Lo negro otra vez: Daly, McBain y Bradley. Mezcla policíaca diversa

y-tu-que-clase-de-madre-eres-9788439728191Vuelvo, después de un tiempo a realizar una recopilación de reseñas breves de novela negra. En efecto, muchas veces uno lee tantos libros que no llega para poder escribir una reseña de cada uno de ellos. En esta ocasión el nexo que une a esta recopilación son las novelas policíacas, uno de mis temas favoritos.

La mezcla que os traigo hoy, y que he leído en los últimos días, es diversa, la ordenación es estrictamente cronológica; la calidad alta o muy alta. Buenas muestras de cómo realizar buena novela policíaca de diferentes maneras, unas centrándose más en lo detectivesco, otras en el hardboiled.

La primera opción es “¿Y tú qué clase de madre eres? de Paula Daly  que acaba de salir en la curiosa colección de Roja y Negra. Curiosa porque los escritores que pertenecen a ella tienen ciertamente estilos y temáticas bastante diversos. De hecho, esta novela se encuadra en un tipo de novela actual que, a priori, está más enfocado para lectoras femeninas (en España lo han querido llamar “femicrimen”… ). Independientemente de las etiquetas, creo que es una novela que se puede disfrutar por cualquier género por todas sus implicaciones.

Todo comienza con la desaparición de Lucinda, la amiga de la hija de una de las grandes protagonistas, Lisa Kallisto, que se convierte en una de las voces que utiliza la escritora para avanzar la acción; la configuración del personaje es imprescindible para el devenir de la historia:

“Al llegar a casa, me meto en la cama. Me tapo la cara con las mantas y me acerco las rodillas al pecho, en posición fetal. Y entonces es cuando me asaltan los verdaderos malos pensamientos. La reciente desgracia se mezcla con el antiguo autodesprecio. Con aquel otro error del pasado cargado de culpa que aún no he logrado perdonarme a mí misma. Sucedió hace cuatro años”

Ya que sirve para avanzar la trama además de para configurar la parte más “femenina”: esa acción pasada que tiene que ver con su evolución y la carga de una culpa difícil de superar.

Junto a ella tenemos otras dos voces, la del pedófilo criminal, despreciable en sí misma, caracterizada por hablar en cursiva; y la de la investigadora, Joanne Spinall, su descripción, a los ojos de Lisa es clarificadora de su normalidad, una normalidad que subvierte la belleza habitual de las chicas que pueblan estas novelas:

“Es una mujer maciza y regordeta, y va vestida con parka y zapatos planos. Cuando se quita el abrigo advierto que su aparente corpulencia se debe más que nada a la prominente delantera. Es morena, y lleva el pelo recogido con una coleta en la nuca. Unos mechones sueltos le caen sobre la cara. Debe de tener la misma edad que yo, unos treinta y siete. No lleva alianza.”

Aparte de la investigación, por detrás subyace un dolor latente relacionado con el papel de la mujer en la familia; la hipocresía de aquellos que nunca reflejan los problemas que surgen, para indicar que todo es un mundo feliz:

“Aunque fuera solo una vez –una sola-, me encantaría que alguna madre primeriza de las que salen en las revistas se descolgara diciendo: “Me está resultando muy duro. No es ni mucho menos como yo esperaba. No creo que vaya a tener otro… Además –esto añadido mientras moquea en un pañuelo-, mi marido no me ha ayudado en absoluto. Yo pensaba que iba a ser un padre maravilloso, pero ni mucho menos, todo lo tengo que hacer yo. La verdad es que se está comportando como un capullo.”

“-Todos tenemos algo que ocultar al resto del mundo. ¿Recuerdas? Todos queremos dar la imagen de familia perfecta, de que todo nos va bien. A mí… bueno… a mí me iba bien. Lo hice todo bien. Y aun así me salió mal. Y lo siento, Lisa, pero no estaba dispuesta a aceptarlo, qué quieres que te diga. He luchado por mi familia. He hecho lo que tenía que hacer.”

