Resumen Septiembre 2014. Nuevos retos: hacia los 200

Septiembre ha supuesto, indudablemente, un paso hacia delante en el avance de mi recorrido lector de todo el año; iba tan bien con las lecturas en el reto del año, llegar a los 150 libros, que he decido exigirme un poco más y lanzarme a por los 200 libros en un año. Veremos si puedo conseguirlo. En cuanto a la lista de lecturas ha sido variadísima en cuanto a temas y me ha proporcionado lecturas de gran calidad. Estoy muy satisfecho y solo he echado de menos avanzar más en mi  proyecto literario. No hablemos más del tema y pasemos al resumen de las lecturas del mes:

“Una singularidad desnuda” de Sergio de la Pava, me extendí justamente en la reseña que le dediqué a una de las mejores novelas del año. Un gozo.

“Historia en viñetas de la Gran Guerra” de Louis Raemaekers, una versión más (gráfica) de la Gran Guerra, no menos interesante que el resto de versiones más descriptivas.

“A girl is a Half-Formed Thing” de Eimear McBride, la ganadora del Baileys Prize que premia ficción de mujeres en el Reino Unido. Espléndido (y difícil) ejercicio de estilo que abruma por cómo lo cuenta aunque flaquee en lo que cuenta.

“Cuchillada en la oscuridad” de Lawrence Block, un Block olvidado e inencontrable, es un Scudder de los primeros casos pero con elementos que lo van dotando de la personalidad de más adelante.

“El comienzo de la madurez” de Henry James, reflexiva muestra de un texto temprano del gran James. Texto completista que entretiene pero no es especialmente resaltable.

“Cuanto el antro sagrado cierra” de Lawrence Block, salto cualitativo del gran escritor de novela negra con un epílogo brutal que explora las consecuencias del caso y que suponía toda una novedad.

“Los niños se aburren los domingos” de Jean Stafford, recopilación magistral de cuentos de la autora norteamericana, otro de esos libros que se deben leer, más si te gusta la narrativa breve.

“El regreso de Reginald Perrin” de David Nobbs, divertidísima muestra del humor melancólico inglés. Un placer disponer de novelas que tengan tanto que ofrecer y además te hacen reír.

“Un baile en el matadero” de Lawrence Block, crudísima novela que nos trae uno de los casos más escabrosos y mejor llevados por el novelista norteamericano. Una de sus mejores novelas.

“La última noche en Tremore Beach” de Mikel Santiago, un thriller donde todo está muy visto y que, sin embargo, se está “vendiendo como rosquillas”; un producto con final feliz con declaración con flores y arrodillamiento incluidos que no añade nada más que visitas a los lugares comunes, dulcificación en extremo de las situaciones, inverosimilitud a raudales y falta de coherencia interna además de edición por parte de la editorial. Eso sí, se lee en un santiamén.

“Fundido en negro: antología de relatos del mejor calibre criminal femenino” edición de Inmaculada Pertusa Seva, recopilación de relatos policíacos escritos por mujeres que nos traen matices diferentes y buscan nuevos acercamientos al género desde la perspectiva femenina.

“Los jardines estatuarios” de Jacques Abeille, novela atípica por el ritmo al que predispone, una suerte de distopía filosófica que resulta muy placentera por lo bien escrita que está.

“Que levante mi mano el que crea en la telequinesis y otras historias para corromper la juventud” de Kurt Vonnegut, curiosa recopilación de discursos a universitarios realizados por el gran Vonnegut, lástima de precio para que tenga más éxito. Se lee bien, aunque algún texto o idea se repita.

“La visita de Wagner a Rossini” de Edmond Michotte, toda una sorpresa para los aficionados por los motivos que esgrimiré en la próxima reseña.

“La comemadre” de Roque Larraquy, toda una declaración de intenciones para la nueva colección de Turner “El cuarto de las maravillas”; es el camino a seguir para la colección. Espléndida propuesta.

“Poética musical” de Igor Stravinsky, recopilación de las clases que dio en Harvard sobre sus ideas relativas a la música en todos sus aspectos. Más recomendable sobre todo para los que estamos más metidos en el mundo de la música. Me extenderé la próxima semana en una reseña.

