“Brokeback Mountain”: mucho ruido y pocas nueces

El segundo de los estrenos mundiales de Mortier (y el último) guarda muchas similitudes con el anterior que pudimos escuchar el año pasado, el “The perfect American”de Philip Glass; los dos son autores norteamericanos, uno de más renombre internacional, ya que Charles Wuorinen es más conocido en EE. UU. que en la escena europea; los dos tratan temas que, a priori traen polémica: si en el segundo se trataba de desmitificar la figura de Disney, en el primero el amor homosexual de los vaqueros, que llevó al cine magníficamente Ang Lee con el tristemente fallecido Heath Ledger y Jake Glyllenhal como pareja protagonista; los dos se nos han vendido como posible estupendas partituras que, finalmente, resultan en mediocres propuestas; y vuelvo a la palabra polémica, ya que, cada estreno del señor que conocemos (también en repertorio clásico) utiliza hasta la saciedad cualquier elemento que lleve a ese posible rechazo por una parte del público y lo publicita descaradamente.

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Solo teníamos que ver la rueda de prensa donde se llegó a comparar, bastante desafortunadamente,  la música y el sentido de la obra con el “Tristan und Isolde” del grandísimo Wagner. Más allá de la imposibilidad de encontrar el amor en vida y la frustración al no encontrarlo, que cada una de las obras trata a su manera, la música de Wuorinen está ciertamente a años luz del alemán, tanto en genio como en emoción. Esta sistemática explotación de lo potencialmente escandaloso, ha causadoen esta ocasión, una nueva avalancha crítica mundial que esperaba que el público del Teatro Real, tan conservador, liara un escándalo en directo; la sorpresa para Mortier y su séquito es que no ha sido así, los que no querían a priori verla por el tema tratado no han ido, el día que fui yo había muchos huecos (solo comparables a los que vi en la de Rihm este mismo año); los que no disfrutaban con ella se fueron en mitad de la representación, independientemente de que fuera continua; y los que se quedaron, educadamente,  apreciaron y respetaron lo que estaban viendo.

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¿Podemos hablar de éxito entonces como ha aparecido en varios medios? Sinceramente, es un éxito de prensa, que nos ha servido la música de Wuorinen a bombo y platillo y en bandeja de plata; se ha conseguido el éxito a nivel mundial pero los abonados están esperando el cambio de temporada como agua de mayo. Yendo ya a la música de la obra, lo único común con la de Wagner era en el uso de leitmotifs, tanto para los vaqueros como para la montaña (Brokeback Mountain) , un juego de notas graves tremendamente sobrecogedor que actúa como hilo conductor de la evolución de los dos personajes según avanzan los años:  la elocuencia del tenor Jack ante lo implícito del discurso musical del bajo Ennis, prácticamente un recitado hasta que llega a su parte final; hay ciertos guiños entre el dodecafonismo a la tradición operística, como algunos números de dúos o incluso un número de coro; pero el conjunto resulta más o menos árido para el común espectador y los pocos momentos líricos no consiguen que se produzca la empatía necesaria en un conjunto que adolece de fuerza y que deja bastante frío en general musicalmente.

En cuanto a la escena ideada por Ivo von Hoave, es muy acorde con la historia que se está contando y resalta los buenos textos de Annie Proulx sobre su propia obra; desde el minimalismo inicial y final donde solo vemos un vídeo con la proyección de una montaña (Brokeback Mountain) y que reflejan la soledad de los dos vaqueros y de su amor, hasta los momentos entre medias, donde hay mobiliario y asistimos a una típica historia de amores y desamores con la presencia del resto de personajes. No es que sobresalga especialmente todo lo utilizado pero no molesta y está totalmente en consonancia con lo contado.