La novela se desenvuelve bien hasta un final que desmerece un poco el buen desarrollo. Aún así, tiene los suficientes elementos para proporcionar un entretenimiento muy razonable.

Los textos vienen de la traducción de Victoria Alonso Blanco de “¿Y tú qué clase de madre eres? de Paula Daly en Roja y Negra.

el-traficante-9788490064948Los dos siguientes libros tienen como protagonista a un clásico de la novela policíaca del que ya hablado por el blog alguna vez, es el caso de Ed McBain, pseudónimo de Evan Hunter y las novelas que representan la tercera y la cuarta entrega de su famosa serie del distrito 87. Se dio la casualidad que leí el cuarto antes que el tercero y ya os aviso de que es un error, porque desvela eventos que suceden en el anterior. Lo mejor: leerlos en el orden que os pongo a continuación:

“El traficante” es el tercero y vuelve a traernos al McBain de altos vuelos, una ciudad que podría ser cualquiera, una novela marcada por la coralidad y, cómo no, su prosa que alterna el lirismo con puñetazos en el estómago:

“El invierno compareció como un anarquista con una bomba.

Resoplando, ululante, con la mirada ida, descargó sobre la ciudad un frío que heló médulas y corazones.

El viento aullaba bajo los aleros y asaltaba al viandante en las esquinas, arrebatando sombreros y levantando faldas para acariciar con dedos gélidos el calor de los muslos. ¿Qué hacían los ciudadanos? Soplarse los dedos, subir el cuello del abrigo y ajustarse las orejeras. Se habían dejado arrullar por la letárgica agonía del otoño y ahora tenían el invierno encima, repiqueteándoles en los dientes con nudillos de hielo. […]

Aquel año, el invierno iba a ser una auténtica putada.”

Y todo ello con ese humor negro delicioso ante el que es imposible no caer rendido, como esta descripción del turno de medianoche; maravilloso paradigma de esa mezcla de humor y amargura de fondo:

“Por supuesto un cadáver anima un poco la monotonía del turno de medianoche, y está bien poder retomar el contacto con los amigos de Homicidios Sur, y puede que el fotógrafo lleve encima una colección de selectas postales “artísticas” que admirar; pero aun así, nadie siente verdadero entusiasmo por un suicidio a las dos y once de la madrugada. Especialmente si hace frío.

Y hacía frío, eso era un hecho innegable.”

La historia es violenta y dolorosa hasta la última página, sobre todo por las implicaciones de la investigación en uno de los policías involucrados; además, comprobamos la evolución de cada uno de los personajes que salieron en anteriores entregas, es sencillamente fabulosa.

Los textos provienen de la traducción de Pablo Álvarez Ellacuria.

el-estafador-9788490562550Y el cuarto, cuando todo parece que no se podría mejorar, lo vuelve a hacer, el inédito “El estafador” es casi perfecta, sin más, la descripción inicial de “la estafa” como crimen, ayuda a discernir por dónde irá la historia:

“Después de todo, siempre existe la opción de hacer las cosas con clase. Si consideras que el crimen es la manera más rápida, segura y emocionante de ganar mucho dinero en poco tiempo, hazlo con clase.

Dedícate a estafar a la gente.

No hace falta recurrir a la violencia.

No hace falta agenciarse un costoso juego de ganzúas.

No hace falta adquirir una pistola.

Tampoco es necesario trazar complicados planes para entrar y salir de un banco.”

Pero, contrario a lo que uno pueda pensar, su última aseveración:

“La vida, tomada desde un punto de vista algo cínico y sombrío, es como una gran estafa.”

La dota de enjundia, es más importante lo que parece; a pesar de que, inicialmente podría parecer un crimen menor.

En el camino McBain aprovecha cada página para indicar con todo lujo de detalles, pero sin resultar cansino, el procedimental policíaco, y, de esta manera reflexiona sobre el trabajo del día a día, sobre esa rutina tan necesaria.

“En aquel momento, Kling estaba dedicado a la rutina; y la rutina es la cosa más rutinaria que existe en este mundo.

La rutina es lo que hace que te laves la cara y te afeites y te laves los dientes por la mañana.

La rutina es meter la llave en el contacto, girarla, arrancar el coche y meter la primera antes de poder ir a ningún sitio.

La rutina es responder a una carta con un educado “Muchas gracias”, y responder a la subsiguiente carta de agradecimiento con otra carta para decir “De nada”.

[…]La rutina es el informe que redactas de vuelta en la comisaría. La rutina es un aburrimiento mortífero, y ni siquiera es soberano, y los detectives saben lo que es la rutina por triplicado, y ¡ay del detective que no tenga paciencia con la máquina de escribir, al margen de cuál sea su método de mecanografiar las cosas! Ese detective no durará mucho en la división.”

El final, con la implicación de la mujer de uno de los policías, es trepidante; cargado de tensión por la situación llevada al límite y que no se resuelve hasta prácticamente la última página. Un prodigio.

Los textos provienen de la traducción de Pablo Álvarez.

flavia-de-luce-y-el-misterio-de-la-gitana-9788408126362Para terminar un autor que, desgraciadamente, no está teniendo mucha suerte por aquí; sobre todo viendo que este tercer título de su serie de Flavia de Luce ha salido directamente en bolsillo y los dos anteriores están saldados o descatalogados. De hecho, es imperdonable que se me pasara por alto. Concretando, “Flavia de Luce y el misterio de la gitana” del canadiense Alan Bradley es un fantástico exponente de novela policíaca más centrada en lo detectivesco, donde la investigadora es la chisposa Flavia, una niña de trece años, verdadera alma de la historia y que aparece fantásticamente caracterizada, con buen humor y pequeñas pinceladas:

“Lo poco que sabía sobre Poseidón lo había sacado de la Mitología de Bullfinch, pues había un ejemplar de dicha obra en la biblioteca de Buckshaw. Era uno de los libros favoritos de Daffy, pero como no decía nada sobre química o venenos, en realidad no me interesaba.”

Nuestra encantadora personaje adora los venenos y la química y no se corta si tiene que contar mentiras:

“Si había algo que entendía más que el resto del mundo era el ocultamiento de pequeños pedacitos de verdad. No sería exagerado decir que yo era una eminente maestra en este arte.”

De fondo, las dificultades de la familia De Luce para mantener un status quo debido a las deudas.

“Sabía que, desde hacía un tiempo, el coste de mantener Buckshaw nos estaba llevando a la ruina, por no hablar de las tasas y del inminente impuesto de sucesión. Durante años, mi padre había conseguido mantener a raya a los “gruñones recaudadores”, tal y como él los llamaba, pero ahora los lobos debían de estar aullando de nuevo en la entrada.”

El caso, con reminiscencias sobrenaturales, está excelentemente llevado y hace que prácticamente devores las páginas. Muy buena propuesta para aquellos que tienden más a lo detectivesco, con menos énfasis en los elementos más “Hardboiled”.

Como podéis ver propuestas de todo tipo. Todo el mundo puede encontrar su libro.

Los textos provienen de la traducción de Elisabete Fernández Arrieta para “Flavia de Luce y el misterio de la gitana” de Alan Bradley.

“El canto del cisne” de Edmund Crispin

En la dedicatoria inicial a Godfrey Sampson (profesor de composición que fue amigo y mentor de Bruce Montgomery (Edmund Crispin), este último le comenta su especial homenaje personal ubicando la obra policíaca con el incomparable telón de fondo de “Los maestros cantores de Nuremberg” debido a la admiración que ambos sienten por ella diciéndole: “Acepta esta historia, por tanto, aunque solo sea por el escenario, y como un aperitivo hasta el día que esta obra maestra de Wagner regrese al Covent Garden… sin los espantosos contratiempos que se narran en las siguientes páginas, esperemos.”

cantocisneImaginaos mi caso, en un blog como este, muy aficionado a la ópera, como podéis comprobar si echáis un vistazo por él, que la obra de este singular escritor, que ya conocí en la fantástica “La juguetería errante” de la que ya hice una reseña disponible por aquí; me encontraba con que la ambientación iba a ser la indicada en esa dedicatoria. Cuánto podía esperar de ella y, en efecto, no me defraudó como paso a comentar.

