“Le nozze di Figaro”: Mozart supera las vicisitudes

Publicado inicialmente en Ópera World en este enlace.

bodas1Había grandes expectativas por el comienzo de esta nueva temporada; evidentemente, es un hecho que estamos en el año uno después de la etapa Mortier y eso pesa en el público madrileño que ha reaccionado con optimismo aumentando la compra de abonos ante las perspectivas futuras. Este estreno, en especial, tenía un acicate más, y este era la presentación oficial (después del Alceste) del director musical titular, Ivor Bolton.

La ocasión, además se presentaba propicia, un montaje escénico, el de Sagi, bien conocido por los espectadores: una puesta en escena clásica, efectiva, sin lugar a sorpresas, que no entorpece la acción y resulta bella por momentos; naturalmente, estamos hablando de una ópera, “Le nozze di Figaro”, que, además, es una de esas maravillas que soporta por igual éxito de crítica y público. La perfección hecha música, una de esas partituras que embriaga por su conjunción texto-música y que , en última instancia, divierte muchísimo.

No voy a hablar del montaje entonces, se ha hablado mucho ya; soy de los que cree que funciona realmente bien y ensalza las virtudes musicales, es una delicia que los juegos ideados por Sagi sigan arrancando las sonrisas de los espectadores.

La labor de Bolton en el foso no fue lo que un servidor esperaba; era consciente de la labor del británico y que estábamos ante “su repertorio” y, como tal, uno espera la excelencia, ni más ni menos; máxime después del fiasco que supuso su dirección de “Alceste” en la temporada pasada, que ya comenté además por aquí. Si bien es cierto que la obertura, bien llevada, con chispa y sentido del ritmo, no auguraba lo que vendría después. Me temo que la irregularidad es la marca de la casa: adopta ritmos caprichosos que no ayudan a entender mejor la música o el drama, falta de equilibrio orquestal con respecto a los cantantes que se traducía en un esfuerzo demasiado grande de bodas2estos para intentar que se les oyera, desajustes con los cantantes que, en algunos momentos, no iban con la orquesta sorprendentemente, etc.. No quita que hubiera buenos momentos, que los hubo, como el concertante final del segundo acto o el del tercero y la orquesta hay que reconocer que sonó empastada entre sí. El resultado no fue un desastre, de hecho,  estuvo hasta bien, pero hablamos de excelencia y en este caso y para esta música en particular no se dio; no quiero ser derrotista, pero tengo serias dudas sobre el rendimiento futuro del foso.

En cuanto las cantantes, más de lo mismo; destacaron por su falta de idoneidad a los papeles que interpretaban y esto es un lastre para conseguir una interpretación óptima, quedó pasable, resultón, pero, desde luego, siempre hay que esperar más: Andreas Wolf como Figaro vuelve a demostrar que posee medios y proyección directamente proporcionales a su tosquedad, a veces por dicho volumen abría tanto el sonido que desafinaba sonoramente sobre todo en notas tenutas; Sylvia Schwartz se queda cortísima para el papel de Susanna, sus agudos son muy tirantes y  el volumen se resiente, tapada por el volumen orquestal  de Bolton en todo momento, era casi un milagro escucharla;  Pisaroni tiene presencia escénica y musical para interpretar al conde, su voz era de las que más se escuchaba y menos desbordaba,  no es exactamente un canto señorial pero no desentonaba tanto en su papel; Sofia Soloviy empezó con una condesa desentonada en su bodas3primera aria, la verdad es que fue un pequeño desastre, afortunadamente para el Dove Sono se lució y logró aplausos unánimes de un público que tampoco es que estuviera muy entregado ante el plantel, su interpretación fue de menos a más, pero podría ser una condesa interesante a pesar de alguna dificultad en la proyección; Tsagallova dibujó un Cherubino pizpireto y seguro en sus más que conocidas arias, mejor en el Voi che sapete aunque su voz tampoco creo que sea la mejor para el papel;  bien Schneiderman como Barbarina, sin alardes; insuficiente el griego Stamboglis como Bartolo, es impensable que un bajo cantante no sea capaz de cantar el trabalenguas de la Vendetta, todavía estoy alucinando con su interpretación; estupendo José Manuel Zapata con un papel más que feliz a pesar de su poca presencia, suele causar risas en el público y un buen recuerdo musical; razonable la disposición de Khatouna Gadelia como Barbarina y el resto sin destacar especialmente.

El resultado, de esta manera,  fue, como ya he dicho anteriormente; solo la música de Mozart consigue sobreponerse a sus intérpretes y brillar con luz propia siempre. Razonable éxito que abre una temporada en la que lo mejor está por llegar.

Lo que podremos ver en la temporada 2014/2015 del Teatro Real

TeatroRealmadrid

Había mucha expectación por comprobar lo que iba a pasar con la nueva temporada del Teatro Real; parece que la era Mortier ha acabado pero, hasta que no se vieran las nuevas temporadas parece que no es oficial. El resultado tras el anuncio de la nueva temporada se ha quedado, de hecho, todavía en un estado intermedio, un limbo musical con ciertos atisbos de cambio que son los que promueve Matabosch y otras óperas que son herencia todavía del legado de Mortier. Entre dichos atisbos se puede ver la mayor presencia de intérpretes españoles, la elección de Ivor Bolton como director musical titular (aunque en ese año solo va a hacer una producción, ya que lo oficial será el próximo año) y algunas producciones que iban a ir al Liceo y que vienen por aquí. Además de la vuelta de cantantes mediáticos que tan poco le gustaban a Mortier.

