“El maestro nunca se fue”

cerradura

En un futuro no muy lejano llegará el momento en que el Sr. King será estudiado en las universidades; no soy el único que lo piensa; estamos ante quizá uno de los mejores fabuladores vivos, un story-teller magnífico, un creador infatigable con un canon literario de indudable calidad, significación e influencia.

En el último libro publicado, “El viento por la cerradura”, recupera los personajes de su inmensa y muy personal obra dedicada al pistolero Roland “La torre oscura”, inconmensurable serie de siete libros que ahora se completan con este que debería ser ubicado, según las palabras de King entre “Mago y Cristal” y “Lobos del Calla”, más o menos el 4.5.

En este compendio de historias de la tierra media pone en voz de Roland las siguientes palabras: “No hay nada como una historia en una noche ventosa cuando la gente ha encontrado un lugar caliente en un mundo frío”. Ese es el sabor que, autoconsciente de ello, nos hace sentir al leer cada historia suya.

Sin embargo, el ser archiconocido a nivel mundial, suele desencadenar una serie de prejuicios o tópicos que al final casi se convierten en reglas establecidas, paso a relatar algunos de los más extendidos:

“Stephen King no sabe acabar sus libros, los empieza muy bien, tiene buenas ideas, pero los finales son muy malos”. Esta afirmación tiene su base, está bastante ligada al proceso creativo que utiliza este escritor y que relata en su imprescindible “Mientras Escribo”(2000), ensayo autobiográfico en el que comenta cómo normalmente parte de una idea y a partir de ahí deja que se desarrollen sus personajes, les deja hablar, no es nada programático, no sabe cómo va a acabar; no es Follet, por poner la antítesis, que crea un guión de cincuenta páginas que luego desarrolla, todo está atado de antemano. Unos finales pueden quedar mejor que otros, pero siempre resultan interesantes.

Martin A. La Regina

“Ya no escribe igual que al principio, los primeros sí que eran buenos libros, ahora solo busca dinero, está cansado”. Este argumento es muy divertido, ya que a estas alturas, King ha ganado tanto dinero que no haría falta que escribiera nada; sigue siendo uno de los escritores que más vende año a año, además de derechos de películas, etc. Eso solo bastaría pero es que a este autor le gusta, de hecho comenta también en el ensayo anteriormente mencionado que dedica todos los días como mínimo cuatro horas a leer y cuatro horas a escribir, es entendible entonces que pueda escribir uno y dos libros al año sin dificultad, desmitificando el otro hecho de la utilización de “negros” para sus novelas. En cuanto a la calidad de sus últimos libros, también podemos concluir que es ciertamente excelente, si miramos por ejemplo “La cúpula” o “22/11/63” puedo asegurar, sin mucha probabilidad de fallo, que les van a encantar a un 95% de la población, siendo conservador.

“Es mejor el King de los relatos cortos, las novelas son muy pesadas”. Sinceramente, estamos antes un escritor que es capaz de ofrecer lo mejor tanto en novelas cortas, como en largas. De las cortas, es cierto que en “Todo Oscuro, Sin Estrellas” recopilación de cuatro relatos,  es tan buena, que es difícil no estremecerse con lo que refleja en esos relatos,; solo recordar la perfección insana que suponía “1922” o ese relato tan perverso llamado “Moralidad”  incluido, casi como una cara B, junto a “Blockade Billy” no me extraña que haya alguno que comentara lo anterior; aún así, las novelas no desmerecen este buen hacer, ya he comentado alguna de las anteriores como ejemplos de excelencia.  También alguna vez se ha comentado que las novelas escritas con su seudónimo Richard Bachman son mejores; yo no diría que son mejores, son distintas, ofrecen un King que arriesga, que intenta cosas aún más alejadas de lo que hace habitualmente, y lo bueno, es que, en varias ocasiones, lo consigue.

