel, decide lo que hace con su vida, empieza a detentar el poder. Me parece muy interesante el vehículo utilizado, también es cierto que se podría haber esperado un mayor cuidado de la forma que se limita a ser bastante directa y explícita. 

Decreación de Anne Carson, este libro, mezcla de poesía y ensayo es una absoluta maravilla. Complejo, poético, clarificador por momentos. Decreación sería la respuesta femenina a la deconstrucción si tuviera que definirlo de alguna manera. Dejarse sumergir en la poética de Carson es entrar en un universo literario donde tu cabeza solo puede explotar. Derruir las formas de los géneros para encontrar a otra persona, la persona decreada.

La historia de Genji,1 de Murasaki Shibiku, el primer volumen es largo, pesadísimo por el formato de tapa dura escogido por Atalanta, pródigo en infinitas notas, difícil de leer, imposible a la hora de establecer los parentescos (sobre todo porque casi nunca aparecen sus nombres) y sí aparecen diversos tratamientos que van evolucionando (Su excelencia, Su gracia, Su alteza…), la historia tiene siglos de antigüedad y no lo puede ocultar; además nos pilla muy lejos de nuestra cultura occidental; a pesar de todo esto, considero imprescindible leer una vez en la vida esta obra, patrimonio de la cultura japonesa, todo un deleite para los sentidos escrito de una forma inteligente, sutil, cargado de referencias a su cultura. Una verdadera hazaña.

Los disidentes

Los Vengadores Costa Oeste: Pecados del pasado de Englehart/Milgrom, hay que reconocer que Englehart se curró esta etapa y aprovechó para introducir temas no tan evidentes y que están de fondo. Y el tebeo resulta muy entretenido. Esperemos que se siga recuperando esta etapa.

Rabia de Richard Bachman (Stephen King), siguiente libro que va a entrar en la Kingpedia, esta vez le toca a la primera novela que escribió como Richard Bachman. Sorprende bastante su cambio de estilo pero ya me extenderé en la conversación que tendremos en Canino al respecto.

Como siempre, os pongo a continuación las adquisiciones que me quedaban, en este caso las de Mayo y Junio. Ah, y las del HUL.

AdquisicionesMayo

AdquisicionesJunio

HULAdquisiciones

No voy a hacer el resumen del porqué he comprado todas ellas, son demasiadas.  Lo que sí es cierto es que con este post más o menos dejo el blog parado hasta septiembre. Van a llegar algunos libros por compromisos que tengo pendientes en Ópera World y en Canino. Pero será muy puntual (bueno, quizás no tanto, me quedan 4 o 5 posts) pero más o menos.

El verano lo voy a dedicar en su primera semana a acabar los libros que me han quedado en junio. Especialmente con el caso de La historia de Genji de Shibiku. A partir de ahí tengo preparadas unas recomendaciones que van a salir en Canino y el resto serán muchos policíacos y de terror. El caso, como siempre, es pasarlo bien y adaptar las lecturas futuras al calor.

Eso es todo por ahora

Un abrazo y ¡buenas lecturas en vacaciones!

Metáfora y Memoria. Ensayos reunidos de Cynthia Ozick. La relevancia del ensayo

OzickMi primer acercamiento a la norteamericana Cynthia Ozick ha sido directamente una confirmación; había pensado en ir a sus famosos cuentos, pero la editorial Mar Dulce ha publicado Metáfora y Memoria. Ensayos reunidos en este mismo año y me parecía una buena solución intermedia para empezar con ella. Como podéis suponer me ha convencido, y mucho; esta antología contiene ensayos que se dividen en dos grandes grupos: aquellos relativos a las temáticas (cualquier tema en particular asociado a la literatura principalmente)  y los que se refieren a los autores (con reflexiones sobre diferentes escritores).

