“Sherlock Holmes contra Houdini”.Una historia del espiritismo.

Sherlock_Holmes_contra_Houdini-2-59664Lo habitual en los compradores de libros no es indagar demasiado; es lógico pensar que cuanto más fácil nos lo ponen más caso hacemos; lo más sencillo es comprobar las últimas novedades cuando vas a comprar un libro y fiarte de recomendaciones cercanas o bien de los más vendidos. Luego puede haber otros criterios, como las portadas, los autores, o incluso el texto de la contraportada. Pero no temo equivocarme demasiado pensando en los primeros criterios como casi definitivos  a la hora de elegir para un alto porcentaje de lectores.

Lo malo de esto es que, posiblemente, no descubran nunca una obra tan peculiar como este “Sherlock Holmes contra Houdini” que nos traen los editores de La felguera. Es lo bueno de estar abierto a todas las posibilidades literarias y a esa sana inquietud que debería tener un lector. Unas veces aciertas, otras veces puedes fallar, pero desde luego la experiencia enriquece.

Tenía yo ciertas reticencias al resultado final, ya que lo peculiar de esta obra es que se trata más bien de una labor de edición de textos ya existentes de los dos autores y de dotarlos de sentido mediante la correcta disposición de los mismos. Este batiburrillo podía resultar indigesto pero, afortunadamente, no es así. El resultado es una obra diferente y tremendamente estimulante.

Del prólogo de Charles Taylor con el que comienza la obra podemos inferir  los derroteros que va a seguir:

“El cruzado del espiritismo más importante fue Arthur Conan Doyle. La primera de sus defensas públicas fue un artículo publicado el 2 de julio de 1887 en Light, un conocido periódico del movimiento espiritista. Curiosamente, el artículo coincidió con la publicación de “Estudio en escarlata”, la primera de las novelas de Doyle cuyo protagonista es Sherlock Holmes. Desde entonces y hasta su fallecimiento, ambos (Sherlock Holmes y el asunto de los espíritus) lo acompañaron y vivió por y para ellos.”

Esta paradoja, la del creador de Sherlock Holmes como abanderado del espiritismo y del pensamiento analítico, es la base de la que parte el libro para mostrarnos la historia del espiritismo. Al otro lado del ring tenemos la figura de Houdini, gran amigo de Doyle que, en una sesión espiritista con Doyle y Leckie (su esposa) se sentirá indignado por el supuesto mensaje escrito en inglés por su madre muerta (cuando su madre nunca había aprendido el idioma), desencadenando un combate a muerte:

“De pronto, el mundo de Houdini cambió. La respuesta de un dolido Houdini fue librar una encarnizada batalla contra Doyle y los espiritistas a la que dedicaría toda su vida, iniciandose así uno de los capítulos más singulares e inquietantes del siglo XX, cuyos protagonistas eran dos héroes de la cultura popular, unos antiguos e irreconciliables amigos enfrentados entre sí y dispuestos ambos a salir victoriosos.”

espirititistaDesde ahí tenemos dos partes muy bien diferenciadas, la primera utiliza la figura de Conan Doyle y se divide en tres capítulos  que incluyen textos del libro de Doyle “El mensaje vital” donde realizaba su apología desmedida del fenómeno espiritista:

“Admitir, como hacen estos observadores, que es innegable que regresen los espíritus y que estos son, en efecto, los amigos que hemos perdido, puesto que nos dan todas las pruebas de ello es, por tanto, hacerse el sordo y ciego respecto a los mensajes que nos envían , lo que es llevar la prudencia hasta los límites de la sinrazón. Llegar hasta eso, detenerse y no pasar de ahí, no es posible.”

Llegando su maniqueísmo a elevarlo al grado de religión a seguir. Tales eran las ínfulas de nuestro querido Doyle:

“Mi opinión sobre los fenómenos físicos es que estos han sido demostrados a todos con evidencia indudable y no tienen sino una importancia secundaria, en tanto que su valor real radica en la objetividad que aquellos brindan a un campo inmenso de los conocimientos. Estos conocimientos son los que modificarán nuestras concepciones religiosas actuales y, tras una comprensión y asimilación racionales, deben hacer de esta realidad una religión; pero no ya un artículo de fe, sino una cuestión efectiva.”

En la segunda parte, tenemos la figura de Harry Houdini, con textos del noveno capítulo del libro del escapista “A magician among the spirits” (1924) donde representa la confrontación directa contra el espiritismo y, más directamente, contra su mayor defensor, su amigo Sir Arthur Conan Doyle:

houdini“El espiritismo ha reivindicado que cuenta con muchas mentes brillantes entre sus seguidores: científicos, profesionales, filósofos y escritores (…) han servido para incorporar a las filas del espiritismo a muchas personas que se dejan guiar por mentes más grandes y poderosas que las suyas propias.

Un ejemplo de esto es sir Arthur Conan Doyle. Hoy en día, cuando se menciona el espiritismo, su nombre le viene de inmediato a la mente al ser humano medio. (…)  Su fe y confianza en el movimiento ha sido uno de los mayores recursos de los actuales creyentes. (…) Sir Arthur cree de verdad. En su gran mente no alberga ninguna duda.”