Vayamos pues a lo que podemos esperar, que no es poco:

-Se abrirá la temporada con la reposición del ya conocido montaje de “Las bodas de Fígaro” de Mozart de Emilio Sagi; no seré yo el que me queje pero, ciertamente, se programó no hace mucho y es una de esas óperas que ha venido en no pocas ocasiones, con todo lo que se podría programar de Mozart…  Lo más interesante será ver de nuevo a Ivor Bolton (flamante director musical titular) dirigiéndola (es la única que hará ese año hasta su entrada oficial) y dos elencos heredados, especialmente de los que ya hemos visto en la etapa de Mortier, varios bastante conocidos  ya de estos años, sin ser especialmente importantes; por lo menos son adecuados al repertorio.

-La segunda ópera “La hija del regimiento”, de Donizetti, sí que es algo nuevo por fin. Tenemos la producción de Laurent Pelly y la dirección musical de Bruno Campanella y Jean-Luc Tingaud. Oportunidad de oro de descubrir otra de esas joyas del compositor, no se programa con tanta frecuencia y que constituye un emblema del bel canto. Los papeles de la soprano que alternará a Natalie Dessay (aunque está prácticamente retirada), Kurzak  y Rancatore y del tenor con su famosa aria de los 9 “dos de pecho” (“Ah Mes amis), que tendrá a Siragusa y Camarena como protagonistas, son paradigmas de lo más endiablado y bello del canto. Pietro Spagnoli y Luis Cansino como Sulpice y Ewa Podles y Ann Murray completan los roles principales. Mediática, además de anecdótica, será la presencia de Carmen Maura como Duquesa de Krakenthorp, pero atraerá a mucha más gente y se venderá muy bien. De todos modos valdrá la pena. Es muy disfrutable. Echo de menos lo que podría haber hecho Celso Albelo con un papel que borda especialmente como es el caso de Tonio.

“Muerte en Venecia” del británico Benjamin Britten es una coproducción con el Liceo que ha llegado demasiado tarde por partida doble, no solo por la producción sino por el centenario de Britten. Aun así la fantástica producción de Willy Decker puede triunfar; veremos si otro de los prometidos de Mortier, Alejo Pérez, corrobora las buenas sensaciones que dejó este año con “The Indian Queen”María José Suárez y Vicente Ombuena completan un reparto muy especializado en este tipo de obras y del que se puede esperar un buen rendimiento.

-Tres funciones hay programadas para “Romeo y Julieta” de Gounod.  Versión concierto que, sin embargo, tiene más de un atractivo; en primer lugar, en la dirección musical con Plasson a la batuta; lo segundo serán sin duda los cantantes, la presencia de Tagliavini, Yoncheva y, sobre todo, el tan cacareado “divo” Roberto Alagna (suspenderá función antes de cantar?? Con él nunca se sabe) aseguran por lo menos impacto y, posiblemente, tres buenas noches de música.

-El cuento de hadas de Humperdinck “Hansel y Gretel” tendrá el aderezo del vestuario de Agatha Ruíz de la Prada. La dirección musical será de Paul Daniel y Diego Rodríguez. La dirección escénica de Joan Font de los Comediants. Esperemos que esta pequeña obra maestra se vea reforzada por estas propuestas escénicas; la música, deliciosa, lo merece. Parece que Alice Coote y Sylvia Schartz en los papeles de Hänsel y Gretel  y el gran Bo Skovhus como Peter pueden asegurar un buen papel en lo musical.

“El público” de Mauricio Sotelo, sobre el texto de Andrés Ibáñez de la obra de Federico García Lorca, será el primer estreno mundial del año, y además español. Con dirección del fantástico Pablo Heras-Casado y unos cantantes que tendrán que enfrentarse, auguro, a una partitura contemporánea difícil y de texto complicado igualmente (no en vano la obra de Lorca es bastante compleja). Esta, así como el otro estreno, generará sentimientos encontrados como suele ocurrir con este tipo de obras. La escena vendrá a cabo de Robert Castro. El foso será ocupado por la Klangforum Wien.

Matabosch habrá tenido mucho que ver en “La traviata” de Verdi que tendremos a continuación con producción de David McVicar y dirección musical de Renato Palumbo ya que se trata de una coproducción del Teatro Real, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, la Scottish Opera de Glasgow y la Welsh National Opera de Cardiff. Siempre es un gusto encontrarnos con esta maravilla. Habrá que ver si Ciofi puede con él todavía, se alternará con Irina Lungu y Ermonela Jaho. Alfredo será interpretado por Francesco Demuro, Antonio Gandía y Teodor Ilincái, sin demasiadas garantías para sacar algo más digno que lo que podría haber hecho más de un español. Cubierto con creces el papel de Giorgio Germont con el inmenso Juan Jesús Rodríguez, Ángel Ódena y el experimentado Nucci. Siempre es un éxito de público, o sea que, tiene pinta de triunfar a lo grande con su música imperecedera y archiconocida.

