Pequeños libros, en ocasiones, pueden encerrar grandes tesoros. Tal es el caso de “Sobre la crítica literaria”, el ensayo del crítico polaco Marcel Reich-Ranicki (1920- 2013) que se acaba de publicar recogiendo sus reflexiones sobre la crítica literaria alemana; para los que no le conozcan, en una de las solapas del libro editado por Elba aclara su figura: “destacado crítico literario y escritor de origen judeo-polaco y superviviente del gueto de Varsovia, era conocido como “el Papa de la literatura alemana”. Fue durante varios años director de las páginas literarias del diario Frankfurter Allgemeine Zeitung, aunque su mayor influencia la logró desde el programa de televisión El cuarteto literario, con el que contribuyó a impulsar el éxito internacional de escritores como Javier Marías o Cees Nooteboom.
Los juicios de Reich-Ranicki eran temidos por editores y escritores, y cuando se trataba de escritores consagrados, como Günter Grass o Martin Walwe, solían desatar grandes polémicas.”
En cuanto al contenido que podemos encontrar, los propios editores nos lo indican en una nota:
“El presente ensayo fue escrito en 1970 como introducción a una antología de críticas de Marcel Reich-Ranicki titulada Latuer Verrisse (algo así como Críticas demoledoras y nada más). Dicho libro reunía reseñas y ensayos acerca de Günter Eich, Hans Magnus Enzensberger, Günter Grass, Peter Härtling, Günter Kunert, Anna Seghers, Martin Walser y Peter Weiss, entre otros autores. […] Únicamente se han suprimido los dos primeros párrafos, que concernían a la selección y al objeto del volumen Lauter Verrisse.”
Este ensayo viene complementado por otro pequeño ensayo que relaciona “Crítica y negatividad” al respecto de la labor de Reich-Ranicki a cargo de Ignacio Echeverría que, siendo interesante, no me voy a detener en él. Bastante podemos desgranar del primero; llama a la relectura con locura, sobre todo para aquellos que, como yo, nos hemos introducido humildemente en dichas sendas.
En los primeros apartados Reich-Ranicki se centra especialmente en las particularidades de la crítica alemana; relacionándola con el contexto histórico: la unificación alemana ahonda en la visión ciertamente negativa que se le otorga a los críticos literarios:
“[…] dicha hostilidad fue aún en aumento porque “el trauma de la unidad y la unificación alemanas […] advierte debilidad en aquella pluralidad que conduce a la formación de la voluntad democrática. Quien critica viola el tabú de la unidad, que tiende a la organización totalitaria. El crítico se divide y se convierte, en la retórica totalitaria, en un disidente.”
Más específica aún es la semántica asociada a la palabra ‘criticar’ en Alemania; es imposible que, en este caso, se acerque al significado mucho más extendido (y a veces constructivo) que pueda tener dicho término:
“Porque, al contrario de lo que ocurre en las principales lenguas europeas, en alemán la palabra criticar no significa por lo común ‘discernir, examinar, analizar evaluar o dictaminar’, sino que tiene un sentido exclusivamente peyorativo o, cuando menos, un tono inequívocamente despectivo. Se confunde “evaluar” con “devaluar”, y “emitir un juicio”, con “dictar una condena.”
De ahí que críticos como Lessing (y el propio Reich-Ranicki) hayan tenido que hacer apología de dicha labor desde tiempos bien lejanos; un reconocimiento mucho más difícil en un país como el germano:
“Es razonable que Lessing se viera obligado a hacer un firme alegato en favor de la crítica como institución, a defenderla y a luchar por su reconocimiento. Más curioso y digno de atención, no obstante, parece la circunstancia de que, al cabo de los siglos, también en este sentido su figura siga siendo ejemplar: y es que la historia de la crítica literaria alemana es la historia de la lucha por su reconocimiento.”
A partir de entonces, aunque las conclusiones las aplique a su contexto, ciertamente podemos extenderlas a nuestra situación, claro que con una diferencia primordial, la crítica y la labor crítica, en general, han sido mucho más tenidas en cuenta en aquel país que en el nuestro y no debemos perder dicha perspectiva; el polaco no duda en transitar uno de los lugares comunes de la crítica, “languidece y se consume”; posiblemente ahora lo vería incluso peor, pero no debemos olvidar que este discurso se lleva repitiendo desde siempre:
“La crítica literaria alemana es mala. Atraviesa por una grave crisis, languidece y se consume lentamente. Su estado deplorable es manifiesto; su declive, aterrador; su nivel, tan bajo que resulta ya imposible de disimular. Eso es al menos lo que se dice hoy. Pero ¿sólo hoy?”
Lo bueno de partir de este lugar común es que luego da las causas que originan esa percepción negativa. Una de estas causas viene parafraseada por el polaco de la tesis de Georg Lukács:
“Georg Lukács, el cual, después de un montón de consideraciones complicadas y eruditas, desconcierta a los lectores de su tratado sobre “El escritor y la crítica” con una tesis tan simple como iluminadora, a saber: “En general, para el escritor una “buena” crítica es aquella que lo elogia a él o censura a sus rivales; una “mala” crítica, la que le reprocha algo a él o favorece a sus rivales.”