Las primeras frases son ilustrativas del estilo, mordaz y dicharachero, del escritor inglés, y nos retrotraen a la anterior, donde el sentido de humor era una nota constante a lo largo de la narración:

“Pocas criaturas hay en el mundo más estúpidas que un cantante. Es como si el ajuste milimétrico de la laringe, la glotis y los senos bucofaríngeos que se precisa para la generación de sonidos hermosos tuviera que venir acompañado casi invariablemente –oh cuán inescrutables son los caminos de la providencia- de la estulticia propia de un ave de corral.”

En la segunda página los personajes protagonistas están haciendo “El caballero de la Rosa” de Strauss, los chistes literarios de la primera entrega se atenúan en cantidad para jugar con los chistes musicales de profunda sapiencia de un escritor que se nota que conoce el género y que no duda en intercambiar las personalidades de los roles operísticos con los protagonistas de la novela según está va avanzando, e incluso jugar con los paralelismos entre las tramas de las óperas que va citando y la propia acción.

Con la aparición del divertido Fen (“Se abotonó hasta el cuello la enorme gabardina en la que iba embutido, y se ajustó su extraordinario sombrero. Tenía cuarenta y tres años, y era enjuto, larguirucho, con ojos azules y un pelo castaño que intentaba alisarse a base de agua, aunque con poco éxito.”) y la muerte del odioso bajo, tenemos todos los ingredientes para montar un cóctel suntuoso que ofrece equilibradamente: buen humor, metáforas/juegos literarias/os y musicales y una buena trama policial en la más insigne tradición inglesa de las novelas de detectives.

Crispin no se cortará para demostrar su conocimiento del mundo de la ópera y de las propias obras como se puede comprobar en el siguiente texto que emparenta directamente con la obra de Wagner anteriormente mencionada:

“Adam fue a buscar un teléfono. Abajo, la orquesta empezaba a interpretar el tercer acto; el oboe en “la” zumbaba, rodeado por quintas justas; las flautas se entregaban a un brillante virtuosismo; la tuba se quejaba con tono lastimero.”

Que no se asusten, eso sí, los profanos en la materia, todo es muy asequible aunque no se tenga el conocimiento más profundo, y las notas del traductor José C. Vales, ayudan muchísimo para no perderse entre tanta obra y cantante. Además, Crispin no deja que esta multirreferencialidad ahogue una trama que, sin ser innovadora en el planteamiento, sin embargo, desemboca en un ingenioso final acorde al talento que tenía el escritor.

Las obras de este sátiro se convierten, gracias a la publicación de Impedimenta (que esperamos que continúe), en referencias del género policíaco, ingeniosas, divertidas, buena literatura para disfrutar un buen rato.

Policíacas Invernales

Se acerca el invierno, como diría uno que casi todos conocemos, y cómo no realizar una buena selección de novelas policíacas para esta época. Si el otoño ayudaba y estaba en consonancia con este género, no digamos lo que puede ser el invierno, al menos por el clima, aunque tengamos la alegría típica de las fiestas navideñas.

Es buen momento para acordarnos de autores poco comunes, quizá no hablemos de obras maestras, pero no todo tiene que ser excelso, hay que dejar cancha a otro tipo de novelas que enriquecen nuestras lecturas y consiguen que ganemos en capacidad lectora. Pasemos pues a estas recomendaciones:cruel_portada