Harmut Haenchen dirigirá el “Fidelio” de Beethoven con esta nueva producción del Teatro Real en coproducción con l’Opéra national de Paris que realizará Alex Ollé (La fura dels Baus) con Valentina Carrasco. Los cantantes, con la figura bien conocida de König como Florestan y de Pieczonka como Leonore estarán bien acompañados por el Rocco del poderoso Franz-Josef Selig. Completan reparto Anett Fritsch, Ed Lyon, Alan Held y Goran Juric.

-Si mediático era lo de Carmen Maura, qué podemos decir de este “Gianni Schichi”, tercera ópera del Tríptico pucciniano que tendrá la dirección escénica nada menos que de Woody Allen y Plácido Domingo debutará en el barítono protagonista. La dirección musical de Giuliano Carella se quedará oscurecida por el tamaño escénico propuesto. Acompañarán en esta divertida obra de Puccini Maite Alberola, Elena Zilio, Albert Casals, Maria José Suárez, Vicente Ombuena, Luis Cansino… para una posibilidad realmente atractiva para el público, el texto de la obra junto con las ocurrencias de Allen pueden resultar más que entretenidas.

Plácido Domingo es el gran protagonista de las “Goyescas” de Granados en esta coproducción del Teatro Real y Los Angeles Opera, ya que se encargará de su dirección musical. José Luís Gómez será el encargado de la escena. El trío protagonista nos trae, desde hace bastante tiempo, de nuevo a María Bayo a la que acompañarán Andeka Gorrotxategi y José Carbó. Es una verdadera maravilla, preveo éxito total.

-Para acabar la temporada el otro estreno mundial español, “La ciudad de las mentiras” de Elena Mendoza con libreto de Matthias Rebstock basado en relatos de Juan Carlos Onetti (Un sueño realizado, El álbum, La novia robada y El infierno tan temido). La dirección escénica será de Matthias Rebstock y Titus Engel asegurará una siempre profesional dirección musical. En cuanto a los cantantes, seguro que tendrán que trabajar a lo grande por las dificultades inherentes. Katia Guedes, Anne Landa, Anna Spina y Graham Valentine serán algunos de los valientes. Mi comentario anterior a la obra de Sotelo aplica perfectamente a esta.

Eso es todo, comienza el cambio, se pueden ver los indicios, pero tendremos que esperar un poco más para comprobar de lo que es capaz Joan Matabosch, mientras disfrutemos en lo posible esta temporada de transición.

Artículo publicado inicialmente en Ópera World

Mozart no hubiera disfrutado tampoco: “Don Giovanni” en el Teatro Real

En unas de las últimas declaraciones que ha hecho Mortier, comentaba lo siguiente al hilo de los abucheos que está recibiendo la última producción en escena:

“La gente que abuchea hace más ruido, pero son seis que empiezan y algunos se dejan llevar. A otros, claro, no les gusta, pero parece que a la mayoría sí. Los abonos no se devuelven y está completamente lleno.”

Se pueden hacer dos puntualizaciones a la magnificencia del belga, ayer, en la función a la que pude asistir no se empezó con abucheos orquestados, no; de hecho en los primeros momentos se interrumpió para aplaudir; lo cual no quita que, según fue avanzando, el grado de cabreo de los asistentes empezó a aumentar considerablemente hasta acabar en un abucheo generalizado, no hizo falta que lo hiciera nadie; lo de los abonos, claro que no señor Mortier, la gente quiere ver la ópera, no los va a devolver; lo que no va a hacer es renovarlos, me gustaría saber cuánto es el grado de renovación de abonos de este año.

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No dudo de que Tcherniakov sea bueno, de hecho, rompiendo una lanza a favor de él, tengo que reconocer que su Macbeth (de este mismo año por cierto, y hablé extensamente de él aquí), no estaba mal del todo a pesar de ciertos tics que, por lo que veo, repite en sus montajes. El problema es cuando haces algo como lo que haces ayer y el texto, la música y la acción teatral van cada uno por su lado. En efecto, la puesta en escena no funcionaba, era inconsistente y, para colmo, rozaba un mal gusto bastante patente que no tiene que asociarse, precisamente, a lo vanguardista.

