Vida y obra de J.S. Bach edición de John Butt. Bach, de nuevo

portada_19530 (1)Publicado inicialmente en este post de Ópera World.

Como bien dice el responsable de la edición de Vida y obra de J.S. Bach a estas alturas de la película, se ha escrito muchísimo sobre el genio alemán; es casi imposible aportar algo interesante sin que el lector habitual de música exclame “¡Bach, de nuevo!” al encontrarse este libro en su librería habitual. Butt se explaya, por lo tanto, en lo que quiere aportar con respecto al resto, empezando por la estructura utilizada.

El libro se divide en tres partes diferenciadas que, a priori, tienen bastante sentido:

En primer lugar, un bloque de cinco capítulos en el que se trata sobre el contexto histórico y social desde la influencia que tuvo la misma familia de Bach en la creación del compositor, centrándose después en la situación política y religiosa para acabar con intento de explicar la motivación que le movió a la hora de componer.

En la segunda parte, se entra en faena en cuanto a la inmensa obra de Bach, de una manera bastante resumida ya que se opta por definir perfiles musicales y de ahí profundizar en las características que lo definen.

Por último, esto es bastante interesante, se estudia la influencia y recepción de la música de Bach desde diferentes puntos de vista empezando por su faceta como profesor y modelo y llegando a las diferentes interpretaciones que se han hecho de su música a lo largo de la historia según la corriente vigente.

Para ello Butt toma la decisión de distribuir el trabajo, escoger a los mejores para cada epígrafe. Esto es bueno y malo al mismo tiempo: es bueno porque escoge a las personas que más se supone que saben sobre un tema en particular; es malo porque, indudablemente, hay una cierta irregularidad en la forma de escribir de cada uno de ellos que deviene en una cierta inconsistencia narrativa del texto al completo, nada menos que once autores distintos es demasiado lastre en este aspecto.

Es evidente que el responsable buscó la concreción antes que nada y eso se logra con creces ya que el libro no es excesivamente largo; sin embargo está concreción es también un problema cuando hablamos de su obra, se vuelve insuficiente.

Tanto las partes primera como la tercera funcionan bastante bien. Especialmente la primera, ya que consigue reflejar a la perfección el contexto en el que puede ubicar al autor alemán y, de esta manera, entender cómo ese contexto influyó a la hora de sus composiciones, como el uso de la liturgia luterana. Hay un intento de explicación de las motivaciones a la hora de componer con un fallido enfoque racionalista que, a lo mejor, no necesitaba un capítulo completo.

De la tercera parte es reseñable el intento de medida de la influencia e interpretación histórica del compositor, aunque todo se hace desde un entorno muy académico, podría haber sido una buena oportunidad para aplicar la teoría de la recepción a aquellos que la escuchan, los oyentes a lo largo del tiempo. Es una parte muy técnica que adolece de un enfoque menos férreo en estos aspectos.

La parte central, desgraciadamente, se queda muy corta, es lógico pensar que no tenían mucho más espacio para explayarse, de ahí el indicativo nombre de “Perfiles de la música”; además de tener poco espacio dedican un capítulo entero a las obras tempranas para llegar a la conclusión de que no está claro cuáles son todavía, un capítulo entero igual para toda su música instrumental o las obras vocales maduras no parece una proporción demasiado adecuada. Echo de menos un análisis más detallado de su ingente obra. Es inevitable.

Teniendo en cuenta las consideraciones anteriormente mencionadas, el libro se lee bien (aunque nuevamente la edición no me apasione por lo abigarrado de las letras buscando aprovechar bien el espacio) y funciona mejor como libro complementario para ofrecer información alternativa sobre Bach que como obra de referencia del autor. Seguramente un iniciado se sentirá cómodo con esta recopilación de textos y un lector avezado se sienta como acabo de describir.

Resumen Abril 2016. ¡Qué barbaridad!

Esta vez no andaré con eufemismos, he leído un montón. Y, además, lo he disfrutado de igual manera. De las 23 lecturas, cinco fueron de hombres; el resto, escritoras. Sigo aumentando el número  de escritoras este año y añado algunas de las que todavía no había leído nada (ocho más). Vayamos a la ristra de abril: 

El misterio de Riddlesdale Lodge de Dorothy Leigh Sayers, lo más fascinante de haber leído este libro es haberlo hecho en la edición de tapa dura antigua que encontré, edición en la que también estaría el siguiente. La siguiente curiosidad es que este es el segundo libro de Sayers en el que tiene como protagonista a Lord Peter Wimsey y que, en estos momentos, es inencontrable. ¿Y el misterio? Bien, gracias.

Lord Peter descubre el delito de Dorothy Leigh Sayers, incluido en la edición que comenté anteriormente, esto es aún más curioso porque son historias cortas del mismo detective (no sabía que existieran); están ubicadas justo después de El misterio del Bellona Club, el único libro que me había leído hasta este mes. Lo bueno es que las distancias cortas no le sientan mal tampoco.

Frankestein de Mary Shelley, eterno pendiente que por fin ha llegado este año, ya tocaba. Una obra maestra disfrutable a muchos niveles. Espero poder escribir algo sobre él más adelante. 

El misterio de Gramercy Park de Anna Katharine Green, bravo por la labor de editoriales como dÉpoca, la recuperación de esta entrometida impertinente y subyugadora al mismo tiempo. Ahora mismo acaban de publicar su segunda aventura y no puedo esperar para ponerme con ella. Llegará la reseña, de verdad que sí. 

Mi abuelo de Valérie Mréjen, nueva autora, siempre me gusta probar con dos libros por lo menos para ver qué tal, en este caso,  curiosamente cogí el primero y el último y he disfrutado los dos por diferentes motivos. Me gustaría escribir algo conjunto de ambos ya que la escritora francesa es muy interesante. Veremos.

Selva negra de Valérie Mréjen, la confirmación de una autora a la que seguiré a partir de ahora.

Antología Poética de Wislawa Szymborska, cuando lees la poesía de Szymborska pasa lo que pasa, te vuelves incondicional. Es excepcional y lo comenté en un post junto con su prosa. Si pincháis en el título tendréis más información.

El libro de los divanes de Tamara Kamenszain, vuelvo a redundar en mi comentario, pero es cierto como la vida misma. Me sobrepasa, la argentina es buenísima, el prólogo de María Moreno es fantástico y siempre tengo la sensación de que me pierdo la mitad de la batalla aunque me gusta lo que leo. Mi déficit de literatura sudamericana es más palpable en estas ocasiones.

Que no, que no me muero de María Hernández Martí, un simple vistazo a los dibujos de Javi de Castro sirvieron para llamarme la atención, los textos de María Hernández Martí me convencieron definitivamente por esa mezcla inevitable que deviene en una tragicomedia donde la protagonista, con pareja, perro, familia, amigos y un cáncer de mama, tiene que afrontar los hechos que le van sucediendo desde una perspectiva muy diferente a la habitual; el tratamiento de estos temas siempre es complejo pero, en este caso, no me equivoco al afirmar que prácticamente no se puede hacer mejor.

Y eso fue lo que pasó de Natalia Ginzburg, ya dije que la italiana se ha convertido en una de mis favoritas y es genial porque me quedan varios libros por leer. En este caso esta segunda novela, cortita, pero de gran intensidad, es otro ejemplo más de su buen hacer. En el horizonte me espera, por fin, Léxico familiar.

El viaje de Francesca Sanna, qué manera más maravillosa de presentar un tema tan candente como el de los refugiados para que lo pueda entender un niño. Qué hermoso y… qué triste, también es cierto.

Metáfora y memoria: Ensayos reunidos de Cynthia Ozick, por fin he podido leer a la norteamericana y me ha convencido. Ahora tengo que convencer al resto. En un próximo post, al menos, lo intentaré.

Longshot de Ann Nocenti y Arthur Adams, relectura aprovechando que estoy buscando mujeres escritoras en cómics. Nocenti, en esta serie limitada, presentaba uno de los personajes más atractivos que he leído en el fértil universo mutante, qué imaginativa fue al crear al curioso y “suertudo” Longshot, qué bien el dibujo de Adams, cómo me gustaría ver publicada su etapa de Daredevil. Crucemos los dedos.

Muy lejos de Kensington de Muriel Spark, me queda poco por leer de escritora británica, pero encontrarse con ella es siempre un gran placer. Tanta sutileza parece imposible, tanta oscuridad en un envoltorio inglés es aún más difícil de encontrar.

Bordados de Marjane Satrapi, con el pretexto de una reunión de mujeres, la escritora iraní diagnostica con buen humor algo tan duro como la situación de la mujer en el Oriente medio. Un mundo radicalmente distinto del nuestro donde la libertad no es habitual y los pocos derechos que se han ganado aquí, allí no son ni alcanzables.

