Oscuridad total de Renata Adler. La realidad fragmentada

9788416358953“Ésta, creo, es la visión de la vida que se refleja en la ficción de Adler. Nada evoluciona, nada deriva. Los efectos no resultan de causas. Los episodios se graban sin ninguna relación entre sí. Por fortuna, son episodios fascinantes.”

La frase con la que termina su postfacio Muriel Spark supone todo un resumen del sentido que tiene la técnica empleada por Renata Adler en sus obras; comenté en su momento, a propósito de Lancha rápida (su primera novela) lo que decía de ella Guy Trebay que transcribo nuevamente a continuación:

“Sin embargo, la ficción estrictamente vanguardista tiende a despreciar la mayoría de los llamamientos a la emoción, el sentimiento, la preocupación por los personajes y lo que les ocurre, como barato y kitsch, y se mantiene en un ámbito gélido. La ironía, el humor, escalofríos de asombro, cierto ingenio, una cualidad atribulada, pero eso es todo. Nada que te haga llorar, preocuparte por los personajes, querer cosas por ellos. No podrías ser, pongamos, Dickens ahora, o George Eliot o Henry James. O quizá podrías escribir como ellos, con suerte, pero no sería fiel a nuestro tiempo, sonaría falso en cierto modo. Para aquellos efectos has de volver a los originales. Adoro los efectos vanguardistas, lo que quiero decir es que Kafka, aunque perfecto, es frío. Así que me preguntaba si en estos tiempos existe una forma de poner sentimiento convencional. No creo que lo haya logrado salvo de manera esporádica, hasta Pitch Dark. Quizá ni siquiera entonces.”

En él se discutía sobre la inconveniencia de escribir como los clásicos victorianos en los tiempos que corren y cómo se adecuaban las técnicas vanguardistas (postmodernismo, etc.) a la realidad que vivimos en estos momentos, una realidad fragmentada, de esbozos pero, al mismo tiempo, tremendamente fría en su aparente perfección; hacía una referencia a Pitch Dark (Oscuridad Total) que ahora cobra total importancia ligándola con el postfacio de Spark:

“La novela de Renata Adler Oscuridad Total, como su primera obra de ficción, Lancha Rápida, es un género en sí misma, una narración discontinua en primera persona. La mente de Adler es analítica y su estilo, efervescente. Adler también tiene una auténtica historia tradicional que contar, una historia de amor, aunque desde luego no la explica con claridad. Uno tiene que irla montando como lo haría si hubiera encontrado el diario íntimo de un desconocido. Uno ha de leer entre líneas (y las líneas en sí son otra clase de entretenimiento) y agarrarse a pistas y fragmentos hasta que el conjunto queda claro, y el personaje de la narradora se completa por la expresión sincera de sus sentimientos, sus opiniones y pensamientos, sus experiencias cotidianas, siempre con un punto de desesperación.”

En efecto volvemos a disfrutar de esa narración discontinua a base de fragmentos que se van interponiendo unos sobre otros sin aparente conexión pero aquí sin embargo, si podemos encontrar una historia de (des)amor de fondo, vertebrando y dando consistencia a toda la novela:

“La narradora, Kate Ennis, es periodista. Ha tenido una aventura de ocho años con Jake, un hombre casado desconsiderado  egoísta, con el que decide romper pese a que sigue enamorada de él. Al principio del libro, Kate, después de viajar por el mundo y de cruzar el Atlántico varias veces, sigue en el mismo estado de ambivalencia. Recordando desde una pequeña isla en el estrecho de Puget, escribe en primera persona. “¿Puede ser que, accidentalmente, tirara lo más importante?” es una de las muchas frases que se repiten a lo largo del libro. En ocasiones se dirige a su amante. “¿Sabes? Eres, fuiste lo más parecido que tuve en mi vida a una historia real” es otro estribillo. Y en ocasiones le reprocha de forma extensa: “Lo que has hecho es organizar tu vida de manera que las cosas con un poco de alegría o belleza fueran las cosas en las que yo no participaba.”

De esta manera, consigue abandonar esta aparente gelidez para mostrarnos retazos de lo que ha sido esta relación que, además, muchas veces contrastan con el ritmo/estilo de los párrafos habituales:

“Supongo que he sido cara de mantener sólo en este sentido: que me has dedicado más tiempo en esas salidas, viajes de trabajo, visitas en los intersticios de tu vida, del que jamás planeaste dedicarme. Sin embargo, lo que has hecho es organizar tu vida de manera que las cosas con un poco de alegría o belleza fueran las cosas en las que yo no participaba. No, no quiero decir eso. Es sólo que no creo que pusiera un precio muy alto. Ni siquiera iba a haber un precio. Sin embargo, aquí estoy, después de todo, sola en la isla Orcas. Y, sencillamente, lo que ocurre ahora es muy deprimente y mediocre. 

Eh, espera.

                Bueno, al fin y al cabo, el amor es un hábito como cualquier

Otro.

                Un hábito, quizá. Como cualquier otro, no.”

17WITT-facebookJumboCada uno de ellos refleja una cierta desesperación que lo impregna enteramente de manera constante, un sentimiento inherente que nos demuestra una mayor calidez; al fin y al cabo supone una ruptura para ella, ruptura que expresa a través de la disrupción en su escritura, las frases largas se interrumpen en frases breves, cortantes, con puntos y apartes, mostrándonos mucha más pasión y sentimientos, el siguiente párrafo es paradigmático de esta técnica:

“Déjame decir sólo que

                No.

                ¿Cómo que no? Déjame sólo

                No.

                ¿No?

                No. Ya estoy cansado. No quiero oír hablar de eso. No quiero verlo. No quiero contarlo. No quiero formar parte de nada de eso.

                Bueno entonces, ¿qué?

                Déjame en paz.

                Bueno, entonces no puedo.

                No te disculpes. Déjalo estar.

                Pero.

Vete.”

Al mismo tiempo, en los párrafos que se intercalan con estas narraciones  que suponen el hilo conductor volvemos a encontrarnos reflexiones de todo tipo pero no es descartable que, de fondo, esté la figura del desamor, incluso de una manera surrealista como el concurso de su media naranja en el que la esposa responde algo que no sabe sobre su pareja de manera absurda:

“Era tan aburrido como, bueno, como un sonsonete, y tan repetitivo como un vals, como un lamento country en tempo de vals. Era tan absolutamente espantoso como un vino rosado.

A ver, ¿para qué me adelantaste en la carretera, desde una calle lateral, cuando no había más coches a la vista detrás de mí, si ibas a conducir más despacio que yo?

Estaba empezando a atardecer en la ciudad. La tele estaba encendida. Veíamos Su media naranja. El presentador acababa de preguntarse a la concursante, una mujer joven de Virginia:

-¿Cuál es el roedor que menos le  gusta a su marido?

-El roedor que menos le gusta –repuso ella, arrastrando las palabras con serenidad y sin vacilar-. Oh, creo que sería el saxofón.”
De hecho, es sintomático de esta sensación el que le dedique más cariño a la figura de un mapache enfermo que encuentra en su chimenea que a la de su propia pareja (este hecho lo comenta también Spark):

“Alrededor de una hora después de llamar, llegó una camioneta abollada. Yo ya estaba esperando fuera, en parte por impaciencia, en parte porque el granero no era fácil de encontrar, y en parte para dejar de quedarme mirando al ya obviamente febril y agotado animal, que de alguna manera había vuelto a aupar todo su cuerpo a la salamandra, y estaba sentado precariamente, apoyado contra la chimenea, parpadeando. La noche era muy fría y ventosa. Un hombre entrecano, con chaqueta de lana remendada y una gorra vieja con orejeras, bajó lentamente de la camioneta. Un chico de unos diez años con la misma lentitud y vestido de manera similar, bajó del lado del pasajero.

-Hola –dije-, soy Kate Ennis.

-Bueno, señora, soy el inspector de fauna salvaje. Y él es mi nieto.”

Incluso en un párrafo como el siguiente, teñido por la desesperación, la presentación de las dicotomías irreconciliables parecen pretender mostrar la insatisfacción sentida por no saber qué hacer sin ser criticado, el pecado está en una cosa y en su opuesta, sea cual sea nos provoca desequilibrio, desconfianza, inestabilidad, como el que siente la narradora:

51hTvJoTzfL._SX309_BO1,204,203,200_“Aquí tenemos el pecado del silencio. También los pecados de la locuacidad y la labia. Tenemos el pecado de la moderación y también del exceso. Tenemos nuestros pecadores glotones y nuestros pecadores anoréxicos. Tenemos el pecado de ir delante y el de usted primero, Alphonse. Tenemos los pecados de la impaciencia y de la paciencia. De no hacer nada y de actuar. De la espontaneidad y del cálculo. De la indecisión y de sentarnos a juzgar a los colegas. Tratamos de estar alerta ante las infracciones y cuando no encontramos ninguna sabemos que hemos caído en el pecado de la desatención o de la petulancia. Tenemos el pecado de la desobediencia y el de limitarnos a cumplir  órdenes. El de la gravedad y la levedad, de la complacencia, la ansiedad, la indiferencia, la obsesión y el interés. Tenemos el pecado de la falta de sinceridad y de contar verdades inconvenientes. Tenemos el pecado de la ingratitud por nuestras muchas bendiciones y el de alegrarnos en cualquier momento de nuestras vidas. Tenemos los pecados del escepticismo y de la fe. De la puntualidad y del retraso. De la desesperanza y de esperar alguna cosa. De no pensar en los niños que mueren de hambre en la India, de regodearnos en pensamientos sobre esos niños, […]”

La propia Adler es capaz de describir su técnica a la hora de escribir con una figura, la del diario, totalmente conocida por todos; el diario, cuando se lee seguidamente, muestra las mismas sensaciones que cuando la leemos a ella:

“Sólo dos veces en mi vida he estado cerca de llevar un diario. La segunda vez fue cuando tenía veintitantos años. En un cuaderno ordinario, sin ningún cierre, por supuesto, y con páginas sin fechar, escribí cada día, desde un domingo al miércoles  de dos semanas después. No sé cuál es el mes o el año, aunque recuerdo que era verano. […] Todo acabó en la entrada del jueves cuando eché la vista atrás. Leí las entradas de los últimos nueve días y simplemente no conseguí entenderlas. Como si estuvieran escritas por una desconocida y en código.

[…] Los hechos simplemente no estaban allí, y, lo que era más sorprendente, yo no podía reconstruirlos. Ni a partir de las pistas sobre mi humor, ni por el hecho de que habían ocurrido tan recientemente. Podía recordar con más precisión hechos de muchos años antes. Y la primera, la única otra vez, que traté de llevar un diario, de hecho, ocurrió hace muchos años, cuando tenía doce. Abarcaba meses, con entradas diarias y considerable detalle. Y el punto más destacado era sólo éste: todo era mentira. También mis cartas, entonces y después, consistían sobre todo en lo que quería que otra gente creyera.”

