Las consecuencias de la concesión del Nobel a Munro. “Infiel. Historias de transgresión” de Joyce Carol Oates

infielMe gustaría subrayar las consecuencias del Nobel a Alice Munro; no son pocas y tienen bastante importancia en el mundo literario:

La primera de ellas es, evidentemente, lo romántica que resulta esta elección; supone la exaltación, la entronización del cuento como género literario como obra magna; no olvidemos que si algo caracteriza a Munro es la creación de cuentos; de hecho, solamente podemos hablar de una novela oficial, e incluso podríamos clasificarla como un ciclo de cuentos con un hilo conductor.

Lo segundo: es una autora que va a intentar descubrir muchísima gente, sus obras son mainstream a nivel mundial, fáciles de encontrar; muchos intentarán descubrirla por curiosidad y les llevará a un mundo diferente con salvedades;  no todo el mundo será capaz de apreciar su genialidad por un hecho esencial: el cuento es lo más cercano al poema, una aproximación de una intensidad tremendamente lírica que no suele ser del gusto general,  mientras unos cuantos huirán despavoridos, otros disfrutarán de lo lindo.

Lo tercero: esta entrega supone la condenación eterna (¡qué dramático!) para las grandísimas e hipercompletas Atwood y Oates; sí, esto es una consecuencia negativa, porque no todo puede ser positivo, y más en este caso en que se va a producir unanimidad en la crítica internacional. Munro es buenísima, no nos engañemos; pero no quiero olvidar el hecho de que estas dos no lo van a recibir y han llegado a lo sublime en varias ocasiones, variando entre géneros y estilos.

Lo cuarto: las personas que descubran a Munro y les guste querrán descubrir obras contemporáneas del estilo. En ese caso no me cansaré de recomendar a Amy Hempel, tenemos sus “Cuentos completos” publicados; o a la grandísima Lorrie Moore, que con “Pájaros de América” se acerca poderosamente a la canadiense; tampoco debemos olvidarnos de su compatriota Atwood, “Chicas bailarinas” es un ejemplo que atestigua su buen hacer; y, naturalmente, el que quiera seguir profundizando más, tiene a la simpar Joyce Carol Oates, que con este “Infiel. Historias de transgresión.”  llega a lo sublime en tantas ocasiones que casi se convierte en una costumbre.

Y es que, aunque “Infiel” (Faithless) sea el título de uno de sus cuentos, no refleja lo que nos podemos encontrar en él. Es el subtítulo, “Historias de transgresión” lo que define esta increíble recopilación de historias.

Es curiosísimo estar en redes sociales de libros como Goodreads en particular, porque cada libro posee una valoración y, en ocasiones, reseñas de los lectores; en el caso de esta obra no tiene nota muy alta así que me dediqué a indagar; el caso es que en una mayoría muy amplia los que calificaban mal esta obra ,lo hacían porque la mayoría de los cuentos acaban mal. En efecto, esto es así.

Me he dado cuenta de dos motivaciones que tienen los lectores:

-La primera y primordial, la mayoría leen para encontrar algo distinto de  sus vidas. Es por ello que buscan que las historias acaben bien por encima de todo, eso hace que un libro sea redondo para ellas.

-La otra gran motivación es la necesidad de una catarsis, que ya hablé en esta crítica; leer sobre desgracias de los demás relativiza tus problemas y hace que sean más llevables.

Pues bien, este libro será perfecto para el segundo tipo de lector; en cuanto al primero, quizá deberíamos discutir sobre el hecho de si una obra de arte es mejor o peor si acaba bien o mal, en mi caso es claro que es independiente, ya que deberíamos más bien discutir sobre cómo está hecha; pero soy consciente de lo estéril de esta disquisición en la mayoría de las personas, incapaces de ninguna apreciación artística más allá de esta superficialidad. Por  lo tanto no me voy a poner a discutir sobre ello.

En estas “Historias de transgresión” nos podemos encontrar, sin más ni más, con una de las recopilaciones de cuentos más brutales y violentas disponibles; cada uno de ellos es una bomba de relojería emocional; un encuentro con los abismos del ser humano; una dolorosa experiencia de la que no te puedes olvidar al terminarlo. Joyce escribe con el corazón, con el alma, y desgarrador se convierte en una palabra demasiado leve para lo que presenciamos. Nadie ha reflejado la oscuridad del ser humano como Oates; esos recovecos de ambigüedad y malestar que no te dejan a medias, no hay medias tintas; es tal el dolor que se transmite que es difícil no quedar demolido ante tanta adversidad:

En “Au sable” presenciamos un suicidio programado; desde la primera persona de un hombre; Oates no necesita centrarse en una mujer, cualquier narrador es válido.

