El indolente viaje de dos aprendices perezosos y otros relatos de Charles Dickens. Sello de calidad y variedad

el-indolenteEn su afán por publicar libros para los completistas dickensianos, las editoriales están buscando combinaciones de sus narraciones breves de todo tipo, con desigual resultado. Ya comenté aquí  la irregularidad de la propuesta que nos traía Periférica.  Mejor suerte ha habido con este El indolente viaje de dos aprendices perezosos y otros relatos (escrito el cuento que da nombre conjuntamente con Wilkie Collins y que fue publicado en 1988 con el nombre Los perezosos por ediciones B) ya que los cinco capítulos que engloban el sugerente título del cuento principal son de un nivel alto; pero, en este caso, los otros tres relatos que completan el volumen (“El secreto del ahorcado”, “El armario viejo” y “Excursión de placer”) también guardan una calidad similar;  quizá ayuda el que se trate de cuentos más cercanos al género policíaco como es el caso del primero de ellos, pero también es cierto que su prosa es indicativa de esta calidad y destila buen humor como en el caso del tercero:

“-Se lo agradecemos mucho, querida; pero mi hija ha cantado siempre sin acompañamiento.

-Y sin voz –murmuró por lo bajo la señora Briggs.

Sentada a su lado la señora Taunton, aunque no pudo captar la frase íntegra, se dio cuenta de su sentido y replicó con todo descompuesto:

-Quizá no tenga voz, pero sería mejor que la de ciertas personas no llegase a los oídos de las gentes bien educadas.

La señora Briggs no se mordió la lengua:

-Quizá también, si los señores a quienes se quiere acaparar para las hijas de ciertas personas no tuviesen el buen gusto de ocuparse de las hijas de otras personas, algunas personas no tendrían que demostrar el mal carácter que, gracias a Dios, las distingue de otras personas.

-¿Personas dice usted? –exclamó la señora Taunton roja de ira.

-¡Digo Personas! –afirmó no menos excitada la señora Briggs.

-¡Pécora!

-¡Arpía!”

El cuento homónimo, de ocurrente título, El indolente viaje de dos aprendices perezosos, reúne todas esas características que ya he enumerado en alguna ocasión y que nos enamoran a los dickensianos, como esa descripción única de los personajes, en este caso, dos vagos como la “copa de un pino” descritos desde sus propios nombres:

“Los mal aconsejados jóvenes que así eludían el cumplimiento de sus deberes con la noble dama que les prestara muchos y señalados favores, obraban a impulso de la vil idea de realizar un viaje perfectamente ocioso en una dirección cualquiera. No tenían el propósito de encaminarse a ningún sitio concreto, ni de ver nada, ni de conocer nada ni de aprender nada: sólo deseaban no hacer nada. Únicamente querían no trabajar. A imitación de Hogarth, se aplicaron a sí mismos los nombres de Thomas Idle (Ocioso) y de Francis Goodchild (Niño bueno); pero conviene advertir que en cuanto a ociosidad no diferían uno de otro, moralmente hablando, ni el blanco de una uña, pues ambos eran holgazanes a más no poder.”

Entra dentro de su genialidad la capacidad de Dickens de distinguir entre diferentes tipos de holgazanes según su localización geográfica, todo ello contribuye a dotar a la narración de un dinamismo que recuerda sus mejores momentos, además de seguir sacándonos sonrisas:

“Sin embargo, entre Francis y Thomas existían algunas diferencias de carácter: Goodchild era un holgazán diligente, capaz de soportar toda clase de trabajos y molestias con tal de proporcionarse la certeza de estar ocioso en absoluto. Para abreviar, diremos que su noción de la holganza consistía en creer que al practicarla se entregaba a una ocupación útil. Por su parte, Thomas Idle era un perezoso mixto del tipo de holgazán irlandés y vago napolitano, o sea uno holgazán pasivo, un perezoso de nacimiento y por educación, un ocioso consecuente, que practicaba lo que hubiese predicado de no haber sido harto indolente para predicar. Era, pues, la encarnación completa y perfecta de la holgazanería.”

