En su maravilloso afán de publicar todo lo que escribió Charles Dickens, lo último publicado por Alba es ciertamente curioso, es importante conocer la descripción de la editorial que informa sobre la gestación de este “Estampas de caballeretes y de parejitas/Estampas de señoritas”:
“El éxito en 1837 de Estampas de señoritas de William Caswall, un oscuro humorista que escribía con seudónimo, empujó a Charles Dickens a publicar una réplica anónima, Estampas de caballeretes (1838), dedicada a «las señoritas del Reino Unido». En ella acusaba amablemente a Caswall de cierta misoginia y se disponía a ampliar el repertorio al género masculino. En 1840, justo el día de la boda de la reina Victoria (16 de febrero), Dickens continuó el ciclo con Estampas de parejitas, preocupado por el peligro de «superpoblación» que podría acarrear el ejemplo del matrimonio real.”
En el libro en cuestión tenemos recopilados entonces las Estampas de señoritas que escribió en primer lugar Edward Caswall, coetáneo de Dickens, para a continuación poner las Estampas de caballeretes y las de parejitas. Del prefacio de Caswall podemos inferir, en su ironía, una cierta misoginia que desencadenaría la respuesta del segundo:
“A menudo hemos tenido ocasión de lamentar que, aunque en los últimos tiempos se haya consagrado tanto genio a la clasificación de los reinos animal y vegetal, se haya pasado por alto de manera total e inexplicable la clasificación de las señoritas. Y, no obstante, ¿quién dudaría de que esa hermosa parte de la creación ofrece tanta o más variedad que cualquier sistematización de la botánica publicada hasta la fecha? De hecho, la naturaleza parece haber exhibido, aquí más que en ninguna otra de sus obras, su incontrolable tendencia a desarrollarse con absoluta libertad; y, de ese modo, ha diversificado de forma bellísima la especie femenina, no solo en lo que se refiere a su inteligencia y su físico, sino incluso en cosas más importantes como los sombreros, los guantes, los chales y otras partes del vestido no menos interesantes.”
Después del prefacio dedicó varios capítulos a parodiar diferentes mujeres características; un par de ejemplos os pueden servir para haceros una idea, empezando por el de “La señorita poco agraciada”:
“En cualquier vecindario tolerable es seguro que haya cuatro o cinco especímenes de señorita poco agraciada, término con el cual nos referimos no solo a una mera falta de belleza, sino también a la apropiación y posesión, en mayor o menor grado, de cabellos rojizos, ojos saltones, dientes negros, viruela, barba y otros agradables etcéteras, que proporcionan en conjuntos a algunas de nuestras señoritas una patética figura que no es fácil olvidar.”
O el desternillante relato que tiene protagonista “La señorita frugal”:
“Hay un tipo nada infrecuente de señorita al que denominaremos “señorita frugal”. Esta hermandad parece vivir, según nuestras noticias, del aire, y de nada más. Nunca se las ve comer, y aun así son bastante corpulentas. Hemos visto ejemplares de ochenta y noventa kilos, lo cual no está nada mal para una señorita frugal. En las cenas dejan todo en el plato, después de haber probado un bocadito apenas suficiente para un gorrión. Observad con qué delicadeza sujetan el cuchillo y el tenedor, justo por el extremo del mango, de tal manera que, aunque estuviesen dispuestas a condescender el vulgar hábito de la comida, no podrían levantar más de un gramo de peso.”
Hay que reconocer que Caswall se desenvuelve en la descripción de las mujeres tipo y tenía una chispa de humor considerable, algunos de los retratos se convierten en una sucesión de gags a cual más tronchante que nos llevan a la sonrisa y hasta la carcajada. Adolece de originalidad en los planteamientos literarios pero desde luego te hace pasar un buen rato.
Dickens, sin perder de vista la posibilidad humorística, fue más allá, buscó, como suele ser habitual en él más niveles de lectura; gracias a Caswall planeó la verdadera caracterización de una sociedad como la victoriana, completando su visión pero con su inigualable estilo,; solo tenemos que ver el comienzo de su relato de “El caballerete con inquietudes políticas”, modelado como un cuento de hadas:
“Érase una vez –no cuando los animales hablaban y los burros volaban, sino en un período más reciente de nuestra historia- un lugar donde era costumbre no hablar de política cuando había señoras presentes. Si dicha costumbre hubiese perdurado, no habríamos podido dedicar un capítulo a los caballeretes con inquietudes políticas, pues las señoritas no habrían sabido qué tipo de monstruo es un caballerete de inquietudes políticas. Pero, como esta buena costumbre, al igual que tantas otras, se ha “perdido” y nadie sabe cuándo volveremos a encontrarla, y, dado que las señoritas aficionadas a la política no son precisamente raras, y que los caballeretes con inquietudes políticas son cualquier cosa menos escasos, nos vemos obligados, en el estricto ejercicio de nuestro más responsable deber, a no descuidar esa división natural de nuestro objeto de estudio”.
Recurso que no utilizará más en esta recopilación; al contrario, para describir “La pareja que se lleva la contraria” lo hace a través de un diálogo de lo más ocurrente:
“La pareja que se lleva la contraria no se pone de acuerdo en nada que no sea llevar la contraria.
[…]
-Es increíble que me lleves así la contraria, Charlotte –dice.
-¿Llevarte la contraria? –Exclama la dama-. ¡Qué típico de ti!
-¿El qué? –pregunta bruscamente el caballero.
-Pues afirmar que te llevo la contraria –responde la dama.
-¿Es que vas a decir que no me llevas la contraria? –replica el caballero-. ¿Qué no llevas todo el día llevándome la contraria? ¿Vas a negarlo?
-No niego nada –le contradice la dama sin inmutarse-, pero por supuesto te llevaré la contraria si te equivocas.”
La capacidad creativa de un Dickens efervescente, el de los primeros años, no tiene parangón; humor, caracterización de la sociedad, impulso social, estilo inconmensurable. Todo está unido en uno de los más grandes de la literatura universal.
Mención especial las magníficas ilustraciones/grabados de la época del ya conocido Phiz, contemporáneo de los dos escritores victorianos. Una verdadera delicia visual. El aderezo necesario para pasar un rato más que entretenido.
Traducción del inglés de Miguel Temprano García para esta edición de “Estampas de caballeretes y de parejitas/Estampas de señoritas” de Charles Dickens y Edward Caswall para Alba Clásica.