Resumen Abril 2016. ¡Qué barbaridad!

Esta vez no andaré con eufemismos, he leído un montón. Y, además, lo he disfrutado de igual manera. De las 23 lecturas, cinco fueron de hombres; el resto, escritoras. Sigo aumentando el número  de escritoras este año y añado algunas de las que todavía no había leído nada (ocho más). Vayamos a la ristra de abril: 

El misterio de Riddlesdale Lodge de Dorothy Leigh Sayers, lo más fascinante de haber leído este libro es haberlo hecho en la edición de tapa dura antigua que encontré, edición en la que también estaría el siguiente. La siguiente curiosidad es que este es el segundo libro de Sayers en el que tiene como protagonista a Lord Peter Wimsey y que, en estos momentos, es inencontrable. ¿Y el misterio? Bien, gracias.

Lord Peter descubre el delito de Dorothy Leigh Sayers, incluido en la edición que comenté anteriormente, esto es aún más curioso porque son historias cortas del mismo detective (no sabía que existieran); están ubicadas justo después de El misterio del Bellona Club, el único libro que me había leído hasta este mes. Lo bueno es que las distancias cortas no le sientan mal tampoco.

Frankestein de Mary Shelley, eterno pendiente que por fin ha llegado este año, ya tocaba. Una obra maestra disfrutable a muchos niveles. Espero poder escribir algo sobre él más adelante. 

El misterio de Gramercy Park de Anna Katharine Green, bravo por la labor de editoriales como dÉpoca, la recuperación de esta entrometida impertinente y subyugadora al mismo tiempo. Ahora mismo acaban de publicar su segunda aventura y no puedo esperar para ponerme con ella. Llegará la reseña, de verdad que sí. 

Mi abuelo de Valérie Mréjen, nueva autora, siempre me gusta probar con dos libros por lo menos para ver qué tal, en este caso,  curiosamente cogí el primero y el último y he disfrutado los dos por diferentes motivos. Me gustaría escribir algo conjunto de ambos ya que la escritora francesa es muy interesante. Veremos.

Selva negra de Valérie Mréjen, la confirmación de una autora a la que seguiré a partir de ahora.

Antología Poética de Wislawa Szymborska, cuando lees la poesía de Szymborska pasa lo que pasa, te vuelves incondicional. Es excepcional y lo comenté en un post junto con su prosa. Si pincháis en el título tendréis más información.

El libro de los divanes de Tamara Kamenszain, vuelvo a redundar en mi comentario, pero es cierto como la vida misma. Me sobrepasa, la argentina es buenísima, el prólogo de María Moreno es fantástico y siempre tengo la sensación de que me pierdo la mitad de la batalla aunque me gusta lo que leo. Mi déficit de literatura sudamericana es más palpable en estas ocasiones.

Que no, que no me muero de María Hernández Martí, un simple vistazo a los dibujos de Javi de Castro sirvieron para llamarme la atención, los textos de María Hernández Martí me convencieron definitivamente por esa mezcla inevitable que deviene en una tragicomedia donde la protagonista, con pareja, perro, familia, amigos y un cáncer de mama, tiene que afrontar los hechos que le van sucediendo desde una perspectiva muy diferente a la habitual; el tratamiento de estos temas siempre es complejo pero, en este caso, no me equivoco al afirmar que prácticamente no se puede hacer mejor.

Y eso fue lo que pasó de Natalia Ginzburg, ya dije que la italiana se ha convertido en una de mis favoritas y es genial porque me quedan varios libros por leer. En este caso esta segunda novela, cortita, pero de gran intensidad, es otro ejemplo más de su buen hacer. En el horizonte me espera, por fin, Léxico familiar.

El viaje de Francesca Sanna, qué manera más maravillosa de presentar un tema tan candente como el de los refugiados para que lo pueda entender un niño. Qué hermoso y… qué triste, también es cierto.

Metáfora y memoria: Ensayos reunidos de Cynthia Ozick, por fin he podido leer a la norteamericana y me ha convencido. Ahora tengo que convencer al resto. En un próximo post, al menos, lo intentaré.