Entre otras cosas porque es capaz de definir, a lo largo de los cinco capítulos que consta, la vagancia y las acciones derivadas de ella desde diferentes puntos de vista y estados; hasta en la enfermedad se puede ser un indolente, como es el caso de Idle, uno de los protagonistas:

“[…]¿cómo Thomas Idle, lisiado y confinado en casa, pasaba las horas del largo día?

Replicaré que Thomas, tendido en el sofá, no hacía intento alguno por pasar las horas, sino que se limitaba, pasivo, a dejar que las horas pasasen por él. Mientras otro hombre en su situación hubiera leído y tratado de aumentar el caudal de sus conocimientos mentales, él dormía y dejaba aumentar su reposo corporal. Mientras otro hombre hubiese pensado con anhelo en su existencia futura, Thomas repasaba perezosamente su vida pasada. “

Lo bueno es que no se limita a la narración de los hechos sino que le añade elementos fantásticos, a veces entre los protagonistas que se van encontrando, como es el caso del anciano fantasma que se convierte en uno más según pasan las horas y rememora su muerte:

“Pero durante el mes que yo fui por violencia despojado de la vida (el actual mes de treinta días) la cámara nupcial está desierta y en paz. No así mi antigua prisión, ni las estancias donde habité inquieto y temeroso diez años. Una y otras están entonces horrendamente hechizadas. A la una de la madrugada soy lo que usted vio a esa hora: uno solo viejo. A las dos de la madrugada soy dos viejos. A las tres, tres. A las doce, soy doce viejos: uno a razón de cada cien por cien de la antigua ganancia. Y cada uno de los doce experimenta doce veces mi antiguo sufrimiento y tortura. Desde esta hora hasta las doce de la noche, yo, trocado en doce hombres enloquecidos de terror y angustia, espero la llegada del verdugo. A las doce de la noche, yo, convertido en doce viejos, pendo, invisible, en el exterior del Castillo de Lancaster, de cara a la pared.”

El resultado es, desde luego, lúcido, una narración que se caracteriza por el buen humor y que recoge retazos de la genialidad de nuestro Dickens además de su habilitad innata para mezclar relatos de género y ficción de tipo más costumbrista; es imposible no terminar con una sonrisa al acabar el libro de esta manera:

“¿Adónde llevarán los perezosos vientos estas perezosas páginas y dónde la última de ellas se perderá un día para ser definitivamente olvidada? Ociosa pregunta y ocioso pensamiento, tras de formular los cuales el señor Idle hace una correcta inclinación y el señor Goodchild otra, dando con esto fin al INDOLENTE VIAJE DE DOS APRENDICES PEREZOSOS.”

No me canso nunca de encontrarme con Dickens.

Los textos pertenecen a la traducción de El indolente viaje de dos aprendices perezosos y otros relatos de Charles Dickens de la editorial Espuela de plata.

“Sobre el concepto de barbarie” de Gilbert K. Chesterton

En la fantástica introducción del libro “Sobre el concepto de barbarie” publicado por la editorial Espuela de Plata, Emilio Quintana deja muy claras las intenciones de un Chesterton ubicado temporalmente en 1914:

“Sobre el concepto de la barbarie  tiene como único fin demostrar la incompatibilidad de Alemania con la idea de civilización, puesto que su único propósito es “la destrucción de la libertad en todas las partes del mundo”

El libro se divide en cinco partes, que en esta edición española van precedidas por una serie de citas sacadas de revistas, periódicos y otras fuentes que complementan los capítulos relatados por el rubicundo escritor inglés, que construye su panfleto desde la semántica asociada al conceptsobre-el-concepto-de-barbarie-ebook-9788415177623o de barbarie como bien nos indica el mencionado Quintana:

“Chesterton se centra en el concepto de barbarie […]. Alemania no es, como Rusia, una civilización imperfecta, “sino algo deliberadamente antitético a la civilización y enemigo de ella, algo que ha declarado la guerra a los principios que han hecho posible hasta hoy día la existencia de la sociedad humana”. […] Chesterton tiene la extraña capacidad de percibir la intrínseca perversión de una Modernidad mostrenca, que se está constituyendo como el negativo de la civilización humana, a partir de su propio desarrollo tecnológico”

A partir de ahí, razona el escritor lo que le lleva a asociar Alemania a lo bárbaro y la necesidad de parar a este país.

