Ediciones Nevsky, de la que ya he hablado alguna vez, gracias a su sello Fábulas de Albión, inaugurado durante este año pasado, están enriqueciendo su catálogo y, por qué no decirlo, mejorado aún más si cabe la calidad de las obras que están publicando; ya que, al evidente catálogo de escritores rusos y afines a lo ruso, se están uniendo ahora obras de otro tipo de temática, más oscura, tirando al gótico y que vienen a complementar extraordinariamente a una de las editoriales más interesantes del panorama actual.
Dentro de estas obras nos encontramos ahora con “Cuando sale la luna” de la autora británica Gladys Mitchell. Esta escritora, contemporánea de Agatha Christie y Dorothy L. Sayers, era una de las “tres grandes damas” de la ficción detectivesca los años 30 del siglo XX, la menos conocida de las tres, al menos por aquí, pero perteneciente como ellas al fabuloso “Detection Club”: la edad dorada de las historias de detectives. Su obra se caracterizó por utilizar lo clásico del género para intentar una interpretación más personal, llevando la novela policíaca a estructuras más novedosas, utilizando psicología freudiana y desembocando, según las circunstancias en novelas más oscuras, jugando con lo sobrenatural y creando casi novelas góticas.
En “Cuando sale la luna” tenemos a un asesino destripador que actúa en las noches de luna llena y que alterará la vida de un tranquilo lugar de vacaciones en la campiña británica, y muy especialmente la de los hermanos Keith y Simon Innes (el narrador), que, debido a la acusación que pende sobre su hermano mayor harán las pesquisas necesarias para averiguar el causante de los asesinatos.
La novela, en esta ocasión parte de un planteamiento tremendamente clásico, pero utilizando estas reglas le sirve para crear una historia más oscura, no revoluciona en cuanto a lo estructural, pero sí en cuanto a la caracterización psicológica de los personajes y en dotar de atmósfera, tenebrosa, a medio camino en lo macabro y el cuento de hadas desde el punto de vista del niño; la luna se convierte, claramente, en uno de los personajes del libro: “Para mí la luz de la luna siempre lo inundaba todo de un efecto tan romántico como siniestro. Aquel hombre peligroso estaba dentro de mis ideas sobre la noche”, omnipresente en todas sus páginas y dotando de un aire siniestro o lírico a la trama según el momento.
La novela, en estos parámetros, es deliciosa, además de reflejar lo que piensan los niños, también le sirve para pintar una situación social que vivía, en aquel tiempo de entreguerras la sociedad inglesa más costumbrista y le da un aire que en algunos momentos tira a lo mágico, como podemos ver en el excelente párrafo que pongo a continuación:
“La luna se volvía más pequeña y luminosa. Se estaba agrandando, volviéndose enorme. El efecto era el de un cuento de hadas, irreal, una ensoñación, hermoso. La maleza veraniega que bordeaba el canal era alta y untuosa. Las hierbas estivales comenzaban a crecer formando arbustos. Ya hacía tiempo que había pasado la flor del espino, y las hojas eran espesas y entretejidas. En la orilla opuesta altos árboles se elevaban ennegrecidos contra la luz de la luna, ante nosotros vimos las siluetas de las vigas, líneas pesadas y gruesas, del puente de la vía del tren al otro lado del agua.”
Estamos ante una prosista excepcional y que complementa maravillosamente las clásicas novelas de detectives del resto de miembros del mejor club de detectives de ficción de la historia. Espero que tenga éxito, ya que la escritora tiene más de 65 libros en su haber y, posiblemente, sean, al menos, de una calidad parecida a este; tendríamos diversión garantizada durante mucho tiempo.