Según la visión del ruso, Don Giovanni es un libertino que no solo abusa de las mujeres sino también del alcohol y progresivamente se va volviendo cada vez más loco (porque ve al fantasma del Comendador rondando por la sempiterna habitación), hasta llegar al paroxismo en esa escena final, donde Leporello se convierte en una especie de “Grey” dominador que desnuda y abusa de Donna Anna, Zerlina o Donna Elvira. Evidentemente esta visión no se corresponde con nada de lo que estén declamando o cantando en ese momento con lo que contribuye a una confusión más que evidente, sobre todo para los que quieran descubrir esta obra con ese montaje. Especialmente absurdos son algunos momentos que destacan por una desgana evidente en no intentar ni siquiera crear, como la escena de la estatua “O statua gentilissima”;  donde Leporello y Don Giovanni, en la omnipresente habitación presente en toda la obra, hablan e interactúan con una estatua imaginaria; debido principalmente a que ni se ha molestado en presentar algo, ni siquiera figurativamente, lo único que hacen es saltar y trotar de un lado a otro; no creo que haya gastado más de diez minutos en contarles lo que tenían que hacer; contrasta que este mismo director haya exigido a Arteta unos esfuerzos brutales en todos los aspectos para asimilar sus escenas, que, por otra parte, estaban muy bien dibujadas. Aparte de los problemas evidentes de perfilar ciertos papeles, totalmente en desacuerdo con su psicología (ese Leporello es indignante) hay ciertos tics (como comentaba anteriormente) que se repiten asiduamente en sus producciones y que ayudan a desconectar totalmente. Eso de que caiga el telón en cualquier momento, se interrumpa toda la acción para que nos muestre un cartel con el tiempo que va a pasar, enerva a la décima vez que cae;  podrá reforzar lo teatral, pero, indudablemente desestructura  toda la unidad musical de la obra (esta caída del telón me recordaba al Google maps de transición entre escenas que utilizó en la susodicha Macbeth); tampoco me cautiva el hecho de hacer cantar a los cantantes fuera de escena o mirando a las paredes, de espaldas al público, sin ningún tipo de necesidad, más bien, para ser original y vanguardista; y hacerles cantar en posiciones difíciles es ya marca de la casa; curioso que, casi siempre hace cantar a los coros fuera de escena, aunque oficialmente no lo sean, me temo que no sabe dirigir mucha gente a la vez y prefiere no tenerlos presentes (esto era patente en Macbeth también). No me voy a extender más, sobre todo con otros detalles de mal gusto, especialmente la metáfora sexual final donde la comida del banquete está representada por las cantantes, de las que abusan repetidamente o lo intentan, desvistiéndolas en todo momento sin motivo aparente o intentando una violación del todo absurda en el caso de Donna Elvira… cuando le pretende salvar. Intentar buscar el sentido a todo este cúmulo de despropósitos es más de lo que merece el montaje.

Braun

Si por lo menos lo musical hubiera estado bien, habría salido con buen sabor de boca, pero me temo que esto me cabreó más; el argentino Alejo Pérez era debutante en la dirección de esta ópera, Russel Braun también con Don Giovanni; esto no disculpa el espectáculo que ofrecieron; el director musical estuvo monótono, aburrido en casi cada momento , parece mentira que una obra como esta, tan rica, con tantos matices, quedará tan desdibujada, sobre todo por las elecciones de algunos tempi nada adecuados; su impotencia fue evidente en el caos musical producido en el final del primer acto: habían situado unos violines fuera de escena, estaban en unas butacas para poder interpretar lo que se tocaba en la fiesta en escena (ese baile de máscaras sin máscaras); la idea podría haber estado bien, el problema es que se desacompasaron con respecto a la orquesta, pero en los dos lados, parecía que la orquesta, los cantantes y la música de los violines iban “a su bola”, ocasionando un tumulto musical sin intención; un desastre que enmendó con gestos ostensibles, parecía que no se veía bien e intentó que percibieran por dónde iba el tema. Un reflejo fidedigno de lo que estábamos viviendo. Lo de Braun, sinceramente, es de juzgado de guardia, me sorprende que se haya dado un papel de esta envergadura a este cantante; leo por ahí (Mortier, de nuevo) que es bajo barítono… ¿eh? ,¿Cómo? ,¿Un bajo barítono que no se oye nada en el registro medio?. Cada conjunto musical estaba descafeinado por el la ausencia de contraste de su voz con Leporello; cada momento musical era insulso hasta decir basta; encima su voz era desagradable. ENSAYO GENERAL ÓPERA "DON GIOVANNI"Me preguntaba si había oído cantarlo peor, y no creo que lo haya oído…  La sobreactuación no se la achaco a él, desgraciadamente, nuestro ruso tuvo más que ver en pintar el personaje de esta manera.  En cuanto al resto, afortunadamente, estaba nuestra Ainhoa Arteta que dibujó una Donna Elvira plena en lo vocal, atormentada en lo artístico; cada momento suyo fue un lujazo y no debe quedar ensombrecido por todo lo que ha rodeado la obra; encomiable cómo cantó a pesar de las posiciones en que se le obligó a cantar por la parte escénica, brava, no hay más que decir; aceptable Leporello de Ketelsen, con una voz noble y bella; el veterano Kotscherga demostró la rotundidad de su voz en el corto papel del Comendador; Schäfer y Erdmann como Donna Anna y Zerlina estuvieron irregulares, con algunos momentos interesantes, sobre todo en la segunda y con otros momentos no tan felices en el caso de la primera, qué fría entró; regular el Massetto de Bizic, con voz amplia pero todavía por pulir; mal, muy mal, el Ottavio de Groves, no se pueden hacer portamentos en las arias de Mozart, no, por favor. Y si se va a cantar tan mal “Il mio tesoro”, casi prefiero que no lo cante, qué mal los cambios de registro dentro del área, el manejo del fiato, el canto legato, el recitado.. en fin, rematadamente mal, solo comparable a Braun. El Coro estuvo bien, no suele fallar, afortunadamente…

Me encanta en el postmodernismo, las nuevas vanguardias, deconstruyamos, no estoy en contra de ello; el problema es que hay que hacerlo con inteligencia, con sentido común, si no, se convierte en provocación tras provocación absurda. Por favor. Más vanguardismo, pero bien hecho.