Lady Killer de Joëlle Jones, sinceramente, ni estaba previsto, lo encontré de casualidad y, la verdad, es satisfactorio encontrarte con las peripecias de una asesina profesional que es capaz de llevar a cabo su vida de ama de casa y, en sus tiempos libres, masacrar a quien le manden.

The Grownup de Gillian Flynn, supongo que en algún momento esto llegará aquí, en una edición de esas “sacacuartos” a las que nos tienen acostumbrados; historia corta que vuelve a demostrar que Flynn es una voz a seguir aunque solo sea por sus argumentos perversos. Tres libros suyos leídos, tres libros que recomiendo sin dudar.

La mucama del Ominculé de Rita Indiana, definitivamente, lo mío con Indiana es imposible, sobre el papel me debería haber gustado un montón este libro, al final acaba agotándome, es apabullante, su estilo fantástico, pero siempre sus historias me acaban cansándo(me) (aun siendo cortas) y me cuesta un horror acabarlo. Somos incompatibles, y me da pena. No consigo entrar en ellas.

Los disidentes

Marcelín de Sempé, dice el autor francés que “No creo que mis personajes sean minúsculos. Quizás el mundo sea demasiado grande.” Lo que está claro es que encontrarme con sus pequeños protagonistas me produce una irremediable ternura, una sensación de estar al borde de las lágrimas por lo que nos cuenta, la encantadora historia de dos niños que tienen atípicas molestias: sonrojarse sin ningún motivo y estornudar sin venir a cuento. Y cómo estas particularidades servirán para unirles en una amistad que durará a lo largo del tiempo a pesar de todas las dificultades que se encuentren. Con Sempé es imposible equivocarse. 

Su pasatiempo favorito de William Gaddis, otro con el que no te equivocas nunca, nuevo tochazo del autor, sin pincháis en el título, tendréis mucha más información que ya comenté por aquí. 

Unas horas con los poetas muertos de Ko Un, fan incondicional del poeta surcoreano, esta nueva antología es una manera de recordarme de nuevo todo lo que me gusta. 

Donde viven los monstruos de Maurice Sendak, pero bueno, ¡qué delicia! 

Breve historia de siete asesinatos de Marlon James, me he extendido de sobra con esta obra en el post que hice al respecto. En el blog tenéis más información. No digo más, es una de las novelas del año.

Una vez acabado el resumen, no quiero irme sin poneros las adquisiciones de abril.

AdquisicionesAbril

Como os podéis imaginar, varios de ellos los tengo pendientes. Espero que vayan saliendo poco a poco. Aunque también creo que no va a ser en mayo. Bastante tengo con el Baileys Prize.

Un abrazo y ¡Buenas Lecturas!

Tu amor es infinito de Maria Peura. Dicotomía de contrarios

Portada-Tu-amor-es-infinito-195x300Hay varias formas de reflejar el mal en una narración y es uno de los grandes dilemas a los que se enfrenta cualquier escritor; pintarlo de una manera explícita y cruda suele desafiar al lector que se encuentra indefenso ante un retrato que le sobrepasa, esta incomodidad puede alejarlo o, incluso, en ocasiones, atraer a más lectores por su carácter catártico, algo de lo que hablé bastante en este post relacionado con Edward Bunker y Neil Cross. La otra manera, más sutil, es mostrarlo implícitamente, solución que aboga por un retrato más poético, lírico o un uso acusado de elipsis.

La escritora finlandesa Maria Peura toma como base un tema tan adusto y doloroso para el lector como el maltrato infantil y lo representa de tal manera que, el lector, en este caso yo mismo, siente al mismo tiempo un juego de contrarios, una dicotomía insoluble donde se mezcla el pavor de lo que estás presenciando con una forma de mostrarlo profundamente subyugadora. Escoge el punto de vista de la niña de siete años y narra como si fuera ella la que lo cuenta, con frases simples, sin subordinaciones y con un manejo de las metáforas y de las imágenes que resulta original e insospechado:

“-Por la noche le pica y me pide que le rasque. Y yo le rasco, pero entonces le pica más y le rasco más y luego se me pone a llorar, y sus lágrimas son rojo sangre…

La sonrisa de la abuelita arregla los destrozos que ha causado el terremoto. El abuelito toca con cuidado los trollius y las campánulas que florecen en el rostro de la abuelita.

-Hasta las manos las tiene como un rallador, esta cría –susurra el abuelito.

Las flores cabecean. Regreso a la cocina y me siento a la mesa a mordisquearme los padrastros de las uñas.

-A ver, enseña los ralladores esos –ordena la abuela.

La abuelita se pone las gafas y me clava los ojos en las uñas.”

En este párrafo podemos comprobar como utiliza dos flores (los trollius y las campánulas) para reflejar los colores (amarillo y violeta) que aparecen en la maltratada cara de la abuelita, víctima igualmente de los abusos realizados por el abuelo. El maltrato infantil, la violencia de género, etc. son las consecuencias de la posición de poder del abuelito que atenta contra la libertad de abuela y nieta, la siguiente escena, de gran dureza no escatima en detalles con la descripción, es explícita, sin embargo está poblada de imágenes que dulcifican en parte lo reflejado expresando aún más, por contraste, lo malvado de lo que está ocurriendo:

“El abuelito empieza a no ser bueno enseguida. Cuando la abuelita se marcha a la cuadra, el abuelito me agarra del pelo de la nuca y me arrastra hasta la sauna.

-Ahora le vas a pedir perdón al abuelito…

Siento vergüenza por haberle hecho daño. Me arrodillo en el suelo de la antesala de la sauna y el abuelito se desliza en mi boca. Me dice que si la mantengo muy abierta ya no estará enfadado conmigo.

Escondo los dientes tras las encías y el abuelito serpentea por la cueva y sale otra vez y luego se hace un ovillo y se queda en un rincón suspirando. También yo suspiro y los dientes salen de las encías y bajan al suelo de la cueva. El abuelito grita que tengo que abrir la boca, que tengo que abrirla todavía más, y yo grito que no me atrevo porque están cayendo piedras. Soy una cueva con estalactitas y el abuelito tiene que deslizarse rápido hacia fuera antes de que las grandes piedras empiecen a moverse.”

El abuelito usa la culpa como arma de extorsión, alimentando esa culpa, la relación de poder se hace aún más fuerte y consigue que la persona que está sufriendo los abusos obedezca por la amenaza de poner triste a la persona que los realiza; todo esto se agrava porque la niña es mucho menor que él, es más fácilmente influenciable, de hecho, todo ello se disfraza de amor; es tan tóxico y está tan deformada la conciencia de nuestra protagonista que accede a realizar lo que haga falta para evitar la tristeza de su opresor:

Peura_Maria_by-Heini-Lehvaslaiho“No tengo fuerzas para recordarle las reglas. No tengo fuerzas para soñar, ni para dormir, ni para estar despierta. Me muestro complaciente y trato de estar callada para que el abuelito no me haga más daño de lo necesario.

El abuelito se ha vuelto sombrío. Ya no se echa a llorar después de atravesar mi cuerpo. No dice que soy la niñita del abuelito. No dice nada y a mí me corroe la terrible incertidumbre de haber hecho algo malo.

Quiero hacerlo todo bien para que el abuelito pueda amarme. El abuelito es mi única esperanza. La abuelita no me ama porque vuelvo loco al abuelito. Mamá ama el alcohol más que a mí. Papá está demasiado cansado para amar. Jesús no me ama porque no siempre me porto bien con el abuelito.”

Saara tiene sus medios de alienación, un refugio al que huir para encontrar un momento de paz, un mundo en el que no se abusa de ella, la escritora opta por las dos formas que tomaría una niña de siete años: en primer lugar, su uso de la naturaleza como elemento salvífico, lleno de imágenes que consiguen que se sienta como si estuviera en otro sitio del que está viviendo; en segundo lugar, mediante la creación de un elemento de ficción, un amigo (invisible) aunque, al principio podamos pensar que existe, Pentti actúa de dos formas, como ese tipo de guarida a la que acudir:

“Las vacaciones de verano de Pentti están a punto de terminar. Pentti se marcha. Me lo explica sin palabras y sin voz. No cuenta nada más. Nada más.

Nuestra amistad se ha convertido en metal. Entre nosotros ya no existe conexión. Aun así, quiero despedirme de Pentti.

-No vengas –dice, pero voy a pesar del rechazo.

Pentti no me lo puede impedir. Subo el desván a buscar un girasol de cartulina y lo escondo debajo de la blusa. Cuando esté en Alemania, Pentti podrá mirar el girasol y perdonarme. Cuando yo esté lejos, le será fácil perdonarme.”