4º Uno de los prejuicios mayores es encasillarlo en el género del terror y sobre todo en la novela de género. Lo primero le sirve a los que no les gusta ese género para denostarlo, la mayoría de las veces sin examinar la composición de su obra, que es bastante ecléctica, jugando con la novela de ficción, sin ser terror, el ensayo, los cuentos o narraciones breves, historias costumbristas, etc, hay un King para casi cualquier persona; de hecho todavía hay gente que se asombra cuando le comento que “Cadena perpetua” o “Cuenta Conmigo” están basados en relatos del escritor norteamericano. El segundo prejuicio que comenté tiene que ver con los “críticos serios” que todavía siguen denostando la novela de género a favor de otras obras que son consideradas “serias” y/o “literarias”. Estoy convencido, de todos modos, de que estás fronteras se están diluyendo y  estamos más cerca de lo que comenté al principio del artículo.221163

Todo esto ha venido por su último libro, citado anteriormente, y del que me llevo una sensación estupenda ya que, en un alarde de estilo, la historia que sirve de origen desencadena otra historia que, a su vez, cuenta otra más, la que da el título al libro. Una cumbre de la metaficción que le sirve, en la conclusión, para dar de un plumazo un broche de oro a Roland, arrancándonos prácticamente las lágrimas con una sutileza maravillosa y, al mismo tiempo, resolver un tema, como es el de la madre del pistolero.

No es casualidad cuando al empezar a contarla otro de los personajes comenta que “Las historias tienen la habilidad de llevársele a uno lejos. O sea, si son buenas”. En el caso de King esto se cumple con creces. No nos olvidemos de que la literatura es para disfrutar, y eso, el de Bangor lo sabe muy bien: “Una persona nunca es demasiado vieja para nutrirse de historias, Bill. Hombre y niño, niña y mujer, nunca somos demasiado viejos. Por ellas vivimos”

Gracias a las historias vivimos, qué espléndido colofón para este gigantesco creador. Sigamos deleitándonos.

“Looper” de Rian Johnson o cómo aprovechar una idea y llevarla al límite

No voy a prodigarme demasiado en estos menesteres, ya que hay gente muy buena haciendo críticas de cine que son verdaderas maravillas en sí. Sin embargo, en este caso la ocasión lo merece, “Looper”, escrita y dirigida por Rian Johnson nos ofrece un recorrido por la ciencia ficción que todo buen aficionado que se precie no debería perderse. Aviso que la reseña tiene SPOILERS, evitad leerla si no la habéis visto todavía porque puede desvelar algún hecho.

En un impecable primer acto tenemos una presentación de la trama que no olvida unas raíces claras en el western y el noir; los “loopers” son pistoleros a sueldo, que podrían ser vaqueros antiguamente o simples sicarios de la mafia en los tiempos de la ley seca. El marco sin embargo se vuelve de novedad desbordante: estamos en una dixtopía ambientada en el 2044 donde estos sicarios reciben las órdenes del futuro (2074) de una asociación que les manda a este tiempo los sentenciados a muerte, ya que no se pueden eliminar los cuerpos en dicho tiempo. Este es el punto de partida que sirve para mostrar cuándo se acaba su vida y el porqué de su nombre, los “loopers”; se acaban cuando se tienen que matar a sí mismos, eso sí, tendrán 30 años para disfrutar del dinero que han ganado. En un momento de desesperación por una traición cometida, Joe (Joseph Gordon-Levitt) dirá cargado de amargura: “he olvidado el rostro de mi madre”, cual Rolando, el pistolero de la “Torre oscura” de King, manifestará con frecuencia en la saga refiriéndose a su padre.

Una vez dispuesto lo anterior, el segundo acto desencadena una paradoja temporal que se convertirá en la base en la que se sostiene toda la película. La audaz premisa se irá llevando hasta las últimas consecuencias al desvelarse cuál es el objetivo de ese nuevo visitante, de ese “Old Joe” (Bruce Willis) que intentará borrar las consecuencias funestas de un futuro que le afecta personalmente. Lo más genial es que está paradoja le sirve al director durante este acto y el tercero (una separación de caminos con cada uno de los “Joes” por su lado) para desarrollar la trama y la identidad de un personaje complejo con contradicciones irreconciliables que están basadas en lo que cada uno “ha” o “no ha vivido”; en esta parte aparecen dos nuevos personajes que determinarán el último acto, una mujer (Emily Blunt) y su hijo (Pierce Gagnon), que viven en una granja, alejada de las grandes ciudades.

El descubrimiento que desencadena este último acto trastoca lo establecido hasta ese momento, le añade un elemento aún más de valentía al director; todo se convierte en una desenfrenada persecución final, un tour de force donde la única solución posible tiene que ver con subvertir la paradoja que mantenía la película; el sacrificio de uno salvará el futuro del resto. Un clásico prácticamente instantáneo de la ciencia ficción.