La clemenza di Tito en el Teatro Real: Irregularidad agradable

Publicada inicialmente en este post en Opera World.

La clemenza di Tito en el Teatro Real

La puesta en escena de Ursel y Karl-Ernst, todo un homenaje al tristemente fallecido Gerard Mortier(que encargó esta puesta en escena) resulta, en la atemporalidad de su propuesta, toda una declaración de intenciones del montaje completo: No molesta, sirve para cualquier momento, realza en cierta manera lo musical y permite disfrutar, a pesar de su irregularidad, de una agradable velada.

En efecto, lo minimalista asociado a este montaje resulta de gran corrección para establecer los cambios de escena, los colores claros (un poco estridentes en el comienzo por la iluminación que no permitía ni ver los subtítulos) resultan vistosos, confiriendo brillantez y luminosidad al canto; simples aperturas de puertas, la escalera encima de la orquesta, e ideas como el coro cantando siempre fuera de escena dan relevancia a los solistas, especialmente al emperador Tito (ese trono en el acto final), y a su relación con el resto de protagonistas. Lástima de vestuario que entorpecía demasiado la labor en el caso de Gauvin o era estéticamente feo como el caso de Schwartz. De todos modos, son ciertos detalles que tampoco ensombrecen en demasía el conjunto.

La dirección musical de Christophe Rousset me llamó ciertamente la atención, la obertura, dirigida con dinamismo, no presagiaba la actitud posterior, más centrada en ralentizar ciertos momentos, añadiendo silencios que acentuaban el dramatismo inherente de la obra; esto fue especialmente destacable en el segundo acto que se alargó más de lo habitual; a pesar de que en algunos momentos quizá fuera innecesario hay que reconocer que la orquesta sonó bastante bien, empastada entre sí y con solistas y coro. El coro Intermezzo cantó con gusto y energía en sus pequeñas intervenciones, siempre fuera de escena como dije anteriormente, pero sin perder entidad. No es un cometido especialmente reseñable, más si lo comparas con su próximo cometido (“El holandés errante”)

La clemenza di Tito en el Teatro Real

De los solistas la gran triunfadora de la noche para el público fue el Sesto de Monica Bacelli, que supo imprimir personalidad a su papel en una gran actuación, tremendamente creíble y muy bien cantado, aunque no tenga la belleza de una Bartoli, resultó muy efectiva en todos los cometidos: canto legato apianado y endiabladas ligerezas. Es una mezzo de recorrido y que equilibra mucho su actuación en todos los registros de la voz. Sobresaliente igualmente el Annio de Sophie Harmsen, espléndida en la proyección del agudo y en la forma de transmitir su canto dramático y con una voz ciertamente bella que brilló especialmente en su aria “Tu fosti tradito”; cantó muy bien de nuevo Sylvia Schwartz como Servilia demostrando su facilidad para cantar legato con exquisito tratamiento de cada frase (“S’altro che lagrime”).

Esperaba más de la Vitellia de la canadiense Karina Gauvin, su Alcina del año pasado fue muy interesante y en otros papeles la he escuchado bastante mejor; aquí no pareció sentirse del todo cómoda con el papel, poco equilibrada en cuanto a los graves, los saltos entre los registros eran demasiado forzados y tampoco la coloratura salía limpia, sobre todo en el rondó final (“Non più di fiori”). Creo que es una cantante fantástica pero no parece que este rol lo haya conseguido (o esté en el momento idóneo de cantarlo). El Tito de Ovenden estuvo bastante bien cantado (muy buena su bravísima aria “Se all’impero”) sin ahorrar en la ejecución de las coloraturas que estuvieron muy bien ejecutadas pero hay que tener en cuenta que su voz, en estos momentos, no es la más adecuada para el papel, el centro sigue siendo muy ligero y hubiera necesitado mayor solidez para pintar un papel tan complejo como el del emperador, aun así, hay que reconocer que fue un buen logro. Extraño el Publio de Guido Loconsolo, tuvo excesivas dificultades en su proyección de agudos, llegando a tener una afinación muy turbia en su “Tardi, s’avvede d’un tradimento”), sinceramente, su rol desentonaba demasiado del resto.

En conclusión y, a pesar de las irregularidades mencionadas, fue una noche estupenda para disfrutar de la magnífica música de Mozart… qué pena que tanta gente se fuera en el descanso. Se perdieron un buen espectáculo.

Las fotos son propiedad de Javier del Real.

Hänsel und Gretel de Engelbert Humperdinck en el Teatro Real. Cuento de hadas wagneriano

Publicada originalmente en Ópera World en este enlace.

hansel1

Casi un siglo hacía desde la última vez que se programó Hänsel und Gretel en Madrid;  nunca es tarde si la dicha es buena como en este caso en particular.