Y, al mismo tiempo como reflejo de una amistad ideal, Pentti es capaz de entenderla y de relacionarse con ella; de hecho se irá viendo, según avanza el libro, que Saara es incapaz de relacionarse de una manera sana con otros niños de su edad, tanto se ha tergiversado lo que entiende por una relación que se comporta de maneras derivadas de los abusos a los que está siendo sometida. Pentti es tan necesario para ella porque le hace creer que puede tener una amistad de verdad.

En contraste con la voz indicada, Peura contrapone capítulos con letra en cursiva que resultan ser la voz del abuelito, lo que narra y cómo lo narra es radicalmente distinto y nos hacen comprender lo que pasa por la cabeza del maltratador de abuela y nieta:

“Si atajo por aquí, enseguida llego a la colina. Ya no aguanto más ahí dentro, ni un segundo. No aguanto ni a Helvi ni a la cría. Tiene unos ojos tan negros y tan del demonio. Lo apuntan a uno demasiado directamente. No hay respeto, nada de nada.

Desde aquí ya tendría que verse el lago, si el día no estuviera tan nublado. La naturaleza ha empezado a ponerse en mi contra. Esas cercas de los renos están podridas. Alguien tendría que echarlas abajo. Lo que es yo, ni ganas que tengo de ponerme.  No tengo fuerzas. La verja no sirve más que para detener a un reno enfermo y moribundo. Mejor que ni la roce. Se me caería encima con un buen escándalo. Aunque pequeño, soy fornido. Menuda puerta.

Voy a tocarla con cuidado, voy a probar. Sí, más o menos cerrada se mantiene. Y el cielo empieza a clarear.”

Ambas son víctimas de una situación que parece que nunca va a acabar, hasta el punto en el cuál, la abuela llega a abusar también de la nieta porque la hace responsable de cómo se encuentra el abuelo, el siguiente párrafo es un ejemplo más de la manera en que la escritora representa un maltrato y cómo la niña es capaz de sacar algo positivo de una situación horrible “el vacío se puede llenar de deseos”):

“La cara del pavo real se acerca. De algún sitio sale el sacudidor de alfombras, que se eleva por las alturas. Lo sigo con la mirada, extiendo el cuello y en ese momento me abofetea la cara. Luego vuelve a alzarse pero ya no puedo seguir cuán alto sube.

Miro el cielo azul oscuro, donde los colores del invierno y del verano se mezclan y me envuelven, y luego también el cielo desaparece.

Al caer pienso que el vacío es bueno. El vacío se puede llenar de deseos.”

La forma de liberarse va unida a otro nuevo momento de dolor, es una mezcolanza de epifanía y expiación que, además, une el sentimiento religioso que, hasta ese momento, estaba totalmente abandonado; al aferrarse a ese dolor consigue la catarsis que puede aplicar a sí misma y que la hará avanzar, encontrar la esperanza. Las lágrimas actúan como elemento redentor en ese juego de contrarios donde la alegría y la tristeza actúan por igual:

“Pienso en la familia oso en su madriguera invernal y sollozo porque los demás sollozan. Una gran alegría hace pequeños remolinos por todas partes dentro de mí, en mi estómago, en la cabeza, en mi piel. Cuando Jesús sube a lomos de Zorro y se aleja cabalgando por las praderas neblinosas del cielo, me pongo de nuevo en pie y aplaudo. Detrás del órgano, el organista ríe.

En el cuadro del altar, los discípulos de Jesús bajan a la tierra llorando de alegría. Entre ellos está la maestra, que con su largo cabello ondeando al viento baila baila; extiende sus manos cálidas y yo me aferro a ellas.

Me aferro a unas manos cálidas y lloro de alegría, de tristeza, de gozo por el reencuentro…”

¡Cuánto dolor hay en la vida! ¡Cuántas formas de verlo! Maria Peura es capaz de mostrarnos como el horror no tiene por qué estar reñido con la belleza.

Los textos provienen de la traducción de Luisa Gutiérrez Ruiz de Tu amor es infinito de Maria Peura publicado por Sexto Piso

Los que no perdonan de Charlotte Cory. Arcanum Arcanorum

cubierta_charlotte_hdUno lee los datos biográficos de Charlotte Cory (Bristol, 1956) y no puede evitar pensar que se encuentra ante una artista de otra época sobre todo ateniendo a sus intereses: la sociedad inglesa de la época victoriana y medieval. Si echas un vistazo a su web se confirma la idea de estar ante una artista única, que fue capaz de desarrollar una estética antes de dedicarse igualmente a la literatura. Su ópera prima es el libro que os traigo hoy y que, con tanto mimo está tratando Nevsky en su promoción.

Las cuatro partes en las que estructura el libro son indicativas de por dónde nos va a llevar la autora:

Orden – Interferencias – Destrucción –Caos

Cuatro palabras, cuatro divisiones  que estructuran el camino a seguir, que no es ni más ni menos que el del arquitecto Edward Glass, obsesionado con la idea de conseguir su mayor obra arquitectónica, una obra maestra de la que nadie pueda dudar en un afán por encima de todas las cosas: la posteridad, perdurar, hacerse inmortal. Para ello necesita una estabilidad familiar ya que, partiendo de este orden, él puede tener la consistencia que necesita para llevar a cabo su proyecto. La muerte de la primera señora Glass, amenaza la unidad familiar compuesta por sus tres hijas (Stacia, Milla y Helen) y él mismo; para ello acometerá la búsqueda de una segunda señora Glass en la persona de la viuda Elizabeth Cathcart, todo por conseguir un matrimonio de conveniencia; este proceso nos servirá para ir descubriendo sus rasgos de personalidad, como este momento en el que conoce a la futurible esposa:

“Tras decidir que un caballero que se encontraba en posesión de un diario de aquella magnitud, y que por lo tanto ganaba suficiente dinero para que ella dispusiera de cuanto precisaba, podía ser excusado por su pomposidad, Elizabeth se limitó a hacer alguna bromilla sobre invernaderos; pero Edward le informó con sobriedad que él construía sobre todo fábricas, aquellos enormes palacios de ladrillo rojo donde se forjaba con sudor la riqueza del Imperio; magníficos hoteles; estaciones de ferrocarril; iglesias; edificios municipales y oficinas. Cualquier cosa al parecer excepto casas. Ella no había sabido esto.

-No tengo nada que ver con “casas”, Señora –apuntó Edwards, con más desdén del que habría pretendido. “

No puede soportar que le bajen de un nivel que él cree que posee, también de esta manera asistimos a la presentación de Elizabeth que encarna la esposa ideal ya que se siente abrumada por el saber y el dinero que posee Edward. Como resultado de esta situación, empezamos a asistir a una serie de situaciones extrañas y actitudes que rozan una oscuridad inherente en cada uno de los personajes, desde las propias niñas hasta personajes tan fascinantes como Morgan o Lady Blouvier. Empezando por la descuidada manera con la que vive Edward su matrimonio:

“Había escuchado a su madre en la puerta principal diciendo, con un tono de auténtica estupefacción:

-¡Edward! ¡Qué agradable sorpresa! Es el cumpleaños de Milla…

-¿Ah, sí?

-Cumple diez años.

-¿En serio? Qué rápido pasa el tiempo…

-Te lo parece? –Sarah no parecía coincidir con dicha afirmación.

-Pues claro que sí –dijo Edward impacientándose-. ¡Cuando estás ocupado! Necesito unos documentos del despacho…

-Pues debe de ser agradable estar ocupado y necesitar unos documentos. Entonces, ¿no has venido por el cumpleaños de Milla?

-Yo… -Edward Glass se encontró sin palabras.

-Debes quedarte a tomar el té, el té de cumpleaños de Milla.

Milla escuchó a su padre dejar escapar un gruñido.”

Charlotte-Cory-Capturing-The-Brontes-Tea1

No llega ni a saber cuándo son los cumpleaños de sus hijas, sus preocupaciones son otras. Cory aprovecha para reflejar el papel de la mujer en una sociedad como la victoriana, relegada a mera comparsa del marido, la segunda señora Glass no es más que un elemento que sirve para su marido pueda vivir sin cargas familiares, en esta situación las hijas son todavía menos importantes y tienen que afrontar situaciones de desventaja que les corresponden solamente por el hecho de ser mujeres en una sociedad como aquella:

“-No, no lo entiende; solo se había muerto la semana antes… -Stacia empezó a lloriquear.

-Bien, pues entonces ya no necesitaba pañuelos, ¿no crees?

[…]

-¿Y el dolor?

