El libro de la almohada de Sei Shonagon. Intimismo milenario

AlmohadaSegún leía el libro, dos textos brillaron con luz propia por lo que suponen una vez pasados más de mil años dese su publicación:

“Oscurece y casi no puedo seguir escribiendo y mi pincel está gastado. Sin embargo, yo quería agregar unas cosas antes de concluir.

Escribí estas notas en mi casa, cuando tenía mucho tiempo libre, y por lo tanto nadie se enteraba de lo que estaba haciendo. He incluido cuanto he visto y he sentido ya que mucho de lo que hay en él puede parecer maligno o aun perjudicial para otros, tuve cuidado de ocultarlo. Ahora se ha hecho público, que era lo último que yo podía esperar.” 

“Después de todo, lo escribí para divertirme y puse las cosas exactamente como ocurrieron. ¿Cómo podrían mis apuntes compararse con los muchos libros memorables que existen en nuestro tiempo? Los lectores han declarado, sin embargo, que puedo enorgullecerme de mi trabajo. Esto me sorprendió mucho, pero supongo que no es tan raro que a la gente le guste mi obra, porque como se desprenderá de estas notas, soy la clase de persona que aprueba lo que otros aborrecen y aborrece lo que les gusta. Piense lo que piense la gente de mi libro, todavía me arrepiento de que haya visto la luz.”

En el primero de ellos se produce una descripción de su proceso a la hora de escribir, el momento que buscaba para hacerlo, el tiempo del que disponía y su pretensión inicial de no hacerlo público. El proceso creativo, describirlo, como una experiencia de vida, lo que ha visto y sentido lo reflejó en esas páginas. En el segundo se corrobora precisamente el fin lúdico que tenía al escribirlo y, desde luego, no era consciente de la calidad del material que escribía al comienzo. Después de tanto tiempo, podemos certificar, en nuestras manos, que estaba creando un clásico de la literatura japonesa (y de la literatura universal).

Para dilucidar la relevancia del texto, el prólogo de María Kodama es sumamente esclarecedor;  en primer lugar, sabiamente, se encargó de dotarla de un marco histórico:

“El libro de la almohada de Sei Shonagon pertenece al período Heian, que abarca del año 794 al 1185. El libro podría fecharse alrededor del año 994. Poco sabemos de la autora. Nació probablemente en el año 965 y fue dama de la corte de la emperatriz Sadako durante la última década del siglo X. Su padre era un oficial del clan Kiyowara, pero era más conocido como investigador y poeta. Sei Shonagon se casó con Tachibana no Norimitsu y tuvo con él un hijo. Su vida después de dejar la corte a la muerte de la emperatriz es totalmente desconocida. Shonagon menciona en su libro sólo una vez a su padre, nada más sabemos de la biografía, pero ¿importa una biografía frente a la inteligencia y sensibilidad que revela un autor a través de su obra?

Sei Shonagon formará parte de la pléyade de escritoras que durante el período Heian harán florecer la literatura en lengua vernácula en un momento único en la historia de la literatura. No podemos dejar de mencionar su rival Murasaki Shibiku, que con su obra La historia de Genji introducirá en el mundo la primera novela psicológica. Gracias a estas autoras y a otras tenemos una vívida pintura de lo que era la vida de la corte hace más de mil años.”

En efecto, más de mil años desde que se perpetró; de esta manera sabemos el período en el que se escribió y cuál era el oficio de su escritora (dama de la corte); sorprende muchísimo que en una época tan lejana hubiera tantas escritoras que se dediquen a este oficio, muy diferente de la misma época en la cultura occidental; y establece un paralelismo obligatorio con su coetánea Murasaki Shibiku, de la que durante este año leeré La Historia de Genji.