“Alfabeto” de Inger Christensen, vaya maravilla para empezar su nueva colección de poesía. En la reseña que publiqué me extiendo más sobre esta pequeña delicia.

“Schoenberg” de Charles Rosen, libro que desgrana una de las figuras más polémicas del siglo XX en lo musical y lo hace con éxito.

“Las esposas de los álamos” de Tarashea Nesbit, otro de los libros con los que Turner ha empezado su nueva colección. Esta ficción histórica utiliza un narrador muy diferente a lo habitual sobre el que hablé en la reseña.

En octubre tengo disponibles las siguientes compras para elegir. Nada nada mal.

Novedades_últimas

Lo único que tengo claro son dos cosas:

-Empezaré con unos cuantos libros policíacos y de novela negra: el último de Block, Jo Nesbo, el famoso Galveston, que se me están acumulando y quiero darles salida, además de que apetecen bastante.

-El “tochazo” del mes está claro también, es uno de los libros que más esperaba  en ese post que hice en septiembre. Se trata del “¿Por qué manda el occidente… por ahora?” de Ian Morris y editado con mucho gusto por Ático de los libros en su colección de Ático Historia.

Y a partir de aquí, quién sabe lo que me puede apetecer…. Tendréis que esperar al próximo mes para saberlo.

“Schoenberg” de Charles Rosen. La polémica de una figura única en la música del siglo XX

Schoenberg-Charles-Rosen-portadaSi hay una figura clave para entender el devenir y la evolución de la música del siglo XX esa es sin duda el alemán Arnold Schoenberg. Figura en la cual se aunaban polémica y genio a partes iguales. Para desgranar dicha importancia Acantilado acaba de publicar la obra “Schoenberg” del pianista profesional, profesor de música y autor de diversos ensayos Charles Rosen (1927-2012). El norteamericano integra en esta pequeña obra biografía, historia cultural, sociología  y análisis musical de manera admirable, ya que consigue que, a pesar de la complicación de lo tratado musicalmente, resulte accesible para neófitos en la materia además de no decepcionar por su superficialidad en el caso de sus estudiosos.

En su prólogo, Rosen nos pinta la biografía de un músico que cayó en desgracia para el público general y, especialmente, el mundo musical; él fue totalmente consciente de su importancia:

“Schoenberg se consideró a sí mismo como una fuerza histórica inevitable. En una ocasión en que le preguntaron si él era el famoso compositor Arnold Schoenberg, respondió: “Ningún otro quiso el trabajo, de modo que tuve que asumirlo.” Llegó a ser un clásico aun sin haber obtenido en su vida la aceptación pública que se dispensó sin regateo a figuras menores. Hoy día es indudable que sus trabajos son duraderos y el peso de su influencia, reconocido; sin embargo la significación de ambos sigue siendo objeto de controversia.”

Así como de la hostilidad de sus adláteres que tuvo que soportar por sus ideas “revolucionarias” y ciertamente avanzadas que le proporcionaron no pocas penalidades:

“Al final de su vida, Schoenberg reconoció la importancia de la hostilidad con la que tuvo que enfrentarse a lo largo de su carrera: 

Personalmente tengo la sensación como de haber caído en un océano de aguas hirvientes y, sin saber cómo nadar o escapar de otra manera, haber tratado de hacer lo mejor que podía con manos y pies…, sin rendirme nunca. ¿Cómo podría haberme rendido en medio de un océano? 

[…] nunca entendí qué les había hecho yo para conseguir que fueran tan maliciosos, tan iracundos, tan maledicentes, tan agresivos…”

El texto resulta preclaro en la forma de presentar poco a poco, las ideas del alemán,; en primer lugar desmontando la idea general de lo que es una disonancia:

“Circulan dos concepciones generales erróneas sobre la disonancia: la primera sostiene que la disonancia es un sonido desagradable; la segunda, que para que exista una disonancia deben tocarse por lo menos dos notas simultáneas. Ambas exigen una rectificación para poder captar en qué sentido y en qué medida la revolución estilística de las primeras décadas de este siglo puede ser descrita como una emancipación de la disonancia.”

En este contexto musical es cuando la disonancia se define en base a su terminación, es decir, la necesidad de que exista una consonancia que complete la disonancia:

“Este efecto de terminación, denominado función cadencial, es lo que precisamente define una consonancia. Una disonancia es cualquier sonido musical que debe ser resuelto, es decir, ir seguido de una consonancia; en cambio una consonancia es un sonido musical que no requiere resolución y puede actuar de última nota redondeando la cadencia.”

Es en ese momento cuando por fin el autor introduce la verdadera innovación de Schoenberg, la “emancipación de la disonancia”:

“En este continuo vaivén entre tensión y resolución, la total “emancipación de la disonancia” significó –y sólo podía haber significado eso- una liberación con respecto a la consonancia, es decir, con respecto a la obligación de resolver la disonancia. Esto no sólo significaba que cualquier combinación de notas era aceptable, sino que dejaba de existir la obligación de resolver un acorde disonante en una consonancia.”

Se suprime la necesidad de “completar” una disonancia, y ello generará la base para el desarrollo de unas formas de estructurar las partes musicales que, hasta ese momento, eran inconcebibles, como en el caso de su ópera Erwartung:

“Pero dichos espaciamientos son sólo una pequeña parte de la textura musical, y donde Erwartung es más revolucionaria es en la casi inconcebible variedad y significación de sus texturas. Es sobre todo aquí donde se reconstruyen los efectos fundamentales de disonancia y resolución. Desterrada la armonía, la disonancia vuelve, transformada, a tomar posesión de todos los demás elementos de la música.”

Rosen resulta tremendamente didáctico cuando introduce la idea de completitud que sustituirá la consonancia, la saturación musical, una plenitud cromática musical (que ojo, puede ser fuerte o débil en volumen):

“Este masivo movimiento cromático a distintas velocidades, ascendente y descendente, y acelerando, constituye una saturación del espacio musical, conseguida en unos pocos segundos, y al ser un movimiento cada vez más rápido, cada nota dentro de la tesitura orquestal es tocada en una especie de glissando. La saturación del espacio musical es para Schoenberg el sustituto del acorde de tónica del lenguaje musical tradicional. La consonancia absoluta es un estado de plenitud cromática.”

A partir de ahí el texto sube el nivel para introducir el serialismo (que surge a partir del dodecafonismo schoenbergiano) en el cuál cada nota tiene la misma importancia y en el que sólo importa su ubicación:

“El serialismo de Schoenberg (dodecafonismo) adopta como condición inicial la homogeneidad del espacio cromático. Cada nota es en teoría tan importante como cualquier otra y ninguna posee valor intrínseco alguno que la coloque por encima de las demás; su único valor viene dado por su lugar en la serie. El principio de no redundancia implica simplemente que deben ser respetadas las posiciones relativas dentro de la serie.”

A pesar de una mayor aridez final para explicar esta parte, la evolución del texto es tan lógica y bien hilvanada que no resulta tan dificultoso a pesar de la apariencia; Schoenberg fue tan variado en la evolución de su música que desencadena en los oyentes respuestas de lo más variopinto, quizá en sus primeras obras es en donde se puede descubrir parte de este genio por el público menos habituado al repertorio:

“Quizá en estas obras el oyente es más consciente del movimiento continuo de fondo debido a que la serie, en sus múltiples formas, se plasma en una extraordinaria variedad de ritmos y configuraciones. Schoenberg probablemente hubiese gozado la ironía de pensar que las obras donde más llegó a involucrar sentimientos no musicales fueron precisamente las que le permitieron desarrollar las formas abstractas más satisfactorias.”

Muy buena aproximación a la figura del compositor alemán y su música, bastión de la música del siglo XX. Charles Rosen sabía muy bien cómo ser didáctico sin dejar de hacer interesante lo que escribía.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Fernán Díaz de “Schoenberg” de Charles Rosen en Acantilado.