“La fille du régiment” de Gaetano Donizetti en el Teatro Real. Apoteosis “tenoril”

Publicado inicialmente en Ópera World en este enlace.

Pocas veces vivimos un éxito tan aplastante como el que tuve ocasión de presenciar ayer.

No puedo evitar sentir, como tenor de coro  que soy, un gran orgullo al escuchar un despliegue de medios como el que ofreció ayer el mexicano Javier Camarena, más tratándose de una de las arias más famosas que se conocen por su gran dificultad técnica; “Ah! mes amis”, con sus nueve “Dos de pecho”; es un escollo de gran dureza ya, que requiere una conjunción de técnica y una gran resistencia para llegar al do final sostenuto con garantías.  Y sorprende aún más porque lo afronta con voz de pecho, alejado de la más etérea interpretación de Flórez que adolece del volumen del mexicano. Camarena aprovecha la técnica sul fiato al máximo consiguiendo una proyección atronadora de cualquier nota que ejecute. En el caso de los proverbiales “Dos” era más que escuchable por todo el teatro, que asistía con reverencia a un espectáculo de esos que no se olvidarán nunca; no hay rastro de gola  sino que el sonido se proyecta desde la máscara central consiguiendo una gran resonancia, milagrosamente no necesita prácticamente vibrato en el sostenuto final, es prácticamente imperceptible; y todo ello con una afinación perfecta, no caló ni uno solo de ellos. Se notó durante toda la actuación, sobre todo cuando el protagonismo era de Marie cómo se adecuaba para empastar y no sobresalir demasiado; pero claro, con ese torrente en los “concertantes” se le oía por encima de todo. Quizá se le podría poner algún pero en la parte final, puede que fuera el cansancio, o la relajación, pero la mezza voce que manejó fantásticamente toda la obra se resintió un poco en su “Pour me rapprocher de Marie” pero fue un espejismo que finalizó brillantemente con otro de sus épicos agudos (improvisado en este caso).

fille3

No todo fue Camarena claro. El montaje escénico de Pelly, muy conocido ya por llevar bastante tiempo trasladándose de un teatro a otro es tremendamente efectivo. Sencillo en concepción, ambientado en la primera guerra mundial, clásico, pero que aprovecha a la perfección los momentos cómicos que abundan a lo largo del libretto para acentuarlos aún más, sobre todo en la original disposición del segundo acto, donde aprovecha el carácter musical para realizar coreografías divertidísimas que arrancaron las sonrisas de los espectadores en no pocos momentos. Junto a este buen montaje no podemos olvidar la dirección musical del veterano Bruno Campanella, perfecto conocedor de la obra, que sabe sacar todo el jugo que destila su partitura. Sonó conjuntada la orquesta, con matices, con buen uso de los crescendos a pesar de que inicialmente los metales estuvieron un poco despistados. Todo se iba ensamblando en el gran espectáculo.

Aleksandra Kurzak hizo un esfuerzo encomiable con el endiablado papel de Marie, consciente de los medios de su compañero y de la rotundidad, intentó ganar por la parte actoral, se mostró muy divertida, pizpireta en su papel, buscando todos los rasgos que hacen encantadora a esta protagonista. Sin embargo, sus problemas de afinación durante buena parte de la obra lastraron su actuación. Fueron evidentes desde su “Au bruit de la guerre” donde transitaba por las notas agudas bruscamente y sin detenerse demasiado en las notas de paso para calar en la nota más aguda. Este problema de afinación fue más escandaloso en los momentos en piano de “Il faut partir” donde afeaba completamente muchos de sus pasajes, quedó ciertamente deslucida. Si a eso sumamos que su voz en el agudo no es precisamente bella, pues el resultado final  no fue todo lo que se podría esperar de un papel como este. Sonó mejor cuando cantó el dúo con Tonio o el trío con Sulpice. Lástima, aun así el público reconoció su esfuerzo. Spagnoli nos pintó un Sulpice muy Fille2dicharachero, un contrapunto cómico que brilló con luz propia, especialmente en los diversos momentos en los que cantaba con los protagonistas, su centro está bien timbrado y tiene la voz adecuada aunque le faltó un poco de proyección, quedando ligeramente en segundo plano su voz la mayoría de las veces. Podles, con la voz ciertamente avejentada, confío en su capacidad como actriz más que en el canto, ya en su “Pour une femme de mon nom” inicial prácticamente no se la oía con la entrada de coro, aunque sabíamos que cantaba, se esforzó porque por lo menos las notas finales se escucharan pero hablar de un intento de canto legato sería demasiado aventurado, todo sonó muy entrecortado aunque, por lo menos, fue divertida; el papel teatral de nuestra Ángela Molina como la duquesa de Crakentorp fue lo que tenía que ser, extravagante, rozando la parodia en todo momento, ni más ni menos que lo que se le tenía que pedir; bien Isaac Galán como Hortensius, otro de los contrapuntos cómicos y con solvencia. El resto de comprimarios cumplió sin más. Nuevamente tenemos que congratularnos del papel del coro del Teatro Real que volvió a mostrarse sólido en su actuación, especialmente en los concertantes del primer acto cantados con mucho gusto al mismo tiempo que tenían que moverse por todo el escenario; como siempre, plenos de energía y con una calidad en cada nota interpretada que no se puede poner prácticamente ningún pero. Siguen demostrando que son toda una referencia.

En conclusión, una noche magnífica, gozosa, de esas que ayudan a aficionarse al género. De las necesarias en estos tiempos. Así, yo digo sí.