En el capítulo “Hechos” establece las razones por las que cree que Europa puede ir mal: “Se trata nada menos, que de localizar, (después de haber perdido más de un siglo de recriminaciones injustas y explicaciones erróneas) el mal de Europa, de encontrar la fuente que ha vertido sobre todas las naciones de este continente el veneno de la discordia y del malestar”

En  “Guerra a la palabra”, establece la definición de barbarie y lo que significa en cuanto a su oposición a la civilización: “No queremos decir una civilización accidentalmente imperfecta, sino algo deliberadamente antitético a la civilización y enemigo de ella, algo que ha declarado la guerra a los principios que han hecho posible hasta hoy día la existencia de la sociedad humana”.

En el tercer capítulo define la “negación de la reciprocidad” como una de las características de  los alemanes, esencial para entender sus reticencias: “Otra idea existe en el fondo de todas las acciones humanas, tan fundamental, que ya se ha olvidado, tan sabida, que se calla siempre, se podría llamar la idea de reciprocidad, o, dicho en buen castellano, el toma y daca. El prusiano aparece intelectualmente incapaz de esta idea, se nos figura que no puede concebir lo que es fundamento de toda convivencia, es decir, que a los ojos de un hombre, él no es más que otro hombre.”

No tiene compasión a la hora de establecer las prioridades de los prusianos y lo que esto puede significar, en términos de libertad, para toda Europa: “En Prusia, no; lo mejor del mecanismo de la civilización se ha puesto al servicio de lo más odioso de la mentalidad bárbara. Ni por casualidad realiza el prusiano un acto meritorio; no conoce ninguna de estas afortunadas resurrecciones, ninguno de estos tardíos arrepentimientos de que se compone la gloria de Rusia, hecha de remiendos. En Prusia todo se aguza hasta que acaba en punta y se dirige a un solo propósito; este propósito, si es que los actos y las palabras han de significar algo, es la destrucción de la libertad en todas las partes del mundo”.

Más doloroso resulta comprobar en el prólogo que hizo Miguel de Unamuno a esta obra en 1914 el concepto “tontos a la prusiana”, verdaderos defensores de la supremacía alemana y abanderados de una forma de hacer las cosas que, quizá, no sea la panacea a todos los problemas sino un problema potencial en sí mismo para nuestro futuro:

“Y vencer para Prusia significa dictar ella la ley a todo el mundo: Ueber alles in der Welt! […] Más de una vez ha escrito Cherterton que lo terrible del prusiano es que no duda. […] Que sean tan tontos que ni siquiera sospechen su propia tontería y estén sincera y profundamente convencidos de ser el pueblo escogido de Gott, se comprende. Allá ellos. Pero lo triste es que hayamos descubierto entre nosotros, aquí, en España, tantos tontos a la prusiana.”

“La salvación de España, dicen, está en ponerse en manos de Alemania, imitarla y organizarse a la alemana. Y a esto le llamo hispanofilia y a los que no nos dejamos convencer de ello nos motejan de malos españoles y de descastados”.

Se complementa esta edición con las “Cartas a un viejo garibaldino” del propio escritor británico y que se centra igualmente en esta demostración de la barbarie alemana y en cómo intentar evitarla mediante el estrechamiento de las relaciones con el país transalpino, hacer una piña contra esta ocupación:

“En la primera carta, Chesterton intenta estrechar los lazos entre Italia y Gran Bretaña, haciendo alusión a un enemigo común: el pangermanismo. Italia e Inglaterra deben luchar juntas contra un enemigo de características singulares, que ni siquiera cabe considerar bárbaras:

Luchamos para evitar que la Europa futura sea alemana. Creemos que sería más estrecha, más desagradable, menos sana, menos capaz de libertad y de risa que cualquiera de los peores momentos del pasado europeo”.

En los tiempos que corren, en el que Alemania ha adoptado su papel de dominador desde el punto de vista económico e ideológico; esta recopilación de textos del visionario Chesterton no puede estar de más rabiosa actualidad y abrirnos aún más los ojos a, si cabe, lo que estamos presenciando.