Me permitiréis recurrir al cliché, pero es cierto que se han escrito “ríos de tinta” sobre Richard Nixon y su mandato en Estados Unidos. La literatura no fue menos, y tuvo distintas manifestaciones.
Por ejemplo, tenemos el caso de Philip Roth que en su libro “Nuestra pandilla”(1972) modeló como una sátira despiadada del gobierno de Richard Nixon y de toda su “pandilla” o políticos y otras figuras que estaban al lado de él en esa época. Roth escogió la sátira explícita y no escondía las verdaderas identidades de la época: el periodismo ( hay periodistas con nombres tan gráficos como lameculos, osado, cójame-en-contradicción, cacho-bruto), el FBI (“Es lo que decimos los del FBI: no me hagas preguntas y no te contaré mentiras”), el propio pueblo americano (“nunca he perdido mi fe en la maravillosa indiferencia del pueblo norteamericano“), McCarthy, que lo llama McCatastrophy y, cómo no, a Nixon (Tricky Dixon en el libro) con perlas como “Nadie en este país supera mi deseo de PARECER religioso”. Una forma que, sobre el mismo fondo, nos sugiere momentos de felicidad total en un libro más que recomendable a pesar de que se refiere muy explícitamente a una época de la historia norteamericana.
Muriel Spark escribió “La abadesa de Crewe” en 1974, habían pasado ya dos años después del escándalo que supuso el famoso “Watergate” en el que Richard Nixon no salió indemne y tuvo que dimitir; el único presidente norteamericano que lo ha hecho hasta ahora, debido a las escuchas ilegales que hacía en los pasillos de la Casa Blanca.
Spark decide, sobre esta base, reflejar estos hechos, y para ello elige la ironía, sin ser explícita en cuanto a los personajes, pero con reminiscencias evidentes que nos hacen recordar el caso en cuestión: “Me atrevo a decir que en esta hora triste ha llegado para Inglaterra la decadencia. ¡Toda esa polvareda pública, que no ha hecho más que aumentar de mes en mes, por un dedal de plata! Jamás habría estallado en Estados Unidos un escándalo semejante. Allí hay sentido de la medida y se comprende la naturaleza humana; es el secreto de su éxito. Una raza realista, aunque no tenga ni idea de cómo se comen los espárragos”.
Todo el libro es una parodia del caso Watergate, no en vano pone escuchas a lo largo del convento que son oídas y grabadas: “Arriba, lejos de ellos, las grabadoras de la sala de control, activadas por sus voces, continúan dando vueltas. Hay tantos oídos en las paredes de la Casa que ni Mildred ni Walburga, al contrario que en el momento de su instalación, cuentan con ello. Es como saber, porque siempre te lo han dicho, que te contempla el ojo de Dios, lo cual, por significarlo todo, no significa nada.”
Tenemos nuevamente a la escritora inglesa en estado de gracia, ya hablé de dos de sus grandes momentos por aquí, destilando humor negro e ironía raudales y no dejando títere sin cabeza, como el propio Roth hacía en su obra, al hablar del periodismo y la función que lleva a cabo: “-Lo tergiversarán –dice la abadesa-. Eso es lo que necesitamos ahora, hermanas una tergiversación. Estamos abandonando el ámbito de la historia para entrar en el ámbito de la mitología. La mitología no es otra cosa que la historia tergiversada, igual que la historia es una tergiversación de la mitología; a eso se reduce la historia de la humanidad. ¿Quiénes somos nosotras para alterar la naturaleza de las cosas? En lo referente a nuestro caso, mis queridas hermanas, buscar la verdad sería como buscar los miembros, los dedos y las uñas perdidas de un cadáver desmembrado en un accidente aéreo.”
Qué brillante novela de una Spark divertidísima y negra como la vida misma, siempre innovando, siempre intentando dar con lo que mueve y martiriza la sociedad. Dos maneras de utilizarlo, la de ella y la de Roth, mismo material, diferentes formas estilísticas, con el mismo resultado paródico.