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En este panorama resulta vivificante encontrarse la batuta de Titus Engel que saca posiblemente todo lo que se podría sacar a la partitura, desde los bellísimos graves para describir el motivo de la montaña al comienzo, somos conscientes de lo impecable de su idea; la precisión de sus gestos ayuda a resaltar los contrastes musicales y matizar al máximo el discurso musical; deja que la música fluya en su medida y que los verdaderos protagonistas, Ennis y Jack nos describan lo irresoluble de su amor.
Con esto llegamos al papel de Daniel Okulitch como Ennis del Mar y Tom Randel como Jack;  espléndida la labor de los dos a nivel artístico y musical; la voz de tenor de Randel transmite a la perfección la jovialidad de Jack Twist, alternando entre recitados y buenos momentos líricos su voz se adapta sin problemas a la extensión de la partitura y resulta fresca en este contexto; el contraste viene con su compañero el barítono-bajo Ennis del Mar que resulta introspectivo en su actuación y que va evolucionando según lo hace su amor hasta ese final donde se convierte en el verdadero sostén, con un monólogo cargado de emoción que le convierte en el verdadero triunfador; su voz tiene algún problema para las notas graves pero sube con entereza y proyecta muy bien los agudos, que resultan bastante bellos. Muy interesantes las voces de Heather Buck en el papel de la atormentada Alma, y de Hannah Esther Minutillo en el de la mujer de Jack; sus voces son ciertamente lo necesario para estos papeles de corto recorrido y endiablados saltos tonales;  Ethan Herschenfeld en el papel de Aguirre no tuvo prácticamente dificultades para representar su parte;  buena voz la de Ryan McPherson para hacer el padre de Jack, una voz que no reflejaba para nada la flojedad aparente; buenos, aunque cortos, los de Henschel en el papel de la madre de Jack; del resto poco que destacar en sus apariciones breves, no desentonaron, pero nada más se puede sacar de sus papeles. El coro, en su único número, lo solventó sin artificios.

Representación plausible la de este estreno de Charles Wuorinen; con más sombras que luces pero que, sin embargo, no causa rechazo sino, más bien, frialdad colectiva.

Publicado inicialmente en la web de Ópera world (aquí)

Primeras impresiones sobre la temporada 2013/2014 en el Teatro Real

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El pasado jueves 7 de febrero, el Teatro Real pasó el programa de la Temporada 2013/2014; ya lo tiene colgado en su web en el enlace que os pongo a continuación . Parece ser que el hilo conductor de toda la temporada va a ser el amor, con lo que ello conlleva. Voy a pasar a comentar mis primeras impresiones, a bote pronto sobre la parte que más me interesa, las óperas. Y al final del artículo pasaré a realizar una impresión final.

Las óperas que se van a programar son doce en total:

-Empezará la temporada con “Il barbiere di Seviglia”, la pieza más conocida de Rossini, paradigma del compositor, será posiblemente un éxito, sin dudarlo; además viene con un montaje de Emilio Sagi que, particularmente, me suele convencer. Lo malo, si algo se puede decir, se ha hecho muchas veces recientemente, y teniendo tantas obras del compositor… Sugerencia, “Guillermo Tell”, para próximos años, sí… estaría muy bien.

-La siguiente, va a ser una composición contemporánea del compositor alemán Wolfgang Rihm, “Die Eroberung von Mexico”, con textos de Antonin Artaud; no tengo referencias operísticas de este prolífico compositor con cientos de obras en su haber, lo que sí sé es que dentro de lo más actual está más bien en contra de Boulez o Stockhausen,  es una incógnita por ahora.

-El dúo bastante conocido desde la llegada de Mortier: Currentzis a la dirección y Sellars a la escena, nos traerán “The Indian Queen”, una composición del fantástico Purcell, que este año tendrá dos óperas, a pesar de no tener efemérides a celebrar. Barroco de la mayor calidad, sobre todo en la segunda “Dido and Eneas”, esta en versión de concierto, con la dirección del omnipresente griego y donde podremos disfrutar del famoso “Lamento de Dido”, un momento cumbre de la música universal.