Esto es tan real como la vida misma y lo he vivido en mis carnes…. sobre todo cuando hago una crítica negativa; afortunadamente, Reich-Ranicki toca todos los palos y descarga responsabilidad al referirse a la posible subjetividad que pueda tener el crítico:
“Puesto que “no existe ninguna ciencia que enseñe a juzgar de manera puramente objetiva y universal”, la crítica, de acuerdo con su esencia, está necesariamente obligada a ser individual y a contener siempre un elemento subjetivo.”
Es inevitable que existan elementos subjetivos, que los haya no restan validez a dicha crítica; si es negativo sin embargo que una crítica resulte oscura, deliberadamente complicada o no entendible; este alegato por el análisis y la claridad es todo un manifiesto sobre cómo hacer crítica literaria, sobre todo si le sumamos otra idea que usa a continuación:
“Pero allí donde se prefiere el crepúsculo y lo misterioso a la claridad y la templanza, allí donde se confía más en el conjuro que en el análisis, allí donde se aprecia sobre todo a los pensadores cuando escriben poesía, y a los poetas cuando no piensan, allí donde, por otra parte, existe una obstinada debilidad por los abstruso y lo confuso, por cuando es profundo o, mejor dicho, por cuanto parece profundo, es evidente que no puede haber lugar para la crítica, allí la crítica no puede por menos de parecer algo molesto e indecente.”
Esta segunda idea que, junto a lo anterior, suponen mi ideal de crítico, tiene que ver con el carácter pedagógico:
“Y de la socorrida comparación del crítico con un pedante que se dedica a dar lecciones –lo cual, ya puestos, no es lo peor que puede ocurrirle a un crítico-, sólo se libran, por lo que veo, aquellos que prefieren evitar la valoración o bien, por el contrario, cifrar de tal modo los juicios de valor que el desciframiento en sí entraña ya un arte específico. Anotemos de pasada que toda crítica, abierta o camuflada, alberga también por supuesto una intención pedagógica. Forma parte del oficio desde tiempos inmemoriales.”
Sorprende mucho esto si tenemos en cuenta que el escritor fue bien conocido por sus juicios ciertamente demoledores, incluso en el caso de los consagrados; no exime de error a un crítico, más bien defiende el derecho a equivocarse, poniéndolo por encima de una de las peores plagas de la labor crítica: el elogio entre escritores realizando “aparentes labores críticas”:
“Los errores de la crítica”, escribió en 1755 Nicolai, “no son ni de lejos tan dañinos como los elogios que se prodigan los autores entre ellos”.
El mismo mal objetan los críticos antes mencionados a la crítica literaria de nuestro siglo. Tucholsky habla indignado y con desdén de las “sociedades de seguros mutuos del elogio”. Musil se queja en 1933 de que “se ha dejado la crítica de libros en manos de gran parte de literatos que se elogian entre sí.”
Esto, como podéis comprobar se sigue produciendo hoy en día, si le sumamos la afinidad de ciertos periódicos a según qué publicaciones, estamos hablando, ni más ni menos, de nuestra situación crítica.
Habida cuenta de la importancia cada vez menor de un crítico literario en la actualidad; lo único que le queda al crítico es una pequeña capacidad de influencia de que ya era consciente el propio Reich-Ranicki.
“Existe la costumbre de culpar a los críticos de asesinatos literarios. Pero deberíamos guardarnos de considerar asesinos a aquellos entre cuyas obligaciones figuran diagnosticar epidemias y expedir partidas de defunción. Pero promover o impedir la circulación de bestsellers no atañe al crítico (eso es competencia de otro gremio): el crítico sólo está en situación de alentar y suscitar, de favorecer y acelerar y, por supuesto, también de impedir procesos de comprensión y descubrimientos.”
Cada vez que un lector de mi blog me dice que ha leído a un autor por mí, siento que esta pequeña influencia ha conseguido algo grande; gracias a ello, a lo mejor hay algún lector más de Joyce Carol Oates o de Thomas Pynchon y me siento totalmente realizado en mi pequeño ámbito. No puedo estar más de acuerdo con el polaco.
“Ojalá este libro se entienda como una aportación al debate sobre la literatura y la crítica alemanas de estos años, y como una defensa de aquella negación detrás de la cual no se esconde más que una afirmación rotunda, tal vez incluso apasionada.”
Esta última frase, con la que se cierra el ensayo, refleja la simple pretensión de un clarividente Marcel Reich-Ranicki; el texto funciona como apología de la crítica en general y, al mismo tiempo, refleja una situación histórica en particular, la alemana; pero, sobre todo, nos hallamos ante un texto indispensable sobre la labor de la crítica en la sociedad.
Los textos provienen de la traducción de Juan de Sola de “Sobre la crítica literaria” de Marcel Reich-Renicki editado por Elba.