A continuación pasa a describir la personalidad de Sei Shonagon en base a su estilo y los temas tratados, sinceramente, creo  que está muy bien descrito, desde su frivolidad hasta su agudeza y su sensibilidad poética; rasgos que se unen indisolublemente para escribir un libro único:

“La escritura de Sei Shonagon revela una personalidad de mujer aguda, observadora, bien informada, rápida, sensible a la belleza del mundo, al destino de las cosas, en suma, una personalidad compleja e inteligente. Revela también rasgos de frivolidad e intolerancia para su trato con gente social o intelectualmente inferior; un crítico japonés la llamó “lisiada espiritual” y consideraba casi patológica su adoración por la familia imperial. Sin embargo su personalidad tiene un rasgo distintivo que trasunta en su literatura y que la diferencia de sus contemporáneas al describir sus relaciones con los hombres. Se asemeja a ellas en su amor por el fausto, por el color, por una mezcla de inocencia y sofisticación y por su deleite ante la poesía.”

Seguro que todos los que habéis llegado aquí os estaréis preguntando el contenido a estas alturas; nada mejor que irnos a los siguientes párrafos:

“El título El libro de la almohada, en japonés Makura no Soshi, cuya traducción literal sería “notas de la almohada”, es una denominación genérica para describir un libro de notas totalmente informal, que los hombres y mujeres escribían cuando se retiraban por las noches a sus cuartos y que guardaban posiblemente en los cajones de las almohadas, que eran de madera. Anotaban ahí las impresiones que durante el día habían vivido u observado. Esta forma de literatura parece ser autóctona del Japón y se conserva hasta el presente como “escritos ocasiones”, e incluye alguno de los más valiosos trabajos de la literatura japonesa.” 

“Sei Shonagon en su obra describe largas listas de nombres de insectos, de plantas, de cosas agradables o desagradables, de temas poéticos, al modo conocido por occidente que utiliza Homero en los famosos catálogos de las naves, de los mejores guerreros, de los caballos. Esta técnica insólita en apariencia  es retomada por Borges cuando hace de esas enumeraciones que le eran tan caras, poemas de inigualada belleza. Además de las 164 listas, el libro está formado por anécdotas, anotaciones diarias, descripción de caracteres, y la vida de la corte con sus con sus costumbres, sus juegos, sus intrigas y también su crueldad. Borges creía que un libro de esta naturaleza, que no tuvo una versión impresa hasta el siglo XVII (circulaba en manuscritos), debe haberse ordenado y reordenado no sólo por su autora sino a través de las sucesivas lecturas que los especialistas hicieran de ellas a través de los siglos. Esto debe de haber sido muy difícil desde el punto de vista de la estructura del libro.”

Una serie de notas que relatan experiencias vividas durante el día, a modo de diario, de manera informal y que se complementa con listas de todo tipo que van desde poesías hasta catálogos de naves y caballos, y claro, anécdotas y descripciones de la vida de la corte; la selección que realizaron Borges y Kodama es, simplemente, excepcional por su eclecticismo y sensibilidad poética. También se señala su defecto más visible: la estructura. Es difícil, después de tanto tiempo y tantas variaciones, cuál era la ordenación original de una catálogo de temas tan variados.

Me gustaría señalar también la explicación a que las mujeres fueran las transmisoras literarias de la época, todo cobra sentido:

“Puede parecer curioso el hecho de que este período, uno de los más importantes de la literatura japonesa, esté representado casi exclusivamente por mujeres. Esto se debe a que la escritura con ideogramas chinos estaba prácticamente en manos de los hombres; las mujeres utilizaban los silabarios japoneses hiragana y katakana, este último con trazos más geométricos destinado a la transcripción de los nombres  o palabras extranjeras. Por ello en Murasaki Shikibu o en Sei Shonagon encontramos los ideogramas sólo para nombres propios, títulos o citas; es imposible hallar en todas sus obras una sola palabra o locución china.”