La producción inicialmente pensada se tuvo que cambiar por una ya establecida, en este caso, la de Pelly que realizó para el Festival de Glyndebourne; sobre el papel parecía una buena idea, sobre todo teniendo en cuenta la gran acogida que tuvo también su montaje de la Fille du Régiment que vimos hace nada en este mismo teatro. El resultado en esta ocasión, nuevamente, es un triunfo. Pelly siempre consigue hacer montajes que, sin ser clásicos o anacrónicos, resultan actuales y guarda un gran respeto por el contenido del libretto, logrando, de este modo, satisfacer a un tipo de público muy amplio: los que piden una fidelidad y los que quieren una evolución.

En este maravilloso cuento de hadas, el francés hace contemporánea la historia, la casa en la que viven Hansel y Gretel está hecha de cartones, la ropa que llevan los protagonistas está sucia, están viviendo una crisis, no tienen casi alimentos para comer;  la casa de la bruja está formada de estantes de un supermercado, hay carteles de rebajas, cajas registradoras..  que representan el consumismo, el capitalismo de una sociedad jerarquizada por una situación en la que nos vemos atrapados. En este orden de cosas, los niños liberados están todos gordos, se convierten en los símbolos de la mala alimentación, del consumismo sin límites. Esta crítica está presente pero sin llegar a cansar ya que no se olvida del cuento y de los elementos mágicos, como las apariciones de los duendes del rocío del sueño. Su creatividad es paradigmática a la hora de crear a la bruja, la dependienta del supermercado, que nos anticipa en uno de interludios con un juego de sombras chinescas. Todo funciona porque, además, no entorpece la acción teatral, sino que la realza.

hansel2

La música de Humperdinck, exuberante, de gran densidad orquestal,  de este gran admirador de Wagner, tuvo como ejecutor un Paul Daniel incisivo e inspirado.  Desde la obertura hasta el fin supo sacar todo el jugo posible sin olvidar los matices, llevados a cabo con seguridad por la orquesta que sonó especialmente bien en las cuerdas (como ya adelanté en Romeo y Julieta), tersas y sensibles en los momentos de más sensibilidad, contundentes en los más potentes. A pesar de algún desajuste en los metales, su trabajo fue encomiable.  Daniel, consiguió, que todo sonara empastado y equilibrado, sin tapar a los solistas que se pudieron distinguir sin esfuerzo.

La Gretel de Sylvia Schwartz fue de referencia, entre otras cosas, porque consiguió conjuntar a la perfección su trabajo actoral con la vocalidad necesaria para cada momento. Desde los dúos con Coote, donde empastaba a la perfección, hasta momentos intimísimos y sensibles, como alguno de los del bosque, sin olvidar la proyección es los momentos más fuertes orquestalmente. Da la impresión de que su voz se adapta a la perfección por tesitura y proyección a este papel. Fue un prodigio comprobar cómo se debe conjuntar la voz, evolucionar y actuar. Hasta saludando, seguía interpretando su papel, qué capacidad de interiorización. Al lado de ella estaba una Alice Coote que cantó bien y que contrastaba a la perfección con la voz de Schwartz, sus dúos, ciertamente, fueron deliciosos, emocionantes desde casi cualquier punto de vista. No descuidó la actuación, que trabajó realmente bien y su voz fue aterciopelada y redonda, pierde un poco por lo completa que fue Gretel, pero Coote construyó un muy buen Hansel.  Diana Montague en su papel más reducido estuvo solvente, sin estridencias vocales a pesar de algún vibrato en el agudo más descompensado; fue una perfecta réplica musical al Peter de Bo Skovhus que cantó atronadoramente las notas agudas, contrastaba demasiado con la casi ausencia de notas bajas pero, de cara a los oyentes, tenía una presencia escénica y vocal brutal. Gran actuación de José Manuel Zapata, travestido de Bruja, lógico que triunfara, buscó todas las posibilidades que le ofrecía el papel y las llevó al extremo; centrado tanto en ello que se resintió en lo vocal, algunas de sus notas, especialmente agudas estuvieron ligeramente desentonadas al cogerlas, aunque luego corrigiera. Buen trabajo de los dos duendes con especial atención  a Elena Copons y su sensible interpretación del duende del sueño. Un poco destemplada  en las notas agudas, gritadas más  que cantadas, aunque bien actuado el duende del rocío de Ruth Rosique. Especialmente relevante, para acabar, la actuación del coro de pequeños cantores de la JORCAM, afinadísimos y con muchísimo gusto en su interpretación, cantar y hacerlo bailando es siempre difícil y ellos lo bordaron.

hansel3

Gran ovación del público a una función ciertamente memorable. El trabajo de estos artistas nos llevó a todos a un cuento de hadas, uno lleno de sorpresas agradables. 

