“El asiento del conductor” y otras obras de Muriel Spark

cubierta.inddLos años cincuenta en Gran Bretaña supusieron un cambio radical a la situación establecida anteriormente, era la post-guerra; y, a pesar de que se encontraban entre los ganadores del conflicto bélico, también eran cada vez más conscientes de que la posición de dominancia que pudieron tener en el pasado había cambiado; los actores eran otros y esto se reflejó, como no podía ser de otra manera, en las obras literarias.

Muchos de los escritores de la época mostraron en sus ficciones el anhelo por los tiempos pasados, auge y caída de un imperio; “Retorno a Brideshead” de Evelyn Waugh es un epítome del momento; lo malo es que la mayoría de autores tomaría este camino entrando en una monotonía que romperían con su creatividad y originalidad, escritores de la talla de William Golding y Muriel Spark, de la que hablaré a continuación.

Muriel Spark (1918-2006) estaba, sin embargo, más interesada en los límites más borrosos de las ambigüedades humanas; en ocuparse de las paradojas relativas a la libertad de cada individuo usando para ello la forma, más bien corrosiva, de la “comedia negra”; por citar alguna de sus obras maestras: “Memento Mori” (1959), “The Prime of Miss Jean Brodie” (“La plenitud de Miss Brodie”)(1961), “The Driver’s Seat”(“El asiento del conductor”) (1970) y “A Far Cry from Kensington”(“Muy lejos de Kensington”) (1988).

En el prólogo a la imprescindible “El asiento del conductor”, Eduardo Lago comenta con respecto a sus obras: “En sus novelas nos encontramos con elementos ciertamente insólitos, narradores de ultratumba, miembros de la cámara de los Lores incapaces de perpetrar un parricidio a derechas, abuelas contrabandistas que ocultan un alijo de diamantes en la miga de pan…”; y cómo es el mundo que nos pinta Muriel Spark: “Estamos en un mundo en el que nada es lo que parece, un mundo muchas veces violento, en el que lo cómico convive con lo macabro y en el que el mal y la muerte nunca están muy lejos.”memento mori

Estos comentarios se aplican de manera consistente a esta pequeña pero intensa obra, donde se producen prolepsis continuas de un narrador omnisciente: “Mañana por la mañana la encontrarán muerta de múltiples heridas de arma blanca, las muñecas atadas con un pañuelo de seda y los tobillos sujetos con una corbata de hombre, en los terrenos de una villa deshabitada, en un parque de la ciudad extranjera donde la conduce el vuelo en el que embarca ahora mismo por la puerta 14”.

La obra es ciertamente desasosegante, se caracteriza por una inevitabilidad a la que nos vemos abocados sin poder hacer nada más que estremecernos, realiza una deconstrucción de la novela policíaca, se sabe el final ya, se anticipa por varios comentarios, importará más el cómo se llega a ello. Subvertir las reglas del género, esta es la Spark audaz, diferente, creadora de historias diferentes de lo reinante.

En contraste, en “Memento mori”, todo comienza con una llamada telefónica a Lettie Colston, una frase que servirá de hilo conductor: “Recuerde que debe morir”. Los protagonistas, octogenarios y septuagenarios, con sus vidas al límite y una amenaza de fondo; hay algo de relato policíaco pero nuevamente cambiando las reglas, los puntos de vista se suceden, caracterizando inefablemente cada uno de los personajes de la obra, hay humor, desde luego, pero es negro, irónico.

La amenaza de esta muerte futura les hace replantearse su vida, en boca de Henry Mortimer, el detective crepuscular: “-Si pudiese volver a vivir mi vida,  me crearía el hábito de prepararme mentalmente todas las noches ante la idea de la muerte. Por así decirlo, prepararía la rememoración de la muerte. Es la práctica que más intensidad le da a la vida. La proximidad de la muerte no debería tomarnos por sorpresa. Debería ser parte de la expectativa total de la vida. Sin un sentido constante de la presencia de la muerte, la vida es desabrida. Sería lo mismo que vivir alimentándose con clara de huevo.”

Esta impresionante escritora buscaba removernos en nuestras entrañas, innovar, construir al mismo tiempo; es más que necesario no olvidar que la tenemos disponible, para disfrutar cada día de toda su obra, una obra, en mi opinión, imprescindible.