No puede faltar algún texto más para conformar lo anteriormente dicho; el siguiente párrafo, muy lírico describe un espectáculo primaveral; es paradigmático de su estilo y refleja su gran sensibilidad ante los fenómenos naturalezas, ante la belleza que observa:

“En el tercer día del Tercer Mes, me agrada ver el sol que brilla sereno en el cielo de primavera. Es entonces cuando florecen los durazneros. ¡Qué espectáculo nos brindan! Los sauces son también encantadores en esa época, con los brotes todavía cerrados como gusanos de seda en sus capullos. Cuando las hojas han brotado ya no me atraen. En efecto, todos los árboles pierden su encanto cuando sus flores se deshojan.

Es un gran placer arrancar una larga rama florida de un cerezo y ponerla en un gran florero. ¡Qué hermosa tarea para ejecutar frente a una visita mientras se conversa!”

Lo mismo puede decirse del siguiente, donde aparece un día en el Palacio en el que se produce la recitación de poemas y cómo el propio emperador, más adelante, se quedará subyugado y asombrado por su capacidad para recordar poemas y ligarlos con el momento presente:

“Estábamos sobrecogidos por toda la encantadora escena. Fue entonces cuando Korechika lentamente recitó un antiguo poema: 

Pasan los días y los meses, pero perdura para siempre el monte Mimoro.

 Profundamente impresionada, sentí el deseo de que todo esto durara mil años. En cuanto las damas que servían en el comedor principal llamaron a los caballeros de honor para que se llevaran las bandejas, Su Majestad volvió a la sala de la Emperatriz. Entonces me pidió que untara la piedra con un poco de tinta. Deslumbrada, pensé que nunca podría apartar mis ojos de su resplandeciente rostro.”

 “Semejante fervor por la poesía es realmente conmovedor.

El emperador, que estaba oyendo el relato, quedó muy impresionado.

-¿Cómo es posible que hubiera leído tantos poemas? –dijo, cuando la Emperatriz terminó-. Yo mismo me siento incapaz de leer tres o cuatro volúmenes. Por supuesto, las cosas han cambiado. En aquel tiempo todos, hasta la gente más humilde, se complacía en las artes y tenía el hábito de pasatiempos elegantes. Una historia así no sería posible en nuestros días.”

Ella misma  tenía un especial interés en la poesía, en las artes y en aquello que resultara elegante, de ahí que no dudara en denostar  a otras mujeres que no podían apreciar lo que ella estaba viviendo; indudablemente, no podía ocultar un cierto esnobismo y sensación de superioridad que resulta un poco enervante:

“Cuando trato de imaginar cómo puede ser la vida de esas mujeres que se quedan en casa, atendiendo fielmente a sus maridos, sin vísperas de nada, y que a pesar de todo se creen felices, me lleno de desprecio. Pueden ser de alcurnia y no haber tenido ocasión de saber lo que es realmente el mundo. Ojalá pudieran convivir con nosotras, aunque sólo fuera como servidoras, para darse cuenta de las delicias que están a nuestro alcance.

No soporto a los hombres que piensan que todas las servidoras del Palacio son frívolas o malas.”

De todos modos, es un pequeño apunte de su compleja personalidad que no puede ensombrecer un documento excepcional desde todos los puntos de vista: como fresco histórico de un pasado muy lejano, como descripción de las costumbres de la época y de la realeza japonesa en particular y, sobre todo, por su alta sensibilidad cargada de sutileza y lirismo.

“Anoté en mi libreta un poema que me había impresionado. Desgraciadamente una de las criadas lo vio y recitó los versos torpemente. Es terrible cuando alguien recita deprisa un poema sin el sentimiento apropiado.”

Qué terrible es comprobar que ya nadie sabe recitar un poema a través de un libro de más de mil años de antigüedad.

Todo es poesía en un libro inolvidable.

Los textos provienen de la selección y traducción de Jorge Luís Borges y María Kodama de El libro de la almohada de Sei Shonagon editado por Alianza editorial.