Las fotos son propiedad de Javier del Real

“Alceste”: A medias…

alceste_1775

“A medias…” son las palabras que resumen a la perfección las sensaciones que me produjo el “Alceste” que tuve la oportunidad de presenciar el pasado día cuatro de marzo.

A medias estaba el teatro al empezar la función, ni la polémica atrae a la gente; 400 a 500 butacas libres todos los días que están disponibles en la web… y no hablemos de las entradas que encima son regalos. El propio Warlikowski estaba en el patio de butacas, pequeño, de apariencia frágil, con una gorrita puesta y observando los acontecimientos, nadie le reconocía curiosamente, le tenía a dos metros y en el descanso empezó él a aplaudir.

alceste_llega_al_teatro_real___fotografia__javier_del_real

A medias se quedó la propuesta escénica del polaco; venía precedida, como no podía ser de otra manera, de unas declaraciones bastante  curiosas sobre su concepción del teatro por encima de la música y el libretto, viniendo a decir que quien quiera oír música que se fuera a casa. El director de escena vive de este “status quo”, es un hecho que, además, es alentado por los directores de teatros como el que hemos “sufrido” en estos últimos años en Madrid. Sorprende especialmente el que los directores de escena de ahora se quieran convertir cada vez más en creadores, intentando ponerse por encima del propio compositor, no hablemos de los cantantes o directores de orquesta. El sentido común dicta que la escena debe funcionar como unión con la música y el texto y de esta manera se debe llegar a esa simbiosis que suele traer momentos aún más excelsos por aunar tantas facetas artísticas. Para Krzystof no es así, ya que considera que la acción teatral está por encima de todo. Eso le lleva a “reescribir” con sus insertos lo que nos cuenta la ópera “per se”. Así, comienza en su visión este Alceste, con una entrevista en inglés a Alceste que se convierte en sosias de Lady Di, aunque no se diga explícitamente (ya se encargaron de recordárnoslo antes del estreno); a pesar de que el paralelismo de los dos personajes no me parece tan adecuado ni en trayectoria ni en el final a menos que nos movamos a parámetros generalistas como la cuestión de lo necesario de la monarquía y del papel de la mujer, no  solo en dicha monarquía, sino en general en la sociedad patriarcal. Desde ese punto de vista, podemos encontrar más aciertos en la escena a pesar de que, en ocasiones, haya tantos elementos arbitrarios (la famosa bailarina…) que, irremediablemente, te sacan de la escena. Lo único que me queda pensar es si lo hace adrede o hay un hilo conductor por detrás, me temo que lo segundo no es así, ya que se queda en un estado intermedio donde, al final, no concluye lo empezado. Aun así, la analogía final del Hades con una morgue es lúcida y el tercer acto resulta por lo menos más acorde con la música y el texto consiguiendo esa simbiosis de la que hablaba al empezar.

A medias, muy a mi pesar, resultó la dirección musical del flamante nuevo director del Teatro real Ivor Bolton; sobre todo porque esta era su presentación tras su elección y, además, lo hacía con una obra de un repertorio que manejaba con soltura; desgraciadamente se evidenció, sobre todo en los dos primeros actos, una dirección plana que aunque hizo el esfuerzo de mostrar dinámicas, no sacó todas las texturas necesarias para que la obra de Gluck resultara atractiva; con lo cual todo resultaba pastoso, sin fluidez y, ciertamente, un poco aburrido, sobre todo en todos los recitativos acompañados que son la base de la obra. Producto quizá de una falta de entendimiento con una orquesta que tiene que acostumbrarse a lo que le pedirá el inglés no acababa de fluir como debe hacerlo la música del alemán. Me quedo con esperanza por  el tercer acto, donde sí se pudo apreciar una mejor aclimatación, a lo mejor ayudado por el contraste de tiempos y cambios dinámicos de la música en sí misma; pero esto es a lo que me agarro hasta el año que viene donde hará “Las bodas de Fígaro”.

alceste3

A medias también la desafortunada actuación de los papeles principales; Denoke no es una voz adecuada para el papel de Alceste en estos momentos, y no lo es porque todas las notas agudas estaban tremendamente forzadas, sin frescura, calantes y desafinadas; en una obra como la de Gluck, este flujo de voz debe ser continuo, sin estridencias y Ángela no puede acometerlo ahora mismo. Peor es el caso de Paul Groves con una vergonzosa línea de canto para el papel de Adméte; no se puede cantar peor, agudos fuera de estilo y cantados sin sutileza, su voz no es lo que era, pero dio la impresión de estar peor que nunca con esos vibratos y su falta de adecuación, una elección desastrosa para el papel principal. Willard White tiró de galones para realizar una interpretación poderosa, a pesar de que su voz no está en plenitud, siempre demuestra que puede actuar y resultar convincente en sus papeles sin que se note que se resiente musicalmente.  Mejores las prestaciones de Magnus Staveland y Thomas Oliemans en los papeles de Évandre y Hercule respectivamente, sobre todo teniendo en cuenta los roles principales. Muy interesantes Radó como Heraldo y Oráculo e Issac Galán en el corto, pero bien dibujado, papel de Apollon. Sorprendentemente hasta el coro titular, habitualmente regular en sus actuaciones en los últimos meses, se mostró inseguro en los dos primeros actos, con desajustes y pequeños problemas de afinación en sus numerosas actuaciones; ya en el foso en el tercer acto, todo sonó bastante mejor , devolviéndonos la sensación más habitual.

Más gris que brillante este “Alceste” gluckiano. El público recompensó a Bolton y la mitad abucheó  la propuesta de Warlikowski, nada nuevo bajo el sol.

Las fotografías son de Javier del Real para el Teatro Real

Publicado inicialmente para la revista Ópera World aquí.