Longshot de Ann Nocenti y Arthur Adams, relectura aprovechando que estoy buscando mujeres escritoras en cómics. Nocenti, en esta serie limitada, presentaba uno de los personajes más atractivos que he leído en el fértil universo mutante, qué imaginativa fue al crear al curioso y “suertudo” Longshot, qué bien el dibujo de Adams, cómo me gustaría ver publicada su etapa de Daredevil. Crucemos los dedos.

Muy lejos de Kensington de Muriel Spark, me queda poco por leer de escritora británica, pero encontrarse con ella es siempre un gran placer. Tanta sutileza parece imposible, tanta oscuridad en un envoltorio inglés es aún más difícil de encontrar.

Bordados de Marjane Satrapi, con el pretexto de una reunión de mujeres, la escritora iraní diagnostica con buen humor algo tan duro como la situación de la mujer en el Oriente medio. Un mundo radicalmente distinto del nuestro donde la libertad no es habitual y los pocos derechos que se han ganado aquí, allí no son ni alcanzables.

Lady Killer de Joëlle Jones, sinceramente, ni estaba previsto, lo encontré de casualidad y, la verdad, es satisfactorio encontrarte con las peripecias de una asesina profesional que es capaz de llevar a cabo su vida de ama de casa y, en sus tiempos libres, masacrar a quien le manden.

The Grownup de Gillian Flynn, supongo que en algún momento esto llegará aquí, en una edición de esas “sacacuartos” a las que nos tienen acostumbrados; historia corta que vuelve a demostrar que Flynn es una voz a seguir aunque solo sea por sus argumentos perversos. Tres libros suyos leídos, tres libros que recomiendo sin dudar.

La mucama del Ominculé de Rita Indiana, definitivamente, lo mío con Indiana es imposible, sobre el papel me debería haber gustado un montón este libro, al final acaba agotándome, es apabullante, su estilo fantástico, pero siempre sus historias me acaban cansándo(me) (aun siendo cortas) y me cuesta un horror acabarlo. Somos incompatibles, y me da pena. No consigo entrar en ellas.

Los disidentes

Marcelín de Sempé, dice el autor francés que “No creo que mis personajes sean minúsculos. Quizás el mundo sea demasiado grande.” Lo que está claro es que encontrarme con sus pequeños protagonistas me produce una irremediable ternura, una sensación de estar al borde de las lágrimas por lo que nos cuenta, la encantadora historia de dos niños que tienen atípicas molestias: sonrojarse sin ningún motivo y estornudar sin venir a cuento. Y cómo estas particularidades servirán para unirles en una amistad que durará a lo largo del tiempo a pesar de todas las dificultades que se encuentren. Con Sempé es imposible equivocarse. 

Su pasatiempo favorito de William Gaddis, otro con el que no te equivocas nunca, nuevo tochazo del autor, sin pincháis en el título, tendréis mucha más información que ya comenté por aquí. 

Unas horas con los poetas muertos de Ko Un, fan incondicional del poeta surcoreano, esta nueva antología es una manera de recordarme de nuevo todo lo que me gusta. 

Donde viven los monstruos de Maurice Sendak, pero bueno, ¡qué delicia! 

Breve historia de siete asesinatos de Marlon James, me he extendido de sobra con esta obra en el post que hice al respecto. En el blog tenéis más información. No digo más, es una de las novelas del año.

Una vez acabado el resumen, no quiero irme sin poneros las adquisiciones de abril.

AdquisicionesAbril

Como os podéis imaginar, varios de ellos los tengo pendientes. Espero que vayan saliendo poco a poco. Aunque también creo que no va a ser en mayo. Bastante tengo con el Baileys Prize.

Un abrazo y ¡Buenas Lecturas!