Empiezo con el “Poesía Cruel” de Vicki Hendricks, es reseñable, en primer lugar, la forma, novedosa, de editar este libro; el editor de Es Pop Ediciones lanzó a través del portal Verkami un proyecto de “crowdfunding” para conseguir la financiación necesaria; consiste en ofrecer la edición a los lectores que quieran sufragarla y, al mismo tiempo, ofrecer recompensas de distinto valor según lo que aportes que compensen esta compra, aquí tenéis la web para echar un vistazo a las posibilidades que se ofrecían. De esta manera, aseguras que no tengas pérdidas en el caso de poder lanzarlo y, además, consigues adivinar cuál es el público potencial y seguro que está siguiendo esa colección en particular. En este caso (no siempre se consigue) las aportaciones sobrepasaron con creces lo necesario y así tenemos el libro en cuestión. En cuanto al contenido tenemos un “hardboiled” muy negro, con una protagonista femenina, la carismática prostituta Renata (“Algunos hombres solo quieren tu coño, otros quieren tu alma también. Yo solo vendo el coño… y es caro”), que es la verdadera alma de la novela caracterizada por escenas subiditas de tono casi en cualquier página que pases y un lenguaje a la altura de las circunstancias; para conformar un trama sencilla de seguir, ligeramente previsible, donde no importa tanto lo que ocurra como lo que cada personaje aporta a ella. En conclusión, erotismo a raudales (ríete tú de “50 sombras…”) y bajos fondos de amoralidad latente, razonable novela policíaca cargada de pasiones irrefrenables que solo pueden desencadenar desgracias.

el-caso-n-gustro-9788490063460El siguiente va a ser “El caso N’Gustro” del francés Jean Patrick Manchette, ha pasado mucho tiempo desde que RBA publicó la impresionante “Nada”, de hecho fue casi al principio y ahora hay más de 200 números; no ha gozado de mucha continuidad, pero por fin podemos ver una nueva novela suya, en este caso la primera que hizo individualmente y una de las novelas que dio inicio al neo-polar francés; Manchette asumió que el intento revolucionario de 1968 había fracasado y dio un giro radical que se confirmó con “Nada”: la necesidad de subvertir el orden capitalista estaba clara y centró los ataques en la izquierda incapaz, desactivada institucionalmente y al servicio del estado, telón de fondo de brutalidad y con la policía como brazo armado para ejecutarla con violencia. Todos estos temas están presentes en la novela que comenté primeramente, de incomparable sentido social y lucha anticapitalista con sentido autocrítico; la figura de Henri Butron, ultraviolento personaje (“siempre ha habido en mí una violencia que da pavor”) es la encarnación de esta lucha y la víctima del control estatal en un relato que juega con la no linealidad temporal (alternando entre el pasado y el presente) además de jugar con un humor muy negro y con la ironía de cada momento. Un estupendo relato, muy muy hardboiled, doloroso y reivindicativo.

la-hija-del-tiempo-9788490063330La última recomendación, a pesar de lo atípico, es “La hija del tiempo” de Josephine Tey, y la llamo atípica por dos motivos principales que hay que entender antes de afrontar su lectura: el primero de ellos es que se trata de una novela detectivesca pura y dura, más en la línea de Agatha Christie y el “Detection club” que en la de los Thompson, Chandler y compañía; la segunda consideración está relacionada con la trama histórica, es tremendamente exhaustiva en su exposición de la Inglaterra del siglo XV y se convierte, prácticamente, en un conglomerado de tramas palaciegas de la época. No en vano, casi al principio del libro, en una conversación entre un convaleciente Grant  y Marta, se establece la base de la novela: “-Sí, ya me figuro. Pero, ¿qué quieres averiguar sobre Ricardo III si no hay ningún misterio que investigar? -Quiero saber qué le ocurrió. Es el misterio más profundo con el que me he topado últimamente. ¿Qué le hizo cambiar casi de la noche a la mañana? Hasta el momento de la muerte de su hermano parecía una persona ejemplar y sentía devoción por Eduardo”. No podemos obviar el hecho según el cuál Grant estará postrado en cama durante toda la narración y se dedicará a desentrañar los misterios más recónditos de los personajes relacionados con Ricardo (sí, es el de “Mi reino por un caballo”) para, llegado el caso, demostrar o no su inocencia. A pesar de la falta de acción y de la, a priori, profusión de datos históricos, se lee con facilidad, muy fluidamente, y no resulta tan anacrónica como podría pensarse al principio; me quedo quizá con esta conclusión que el detective saca: “-No pienso volver a creerme nada de lo que lea en un libro de historia mientras viva.” Esto alienta mi necesidad de tener espíritu crítico cuando lees cualquier texto, espíritu que, últimamente brilla demasiado por su ausencia.