-No hay nada que puedas hacer para evitarlo. Muchas mujeres tienen sus propios remedios, pero ninguno te funcionaría a ti. No es más que algo de lo que les gusta hablar, intercambiar consejos, como los cromos o los recortes de Milla. Me temo, querida Stacia, que es un castigo, y tendrás que aprender a soportarlo.

-Pero –protestó con energía Stacia- ¿por qué tendría que ser yo castigada cuando no he hecho nada malo…? Bueno, aparte de los de los pañuelos de mamá, pero eso fue después.

La señorita Housecroft no se rio.

-Me atrevo a decir que no eres la primera mujer que se ha preguntado eso –dijo con seriedad-. No se trata de qué es justo o injusto;”

Nos encontramos de esta manera con una representación de hipocresía de la sociedad victoriana en la que los matrimonios funcionan bien cuando no hay contratiempos:

“-La nueva señora Glass ha puesto en orden a la servidumbre –le contaría Eames a Edward Glass algunos días después-. La escuché poner en su lugar a una doncella el otro día –Eames se sentía responsable en parte de aquel éxito: ella había sido su idea, aunque el Amo seguramente ya no se acordaría.

-¡Una mujer competente! Una solución de lo más satisfactoria –remarcó Glass complaciente-. ¿Dónde estábamos, Eames? ¿Cuál es el siguiente asunto de su lista?

Durante seis meses, Edward Glass y su segunda esposa habían disfrutado la satisfacción apacible de un matrimonio sin contratiempos. En efecto, apenas se habían visto el uno al otro.”

En este orden de actuación, Cory aprovecha para reflexionar sobre la posición del escritor superventas, el best-seller que todos tenemos en la cabeza se encarna en la figura de Pasha, el escritor favorito de Milla que, tras enviarle una carta para quejarse de su último libro, recibe una invitación para tomar un café con él. La situación que se produce a continuación es toda una interferencia, una disrupción en la forma de ser de Milla que tiene que afrontar la realidad que no conocía: encontrar que lo que había idealizado está muy lejos de la realidad:

“-¡Ahí lo tienes! –exclamó triunfal Pasha-. Puedes llevarte esto de vuelta Westminster: nunca he estado en ningún lugar exótico ni he hecho nada interesante. Me casé hace mucho tiempo con un hombre que hablaba de hacer cosas, pero que al final no llegó a hacer ninguna, excepto morirse, por supuesto, el maldito endemoniado…

-¿Maldito endemoniado?

-La señorita Housecroft recriminó a la niña que interrumpiera a su anfitriona, pero la señora Smith continuó sin importarle, había cogido carrerilla.

-Así es. Se murió, ¿sabes? Aquel maldito endemoniado, dejándome sin un penique y a la merced de las modas literarias. El señor Sabiondo-e-Importante en la editorial me dice qué estúpida aventura quieren publicar, y si no deseo morirme de hambre tengo que sentarme a escribirla; un perro sin cabeza en Borneo, piratas que roban el correo en Singapur, el sol friendo una cazuela en lo más profundo de Bamangwato, sea donde sea, una escapada a Dahomey. Lo que se te ocurra a ti, Milla Glass, y a niñas como tú;  y me tendré que poner a escribirlo –la señora Smith suspiró con cansancio; Pasha había sido una lápida que había cargado durante demasiado tiempo, y su intolerable peso la había dejado hecha añicos.”

Según avanza la narración asistimos a una desintegración total del proyecto soñado del patriarca (la desintegración de su proyecto se va envolviendo en el caos y en la histeria colectiva), lo curioso es que, paralelamente, se produce un acercamiento entre los cónyuges que le llevan a reconocer ante ella el error de un matrimonio de conveniencia: 

“-Nuestra boda ha sido un error, lo admito. Me ha costado mucho…

-También me ha costado mucho a mí –murmuró la señora Glass, pero sin ningún tipo de tono acusatorio. Se había arruinado los zapatos con los que había venido. El nuestro no ha sido un matrimonio afortunado, había dicho Henry James Cathcart, prometiéndole de inmediato “hacerlo mejor”. Por lo menos Edward Glass no hacía promesas vanas.

Marido y mujer se contemplaron el uno al otro. No había sido más que un arreglo práctico, concebido por dos personas en circunstancias desesperadas. Glass se dio cuenta de que su mujer había perdido la alianza barata que le había regalado.

-El trabajo siempre me lo ha exigido todo –dijo Edward Glass rompiendo aquel silencio. No era una disculpa, ni una explicación; no le debía nada a aquella mujer. No le debía nada a aquella mujer práctica.”

CoryEl mayor acercamiento se producirá entonces cuando Elizabeth sufra un accidente que le haga perder el niño que llevaba, lo peor es que esto ocurrirá en el mismo Gran Hotel que está construyendo Edward:

“-Menos mal que hice todas esas compras cuando pude –dijo Elizabeth; puesto que ahora era poco probable que volviera a pisar el interior de una tienda-.  No puedo evitar pensar en todas esas compras que se me escaparon, en todos los adornos que nunca llegué a ver…

-Vamos, vamos… -dijo Milla-. No debes ponerte triste.

-¡Es agradable tenerte en casa, Sir Edward! –dijo varias veces Elizabeth, y su marido le sonreía. Le gustaba estar “en casa”; tenía varios lugares que podía considerar “casa”, y aquellas cuatro paredes llenas de trastos con una mujer inválida eran tan buenas como cualquier otro.

Elizabeth empezó a perder la razón. Se imaginó que el bebé que había llevado durante podo tiempo dentro había nacido en realidad, para morir después. Medio dormida le pidió a Milla que le trajera la caja de madera de rosas, que abrió con la llave que todavía llevaba colgada del cuello. Sacó una fuerte suma de dinero de la caja sobre la que nadie sabía nada […] Le compró al bebé el ataúd más caro que pudo encontrar. Compró algunas cositas para enterrarlas con el bebé, adornos de plata y ropitas de encaje, una muñeca de porcelana y un monito de latón de Francia que andaba un poquito y tocaba un tambor. En su sueño le agradó pensar que su niño muerto tendría su propia y preciosa habitación infantil llena de adornos, […]”

Justo antes de acabar la tercera parte Milla se convierte en la narradora, desde su punto de vista empieza a relatarnos el caos que se está viviendo a raíz de los sucesos ocurridos, la destrucción de la familia es entonces paralela a la de la obra maestra de su padre, en el Caos se producen saltos temporales que no podemos esperar y que suponen todo un reto en cada momento, arcanum arcanorum, lo más secreto de los secretos:

“Pero ni Stacia ni Helen sabían lo que Milla sabía. Milla, la que se había quedado en casa. Me aplastaron hasta sacar todo lo bueno de mí, pensó, deteniéndose en la venta del descansillo del piso de arriba para dibujar con el dedo sobre el polvo del cristal. Ella misma había conspirado en su propia destrucción, ocupándose primero de su padre, después de la segunda señora Glass, mientras cada uno de ellos, lentamente, conscientemente, se deslizaban hacia la muerte. La tarea de Milla no había tenido ni pizca de gracia.

“Una Tierra donde la luz es como la Oscuridad”; Milla encontró el panfleto en un cajón de la cocina. […] No había nada en aquella cocina que demostrara que la muchacha había existido. A la señora Curzon, que había dejado aquel recorte de papel, nunca le había caído bien ninguna de las niñas, especialmente Milla. Milla encendió otra hoguera en el jardín trasero, y quemó todo lo que ardía y que no podría venderse.”

Estos pequeños apuntes solo reflejan una parte mínima de la fascinante narración en la que nos sumerge Cory; la imprevisibilidad es parte de una idea mayor que es la que me he limitado a contar, pero es cierto que esos detalles oscuros y llenos de ambigüedad pueblan las páginas convirtiendo esta obra en un verdadero Tour de Force por lo extraño. Una obra necesariamente insólita y sorprendente.

Los textos provienen de la traducción de James y Marian Womack de Los que no perdonan de Charlotte Cory editado por Ediciones Nevsky.

El estado natural de las cosas de Alejandro Morellón. La realidad a través del cuento

1507-1Escribir cuentos es diferente de escribir una novela.

No todo el mundo puede leer cuentos.

Es necesario saber lo anterior y me gusta recordarlo cada cierto tiempo, sobre todo de cara a las personas que vayan a afrontar este tipo de lecturas. El cuento sigue un tipo de estrategias narrativas que están más alejadas de las novelas y más cercanas a la poética. El autor tiene que ser capaz de llamar la atención del lector en una distancia más corta y esto no es tan fácil, puede chocar directamente con ese tipo de lector que necesita que la historia se desarrolle y al que le molesta bastante menos que una novela se enrede e incluso se llene de paja. El lector de cuentos, por ello, debe estar mucho más atento a lo que lee, el lector de novelas no necesita tal atención, incluso puede desconectar en algún momento y que la narración no se resienta.