Tercer mes. Muchos rezagados y el caos…

Definitivamente (abusando de la típica imagen), me están creciendo los enanos para conseguir llevar al día las lecturas, reseñas y resúmenes. Me faltan todavía un par de lecturas de enero por reseñar, el resumen de febrero y muchas reseñas del mismo. Entre el trabajo habitual, que me quita muchísimo tiempo y fuerzas, y ciertos compromisos que van surgiendo que hacen que tenga que variar las lecturas previstas (incluso introduciendo más disidentes), es lógico que, no dedicándome a esto, se retrasen las cosas. Espero vuestra paciencia y a ver si puedo buscar los pocos huecos que tengo para ir actualizando en los diversos sitios donde van saliendo mis textos.

En febrero he leído bastante pero, también es cierto, tenía tantas lecturas programadas que se han quedado muchas en el camino. De esta manera, marzo se va a componer de un montón de rezagados de los anteriores meses junto con algunas nuevas lecturas que vienen de las últimas adquisiciones. La foto queda así entonces:

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-Como podéis comprobar la mayoría ya las he comentado en enero y febrero. Así que me centraré en las nuevas:

El resplandor es una relectura que tiene que ver con cierto proyecto que ya habéis visto a propósito de otra obra de Stephen King; no me extenderé más porque ya tendréis noticias sobre ella.

Los crímenes del jorobado de Edogawa Rampo es una novedad de verdadero lujo a la que le tenía muchas ganas, no es habitual que se publique al gran escritor japonés, será otro disidente…

-Aunque no se ve, este mes he añadido el pequeño ensayo De la enfermedad de Woolf, que se sumará a El lector común este mes.

-Dos adquisiciones que entran en este mes y que tienen diferentes alcances son Teoría King Kong de Despentes y Un susurro en la oscuridad de Louisa May Alcott; la primera es todo un tratado condensado sobre el feminismo, la segunda nos revela una faceta distinta de la creadora de Mujercitas, el thriller psicológico.

-También añado cuatro cómics a la ración mensual, dos de la Ms Marvel de Willow Wilson, espléndida colección que se centra en aspectos de género, raza y religión sin perder de vista la visión superheroica; en cambio, Una entre muchas indaga sobre el fenómeno de la violencia de género y su estructuralidad; el último es una recopilación de los Vengadores costa Oeste… ¿me encanta Ojo de Halcón!

-Añado una nueva autora de la que no he leído nada: la chilena Diamela Eltit y sus Fuerzas especiales, no quiero que me falte descubrir una nueva autora cada mes.

-Claro, se me olvidaba, Margaret Millar se une de nuevo este mes a las Sayers, Grafton y compañía.

Fuera de la fotografía, me he dado cuenta de que tengo también el Departamento de especulaciones de Jenny Offill, sinceramente, me atrae.

Como podéis ver cumplo con varias de las constantes que os comenté en el post de febrero: hay clásico, está Woolf, Atwood, Oates, Grafton, Sayers… una serie de autoras que, la verdad, al final no entraron en el mes de febrero; espero que este marzo se dé mejor y pueda dar salida a tanta buena lectura potencial. Me temo que va a ser difícil porque pueden llegar lecturas a las que tengo que dar prioridad en el camino.

Tengo la necesidad de ordenar un poco este caos de lecturas. Me va a venir muy bien para lo que  me espera en el futuro. El próximo mes os diré si lo he conseguido.

Un abrazo y ¡Buenas lecturas!

Segundo mes, segunda selección. Engordando la nómina de escritoras.

Me va a costar, pero creo que vale la pena que vaya escribiendo este tipo de posts. Entre otras cosas porque quiero que mi año de lectura de mujeres quede muy bien documentado, al menos en lo posible. Febrero acaba de empezar y, nuevamente, os traigo la selección potencial de escritoras que tengo pensado (intentar) leer en este tiempo. Empezaré con las que me faltaron de la selección del mes anterior :

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Es curioso pero se me quedaron las policíacas en el camino, tanto Anna Katherine Green como Fred Vargas, así como El leñador de Michael Witkowski van a ser prioritarias este mes. Eso seguro. Lo mismo sucede con dos de las que tenía en inglés, con nada menos que Joyce Carol Oates y George Eliot. Las otras prioritarias van a ser Drabble, Atwood y Djuna Barnes, que ya  comenté el mes pasado, no voy a decir más sobre ellas. Quiero pasar a las que se añaden este mes para hacer aún más grande la lista de escritoras. Os pongo la foto donde aparecen la mayoría.