Me gustaría terminar con una pequeña reflexión de Spark al respecto de si esta obra puede ser considerada una novela o no desde su punto de vista fragmentario y poco cohesionado:

“¿Adler quiere sugerir que ella misma es Kate Ennis?  Los personajes absurdos están bien, pero este tiene el efecto de absurdo profesional. Rompe la ficción y, por un instante, tenemos autobiografía. Uno de los estribillos que se repite en todo el libro es: “¿De quién es esta voz? No es mía. No es mía.” El misterio del nombre falso permanece. ¿De quién es la voz?

La gran pregunta que una obra como ésta impone al lector es: “¿Qué es una novela?” No hay ninguna definición absoluta, pero, desde luego, hasta cierto punto, una novela es una representación de la visión de la vida del autor. Oscuridad total, como Lancha rápida, es una obra de ficción sobre todo debido a que afirma serlo; damos por hecho que el yo de la novela es un personaje de ficción. En ambos libros, el personaje es una periodista. En Lancha rápida, la narradora afirma: “Desde luego, no creo en la evolución. Por ejemplos, los fósiles. Creo que hay objetos en la naturaleza –a saber, fósiles- que se presentan en capas, y que algunos visionarios semirracionales insisten en derivar de animales, los de abajo más antiguos que los de encima. Lo mismo opino de las derivaciones de palabras […]. Nunca he visto derivar una palabra.” 

Independientemente de estas disquisiciones, es innegable que Oscuridad total nos vuelve a demostrar que la realidad que vivimos no sigue un orden lógico en el que cada causa origina el subsiguiente efecto, sino que todo lo que nos ocurre se ordena de una manera inesperada pero, gracias a la prosa de Adler, subyugadora. 

Los textos provienen de la traducción de Javier Guerrero de Oscuridad total de Renata Adler publicado por Sexto Piso.

El corazón es un cazador solitario de Carson McCullers. Abismo emocional

9788432219573Hay libros que suponen un antes y un después en tu vida lectora, a veces no es fácil que ocurra porque el listón está muy alto, máxime cuando lees una cantidad elevada de libros; este libro, mi encuentro con Carson McCullers es uno de ellos;  en El corazón es un cazador solitario, al que me acerqué sin conocer nada más que el nombre de su autora, encontramos un compendio de sentimientos devastador, sobrecogedor en la aparente simplicidad de la escritura de la autora.

Me encanta la aproximación que hace Soledad Puértolas a la autora en el prólogo, ya que, en cuatro párrafos que he escogido, podemos definir las claves de su estilo y los temas que trata, voy a ellos, en primer lugar:

“La lectura de El corazón es un cazador solitario, como la de cualquier obra de McCullers, resulta fácil. El estilo no se manifiesta para enredarnos y hacer que nos perdamos. Todo lo contrario. El estilo nos centra continuamente, nos guía, nos muestra. La voz que narra sabe muchas cosas, y sigue aprendiendo, no parece dispuesta a claudicar. Nos invita a compartir su sabiduría, sus dudas y su búsqueda. Una invitación que es casi un mandato, porque está llena de convencimiento, de una seguridad que emana de lo más profundo de uno mismo, de la necesidad de encontrar una verdad, algo que explique el inmenso lío y la terrible injusticia –pero también, la desconcertante poesía- que es la vida. Los sentimientos son confusos pero el tono es firme. Aquí radica la intensidad de McCullers, en su interés por el mundo. Está dispuesta a llegar a lo más profundo de esa confusión.”

En efecto, es una obra que se lee sin dificultades, no hay complicación en las imágenes utilizadas, en las metáforas y en el vocabulario empleados, tampoco abusa de la subordinación ni de la enumeración; este estilo, caracterizado entonces por la claridad, por la precisión de los términos sirve como guía, como un timón que guiara el camino del mar de nuestra lectura; es estable pero al mismo tiempo tremendamente sólido a la hora de expresar las emociones, los sentimientos que viven los protagonistas en un mundo como el que nos refleja la norteamericana. Contrasta especialmente esta solidez del lenguaje frente la confusión de sentimientos a la que alude Puértolas; la escritura actúa, casi inconscientemente como un amplificador de lo que de verdad quiere expresar, lo que más le interesa y, por lo tanto, en lo que profundizará aún más.

El siguiente texto alude a la forma en que diseña el texto a nivel de personajes y cómo ese diseño le servirá para tratar los temas en los que quiere profundizar:

“En John Singer, el mudo, convergen todos los personajes. La autora, que meditó mucho sobre esta obra, escribió: “A causa de su sordera, la relación de Singer con el mundo exterior es vaga e imprecisa. Sus amigos pueden atribuirle todas las cualidades que les gustaría que tuviese. Cada uno de estos personajes crea su propia manera de entender al sordomudo a través de sus propios deseos.” Impresiona lo meticuloso del plan, la conciencia plena de lo que la autora tiene entre manos. Su propósito declarado es “la rebeldía del ser humano contra su aislamiento interior y la necesidad que siente de una expresión personal lo más plena posible.” McCullers está evidentemente interesada en una lucha desigual. Sabe que las posibilidades de perder son grandes. “He aquí a estos heroicos perdedores,” nos dice. Un mudo, un borracho comunista, un anciano médico de raza negra, el dueño de un bar, que observa y compadece, una adolescente inquieta… Frustraciones e insatisfacciones personales en un marco social caracterizado por la desigualdad y donde las injusticias que padecen sobre todo las personas de raza negra nos hacen estremecer.”

El faro que sirve de vehículo narrativo es la figura de John Singer, el personaje mudo en el que convergen todos los personajes, especialmente, por supuesto, su amigo Antonapoulos (el otro mudo); los otros cuatro representan polos opuestos que van desde el tabernero Biff Brannon al doctor negro Benedict Mady Copeland pasando por el comunista alcohólico Jake Blount y terminando con la chica adolescente Mick Kelly. Gracias a la sordera, Singer vive aislado en una sociedad a la que no puede llegar en plenitud, la única persona a la que se siente verdaderamente unido está lejos de él (el otro mudo), por lo tanto adopta un tono adecuado con el resto de personas, son ellas las que modelan a Singer, convirtiéndole en aquello que necesitan encontrar, en una persona para sentirse felices; Singer se convierte en el epítome de la amistad, en un elemento consolador para satisfacer las frustraciones e insatisfacciones a las que se van enfrentando cada uno de ellos. No deja de ser paradójico que un mudo sea la solución ante los problemas de la gente y alude directamente a la falta de comunicación que se produce en nuestros días, una falta de comunicación que evita que compartamos nuestros problemas con personas como nosotros, ellos descargan sus dificultades en la imagen idealizada de su amistad encarnada en el ubicuo Singer.

thlh_crowd_slide_01_350A través de las palabras que nos ofrece podemos asomarnos a una cualidad del amor que no esperamos: la no-correspondencia. Esta cualidad nos abruma cuando la vemos aplicada a nuestro protagonista en cuanto a su relación con el otro mudo:

“El ejemplo más sobrecogedor del amor generoso, que se da sin esperar correspondencia, lo encarna el amor que siente Singer por el otro mudo, el griego Antonapoulos. Cada vez que nos asomamos a este abismo de amor, nos estremecemos, doloridos. Qué doloroso puede ser amar, qué solitario.”

Este dolor es palpable casi en nuestras propias carnes, podemos entender la desesperación del protagonista ante los hechos que acontecen; ciertamente, nos encontramos ante un amor sin límites que se sustentaba en una amistad que se malogra. Al perder esa amistad, la verdadera ancla que le unía a la vida, pierde su sentido. Es por ello que ese impactante momento que llega casi al final es un abismo de sentimientos que no tienen fin y en el que nos sentimos reflejados:

“Carson McCullers, en suma, pertenece a esa estirpe de escritores que nos obligan a mirarnos a nosotros mismos, a pensar, como lo hacen sus personajes, en quiénes somos, dónde reside nuestra identidad, nuestras debilidades, nuestra fuerza. Era una escritora extremadamente consciente de lo que hacía. “El aislamiento espiritual es la base de la mayoría de mis temas. Mi primer libro –este que ahora tienes en las manos, lector- se ocupaba de ello, casi en su totalidad…” “El amor, y en especial el amor por una persona que es incapaz de corresponder o de recibirlo, está en el núcleo de mi selección de figuras grotescas objeto de mis obras: personas cuyas deficiencias físicas son un símbolo de su incapacidad espiritual para amar o recibir amor, de su aislamiento espiritual.” No olvidemos que, también según sus propias palabras, “la buena prosa de be estar fundida con la luz de la poesía” y “la imaginación es más verdad que la realidad.” Sí, esto es Carson McCullers: deformación, intensidad, poesía, verdad.”

De ahí que su principal virtud sea conseguir que los personajes, atormentados por su amor no correspondido, por su aislamiento espiritual, se conviertan en verdaderos prototipos de nuestros propios sentimientos; conseguimos ver en ellos reflejadas nuestra propias confusiones y frustraciones y nos parecen tan reales como la vida que vivimos.

Solo hay que irse a su prosa para encontrarnos evidencias de esta poesía cargada de franqueza, tal es el caso de Mick Kelly y su especial sensibilidad musical; especialmente bellas son las imágenes que utiliza para expresar la escucha de la música clásica (“trocitos coloreados de caramelo” y “la cosa más suave y triste”); poesía en nuestros oídos:

“Era algo extraño, pero casi continuamente estaba oyendo en el fondo de su mente algo así como una pieza de piano u otra música. Hiciera lo que hiciera, o pensara lo que pensara, casi siempre estaba allí. Miss Brown, que se hospedaba con ellos, tenía una radio en su habitación, y durante todo el invierno último estuvo sentada en la escalera los domingos por la tarde, escuchando los programas. Probablemente se trataba de obras de música clásica, pero eran estas las que ella recordaba mejor. Había un tipo especial de música que le encogía el corazón cada vez que la oía. A veces, esta música era como trocitos coloreados de caramelo, y otras era la cosa más suave y triste que jamás imaginara.”

Y cómo la presencia de dicha música en su mente le sirve para pintar una nueva forma de aislamiento espiritual: ese que sientes a veces aunque estés rodeado de gente:

“La cálida tarde transcurrió lentamente, y Mick seguía sentada en la escalera, sola. La música de aquel tipo, Motsart, aparecía otra vez en su mente. Era extraño, pero Mister Singer le recordaba esta música. Deseó ardientemente encontrarse en algún lugar donde pudiera cantarla a voz en grito. Había músicas que eran demasiado íntimas para cantarlas en una casa atestada de gente. Era extraño, también, lo sola que podía sentirse una persona en una casa llena de gente. Mick trató de imaginarse un buen lugar íntimo al que poder ir y estar sola y estudiar aquella música. Pero aunque estuvo pensando en ello largo rato, sabía desde el inicio que no existía semejante sitio.”