Estoy convencido de que Mozart no habría disfrutado tampoco de esta visión en su obra, ay si se levantara….

”Cosí fan(ny games) tutte”

Hubo un tiempo en que los cantantes eran los divos; más tarde fue el momento de los directores como verdaderas estrellas del mundo musical en general y operístico en particular; ahora, en los tiempos que corren, es evidente que el poderío de los directores de escena es prácticamente dictatorial; el caso que nos ocupa es un ejemplo fidedigno de la situación, el montaje escénico del director de cine Michael Haneke; director mediático, carismático, ganador de un galardón a mejor película extranjera por “Amour”.

Esto no es forzosamente malo, muy al contrario, no se puede negar que su presencia es un acicate para que mucha gente se acerque al Real y disfrute de una ópera de Mozart con la ocasión. Afortunadamente, esta ópera se cuenta entre lo más granado del genial compositor austriaco; una de las tres que gozó del libreto de Lorenzo da Ponte, junto con “Don Giovanni” y “Le nozze di Figaro”, verdaderas obras maestras del género, todo ello sin exagerar. Es muy posible que quien descubra la ópera con esta obra, vuelva a ir a ver otra, sin lugar a dudas, si le gusta la experiencia.

Tras este pequeño prólogo, vayamos al grano, ¿ha valido la pena la propuesta escénica del famoso Haneke? En mi humilde opinión el resultado ha sido excelente, con algunas puntualizaciones.

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El montaje escénico inicial, y que luego no cambiará a lo largo de la obra, nos muestra un salón  a primera vista con una terraza de fondo, aparentemente resulta clásico; sin embargo, según van a apareciendo los personajes, tanto principales como secundarios, nada es lo que parece: unos personajes están ambientados de época, siglo XVIII y otros en el siglo XX. Asombra bastante el hecho de que Alfonso, el conspirador de la trama, sea precisamente de época, y el resto de personajes del siglo XX; ¿nos intenta mostrar que es algo que no ha cambiado con el tiempo? Esto ya aparece en su filmografía (“Funny Games”), la introducción de una fuerza malévola; en este caso Alfonso como “subvertidor” de la confortable vida burguesa que llevan los protagonistas. El omnipresente mueble bar lleno de botellas de alcohol es utilizado con frecuencia por todos los personajes, resaltando aún más la perversidad del planteamiento, las infidelidades, los momentos violentos; lo son más por la forma en que la plantea el austríaco. No olvida la farsa, pero todo está teñido de una depravación inherente al ser humano. El drama se subraya con el manejo de los silencios que Haneke varía a su gusto, sobre todo en los recitativos, hay manejo de la escena sin música en algunos momentos. Esto es novedoso y, por lo menos, no altera la estructura de la obra (recuerdo todavía el montaje de “La fura dels Baus” de “La flauta mágica” donde sustituían los recitativos por reflexiones más o menos surrealistas y/o existencialistas), dando aún más sentido a cada frase pronunciada; esto es quizá uno de los mayores aciertos, a pesar de alargarse la obra en demasía. Menos inspirador me resulta el papel de la omnipresente Despina a la que Haneke quiere atribuirle un mayor papel en el drama como pareja de Alfonso y que, sin embargo, no cuadra en relevancia con lo que Mozart pensó; sus frases más que diversión, la mayoría de las veces se convierten en reflexiones cínicas. A pesar de ello, una propuesta muy interesante a la que le podríamos sacar aún más jugo pero no quiero extenderme más.

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Para que todo lo anterior funcionase la labor de Sylvain Cambreling en el foso se me antojó imprescindible, sobre todo por la alteración de los recitativos e, incluso de algunos de los momentos musicales para llevar a cabo las indicaciones del director de escena. Hay que reconocer que lo llevó con soltura: tempos afortunados, énfasis adecuados, dirección precisa y adecuada a lo indicado; la orquesta estuvo de acuerdo con lo pedido y se obtuvieron muy buenos momentos.