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Todos los meses iréis comprobando una serie de constantes debido, principalmente, a que tengo un montón de libros de dichas autoras y hay que programarlas mes a mes, para ir dando salida; también es cierto que me lo puedo saltar según lo que venga en novedades pero sí me gustaría tener una serie de ideas fijas y autoras (mis favoritas) de las que siempre tenga algo que leer. De ahí que este mes haya conseguido poner algunas de las constantes del mes anterior y he añadido otras, os las explico a continuación:

-Siempre habrá uno (o dos) libros de Margaret Atwod y Joyce Carol Oates. A Nada se acaba y Expensive People podéis ver que he sumado Doña Oráculo y Monstruo de Ojos Verdes. Es muy probable que me centre en aquellas publicadas en castellano con incursiones en inglés para las últimas que salgan pero todavía no lo tengo tan claro.

-Me gustaría leer uno o dos clásicos, si el mes anterior leía a la prodigiosa George Eliot, este mes sumo a Maria Edgeworth y su Ennui al Silas Marner de la primera.

-A partir de este mes A. S. Byatt y Virginia Woolf van a ser fijas. Dos de mis autoras favoritas de las que iré desgranando la mayoría de su obra. En el caso de la primera, empiezo con el cuarteto de Frederica (La virgen en el jardín). Con Woolf, leeré cronológicamente todo lo que me queda (bastante) de ella, empezando con ese El lector común. Lo mismo puede aplicarse a Alice Munro, seguiré el mismo criterio que con Woolf, empezando por El progreso del amor.

-En lo policíaco quiero también poner alguna regla. Sue Grafton va a proporcionar letras de su abecedario del crimen todos los meses. Ahí está la E de Evidencia. Lo mismo va a suceder con Dorothy L. Sayers, su serie de Lord Peter Wimsey será habitual, empezando este mes por dos de sus primeros casos.

El resto se tratará de temas más aperiódicos, por lo tanto, los describo a continuación:

-Este mes he programado tres cómics escritos por mujeres, Alison Bechdel (Fun home), Julie Maroh (El azul es un color cálido) y Roz Chast (“¿Podemos hablar de algo más agradable?”). Tres estilos y temáticas bastante distintos que pueden resultar muy  interesantes.

-También he pensado en tres poemarios de autoras que no conozco: Sandra Santana, Ana Rosetti y Tamara Kamenszain. De esta manera, leo poesía y me abro a más posibilidades. Veremos cómo va el experimento.

-Dos autoras que llevaba pensando hace tiempo aparecen por fin en este blog. Por un lado la nobel Wislawa Szymborska, por el otro Carson McCullers, en ambos casos con dos obras emblemáticas, Lecturas no obligatorias y El corazón es un cazador solitario. Creo que he acertado plenamente en la elección, y seguro que el próximo mes alguna vuelve por aquí.

-Después del libro de poemas que me leí, buen libro, me apetece un montón el Llamada perdida de Wiener, una autora que disfruté y de la que quiero profundizar más.

En cuanto a lecturas de género, bastantes buenas representantes, de las que aparecen en la foto:

-El libro ilustrado del Frankenstein de Mary Shelley, me falta poner algo más de terror en los próximos meses. Todo llegará.

Pagarás con maldad, por fin Margaret Millar para demostrar que no era, precisamente una sombra del gran Macdonald.

Fuera de la fotografía, ojo a los tres libros que tengo previstos:

-Por un lado Out de Natsuo Kirino, novela negra japonesa de una autora que tenía en el olvido.

-Por el otro, por fin, Por no mencionar el perro, Connie Willis, uno de los libros por los que tenía más ganas de empezar este reto literario.

-Ah, y casi se me olvida, el segundo libro que leo de Fleur Jaeggy, Proleterka.