En el caso de Jake Blount su aislamiento viene por la falta de comprensión ante lo que él cree justo y razonable, nadie le comprende y eso se convierte en un obstáculo para relacionarse en un mundo incongruente y, sobre todo mediocre:

“La verdad es que me gustan las palabras: Materialismo dialéctico…Tergiversación jesuítica… -Jake desgranaba las sílabas en su boca con amorosa solemnidad-. Propensión teleológica. –El mudo se secó la frente con un pañuelo cuidadosamente doblado-. Pero lo que quiero decir es esto. Cuando una persona sabe, y no puede conseguir que los demás comprendan, ¿qué puede hacer? –Singer se esforzó en coger un vaso de vino, lo llenó hasta el borde y lo puso firmemente en la magullada mano de Jake-. Emborracharme, ¿eh?”

“Nadie puede vivir sin prestar su aceptación pasiva a la mezquindad. Alguien tiene que agotarse por completo por cada bocado que comemos y cada pedazo de tela que llevamos puesto.. y nadie parece darse cuenta. Todo el mundo está ciego, mudo, obtuso…, estúpido y mezquino.”

Singer actúa, como ya dije anteriormente como nexo de unión de todas estas personalidades que se sienten abandonadas sin su presencia, simplemente con la expresión de sus ojos consigue que se sientan bien y, sobre todo, queridos:

“Poco después de que Singer regresara a su habitación de la casa de huéspedes, Mick y Jake Blount y el doctor Copeland empezaron a venir nuevamente. Todos querían saber dónde había estado y por qué no les había advertido de sus planes. Pero Singer fingió que no entendía las preguntas, y su sonrisa era inescrutable.

Uno a uno iban llegando a la habitación de Singer para pasar las tardes con él. El mudo se mostraba siempre pensativo y tranquilo. Sus ojos, tan llenos de matices, aparecían graves como los de un hechicero. Mick Kelly y Jake Blount y el doctor Copeland llegaban y se ponían a hablar en la silenciosa habitación, porque sentían que el mundo siempre comprendía, fuera lo que fuera lo que quisieran decirle. Y tal vez incluso más.”

carson10Copeland es utilizado por la escritora para reflejar cuestiones de raza, sus preocupaciones ante una posición, la de la población negra, que se sentía desubicada en el sueño americano, inútil ante una vida de esclavitud, de amargura continua que no les ayuda a evolucionar, muy al contrario, se sienten bajo el yugo de su color de piel que ordena todo lo que les pueda suceder de una manera estructural:

“Muchos se dedican a encerar y pulir resbaladizos suelos de bonitas mansiones. O conducen automóviles para personas ricas demasiado perezosas para conducir ellas. Nos pasamos la vida haciendo miles de trabajos que no son de verdadera utilidad para nadie. Trabajamos y la totalidad de nuestra labor se desperdicia. ¿Es eso servicio? No, es esclavitud.

Trabajamos, pero nuestro trabajo se desaprovecha. No se nos permite servir. Vosotros, los estudiantes que esta mañana estáis aquí representáis a los pocos afortunados de nuestra raza. A la mayoría de nuestra gente no se le permite ir a la escuela. Por cada uno de vosotros hay docenas de personas jóvenes que apenas si saben escribir su nombre. Nos niegan la dignidad del estudio y la sabiduría.

De cada uno según su capacidad; a cada uno según sus necesidades. Todos los que estamos aquí sabemos lo que es padecer verdaderas necesidades. He ahí una gran injusticia. Pero hay una injusticia todavía más amarga que ésa…, que se le niegue a uno el derecho a trabajar según su capacidad. Trabajar toda una vida inútilmente.”

Por si fuera poco, también aprovecha el papel de Mick para reflejar cuestiones de género que también aparecen como algo estructural. Ese ventajismo del que goza un muchacho por ser solamente un hombre frente a su caso:

“-Se me ha ocurrido una cosa –dijo Mick-. Un chico tiene más ventaja que una muchacha. Quiero decir que un chico por lo general consigue un trabajo a horas que no le impide ir a la escuela y le deja tiempo para otras cosas. Pero no hay trabajos así para las muchachas. Cuando una quiere un empleo tiene que dejar la escuela y trabajar todo el día. Tanto como me gustaría a mí ganar un par de dólares a la semana, como tú, pero no hay manera. “

El hecho de ser Singer el sostén del relato sirve como desencadenante de la última parte; en su ausencia los personajes que rondaban, que flotaban alrededor de él, pierden su rumbo, no saben a dónde dirigirse, se vuelven inestables, como es el caso de Copeland en permanente fuga tras un estallido de violencia:

“Sólo le quedaban cuatro manzanas para recorrer y entonces se hallaría sin duda a salvo. El miedo le había cortado la respiración, de modo que estaba jadeando. Cerró los puños y bajó la cabeza. Luego, de pronto, redujo la marcha y se detuvo. Estaba solo en un callejón, cerca de la calle principal. A un lado estaba la pared de un edificio y se desplomó contra ella, jadeando, la gruesa vena que le cruzaba la frente inflamada. En su confusión había cruzado toda la ciudad para llegar a la habitación de su amigo. Y Singer estaba muerto. Empezó a llorar. Sollozó ruidosamente, y gruesas lágrimas le corrían por la nariz, mojándose el bigote.”

También se demuestra que, ante la falta de lo que da sentido a su vida, cada personaje deberá evolucionar para seguir adelante o rendirse en ese mismo momento; tal es el caso de Biff, el tabernero que siente una epifanía en las últimas páginas, una epifanía contradictoria, es capaz de ver el esfuerzo y el valor de aquellos que aman pero, al mismo tiempo se da cuenta de la dificultad que supone enfrentarse a esta nueva situación, volviendo a plantearse el grotesco monstruo del que hablaba la escritora: el amor nunca correspondido.

“El silencio de la habitación era profundo como la propia noche. Biff estaba paralizado, sumido en sus meditaciones. Entonces sintió de repente como un intenso estímulo en su interior. El corazón le dio un vuelco, y apoyó la espalda contra el mostrador para sostenerse. Porque en un fugaz resplandor captó una vislumbre del esfuerzo y del valor humanos. Del interminable y fluido paso de la humanidad a través del tiempo infinito. De aquellos que trabajan y de aquellos que –tan sólo una palabra- aman. Su alma se expandió. Pero sólo por un momento. Porque en su interior sintió una advertencia, un rayo de terror. Se hallaba suspendido entre los dos mundos. “

Qué abismo de emociones nos ofrece Carson McCullers. Qué lectura inolvidable.

Los textos provienen de la traducción de Rosa Maria Bassols de El corazón es un cazador solitario de Carson McCullers

Resumen Febrero 2016. Cómics, poesía y más

Va siendo hora de poner el resumen de Febrero, como de costumbre me faltan algunos de los libros por reseñar pero no quiero agobiarme con este hecho. A estas alturas no puedo dejarlo pasar más, está llegando abril. Febrero fue un mes estupendo y variadísimo, sigo con mis mujeres y ha habido de todo: poesía, cómics, narrativa, novela policíaca, ciencia ficción… hasta once autoras nuevas han entrado entre los veinte libros disfrutados. Sólo dos han sido de hombres, esto está marchando a la perfección. Paso al pequeño resumen y, en el caso de haber reseña, está enlazada con el título: 

Es el verbo tan frágil de Sandra Santana, empecé el mes con mucha poesía, y tan contento, tengo la sensación de poder disfrutar de la literatura más allá del género o temática que me encuentre y eso me hace más ecléctico. Este libro de Sandra Santana es cortito, conciso, y, desde luego, demuestra en cada verso lo contrario del título, para nada el verbo es frágil, muy al contrario, el lenguaje, a pesar de su infidelidad, le sirve para la construcción de la identidad. 

El azul es un color cálido de Julie Maroh, espléndido, un cómic delicado, cargado de sentimientos tratados con mucha sensibilidad,; el dibujo, especialmente atractivo, sirve de acompañamiento a una historia donde los secretos son los verdaderos protagonistas, secretos revelados que devienen en momentos difíciles de vivir. La vida es tremendamente complicada cuando vas contracorriente, más en el caso de identidad sexual. 

Fun Home. Una familia tragicómica de Alison Bechdel, hablando con otra persona a la que le había gustado este cómic me comentaba que muchas personas sentían un especial rechazo ante la historia que narra; la autora aprovecha las posibilidad que le ofrece este medio para contar una autobiografía desde su infancia, a modo de relato de formación, donde utiliza diferentes perspectivas para explorar las relaciones paterno-filiales y la construcción de la identidad. 

Deudas contraídas de Ana Rosetti, gran recopilación de poesía donde prima el reflejo de la sociedad por encima de otros supuestos. Rosetti nos trae un tipo de poesía que deviene en fotografía actual de la sociedad en la que vivimos. Afortunadamente, aparte del fondo, la forma está muy bien tratada. La verdad es que ha sido una sorpresa más que agradable por la intimidad que desprende, convirtiéndose en un diálogo interior entre escritora y lector/a. 

¿Podemos hablar de algo más agradable? de Roz Chast, espléndido retrato autobiográfico con reflexiones sobre las relaciones entre padres e hijos además de reflejar maravillosamente el paso de la juventud a la vejez y todo lo que lleva asociado. El dibujo es muy particular y contrasta con alguno de los momentos que aparecen pero le da un toque de ligereza y buen humor que, particularmente, me parece exquisito. Una joya.

Tiempos de Hielo de Fred Vargas, siempre entretenida la escritora francesa con el torpe Adamsberg y un buen surtido de personajes secundarios perfectamente caracterizados. Si bien es cierto que esta entrega me ha resultado inferior a las anteriores, incluso he echado de menos ese intento de presentar un fenómeno sobrenatural. Aun así, es una buena opción policíaca.

La novela de la poesía de Tamara Kamenszain, ese momento en el que te das cuenta, no solo que has llegado tarde, sino que, posiblemente, no consigas estar a la altura. Kamenszain juega con una serie de factores  que me quedan demasiado lejanos por mi formación anglosajona (y mi falta de lecturas hispanoamericanas), montones de referencias a los grandes escritores de la zona que me hacen sentir que me estoy perdiendo mucho. Independientemente de este hecho, este intento de montar una novela de poemas tiene un cuidado excepcional por la forma poética (y complejo) y es muy disfrutable a pesar de mi limitación.

Proleterka de Fleur Jaeggy, al final no preparé nada sobre ella, y no lo voy a preparar. Me temo que este segundo libro me gustó bastante menos que el anterior y la dejo entre los autores que se pueden leer pero no me atraen demasiado. Se disfruta del momento pero  habiendo otras, hay que elegir. 

Pagarás con maldad de Margaret Millar, Millar es un seguro de vida a la hora de leer un clásico de novela negra. Sus desarrollos suelen ser muy enigmáticos y siempre se guarda giros finales que te dan buenas sorpresas. Hay que leerla. 

Aún queda mucho por decir de Rose Ausländer, si pincháis en el título podréis ver una muestra de su fantástica poesía y el comentario que hice al respecto.

La niña de oro puro de Margaret Drabble, parece mentira que podamos tener en circulación otro libro de la escritora británica. Siempre interesante, está no es una ocasión menor de disfrutarla. En la reseña hice un análisis al respecto de sus técnicas. 