“Las 50 mejores arias de Verdi” de Arturo Reverter. Más que lectura, experiencia musical

50ariasCon motivo del bicentenario de Verdi que tuvo lugar el año pasado, Alianza Editorial, gracias a la figura del crítico musical Arturo Reverter, lanzó este compendio que incluye las 50 mejores arias de Verdi según el autor; a priori, reunía todos los ingredientes que a un buen aficionado de ópera podría buscar; sobre todo si, como es mi caso particular, acompaño la lectura del libro con la atenta audición de cada uno de los momentos mencionados.

Hoy en día, con los medios que se nos ofrecen: youtube, spotify, etc… este tipo de libros se convierten en verdaderas experiencias musicales, más que simples lecturas; me atrevo a asegurar que es imprescindible dedicarle el tiempo necesario para leer las explicaciones del autor al mismo tiempo que se escucha el aria porque es la mejor manera de: primero, entender el carácter  musical gracias al análisis particularizado; segundo, deleitarse con el genio del gran Verdi a la hora de componer música.

Una vez entendida esta parte indispensable, vayamos al  prólogo del propio Reverter para comprobar el objetivo del libro en cuestión:

“¿Qué mejor homenaje se puede hacer a un compositor que estudiar su música y promover su escucha? Esto es lo que pretende el presente libro, en el que se disponen las bases de conocimiento necesarias para empezar a penetrar en los secretos de la escritura de Giuseppe Verdi, de cuyo nacimiento se han cumplido no hace mucho doscientos años. Durante ellos, al menos a partir de 1839, el del estreno de su primera ópera: “Oberto, Conte di San Bonifacio”, la figura del músico de Busetto no ha hecho sino crecer hasta convertirse en una de las más preclaras, trascendentes, influyentes y conocidas del mundo de la ópera. “

En efecto, lo primero, y más fundamental, conseguir que se estudie su música y promover la escucha; más en este caso, ya que estamos hablando de uno de los compositores más conocidos por la mayoría de la gente; se trata, ni más ni menos que de escuchar activamente, el estudio, como muchas veces he dicho, refuerza la ya de por sí excelente música convirtiendo la experiencia en algo aún más sublime.

El punto polémico viene, como no podría ser menos, en la elección de las arias, así como el número escogido, Reverter también se refiere a este asunto en particular en su introducción:

“En cuanto a la selección, el número redondo nos parecía indicado considerando que era suficiente para dar una vívida y fiel imagen, adecuadamente contrastada, del arte del compositor dentro de una dimensión razonable, en busca de un manejo cómodo a la hora de la consulta y de la localización. También, evidentemente, de la extensión de un libro de estas características, que ha de buscar ante todo la máxima claridad, la sencillez expositiva y la incorporación del dato pertinente. ¿Qué criterios hay que seguir en un caso así? Las posibilidades son múltiples.

Si se hubieran elegido las arias buscando la pureza musical, la perfección de la forma, el equilibrio estructural, la profundidad, no estarían incluidas algunas de las páginas más famosas.”

Es evidente que la elección obedece a dos motivos: el de tamaño: el formato estándar del libro no debe superar las alrededor de trescientas páginas para que no se suban los costes; el de la comercialidad: de ahí que este la mencionada aria de Verdi o, incluso una cabaletta como es el caso de “Di quella pira”, o que la mayoría de arias sean conocidas o interpretadas por tenores o sopranos. No vamos a poner más énfasis en el tema, la elección es la que viene y, sinceramente, funciona muy bien por los motivos mencionados  y por otro motivo que diré en la parte final de esta reseña.

Por otro lado, el autor se centra en identificar lo que va a comentar por cada una de las arias en el siguiente párrafo:

“En cada caso se manejan similares elementos de conocimiento, bien que no siempre expuestos de la misma manera o en un idéntico orden: estudio musical riguroso, con ejemplos pentagramáticos adjuntos;  descripción del momento dramático que se vive; aproximación a la psicología del personaje; rememoración de los cantantes que intervinieron en el estreno; valoración del tipo vocal adecuado, al aria en cuestión y a la ópera en la que se inscribe en general; repaso sucinto de los cantantes que, en la historia del fonógrafo, mejor han servido la parte y, en especial, la pieza analizada. No se suelen dar datos relacionados con la discografía, ni referencias numéricas, muchas veces variadas y variables en los catálogos.”