Y esto es todo, sinceramente me he pasado, algunos se van a quedar en el tintero… pero no hay problema. Los terminaré en marzo.

Y me quedan muchas autoras en  la recámara. El próximo mes más.

Un abrazo y ¡Buenas lecturas!

“Cuando sale la luna” de Gladys Mitchell

Ediciones Nevsky, de la que ya he hablado alguna vez, gracias a su sello Fábulas de Albión, inaugurado durante este año pasado, están enriqueciendo su catálogo y, por qué no decirlo, mejorado aún más si cabe la calidad de las obras que están publicando; ya que, al evidente catálogo de escritores rusos y afines a lo ruso, se están uniendo ahora obras de otro tipo de temática, más oscura, tirando al gótico y que vienen a complementar extraordinariamente a una de las editoriales más interesantes del panorama actual.

Mitchell_Portada_PrensaDentro de estas obras nos encontramos ahora con “Cuando sale la luna” de la autora británica Gladys Mitchell. Esta escritora, contemporánea de Agatha Christie y Dorothy L. Sayers, era una de las “tres grandes damas” de la ficción detectivesca los años 30 del siglo XX, la menos conocida de las tres, al menos por aquí, pero perteneciente como ellas al fabuloso “Detection Club”: la edad dorada de las historias de detectives. Su obra se caracterizó por utilizar lo clásico del género para intentar una interpretación más personal, llevando la novela policíaca a estructuras más novedosas, utilizando psicología freudiana y desembocando, según las circunstancias en novelas más oscuras, jugando con lo sobrenatural y creando casi novelas góticas.

En “Cuando sale la luna” tenemos a un asesino destripador que actúa en las noches de luna llena y que alterará la vida de un tranquilo lugar de vacaciones en la campiña británica, y muy especialmente la de los hermanos Keith y Simon Innes (el narrador), que, debido a la acusación que pende sobre su hermano mayor harán las pesquisas necesarias para averiguar el causante de los asesinatos.

La novela, en esta ocasión parte de un planteamiento tremendamente clásico, pero utilizando estas reglas le sirve para crear una historia más oscura, no revoluciona en cuanto a lo estructural, pero sí en cuanto a la caracterización psicológica de los personajes y en dotar de atmósfera, tenebrosa, a medio camino en lo macabro y el cuento de hadas desde el punto de vista del niño; la luna se convierte, claramente, en uno de los personajes del libro: “Para mí la luz de la luna siempre lo inundaba todo de un efecto tan romántico como siniestro. Aquel hombre peligroso estaba dentro de mis ideas sobre la noche”, omnipresente en todas sus páginas y dotando de un aire siniestro o lírico a la trama según el momento.

La novela, en estos parámetros, es deliciosa, además de reflejar lo que piensan los niños, también le sirve para pintar una situación social que vivía, en aquel tiempo de entreguerras la sociedad inglesa más costumbrista y le da un aire que en algunos momentos tira a lo mágico, como podemos ver en el excelente párrafo que pongo a continuación:

“La luna se volvía más pequeña y luminosa. Se estaba agrandando, volviéndose enorme. El efecto era el de un cuento de hadas, irreal, una ensoñación, hermoso. La maleza veraniega que bordeaba el canal era alta y untuosa. Las hierbas estivales comenzaban a crecer formando arbustos. Ya hacía tiempo que había pasado  la flor del espino, y las hojas eran espesas y entretejidas. En la orilla opuesta altos árboles se elevaban ennegrecidos contra la luz de la luna, ante nosotros vimos las siluetas de las vigas, líneas pesadas y gruesas, del puente de la vía del tren al otro lado del agua.”

Estamos ante una prosista excepcional y que complementa maravillosamente las clásicas novelas de detectives del resto de miembros del mejor club de detectives de ficción de la historia. Espero que tenga éxito, ya que la escritora tiene más de 65 libros en su haber y, posiblemente, sean, al menos, de una calidad parecida a este; tendríamos diversión garantizada durante mucho tiempo.