En “Fea” se refleja con toda la acritud posible el trauma que supone su fealdad a la protagonista:

“Él también era un feo. Un feo raro. Pero la fealdad en un hombre no importa demasiado. La fealdad es una mujer se convierte en su vida”

“Amante” supone la venganza de una amante despechada a la que no le importan los daños colaterales que pueda causar:

“A alta velocidad la  tristeza no es una posibilidad seria.

Él no la había amado lo suficiente como para morir con ella: ahora lo pagaría. Y otros pagarían también.”

El personaje femenino de “Preguntas” no duda en meterse cocaína para sobrevivir a lo que siente:

“Le duelen los senos y no quiere recordar el motivo. También le duelen los muslos. Gruesas protuberancias carnosas en la curva de sus caderas que no soporta contemplar o tocar, y sin embargo le dicen que es hermosa, un grano de uva madura y suculenta de Concord. La cabeza se le aclara rápidamente debido a la avalancha de la preciosa nieve y puede ver las cosas con una lucidez extraordinaria. La metadrina le resulta útil si no se siente precisamente bien los días de clases; necesita esa ventaja diabólica, esa energía blanca candente durante cincuenta minutos, no para pasar el rato como los chicos, sino por motivos terapéuticos, para volver a ser la Ali Einhorn más parecida a sí misma, no una vaca hija de puta, triste y rezagada.”

La madre de “Amor por las armas” tiene “suerte” de no haber sido asesinada:

“Nuestra familia tiene suerte, solía decir mi padre. Quizá estuviera siendo irónico, pero de hecho es así. Como cuando tiraron al suelo a mi madre, le robaron y fue sometida a una violación anal, y no la asesinaron. ¿Ves?”

“Infiel” supone una subversión de todo lo que estás suponiendo en un final transgresor como pocos y que cambia cualquier perspectiva halagüeña:

“Poco después de la desaparición de Gretel Nissenbaum surgieron, de numerosas fuentes, desde todos los puntos de la brújula, ciertas historias sobre la mujer. […] Una mala esposa. Una madre antinatural. Se decía que había abandonado a su esposo y a sus hijas en el pasado, que había regresado con su familia. […] Claro que tenía un novio, un amante. Claro que era una adúltera.”

En “Idilio en Manhattan” asistimos a un suicidio demoledor (por si alguna vez no lo fuera..):

“-¡Sí! Así es – y papá me besó en la mejilla y dijo- ¡Adiós, princesa! –en voz alta y alegre; y me apartó de él, y papá se metió el cañón de la pistola en la boca. Y apretó el gatillo.”

La violencia de género es la protagonista de “La Vigilia”, ¿cómo podría quedarse lejos en este catálogo de perversiones?

“Por favor, no hagas lo que sea que estás haciendo no me hagas conseguir una orden judicial, no, por favor pensé que estabas de acuerdo, pensé por qué tú esta no es la clase de hombre que yo creía que eras ¿Verdad?

Lo implícito se mezcla con lo explícito según el cuento; Oates es capaz de cambiar de narrador y narración para mostrarnos toda la crudeza de su percepción de la realidad vivida.

Todavía tengo alguno de los relatos en mi cabeza; como un germen que no puedo olvidar; tanto dolor, tanta brutalidad insana; Oates es excelsa, te remueve las entrañas como nadie y te hace reflexionar sobre el género humano, ese hombre que es “un lobo para el hombre”; ¿hasta dónde puede llegar la perversidad humana? Con ella nos acercamos bastante a alguno de los límites.

Solo hay que ver el relato del disfuncional “Tusk”

“Pasa la navaja por la arteria que ha ubicado bajo su mandíbula, una sensación aguda y abrasadora y comienza a sangrar de inmediato, pero el corte no es lo bastante profundo así que lo intenta de nuevo, sosteniendo firme su mano derecha con la izquierda y apretando con todas las fuerzas que le quedan, de rodillas, tambaleándose, jadeando, ahogándose por algo caliente y líquido. Mierda, se le ha caído la navaja, no la encuentra, tantea entre los periódicos mojados que hay en la acera, envoltorios arrugados amarillos de Doritos, pero allí está la navaja, la navaja reluciente por la sangre que es  su único consuelo, la coge y la aprieta en su puño y lo intenta otra vez.”

Joyce Carol Oates no ganará nunca el Nobel, pero para mí está en lo más alto de ese escalafón. Cuánta excelencia. Lo sublime está indisolublemente unido a su encomiable labor literaria. No me cansaré nunca de recomendarla.