“El caso de los bombones envenenados” de Anthony Berkeley

En el prólogo de la edición inglesa de “The floating admiral”(1931), el presidente en la actualidad del Detection Club, Simon Brett, comenta a propósito de las novela negras en el momento presente que “they are certainly more psychologically credible than many of the works produced at that time. They are also more serious, sometimes even to the point of taking themselves too seriously. In crime fiction, noir is the new black”. Opinión generalizada y que tiende a denostar, en cierta manera, lo que fue la edad dorada de las historias de detectives, sobre todo ofreciendo los aspectos en los que se ha mejorado, sin duda esa credibilidad psicológica de los personajes y la seriedad de los aspectos tratados. De todos modos Simon utiliza este argumento a su favor para concluir que “Most of these differences could be seen as improvements but the one thing that has been lost with the passage of time is the sense of fun that used to be associated with crime fiction”, es decir, a pesar de que esas diferencias pueden ser vistas como mejoras, una cosa se ha perdido con el tiempo: ese sentido de la diversión que solía estar asociado con la ficción criminal.

La gran Dorothy Sayers, integrante destacada del Detection Club, comentaba “whether the detection game thus played for our own amusement will succeed in amusing other people also is for the reader to judge”, resaltando el hecho de que ellos lo hacían para divertirse y si eso divertía a otras personas, sólo el mismo lector podía juzgarlo. Ciertamente se lo debían pasar muy bien, y el propio Chesterton lo comentaba en un artículo sobre esta obra (incluido en la fantástica colección de artículos “Cómo escribir relatos policíacos” de Acantilado), que consistía en que cada uno de los integrantes del club escribía uno de los capítulos siguiendo la trama que iban dejando los predecesores hasta llegar a un increíble capítulo final donde el último “afortunado” debía cuadrar todos los cabos introducidos anteriormente, tarea harto complicada, ya que no se lo ponían fácil entre ellos.

El encargado de realizar tan titánica tarea (y que no se resolviera como un sueño, tentación que intentaba evitar), fue el destacado Anthony Berkeley; ya que, como bien sabían todos, si alguien era capaz de arreglar el entuerto era él, autor de la obra “El caso de los bombones envenenados” en 1929 en la cual demostraba que era el mayor especialista en urdir todo tipo de argumentos y acabarlos de la manera más ingeniosa.

“El caso de los bombones envenados” es la tercera obra que vemos publicada por aquí del autor y desde luego, se trató de la protohistoria, el germen, que sirvió para engendrar otros juegos del club que vinieron después, como es el caso de “The floating admiral”. La trama es aparentemente sencilla, seis componentes de un Club de Misterio (a lo Detection Club), entre los que se encuentra Roger Sheringham, deciden ayudar a Scotland Yard a descubrir quién es el asesino de un crimen que se encuentra sin resolver; pero deciden que cada uno, usando los métodos que crea convenientes, presentará su solución al caso; es decir, no trabajarán conjuntamente.

Así vemos sucederse las soluciones y los métodos utilizados, desde los métodos inductivos (cui bono? ¿quién es el beneficiado?), pasando por los simplemente psicológicos, deductivos (a lo Sherlock Holmes), recopilación de pruebas materiales o mezclas de ambos, es decir, una “lección muy instructiva en el campo de la investigación comparada” como indica Chitterwick, el último de los que habla y que crea una tabla en su argumentación con los métodos seguidos, las pruebas usadas y el asesino deducido, que es distinto en cada uno de los investigadores. De hecho, cada método, la forma de desgranar el misterio va dibujando puntualmente la personalidad de cada uno de ellos.

Lo más increíble de la situación es su capacidad de retorcer la trama pareciendo cada solución la correcta, hasta el punto de que uno de ellos, Bradley, es capaz de demostrar que él es el asesino en un desternillante ejercicio paródico, con sus propios motivos incluso. Naturalmente sólo hay una solución, que sólo se desvela en la última página, dejando una elipsis magnífica para el lector, al que sólo le puede quedar ese “sentido de la maravilla” que te deja el regusto de una gran obra.

