“¡Abajo el colejio!” de Geoffrey Willans y Ronald Searle

abajocolejioSolo puedo aplaudir ante la publicación, si todo va bien, de toda la serie de Nigel Molesworth y que se inicia con este “¡Abajo el colejio!, obra perpetrada con el ingenio conjunto de los dos autores, Geoffrey Willans, el escritor, y Ronald Searle, el ilustrador. Simbiosis es lo que podemos comprobar que se sucede en cada página que pasa. Estamos ante una obra en que los textos y las ilustraciones están tan unidos que es difícil separar una de la otra sin causar perjuicio a la percepción de la misma.

En el primer capítulo “Bueno, vamos hallá” tenemos la presentación del sátiro protagonista: “Yo soy este, Nigel Molesworth, el terror de San Custodio que es mi colejio. Es un sitio húmedo y cutre como voy a dejar claro (espero), aunque en realidad todos los colejios son iguales.

En San Custodio hay bastonazos, latín, geografía, historia, mates, geometría, directores, un perro que vive en el colejio, salchichas misteriosas, mi hermano molesworth-2 y sobretodo PROFES por todas partes.”

molesworthEste va a ser el tono del libro acompañado por ilustraciones excelentes del gran Searle que no harán más que acentuar el tono satírico de la narración; no nos engañemos, a pesar del tono lúdico, de divertimento, los autores no cejaron en su empeño de mostrar la decadencia de la enseñanza inglesa en la que había cosas que no iban del todo bien, empleando un eufemismo; esta denuncia se puede presentar de una manera panfletista; o bien, se puede presentar como lo hacen este par, con ingenio, locuacidad y saber hacer.

Por citar algún capítulo me quedo con el del capítulo 3 “un recorrido por los calabozos o los profesores uno a uno”  donde se describe de la siguiente manera, entrañable, a los profesores de literatura: “Los profesores de literatura lleban el pelo largo corbatas rojas y sueltan chorradas como “Wordsworth nos conduce al éxtasis” y “Dios mío molesworth, seguro que no era su intención escribir una frase semejante”. Para los deberes siempre te mandan una redacción, si es que se les ocurre algún tema.”

En la siguiente ilustración podemos observar la capacidad de expresar los gestos que Searle tenía, con los impagables textos de Willans en ese intento de categorización de profesores por parte del advenedizo e informal Molesworth.

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Es muy divertido el capítulo 7  “la comida en el colejio o asta preferiríamos bacalao”, donde el locuaz alumno denuncia la hipocresía de sus compañeros a la hora de la comida:

“Algunos chicos nunca hablan mal de la comida de el colejio. No es por que tengan buenos modales. Me gustaría recordar a esos canallas y sinvergüenzas sus caras de asco y sus lloriqueos cada vez que les ponen delante otra de las salchichas especiales de el colejio.

Cuando se enfrentan a uno de esos asquerosos trozos de carne que ni el perro probaría los hay que ponen cara de que no les gusta pero luego se lo comen todo sin rechistar.”

El único problema que se le puede sacar al libro es que se hace demasiado corto, pero no hay tiempo para aburrirse con él; textos excelentes, ilustraciones ingeniosas, empaste, composiciones de páginas a cuál más divertida, y crítica de fondo. No quiero, eso sí, dejar de reseñar la fantástica traducción de Jon Bilbao; en este caso, por las peculiaridades fonéticas de Molesworth al hablar, es bastante difícil transmitir esos fallos de un idioma a otro y tengo que reconocer que el efecto, en mi opinión, es el deseado y está muy logrado.

En conclusión, una muy buena lectura para pasar un rato ameno; por momentos, descacharrante.