Otello en el Teatro Real: Pobreza escénica

otelo-2753

Publicado inicialmente en Ópera world en este post.

Nuevo comienzo de temporada del Teatro Real y lo que iba a ser una apuesta por todo lo alto: una de las obras maestras de Verdi, reparto de campanillas y una aparente nueva producción. Sin embargo, la realidad ha sido otra: se ha caído la soprano búlgara Krassimira Stoyanova, la producción es ciertamente un fiasco y el reparto, con buenos momentos, se comporta de manera irregular en sus prestaciones. De ahí que, finalmente, no hayamos disfrutado de un inicio óptimo.

El mayor problema de esta producción es, sin dudarlo, la propuesta escénica de David Alden, ya que ha optado por un escenario que no cambia durante los cuatro actos, como mucho se adereza con alguna silla, o una mesa, se abre una ventana y dos puertas. Esta inmovilidad contrasta negativamente con la evolución musical, parece mentira que pueda plantearse algo tan anodino y que no aporte nada a la obra musical. Por si fuera poco, la dirección escénica es prácticamente inexistente, el coro aparece en el primer acto como un conjunto grueso que se abraza en círculos (qué original…) en la borrachera. La iluminación va de oscura hasta lo más tétrico y en muchas ocasiones ni se sabe quién canta. Además, lógicamente, es un desaprovechamiento de todo lo que puede ofrecer el Real. En conclusión, bastante deplorable.

Renato Palumbo, que ya dirigió hace nada La traviata en este mismo escenario (y con la misma soprano), opta por la vía ensordecedora, sorprende que lo haga así, como si no conociera el material vocal del que dispone y del que hablaré más adelante, baste como avance que en muchas ocasiones no se podía discernir la partes cantadas de los solistas. Solo hubo equilibrio en el primer acto porque, naturalmente, el coro puede luchar de tú a tú con ese volumen orquestal y en el último acto, el más íntimo, no le queda más remedio que ejecutarlo de esta manera. Las prestaciones de la orquesta fueron interesantes, sonó bastante bien a pesar de algunos tempos escogidos por el italiano. El coro estuvo a gran altura, espléndido su coro inicial “Una vela!”, excepcional esa joya que es el “Fuoco di gioia!”, vibrante, rotundo, atronador tanto en voces masculinas como en femeninas.

La soprano albanesa Ermonela Jaho es ya una conocida por estos lares, hizo el año pasado una Violetta sencillamente turbadora, te quitaba el aliento con su interpretación (y este año la volveremos a ver en Madama Butterfly); luce estupendamente por dos motivos principales, se mete muy bien en cada papel que hace, para el público siempre es creíble, y ejecuta los pianos y filados con precisión y buen gusto. Estas dos virtudes suelen ser suficientes para que el público la aprecie (ayer volvió a ser la más aplaudida). Desdémona se adapta más a su voz que Violetta indudablemente pero, teniendo que lidiar con la orquesta a ese volumen, sus notas más altas estuvieron veladas en todo momento, con una afinación no muy clara sobre todo en las más agudas; estaba un poco desbordada y tuvo que gritar más de lo que está acostumbrada, de ahí sus problemas en los concertantes. Sin embargo, todo es olvidable gracias a su interpretación de la Canción del Sauce/Ave Maria. No se puede negar que Gregory Kunde canta de maravilla, se apoya muy bien en su capacidad pulmonar y proyecta su voz en los agudos admirablemente, sin vibrato, con gran volumen, y todo ello con buenas condiciones de fraseo en mezzas voces; el problema es que, ahora mismo es un tenor muy lírico y sin el bronce que necesita un papel como el moro de Venecia, no es casualidad que este papel haya sido interpretado a lo largo de la historia por grandes heldentenors especialistas en Wagner (Vickers, Windgassen, Vinay…) ya que el tenor de Otello va más allá de una voz spinto, se necesitan graves y medias voces de gran potencia para poder soportar un tamaño orquestal (en este caso, además, nada atenuado) y un color oscuro que la voz brillante, luminosa del tenor norteamericano no puede ofrecer en estos momentos; no es tampoco la parte actoral su gran fuerte, que podría atenuar estas carencias, pero sí es cierto que resulta muy solvente en un papel aparentemente tan poco adecuado para sus características. Es un gran cantante y lo demostró de sobra cuando se lamentaba de su destino en Dio! mi potevi scagliar tutti i mali.

Otello en el Teatro Real

George Petean es un barítono que, como ya demostró en Los puritanos, posee un gran instrumento, extenso y poderoso en los agudos que lanza sin miedo, su voz es muy noble, y quizá ahí empiezan sus problemas al configurar al pérfido Iago, toda la función se nota que está cantando al personaje pero no es capaz de interpretar su maldad, la evolución de su envidia y sus manipulaciones, construye un personaje que resulta demasiado amable para lo que está desencadenando. De ahí que funcione mejor en el Roderigo, beviam! que en el momento que más le identifica, su monólogo Credo in un Dio crudel, con ciertos problemas de graves en estos momentos. Muy interesante el papel de Alexey Dolgov como Cassio, su voz tiene un buen canto legato y un volumen adecuado, es un tenor lírico de garantías que habrá que confirmar en sus prestaciones futuras; igualmente reseñable la solidez de Gemma Coma-Alabert como Emilia en sus intervenciones. Nada especialmente destacable en el resto de secundarios.

Lástima de tantos factores que han contribuido para una función poco memorable, Verdi y esta obra maestra bien lo merecían.

Las fotos son propiedad de Javier del Real.