Las arias vienen ordenadas en estricto orden cronológico de  composición de la ópera y en cada una de ellas se empieza con una introducción a dicha ópera: contexto histórico y musical, circunstancias del estreno, intérpretes, etc. El siguiente ejemplo, en el caso de “Macbeth” resulta muy ilustrativo:

“Pero Macbeth, pese a sus carencias, a sus artificios, a sus irregularidades, es una obra apasionante en la que, encontramos páginas de enorme contenido emotivo y musical; como el aria La luce langue, que estudiamos en página vecina. Son, por supuesto, de excelente factura los grandes finales de los actos primero y segundo, y brillantes y tópicos, en la mejor tradición del Verdi guerrero, el coro de los prófugos escoceses y el himno de la victoria que cierra la ópera.

Fuera como fuera, Verdi consiguió hacer verdaderamente algo distinto, nuevo, unitario, de extremada concisión dramática; una ópera experimental, en palabras de Degrada, un drama a lo Séneca releído según los esquemas culturales de moda para unir el mundo de las brujas a las creencias contemporáneas y a las tradiciones populares, fabricando una metáfora horrible y grandiosa de la conciencia atormentada del protagonista. Una especie de intuitiva y sui generis Gesamtkunstwerk wagneriana que establece la unión entre canto, declamación, parlato, gesto escénico; nuevas relaciones entre música y drama. Tenemos aquí la búsqueda del nuevo ideal: “la palabra escénica.”

A continuación se hace el estudio de cada aria o arias que pertenezcan a la ópera mencionada y que merezcan dicho estudio según la selección. En todas ellas se pone el texto en el idioma original (italiano) y se traduce justo al lado de la misma. Después se procede a examinar/analizar con la ayuda de varios pentagramas la descripción exacta del momento musical/dramático, así como de la conjunción música/letra que utiliza Verdi para evolucionar el personaje, en el mismo “Macbeth” vemos uno de estos ejemplos:

“La voz insiste luego en la coda en la palabra cadrá, que representa el anhelo soberano de la dama y también su historia. Los contratiempos de la orquesta, que desarrolla una figura rítmica impetuosa y motora, animan esa parte conclusiva, que es coronada con un brillantísimo si natural agudo.

Esa brillantez también dependerá de la soprano, que habrá de ser evidentemente una dramática de agilidad, en la línea de Odabella de Attila y, sobre todo, de Abigaille de Nabucco –de la que hemos hablado en otro capítulo y de cuyo tipo vocal hemos dado pistas-  que se puede aplicar al personaje de la pérfida Lady Macbeth, que, evolucionada, posee hechuras similares en cuanto a carácter con otras criaturas verdianas, dotadas en cualquier caso de mayores claroscuros, como Azucena de Trovador, Eboli de Don Carlo o Amneris de Aida.”

Por último, y a la luz del tipo de vocalidad necesitada para dicho aria (y dicha ópera), se analizan los intérpretes históricos ponderando especialmente el interés en aquellos que han conseguido la interpretación más adecuada.  En este caso es donde puede cansar un poco más porque, desgraciadamente hay pocos intérpretes ideales para Verdi y siempre aparecen los mismos nombres por la calidad que han atesorado.

Si todavía no he convencido a alguien de leer este libro, me queda una última baza, aquel motivo que mencioné al principio y que saco ahora a colación: la selección ayuda a la apreciación de la evolución musical del compositor en toda su escala, desde las primeras óperas,  más influenciadas por los belcantistas hasta el final de su carrera (con Wagner de fondo) pero con personalidad propia.

Estamos, sin lugar a dudas, ante un libro imprescindible para todo aficionado a la ópera en particular y, por extensión, a la música clásica. No hay que dejar pasar esta oportunidad de vivir una experiencia tan íntima en lo musical.