Monstruo de ojos verdes de Joyce Carol Oates, me extendí bastante con esta novela juvenil que trata el tema de la violencia de género a la manera de Oates, es estupendo. 

Ms Marvel: Fuera de lo normal de Willow G. Wilson, vaya, vaya, y no me había enterado de esta versión alternativa con una nueva Ms Marvel; divertida, sin complejos, y, aunque odie el adjetivo, fresca visión del mundo superheroico con disquisiciones religiosas (sobre todo referentes al mundo musulmán) y cuestiones de género imbuidas en una historia que tiene una superheroína deliciosa como protagonista. El dibujo de Alphona es más que digno y conjuga muy bien con el tono de lo que escribe Wilson. 

El bosque de la noche de Djuna Barnes, sé que voy a escribir algo sobre esta novela ambigua y oscura pero ciertamente prodigiosa. También sé que todo lo que escriba, en casos así, se queda muy por debajo del talento exhibido por Barnes. Ya veremos lo que consigo hacer. Un clásico del siglo XX.

Por no mencionar al perro de Connie Willis, es injusto, este libro debería haberlo leído hace mucho tiempo; también es injusto que no vaya a tener una reseña, pero, sin embargo, alguno se va llevar una sorpresa cuando lo vea al final de año. Se ha convertido en uno de mis libros favoritos. Una perfecta conjunción de novela de enredo victoriano-mistery- viajes en el tiempo aderezada con un montón de referencias a los clásicos del detection club y muchísimo buen humor. Es perfecta. 

El corazón es un cazador solitario de Carson McCullers, vaya, otra de esas novelas perfectas. Por fin. Habrá reseña, tiene que haberla. Espero que en poco tiempo. 

Silas Marner de George Eliot, con el tiempo quiero rellenar mis huecos pendientes con la escritora inglesa, esta pequeña novela reúne, de manera condensada, su buen hacer. Se disfruta mucho.

Out de Natsuo Kirino, este es uno de esos ejemplos donde una novela de género policíaco consigue ser muchísimo más interesante que muchas novelas que nacen con la pretensión de ser “literarias” (signifique lo que signifique); partiendo de una premisa que pone al límite a cuatro protagonistas, todo se irá convirtiendo en un hardboiled brutal que desencadena un duelo entre dos protagonistas como si se tratara de un western… ah, y por el medio hay descuartizamientos y mucha mala leche. En fin, una novelaza que no te deja indiferente  y no aburre en ningún momento.

Los disidentes

Sólo dos ha habido este mes y han sido obligados, unos encargos que no podía dejar pasar y que aparecieron en primer lugar en Ópera World :

La ópera como teatro cantado de Gabriel Menéndez Torrellas, si pincháis en el enlace veréis de qué trataron las conferencias reunidas en este pequeño libro con ideas muy interesantes.

Nietzsche y la música de Blas Matamoro, tengo la reseña en el horno, así que no me voy a extender, buen trabajo del autor que nos tiene acostumbrados a este tipo de estudios que aportan nuevas visiones a épocas conocidas de la música. En este caso la época en que vivió el filósofo.

Por último, las adquisiciones de Febrero:

 

AdquisicionesFebrero

Sorprendentemente me acabo de dar cuenta que no he programado más que una de ellas. Vaya lío que se me montó en marzo. Tengo que pensarme muy bien alguna de ellas y que vayan entrando, además son novedades. Uno de los beneficios de este año es que las novedades no están dictando mis lecturas. Esto, sinceramente, me parece muy sano.

Un abrazo y ¡Buenas Lecturas!

La niña de oro puro de Margaret Drabble. Secretos de vida

9788416358106Siempre es de agradecer que alguien se atreva a publicar algo distinto en el mercado editorial (tan previsible en ocasiones); tal es el caso de la última novela de la escritora inglesa Margaret Drabble, hermana pequeña de la grandísima A.S. Byatt, y aún menos conocido que esta por aquí; de hecho si buscáis libros suyos solo podréis encontrar, posiblemente, La piedra de moler, una obra temprana que publicó Alba en su sello Rara Avis. El resto está descatalogado/inencontrable.

La niña de oro puro, que tan gentilmente nos trae Sexto Piso, es su última novela, publicada en el año 2013 y es una elección muy adecuada para mi proyecto de lecturas de este año (enlace); tres personajes son los pilares en los que fundamenta su narración Drabble: Anna Speight (la niña de oro puro del título), Jessica Speight, y un tercer personaje, una narradora innominada, amiga de Jessica. Tres mujeres le sirven para preocuparse de temas referentes a ellas.

Dos párrafos me sirven para presentar a Anna, en el primero de ellos se presenta la cualidad por la que se hace especial: una luminosidad innata que hace felices a aquellas personas que se relacionan con ella además de ser feliz ella misma per se. No importan las dificultades que surjan, siempre consigue sacar una sonrisa ante los problemas:

“La peculiaridad de esta niña pequeña no resultó evidente al principio. A simple vista parecía como cualquier otro recién nacido. Poseía cinco dedos en cada mano, cinco dedos también en cada pie. Su madre, Jess, fue feliz con el nacimiento de su primogénita, a pesar de las inusuales circunstancias, y la quiso desde el primer momento en que la vio. No estaba segura de que fuera a ser así, pero la quiso. Su hija resultó ser uno de esos niños especiales. Ustedes los conocen, los han visto, los han visto en parques, en supermercados, en aeropuertos. Son los niños felices, y una se fija en ellos porque son felices. Sonríen a los extraños; cuando una los mira, reaccionan sonriendo. Nacieron así, se dice una, mientras prosigue pensativa su camino.

Sonríen en sus carritos y en sus cochecitos.

Sonríen incluso cuando están convalecientes de sus operaciones de corazón. Se despiertan de la anestesia y sonríen. Sonríen cuando sólo tienen unas semanas de vida, son del tamaño de un pollo atravesado por una brocheta y tienen cosidos con un hilo los esternones, como un paquetito. Una vez vi a una, no hace tanto, en el Hospital Infantil de Great Ormond Street, en Londres. Cuando me la presentaron y me hallaba escuchando una descripción de su caso y de su situación, abrió los ojos y me miró. Y al verme, sonrió. Su primer impulso, al ver a una extraña, fue sonreír. Era un pequeño bulto de pelo negro, cara colorada y arrugada, como una indita vendada, tan a a gusto en su diminuta cuna. Había salido sana y salva de una complicada operación. Sonreía.”

El segundo párrafo nos revela una realidad muy diferente a la inicial, la percepción de este tipo de dificultades no es sencilla (lo sé por un caso real); pequeñas señales se van sumando para, al final, detectar que la niña es autista; la única que se da cuenta en un último momento es quien siempre la ve, su propia madre:

“Así que fue una conmoción descubrir que tenía problemas.

Era, eso sí, un poco descoordinada y, a menudo, torpe. A veces dejaba caer cosas, o las tiraba, o derramaba el zumo. Pero ¿qué niño no lo hace?  Su forma de hablar, quizá, era algo simple y tenía tendencia a repetir expresiones, a veces sin sentido, que le gustaban. Nunca aprendió a manejar el pequeño y achaparrado triciclo de ruedas gruesas rojo y amarillo que había en el parque infantil: no conseguía pillarle el truco al pedaleo. […] Encajaba en el grupo y era aceptada por sus compañeros.  A los dieciocho meses, a los dos años, incluso a los tres, sus problemas cognitivos y de desarrollo no eran obvios, […] Nunca parecía frustrarse por sus fracasos, o enfadarse con ella misma o con otros. No molestaba a nadie. A todos nos caía bien. Nadie se daba cuenta de lo diferente que era.

Salvo su madre. Jess, por supuesto, se daba cuenta.”

Jessica Speight, la madre de Anna, es madre sola, antropóloga de vocación y tiene que afrontar una vida en la que ha tenido que tomar muchas situaciones difíciles (la primera de ellas tener su hija soltera) y que presenta una gran incertidumbre futura por la dependencia de su hija (incapaz de poder hacer todo por sí misma):

“Era lo que hoy llamamos una madre soltera, y eso era algo mucho menos normal entonces de lo que es ahora. Pensamos que pasaría dificultades, a pesar de que su niña era de oro puro.

Era una madre soltera que había interrumpido su carrera profesional, la cual, tanto ella como nosotras, dábamos por sentado que reanudaría más activamente cuando la niña se hiciera algo mayor. Era la clase de carrera que podía continuar, en cierto modo, lo mismo en casa que fuera de ella: leyendo, estudiando, corrigiendo exámenes, realizando labores editoriales en una pequeña revista académica dando una clase extracurricular o dos, escribiendo artículos de periodismo médico para publicaciones del ramo. (Cada vez estuvo más capacitada en la última de estas actividades, y llegó una época en que fue invitada a escribir, más lucrativamente, en la prensa generalista). No perdió el contacto con su disciplina. Era antropóloga por vocación, de formación y de profesión, y consiguió ganarse  modestamente la vida con estos expedientes y garabatos. Escribía con rapidez y facilidad, lo mismo a nivel académico que divulgativo. Se convirtió en una antropóloga de sillón, amarrada a la mesa del estudio, dependiente de las bibliotecas. Una antropóloga urbana, aunque no en el sentido moderno del término.”

MargaretDrabbleBW75La narración presenta una perspectiva muy distinta de la que podríamos esperar (el típico narrador en primera persona); la escritora británica escoge una narradora intra-diegética, una amiga de Jessica, incluida en la historia y que cuenta desde su peculiar perspectiva todo lo que le va sucediendo a madre e hija; esta perspectiva borra la posibilidad de una empatía sensiblera pero nos involucra como lectores ya que asistimos igualmente a las dificultades que les surgen:

“Inicialmente, había releído Lolita en busca de representaciones de un amor sin condiciones, obsesivo y exclusivo, algo que también reencontró, como vagamente recordaba, aunque manchadas, pervertidas, manchadas. Hay genio, pero también hay frialdad. El corazón de Jess no puede permitirse cederle espacio a la frialdad. No puede permitirse enfriarse y helarse.

Jess ha entregado la mayor parte de su vida al amor exclusivo, incondicional y necesario. Ésta es su historia, que presuntuosamente me he impuesto intentar narrar. Pero su amor adopta una forma socialmente más aceptable que la del Humbert Humbert de Nabokov, el trágico amante de una nínfula. Jess ha tenido aventuras menos reputadas, pero hasta la fecha ha permanecido fiel a su vocación maternal a través de todas las vicisitudes.

Me he impuesto narrar esta historia, pero es su historia, no la mía, y me avergüenza mi temeridad.”

Y somos conscientes, según avanza la narración, de que es uno de esos narradores poco fiables, que utiliza su prisma para narrar hechos que pueden no ser ciertos, sobre todo cuando habla de sí misma:

“Tal vez fuera culpa, la culpa de los que gozan de salud, la culpa de los normales, la culpa de los libres. Y, sin embargo, no creo que yo fuese culpable. Trataba de ser una buena amiga.

No quiero privilegiar mi amistad con Jess. Jess tenía muchas amigas. Yo sólo era una de tantas. No reivindico  que la conociera especialmente, no reivindico ninguna relación especial.”