-La siguiente será “L’elisir de amor”, un Donizetti mayúsculo y quizá de los más conocidos, siempre es un placer oír “Una furtiva lagrima” en directo, el reparto, además parece más que conveniente, sobre todo por la presencia estelar de (Ex)Celso Albelo y el barítono Schrott o la soprano Camilla Tilling. Lo peor, que se ha hecho varias veces ya desde que se estrenó el teatro, y estaría muy bien recordar otras óperas del compositor. También es cierto que es uno de los pocos belcantistas que programa Mortier, y bien es sabida su tirria hacia ellos, solo comparable con la que siente por Puccini y el verismo.

-El dúo que comenté anteriormente vuelve a repetir con ese canto místico de amor que es “Tristan und Isolde”, del gran Wagner, para conmemorar sus doscientos años de su nacimiento, y qué mejor que hacerlo con este monumento a la humanidad. Los cantantes, Urmana y Dean Smith, desgraciadamente no son garantes de la calidad que haría falta, Smith es interesante pero insuficiente para el papel de Tristán; Urmana, es, me temo, bastante limitada, a priori, para hacer un papel de este estilo. Habrá que verla, de todos modos, para llegar a una conclusión.

-“Brokeback Mountain” es el estreno mundial del compositor norteamericano Charles Wuorinen sobre el texto de la escritora  Annie Proulx, otro de esos compositores actuales que tiene mucho ya en su haber, pero que sin embargo no es muy conocido para el gran público. Es un estreno encargado por el propio Mortier y con un tema bien conocido por la película de Ang Lee; ¿polémica a la vista? Habrá que comprobarlo.

-Se cumple el tercer centenario del nacimiento de Christoph Willibald Gluck en el 2014, y para la ocasión se van a traer dos óperas suyas, la primera será “Alceste”, una pequeña delicia, un goce para los sentidos que, además trae un reparto excelente y conveniente para el tipo de repertorio, Willard White, Antonacci, Paul Groves.. y la dirección de Ivor Bolton nos van a asegurar un buen espectáculo. “Orphée et Eurydice” será un experimento en forma de danza-ópera con la espléndida música de Gluck, dirección de Hengelbrock y montaje escénico de Pina Bausch con el Ballet de la Ópera de París, puede ser interesante, para julio.

-El segundo Wagner es uno de los románticos, “Lohengrin”, la mágica ópera del cisne, tendrá dirección de Hartmut Haenchen y será posiblemente otro triunfo; Wagner, en directo, funciona a las mil maravillas, y su duración no suele estorbar en esta percepción. Es una gran ópera y muy accesible para el gran público. Veremos si König o Ventris consiguen llegar a la excelencia en un papel precioso como este. Polaski y Zajick cubrirán con nota a Ortrud, no sé qué pensar de las que van a hacer de Elsa o Telramund.

-Otro de los platos fuertes va a ser sin duda “Les contes d’Hoffmann” del fantástico Offenbach, Cambreling a la dirección y un reparto con Arteta, Von Otter, Eric Cutler… deberían ofrecer lo mejor de una ópera magistral. Podríamos disfrutar, y mucho, según la escena que nos plantee Marthaler.

-Sólo me falta comentar “I vespri siciliani”, un Verdi poco conocido y que, sin embargo, es buenísimo, como casi todo lo que compuso el italiano; la lástima es que viene en versión de concierto, un desaprovechamiento para una obra magnífica y que dejaría un buen recuerdo en el coliseo madrileño.

Desde luego no se puede negar que el programa operístico es variado, tenemos buen barroco, clásicos, un poco de belcantismo, Verdi y Wagner, homenaje a Gluck, estreno mundial y representación contemporánea, hasta algo de ópera francesa. Pero sí que es cierto que falta verismo, no hay nada de ellos, ni de Puccini, claro; Mortier es fiel a sus principios. También hay poca ópera francesa, teniendo en cuenta todas las posibilidades que hay, solo Offenbach. Lo más imperdonable es que programe tanto de Purcell siendo el 2013 el aniversario de los 100 años desde nacimiento de otro compositor inglés, Benjamin Britten, totalmente ninguneado en esta temporada, que debería haber tenido alguna muestra de sus obras, qué bien habría estado un “Billy Budd”… me deja una sensación un poco agridulce del programa.

El año que viene comentaré un poco más cada una de las óperas. Esto es solo un avance.