Se acerca el fin de año

2013-09-24 12.23.50Noviembre se ha acabado ya y ya está uno pensando en diciembre, las últimas lecturas del año e, inevitablemente, en la selección de lo mejor del año. Este año me va a costar bastante (como siempre digo) por el aumento de lecturas. Pero promete ser interesante y, espero, ecléctica. Por ahora vamos a repasar los últimos libros leídos que se han encontrado con tres escollos considerables que han jerarquizado mi ritmo lector: “Bleeding Edge”,” Jota Erre” y “La Casa de Hojas”.

“La maldición de Hill House” de Shirley Jackson, una de las grandes del género en una novela que se caracteriza por su sutileza.

“Prince” de Matt Thorne, sorprendentemente exhaustiva biografía del gran genio musical con el que me aficioné a la música pop. Es difícil no disfrutar de ella.

“Bleeding Edge” de Thomas Pynchon, el coloso ha vuelto, en plena forma, para demostrar con su creatividad que es el más grande vivo.

“Diario de una dama de provincias” de E.M. Delafield, divertidísimo diario con mucho humor inglés y que no se limita a lo anecdótico.

“¿Quién será a estas horas?” de Lemony Snicket, historia de detectives para niños, inteligencia a raudales, dibujos de Seth, ¿hace falta algo más?

“Los drusos de Belgrado” de Rabee Jaber, viaje a lo largo de las desdichas, una maravillosa forma de comenzar la nueva colección de ficción contemporánea árabe de Turner.

“El oasis” de Bahaa Taher, viaje a un oasis de contradicciones con  Alejandro Magno en retrospectiva, el pasado como argumento. Una muy buena propuesta y de calidad.

“El doctor proctor y la bañera del tiempo” de Jo Nesbo, el noruego deja a Harry Hole aparcado para hacer literatura juvenil, esta vez, con viajes en el tiempo. Hay sobrados motivos para disfrutarlo.

“La música de los bosques” de Carmen del Bosque, una propuesta clásica de literatura para niños.

“El Sunset Limited” de Cormac McCarthy, no es lo mejor del titán, pero es McCarthy.

“El consejero “ de Cormac McCarthy, la ultimísima de McCarthy, más thriller que novela contemporánea, razonable calidad. Entretenimiento digno.

“El árbol” de Slawomir Mrozek, mi pequeño homenaje póstumo al escritor polaco, un maestro de la micronarrativa.

2013-11-14 21.12.04“La casa y el cerebro” de Edward Bulwer-Lytton, un clásico del subgénero de casas encantadas del siglo XIX que se lee en un suspiro.

Si decía que las han jerarquizado es porque el primero supuso muchas horas terminarlo, Pynchon en inglés, es posiblemente, de lo más complejo a lo que puedas aspirar leyendo la lengua de la Pérfida Albión. Una lectura excelente, eso sí.

En cuanto a “Jota Erre” y “La Casa de hojas”, están suponiendo la lectura de finales de noviembre  y parte de principio de diciembre. Sobre todo la primera de ellas resulta bastante densa y absorbente: una obra de mucha calidad pero que requiere su tiempo, ya que, además, son casi 1200 páginas. “La Casa de Hojas” es otra cosa, una experimentación no sólo de la palabra sino de cómo se dispone en el propio libro, la tipografía utilizada, el color, etc… todo ellos para promover diferentes niveles de lectura. Hablaré de las dos en cuanto las acabe. Próximamente en este blog.

Esta es la foto con las últimas compras.

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Diciembre se presenta como poco bonito, con muchas posibilidades de alternar entre grandes autores. Será difícil decidir lo que voy a leer, nunca había sentido esta sensación pero creo que vale la pena vivir la incertidumbre de no saber qué elegir porque todo lo que tienes, a priori, tiene tan buena pinta.

El siguiente artículo de este tipo serán los mejores del año. Nada más y nada menos.