Poco importa esta poca fiabilidad, ya que gracias a sus ojos podemos reflexionar sobre la condición femenina y la forma de afrontar temas diversos que van desde la responsabilidad y el sacrificio hasta la maternidad; asistimos con estupefacción al hecho de darnos cuenta de que Anna no vivirá una evolución. Siempre será igual. En ella no se verá una historia, sino un momento congelado de su vida:

“Anna, como hemos visto, no evolucionó lo más mínimo. Se quedó inmóvil. No se podía hacer un relato de su vida, no había trama. La idea de evolución no era aplicable a Anna. Sucedían cosas, pero no le afectaban. Dentro de su círculo hubo algunas crisis inesperadas, como la melodramática detención y condena de Joshua Raven, pero no tuvieron impacto en Anna, aunque la conmovieron.”

Su punzante mirada nos revelará, a través de su desconocimiento, el nuestro propio, nunca podemos saber todo de cada persona, incluso de aquellas que están más cerca de nosotros:

“Dios mío, qué barriada. No conocemos, no podemos imaginar, las vidas de nuestros conciudadanos. Viven tras una cortina de desconocimiento, tras una nube de desconocimiento.”

Si bien es cierto que, entre tanta calamidad, encontramos un atisbo de esperanza futura, está claro que las historias de mujeres cada vez cobran mayor importancia, buena muestra de ellos es precisamente este libro:

La-piedra-de-moler“No suele agradarme ese simbolismo tan crudo y público, pero la energía de esta pieza era abrumadora. Me impactó como La belle Heaulmière me había impactado a los diecisieta años. Me había estado esperando.

No habría estado expuesta cuando yo tenía diecisiete años. Las esculturas femeninas, las historias de las mujeres eran menos valoradas entonces.”

Al fin y al cabo, la narradora es lo más parecido a nosotros como lectores, es por ello que tenemos la sensación de estar observando una historia muy íntima, podría ser la de cualquier persona que conocemos, con lo que conocemos y con lo que  desconocemos, llena de secretos:

“De modo que ésta es la historia de Jess, y la historia de Anna. Las dejaré en mitad del aire, pero sabrán que aterrizaron a salvo, o yo no habría sido capaz  de contar su historia aquí.

No he inventado mucho. He especulado, aquí y allá, he inventado algunos diálogos, pero se sabe cuándo lo he hecho porque se nota. Hace mucho que conozco a Jess, y a Anna la conozco desde que nació, pero aun así habrá cosas en las que me he equivocado, que he malinterpretado. Jess y yo hablamos mucho, pero no nos lo contamos todo. Hay cosas de mi vida de las que no sabe nada, y ella también tiene sus secretos.”

Un secreto que quizá no seamos capaces de contar, como la amiga de Jessica, incapaz de revelarlo, pero que nos dice más de la persona de lo que podemos imaginar.

“La foto que Bob le hizo a Jess en cuclillas junto a las tumbas de Cacerola es extraordinaria. Ella no sabía que él la iba a hacer. No sabe que yo he estado escribiendo esto. No creo que sea capaz de decírselo nunca.”

Un libro que se convierte en sí mismo en una revelación, donde cobra más importancia aquello que no ha sido revelado o nos falta por saber. La vida continúa.

Los textos provienen de la traducción de Antonio Rivero Taravillo de La niña de oro puro de Margaret Drabble para la editorial Sexto Piso.

Monstruo de ojos verdes de Joyce Carol Oates. Violencia de género para jóvenes

Monstruo de ojos verdesAprovechando la lectura de Sexy de la misma autora, ya comenté por aquí la faceta de la autora relacionada con la creación de libros para jóvenes; libros que aprovecha para contar temas controvertidos en clave más accesible a nivel de estilo pero con el suficiente fondo para que valgan la pena. El tratamiento que realiza la autora va encaminado a hacer conscientes a los jóvenes de actitudes que pueden ser difíciles de percibir y el modo de hacerlo es llevándolo a su terreno: aquí mismamente recurre a una historia policíaca.

La historia comienza con la típica historia familiar a la que añade elementos que auguran distintos desarrollos. La protagonista, Franky, afronta la posibilidad de que un chico la viole y del que consigue escapar afortunadamente; es parte de la evolución de su identidad, consciente del hecho, tan joven, de haber podido ser violada desarrollará una escisión de su identidad, una especie de reverso tenebroso que le servirá para afrontar todo lo que se encuentre y que sea peligroso para su vida:

“Pero ahora estoy A SALVO.

Soy una buena corredora. Me gusta correr casi tanto como nadar. Así que me voy corriendo hacia casa junto a la carretera de la costa, evitando los coches, con el pelo al aire y dándome contra la espalda. Supongo que para los que pasan en coche tengo aspecto de loca. Pero me siento muy bien. No es lo que podría esperarse; ni siquiera pienso: Oh, Dios, casi me violan. Al contrario, pienso en lo contenta que estoy. Mi madre decía que ella había sido más afortunada que lista cuando tenía mi edad. Creo que yo he sido afortunada y también lista. He luchado contra el atacante y no ha podido conmigo. Le he dado con la rodilla en la ingle, le he dado patadas y le he mordido. Me he escapado. Ni siquiera he tenido tiempo de tener miedo. Era un abusón y un miedica y me imagino que ahora estará preocupado por si les cuento a mis padres lo que ha sucedido y se ve metido en un buen lío.” 

Ese reverso es su personalidad como Monstruo de ojos verdes y se trata de un mecanismo de defensa que utilizará de forma alienante, evadiéndose de hechos a los que no encuentre explicación. Es importante la aparición de este elemento de la identidad ya que, al mismo tiempo que actúa como escudo, inconscientemente irá enmascarando acciones que van sucediendo y que afectan a la relación con sus padres: 

“Bueno, no lo iba a contar. Era suficiente con haber escapado.

Él me había llamado “MONSTRUO DE OJOS VERDES.”

El MONSTRUO DE OJOS VERDES me salvó la vida.”

De hecho, aunque sea capaz de ver el cambio en la personalidad de su madre, cambio que se expresa igualmente en la apariencia y en la forma de actuar, deliberadamente optará por omitirlos, como si una especie de filtro operase en su cerebro:

“Mamá empezó a usar pañuelos. Hermosos pañuelos de seda de colores vivos, chales, blusas de manga larga y jerséis. A veces las mangas eran demasiado largas y le ocultaban por completo las muñecas.

¿Qué ocultaba? ¿Cardenales en las muñecas, en el cuello, en la parte superior de los brazos? ¿Violentas marcas rojas hechas por los dedos fuertes de un hombre?

No podía preguntar. Las palabras se me amontonaban en la garganta pero de allí no pasaban. En presencia de mamá empecé a estar muy callada. Y ella estaba más callada conmigo.”

En este orden de cosas, la toxicidad del ambiente no le ayuda a superar estas reticencias, preguntará a su hermano por lo que está sucediendo y el no contestará (más adelante nos enteraremos de que el hermano es hermanastro y está profundamente influenciado por la fuerte personalidad del padre):

“Pasaba gran parte de las noches en vela, así que, ya muy tarde, solía mandar mensajes de correo electrónico en mi cabeza. A veces, un poco desesperada, me levantaba, revisaba mi correo (casi nunca tenía mensajes; los releía continuamente de forma compulsiva y respondía enseguida) y envidaba alguno. Muchas veces a Todd; me daría vergüenza echar la cuenta de cuántos le envié. 

Hola, Todd…

No sé de ti desde hace algún tiempo. Espero que las cosas te vayan bien por ahí.

Me preguntaba si sabes lo que pasa entre papá y mamá estos días (supongo que si papá se lo cuenta a alguien será a ti).

Franky.”

Oates refleja a la perfección cómo los hechos van afectando a los hijos (especialmente a las hijas y particularmente a Franky) y cómo sus reacciones están cargadas de absolutismos, no hay grises cuando eres joven, o es blanco o es negro, a veces es casi imposible elegir entre una y otra cosa porque están muy cerca; tal es el caso cuando tiene que elegir entre padre y madre, no hay un término medio que lo aúne:

“-¿Lo ha dicho? ¿Papá?

-Y no hemos hablado de divorciarnos, cariño. Si Samantha habla sobre eso alguna vez, Franky, por favor, dile que tu padre y yo no hemos hablado de divorciarnos, ni ahora ni nunca.

Su forma de decir estas palabras, “ni ahora ni nunca”, fue extraña, como si no fueran suyas sino de alguien más.

Mamá se dio la vuelta, frotándose los ojos, y salió de mi habitación. Quería pedirle que volviera, quería abrazarla y sentir sus brazos alrededor de mí. Pero a la vez quería que se fuera; no soportaba seguir viendo esa sonrisa o el cardenal amoratado que le asomaba un poco bajo la mandíbula.”

Esto se demuestra especialmente ante las acusaciones del padre de infidelidad de la madre; la potente figura heteropatriarcal manipula poco a poco con su personalidad dominante la percepción que pudieran tener las hijas, hasta el punto de incitar un odio manifiesto hacia la madre, culpabilizada de los problemas de la pareja:

“Enamorada de otro hombre. Nunca podremos perdonarla.

¿Me creía estas palabras? No lo sé. ¿Creía que había un hombre en la vida de mamá? No lo sé. ¿Me lo creía cuando me parecía saber que no, que no había un hombre, no podía haber un hombre, puesto que mamá se había ido a Skagit Harbor para ser libre? Sin embargo, si papá decía que había un hombre, entonces tenía que haber un hombre.

Y nunca la perdonaríamos.”

La forma de conseguir esta manipulación es una mezcla de violencia (de la que a veces ni es consciente) y un chantaje emocional que le sirve como desencadenante de una situación final insostenible; al final la madre acaba desapareciendo y todo se articula como una investigación policíaca:

“Ha conocido a alguien más con quien se quiere casar. Todo este numerito que ha montado es por dinero. Chantaje. Ha estado exigiendo millones de dólares por el divorcio, además de pagos mensuales y pagos por manutención de las hijas, y yo me he negado, porque no quiero que destruya nuestra familia. Me importa un comino el dinero. Solo me importáis tú, Samantha y Todd. Yo no creo en el divorcio. Me he resistido a sus exigencias, y esto es lo que nos hace, no solo a mí, sino a todos nosotros.. Tú me crees, cielo, ¿verdad?

Vi brillar la verdad en los ojos de papá, y la verdad era el amor y la verdad me protegería.”

Solo la aparición de unos terceros, los investigadores y otros familiares conseguirá sacar de su burbuja a la protagonista que empezará a ser consciente de lo que de verdad estaba sucediendo, el maltrato al que le sometía su padre:

“Sí. Creo que los llegué a oír, a veces.

Nunca delante de nosotras. Normalmente en dormitorio, con la puerta cerrada.

Mi padre se enfada con facilidad. Yo antes pensaba que mi madre le provocaba, pero esa es una forma equivocada de pensar, culpar a mi madre por ser maltratada.

Llevaba pañuelos al cuello, mangas largas para tapar las marcas. Pero yo sabía de qué se traba.