La opinión de figuras de autoridad como firmes defensores de este fenómeno originó la conversión de personas a esa doctrina; el propio Doyle creía que los trucos de Houdini eran poderes espiritistas; Houdini se dedicaría a poner los pies sobre la tierra indicando que eran simples tretas lejos de estos artificios:

“Sir Arthur cree que tengo grandes poderes de médium y que algunas de mis hazañas las hago con la ayuda de espíritus. 

Todo lo que yo hago se logra gracias a medios materiales, humanamente posibles, sin importar lo desconcertante que sea para el profano.”

Además de la presentación coherente de los textos para reflejar esta confrontación  y, en general, de la historia del espiritismo a través del resto de sus figuras y protagonistas; nos encontramos con la presentación de fotos de la época que reflejan ectoplasma, sesiones espiritistas, fantasmas… y una galería de posters de la época que tienen un indudable encanto pop convirtiendo cada pasar de página en una pequeña sorpresa, una experiencia en sí mismo por lo bien documentados que están.

En definitiva, una pequeña obra sorprendente y adictiva que está fabulosamente editada por La Felguera en esta colección de Zodíaco Negro.  Una oportunidad de leer algo distinto y muy alejado de los típicos best-sellers.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Raquel Duato y Eduardo Fonseca.

“Hanshichi, un detective en el Japón de los samuráis” de Okamoto Kidô

HanshichiSegún voy eligiendo libros para este monográfico de literatura de género (tengo que reconocer que en esta ocasión casi nada está premeditado, excepto algún caso que sí tenía decidido), la posible selección va cambiando y, de hecho, se suman libros y se caen otros. Uno de los que se han unido es este que comento a continuación, ya que me pareció que daría un poco de variedad; además, me serviría para hablar de la editorial Quaterni y su labor de publicación de obras japonesas; que está realizando con más que buen gusto.

El autor de este “Hanshichi” es Okamoto Kidô (1872-1939), autor japonés que leyó un relato de Sherlock Holmes en 1916, que no pudo ocultar su fascinación por el detective y quiso crear algo parecido pero lo ambiento en la época feudal japonesa, en pleno apogeo de los samuráis.

Del prólogo “Ecos nostálgicos del Japón feudal” a la fantástica edición se nos comenta:

“Okamoto Kidô nos muestra un sabueso muy “sui géneris”, típico producto de una sociedad a punto de desaparecer; y enfoca en sus relatos la forma de vida de los habitantes en Edo componiendo un mosaico de alto interés antropológico, cultural e histórico.”

En la descripción de Hanshichi en la primera de las historias encontramos ecos de su inspiración inglesa, al menos en su fisonomía, si bien es cierto que Kidô añadió características de su personalidad al final que no dejan lugar a ambigüedades (que, sin embargo, sí tenía Holmes):

“Era un hombre de unos cuarenta y dos o cuarenta y tres años, que se sentó con una amplia sonrisa en el extremo del establecimiento: de complexión delgada; vestía un kimono de rayas y sobre él llevaba una chaqueta de kimono de similar estampado. Su aspecto era el de un respetable artesano o de un comerciante honrado a carta cabal. Tenía la tez ligeramente tostada, nariz pronunciada, rostro alargado y una expresión característica en sus ojos, que hacía pensar en un actor. Era un detective de Kanda llamado Hanshichi […] Era en verdad alguien un tanto especial, fiable y modesto; con un carácter muy típico de Edo, sobre el cual nadie había vertido jamás la más leve crítica. En ningún momento aprovechaba su autoridad ni su estatus para ensañarse con el débil, y siempre dispensaba un trato cortés a todo el mundo.”

De hecho según vamos pasando por cada uno de los casos comprobamos que Hanshichi representa un sentido común sin igual y que consigue, en la mayoría ocasiones, saltarse la rígida organización feudal que regulaba la pena de muerte y los suicidios de una manera escalofriantemente precisa. De esta manera no deja de ser una persona con los pies en la tierra, caracterizado por su buen corazón, un elemento subversivo con respecto al orden establecido y que no duda en resolver lo que se le ponga por delante si, desde luego, como Holmes, tiene una base racional:

“Si realmente este era un caso de abducción espiritual, entonces estaba bastante más allá de la capacidad de Hanshichi para resolverlo. Pero si había alguna otra explicación, confiaba en su habilidad para acabar con ello.”

No se caracteriza tanto por sus capacidades deductivas, que las tiene, sino por resolver sus casos, por su capacidad innata de manejar los diálogos e interrogatorios con los diferentes personajes que se encuentra. Sin menospreciar la resolución de los enigmas, lo que sorprende en demasía, es la forma en que pinta históricamente las costumbres de una sociedad que estaba en su ocaso y como tal resulta un fresco ineludible que refleja con una precisión manifiesta la subyugadora sociedad japonesa de la época.

Mención aparte se merece la edición, espléndida, de la editorial, con profusión de notas que complementan el rico texto del autor japonés y completan inefablemente la obra. Una obra que no debe pasar desapercibida como todo lo que está publicando Quaterni.

Los textos son de la traducción del japonés para esta edición de Mariló Rodríguez del Alisal y Yuko Fujimura.