Teniendo en cuenta esta base, el escritor de cuentos sabe a lo que se expone, escoger el tema es esencial y la estrategia a seguir (en crescendo o  de manera constante) primordial. Alejandro Morellón aborda en El estado natural de las cosas siete narraciones cortas que tienen como motivo dominante partir de una base asentada en la ciencia ficción, en buscar situaciones que se salen de la cotidianidad por ser inesperadas (no entran en cánones, son imposibles físicamente o atentan al buen gusto) pero que, sin embargo, nos asientan en la verdadera realidad de nuestras vidas.

Estructurado en tres partes, el relato homónimo (más cercano a una novella por su extensión) está en el centro mismo como si se tratara del cuento protagonista y, ciertamente, lo merece, es el más redondo y ambicioso además de estar abierto a muchas interpretaciones según el momento. Su punto de partida, con lo que comienza prácticamente (lo hará en todos) es una situación cotidiana en la que, de repente, ocurre algo inesperado que, en este caso, desafía las leyes de la física: un marido se “cae” en el techo y no puede bajar de allí. Esta situación, aparentemente absurda le sirve al autor para desarrollar diferentes temas que en un primer momento están relacionados con las relaciones de pareja y sus dificultades de comunicación hoy en día:

“(pertenezco a los vacíos del techo y a nadie más, ya no soy la mirada cotidiana, la participación del hogar, las palabras horizontales. Soy el hombre de arriba y esto me ofrece, ahora me doy cuenta, la oportunidad de ser espectador de mi propia vida. Pero hay momentos en que Blanca y yo no hablamos durante horas, medio vueltos de espaldas los dos, como si no viviéramos juntos)”

Poco importa que la causa de dicha incomunicación sea estar pegado al techo, funciona más como metáfora de las diferentes dificultades que puede encontrar una pareja hoy en día y que se pueden agravar si no existe comunicación. Según avanza el relato se exploran igualmente las relaciones paterno- filiales, otro de los problemas de nuestro protagonista anterior a la situación que está viviendo y donde se encuentra aislado:

“Y todo esto porque debería dejar de pensar en mi padre. Pero no puedo dejar de pensar en mi padre porque pensar en mi hijo y pensar en mi padre son la misma cosa, una prolongación, una misma línea de transferencia, el uno como la continuación del otro y yo como el eslabón que ensambla las dos partes, que agarra de uno el pie y del otro la mano, aunque ahora no tenga asidero para ninguno de los dos y a lo mejor es por eso por lo que a mi padre va a morirse, aunque nunca nos hemos visto mucho, y a lo mejor por eso mi hijo enferma y se queda sordo o se queda ciego o pilla alguna de esas enfermedades que le joden la vida a cualquiera, todo porque yo no estoy más que en la distancia y no puedo hacer lo que se dice nada, tan solo pensar en las cosas que no puedo hacer o que podría estar haciendo de no estar aquí. Es posible que mi padre me importe más de lo que tengo por norma admitirme pero no sé si estoy de acuerdo del todo con el psicólogo.”

Aunque el final sea previsible, tiene su importancia ya que el tono impregna todas y cada una de las historias, este tono oscuro lleva implícito un pesimismo, la desesperación que sufrimos todos por la situación que estamos viviendo, muy acorde con los tiempos de crisis que estamos viviendo. Solo hay que ir a “Intervención nº 3 sobre mano izquierda del sujeto anónimo” para encontrar otro ejemplo de esto, el escabroso hecho que nos saca de nuestro cotidiano es la posibilidad de que haya personas que quieran perder una parte de su cuerpo a cambio de una gran cantidad de dinero, metáfora evidente de la desesperación que viven las familias en el umbral de la pobreza; posiblemente estemos hablando de una situación probable si se pudiera dar, es un escenario desolador:

“En la cola ve a algunas mujeres pero son minoría, será porque ellas le tienen más apego a sus manos o porque no se prestan a ese tipo de salvajadas. También hay gente joven, chicos de no más de treinta que sudan y se tocan las manos y miran sus móviles todo el tiempo. Él los observa y se pregunta cuál será la historia de cada uno, en qué clase de situación desesperada estarán metidos para perder la mano por tan poco a una edad en que todo puede cambiar de repente. Hay, sobre todo, mucha gente de la tercera edad y otros hombres como él, oficinistas calvos, administrativos de traje y corbata, de maletín y paraguas, de cuello estrecho y hombros vencidos. Todo el mundo ha venido solo, como a escondidas.”

En los mundos que nos propone Morellón no hay lugar para la esperanza, como es el caso de “Reprimir el gesto exterminador” donde la risa puede convertirse en un elemento desestabilizador, más aún que los disturbios sociales, de ahí que sus integrantes quieran que se le prohíba, no solo la risa, sino la felicidad en sí misma.

“-Sí. Nos está impidiendo molestar a los demás.

-Pero en este país es legar reírse.

-Ya, pero no con tantas ganas ni así como están los tiempos.

-¿Y qué me dicen de las peleas del bar de enfrente?

-Pero es que esa chica se ríe como si fuera feliz. Es de una alegría escandalosa. Las peleas, pues sí, siempre las hay, pero al menos sabemos a qué atenernos la policía, unas mesas rotas, alguien en el hospital, algún que otro navajazo, quizá alguien que se muere, y ya. Pero es que esta risa no tiene ni pies ni cabeza. No sabemos de qué se está riendo la joven, no sabemos hasta cuándo. Queremos que se calle de una vez.”

El resto de cuentos con mayor o menor fortuna nos llevan de nuevo a confrontar, desde la ficción, la realidad que nos encontramos y siempre desde una óptica que resulta dolorosa pero que se ve dulcificada por la presencia salvadora de esos elementos fuera de dicha normalidad. De ahí que, para terminar este comentario lo finalice con las primeras palabras del último cuento “Cuidado con el huevo” para poner una nota positiva que está relacionada con el carácter salvífico y de refugio que tiene la ficción; es inevitable que esta situación absurda nos arranque, por lo menos, una sonrisa, y eso… nunca puede faltar:

“Hay un huevo enterrado en el cementerio de la Almudena. No un huevo de ave sino un testículo, el testículo izquierdo, enorme, de alguien que lo dejó escondido allí. Apenas se distingue el lugar entre dos lápidas, un ligero abultamiento, la curvatura del césped, el color de la tierra más oscuro donde se ha excavado recientemente. Pero hay un huevo, hay un testículo humano –del tamaño de una cabeza- enterrado entre dos tumbas, en el cementerio de la Almudena.”

Breve historia de siete asesinatos de Marlon James. Monumental polifonía

BreveHistoriaSi uno lee la sinopsis de Breve historia de siete asesinatos:

“3 de diciembre de 1976, a dos días del concierto Smile Jamaica -con la actuación estelar del hijo pródigo, Bob Marley-, que tiene como objetivo calmar a las facciones enfrentadas en una escalada de violencia previa a las elecciones. Aquella tarde, siete pistoleros, aprovechando el ensayo de la banda, asaltan la casa del cantante hiriendo al propio artista, a su mujer y a su mánager. Poco se supo -y casi nada se sabe aún- sobre los presuntos autores de aquel homicidio frustrado, pero son muchas las leyendas y las canciones que en Breve historia de siete asesinatos relatan lo ocurrido”.

Y, además, se fija en el título, se puede llevar dos ideas erróneas: la primera, el texto no es para nada breve, ochocientas páginas avalan este comentario; la segunda, la engañosa convicción de estar ante una novela policíaca en la que importa más resolver el misterio del atentado contra Bob Marley que lo que rodea el hecho.

El propio autor, casi al final del libro, nos revela (en la figura del periodista Alex Pierce, uno de los protagonistas) su forma de concebir la literatura en un claro ejercicio metaliterario: 

“Bueno, llega un momento en que hay que desarrollar la historia. No puedes limitarte a centrarla en una sola cosa, hay que darle perspectiva. Las cosas no pasan en el vacío, hay efectos y consecuencias  y siempre hay un mundo entero alrededor que sigue con su vida, da igual lo que estés haciendo. Si no, acabarás escribiendo un simple informe de un suceso y eso lo puedes encontrar en las noticias de la noche. En otras palabras, para que a Monifah la mataran por meterse una dosis de crac, alguien tuvo que comprarle una ampolla de crac a alguien, que a su vez se la compró a alguien, que recibió su suministro de alguien.”

