“El canto del cisne” de Edmund Crispin

En la dedicatoria inicial a Godfrey Sampson (profesor de composición que fue amigo y mentor de Bruce Montgomery (Edmund Crispin), este último le comenta su especial homenaje personal ubicando la obra policíaca con el incomparable telón de fondo de “Los maestros cantores de Nuremberg” debido a la admiración que ambos sienten por ella diciéndole: “Acepta esta historia, por tanto, aunque solo sea por el escenario, y como un aperitivo hasta el día que esta obra maestra de Wagner regrese al Covent Garden… sin los espantosos contratiempos que se narran en las siguientes páginas, esperemos.”

cantocisneImaginaos mi caso, en un blog como este, muy aficionado a la ópera, como podéis comprobar si echáis un vistazo por él, que la obra de este singular escritor, que ya conocí en la fantástica “La juguetería errante” de la que ya hice una reseña disponible por aquí; me encontraba con que la ambientación iba a ser la indicada en esa dedicatoria. Cuánto podía esperar de ella y, en efecto, no me defraudó como paso a comentar.

Las primeras frases son ilustrativas del estilo, mordaz y dicharachero, del escritor inglés, y nos retrotraen a la anterior, donde el sentido de humor era una nota constante a lo largo de la narración:

“Pocas criaturas hay en el mundo más estúpidas que un cantante. Es como si el ajuste milimétrico de la laringe, la glotis y los senos bucofaríngeos que se precisa para la generación de sonidos hermosos tuviera que venir acompañado casi invariablemente –oh cuán inescrutables son los caminos de la providencia- de la estulticia propia de un ave de corral.”

En la segunda página los personajes protagonistas están haciendo “El caballero de la Rosa” de Strauss, los chistes literarios de la primera entrega se atenúan en cantidad para jugar con los chistes musicales de profunda sapiencia de un escritor que se nota que conoce el género y que no duda en intercambiar las personalidades de los roles operísticos con los protagonistas de la novela según está va avanzando, e incluso jugar con los paralelismos entre las tramas de las óperas que va citando y la propia acción.

Con la aparición del divertido Fen (“Se abotonó hasta el cuello la enorme gabardina en la que iba embutido, y se ajustó su extraordinario sombrero. Tenía cuarenta y tres años, y era enjuto, larguirucho, con ojos azules y un pelo castaño que intentaba alisarse a base de agua, aunque con poco éxito.”) y la muerte del odioso bajo, tenemos todos los ingredientes para montar un cóctel suntuoso que ofrece equilibradamente: buen humor, metáforas/juegos literarias/os y musicales y una buena trama policial en la más insigne tradición inglesa de las novelas de detectives.

Crispin no se cortará para demostrar su conocimiento del mundo de la ópera y de las propias obras como se puede comprobar en el siguiente texto que emparenta directamente con la obra de Wagner anteriormente mencionada:

“Adam fue a buscar un teléfono. Abajo, la orquesta empezaba a interpretar el tercer acto; el oboe en “la” zumbaba, rodeado por quintas justas; las flautas se entregaban a un brillante virtuosismo; la tuba se quejaba con tono lastimero.”

Que no se asusten, eso sí, los profanos en la materia, todo es muy asequible aunque no se tenga el conocimiento más profundo, y las notas del traductor José C. Vales, ayudan muchísimo para no perderse entre tanta obra y cantante. Además, Crispin no deja que esta multirreferencialidad ahogue una trama que, sin ser innovadora en el planteamiento, sin embargo, desemboca en un ingenioso final acorde al talento que tenía el escritor.

Las obras de este sátiro se convierten, gracias a la publicación de Impedimenta (que esperamos que continúe), en referencias del género policíaco, ingeniosas, divertidas, buena literatura para disfrutar un buen rato.