No deja de ser curioso que conociera la obra “Herbert West: Reanimator” de Lovecraft a través de su adaptación al cine “Re-Animator” dirigida por Stuart Gordon; habida cuenta de que conozco la mayoría de las obras del norteamericano a través de diferentes ediciones de todo tipo y que, sin embargo, no tenía recuerdo consciente de haber leído esta. La película, encomiable en su realización, es deliciosamente trash y hay que reconocer que es una adaptación más que aceptable del universo lovecraftiano, muy disfrutable para todos los amantes del terror.
Esta historia tuvo una génesis muy particular y distinta a las otras obras del escritor: fue publicada por entregas en la revista “Home Brew” en el período comprendido entre octubre de 1921 y Junio de 1922; él manifestó a través de sus cartas que quería hacer una parodia del “Frankenstein” de Mary Shelley y no quedó muy satisfecho del resultado ya que se vio obligado a adaptarse al tipo de entrega, jugando con medios no muy comunes para él, como el uso del cliffhanger entre una entrega y la siguiente.
El narrador en primera persona, del que no sabemos el nombre en ningún momento, ayuda al profesor Herbert West, modelo típico de “mad doctor”, en su obsesión por devolver a la vida a las muertos, por sobrepasar los límites de lo vivido:
“West era entonces un joven con gafas, de baja estatura, esbelto, y con rasgos delicados, rubio, los ojos de color azul pálido y una voz suave, así que resultaba siniestro oírlo sopesar los méritos relativos del Cementerio Cristiano y las fosas comunes. Al final optamos por las fosas comunes, ya que prácticamente todos los cuerpos del Cementerio Cristiano estaban embalsamados, algo que por supuesto constituía una adversidad para las investigaciones de West.”
Los primeros intentos de resucitar a los muertos resultan fallidos, trayendo a la vida horrores que les aterrorizan a ellos y a nosotros como lectores, ya que lo que vuelve a la vida puede ser muy peligroso, nos envuelve en incertidumbre el hecho de la resurrección de los muertos; sorprende que en esos momentos el humor negro aflore:
“Tanto para Herbert West como para mí, el disgusto y el horror fueron supremos. Incluso ahora siento escalofríos de sólo pensar en ello. Aunque, por supuesto, me estremecí mucho más aquella mañana en que West mascullo entre sus vendajes: “¡Maldita sea, tampoco estaba lo bastante fresco!”
En este libro se producen unas de las primeras apariciones literarias de los muertos vivientes; en el caso del nihilista Lovecraft se convierte en su repuesta descreída a la fe; la respuesta atea que desafía la resurrección cristiana convirtiendo al hombre en dador de vida, en un “Dios”:
“Lo que buscaba era, nada más y nada menos, que un abundante suministro de hombres recién asesinados en todos los posibles estados de desmembramiento.
Herbert West necesitaba cadáveres frescos porque el trabajo de su vida era la resurrección de los muertos.”
El formato por entregas no benefició a Lovecraft, encorsetó su estilo y le obligó a repetir en cada entrega parte de lo que había sucedido en la anterior; aun así, el final, digno de una pesadilla, nos congratula y consigue que disfrutemos de la fuerza de la prosa del gran escritor (cada vez más venerado) de terror.
El terror actual no sería lo mismo sin la influencia subyugadora de Lovecraft, creador de una mitología fascinante que aviva cada día nuestros miedos más profundos. Nuestros miedos ante lo desconocido e incognoscible.
Los textos provienen de la traducción del inlés de Juan Cárdenas para “El resucitador” de H. P. Lovecraft para esta edición en Periférica.