Porque yo tenía miedo, creo. Era más fácil odiarla.”

Maltrato que se replicaba igualmente con las dos hijas; la escritora norteamericana consigue mostrarnos las dudas de un joven ante una situación de este tipo y, al acabar como acaba la investigación policíaca, nos alerta (especialmente al joven lector/a) de las consecuencias que pueden desencadenarse por no actuar a tiempo:

“¡No! Estoy bien, no estoy llorando. Quiero que sigamos.

Sí, es verdad. A veces, Era “disciplina”.

No recuerdo muy bien. Lo tengo un poco borrado, como una pesadilla o algo que has visto en la tele hace mucho tiempo y se te mezcla con la vida real.

Azotes, bofetadas, puñetazos, sacudidas fuertes. Papá me agarraba por los hombros y me sacudía, me sacudía como si quisiera romperme el cuello.”

Un libro ciertamente fantástico para utilizarlo en las aulas; además la editorial ha incluido una guía final muy educativa relacionada con las formas de actuar ante un caso de violencia de género que resulta muy ilustrativa. Espléndida muestra del buen hacer de una escritora comprometida.

Los textos provienen de la traducción de Mª Dolores Crispín de Monstruo de ojos verdes de Joyce Carol Oates para la editorial SM

La ópera como teatro cantado. Edición de Gabriel Menéndez y Pablo Gutiérrez.

operaPublicado inicialmente en Ópera World en este post.

Gracias al prólogo de los editores de La ópera como teatro cantado Gabriel Menéndez y Pablo Gutiérrez podemos entender de un vistazo los contenidos que se incluyen en este pequeño libro y el objetivo del mismo:

“Este libro contiene las ponencias presentadas durante el congreso “Del libreto al drama musical. La ópera como teatro cantado”, organizado por la Universidad CEU San Pablo en los días 12 y 13 de diciembre de 2014. Recogiendo la disyuntiva expuesta en el célebre ensayo teórico de Richard Wagner, Ópera y drama, nos propusimos estudiar esta simbiosis indisoluble entre música y teatro que la ópera encarna. La universidad CEU San Pablo planteó un foro de debate desde diferentes épocas que abriese nuevas perspectivas sobre el fenómeno “ópera” y penetrase en sus códigos literarios y musicales en el proceso que partiendo del teatro hablado llegaba al drama cantado pasando por el libreto, un proceso que había supuesto en numerosas ocasiones un estímulo para la composición.”

Se trata de una recopilación de tres conferencias impartidas por diferentes expertos con el único fin de estudiar la relación simbiótica que se produce entre música y teatro en la ópera, partiendo de la base del texto de Wagner (Ópera y Drama); lo bueno es que cada una de ellas tomaba como referencia tres épocas distintas para comprobar todas las posibilidades.

En la primera de ellas el catedrático de Musicología del Conservatorio Superior de Música de Kalsruhe Thomas Seedorf analizó esta relación mediante la obra de musical y literaria de Richard StraussHugo von Hofmannsthal, “con Salomé y Elektra el compositor asentó las bases de la ópera literaria del siglo XX”; dentro del interesante texto destaco especialmente estos dos párrafos por las ideas que engloban. En primer lugar la técnica straussiana de la doble exposición de motivos y personajes literarios y motivos y caracteres musicales y la manera en que integra las voces en la densidad de la composición orquestal:

“Para Strauss, las oposiciones entre los diversos personajes y grupos de personajes forman parte de los más relevantes puntos de conexión compositiva en el drama de Wilde: “corte de Herodes, Jochanaan, los judíos, los nazarenos”, si bien los últimos forman parte de la esfera del profeta. Estos grupos de personajes están ya en el drama en un fuerte contraste mutuo y este contraste Strauss lo asumió y reelaboró en su música con sus propios medios.

En la escena inicial del drama musical Salomé, se produce una doble exposición: se presentan –como el drama- los personajes y los motivos literarios; al mismo tiempo, Strauss introduce motivos y caracteres musicales que retornarán una y otra vez en el transcurso de toda la obra.

En esta escena inicial se pone de manifiesto además otro rasgo característico del dramatismo musical de Strauss: su manera específica de integrar la voz cantante en el denso tejido de la composición orquestal.”

En segundo lugar la modernidad que supuso la música que asoció al personaje de Clitemnestra en la ópera Elektra con la que el lenguaje se volvía multidimensional, yendo mucho más allá del simple discurso:

“Sobre todo la música que Strauss concibió para Clitemnestra resulta de la mayor modernidad: sonoramente muy diferenciada y llena de disonancias, se trata de un retrato sonoro de la asesina, que por miedo a la venganza de sus hijos no encuentra el sosiego. Hofmannsthal configuró este alma tan destruida como destructiva con gran exuberancia poética; grandes actrices como Tilla Durieux transformaron sus palabras en un empático sonido lingüístico; por último, Strauss añadió a la poesía una versión musical que otorgaba a las palabras nuevas dimensiones más allá de las posibilidades del lenguaje hablado.

A través del trabajo en Elektra, Strauss se aproximó al poeta Hugo von Hofmannsthal, que a su vez reconoció en el compositor a un artista con el que crear algo nuevo, una ópera en la que se encontrasen a la misma altura la exigencia compositiva y la literaria. Con la “Komödie für Musik” El caballero de la rosa, Strauss y Hofmannstral inauguraron un nuevo capítulo de la historia de la ópera. Al tipo de ópera literaria en el sentido que he intentado exponer aquí no regresó Strauss nunca jamás.”

La segunda conferencia (que aparece en orden cronológico en el libro en primer lugar) estuvo en manos del catedrático de Musicología de la Universidad de Cambridge, Iain Fenlon y estuvo

centrada en torno al año 1600 y los inventores de la ópera, especialmente la ubicación de personajes y situaciones dramáticas dentro de una teatralidad, partiendo de las óperas tempranas deMonteverdi, L’Orfeo y Arianna; Fenlon se centra en su primera parte en las similitudes con L’Euridicede Peri, y de esta manera establece la procedencia de la obra de Monteverdi y Striggio:

“Aunque no se sabe si el propio Monteverdi estuvo presente en las primeras representaciones de L’Euridice de Peri, no podemos dudar de que tanto Monteverdi como Striggio la tomaron como modelo cuando escribieron L’Orfeo. Las sorprendentes correspondencias entre algunas de las alocuciones importantes en los dos libretos no pueden explicarse meramente por su vínculo con la fuente común del mito de Orfeo, al igual que el Orfeo de Poliziano y sus imitadores. Igualmente convincente es el hecho de que personajes extraños en L’Euridice, que no hacen su aparición ni en las fuentes de Rinuccini ni en el mito, presenten analogías con los personajes de L’Orfeo. Un buen ejemplo es Venus, introducida por Rinuccini para acompañar a Orfeo al inframundo en un episodio que debe claramente su existencia al Inferno de Dante.”

Todo ello le sirve para, indagando sobre Arianna, establecer “el modo natural de imitación”, un lenguaje dramático-musical en el cual la música y las palabras estuvieron simbióticamente unidas como una sola:

 “Los testimonios parecen indicar que L’Orfeo quedó eclipsada tanto en opinión del compositor como en la del público, por la segunda ópera de Monteverdi, estrenada en mayo de 1608. En esta ocasión, la partitura nunca se publicó y la mayor parte de la música se ha perdido. Lo que se ha conservado es el “Lamento d’Arianna”, el cual, según observaciones realizadas a lo largo de sus carrera, Monteverdi consideraba la parte más esencial de la ópera, la condensación de sus intentos de los años 1607-1608 por encontrar lo que llamó “el modo natural de imitación”, un lenguaje dramático-musical en el que palabras y música estuvieran íntimamente fusionadas.”

La última conferencia, que cierra el libro, tuvo como ponente al mismo editor, doctor en Estética y musicólogo, Gabriel Menéndez Torrellas, y se centra en el texto de Wagner, escrito en 1851, texto clave que permitía la realización efectiva de sus postulados en el momento de la composición. “En sus óperas, la dialéctica entre drama y música significaba en ocasiones el momento esencial de la composición.” El autor condensa a la perfección el difícil texto del compositor alemán en una serie de ideas básicas que resumen su sentido, primero la relativa a la cohesión musical del drama:

“Aun cuando hemos de afrontar un discurso farragoso, lleno de expresiones grandilocuentes y extensos párrafos y puramente retóricos, en la tercera parte de Ópera y drama, es decir, después de casi doscientas páginas de lectura densa y complicada, se hallan las declaraciones más determinantes a la hora de definir las pautas de composición del drama del futuro. La primera de ellas hace referencia a la cohesión musical del drama, a la unidad que ha de poseer un movimiento sinfónico:

Sin embargo, la nueva forma de la música dramática, para construir a su vez una obra de arte como música, tiene que demostrar la unidad de un movimiento sinfónico, y esto lo consigue, cuando se extiende por todo el drama en la más íntima conexión con el mismo, y no solo durante partes aisladas y pequeñas, destacadas arbitrariamente.”

Para conseguir esta cohesión, destaca especialmente una de las directrices wagnerianas más sorprendentes aparentemente, la eliminación de los coros:

“Una de ellas, de enorme calado, hace referencia al papel de los coros; después de destacar su enorme importancia en el desarrollo de la ópera –entre otras obras, como parte integrante de sus propias óperas desde Rienzi hasta Lohengrin-, Wagner aboga por la supresión absoluta de los mismos:

Incluso los coros, empleados hasta ahora en la ópera, conforme al significado que aún se les confería en los casos más favorables, tendrás que desaparecer de nuestro drama: el drama solo poseerá un efecto vivamente convincente cuando se le despoje por completo de todo el carácter masivo de los coros.”

Esta eliminación tiene sentido ya que Wagner elige que sea la orquesta la que caracterice la melodía, en este contexto es en el único en el que se entiende la afirmación anterior y se comprende aún mejor su evolución musical:

“A partir de este momento, entra en juego un elemento al que Wagner dedicará páginas de intensa atención: la orquesta, Es ella, como se dice en el texto anterior, quien debe hacer perceptible en exclusiva la armonía, un órgano infinitamente capaz para tal cometido. Esta función armónica de la orquesta no es sorprendente en modo alguno, pero sí lo es el comentario siguiente: la orquesta posee la capacidad de caracterizar la melodía de un modo que le es negado a las voces. A partir de aquí desarrolla Wagner su teoría del carácter elocuente de la orquesta, por así decirlo, la verdadera portadora del material melódico y significativo de la trama, una teoría con enormes repercusiones para el drama el futuro”

En conclusión, a pesar de la heterogeneidad de los temas tratados y de que la hayan realizado tres ponentes distintos, esta recopilación de las ponencias realizadas por la Universidad CEU San Pablo en los días 12 y 13 de diciembre de 2014 resultan recomendables por la buena síntesis de ideas relativas a la conjunción de música y drama a lo largo de la historia de la ópera. Además, no son textos especialmente largos, lo cual favorece aún más esta lectura ciertamente interesante.

