“Winesburg, Ohio” del escritor norteamericano Sherwood Anderson, es un ciclo de 22 relatos cortos ambientados en la imaginaria ciudad del medio oeste norteamericano Winesburg. El escritor, no muy conocido por estos lares, es uno de los padres del Modernismo Americano y es, desde luego hijo de esa época. Una época en la que palabras como “certeza”, “causalidad” y “unidad” estaban siendo sustituidos a marchas forzadas por otros como “probabilidad”, “relatividad” y “duda”. Con la influencia del “Spoon River Anthology” del también norteamericano Edgar Lee Masters (otra antología de cuentos), fue el escritor que transformó radicalmente la forma de entender y estructurar la narrativa breve. Es gracias a él que se empieza a acuñar la terminología “ciclo de relatos cortos”, ya que, aunque aparentemente el texto parece una sucesión de relatos breves, sin embargo, todos ellos, en su conjunto, pueden ser considerados una novela en toda su plenitud.
Cada uno de los relatos tiene como protagonista a uno de los habitantes del pueblo, y, fiel a su estilo, no crea cuentos a la antigua usanza (como por ejemplo Edgar Allan Poe) donde cada elemento del argumento se dirigía hacia un final donde crecía la tensión hasta conseguir un final sorprendente o emocionante. Se olvida un poco de estos elementos para centrarse más en la psicología de los personajes y donde los finales desafían las expectativas de los que los leen, un entramado de personas muy cercano a la realidad. En todos estos relatos la soledad y la falta de comunicación son elementos comunes a la vida de todos los personajes. Muchos de ellos sufren una “muerte en vida” de tipo psicológico (sólo hay que ver el caso de Elmer Cowley en el relato “Raro”, que siente que todo el mundo le rehúye y que se encuentra solo; o el del Reverendo Curtis Hartman y sus tentaciones sexuales, que le hacen cuestionarse su vida de sacerdocio), pero entonces tienen una epifanía (como Joyce en sus Dublineses con el que guarda una gran similitud) que les hace darse cuenta interiormente del significado de sus vidas. Con esta fragmentación consigue mostrarnos una realidad inabarcable, imposible de percibir en su totalidad. Una realidad no demasiado alejada de la que estamos viviendo ahora casi un siglo después.
El único protagonista que sale en casi todos los cuentos es el periodista George Willard, nexo de unión de todas las historias y personajes, y del que vamos viendo una evolución, a la manera de los “Bildungsroman”, personaje que significa la estabilidad para el resto de habitantes del pueblo, no siendo en realidad así, ya que también tiene sus ansias y sus dudas.
Sherwood Anderson elige para contar esta historia un aparente narrador omnisciente (dado que en realidad él tampoco conoce todo lo que está ocurriendo) y usa la ironía con frecuencia para mostrar los conflictos internos que se dan en todos los personajes. El estilo resulta sencillo en el lenguaje, sin demasiadas complicaciones lingüísticas, metáforas adecuadas y sin enrevesar las estructuras sintácticas.
Aparte de su innegable influencia en escritores posteriores: Hemingway, Faulkner, Steinbeck , Salinger (ahí está su ciclo de relatos sobre la familia Glass, que conforman una novela en sí)… La obra es excelente, con algunos relatos buenos, y otros magníficos. Además nos muestra la desmitificación del “ideal jefersoniano”, esa sociedad rural utópica y sus ideales, para darnos paso a una realidad diferente donde predomina la incomunicación, la soledad, la alienación de la persona, el conflicto de la persona ante una sociedad poco hospitalaria y que se tecnifica constantemente. Una obra colosal, a pesar de su amargura, y de una vigencia total hoy en día.