Sentía la necesidad de poner algo sobre ellos y en el horizonte se me planteaban dos posibilidades: por un lado, adoro todo lo relativo a Henry James que aparece en sus segunda parte; por el otro, un metaensayo con el que se inicia la antología llamado “Ella: retrato del ensayo como cuerpo tibio” donde encontramos una reflexión tremendamente lúcida sobre el carácter y la forma del propio género. Me he decidido por este último desde que leí la primera página:

Un ensayo es un producto de la imaginación. Si en un ensayo hay información, es solo circunstancia, y si hay una opinión, es necesario desconfiar de ella a largo plazo. Un ensayo genuino no tiene aplicación educativa, polémica, ni sociopolítica; es el movimiento de una mente libre que juega. Si bien está escrito en prosa, se halla más cerca en esencia de la poesía que de cualquier forma literaria. Al igual que un poema, un ensayo genuino está hecho de lenguaje, de personalidad, de un estado de ánimo, de temperamento, de agallas, de azar.

Y si hablo de un ensayo genuino es porque los falsos abundan. Podemos recurrir aquí al anticuado término poetastro, aunque indirectamente. Lo que el poetastro es al poeta –u aspirante menor-, el artículo es al ensayo: una imitación consumada destinada a envejecer pronto. Un artículo es chisme. Un ensayo es reflexión y visión interior.” 

Ozick reflexiona sobre la esencia del ensayo y lo equipara con la poesía distinguiendo entre ensayos genuinos y ensayos falsos, abundando desgraciadamente estos últimos. Es imposible no rendirse ante la elocuencia de la escritora, sobre todo cuando compara el ensayo genuino con el “artículo” y define su sentido ontológico en base a su perdurabilidad y su capacidad de reflexión. De estas características es capaz de dilucidar sobre una característica que no había pensado anteriormente: el poder:

De modo que el ensayo es antiguo y variado, pero esto es un lugar común. Hay algo más y es algo todavía más sorprendente: el poder del ensayo. Por “poder” me refiero precisamente a la capacidad de lograr lo que la fuerza siempre logra: obligarnos a asentir.  No importa que la forma y la inclinación de un ensayo se opongan a la coerción o la persuasión ni que el ensayo tampoco se proponga ni busque hacernos pensar como su autor, al menos no abiertamente. Si un ensayo tiene una “motivación”, esta se vincula más con la casualidad y la oportunidad que con la voluntad aplicada. Un ensayo genuino no es un tratado doctrinario, un esfuerzo propagandístico ni una jeremiada.” 

En efecto, según lo leía me ocurría exactamente lo que comentaba la autora, sentía la necesidad de asentir; y este asentimiento estaba en contra de lo que yo pensaba sobre el género:

A fin de cuentas, en ensayo es una fuerza destinada a obtener un consentimiento. Se apropia del consentimiento, lo corteja, lo seduce. Porque durante la breve hora que nos entregamos a él es seguro que nos rendiremos, convencidos. Todo esto ocurrirá aunque estemos intrínsecamente decididos a resistirnos.”

El ensayo, según Ozick, no debería convertirse en un tratado doctrinario o propagandístico, más bien debería ser “esa fuerza destinada a obtener el consentimiento” de sus lectores que sentirán cómo sus ideas preestablecidas cambian ante los argumentos que nos está mostrando. Para entender aún mejor sus cualidades, lo contrapone con la novela:

La novela tiene la capacidad para someternos. Suspende nuestra participación en la sociedad en la que vivimos cada día, de modo tal que mientras leemos, la olvidamos por completo. Pero el ensayo no nos permite olvidar nuestras sensaciones y opiniones habituales; hace algo aún más potente: nos hace negarlas. La autoridad de un ensayista magistral –la autoridad del lenguaje sublime y de la observación íntima- es absoluta. Cuando estoy con Hazlitt, no conozco mayor compañía que la naturaleza. Cuando estoy con Emerson no conozco mayor soledad que la naturaleza.” 