Tercer mes. Muchos rezagados y el caos…

Definitivamente (abusando de la típica imagen), me están creciendo los enanos para conseguir llevar al día las lecturas, reseñas y resúmenes. Me faltan todavía un par de lecturas de enero por reseñar, el resumen de febrero y muchas reseñas del mismo. Entre el trabajo habitual, que me quita muchísimo tiempo y fuerzas, y ciertos compromisos que van surgiendo que hacen que tenga que variar las lecturas previstas (incluso introduciendo más disidentes), es lógico que, no dedicándome a esto, se retrasen las cosas. Espero vuestra paciencia y a ver si puedo buscar los pocos huecos que tengo para ir actualizando en los diversos sitios donde van saliendo mis textos.

En febrero he leído bastante pero, también es cierto, tenía tantas lecturas programadas que se han quedado muchas en el camino. De esta manera, marzo se va a componer de un montón de rezagados de los anteriores meses junto con algunas nuevas lecturas que vienen de las últimas adquisiciones. La foto queda así entonces:

tercermes

-Como podéis comprobar la mayoría ya las he comentado en enero y febrero. Así que me centraré en las nuevas:

El resplandor es una relectura que tiene que ver con cierto proyecto que ya habéis visto a propósito de otra obra de Stephen King; no me extenderé más porque ya tendréis noticias sobre ella.

Los crímenes del jorobado de Edogawa Rampo es una novedad de verdadero lujo a la que le tenía muchas ganas, no es habitual que se publique al gran escritor japonés, será otro disidente…

-Aunque no se ve, este mes he añadido el pequeño ensayo De la enfermedad de Woolf, que se sumará a El lector común este mes.

-Dos adquisiciones que entran en este mes y que tienen diferentes alcances son Teoría King Kong de Despentes y Un susurro en la oscuridad de Louisa May Alcott; la primera es todo un tratado condensado sobre el feminismo, la segunda nos revela una faceta distinta de la creadora de Mujercitas, el thriller psicológico.

-También añado cuatro cómics a la ración mensual, dos de la Ms Marvel de Willow Wilson, espléndida colección que se centra en aspectos de género, raza y religión sin perder de vista la visión superheroica; en cambio, Una entre muchas indaga sobre el fenómeno de la violencia de género y su estructuralidad; el último es una recopilación de los Vengadores costa Oeste… ¿me encanta Ojo de Halcón!

-Añado una nueva autora de la que no he leído nada: la chilena Diamela Eltit y sus Fuerzas especiales, no quiero que me falte descubrir una nueva autora cada mes.

-Claro, se me olvidaba, Margaret Millar se une de nuevo este mes a las Sayers, Grafton y compañía.

Fuera de la fotografía, me he dado cuenta de que tengo también el Departamento de especulaciones de Jenny Offill, sinceramente, me atrae.

Como podéis ver cumplo con varias de las constantes que os comenté en el post de febrero: hay clásico, está Woolf, Atwood, Oates, Grafton, Sayers… una serie de autoras que, la verdad, al final no entraron en el mes de febrero; espero que este marzo se dé mejor y pueda dar salida a tanta buena lectura potencial. Me temo que va a ser difícil porque pueden llegar lecturas a las que tengo que dar prioridad en el camino.

Tengo la necesidad de ordenar un poco este caos de lecturas. Me va a venir muy bien para lo que  me espera en el futuro. El próximo mes os diré si lo he conseguido.

Un abrazo y ¡Buenas lecturas!

Pequeñas virtudes de Natalia Ginzburg. Vuelco a la nostalgia

Pequeñas Virtudes Natalia GinzburgCreo que esto lo voy a decir varias veces este año… el tiempo que he perdido sin Natalia Ginzburg. Bien aconsejado, opté porque el primer paso de este camino infinito fuera este, Pequeñas virtudes y no hay lugar para la decepción, sí para la satisfacción plena. La italiana, aun fallecida, ha venido para quedarse en mi lista de lecturas y relecturas.

Lo que ofrece en estos pequeños relatos, que son mezcla de ensayo y autobiografía, es un catálogo de experiencias cotidianas, de sensaciones vividas que devienen en pequeñas (o grandes epifanías) de una manera sigilosa, no hay que buscar fuegos artificiales en su prosa, pero sí el tierno abrazo de la vida que nos envuelve de forma candorosa y muchas veces inimaginable. Esta descripción de lo cotidiano es tan vivaz que nos revela detalles que conocemos pero no sospechamos, como saber si una casa es pobre o rica según como esté hecho el fuego:

“En las cocinas estaba el fuego encendido; había varios tipos de fuegos: grandes fuegos con leños de encina, fuegos de frasca y hojas, fuegos de ramas recogidas una a una del suelo. Era fácil distinguir a los pobres de los ricos mirando el fuego encendido; más fácil que mirando las casas y a la gente, su ropa y sus zapatos, que eran todos más o menos iguales.”

Un recurso tan manido (y chapucero a la par que sensiblero) como es la evocación nostálgica cobra un sentido radicalmente distinto en sus manos; en el pequeño universo de Natalia existen los matices y nos desvela cómo puede ser tierna, naturalmente; pero también nos muestra que si se vuelve aguda y amarga, revierte en el odio:

“La nostalgia crecía en nosotros día a día. A veces era incluso agradable, como una compañía tierna y ligeramente embriagadora. Llegaban cartas de nuestra ciudad con noticias de bodas y muertes de las que quedábamos excluidos. A veces la nostalgia se tornaba aguda y amarga, se convertía en odio: odiábamos entonces a Domenico Orecchia, a Gigetto di Calcedonio, a Anunziatina, las campanas de Santa María. Pero era un odio que manteníamos oculto, pues lo considerábamos injusto, y nuestra casa estaba siempre llena de gente, unos venían a pedir favores, otros a ofrecérnoslos.”

La escritora utiliza el pasado, lo que ha vivido, incluido la nostalgia vivida como banco de pruebas para la vida; ella constata que la vida es un continuo vaivén entre las esperanzas  (los sueños que nos gustaría que se cumplieran) y nostalgias (al romperme la promesa de cumplimiento de un sueño):

“Existe una cierta uniformidad monótona en los destinos de los hombres. Nuestras existencias se desarrollan según leyes antiguas e inmutables, según una cadencia propia, uniforme y antigua. Los sueños no se hacen nunca realidad, y en cuanto los vemos rotos, comprendemos de repente que las mayores alegrías de nuestra vida están fuera de la realidad. En cuanto vemos rotos nuestros sueños, nos consume la nostalgia por el tempo en que bullían dentro de nosotros. Nuestra suerte transcurre en ese alternarse de esperanzas y nostalgias.”

Una vida que le ha enseñado a no olvidar el pasado, esto se podría expresar de muchas maneras, sin embargo, la imagen de los zapatos rotos que utiliza nuestra autora rezuma ternura y tristeza y demuestra, al mismo tiempo, su capacidad de relativizar todos los acontecimientos que le suceden:

“Pero yo sé que también se puede vivir con los zapatos rotos. En la época alemana estaba sola aquí, en Toma, y no tenía más que un par de zapatos. Si los hubiese llevado al zapatero habría tenido que pasarme dos o tres días en la cama, cosa que no me era posible. Así, seguí llevándolos, y para colmo, cuando llovía, los notaba romperse lentamente, hacerse blandos e informes, y sentía el frío del empedrado bajo las plantas de los pies. Es por eso por lo que incluso ahora  llevo siempre los zapatos rotos, porque me acuerdo de aquellos y, en comparación, no me parecen tan rotos, y si tengo dinero prefiero gastármelo en otras cosas, porque los zapatos ya no me parecen algo muy esencial.”

Poderosa resulta igualmente la antropomorfización de la ciudad en la que vivió;  la ciudad se convierte en el amigo perdido tan querido, sirve para resucitar el recuerdo a través de su paseo por la misma, cada esquina como un recuerdo; esta humanización da empaque al objeto revelando inusitados sentimientos, podemos imaginar cómo siente su ciudad de una manera muy viva:

“Ahora nos damos cuenta de que nuestra ciudad se parece al amigo que hemos perdido y que tanto la amaba;  es, como era él, laboriosa, ceñuda en su actividad febril y terca, y, al mismo tiempo apática y dispuesta a holgazanear y a soñar. En la ciudad que se le parece, sentimos revivir a nuestro amigo dondequiera que vayamos. En cada esquina y en cada vuelta creemos que puede surgir de repente su alta figura con el abrigo oscuro de trabilla, el rostro oculto tras el cuello, el sombrero calado hasta los ojos.”

ginzburgfumandoEspecialmente hermosa me resulta su aparente incapacidad para formarse en la cultura, sobre todo porque, gracias a sus recuerdos y emociones tenemos sus libros y ese hecho es, sin lugar a dudas, parte de nuestra cultura:

“Por el contrario, él ha sabido formarse una cultura, se ha formado una cultura de todo aquello que ha provocado su curiosidad; y yo no he sabido formarme una cultura de nada, ni siquiera de las cosas que más he amado en mi vida: han quedado en mí como imágenes dispersas, alimentando mi vida de recuerdos y emociones, sí, pero sin llenar el vacío, el desierto de mi culpa.”

Su percepción de la guerra es una percepción muy distinta a la habitual; esta percepción se acerca a esas actitudes que quería destacar la premio nobel Svetlana Alexiévich en La guerra no tiene rostro de mujer; alerta sobre  su carácter inmutable, no se puede curar uno de ella, ya que después de ella todo es distinto a todos los niveles; lo bueno es que calibra las consecuencias del fenómeno bélico a través de su resistencia a la mentira; no teme decir la verdad y pregonarla a los cuatro vientos:

“No nos curaremos nunca de esta guerra. Es inútil. Jamás volveremos a ser gente serena, gente que piensa y estudia y construye su vida en paz. Mirad lo que han hecho con nuestras casas. Mirad lo que han hecho con nosotros. Jamás volveremos a ser gente tranquila.

Hemos conocido la realidad en su aspecto más tétrico. Ya no nos produce disgusto. Todavía hay quien se queja de que los escritores utilicen un lenguaje amargo y violento, de que cuenten cosas duras y tristes, de que presenten la realidad en sus términos más desolados.

Nosotros no podemos mentir en los libros ni podemos mentir en ninguna de las cosas que hacemos. Acaso sea el único bien que nos ha traído la guerra. No mentir y no tolerar que nos mientan los demás. Los que son mayores que nosotros siguen muy enamorados de la mentira, de los velos y de las máscaras con que  se cubre la realidad. Nuestro lenguaje los entristece y los ofende. No comprenden nuestra actitud ante la realidad. Nosotros estamos próximos a las cosas en su sustancia. Es el único bien que nos ha dado la guerra, pero nos lo ha dado sólo a nosotros, los jóvenes. A los que son mayores les ha dado inseguridad  y miedo.”

