En este post hablé extensamente del poeta surcoreano Ko Un; a propósito de la lectura de “Ananda. 108 poemas Zen” opto por la simplicidad. Que mis palabras no emborronen la claridad y la sapiencia de cada verso del autor oriental. Que me convierta en simple transmisor de su obra. Una obra sencillamente magistral en su minimalismo aunque sin exención de lirismo. Bastan tres reflexiones del prólogo de Jesús Ferrero para introducirse en este libro:
“Estos sutras modernos salidos de la mente diáfana y turbia de Ko Un, son también una escritura flotante y transparente, que hiere y acaricia, que hiela y quema a la vez, y que convida a disfrutar en profundidad de la vida de la mente y de la vida de la piel.”
“[..] la buena poesía no exige que la entendamos, exige que entremos en ella como quien entra en su casa (lo más propio) y como quien entra en el mar (lo más ajeno). Así hay que entrar también en Ananda: Cada poema es un atolón que pide que nos hundamos en su laguna para ver la luz que surge del mismo fondo, y es que la llave que abre el sentido y el sinsentido de cada composición está casi siempre en el último verso, que ilumina de forma inesperada los versos anteriores y que convierte cada poema en una pequeña revelación, en un pequeño satori.”
“Acabo de darte las claves fundamentales para adentrarte en este archipiélago de ciento ocho islas afortunadas y te juro que no necesitas más. Ya sólo me queda desearte una feliz navegación. Cuando llegues al último poema, se sentirás despojado de gravedad y pesadumbre. Los poemas de Ko Un, que sin embargo no ocultan verdad alguna, son un antídoto contra el sentimiento tétrico de la vida y el sentimiento trágico de la existencia.”
A partir de aquí sólo quedan los versos de Ko Un:
“Bebé”
Antes de tu nacimiento
Antes que tu padre
Antes que tu madre
Tu balbuceo ya estaba ahí.
“Sala de meditación”
Intenta sentarte
No sólo un Kalpa
Sino durante diez Kalpas,
Ninguna iluminación llegará
Simplemente diviértete
Con tus angustias e ilusiones
Entonces levántate
*Un kalpa es el número de años que tardan el Cielo y la Tierra en completar un ciclo de terminación y renacimiento, la mayor unidad de tiempo concebible.
“Simplemente”
Se dice que seguimos
El camino que cada uno ha tomado
Porque alguien nos dijo que lo tomemos
Se dice que el agua que fluye simplemente
por el valle
Está fluyendo
Porque alguien le dijo que lo hiciera
Qué pobre es la sabiduría humana
“Verano”
Los veranos siguen al sol
Ciegos
Las campanillas se abren a la luz de la luna
Ciegas
¡Qué locura!
Esto es todo lo que saben
Las libélulas vuelan por el día
Los escarabajos por la noche
“Una siesta”
El mundo reposa en el útero
Aquello fue un buen sueño
Ahora quisiera salir afuera
Llorar. Eso es todo.
¿Verdad que no hace falta nada más?
Los textos provienen de la traducción del coreano de Jong Kwon Tae (revisada por Isabel R. Cachera) de “Ananda. 108 poemas Zen” de Ko Un para la Editorial Casariego.