Mención aparte quería dedicar a los cantantes, estuvieron realmente consistentes en cada momento, empastados al extremo, más teniendo en cuenta que esta obra tiene muchos momentos de combinación de voces; dúos, tríos, cuartetos, sextetos…  y ninguna voz tiene que sobresalir en exceso más que en el momento que le toca, el equilibrio fue primordial en este caso. En lo individual, los grandes triunfadores fueron Annet Fritsch y Juan Francisco Gatell, la soprano, con Fiordiligi, tiene dos arias de gran dificultad, especialmente la endiablada “Come scoglio”, y las acometió con seguridad, buenas agilidades, agudos bien colocados y no exentos de potencia; lógicamente, con ese material, se convirtió en la favorita del público. Para este crítico el gran descubrimiento de la noche fue el Ferrando de Gatell, no solo porque cantó “Un aura amorosa”, paradigma de aria mozartiana de tenor ligero, con mucho gusto y sensibilidad; sino porque, además, cada frase de la ópera se convirtió, en sí, en un acontecimiento; qué ejemplo de canto legato, manejo de fiato y potencia de emisión, todo ello acompañado de una voz realmente bella. Un poco por debajo de estos dos estuvieron la mezzo Paola Gardina como Dorabella y el barítono Andreas Wolf como Guglielmo, consiguiendo igualmente grandes momentos individuales en alguna de sus arias; lo peor sin embargo vino con la Despina de Kerstin Avemo, con una voz quizá fuera de estilo, que no transmitía al papel, divertido de por sí, la lucidez necesaria; además, en su primera aria, tuvo problemas con el tempo, yendo desacompasada con la dirección de Cambreling y la orquesta; William Shimell, como Don Alfonso, estuvo muy sólido, aunque no se caracteriza por tener un timbre muy bello. No hace falta mucho comentar sobre el coro que, como de costumbre, rozó la excelencia en sus escasos momentos.

Bravos por parte del público a una dirección escénica interesante, retadora, ambigua en su reflejo de la música universal e imperecedera del genio de Salzburgo. Una espléndida manera de disfrutar de la ópera.

“Escucha esto” de Alex Ross

En su anterior y exitoso (en cuanto a crítica y público) ”El ruido eterno”,  Alex Ross realizaba un repaso de todo la música clásica del siglo XX encadenándola a al contexto cultural e histórico consiguiendo un libro de fácil lectura y que además quitaba prejuicios y ayudaba a comprender a gente tan extraña como John Cage o Alban Berg, además lo acompañaba de un imprescindible acompañamiento musical disfrutable a través de su web que hacía aún más sencilla la escucha. Con su nuevo libro “Escucha esto”, de nuevo publicado por Seix barral, pretende obtener el mismo resultando aunque aquí intenta realizar una retrospectiva desde el punto de vista histórico de lo musical haciendo énfasis en la cada vez más frecuente fusión de estilos y géneros: “Las fronteras entre lo “popular” y “clásico” están empezando a desdibujarse de modo creativo”.

Esta va a ser la base de la mayoría de los ensayos que vendrán después; todo muy en la línea de la escuela de los “Cultural Studies” de Stuart Hall, corriente crítica que relativiza el posible canon establecido históricamente para ponderar la cultura en general con todas sus manifestaciones.

El segundo capítulo, “Chacona, lamento y walking blues”, ya justifica por sí mismo su lectura; es, curiosamente, el único que se ha escrito específicamente para este libro y para hacerlo el autor se inspira en una conferencia que dio el compositor György Ligeti en 1993 en el conservatorio de Nueva Inglaterra de Boston (“En un momento dado, Ligeti cantó las notas “La, Sol, Fa, Mi” –el bajo del lamento de la ninfa- y empezó a catalogar su sinfín de apariciones en la música occidental, tanto en el repertorio clásico como en las melodías folclóricas que había aprendido de niño.”)

Tomando esta base, establece una cronología histórica comparada desde los primeros momentos en los que surgió ese motivo descendente y la chacona “que se convirtió en un emblema del lamento”. En su increíble web hay un vídeo del autor explicándolo y que pongo a continuación:


 Por el documento musical de la web con respecto a ese artículo desfilan el “Lamento della Ninfa” de Monteverdi, el Lamento de Dido de Purcell, la “Misa en sí menor” de Bach, Beethoven en su Novena Sinfonía… para llegar a la música pop del siglo XX con los Beatles y su “Michelle” acabando con el Blues, Bob Dylan y Led Zeppelin. Me apetece especialmente poner el Lamento de Dido, mágico, y su reflejo en Bach para que comparéis vosotros.

Este artículo es el culmen de esta forma de hacer las cosas, la total conjunción entre el texto y la música a través de la web, es sencillamente excepcional. Os podéis dar una vuelta por ella desde aquí, y así os hacéis una idea.

A partir de aquí, el libro no mantiene tanto el nivel, aunque sí que es cierto que sigue siendo interesante: “Máquinas infernales” explora el típico tema de la tecnología como liberación o esclavitud, adoptando una posición intermedia “la máquina no es ni Dios ni demonio”. Luego empieza la segunda parte donde tenemos un artículo de Mozart que orienta como retrospectiva nuevamente y que hace énfasis en su parte final en los anticlimáticos finales de “Don Giovanni” y “Cosí Fan Tutte”; esta estructura se mantiene en el de Schubert: consigue unos ensayos interesantes aunque no deslumbrantes; no deja de ser curioso aprovechar el que dedica al director de orquesta Esa-Pekkä Salonen para desarrollar los entresijos burocráticos que se producen habitualmente en una sala de conciertos;. notables contribuciones de música “pop” resultan ser los dirigidos a Björk y Radiohead, igualmente claros en su exposición exhaustiva de las carreras musicales de ambos; sin embargo, el artículo sobre el interés de China por la música occidental y su posible futuro en la música no deja de ser una simple anécdota estirada de su viaje al país y no pasa del aprobado.

