Recordemos de la wiki, la definición y origen de musa:
“En la mitología griega, las musas (en griego antiguo μοῦσαι mousai) eran, según los escritores más antiguos, las diosas inspiradoras de la música y, según las nociones posteriores, divinidades que presidían los diferentes tipos de poesía, así como las artes y el amor.”
Me viene muy bien traer a colación este concepto al hilo de la publicación del poemario Nu)n(ca del mexicano Luigi Amara (ensayista, poeta y escritos de libros infantiles). La musa no tiene por qué ser algo real sino el modo en que muchas veces nos sentimos inspirados a la hora de escribir algo. Sin embargo, en el caso de Amara, sí que utiliza un elemento para reflexionar sobre él, en este caso la foto de Onésipe Aguado Mujer de espaldas que actúa, en este caso, como catalizador de la inspiración poética:
Amara, durante las páginas que ocupa Nu)n(ca, llevará hasta sus últimas consecuencias lo que es observable y lo que no lo es tanto, así como las consecuencias de esta observación visible/oculta; la espalda que nos ofrece la modelo le lleva a una reflexión sobre su actitud al respecto a la vida, un cierto inmovilismo por comparación con respecto al resto:
“Darle la espalda a todo:
eso
es tener estilo. No azotar la puerta, no
escapar con zancadas teatrales,
simplemente voltearse.
Que otros elijan los riscos
susurrantes,
las ruinas
de la noche en su último desplome;
aquí es el grado cero,
el vacío por diorama,
vieja zona del no
sin más explicaciones,”
La foto con la modelo de espaldas se convierte en un microcosmos del mundo, detenido en un instante, un instante maravilloso que no deseamos que pase de ninguna manera, solo si ella se da la vuelta podríamos hacer que se terminara, pero no es lo deseable, hemos alcanzado la sublimidad:
“El mundo detenido en su destello.
Paladeando el instante en que deseamos
–con tal intensidad, que incluso
temimos darle consistencia
de grito-,
que ella se dé vuelta,
que escuche
nuestro llamado inexistente.
Pero no.
Por más que las preguntas
asedien su clavícula,
por más que dedos sin peso
rocen sus lóbulos negados,
el giro nunca llega,
En la siguiente frase de Magritte que Amara integra con el ritmo de su poema se encuentra la causa de la sublimidad, no es tanto lo que vemos sino lo que se nos oculta detrás de lo visible; no importa tanto lo evidente sino lo potencialmente visible, es en esa potencialidad donde se encuentra nuestro deleite, aquello que más anhelamos:
“René Magritte, decía, escribió:
“Todo lo que vemos oculta otra cosa, siempre queremos
ver lo que está oculto detrás de lo que vemos.”
Esa extraña que nos gustaría explorar porque no lo conocemos, territorio inexplorado que nos colma:
“La espalda habría de parecer
extraña, inexplorada,
como un paraje recién descubierto,
como una franja de la realidad
que nunca visitamos.
Como si fuéramos ciegos
a un color
y de pronto un artista
pintara todos sus cuadros
con el mismo, insospechado tubo de óleo”
Ese cuello al principio de la espalda que actúa como corte de lo que nosotros podemos llegar a ver; el anhelo de una belleza que nos estamos perdiendo por no ofrecernos su rostro:
“Sable, alfanje, cimitarra.
Sable, alfanje, cimitarra.
Y en el fondo, un cuello,
ese cuello.”
El cristal de fondo no actúa como reflejo, es esquivo y no nos refleja más que sombras que acentúan esa necesidad de conocer lo que no vemos, solo podemos aspirar a escuchar una música que nos ayuda a digerir un ansia que “Nunca” se va saciar:
“Tal vez es el cristal
que nos deja mirando
como moscas.
La sombra
japonesa al otro lado
del papel,
la cajita cerrada en que se escucha
la misma necia y desquiciada
música,
la tonada prisionera
de su loop,
pianola mínima
del nunca.”
Precisamente al no desvelar lo que no vemos no perdemos la esperanza de que sea sublime y que nos llene completamente:
“[…] porque no tiene rostro,
porque su rostro es todo aquello
que nos falta,
lo fijo que se escapa
en el torrente,
lo que no fue
–y vuelve-
como niágara negro,
lo que se filtra y deja rastro
de su polvo,
lo que no espera
y no tuvimos
y resbala,
lo que renuncia
y no tocamos
–pero mancha-,
lo que nunca.”
A lo mejor Amara nos está alertando de que para ser feliz no hace falta tener todo sino aspirar a tenerlo, y es en esta potencialidad donde radica nuestro afán. Y es ahí donde nos llevan sus versos, a un abismo de posibilidades que nunca nos decepcionan.