“Humoristas” de Paul Johnson

Una de mis películas favoritas  es el musical “Cantando bajo la lluvia” (1952) dirigido por Stanley Donen y el propio Gene Kelly, protagonista de la inolvidable escena que da título a la no menos inolvidable cinta. Tiene tantas escenas memorables que sería difícil quedarse solo con una. De hecho, me quería centrar en una de ellas que considero un paradigma metanarrativo de lo que cuesta hacer humor, conseguir que la gente se ría. Para los que no sepan de que hablo, aquí os pongo el momento llamado “Make ‘em laugh”.

El increíble y acrobático Donald O’Connor rivalizaba aquí con Gene Kelly componiendo una de esas escenas memorables en la que ejemplifica como nadie lo difícil que es hacer humor (más allá aún de la letra en la que habla más de los méritos del humorista y cómo la gente quiere reír), solo hay que comprobar al final del número cómo el protagonista cae rendido y exhausto, pero, desde luego, ha conseguido que nos riamos.

En el ensayo “Humoristas”, el crítico y escritor británico Paul Jonhson, en su introducción realiza una especie de avance del humor a lo largo de la historia para acabar intentando ofrecer, quizá de una manera un poco simplista,  una posible categorización de los tipos de humor; así tendríamos por un lado aquellos “cómicos que crean el caos”, como los Marx; “aquellos que buscan, y encuentran, y analizan, la preocupante exuberancia y pura egregia rareza del individuo, y lo presentan con viveza y precisión para nuestro gozo”, como Chesterton o Dickens; por último habla de “la categorización, que es la interacción entre distintas clases, razas, nacionalidades y edades”, como Nancy Mitford y P.G. Woodehouse.

La base histórica de la que hablaba y este intento de clasificación le sirven al escritor para ir presentando los humoristas que van pasando por las páginas del libro, salpicando cada uno de ellos con detalles anecdóticos y biográficos (e incluso autobiográficos, ya que el propio autor explica sus curiosos encuentros con algunos de ellos), sin pararse demasiado en la forma en que realizan el humor y cómo ese humor hace reír a la gente.

Teniendo todo lo anterior en cuenta, la verdadera gracia es que se puede ir conociendo a varios de estos genios, saber un poco de sus vidas y, cómo no, disfrutar con su sentido del humor: así William Hogarth, “único gran maestro de la pintura y el grabado que te hace reír”; Samuel Johnson y sus “agudezas verbales, chanzas bondadosas, payasadas ridículas o insultos puros y duros”; Thomas Rowlandson, pintor inglés que tendía a la caricatura con sus “accidentes pictóricos”; Charles Dickens, “el cómico con más éxito de la historia”; y continúa con otros tantos, pasando por los Hermanos Marx, Stan Laurel y Oliver Hardy, Chesterton, el dibujante y escritor James Thurber y acabando con los británicos Noel Coward y Nancy Mitford. Eché de menos que hubiera puesto algún músico, no en vano, Mozart fue, igualmente, un humorista sin igual.

Concluyendo ya, lo verdaderamente interesante del ensayo son los propios humoristas, y eso es lo que hizo medianamente bien Paul Johnson: darles voz, y que ellos mismos se presenten y nos cuenten lo que les cuesta hacer que nos divirtamos.

Qué importante es no perder la sonrisa en unos tiempos tan difíciles como los que estamos viviendo: “El mundo es un valle de lágrimas. Los que pueden enjugar nuestras lágrimas y hacer que asomen a nuestros labios trémulas sonrisas son más preciosos para nosotros, a decir verdad, que todos los estadistas y generales y sabios, más incluso que los grandes artistas”

Valoración del libro:

“Caída y auge de Reginald Perrin” de David Nobbs

Siempre he guardado afinidad lectora con la editorial Impedimenta, especialmente por un catálogo escogido con buen gusto y del que no hay muchas editoriales que se encarguen; un segmento de obras que han escogido son las inglesas, en particular de principios del siglo XX, recuperando de esta manera para los lectores españoles a E. F. Benson, Edmund Crispin o Stella Gibbons, por poner algunos ejemplos estupendos y muy representativos. Ahora han vuelto a la carga con otra historia propiamente inglesa de la mano de David Nobbs y su archiconocido “Caída y auge de Reginald Perrin”, novela que, en el Reino Unido, originó la creación de una exitosa comedia televisiva en la BBC.