“El árbol” de Slawomir Mrozek

el-arbol-de-slawomir-mrozekEl pasado 15 de agosto de este año nos abandonaba el escritor polaco Slawomir Mrozek (1930-2013); no he querido dejar pasar la oportunidad de hacer un pequeño homenaje, muy merecido, a uno de los escritores polacos más importantes en la actualidad. Cualquiera de sus libros es un buen comienzo, pero hoy vengo a hablar de “El árbol”.

Dos vertientes tiene su obra que dominan lo que ha escrito: la de dramaturgo y la de creador de cuentos cortos, microrrelatos. “El Árbol” es una recopilación de microrrelatos, como es el caso del imprescindible “La mosca”. En una novela, un lector tiene tiempo de relajación, es, en realidad sencillo seguir la trama, habitualmente, a pesar de las posibles digresiones. En el caso del cuento corto y, más concretamente, el microrrelato, este período de descanso no es posible; al tratarse de historias de dos páginas de media, si no entras rápido a lo que está contando, posiblemente cuando hayas entrado se ha terminado ya.

En el caso de Mrozek esto se acentúa y mucho, porque es particularmente preciso en la descripción, en cada palabra utilizada; pequeños detalles que contribuyen para crear pequeñas maravillas. Usos sutiles de las elipsis; finas ironías; denuncias palpables a regímenes totalitaristas; mucha imaginación y, por momentos, si lo necesita: fantasía y ciencia ficción. Parece mentira que esta amalgama de posibilidades aparezcan en apenas unas palabras, pero el polaco lo consigue con creces.

Como extrapolación de sus magníficos relatos voy a coger uno de los incluidos, el que se llama “La esperanza” que empieza con una premisa tan sencilla como esta:

“Un día recibí una carta. No habría nada de particular en ello si no fuera por el extraño contenido de esa carta o, mejor dicho, por su falta de contenido. Rasgue el sobre como de costumbre y encontré una hoja de papel totalmente en blanco, sin nada escrito ni por una cara ni por la otra. El sobre solo llevaba mi dirección -faltaba la del remitente- y el matasellos de una localidad importante. Una distracción de alguien o una broma tonta.”

Me encanta la sencillez con que lo expresa y me produce la misma sensación que siento al leer cualquiera de sus pequeñas joyas; ese parecer que no contienen nada pero con algo enigmático de fondo. Según avanza la historia, el protagonista se pregunta lo que puede ser:

“Mi razonamiento era el siguiente: si queda excluida una broma, hay que descartar la posibilidad de que la carta no signifique nada, que sea solo un medio, tal cual, sin ninguna intención. Así qué hay que volver a la tesis de que el propósito es que cada hoja de papel en blanco encierre un contenido individual, uno diferente cada una.”

¿Broma, propósito establecido… historia de amor?? ¿Qué nos estará preparando en cada relato?

“Ese flirteo duraba ya demasiado tiempo para no comenzar a dudar que se tratara de veras de un asunto de corazón.”

¡A lo mejor nos está chantajeando!

“¡Un chantaje! El remitente reclamaba un rescate. Ya el propio hecho de que las hojas estuviesen en blanco probaba lo astutos, pérfidos y cautelosos que eran los malhechores.”

El final se convierte entonces en un canto a la esperanza, la que nosotros como lectores tenemos cada vez que afrontamos uno de los momentos que nos regala Slawomir:

“Qué le vamos a hacer, tal vez no hubiese allí nada, seguro que no había nada… ¿Por qué iba a haber algo precisamente esta vez?

No había nada.

¿Y si había algo?”

Mrozek era un coloso y su legado, primordial, por todos los detalles que comenté anteriormente. ¡Cuánto se puede decir con tan poco! Un prodigio de concreción no exento de belleza. Él lo tenía clarísimo:

“La vida es sencilla, es solo mi imaginación la que la complica sin necesidad.”

Leedle, os puedo asegurar que no saldréis decepcionados.

Los textos provienen de la traducción del polaco de B. Zaboklicka y F. Miravitlles para esta edición de “El árbol” de Slawomir Mrozek para Acantilado.