Elmore Leonard: el último grande de la novela negra

Mucho había yo demorado un pequeño post para recordar a Elmore Leonard, el último grande de la novela negra que nos dejó en el 2013. Leonard, a pesar de su merecidísima fama fuera de España, no gozó de ese éxito por aquí. Quizá la forma de publicarlo, errática, sin seleccionar todo lo bueno que tiene, dejando para otros momentos sus obras menos redondas, ha lastrado esto. No tiene lógica que otros autores, medianías sin dudarlo, sin embargo, vendan mucho y nos olvidemos de él.

Para recordarle qué mejor que hacerlo a través de sus obras, afortunadamente me faltan bastante por conocer que me están esperando y que aguardo con impaciencia. Por ahora voy a comentar dos de las últimas, que no tienen que ver por cierto con “Raylan” y la serie de TV basada en ella “Justified” por la que, ahora mismo, estaba siendo bastante popular, al menos en EEUU.

yibuti-9788420679907La primera obra que traigo es ciertamente curiosa, es la última que ha publicado Alianza, “Yibuti” es un thriller en toda regla y está bastante alejado de sus típicas novelas negras, más hardboiled o de las últimas de vaqueros, como “Raylan”; este Leonard está más cerca de las novelas de Preston y Child, lo que no es forzosamente malo, teniendo en cuenta que las novelas de estos son paradigmáticas y excepcionales en lo suyo.

La protagonista de “Yibuti” es una directora de cine y de cortometrajes que busca la fama mediante la búsqueda de unos verdaderos piratas del mar con los que quiere hablar y llevarlos a la gran pantalla:

“-Así que te interesan los piratas que saquean a los que surcan sus aguas ¿eh?

-No me importaría hablar con ellos.

-Han perseguido unos cien barcos, y han secuestrado alrededor de cuarenta. Se llevan el dinero de la caja fuerte y todo lo que quieren de la cocina. O se llevan el barco a Eyl y exigen un rescate. Piden un par de millones por un mercante griego, y los consiguen”

A pesar de la elección femenina como protagonista principal, en boca de un rico playboy expone sus opiniones de ellas a través de su forma de elegirlas:

“Primero paso cuarenta y ocho horas con ella. En dos días descubres todo lo que hay que saber. Algunas parecen inteligentes, pero se les nota que tienen que esforzarse para hablar con propiedad. Dicen al lado mío en vez  de a mi lado, y no tienen criterio para elegir los libros que leen, eso si es que leen. No quiero parecer cruel, pero en el mar se lee mucho, se habla de libros.”

Poco a poco se irá dando cuenta la protagonista de que no todo era tan sencillo e inofensivo como parecía, sobre todo a raíz de la aparición de los musulmanes, especialmente de Al Qaeda:

-“Yo creo que Harry es de los buenos, si es que hay buenos en esta historia.

-Eso mismo le dije yo a Billy cuando nos fuimos del club. Y me contestó: “imposible saber quiénes son los buenos y quiénes son los malos en este puto mundo mahometano”

Los cliffhangers se empiezan a suceder en cada capítulo, los capítulos son cortos, electrizantes, para que no dejes de leer y pases páginas a toda velocidad, en medio de todo este trepidar, siempre hay un hueco para un oasis… como su opinión de la grandísima Naomi Watts:

“-Naomi se te puede parecer. Nunca sobreactúa. ¿La viste en Happy time? No puedes dejar de mirarla.

-Se pasa la mitad de la película en bragas.

-Aunque hiciera de monja, no podrías dejar de mirarla.”

Estas pequeñas cosas, este buen humor, es parte de su sello único. De ahí hasta el final todo se acelera , hasta el último capítulo, donde  se desencadena el último acto. Desde luego hasta el último minuto no sabes cómo va a acabar. No es una mala obra pero tenemos mejores muestras de su talento inimitable.

LB00204501_MR_PARADISELa segunda novela, “Mr Paradise”, no tiene nada que ver con la anterior, aquí sí que nos encontramos lo apasionante de lo sórdido y una excelente trama policíaca; su protagonista es el típico personaje muy alejado de lo habitual y que se vuelve el eje de la obra a pesar de su temprana muerte:

“Mr Paradise se iba encogiendo con los años, se volvía más frágil; solo un par de mechones de pelo blanco, estirados y aplastados, le cubrían el cráneo. Estaba viendo el final de la ruleta de la suerte, el momento en que Pat Sajak y Vanna White sudaban la gota gorda para prolongar la conversación hasta los últimos segundos.”

El complot para asesinarle tiene una inocente inconsciente, Kelly Barr, que sobrevivirá y se convertirá  en el primer vértice de un triángulo que no puede traer nada bueno; la segunda pata  es el policía Frank Delsa que es el típico policía incorruptible que se enamorará irremediablemente de nuestra inocente víctima:

 “Faltaba todavía una hora y media para volver a verla, aunque ya la había visto esa mañana en su despacho, fumando su Slim, y después le había quitado las botas y había respondido a sus preguntas sobre la reciprocidad, mirándola y deseando acariciar su cara. Echaba de menos a Maureen, la quería, se sentía triste, pero a veces podía mirar a una mujer y preguntarse si tal vez aunque no a muchas, y desde luego a ninguna como había mirado a Kelly Barr y había deseado tocarla. Tocarla… ¡comérsela entera!”

El cerebro y perpetrador del crimen será el incomprendido Montez Taylor que es el que se encarga de organizar todo para conseguir salir de una vida con la que, desde luego no está satisfecho:

 “-A los diecisiete años. Montez Taylor fue procesado por agresión con agravante y condenado a dos años en Jackson, como si ya fuese mayor de edad eso cambió su vida. Montez hizo contactos en prisión y al salir empezó a vender drogas. Se convierte en una celebridad, una estrella del gueto, y antes de cumplir los veinte empieza a manejar cantidades de seis cifras. Es engreído, brillante, cubre a sus chicas de joyas y tiene un coche con llantas enormes y el mejor equipo de música. Empiezan a llamarlo Jeta. Tiene jeta para hacer lo que le da la gana. Y cuenta con un abogado criminalista que conoce bien su oficio, uno de esos de Clinton street que consigue buenos tratos, y obtiene la condicional para Montez a cambio de esto o lo otro.”

Con estos tres protagonistas, con una trama fabulosa que solo se resuelve en su parte final y con todo el reflejo de los bajos fondos, cargado con mucho buen humor negro tenemos una de esas novelas fantásticas que constituyen en sí una muestra de la forma en que Leonard lo bordaba. Uno de esos grandes que con su grandeza dignificaron un género en mayúsculas, el de las novelas policíacas, no perdáis la ocasión de descubrirlo.

Los textos vienen de la traducción del inglés de Catalina Martín Muñoz de “Mr Paradise” y de “Yibuti”  de Elmore Leonard para Alianza.

“Resurgir” de Margaret Atwood

Resurgir-ATWOODPocas cosas hay más gratificantes que encontrarse poco a poco con libros de tus escritores favoritos e ir perfilando su carrera literaria, la evolución en su escritura y los temas que van tratando. Esto es sencillo cuando esta lectura es cronológica y se vuelve un caos inconexo cuando los lees desordenados, aunque al final consigas unir todos los flecos.

Esto último me está sucediendo con la obra de Atwood; buena parte de culpa la tiene la publicación errática que se ha realizado en España de su obra por parte de varias editoriales. También es cierto que, hasta ahora, no ha gozado del favor del  público ni con el “Príncipe de Asturias” y de ahí, que no hayamos conseguido la continuidad deseada.

Todo lo indicado viene por la lectura de su obra de 1972, “Resurgir” y que supuso posiblemente el espaldarazo definitivo a la carrera de la canadiense; incluso el polémico Harold Bloom la incluyó en su famoso “Canon Occidental”; pero claro, yo he leído antes que esta obra “El asesino ciego” y “El cuento de la criada” (de las que podéis ver sendas reseñas pinchando en los títulos) y coger ahora esta, supone un abismo de distancia en temática y estilo.

He dicho alguna vez que lo que me fascina de esta escritora es su eclecticismo y su progresiva mezcla de géneros y, sin embargo, esta obra es una muestra de introspección que, también es cierto, me desvela otra de las temáticas que usa habitualmente la escritora y que en los anteriores aparecía más de pasada: el ecologismo.

La obra se divide en tres partes muy diferenciadas; en las dos primeras aprovecha la reunión de los cuatro protagonistas para profundizar en sus relaciones interpersonales; de hecho asistimos, desde la perspectiva de la narradora, a un ordenamiento de lo que siente, a una serie de epifanías que le ayudan a darse cuenta de lo que en realidad siente (o no siente), por ejemplo con respecto a su amante actual:

“Le tengo cariño, prefiero tenerlo cerca que no tenerlo; aunque estaría bien que significara algo más para mí. El hecho de que no sea así me entristece: no me ha vuelto a pasar con nadie después de mi marido. Un divorcio es como una amputación, sobrevives pero queda menos de ti.”

O con respecto a la naturaleza, el maltrato que sufre y la indefensión ante un futuro nada halagüeño:

“Pero, de todas formas, habían matado a la garza. No importa de qué país sean, decía mi cabeza, siguen siendo americanos, son lo que nos espera, en lo que nos estamos convirtiendo. Se propagan como un virus, se meten en el cerebro y atacan las células, y las células cambian desde dentro, y las que tienen la enfermedad no lo notan. Como en las películas de ciencia ficción de sesión de noche, criaturas del espacio exterior, ladrones de cuerpos inyectándose a sí mismos dentro de ti, desposeyéndote de tu cerebro; sus ojos, cáscaras de huevo sin pupila bajo las gafas oscuras. Si tienes el mismo aspecto que ellos y hablas como ellos y piensas como ellos, entonces eres ellos, decía yo, hablas su idioma, un idioma que representa  todo lo que eres.”

Sin embargo, no se queda en esto la novela, es mucho más ambiciosa; solo tenemos que observar la siguiente reflexión de la protagonista:

“De nuevo el idioma. Yo no podía usarlo porque no era mío. Él debía saber lo que quería decir, pero era una palabra imprecisa; los esquimales tenían cincuenta y dos palabras para la nieve porque era importante para ellos; debería haber la misma cantidad para el amor.”

Esto nos alerta sobre la cualidad falible del lenguaje como pintor de la realidad que nos rodea,  que se suma al fracaso que supone intentar salvar un mundo que se va a pique para la narradora:

“Salvar al mundo, todos quieren hacerlo; los hombres creen que pueden hacerlo con pistolas, las mujeres con sus cuerpos, el amor lo conquista todo, los conquistadores aman a todos, espejismos creados por las palabras.”

Todo ello produce una deconstrucción que empieza en el lenguaje y se extiende a la realidad que nos rodea; la única forma, entonces, de salvar a la naturaleza de la destrucción que lo rodea es abandonar las palabras y unirnos a ella:

“Me llama otra vez, balanceándose sobre el muelle que no es tierra ni agua, manos sobre las caderas, cabeza echada hacia atrás y ojos oteando. Su voz está furiosa: no va a esperar mucho más. Pero de momento espera.

El lago está en silencio, los árboles me rodean, sin preguntar ni dar nada.”

Somos uno con la naturaleza en este ejercicio regresivo; quizá no estamos salvándola pero sí que nos estamos salvando nosotros; en la naturaleza, en lo salvaje, se encuentra nuestro lado más primitivo y menos exigente; es una comodidad para nuestras vidas.

Obra muy introspectiva que nos desvela aspectos diferentes de la obra de Margaret Atwood y que, desde luego, no se puede dejar de leer.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Gabriela Bustelo Tortella para la obra “Resurgir” en Alianza Editorial.