“El caso de los bombones envenenados” de Anthony Berkeley

En el prólogo de la edición inglesa de “The floating admiral”(1931), el presidente en la actualidad del Detection Club, Simon Brett, comenta a propósito de las novela negras en el momento presente que “they are certainly more psychologically credible than many of the works produced at that time. They are also more serious, sometimes even to the point of taking themselves too seriously. In crime fiction, noir is the new black”. Opinión generalizada y que tiende a denostar, en cierta manera, lo que fue la edad dorada de las historias de detectives, sobre todo ofreciendo los aspectos en los que se ha mejorado, sin duda esa credibilidad psicológica de los personajes y la seriedad de los aspectos tratados. De todos modos Simon utiliza este argumento a su favor para concluir que “Most of these differences could be seen as improvements but the one thing that has been lost with the passage of time is the sense of fun that used to be associated with crime fiction”, es decir, a pesar de que esas diferencias pueden ser vistas como mejoras, una cosa se ha perdido con el tiempo: ese sentido de la diversión que solía estar asociado con la ficción criminal.

La gran Dorothy Sayers, integrante destacada del Detection Club, comentaba “whether the detection game thus played for our own amusement will succeed in amusing other people also is for the reader to judge”, resaltando el hecho de que ellos lo hacían para divertirse y si eso divertía a otras personas, sólo el mismo lector podía juzgarlo. Ciertamente se lo debían pasar muy bien, y el propio Chesterton lo comentaba en un artículo sobre esta obra (incluido en la fantástica colección de artículos “Cómo escribir relatos policíacos” de Acantilado), que consistía en que cada uno de los integrantes del club escribía uno de los capítulos siguiendo la trama que iban dejando los predecesores hasta llegar a un increíble capítulo final donde el último “afortunado” debía cuadrar todos los cabos introducidos anteriormente, tarea harto complicada, ya que no se lo ponían fácil entre ellos.

El encargado de realizar tan titánica tarea (y que no se resolviera como un sueño, tentación que intentaba evitar), fue el destacado Anthony Berkeley; ya que, como bien sabían todos, si alguien era capaz de arreglar el entuerto era él, autor de la obra “El caso de los bombones envenenados” en 1929 en la cual demostraba que era el mayor especialista en urdir todo tipo de argumentos y acabarlos de la manera más ingeniosa.

“El caso de los bombones envenados” es la tercera obra que vemos publicada por aquí del autor y desde luego, se trató de la protohistoria, el germen, que sirvió para engendrar otros juegos del club que vinieron después, como es el caso de “The floating admiral”. La trama es aparentemente sencilla, seis componentes de un Club de Misterio (a lo Detection Club), entre los que se encuentra Roger Sheringham, deciden ayudar a Scotland Yard a descubrir quién es el asesino de un crimen que se encuentra sin resolver; pero deciden que cada uno, usando los métodos que crea convenientes, presentará su solución al caso; es decir, no trabajarán conjuntamente.

Así vemos sucederse las soluciones y los métodos utilizados, desde los métodos inductivos (cui bono? ¿quién es el beneficiado?), pasando por los simplemente psicológicos, deductivos (a lo Sherlock Holmes), recopilación de pruebas materiales o mezclas de ambos, es decir, una “lección muy instructiva en el campo de la investigación comparada” como indica Chitterwick, el último de los que habla y que crea una tabla en su argumentación con los métodos seguidos, las pruebas usadas y el asesino deducido, que es distinto en cada uno de los investigadores. De hecho, cada método, la forma de desgranar el misterio va dibujando puntualmente la personalidad de cada uno de ellos.

Lo más increíble de la situación es su capacidad de retorcer la trama pareciendo cada solución la correcta, hasta el punto de que uno de ellos, Bradley, es capaz de demostrar que él es el asesino en un desternillante ejercicio paródico, con sus propios motivos incluso. Naturalmente sólo hay una solución, que sólo se desvela en la última página, dejando una elipsis magnífica para el lector, al que sólo le puede quedar ese “sentido de la maravilla” que te deja el regusto de una gran obra.