Dorothy Sayers tenía dudas de si el lector se podría divertir con estos juegos, puedo confirmar ahora que sí, que se lo puede pasar estupendamente con un juego de tal inteligencia y humor. Estamos ante una obra que es un clásico de la novela de detectives. Una obra maestra del género. ¡Qué talento tenía el gran Anthony Berkeley!.

“La juguetería errante” de Edmund Crispin

Aprovechando la inminente publicación de la segunda aventura de Gervase Fen, nuevamente por la editorial Impedimenta, recupero la reseña que hice para su primera y fantástica novela “La juguetería errante”:

Si no fuera por Sir Arthur Conan Doyle y Agatha Christie, gracias a sus detectives más famosos y paradigmáticos del género como son Sherlock Holmes y Hércules Poirot, la novela más tradicional de género como es la novela de detectives, hoy en día estaría más que olvidada; no porque no guste, que no es así, sino más bien debido al auge tremendo de la novela negra, que ahoga las pretensiones de un tipo de libros que no buscaba tanto lo negro del asunto sino crear una trama ingeniosa en la que un detective era capaz, mediante la deducción, a través de todos los detalles de la situación, de resolver un asesinato (u otro conflicto) aparentemente irresoluble.

Uno de los grandes hitos de la novela de detectives fue la creación del famoso “Detection Club” en Londres en 1930, entre los fundadores de este selecto club estuvieron los archiconocidos Agatha Christie, Gilbert Keith Chesterton Dorothy Leigh Sayers,  y que permanece aún activo hoy en día.

Edmund Crispin, seudónimo de Rober Bruce Montgomery, es un escritor inglés heredero de esa época  e, influenciado por dicho club, creó novelas de detectives basadas en la verdadera tradición inglesa, aunque alejado de sus reglas. Su detective es el ingenioso Gervase Fen (“El excéntrico comportamiento de Gervase Fen, profesor titular de Inglés y Literatura en St. Christopher, no se ajustaba en absoluto a los modelos tradicionales del profesorado”) que recorre las calles de Oxford (“el único lugar de Europa donde un hombre puede hacer cualquier cosa e incurrir en cualquier excentricidad y no despertar ningún interés ni emoción en absoluto en nadie”) sobre su deportivo que él llama Lily Christine III.

La premisa inicial de “La juguetería errante” es tan ingeniosa como retadora: una juguetería con un cadáver en su interior que aparece y desaparece para consternación del poeta Richard Cadogan, amigo de Gervase, y que desencadenará todo el meollo. Es mejor no contar nada más sobre la historia para que cada uno pueda ir descubriéndola. Sí es inevitable mencionar que la novela se lee con adicción, que la trama es muy ingeniosa, ya que desde la premisa inicial llegamos a un típico caso de “habitación cerrada” habitual en novela de detectives; pero no faltan persecuciones, no faltan personajes a cuál más divertido (como el peculiar camionero que lee a D. H Lawrence), ni humor en cada página que va pasando  (“Entre los bajos que ululaban malhumorados como barcos perdidos en la niebla del Canal de la Mancha – que es como suenan todos los bajos en todas las orquestas del mundo”).

Si a eso añadimos todos los juegos literarios que se trae entre manos Crispin en la boca de su detective Gervase y el poeta Cadogan (“Vamos a jugar a los libros infumables. -De acuerdo. El Ulises. – Vale. Todo Rabelais. -Vale. El Tristram Shandy”) y las constantes referencias literarias que pueblan la obra, la novela se convierte en una delicia para disfrutar sin prejuicios.

Necesitamos más novelas de Edmund Crispin (“Mi querido amigo, ¿te encuentras bien? – Estaba pensando títulos para las siguientes novelas de Crispin”), entretenimiento imprescindible, disfrutable a todos los niveles y, en definitiva, diversión de esa que te ayuda a amar cada vez más la literatura, no todo tiene que ser denso, sesudo y cerebral. Reír es bueno y, desde luego, hay que hacerlo siempre.

Valoración del libro: