Que el enigmático Desmond de la serie “Perdidos” apareciese leyendo “El tercer policía” de Flann O’Brien en el capítulo con el que comenzó la segunda temporada (“Man of science, Man of Faith”), sirvió para que el libro vendiera tanto en tres semanas como en los seis años anteriores de edición. Gracias a Craig Wright, guionista, y a los creadores Damon Lindelof y Carlton Cuse; se extendió la idea de que había pistas dentro del libro que ayudarían a comprender por dónde iban los tiros y claro, con este reclamo, cómo no iba a triunfar. Independientemente de lo anecdótico de la situación, sí que sirvió para que mucha gente empezara a conocer su obra, entre los cuales me incluyo, que en ese mismo año leí la novela en cuestión.
La editorial Nórdica acometió la publicación de las obras de este genial escritor irlandés y, a día de hoy, con “La gente corriente de Irlanda”, ha finalizado la edición de casi toda su obra.
Este último libro es una recopilación de los textos que aparecieron en las páginas del “The Irish Times”, concretamente en la columna “Cruiskeen Lawn” que hizo con el seudónimo Myles na gCopaleen (personaje de la novela de 1828 “The Collegions”, de Gerald Griffin). Y como bien comenta en el fantástico prólogo su traductor Antonio Rivero, “en las más de 3000 columnas publicas siempre brillan la erudición, la parodia y ese rasgo sin el que un escritor está perdido; un fino oído acompañado de la capacidad de reproducir el lenguaje del común en letras de molde”. Hay que indicar que la mayoría de estos textos han sido traducidos directamente del gaélico.
De entre todas las columnas que realizó, se ha hecho una selección dividida por temas o epígrafes, con más o menos inspiración, pero siempre interesantes.
Especialmente divertidos son los artículos que se reúnen con el título “La AIEAAM, etc.” (Asociación Irlandesa de Escritores Actores Artistas y Músicos) donde se inventa conceptos tales como los “manipuladores profesionales” de libros; llegando a establecer un tipo de alto nivel al que llama “Manipulador superior o Traitement Superbe”, que “es el más costoso de todos, por supuesto, pero tirado de precio si se tiene en cuenta la cantidad de prestigio que se gana a ojos de los amigos ridículos”. También habla de lo que él llama “ventrílocuos acompañantes profesionales” para, a continuación definirlo como: “El acompañante cualificado responde a sus propias preguntas viriles con una voz mucho más agradable que el graznido nada femenino de usted y da respuestas que por su brillantez y chispa asombran a quienes tienen detrás”
Hay otras recopilaciones menos imaginativas como la de “El tribunal del arbitraje de Cruiskeen”, donde se enreda en una jerga de abogados que puede resultar un poco pesada; pero todo se olvida cuando llega a ese inconmensurable “Catecismo del cliché”, en el que recopila “en 356 partes trisemanales un compendio único de cuanto hay de nauseabundo en la escritura contemporánea.” Define el término de la siguiente forma: “Un cliché es una frase que ha llegado a fosilizarse, y las palabras que lo componen han sido privadas de su luz y su significado intrínsecos a través de su uso incesante”; y se van sucediendo uno tras otro, a cuál más imaginativo y divertido. (“¿Cómo es la perra que le cedo cuando usted habla sin bajarse del burro? Gorda.” “¿Con qué actividad dígito-mamatoria confundió mi actitud? Creyó que me chupaba el dedo”). Desde luego es de tal actualidad que la mayoría de ellos se podrían aplicar ahora mismo.
Tampoco se salvaron de sus columnas “El irlandés y temas relacionados” donde se mofa con fina ironía de los irlandeses y su obsesión con el gaélico: “En Donegal hay hablantes nativos que saben tantas millones de palabras que siempre es una cuestión de orgullo para ellos no emplear dos veces en la vida la misma palabra. Su vida (por no hablar de su lengua) se hace muy compleja cuando alcanza el siglo, pero es lo que hay”.
Por si fuera poco, al final del libro vienen reproducidas algunas de las columnas originalmente publicadas en el Irish Times para que nos hagamos una idea de cómo eran y que se puedan comparar con su lengua original (la mayoría son en gaélico). Ímprobo el esfuerzo realizado por Nórdica y su traductor para poder transmitir algo del humor que destilaba Flann O’Brien y su saber hacer. Un escritor excelente, una muy buena forma de descubrirlo para, a partir de ahí, sumergirse en sus originales novelas, desde la ya mencionada “El tercer policía” a “Crónica de Dalkey” pasando, ¿por qué no?, por la tronchante “La Boca Pobre”.