Dorothy Sayers tenía dudas de si el lector se podría divertir con estos juegos, puedo confirmar ahora que sí, que se lo puede pasar estupendamente con un juego de tal inteligencia y humor. Estamos ante una obra que es un clásico de la novela de detectives. Una obra maestra del género. ¡Qué talento tenía el gran Anthony Berkeley!.

“La juguetería errante” de Edmund Crispin

Aprovechando la inminente publicación de la segunda aventura de Gervase Fen, nuevamente por la editorial Impedimenta, recupero la reseña que hice para su primera y fantástica novela “La juguetería errante”:

Si no fuera por Sir Arthur Conan Doyle y Agatha Christie, gracias a sus detectives más famosos y paradigmáticos del género como son Sherlock Holmes y Hércules Poirot, la novela más tradicional de género como es la novela de detectives, hoy en día estaría más que olvidada; no porque no guste, que no es así, sino más bien debido al auge tremendo de la novela negra, que ahoga las pretensiones de un tipo de libros que no buscaba tanto lo negro del asunto sino crear una trama ingeniosa en la que un detective era capaz, mediante la deducción, a través de todos los detalles de la situación, de resolver un asesinato (u otro conflicto) aparentemente irresoluble.

Uno de los grandes hitos de la novela de detectives fue la creación del famoso “Detection Club” en Londres en 1930, entre los fundadores de este selecto club estuvieron los archiconocidos Agatha Christie, Gilbert Keith Chesterton Dorothy Leigh Sayers,  y que permanece aún activo hoy en día.

Edmund Crispin, seudónimo de Rober Bruce Montgomery, es un escritor inglés heredero de esa época  e, influenciado por dicho club, creó novelas de detectives basadas en la verdadera tradición inglesa, aunque alejado de sus reglas. Su detective es el ingenioso Gervase Fen (“El excéntrico comportamiento de Gervase Fen, profesor titular de Inglés y Literatura en St. Christopher, no se ajustaba en absoluto a los modelos tradicionales del profesorado”) que recorre las calles de Oxford (“el único lugar de Europa donde un hombre puede hacer cualquier cosa e incurrir en cualquier excentricidad y no despertar ningún interés ni emoción en absoluto en nadie”) sobre su deportivo que él llama Lily Christine III.

La premisa inicial de “La juguetería errante” es tan ingeniosa como retadora: una juguetería con un cadáver en su interior que aparece y desaparece para consternación del poeta Richard Cadogan, amigo de Gervase, y que desencadenará todo el meollo. Es mejor no contar nada más sobre la historia para que cada uno pueda ir descubriéndola. Sí es inevitable mencionar que la novela se lee con adicción, que la trama es muy ingeniosa, ya que desde la premisa inicial llegamos a un típico caso de “habitación cerrada” habitual en novela de detectives; pero no faltan persecuciones, no faltan personajes a cuál más divertido (como el peculiar camionero que lee a D. H Lawrence), ni humor en cada página que va pasando  (“Entre los bajos que ululaban malhumorados como barcos perdidos en la niebla del Canal de la Mancha – que es como suenan todos los bajos en todas las orquestas del mundo”).

Si a eso añadimos todos los juegos literarios que se trae entre manos Crispin en la boca de su detective Gervase y el poeta Cadogan (“Vamos a jugar a los libros infumables. -De acuerdo. El Ulises. – Vale. Todo Rabelais. -Vale. El Tristram Shandy”) y las constantes referencias literarias que pueblan la obra, la novela se convierte en una delicia para disfrutar sin prejuicios.

Necesitamos más novelas de Edmund Crispin (“Mi querido amigo, ¿te encuentras bien? – Estaba pensando títulos para las siguientes novelas de Crispin”), entretenimiento imprescindible, disfrutable a todos los niveles y, en definitiva, diversión de esa que te ayuda a amar cada vez más la literatura, no todo tiene que ser denso, sesudo y cerebral. Reír es bueno y, desde luego, hay que hacerlo siempre.

Valoración del libro: