Siempre es un placer traer a este blog a Daniel Ausente del que hablé ya largo y tendido a propósito de su fantástica “Mentiré si es necesario” , una novela a medio camino entre el ensayo y la narración autobiográfica que iba muy en consonancia con la faceta más ensayística del autor. Ahora ha vuelto y, esta vez, por fin se ha arriesgado con una ficción, encuadrada por temática y formato en el pulp: novela corta, de capítulos rápidos con cliffhangers adictivos y terror a raudales.
En la construcción de la novela utiliza cada uno de los capítulos iniciales para establecer una base, con los siguientes ejes: por un lado, la amenaza, bien conocida por todos los que leemos a Lovecraft; en el encantador siguiente pasaje podemos reconocer, sin atisbo de duda, una de sus criaturas primigenias:
“Algo parece arrastrarse hacia ella en un reptar viscoso. Levanta como puede la nuca para enfocar mejor y de la oscuridad emerge algo indefinido, una silueta irregular que no se parece a nada de este mundo. La iluminación es tenue y apenas permite apreciar cómo agita lo que parecen brazos largos y asimétricos. Puede centrar la vista en una de esas extremidades porque avanza hacia ella con un movimiento ondulado, como si fuera una enorme serpiente de carne despellejada, lleva de palpitantes bulbos blanquecinos y negros filamentos que se mueven enhiestos. El aullido se incrementa, excitado, y Selena se da cuenta de que está desnuda y de que sus piernas atadas y separadas forman un triángulo cuya cúspide es su sexo abierto e indefenso, y que ese es el destino de aquella cosa asquerosa que ahora puede ver algo mejor, porque el apéndice ya está allí mismo y su extremo delantero parece la cabeza de una gaviota que abre el pico. Entonces Selena grita, pero nadie la escuchará, ni ahora ni nunca más.”
La escritura de Daniel es prolija en detalles sexuales y viscerales que refuerzan expresivamente el relato enmarcado, sin lugar a dudas, en el terror; muchos años de visionado del noveno arte son un bagaje incalculable para afrontar este tipo de narración. Por otro lado Daniel apela, en el grandísimo segundo capítulo, “Fauna”, a sus vivencias personales; dicho capítulo finaliza de la siguiente manera:
“-¡Joder, Sole, que estamos abajo, me cago en tu puta madre! –grita la Nati.
-¡Vete a la mierda, Nati! –responden desde una ventana.
Toda la escena sucede en el cruce de tres calles, Voltés, Plom y Enriqueta Martí, que forman un pequeño reducto del viejo barrio chino de Barcelona, cada vez más pequeño y arrinconado.”
Refleja a la perfección la vida de la Barcelona más arraigada, la de los personajes que habitan esas tres calles; un barrio de miserias, un barrio de gente humilde y trabajadora que se erigirán en verdaderos protagonistas de una historia de terror “lovecraftiano”; Daniel sabe llevar lo que vive día a día, lo que lleva observando a lo largo de toda su vida, la cotidianidad quinqui se suma al terror sobrenatural en una mezcla explosiva de fatídicas consecuencias.
No se olvida de ningún detalle, como podemos extraer del siguiente pasaje, el nexo entre los dos ejes mencionados:
“-¿Y esto a dónde lleva, Juan?
-Uf. La verdad es que no lo sé bien. Ya sabes que todo el barrio está lleno de túneles y caminos y hay quien dice que antaño iban de la falta de la montaña de Montjuich hasta la Catedral. Recto, como a unos treinta metros, se llega al piso inferior del garaje aquel al que se entraba por Voltés y que lleva cerrado cinco o seis años. Es un sitio curioso porque tiene arcos y columnas como de claustro de monjas, que es lo que debía de ser antes, sólo que ahora están bajo tierra. De ahí salen varios caminos pero la mayoría están tapiados o acaban haciéndose inaccesibles.”
Túneles y caminos (desde antaño construidos) que servirán para dotar a los suburbios de Barcelona de un elemento mítico; la ciudad y lo que tiene de oculto servirán como vehículo para que nuestra deliciosa (y mortífera) criatura se desplace sin que sea detectada de un sitio a otro causando muertes por doquier.
En otro memorable capítulo (“Pantera Rosa”) tenemos una muestra del gran talento del escritor barcelonés; cargado de buen humor, recursos y, desde luego, mucha creatividad, para dotar a narración de riqueza; no le faltan medios, hasta nuestro entrañable Chuck Norris puede servir para ello:
“-Tu madre hacía las mejores mamadas del Chino, Sardina, sobre todo cuando se sacaba la dentadura.
El Sardina asiente sin alterarse porque hace años que se acostumbró al comentario. Con la mirada busca la cosa del Kala, que no es otra cosa que un subfusil Kalashnikov AD-47. Al Kala le llaman así por eso, porque hace veinte años se hizo con uno. Hay diversas teorías al respecto; que fue parte del botín tras una guerra de bandas, que movió cielo y tierra para comprarlo tras ver la película “Delta Force”, donde lo llevaban los terroristas que se enfrentaban a Chuck Norris o, simplemente, porque el destino lo puso en sus manos.”
La narración funciona como un verdadero tiro; los personajes, inolvidables, van entrelazando sus historias hasta llegar a una batalla final que denota su afán por sorprendernos y que adolece de algún pequeño defecto lógico: una vez que todo está establecido se acaba muy abruptamente, estoy seguro que de que podría haber desarrollado otras cien páginas sin ninguna dificultad. Parece que, ya llegando a esa parte, está tan cómodo que le cuesta horrores tener que cortar por el formato.
Un libro con tantísimas virtudes que no me voy a cansar de recomendarlo, a menos que no guste el terror claro; esperamos más maravillas como esta Sr Ausente, buena literatura (pulp o lo que sea), ni más ni menos.