Hasta el final se van sucediendo los ensayos con mayor o menor suerte, pero siempre caracterizados por el eclecticismo, la claridad y la abundancia de notas y datos al respecto del tema que trate: desde la vida de un cuarteto de cámara, pasando por el tirón de  Verdi entre los aficionados, a los obituarios en clave de ensayo del siempre controvertido John Cage o la contralto de color Marian Anderson tienen cabida en estas páginas; incluso Bob Dylan y Sonic Youth tiene su espacio. 

La conclusión es que el autor nos ha conseguido transmitir la importancia que tiene la música actualmente y la influencia en la cultura de la sociedad, abogando por eliminar elitismos y por la fusión de géneros; lo que importa de verdad es oír música e intentar entender sus manifestaciones por extrañas que puedan parecer. Una espléndida lectura musical complementada de manera admirable con la información que aparece en el sitio web: una experiencia única y enriquecedora.

 

Valoración del libro:

Un repaso a la temporada de ópera 2012/13 en el Teatro Real

Es ya de dominio general entre toda la gente que me conoce mi gran afición a la música clásica en general y a la ópera en particular. También es un hecho que todos los años suelo ir a disfrutar de varias de las óperas que nos ofrece el Teatro Real en Madrid gracias al abono anual. Todo esto hace que, si alguien se anima a ir, suela preguntarme por las más adecuadas. Es de perogrullo, hay obras más digeribles inicialmente que otras y estoy encantado de aportar mi experiencia.

Aprovechando que estamos al comienzo de la temporada y que, además, acabo de empezar el blog, voy a repasar a continuacion lo que nos va a ofrecer el teatro en orden más o menos cronológico, espero que le sea útil a alguien:

“Moses und Aron“ de Arnold Schönberg (1874-1951), es la obra que se ha escogido como comienzo de temporada y como parte de los eventos asociados al aniversario de su última apertura. Está muy bien su elección por lo que significa, pero este es el tipo de ópera que no recomendaría a un profano nunca. La partitura está escrita en técnica dodecafónica ortodoxa y es tremendamente dura al oído de prácticamente cualquiera. Sé que la puedo disfrutar como otras del mismo tipo (esa “Lulú“ de Alban Berg me viene a la cabeza) y los músicos igual; pero el resto, abstención, hay mejores posibilidades, eso sí, por lo menos no es muy larga….

“Boris Godunov” de Modest Mussorgski (1839-1881), sobre esta existen dos versiones, la primera de ellas, la mas primitiva, no pudo ser estrenada en 1869 cuando la terminó, debido a que no había papel femenino; la segunda versión, de 1872, con un acto polaco y otros cambios sí se estrenó en 1874, esta es la versión que veremos este año, diez actos. Estamos ante una obra excepcional, una obra maestra de la lírica que combina sabiamente la épica musical, con esa escena de la coronación que os pongo a continuación, momentos minimalistas y que requieren un canto más intimista. Sencillamente una maravilla en todos los sentidos. El reparto que se han traído es casi enteramente ruso, y cuenta con el ya legendario Anatoli Kotscherga (antes Boris)ciendo de Varlaam.

Il prigionero/Suor Angélica”de Luigi Dallapiccola (1904-1975) y Giacomo Puccini (1858-1924) es una coproducción con el Teatro del Liceo que consta de un programa doble con una primera, para mí al menos, desconocida obra; por lo que he podido buscar, estuvo a medio camino del clasicismo y el dodecafonismo, por lo tanto, podemos esperar una mezcla curiosa que espero que no desmerezca demasiado la segunda. Me imagino que, debido a este doble programa es por lo que Mortier (sabiendo su odio profundo a la hora de programar a Puccini) ha accedido a programar uno. Sea como sea estamos de enhorabuena, esta es una pequeña obra maestra (pequeña por la duración), segunda de las óperas incluídas en “Il Trittico”, está protagonizada exclusivamente por mujeres y, aunque todas tienen su hueco, la protagonista tiene uno de esos papeles deliciosos que te pueden encumbrar para siempre. Un milagro musical cargado de emoción, no en vano, he llorado todas las veces que la he visto/oído. Cómo no poner el “Senza Mamma”, cómo no…

“Macbeth” de Giuseppe Verdi (1813- 1901), no hace falta hablar mucho del compositor que todo el mundo conoce, quizá, el más grande a la par que Wagner; los dos llevaron este subgénero a la perfección total, al entendimiento como obra de arte total. Esta vez vamos a conocer una de las óperas que menos representan y que además no es tan conocida, de sus llamados “años de galeras” (1844 a 1850). Pero no hay que engañarse, la obra es magnífica, el papel de Lady Macbeth es el verdadero protagonista de la obra, y, además escribió una partitura endiablada para él (a ver si Violeta Urmana consigue sacarle partido). Cabe mencionar que la obra tiene más coros de los habituales en sus partituras (ese “Patria opressa” es excepcional); con lo cuál tenemos un conjunto muy consistente y disfrutable desde todos los puntos de vista.

