Según voy eligiendo libros para este monográfico de literatura de género (tengo que reconocer que en esta ocasión casi nada está premeditado, excepto algún caso que sí tenía decidido), la posible selección va cambiando y, de hecho, se suman libros y se caen otros. Uno de los que se han unido es este que comento a continuación, ya que me pareció que daría un poco de variedad; además, me serviría para hablar de la editorial Quaterni y su labor de publicación de obras japonesas; que está realizando con más que buen gusto.
El autor de este “Hanshichi” es Okamoto Kidô (1872-1939), autor japonés que leyó un relato de Sherlock Holmes en 1916, que no pudo ocultar su fascinación por el detective y quiso crear algo parecido pero lo ambiento en la época feudal japonesa, en pleno apogeo de los samuráis.
Del prólogo “Ecos nostálgicos del Japón feudal” a la fantástica edición se nos comenta:
“Okamoto Kidô nos muestra un sabueso muy “sui géneris”, típico producto de una sociedad a punto de desaparecer; y enfoca en sus relatos la forma de vida de los habitantes en Edo componiendo un mosaico de alto interés antropológico, cultural e histórico.”
En la descripción de Hanshichi en la primera de las historias encontramos ecos de su inspiración inglesa, al menos en su fisonomía, si bien es cierto que Kidô añadió características de su personalidad al final que no dejan lugar a ambigüedades (que, sin embargo, sí tenía Holmes):
“Era un hombre de unos cuarenta y dos o cuarenta y tres años, que se sentó con una amplia sonrisa en el extremo del establecimiento: de complexión delgada; vestía un kimono de rayas y sobre él llevaba una chaqueta de kimono de similar estampado. Su aspecto era el de un respetable artesano o de un comerciante honrado a carta cabal. Tenía la tez ligeramente tostada, nariz pronunciada, rostro alargado y una expresión característica en sus ojos, que hacía pensar en un actor. Era un detective de Kanda llamado Hanshichi […] Era en verdad alguien un tanto especial, fiable y modesto; con un carácter muy típico de Edo, sobre el cual nadie había vertido jamás la más leve crítica. En ningún momento aprovechaba su autoridad ni su estatus para ensañarse con el débil, y siempre dispensaba un trato cortés a todo el mundo.”
De hecho según vamos pasando por cada uno de los casos comprobamos que Hanshichi representa un sentido común sin igual y que consigue, en la mayoría ocasiones, saltarse la rígida organización feudal que regulaba la pena de muerte y los suicidios de una manera escalofriantemente precisa. De esta manera no deja de ser una persona con los pies en la tierra, caracterizado por su buen corazón, un elemento subversivo con respecto al orden establecido y que no duda en resolver lo que se le ponga por delante si, desde luego, como Holmes, tiene una base racional:
“Si realmente este era un caso de abducción espiritual, entonces estaba bastante más allá de la capacidad de Hanshichi para resolverlo. Pero si había alguna otra explicación, confiaba en su habilidad para acabar con ello.”
No se caracteriza tanto por sus capacidades deductivas, que las tiene, sino por resolver sus casos, por su capacidad innata de manejar los diálogos e interrogatorios con los diferentes personajes que se encuentra. Sin menospreciar la resolución de los enigmas, lo que sorprende en demasía, es la forma en que pinta históricamente las costumbres de una sociedad que estaba en su ocaso y como tal resulta un fresco ineludible que refleja con una precisión manifiesta la subyugadora sociedad japonesa de la época.
Mención aparte se merece la edición, espléndida, de la editorial, con profusión de notas que complementan el rico texto del autor japonés y completan inefablemente la obra. Una obra que no debe pasar desapercibida como todo lo que está publicando Quaterni.
Los textos son de la traducción del japonés para esta edición de Mariló Rodríguez del Alisal y Yuko Fujimura.