Si hubiera un canon al estilo de la Gran Novela Americana en su vertiente jamaicana, sin duda esta obra se convertiría en parte imprescindible de él, ya que el autor aprovecha el hecho puntual del intento de asesinato de Bob Marley para para representar el zeitgeist de una sociedad como la jamaicana; y para hacerlo no sigue ninguna convención, empezando por los cinco epígrafes en las que estructura la novela, resueltos mediante una cronología para nada esperada, el lector navega por el texto a expensas de por dónde le lleve Marlon James y esto, desde luego es imprevisible: 

Los chicos de la vieja escuela (2 de diciembre de 1976)

Emboscada en la noche (3 de diciembre de 1976)

Baile de sombras (15 de febrero de 1979)

Rayas Blancas /Los chicos de América (14 de agosto de 1985)

La muerte del hijo (22 de marzo de 1991)

A continuación, adopta un modelo polifónico que, como él mismo comentaba, le sirve para representar múltiples perspectivas de la acción narrada, a veces mediante el uso de planos secuencia narrativos, otra veces simplemente para mostrarnos escenas totalmente diferentes, como puede ser una voz de ultratumba, la del fallecido Sir George Arthur Jennings:

“Dios puso la Tierra bien lejos del cielo porque ni siquiera él es capaz de aguantar el hedor a carne muerta. La muerte no es un amuleto para atrapar a los malos espíritus, ni tampoco es un espíritu; es un viento sin calor, una enfermedad que va invadiéndote poco a poco. Yo estaré presente cuando maten a Tony Mcferson. Yo estaré presente cuando el asilo de ancianos de Eventide arda hasta los cimientos. Nadie intentará salvarse. Yo estaré presente cuando el chico enterrado vivo cruce al otro lado pero siga sin saber que está muerto y yo lo seguiré cuando camine hasta la casa del cantante de reggae. Yo estaré presente cuando vengan por el último de la ciudad antigua. Cuando tres personas sean ajusticiadas salvajemente. Cuando el Cantante esté danzando con su pie muerto en vida y se caiga en Pensilvania y las rastas se le desparramen por el suelo.

Los que están a punto de morir pueden ver a los muertos. Te lo estoy intentando decir ahora, pero tú no puedes oírme. Puedes ver cómo os sigo y te preguntas: si está caminando, ¿cómo es que parece que no toque el suelo por mucho que vaya caminando detrás de mí y detrás de ellos?”

marlon-james-author-interviewDe poco sirve utilizar este recurso narrativo si no consigues dotar de voces diferenciadas a todos los narradores, naturalmente, James lo hace a la perfección; es capaz de dotar de personalidad a todos y cada uno de ellos, no solo por lo que cuenten sino por la forma de hablar; es buen momento para indicar que el gran escollo de traducir el patois vernáculo ha sido solventado con brillantez por Javier Calvo con la ayuda inestimable de Wendy Guerra mediante una solución cercana a lo que quiere significar (utilizando el cubano vernacular) y que refleja el sentido del habla en el texto original; el resultado es ciertamente espectacular como podemos ver en el siguiente párrafo y donde además se puede comprobar cómo el escritor es capaz de presentarnos la vida en un gueto jamaicano, lo cotidiano, el día a día de sus habitantes:

“Nos dedicamos a esperar. Dos men traen armas al gueto. Uno de ellos me enseña a usarlas. Pero la gente del gueto ya nos estábamos matando antes. Nos dimos con to lo que encontrábamos: palos, machetes, cuchillos, picahielos, botellas de refrescos. Matamos por comida. Matamos por dinero. A veces a un men lo liquidan porque a otro no le ha gustao cómo lo miraba. Y pa matar no hacen falta razones. Esto es el gueto, ¡eh! Las razones son pa los ricos. Nosotros tenemos la locura.

La locura es ir andando por una calle elegante del centro y ver a una madama vestida a la última moda y que te entren ganas de embestirla y jalarle el bolso, aunque está claro que lo que quieres en veldá, veldá, no es el bolsito ni el dinero; es que la madame grite cuando vea que te le tiras directo a chuparle la bembita pintá, y quitarle la cara esa de contenta de un bofetón y sonarle un puñetazo en to el ojo que la deje bizca, jodida, y matarla allí mismo y violarla antes o después de descojonarla porque eso es lo que los pandilleros les hacemos a las mujercitas decentes como ésas. “

Si nos vamos, en cambio, al caso del periodista Alex Pierce, podemos comprobar el contraste en personalidad/habla, las diferentes preocupaciones que se van alternando según el personaje que está hablando, los temas tratados y la forma a referirse a ellos se convierten en sellos de identidad únicos para todos los personajes, aunque no viéramos el nombre del narrador, éste podría ser distinguirse sin problemas:

“No es casualidad que las historias del gueto no vengan nunca con fotos. Los arrabales del Tercer Mundo son pesadillas que desafían tanto la fe como los datos empíricos, incluso los que tienes delante de las narices. Visiones del infierno que se retuercen sobre sí mismas y bailan al ritmo de su propia banda sonora. Aquí no se aplican las reglas normales. Quedan, pues, la imaginación, los sueños y las fantasías. Visitas un gueto, más concretamente uno de West Kingston, y enseguida la cosa se sale de la realidad para convertirse en algo grotesco, surgido de Dante o de las pinturas del infierno de El Bosco. Entras en una cámara roja y herrumbrosa del averno que es imposible describir, así que ni siquiera lo voy a intentar. Tampoco se puede fotografiar porque hay partes de West Kinston, como por ejemplo Rema, que resultan tan lúgubres e implacablemente repulsivas que la belleza inherente al mismo proceso fotográfico te miente y te oculta lo feo que es todo en realidad. La belleza tiene un alcance infinito, pero también lo tiene la desgracia, y la única manera de comprender con precisión ese vórtice completo e interminable que es Trenchtown  es imaginárselo.”

Solamente hay que fijarse en la voz de Nina Burguess, es magistral la forma en que James configura su personaje ya que su implicación con el atentado del cantante es un hilo invisible que no se desvela hasta el final; sin embargo, es capaz de reflejar una serie de actos que son el resultado de ese hecho que todavía no conocemos; su construcción de la identidad es una continua evolución que la lleva a luchar contra el orden establecido hasta el punto de luchar contra el maltrato de su padre y del resto de hombres que giran alrededor de su vida (y, en extensión, del resto de mujeres jamaicanas):

“Me he marchado antes de que mi padre pudiera recobrar el aliento. La verdad es que ya estoy cansada de todos los hombres, incluyendo ahora también a mi padre, y es que me da la sensación de que nada más verme se creen con licencia para portarse como unos cerdos. Genial, mírame, ya hablo como mi madre, y prefiero verme muerta antes que terminar como ella. Mi padre me ha pegado como si fuera una niña. Como si fuera una criaja de mierda, y eso sí es culpa de Kimmy. No, no es culpa de ella. Ella no es más que una mamarracha que venera a cualquier ser que le diga algo bonito, mi padre entre ellos. No, es culpa del Cantante. Ojalá no me lo hubiera templado, ahora yo no tendría nada que ver con él. Y ojalá la embajada me diera por fin el visado de mierda, en vez de decirme que ni soñando porque lo que yo no tengo son contactos. Si creen que me estoy muriendo de ganas de escaparme a ese país donde el Hijo de Sam dispara a la gente en la cabeza y los adultos violan a los niños y los blancos siguen llamando negros de mierda a la gente y tratando de clavarles un asta de bandera en Boston sin importarles que les estén haciendo una foto, es que no lo copian a uno.”

No se queda ahí, es mucho más ambicioso, es capaz de cambiar el registro, la forma de expresarse de los personajes según las circunstancias en las que se encuentren; largos párrafos, diálogos o, incluso, flujos de pensamiento se utilizan para dotar de ritmo a la narración según lo que esté sucediendo; tal es el caso de la huida de uno de los autores del atentado, su cerebro se convierte en un flujo de conciencia sin ningún tipo de puntuación que es el epítome de la narración confusa por las drogas que ha tomado y por la necesidad de huir y no saber dónde se encuentra: 

“[…]por favor dejen el tembleque nadie me quiere a nadie le importo mi cabeza no se da cuenta de que son las cosas que pasan cuando estás bajando de la droga cuando te da el bajón sólo te hundes y te hundes y el delirio no es más que un sitio muy alto del que luego bajas y bajas y caes y nunca dejas de caer y sigues bajando y bajando y pronto te hundes en el camino y por debajo del camino y hasta el infierno nadie me va a ver correr en plena noche si corres más deprisa el mundo irá más despacio pero todo se mueve más rápido que yo y la calle está llena de baches y de vallas de zinc que no me dejan ver las casas corro y corro y me topo con una gente a la que no he oído antes de verla corre métete en estos matorrales están jugando al dominó alguien debe de haberme visto debe de haber alguien detrás de mí pues no están todos debajo de la farola cuatro hombres sentaos a la a la mesa tres hombres mirando a dos mujeres el tipo que va ganando tiene la espalda apoyada en la verja y da un golpe […]”

El sexo, la droga y la violencia se convierten en leitmotiv que aparecen sucesivamente conformando un relato en la tradición más hardboiled de la novela negra, su retrato de la cárcel no tiene nada que envidiar a los relatos descarnados del gran Bunker, de hecho se acerca mucho a la forma cruda de describir acciones violentas del autor estadounidense:

“Sepan bien una cosa: la cárcel es la universidad del hombre del gueto. Portazo, cerrojo y portazo. Babilonia vino a buscarme hace dos años; ¿ya han pasao dos años? Intento acordarme bien de todas las veces que Babilonia me echa sus cadenas pa arriba. En el camión que me llevó pa la cárcel un policía me escupió a la cara (era nuevo) y otro, cuando le dije que su saliva olía a chicle, me dio tan fuerte con la culata del rifle en la cabeza que no me desperté hasta que allá en la celda me echaron agua en la cara. Los dos policías estaban muertos antes de 1978 gracias al tipo que iba a mi lado y que me los entregó en cuanto salí. Aprendan esto, mi gente buena y decente: Mama-Lo no enseñó a su hijo a caminar con la espalda bien erguida pa que luego le escupan como aun perro sarnoso. Y por lo menos este Papa-Lo que está aquí nunca olvida na. O sea, aquí el que olvida recibe. Nos los llevamos hasta el final de Copenhagen City, donde sólo viven los buitres y la mierda de los ricos desagua al mar, y uno de ellos se puso a lloriquearme cosas, que si su mujer no tenía trabajo y que tenía tres chamas, y yo le dije que peor para ellos porque ahora tenían además un padre maricón muerto.”

abriefhistoryofoptHasta tal punto es importante el manejo de la violencia en el texto que el autor lo utiliza para subvertir su significado transformándose en el elemento necesario para llegar a la paz; gracias a ella se llegará a un intento de paz entre los dos grandes capos jamaicanos:

“-Papa –dijo él-. Te me he adelantao. El martes rajé a un men. ¿Quieres que me encargue yo del Matasheriff?

-Pero mira que eres fogoso, ¿eh? No, hijo, no hace falta que te encargues, pero escucha esto –le dije, y le clavé el cuchillo en todo el cuello y le abrí la garganta.

Luego le di tres puñadas más en el costao del cuello mientras mis hombres me tapaban. Luego todos nos alejamos, dejando al mariconcito soltando sangre a chorros en el suelo y pataleando como un pollo descabezado.

Más tarde Matasheriffs me mandó otro mensaje diciéndome que ya era hora de que habláramos. […]Babilonia se había cansado de esperar, así que había encerrado juntos al perro y al gato para que se mataran cuanto antes entre ellos, pero en la cárcel había surgido una vibración nueva. Una vibración positiva.”

Todo esto se convierte en un ingrediente más de los diferentes juegos de poder que se irán sucediendo a lo largo de la novela que recuerdan a las películas de El padrino o cualquier película que se refiera a los cárteles colombianos; en el medio de toda la historia, como un elemento aglutinador, nos encontramos con la figura de Bob Marley, nunca referido como su nombre sino como el Cantante y que es otro de los elementos que sirven para definir la identidad de cada una de las voces narrativas: su relación con respecto a él; el que estoy sea así deviene en una musicalidad inherente que se percibe en la traducción igualmente; su importancia es primordial como eje narrativo, de ahí que subraye su presencia, o su no presencia con variaciones en su forma de mostrarlo; buen ejemplo de ello es el relato de su muerte, desde la voz de los muertos refiriéndose a él en segunda persona como si estuviera presente a su lado:

“El bávaro se retira de escena con una reverencia. Ya nadie habla de esperanza, ya nadie habla de nada. Estás en Miami y no recuerdas el vuelo que te ha traído. 11 de mayo, los ojos abiertos, eres el primero en levantarte (como en los viejos tiempos) pero lo único que ves son unas manos de vieja surcadas de venas negras y unas rodillas huesudas y protuberantes. Hay una máquina de plástico con venas que se te meten bajo la piel y que es lo que vive por ti. Ya tienes ganas de irte a dormir, seguramente por culpa de todas las drogas, pero algo se te acerca con sigilo y ya te das cuenta de que del sitio al que vas esta vez ya no podrás volver. Algo se acerca desde el otro lado de la ventana trayendo una melodía parecida al Master blaster de Stevie Wonder… En Nueva York y en Kingston, las centellas iluminan los cielos de un blanco de mediodía, los truenos retumban y los rayos atraviesan las nubes. Tormentas eléctricas de verano pero tres meses antes de tiempo. Tanto la mujer que se despierta en Manhattan como la que está sentada en el porche de Kingston lo saben. Has muerto.”

Este análisis siempre se quedará corto ante la magnitud de la obra comentada pero espero que, por lo menos, hayan quedado claras algunas de las estrategias que tan sabiamente utiliza el autor y que haya podido trasladar mi entusiasmo ante esta monumental polifonía. Es un camino arduo, cargado de sinsabores pero, ¿cuántas cosas que valgan la pena se pueden conseguir sin esfuerzo?  Id a por él, ¡insensatos!

Los textos provienen de la traducción de Javier Calvo con la colaboración de Wendy Guerra de Breve historia de siete asesinatos de Marlon James editado por Malpaso.

Su pasatiempo favorito de William Gaddis. Culmen postmodernista

GaddisEl lector habitual de Gaddis acaba una obra suya y se siente envuelto en un aura de reverencia. La sensación de haber caminado por un inmenso desierto, lleno de trampas, penurias, hambre, etc. pero también sabe que se ha encontrado con oasis donde lo placentero remedia  el viaje por la tierra baldía, son respiros donde se distingue con mayor intensidad la potencia de la prosa del escritor. Tras leer Su pasatiempo favorito, la última obra de ficción que quedaba por reeditar por Sexto Piso, el desierto ya no es tal, los oasis han aumentado milagrosamente. Estoy en ese momento en el que he disfrutado plenamente del escritor y su obra, y todo ello olvidando el halo de dificultad que le rodea. (Podría ser un buen momento para releer alguna de sus obras anteriores).

Su pasatiempo favorito, publicada en 1994, fue la culminación de su obra narrativa en vida, sus tres obras anteriores, excelsas, le sirvieron para desarrollar un estilo propio que está presente en esta última, la mayor diferencia estriba en el tema que trata de fondo: una sátira del sistema judicial estadounidense. Sin embargo, muchos de los temas tratados ya aparecieron en sus obras anteriores y el estilo, al tener menos narradores, no resulta tan enrevesado para seguir, es mucho más accesible manteniendo la sutileza de Gótico Carpintero ; de ahí que esta obra resulte como una amalgama de todo lo bueno que desarrolló Gaddis y que ahora mismo resumo, por ejemplo, la siempre presente motivación musical  que tan bien desarrollaba en JR:

“Estos papeles que me has hecho que te traiga porque tienes miedo de que te los roben y mira Harry tiene razón, lo demás es pura ópera. Yo soy la Reina de la Noche y ese misterioso mensajero recorre las salas del hospital en busca de casos terminales, engatusando al viejo conde para que componga un réquiem y así hacerlo pasar después por obra suya, asustándome cuando éramos niños cuando decías que volverías a la casa en forma de fantasma, justo lo que me ha pasado esta mañana, con la neblina que rodeaba el lago y de repente una bandada de cisnes aparecen planeando como muertos y al otro lado del lago  todos esos rojos y rojizos…”

Sus referencias musicales van más allá de la simple mención, hay un conocimiento mucho más profundo como ya he comentado en alguna ocasión, lo mismo podemos decir de su sapiencia literaria que se manifiesta de manera muy clara en el siguiente párrafo y que vuelve a poner la diana en el discurso artístico que está presente de desde su primera obra:

“Entre los ejemplos más egregios cabe destacar la acusación de Ruskin contra Whistler de haber arrojado un bote de pintura al rostro del público; las burlas que al principio recayeron sobre los impresionistas y que, una vez asimiladas, se dirigieron contra los cubistas; las mofas con que fueron acogidas las innovaciones musicales de Bizet, consideradas responsables de la muerte del artista; los desórdenes provocados por el estreno de La consagración de la primavera, de Stravinski; sin olvidar que desde el día en que Aristófanes tachara a Eurípides de “creador de muñecos y granujas” se ha venido acumulando sobre los escritores una avalancha de desdén: la prensa recomendó al autor de “Oda a una urna griega” que volviese con “los emplastos, las píldoras y los botes de ungüento”; calificó Espectros, de Ibsen, de “repugnante herida sin vendar, un acto obsceno realizado en público”; de “basura sentimentaloide” la Ana Karenina de Tolstoi; en nuestro propio país, el desprecio que despertaron todas y cada una de las obras de Herman Melville culminó en Moby Dick, “enormes dosis de jerga hiperbólica, sentimentalismo lacrimógeno y bazofia tragicómica”, y desde los días de Melville los escritores que han corrido la misma suerte son demasiado numerosos para citarlos a todos.[…] En definitiva, el artista es el blanco de la crítica y su causa confusa.”