Las fotos pertenecen a Javier del Real.

“Le nozze di Figaro”: Mozart supera las vicisitudes

Publicado inicialmente en Ópera World en este enlace.

bodas1Había grandes expectativas por el comienzo de esta nueva temporada; evidentemente, es un hecho que estamos en el año uno después de la etapa Mortier y eso pesa en el público madrileño que ha reaccionado con optimismo aumentando la compra de abonos ante las perspectivas futuras. Este estreno, en especial, tenía un acicate más, y este era la presentación oficial (después del Alceste) del director musical titular, Ivor Bolton.

La ocasión, además se presentaba propicia, un montaje escénico, el de Sagi, bien conocido por los espectadores: una puesta en escena clásica, efectiva, sin lugar a sorpresas, que no entorpece la acción y resulta bella por momentos; naturalmente, estamos hablando de una ópera, “Le nozze di Figaro”, que, además, es una de esas maravillas que soporta por igual éxito de crítica y público. La perfección hecha música, una de esas partituras que embriaga por su conjunción texto-música y que , en última instancia, divierte muchísimo.

No voy a hablar del montaje entonces, se ha hablado mucho ya; soy de los que cree que funciona realmente bien y ensalza las virtudes musicales, es una delicia que los juegos ideados por Sagi sigan arrancando las sonrisas de los espectadores.

La labor de Bolton en el foso no fue lo que un servidor esperaba; era consciente de la labor del británico y que estábamos ante “su repertorio” y, como tal, uno espera la excelencia, ni más ni menos; máxime después del fiasco que supuso su dirección de “Alceste” en la temporada pasada, que ya comenté además por aquí. Si bien es cierto que la obertura, bien llevada, con chispa y sentido del ritmo, no auguraba lo que vendría después. Me temo que la irregularidad es la marca de la casa: adopta ritmos caprichosos que no ayudan a entender mejor la música o el drama, falta de equilibrio orquestal con respecto a los cantantes que se traducía en un esfuerzo demasiado grande de bodas2estos para intentar que se les oyera, desajustes con los cantantes que, en algunos momentos, no iban con la orquesta sorprendentemente, etc.. No quita que hubiera buenos momentos, que los hubo, como el concertante final del segundo acto o el del tercero y la orquesta hay que reconocer que sonó empastada entre sí. El resultado no fue un desastre, de hecho,  estuvo hasta bien, pero hablamos de excelencia y en este caso y para esta música en particular no se dio; no quiero ser derrotista, pero tengo serias dudas sobre el rendimiento futuro del foso.

En cuanto las cantantes, más de lo mismo; destacaron por su falta de idoneidad a los papeles que interpretaban y esto es un lastre para conseguir una interpretación óptima, quedó pasable, resultón, pero, desde luego, siempre hay que esperar más: Andreas Wolf como Figaro vuelve a demostrar que posee medios y proyección directamente proporcionales a su tosquedad, a veces por dicho volumen abría tanto el sonido que desafinaba sonoramente sobre todo en notas tenutas; Sylvia Schwartz se queda cortísima para el papel de Susanna, sus agudos son muy tirantes y  el volumen se resiente, tapada por el volumen orquestal  de Bolton en todo momento, era casi un milagro escucharla;  Pisaroni tiene presencia escénica y musical para interpretar al conde, su voz era de las que más se escuchaba y menos desbordaba,  no es exactamente un canto señorial pero no desentonaba tanto en su papel; Sofia Soloviy empezó con una condesa desentonada en su bodas3primera aria, la verdad es que fue un pequeño desastre, afortunadamente para el Dove Sono se lució y logró aplausos unánimes de un público que tampoco es que estuviera muy entregado ante el plantel, su interpretación fue de menos a más, pero podría ser una condesa interesante a pesar de alguna dificultad en la proyección; Tsagallova dibujó un Cherubino pizpireto y seguro en sus más que conocidas arias, mejor en el Voi che sapete aunque su voz tampoco creo que sea la mejor para el papel;  bien Schneiderman como Barbarina, sin alardes; insuficiente el griego Stamboglis como Bartolo, es impensable que un bajo cantante no sea capaz de cantar el trabalenguas de la Vendetta, todavía estoy alucinando con su interpretación; estupendo José Manuel Zapata con un papel más que feliz a pesar de su poca presencia, suele causar risas en el público y un buen recuerdo musical; razonable la disposición de Khatouna Gadelia como Barbarina y el resto sin destacar especialmente.

El resultado, de esta manera,  fue, como ya he dicho anteriormente; solo la música de Mozart consigue sobreponerse a sus intérpretes y brillar con luz propia siempre. Razonable éxito que abre una temporada en la que lo mejor está por llegar.