Mientras la novela nos aliena, nos aísla de la sociedad, nos somete al dictado de la ficción; el ensayo actúa sobre nuestras opiniones y sensaciones habituales, siempre y cuando el ensayista sea tan magistral que sea capaz de convencernos de sus argumentos; sí está claro que el ensayo no nos sustrae de la realidad que vivimos, más bien nos integra con ella y nos ilumina sobre temas de los que no éramos conscientes. Una vez establecidas estas bases, da un paso más allá entrando en la aparente arbitrariedad de los argumentos, o la dispersión de la que a veces se le puede culpar y define varias de sus cualidades:

Lo maravilloso de todo esto es que de esta Parente arbitrariedad, de esta caprichosa dispersión del ver y del contar, nace un mundo coherente. Es coherente porque un ensayista debe ser, después de todo, un artista y todo artista, cualquier que sea el medio que utilice, llega a un marco imaginativo singular y sólido, o llamémoslo, en menor escala, una cosmogonía.

Y es dentro de este marco, de esta obra de arte, donde quedamos atrapados como peces en una red. ¿Qué nos mantiene atrapados allí? La autoridad de una voz, el placer  -a veces la ansiedad- de una nueva idea, de un ángulo insólito, de un trocito de reminiscencia, de una dicha revelada o de un susto transmitido. Un ensayo puede ser el fruto del intelecto o de la memoria, de la liviandad o del abatimiento, del bienestar o de la irritación. Pero siempre hay en él una cierta quietud, a veces una suerte de distanciamiento. La furia y la venganza, creo, pertenecen a la ficción. El ensayo es más apacible.” 

Posiblemente la que más me gusta es su cualidad de ser apacible, alejado de la furia y la venganza. Es la autoridad del narrador la que nos engancha a un ensayo pero no lo hace de manera violenta, muy al contrario, hay una calma inherente a todo ensayo genuino. El giro final de la autora, simplemente excepcional, es atribuir el género femenino (el del título: ella) al ensayo, toda una subversión del valor tradicional asociado a lo masculino, de esta manera le asigna características insospechadas y nos prepara ante la posibilidad de que el poder se desplace, nada malo hay en que “ella” sea el ensayo, importa más que este ahí, que esté viva, que nos invite a entrar para sumergirnos en su autoridad magistral:

Digamos que no tiene sentido decir (como lo he hecho repetidamente, aborreciéndolo cada vez) “el ensayo”, “un ensayo”. El ensayo –un ensayo- no es una abstracción;  puede ser una forma femenina de contornos reconocibles, pero también muy colorida y con una identidad individual; no es un tipo. Es demasiado fluida, demasiado esquiva para ser una categoría. Puede ser osada, puede ser tímida, puede confiar en su belleza, en su inteligencia, en su erotismo o en su exotismo. Sea cual fuere su historia, es la protagonista, la personificación del yo secreto. Cuando llamamos a su puerta, nos abre, es una presencia en el umbral, nos guía de una sala a la otra; entonces ¿por qué no deberíamos llamarla “ella? Puede que en privado se muestre indiferente a nosotros, pero no puede ser más hospitalaria. Por encima de todo, no es un principio oculto ni una tesis ni una construcción: ella está allí, es una voz viva. Y nos invita a entrar.” 

No sé si he convencido a alguien para leer a esta escritora, espero que alguno lo tenga ya claro; de todos modos me permito terminar con su idea de lo que debe ser la meta de la literatura; nos presenta la dicotomía universal-particular; siendo la segunda la verdadera definición de lo que busca el arte literario en la actualidad: mostrar, reconocer aquello que es particular:

Así llegamos, al fin, al pulso y a la meta de la literatura: rechazar el borrón de lo “universal”; distinguir una vida de otra; iluminar la diversidad; encender la menor partícula de un ser para mostrar que es concretamente individual, diferente de cualquier otro; narrar, en toda la maravilla de su singularidad, la santidad intrínseca de la partícula más pequeña.

La literatura es el reconocimiento de lo particular.” 

Los textos vienen de la traducción de Ernesto Montequin de Metáfora y Memoria. Ensayos reunidos de Cynthia Ozick para la editorial Mar Dulce