Roberto Devereux en el Teatro Real.El poder de las grandes voces

Publicada originalmente en la web de Ópera world en este post.

Roberto Devereux en el Teatro Real: el poder de las grandes voces

Parece que la mayoría de críticos que asistieron al estreno no acaban de entender la elección de esta producción para comenzar el año y sin embargo, a mí me queda bastante claro. De hecho estoy seguro de que Joan Matabosch ha marcado un check de cumplimiento en su hoja de ruta anual. Y no solo porque haya traído una de las óperas que más le gusta del prolífico autor italiano al Teatro Real, sino porque el público empieza a comprobar una estrategia distinta donde el belcanto es posible y es refrendada por el poder de las grandes voces de dos maestros en esto: Mariella Devia y Gregory Kunde. Dos intérpretes veteranos que consiguen con cada intervención arrancar aplausos y “bravos” a un público que, en apariencia, era considerado frío y que sin embargo, disfruta de la música en plenitud que les ofrecen y lo agradece con verdadera desmesura, hasta el punto de que al final la mayoría comenta “Pues la producción no era tan fea.” Conseguir devolver la ilusión al público parece imprescindible y este es un gran comienzo.

Hay que reconocer que la producción de Alessandro Talevi de Roberto Devereux en el Teatro Real es bastante poco afortunada en casi cualquier aspecto; dos ideas rondaron la cabeza y sobre ellas construye una producción donde falta un hilo conductor más allá de llenar de oscuridad el ambiente y la comparación de la reina Isabel con una viuda negra. No existe prácticamente dirección escénica, cuando se llena de personas el escenario se quedan estáticos observando, sin ninguna finalidad y encima no es funcional, en medio de los actos hay cambios de escenas que cortan la acción que debería seguir; por si fuera poco el artefacto mecánico sobre el que se monta la reina hace un ruido del demonio y enmascara un poco la música. Ciertamente olvidable.

Campanella viene siempre con la vitola de especialista belcantista y bueno, tampoco es que deslumbre, no se le puede negar su extrema atención al trabajo de los solistas para apoyarles y dejarles que sobresalgan ante todo, consiguiendo un gran equilibrio entre orquesta, cantantes y coro; sin embargo la música no fluye como debería, por ejemplo en la obertura en la que va de menor a mayor intensidad, sin sacar todo el jugo a una partitura muy interesante; aún así su labor es muy correcta aunque no llegue a los umbrales de excelencia deseables; la orquesta titular sigue en un punto intermedio donde va mejorando poco a poco pero se notan desajustes, especialmente en metales, demasiadas dudas.

Escena de Roberto Devereux en el Teatro Real

Devia no tiene la voz adecuada para cantar ahora mismo a Elisabetta; es un hecho comprobado que denota una falta de graves que den consistencia a un papel que necesita esta convivencia para ser abordado con la perfección que necesita, eso que hizo sin asomo de dudas nuestra gran Montserrat Caballé hace ya algunos años; tampoco es que esté en el mejor momento de su carrera pero nadie puede dudar de la gran artista que es y el pasado viernes lo volvió a demostrar con una excelente caracterización del papel y sin necesidad de irse a sobreagudos no escritos pero con un gusto inigualable por el canto legato y con una voz que enamora desde el primer instante por su capacidad de transmitir el papel de la atormentada reina; un verdadero recital sobre cómo se debe cantar belcanto dotándole además de una grandísima capacidad dramática, memorable su “Quel sangue versato”, uno de esos momentos que se te quedan grabados a fuego.

¿Qué tenor puede cantar en menos de un mes y medio los dos Otellos (Rossini y Verdi), Manrico de Il trovatore y este Roberto Devereux en el Teatro Real sin morir en el intento y sin pifiarla en ninguno? En efecto, Gregory Kunde es de los fenómenos más extraños y estratosféricos que se pueden escuchar hoy en día. Podríamos llamarlo tenor dramático de coloratura si dicha acepción fuera habitual pero es que solo se puede aplicar a él. Había gran expectación por verle por fin en Madrid y cumplió todas las expectativas. Es inconcebible que un tenor con tal facilidad para la coloratura sea capaz de dotar de tal proyección a su voz y todo ello con una excelente afinación, capaz de variar entre un canto sentido matizado y demostraciones de tenor heroico con un fiato que (como el de Devia) asusta por su infinita capacidad, hasta en los recitativos demuestra su canto pulcro y con gran carga teatral. Un artista inolvidable que lo bordó también.

Sorpresa más que agradable la Sara de Silvia Tro Santafé, empezó con una frialdad que no podía vaticinar el desborde tanto en actuación como en voz en segundo y tercer acto excelentes; especialmente el dúo con Roberto fue apoteósico, arrancando gritos de un público que ya estaba rendido al trabajo de los solistas principales; qué tersura en las voces medias y qué potencia en los agudos a pesar de alguna pequeña desafinación. Bien, aunque un poco por debajo de los anteriores, el más limitado Marco Caria, que, contagiado por el buen hacer de sus compañeros intentó sacar lo mejor de sí mismo con el resultado de una más que adecuada actuación además de brindarnos con agudos bien colocados y proyectados. El resto de papeles cumplieron sin aspavientos. El coro estuvo igualmente a buen nivel en sus momentos, especialmente las voces masculinas, de las que sigo pensando que están últimamente un poco por encima de las voces femeninas. El resultado fue, de todos modos, el esperado en cuanto a precisión y fortaleza.

Noche mágica, noche de verdadero deleite para los asistentes. Es el poder de las grandes voces: son capaces de cambiar cualquier percepción. Buen comienzo de temporada.

Las fotos pertenecen a Javier del Real.