De hecho no suele faltar su reflexión (en tono jocoso) al respecto de la crítica cultural, uno de los chistes recurrentes en este libro como podemos ver aquí:

“SR. BASIE: Debe constar en acta y es una cuestión de forma. Está confundiendo al testigo deliberadamente, yéndose por las ramas con eso de los críticos literarios y…

  1. MADHAR PAI: Perdone, amigo, pero yo no he hablado de críticos literarios, sino de quieres reseñan libros, y existe una diferencia enorme, aunque a muchos les gusta que los llamen críticos, a no ser que tengan problemas, en cuyo caso prefieren que los llamen periodistas. Y si no le importa, querría continuar con…”

Gaddis siempre utiliza casos particulares para llevarnos a la caracterización de una sociedad entera, la desorbitada presencia de abogados por habitante nos alerta sobre la corrupción de una sociedad avariciosa y estúpida que no actúa por el bien del individuo; los pleitos, o más bien su deformación, son las consecuencias de un sistema injusto donde la única motivación es el bien propio, el egoísmo:

AFrolic“-No te burles Harry, no puede uno reírse de los problemas de la gente… Puede parecer así, pero ¿por qué no intentas ver el lado bueno?

-No deberías haberte casado conmigo Christina. Nosotros no tenemos muchas oportunidades de ver el lado bueno de la gente, con tanta avaricia, tan estupidez, tanto doble juego.. En un sistema como el nuestro, ¿cómo quieres que la gente saque a la luz lo bueno que lleva dentro? Hay un abogado por cada cuatrocientos  o quinientos habitantes y la mayoría no puede permitirse el lujo de pagarles. Los que pueden, como tu amiga, son todavía peores, lo lían todo y encima luego quieren que les soluciones el lío y…”

Me imagino que, por la época en que fue escrita, Gaddis era más que consciente de la cultura del espectáculo, encarnada especialmente por ese monstruo/ente mediático que tiene que ver con Hollywood, Broadway;  nuevamente su idea del espectáculo hoy en día (sea este cine, teatro, etc…) está estigmatizada por elementos superficiales muy lejanos a lo que él entendía como arte, elementos que, por otra parte, llaman más la atención que su concepción de un arte que va más allá de lo que se ve a primera vista:

“-¡Pues precisamente porque nunca ha llegado a representarse! No la ha visto nadie, porque ¿usted cree que una obra de ideas tan seria tiene cabida en Broadway? Lo único que quieren son tetas y culos, un montón de idiotas haciendo cabriolas en el escenario y cantando estupideces sobre culos y tetas y ordinarieces, con las entradas pagadas por la empresa para los clientes de otra ciudad, que no están precisamente interesados en nada que requiera una pizca de inteligencia y…”

Concepción, la suya, que se fundamenta, ni más ni menos que en el uso de la palabra:

“-Vamos a pasar a las declaraciones Oscar, todavía no ha visto usted nada. Es lo que intento que comprenda desde el principio: palabras, palabras y nada más. De eso se trata precisamente. 

Adviértase que, de acuerdo con el artículo 31 del Código de Derecho Civil, el demandado, denominado Kiester en el presente documento, reconocerá al demandante, Oscar L. Crease, como la parte contraria […]”

Y que le sirve para presentarnos un concepto que me resulta muy interesante: el lenguaje como protección. De hecho lo podemos ver como ejemplo en el propio libro gracias a las sentencias que el autor, amablemente, nos presenta con toda la verborrea habitual del lenguaje judicial. El lenguaje, en sí mismo, se convierte en una barrera que protege la accesibilidad con respecto a la profesión completa. En efecto, no es algo que ocurra solo en esta profesión sino que ocurre en la mayoría de ellas y contribuye a que los profesionales se sientan seguros en el medio que ejercen, toda una paradoja que el lenguaje se vuelva estable en inestabilidad ya que, en la mayoría de los casos, se caracteriza por la oscuridad y ambigüedad de aquello a lo que se está refiriendo (jerga judicial): 

“-Pues claro, no me hace falta pensarlo. Todas las profesiones son una conspiración contra la gente, todas las profesiones se protegen a sí mismas con un lenguaje propio, si no fíjate en el psiquiatra al que me mandan, ¿has intentado leer alguna vez una hoja de balance? Es como lo de las plumas de esa ave gigantesca parecida al perro que acorrala a su presa, todo se diluye en la lengua que se enfrenta con el lenguaje y lo convierte en teoría hasta que no trata de lo que trata sino que trata sólo sobre sí mismo, […]”

A falta de sus ensayos y cartas, es indudable que estamos ante uno de los escritores con una carrera literaria más consistente, pocos hay que puedan contar sus obras por número  de obras maestras (sus cuatro primeras lo son); es un lujazo que podamos disponer (gracias al esfuerzo de Sexto Piso) de todas ellas para releerlas en cualquier momento y dejarnos seducir una vez más por el embrujo de la subyugadora prosa de William Gaddis:

“Sobre el lago había descendido una extraña bruma y la extensa pradera se deslizaba hacia el agua como si se estuviera inundando, ni una nube en el cielo a la que culpar del súbito cambio de la luz con el que la orilla opuesta desapareció bruscamente en una apagada línea de gris y la distancia media pareció avanzar y retroceder, el lago entero elevarse, jadeante, al menguar al pie de la pradera en una ondulación ascendente hacia el otro lago como un enorme desnivel mecido por alguna catástrofe del inframundo, titubeando con el regreso de la ondulación , retirándose con un ritmo ininterrumpido como si se ladease un cuenco gigantesco, cuando ella se aferró con una mano al alféizar arrastrada por una oleada de vértigo que, de repente, le frunció la blusa contra el cuello y se volvió buscando aire entre la nube de humo que se dirigía hacia ella, rizándose desde la chimenea.”

Los textos provienen de la traducción de Flora Casas de Su pasatiempo favorito de William Gaddis editado por Sexto Piso.

Quinto Mes. Locura tras locura

Evidentemente, todo lo que me propuse el mes anterior era tan exigente que no llegué a todo; de todos modos, como veréis en el próximo post de resumen, se dio bastante bien y leí muchas cosas. Los desafíos ayudan a dar más de ti, y este mes no puede ser menos. Os pongo la foto a continuación con una “posible previsión”.

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No he querido poner todos los libros que tengo en mente porque, entre otras cosas, está tan lleno ya de por sí, que no sé lo que seré capaz de hacer. De ahí que me haya centrado en lo que aparece en la foto. Los ejes en los que me he basado son los siguientes:

1º Sobresalen especialmente los dos volúmenes que constituyen La historia de Genji de Shibiku; más de mil páginas del clásico milenario japonés; es el momento de ponerse con él. Al menos, antes de que llegue el verano espero haberlo acabado.

2º Habrá un post específico más adelante pero adelanto que intentaré leer hasta cinco libros de la shortlist del Baileys Prize, premio que siempre trae cosas interesantes ya que está dedicado únicamente a escritoras. Me esperan Rothschild, Yanagihara, McKenzie, McInerney y Bond. Exigente es poco para definir esto.

3º Dos ensayos sobre música clásica, encargos que me han llegado de Ópera World  y que quiero sacarlos este mes.

4º Ojo al libro de Charlotte Cory, Los que no perdonan reúne un montón de esas características que lo hacen tremendamente atractivo, promete grandes emociones.

5º El comienzo de la nueva colección clásica de detectives de Siruela no puede empezar mejor: Ngaio Marsh, una olvidada maravillosa. No puedo resistirme a la propuesta.

6º El resto, Lispector, que venía del mes anterior y cómics, Hotel California de Antico y alguno de los Vengadores Costa Oeste.

Y no quiero poner más porque a ver si llego a leerme todos estos, sería un triunfo. Iré escogiendo según se den las circunstancias y pertenecerán a los que me faltaban de los meses anteriores.

Un abrazo y buenas lecturas.