“Pasifal” de  Richard Wagner (1813-1883), si antes teníamos a Verdi, aquí tenemos al otro gran representante, en una obra decididamente difícil, ambigua, complicada, pero excepcional, una maravilla cargada de emoción con un hándicap muy importante: se va a representar en modo concierto. Y esto es así, porque esta obra reúne las características más esenciales, largos monólogos, unión completa de la música, sin números cerrados y que suele entrar mejor con una puesta escénica. Hacer aguantar a la mayoría de la gente más de cuatro horas en modo concierto me parece quizá lo menos adecuado. Ya veremos de todos modos, puede ser una buena manera de que alguien conozca a este coloso.

“The perfect American” de Philip Glass (1937), estreno mundial por encargo del propio Mortier al compositor norteamericano sobre la vida de Walt Disney. A priori parece interesante, pero hay que orientar un poco a los que vayan a verlo. Glass es quizá el representante más conocido de la corriente minimalista (junto con Steve Reich), corriente que se basa en la repetición interminable de temas musicales, siendo a veces, a pesar de la belleza de la melodía, ciertamente monótono. Al no tener ningún fragmento musical de la obra, os pongo uno de su famosa “Einstein on the beach”. Habrá que ver si la puesta en escena ayuda para calibrar su posible éxito.

De Mozart (1756-1791)  se van a programar nada menos que tres  en diferentes momentos, aprovecho para unirlas aquí; baste decir que tanto “Cosí Fan Tutte” como “Don Giovanni”  y “Die Zauberflöte” son quizá las más conocidas junto a “Las bodas de Fígaro”, es difícil quedarse con un momento de ellas o quedarse con alguna de ellas en particular, quizá la más sólida en lo musical y dramático sea la segunda, Cosí es excepcional en lo musical pero el argumento es una chorrada, y la flauta está en alemán, es un singspiel, con recitativos muy secos aunque cómicos, sin música. Cualquiera de ellas podría valer para un profano en la materia. Pongo un fragmento de los muchos entre los que se puede elegir que adoro especialmente.

“Roberto Devereux” de Gaetano Donizetti (1791-1864), sorprendentemente veremos esta rareza de uno de los máximos representantes del belcantismo, desgraciadamente sólo serán dos funciones y en concierto también, una penita, la verdad. Este compositor es más conocido por otras pero siempre creaba buenas obras, y esta es otro buen exponente de ello. El elenco es más que recomendable con nuestro José Bros en el papel de Roberto y la inimitable Edita Gruberova en el de Elisabetta, si además está Sonia Gannassí y el siempre solvente Simón Orfila, pues podemos tener una agradable sorpresa musical.

“Les pêcheurs de perles” de Georges Bizet (1838-1875). Bizet es especialmente conocido por haber compuesto “Carmen”, maravilla de las maravillas y popular entre las populares; pero ojo, a esta obra la tengo un cariño especial, está dotada de una sensibilidad a flor de piel y tiene uno de esos roles de tenor de los que no puedes más que enamorarte; es una joya, una de esas que nunca olvidas. Además, viene Juan Diego Flórez a cantarla, esto es un éxito garantizado, porque su voz está hecha para cantar a Nadir. Muy recomendable aún siendo en concierto. Podría poner el dúo entre Zurga y Nadir, pero al final me decanto por la famosa aria del tenor “Je crois entendre encore” que salía en repetidas ocasiones en el “Match Point” de Woody Allen. Habrá tortas para conseguir una entrada…

“La Rappresaglia” de Saverio Mercadante (1795-1870), esta es la excusa para traer al gran Riccardo Muti de nuevo al Real, lo cual me congratula, pero también será una función casi imposible de conseguir, aún así, tiene cuatro programadas, siendo una además fuera de abono. En cuanto al repertorio prosigue en su labor de recuperar las obras del italiano, en este caso se trata de una ópera buffa y será bastante accesible musicalmente, como algunas que se han ido recuperando ya, os dejo aquí un fragmento de “Virginia”:

“Wozzek” de Alban Berg (1885-1935),  una obra esencial para entender los derroteros por donde ha ido la música contemporánea, a medio camino entre la tonalidad y el dodecafonismo, atonalismo puro, enervante, tétrico, desestabilizador; particularmente me encanta y soy capaz hasta de emocionarme con ella a pesar de lo que te desafía: la hermosura de lo horrendo. No es para todos los públicos, tampoco por la temática ni la escabrosidad y violencia de lo que relata. Sabiendo esto… ya se puede obrar en consecuencia.

Y la temporada acaba con “Il postino” de Daniel Catán (1949-2011), la cita anual con Placido Domingo, que siempre es una garantía de éxito y de espectáculo, viene acompañado de la emergente Nancy Fabiola-Herrera y de la ya consagrada Cristina Gallardo-Domas, la obra está basada en la novela Ardiente Paciencia” de Skármeta, y es sobre la ficticia amistad de Pablo Neruda y un cartero (sí, ESA película), no la conozco musicalmente, es una incógnita. Pero con esos cantantes…

Ya me he extendido demasiado, espero haber reflejado lo que viene este año a nivel operístico; ya iré comentando alguna cosa más según vaya yendo a verlas; según mi punto de vista es un año muy completo, consistente y ecléctico, veremos cómo resulta.