Cuando habla de su oficio lo hace por comparación de emociones y sentimientos, sabe que le gusta escribir por oposición; el resto de trabajos no le gustan porque se siente incómoda, e incluso, pierde el sentido:

“Mi oficio es escribir, y lo sé bien y desde hace mucho tiempo. Espero que no se me interprete mal: no sé nada sobre el valor de lo que puedo escribir. Sé que escribir es mi oficio. Cuando me pongo a escribir, me siento extraordinariamente cómoda y me muevo en un elemento que me parece conocer extraordinariamente bien, utilizo instrumentos que me son conocidos y familiares y los siento bien firmes en mis manos. Si hago cualquier otra cosa, si estudio un idioma extranjero, si intento aprender historia, o geografía, o taquigrafía, o intento hablar en público, o hacer punto, o viajes, sufro y  me pregunto continuamente cómo harán los demás estas cosas, me parece siempre que debe de haber una forma mejor de hacerlas que los demás conocen y que a mí me es desconocida. Y me siento sorda y ciega, y noto como una náusea dentro de mí.”

Casi sin querer expresa  sus miedos: el saber que el hombre es valorado de diferente manera que la mujer; le aterrorizaba demostrar que se pueda saber que es mujer, de ahí que escogiera personajes masculinos; bastante sintomático de esta situación es que escogiera como herramientas de caracterización la ironía y la perversidad; de hecho de esta manera asocia al hombre con dichas formas, no es casualidad que utilice esta comparación:

“La ironía y la perversidad me parecían armas muy importantes en mis manos; me parecía que me servían para escribir como un hombre porque entonces deseaba ardientemente escribir como un hombre, me daba pavor que a través de las cosas que escribía se pudiera inferir que era mujer. Los personajes que creaba eran casi siempre hombres, para que fueran distintos y lo más alejados posible de mí.”

El siguiente párrafo me resultó ciertamente inusual, ya que identifica su satisfacción y felicidad con un alejamiento de la realidad,  y, precisamente este alejamiento (más frío aunque lúcido) le sirve como aliento creador a la hora de configurar personajes y tramas distintos; nuevas historias con diferentes perspectivas, como las que ella nos ofrece en sus relatos: 

“He dicho que entonces, cuando escribía lo que yo llamaba novela, era una época muy feliz para mí. […] Entonces era feliz de un modo pleno y tranquilo, sin miedo y sin angustia, y con una total fe en la estabilidad y en la consistencia de la felicidad en el mundo. Cuando somos felices, nos sentimos más fríos, más lúcidos y distanciados de nuestra realidad. Cuando somos felices, tendemos a crear personajes muy distintos de nosotros, a verlos bajo la gélida luz de las cosas extrañas, apartamos la vista de nuestra alma feliz y satisfecha y la fijas sin piedad en los demás seres, sin piedad, con un juicio despreocupado y cruel, irónico y soberbio, mientras la fantasía y la energía inventiva actúan con fuerza en nosotros. Logramos inventar personajes con facilidad, muchos personajes, fundamentalmente distintos de nosotros, y logramos escribir historias sólidamente construidas, como secadas bajo una luz clara y fría.”

El pequeño relato que da título a la antología nos ofrece una perspectiva muy distinta del habitual “fiel en lo pequeño, fiel en lo grande”; Ginzburg considera por el contrario que donde hay que educar es en las grandes virtudes; no le falta razón con respecto a la falta de peligro y compromiso de las pequeñas y de ahí que predique la educación de las grandes, también es cierto que nunca será tarea fácil: 

“Por lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia , sino la franqueza y el amor por la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo del éxito, sino el deseo de ser y de saber.

Sin embargo, casi siempre hacemos lo contrario. Nos apresuramos a enseñarles el respeto a las pequeñas virtudes, fundando en ellas todo nuestro sistema educativo. De esta manera elegimos el camino más cómodo, porque las pequeñas virtudes no encierran ningún peligro material, es más, nos protegen de los golpes de la suerte.”

Me gustaría terminar con un sentimiento que define a la perfección cómo es relacionarse con los demás, sobre todo porque destaca el abanico de dicotomías que supone siempre cualquier relación humana, saberlo ayuda a comprender la verdadera naturaleza humana, contradictoria pero exigente; capaz del momento más horrible así como del más bello: 

“Las relaciones humanas deben descubrirse y reinventarse todos los días. Debemos recordar siempre que toda clase de encuentro con el prójimo es una acción humana y, por lo tanto, es siempre mal o bien, verdad o mentira, caridad o pecado.”

Cuánta satisfacción me espera a la vuelta de la esquina al descubrir el resto de libros de esta magnífica escritora.

Los textos provienen de la traducción de Celia Filipetto de Pequeñas virtudes de Natalia Ginzburg  para la editorial Acantilado.

Fajas Marzo 2016. Cuando la faja esconde el libro…

Hay que reconocer que algo está pasando con las fajas, nos pueden gustar más o menos, pero es indudable que la editorial lo utiliza de diferentes formas para llamar la atención de los lectores, y estas formas, como ya llevo comentando en los diversos posts que he puesto por aquí, evolucionan de formas muy distintas hasta hablar claramente de una “ingeniería de fajas” o “fajología”, como os guste más. Este mes os traigo las siguientes, gracias como siempre a aquellos que, desinteresadamente, me alertan sobre ellas (Devaneos, Mikel, Jonatan, José Luís… etc…), sin su atención está sección no podría ser más o menos regular. A mí no me da tiempo a ir buscando.

PeterMaySalamandra Black ya es uno de los clásicos en este post, en su intento de promocionar un catálogo extraño como el que están sacando, su faja amarilla siempre nos trae pequeñas joyas de este arte de escribir frases en una faja. Esta vez, para conseguir vender a Peter May (autor que no ha gozado de demasiada suerte anteriormente en otras editoriales) como autor policíaco, pasan del género para ensalzar su generalidad: “Un escritor al que seguiría hasta los confines de la tierra”.  Frase que puede servir para casi cualquier autor, demasiado típica y poco particularizada, sinceramente, desganada, el argumento de autoridad viene por la fuente, una publicación de prestigio. Se lo han currado mejor antes.

-Tampoco se ha currado mucho Pretexto la segunda edición de El hombre que amaba a los niños de Christina Stead, dos frases CbkXS0JVAAE3yB-generales puestas en los labios de dos autores de un prestigio reconocido por los lectores. En primer lugar “Una proeza, un milagro, un libro que no olvidarán jamás” dicha por Almudena Grandes, autora española de mucho tirón, me ha faltado un logro para recorrer todos los lugares comunes, poca chicha para una escritora. Claro que, peor es la segunda frase “Una de las mejores novelas del siglo XX” esta vez en las manos de Franzen, me temo que dicha por él me aleja más que acercarme a la obra. No dudo, de todos modos, que pueda funcionar.

Lamujerdelreloj-Afortunadamente tenemos a Ediciones B para regalarnos  una faja ocurrente para definir al autor revelación del año, Álvaro Arbina y La mujer del reloj; olvidemos la frase del medio, ya conocida para centrarnos en las otras dos. Hay que recordar que se trata de presentar a un autor nuevo en su primera novela. La tercera frase, de un autor de tirón como Mikel Santiago (especialista en homenajear a  Stephen King), va a tope: “Un gran debut con ecos de Ken Follet y Alejandro Dumas”, dejando bien claro el público al que va, aquellos lectores de los famosos pilares unidos a las aventuras del creador de los mosqueteros. A este tipo de público le encanta que las obras aparenten rigor y documentación, de ahí la segunda frase que no he comentado. La primera, que he dejado para el final es gloriosa: “Memorice este nombre: Álvaro Arbina. Dentro de poco podrá decir “yo lo sabía primero”. Lógico que aparezca la primera, cualquier lector que se encuentre con este libro tiene que sentirse exclusivo, en unos meses será famoso y yo puedo decir que lo sabía antes que nadie. Imaginad el orden de las frases, está muy bien pensado, la primera impacta, la segunda presenta sus armas (rigor, documentación, Axatambientación) y la tercera establece la comparación con autores conocidos. Es un paradigma que demuestra lo bien pensadas que están a veces.

-Quería poner otro ejemplo de debut , en este caso de un thriller (La última salida de Axat) para que podáis ver las diferentes estrategias utilizadas según el género; la primera frase tiene que impactar nuevamente, el autor es nuevo, hay que darle empaque, Destino, muy experimentada, no se corta: “No dejes que te lo cuenten. Descúbrelo tú mismo. El mejor thriller que leerás este año.”

Nuevamente llama a la exclusividad, a descubrirlo por uno mismo y la hipérbole es de libro, el mejor de este año, ni más ni menos. En cuanto a los argumentos que esgrimen, cuantitativos, son contundentes de dos diferentes índoles: los han comprado en 25 lenguas (no países ojo, lenguas abarca más) y va a haber película en Hollywood… para qué queremos más. Y acaba de salir y es nuevo. Habrá que comprobar si funciona tan bien como promete.

Cicatriz-Dejo para el final dos fajas de la misma editorial, Anagrama, de la misma autora, Sara Mesa, para dos obras distintas. Empiezo por la faja para cuarta edición de Cicatriz, no acabo de entender la evolución de esta faja, os aseguro que empezó pequeñita, ligera, como la de la Mala letra que pondré después, pero van pasando las ediciones y se ha hecho mayor, hasta llegar a tapar casi por entero el libro. Las frases son de todo tipo y entran blogueros.. dentro de poco no descarto que aparezcan lectores anónimos de twitter o amazon como han hecho otros (enlace). Esta profusión de frases, premios opiniones puede ser por diferentes motivos:

-Si tienes que poner tanta frase para demostrar que tiene muchísima calidad, ¿no será porque, en realidad, no es tan buena como parece?

-A pesar de la cuarta edición, da la impresión de que deben ser cortas, si de verdad vendiera tanto, ¿necesitaría que la faja creciera más y más? En la siguiente edición dará la vuelta al libro.

-Como decía un editor muy acertadamente, ¿será que la portada era muy fea y prefieren taparla? ¿No sería más fácil cambiar la portada?

Malaletra-Siguen queriendo llamar la atención sobre la autora precisamente ahora que sale un segundo libro de ella. Lo que nos lleva a la segunda faja, que, oh sorpresa, es una hermanita pequeña de esta que utiliza las mismas frases de Chirbes y Guelbenzu (transitar lo conocido, ¿van a utilizarlos con cada libro de Sara Mesa? Este recurso lo utilizan todas las editoriales, todo sea dicho) y adaptan la frase en mayúsculas que abría la famosa faja de Cicatriz, poniendo simplemente dos enlaces: Al principio CON  “LA AUTORA DE CICATRIZ, SELECCIONADO POR EL PAÍS, …” y al final “NOS DESLUMBRA AHORA CON MALA LETRA Y SU ESCRITURA INDÓCIL, LIBRE Y ACELERADA, QUE ARAÑA Y RASGA LA MEMORIA”, que supone la única frase original de toda la faja, todo lo anterior ya lo habíamos visto. Tengo la impresión de que en próximos meses vamos a tener más modificaciones dentro de esta historia y también estoy seguro de que lo contaré por aquí.

Espero que os hayan gustado.

Un abrazo y ¡buenas lecturas!