El arrebatador comienzo invita a la risa desde casi la primera frase:

“Cuando Reginald Iolanthe Perrin se dispuso a salir para el trabajo aquella mañana de jueves, no entraba en sus planes llamar hipopótamo a su suegra. Nada más lejos de su pensamiento”

En esas primeras páginas se descubren los traumas infantiles de tan curioso personaje, relacionados con su gran cantidad de pelo corporal: “Tenía el cuerpo recubierto de vello, tanto que en el colegio le apodaban Felpudo Coco” o con su torpeza natural: “Siempre había sido bastante torpe  en el colegio cuando no era Felpudo Coco, era Pato Patoso”.

Los gags se suceden cada dos por tres y en cada página tenemos un motivo más para pasarlo bien, con momentos memorables que arrancan las carcajadas como aquellos con el insigne doctor o en la cena sin comida que organiza el propio Perrin. Todo este comienzo está desencadenando la caída a los infiernos del personaje, que busca como sea un cambio de vida, de trabajo, de todo lo que le aflige, se vuelve tan incrédulo que no puede seguir adelante (“Tienes derecho a preguntarme en qué creo, yo que me declaro tan antitodo. Pues se lo diré: creo en el nihilismo en la medida en que creo en la ausencia de ismos. Sé que no sé y creo en no creer”).

El final del camino, que desembocará en el cambio, llegará sólo cuando Reginald Iolanthe Perrin desaparezca, no en vano, las siglas (RIP) eran una prolepsis de lo que iba a ocurrir con el personaje, aprovecha el autor para mostrarnos su momento más lírico justo en el momento más doloroso para él:

“Había una larga franja de guijarros y, por detrás de la bahía, la tierra se elevaba en una pendiente de hierba salpicaba de arbustos vencidos por el viento. El pueblo estaba al final de ninguna parte. Era un lugar ideal para poner fin a una vida.”

Como adelantaba el título del libro, estamos hablando de una tragicomedia, Nobbs utiliza estos momentos para que Perrin cambie de personalidad, buscando algo con lo que de verdad identificarse, algo con lo que iniciar su nueva vida, las dudas le acucian:

“Me tienta pensar en mí mismo como una figura espectral, igual que ellos, pero la verdad es otra bien distinta. Para mí el problema de la identidad no es no saber quién soy sino saber demasiado quién soy: soy Reginald Iolanthe Perrin, Felpudo Coco Perrin. Soy absurdo luego existo. Existo, luego soy absurdo”

Según va encontrando su identidad los momentos cómicos empiezan a originarse nuevamente, ahora las ironías se suceden; llegando a asistir a su propio funeral, tronchante el momento en el que el predicador indica en el sermón:

“En cierto sentido Reggie Perrin no ha muerto. ¡Él está aquí hoy entre nosotros, de una forma real y significativa, en esta precisa iglesia, a esta precisa hora!”

La ironía final, deliciosa, es genial; ya que su “muerte” desencadena el cambio del resto de sus familiares, amigos, jefe,… todos cambios a mejor, su aparente muerte es anecdótica pero necesaria para el devenir del resto; sin embargo, él se vuelve a casar con la misma persona, y todo vuelve, casi, a ser como era, pero diferente, incluso trabajando para su mismo jefe pero en una fundación a su nombre. Qué paradoja, qué cambio de actitud para darse cuenta de lo importante que es vivir.

Valoración del libro: