Resumen Enero 2016. ¡Que no llego!

No me queda más remedio que poner el resumen del mes, aunque me faltan tres reseñas por poner en el blog que llegarán (espero) la siguiente semana: las de Ginzburg, Eliot y Chimamanda (espléndidas las tres, por cierto).

Aquí vengo con el primer resumen de este año tan particular, 16 libros han sido los que me han hecho la vida tan feliz durante este tiempo; la lista es la siguiente, como siempre, en el caso de haber reseña completa, podéis pinchar en el título para acceder a ella: 

Solsticio de Joyce Carol Oates, tenéis una reseña en profundidad de esta obra prácticamente desconocida de la norteamericana.

El libro de la almohada de Sei Shonagon, un clásico oriental y de la literatura universal  que sorprende, precisamente, porque fue escrito por una mujer en tiempos tan lejanos. Como siempre, más información en el enlace.

La bestia de París y otros relatos de Marie-Luise Scherer, esta recopilación de relatos es variada y está escrita con mucho criterio. Fue olvidada en el momento de su lanzamiento, buen momento para recordarla.

La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Alexiévich, la última premio Nobel de literatura nos garantiza puntos de vista distintos y la óptica de los olvidados; a estas alturas me atrevo a recomendarla vivamente y este ensayo es una forma genial de descubrirla.

Black water de Joyce Carol Oates, una nouvelle que utilizó la norteamericana para narrar unos hechos reales desde un punto de vista muy distinto. En este caso de la víctima, la mujer que acompañaba al senador.

Ejercicios para el endurecimiento del espíritu de Gabriella Wiener, uno llega a lo que llega, si quiero reseñar otras obras esta es demasiado para este mes. El siguiente mes tengo previsto otro libro de ella. Espero dedicarle un tiempo. De todos modos, el poemario está muy bien y os dejo una muestra:

 

“tuve un novio que quería matarme

 

durante el día boxeábamos

por la noche nadie curaba las heridas

 

el viernes santo escapé

llegué hasta la plaza de armas

las mujeres llevaban hojas de palma en las

manos

compré una pensando si acaso servirían

para desinfectar el alma

el olor a vísceras fritas se esparcía en el aire

el azufre del infierno

y una procesión subiendo el cerro san cristóbal

siguiendo remolonamente a cristo

el sujeto disfrazado de mecías

y su cruz descomunal”

 

Érase una vez de Margaret Atwood, uno de mis ºfallos habituales al comprar es no comprobar el contenido, craso error, ya que este libro es una edición anterior de Lumen que incluía la mayoría de cuentos que salieron en Chicas Bailarinas que ya comenté por aquí y no me voy a detener más en ello. El comentario se aplica perfectamente a las estrategias utilizadas por Atwood en esta buena selección de cuentos. 

El viento que arrasa de Selva Almada, me he prometido que voy a leer autoras en habla castellana y aquí van llegando; también es cierto que, gustándome, no me ha convencido tanto. Tengo previsto otro libro suyo en un par de meses… y a ver si le puedo dedicar un poco más de espacio a su descripción de ambientes y personajes en la tradición de  la novela norteamericana sureña:

“Esto ocurrió hace casi diez años. Leni no recuerda con exactitud la cara de su madre. Sí que era una mujer alta delgada y elegante. Cuando se mira al espejo piensa que heredó su porte. Al principio creía que era solo una expresión de deseo, parecerse a ella. Pero ahora que es una mujer ha pescado más de una vez a su padre mirándola con una mezcla de fascinación y desprecio, como se mira a alguien que nos trae, al mismo tiempo, buenos y malos recuerdos.”

Pequeñas virtudes de Natalia Ginzburg, otra de esas autoras que inexplicablemente se habían quedado en mi pila de obras pendientes. Solucionado con esta primera muestra, me ha convencido hasta el punto de adquirir el resto de sus obras. Espero desarrollarlo más pero entra por la puerta grande, ya está entre mis favoritas.

Las efímeras de Pilar Adón, lástima, por las mismas razones no voy a poder hacer un comentario extenso (y lo merece) este relato claustrofóbico y tremendamente endogámico que plantea un microcosmos contenido que es un reflejo de la realidad con preocupaciones y disquisiciones de género desde su propia contención; espero dedicar este año otro libro a la autora; me parece ciertamente interesante:

“En un escenario plano, aislado y fácilmente inundable, donde parecían darse la mano la indiferencia y el retraimiento después de haber establecido sus corazas sobre sus habitantes. Porque, al fin y al cabo, de eso se trataba. Ésa era la esencia del orden creado en la Ruche, la comunidad en la que vivían las Oliver: salvar a las especies más frágiles sin permitir ataques externos. Sin factores tóxicos ni competidores por el espacio o el alimento, propiciando las condiciones  óptimas para que sus protegidos pudieran crecer y desarrollarse. Decidiendo qué especies sí y qué especies no. En qué número y en qué cantidad.

El ambiente, controlado e inofensivo. El sustrato, nutritivo. La estructura, perfecta.”

Middlemarch de George Eliot, típico libro que siempre retrasas en el tiempo por las típicas razones: prosa victoriana, número de páginas, etc… Imperdonable. Este libro es una verdadera delicia por mil y una razones que intentaré explicar en breve tiempo. Guardad un hueco, no os decepcionará.

Medio sol amarillo de Chimamanda Ngozi Adichie, tras tres libros de la nigeriana estoy convencido de que es una de las mejores voces actuales. No exagero si digo que veo como candidata al Nobel en 20 años si sigue de esta manera. Independientemente de los premios, trata muchísimos temas y lo hace muy bien. En sus obras se respira una especie de sensación de estar ante algo grande. 

Los peores años del castigo de Fleur Jaeggy, no estaba prevista en este mes… pero, a veces, tengo que improvisar por diferentes circunstancias, por ejemplo, lecturas de fin de semana; en fin de semana coger un libro grande y ponerse a leer es harto difícil, de ahí que escoja otro tipo de lecturas. Lo mejor de todo es que esta escritora (nacida en Suiza) de raíces italianas me ha proporcionado una buena lectura con esta descripción de los años de juventud de la protagonista en un internado femenino. De esta no haré reseña porque tengo previsto Proleterka en el próximo mes y ahí pienso desgranar el estilo y los temas utilizados por la autora. Aun así, esta novela es bastante recomendable para introducirse en su obra.

 

Los disidentes

Este pequeño apartado aparecerá (o no) en todos los resúmenes del año, e incluirá aquellos libros que se han salido del objetivo anual, este primer mes los afortunados son los siguientes:

Locke & Key Omnibus 1 de Joe Hill y Gabriel Rodríguez, ya comenté que alguno podía haber cada mes, no pude evitarlo, fue el regalo de SSMM los reyes magos de oriente y tengo que reconocer que llevaba tiempo desenado leerlo. Este ómnibus recoge los tres primeros arcos argumentales de la historia que gestó el hijo de Stephen King con los dibujos de Gabriel Rodríguez;  una vieja mansión de Nueva Inglaterra, la mansión de las llaves, donde cada llave origina una serie de acciones de diferente índole. La historia desborda por su imaginación y originalidad, con una mezcla de géneros, siendo el terror y lo policíaco lo predominante; el dibujo de Rodríguez es perfecto para una historia que a primera vista puede resultar sucia en sus trazos pero que, sin embargo, está muy bien hilvanada. Una verdadera maravilla del noveno arte.

Los Caza- Zombis de John Kloepfer, ejem, nunca sabe uno los designios que originan que lea un libro como este. En fin. La curiosidad mató al gato. Algún día explicaré la causa. 

Poema a tres voces de Minase. Renga de Shôchô, Shôhaku, Sôgi, ¿he dicho alguna vez lo que me encanta la colección de poesía de Sexto Piso? En este poema a tres voces se vuelven a sumar más motivos para esta predilección. Más información en el enlace, como siempre.

Solamente tres lecturas de las 16 resultantes están fuera del proyecto. No está nada mal. Lo mejor de todo es que al final he tenido doce mujeres distintas, y de ellas ocho, nada menos, son nuevas dentro de mi abanico de lecturas habitual. Todo un triunfo.

No quiero irme sin la tradicional foto de adquisiciones del mes de enero:

AdquisicionesEnero

De los que podéis ver en la foto ya os podéis figurar que algunos van a esperar hasta el año que viene por mi proyecto. El resto me gustarían que entraran todos este año. De hecho, tres de ellos han entrado en febrero: Los dos cómics y la poesía de Ana Rosetti. Los cuentos de Ozick necesitan más tiempo disponible, serán para más adelante; probablemente la de Stevenson caiga antes.

Un abrazo y ¡Buenas Lecturas!

La bestia de París y otros relatos de Marie-Luise Scherer. Del periodismo a la literatura

portada_alta_bestiaPasó injustamente desapercibido La bestia de París y otros relatos de la alemana Marie-Luise Scherer (1938, Saarbrücken) redactora de Der Spiegel y gslardonada por su labor periodística con el Premio Ludwig Börne; editado con el esmero habitual por Sexto Piso nos encontramos con cuatro relatos que parten de una base periodística y a los que la escritora da forma novelística.

Es muy interesante comprobar las diferentes aproximaciones que se pueden hacer partiendo de esta misma proposición; tal es el caso de Renata Adler o de Svetlana Aliexiévich (de la que hablaré la próxima semana) que se alejan un poco del acercamiento de Scherer; la primera convierte la información en retazos (des)ordenados que configuran la realidad mientras la segunda se basa en las entrevistas que realiza sobre un tema concreto (Chernóbil, Afganistán…) para conformar una especie de relato oral; la alemana adopta un tipo de narración predominantemente novelística dando voz a los personajes que transitan por ella como si fueran ficcionales y utilizando un elemento conductor, un leitmotiv geográfico y emocional: la ciudad de París. Ejemplo paradigmático de su buen hacer es el primero de los relatos que da nombre al conjunto.

En “La bestia de París” se relatan las andanzas de Thierry Paulin (1989) que, a lo largo de cinco años asesinó a más de veinte ancianas en París junto con su cómplice Jean Thierry Mathurin solamente por el (aparente)  fin de mantener una vida de derroche y glamour; la escritora describe a la perfección los asesinatos que se van sucediendo y aprovecha para diseccionar las características, los rasgos que los definen y que, al mismo tiempo le sirven para explicar su personalidad:

“Entre todos los asesinatos que ocurrían a diario en París, la muerte de Iona Seigaresco despertó cierto interés. Aquella maestra jubilada, oriunda de Rumanía, era la cuarta anciana que perdía la vida de una manera similar en un plazo de cuatro semanas. Atada de pies y manos, con una mordaza en la boca, yacía en su recibidor, asesinada a golpes. Tenía rotos la nariz, el mentón, la cervical y las costillas del lado derecho. Aún llevaba puesto el abrigo, al lado de la cabeza estaba el sombrero, y junto a la puerta, la bolsa de la compra.

El piso parecía haber sido registrado con un brío furioso. En el caso especial de la víctima Seigaresco, el asesino, además, se había visto decepcionado en sus expectativas debido a la enorme cantidad  de libros que tenía la mujer, lo cual tiene que haber despertado en él unas ganas tradicionales de revancha. Por encima de todo lo que había regado por el suelo, estaban, abiertos y destripados, el sofá y los sillones.”

Paulin y Mathurin, en las palabras de Scherer, se convierten en personajes novelescos desde el mismo momento en que describe el sitio donde viven, introduciendo de esta manera uno de los tantos barrios de París, un barrio humilde, en un hotel sencillo donde la vida no es noble pero tampoco es tan mala:

“Thierry Paulin y Jean-Thierry Mathurin viven a lo largo de todo el año 1984 en el hotel Laval, en el número 11 de la calle Victor-Massé, en el noveno distrito. Con una estrella, es un hotel de la más baja categoría: una cama, una mesa y una silla conforman el deslucido mobiliario. Las habitaciones no están sucias, pero son miserables; los inquilinos, en la mayoría de los casos, son huéspedes permanentes con profesiones nocturnas e ingresos irregulares. El único objeto de valor en su escaso equipaje es una moderna chaqueta de cuero. El dinero se les va en el alquiler diario de 185 francos, en servicios rápidos de tintorería, en paquetes de Marlboro y en los menús para llevar de las cadenas de comida rápida norteamericana. Les restan un par de carreras en taxi y las cervezas de lata de la máquina, que hacia el amanecer, cuando regresan al hotel, ponen el sello a la noche. No es una vida noble, pero tampoco es una vida tan mala para París, donde un hotel como éste es algo más que un techo bajo en el que cobijarse.”

Es sintomático de su carácter el que se encuentren en la habitación más cara y describe ciertos rasgos que sirven para configurar una personalidad obsesiva que no acepta una vida alejada de la riqueza; sus hábitos eran de ricos, su vida estaba alejada de estos ámbitos:

“Paulin, de veintiún años, y Mathurin, de diecinueve, ocupan la habitación más cara, la que cuesta 85 francos. Disponen de un armario para la ropa y de una ducha, viajan habitualmente en taxi y jamás se los ve en la escalera del hotel con un sándwich en la mano. Son gente solvente, y especialmente Paulin tiene el hábito de dar buenas propinas. La sala de estar, aparte de una pecera sin iluminación y un aparato de televisión, no muestra ningún otro elemento de atrezzo que incremente la sensación de habitabilidad; Paulin se ocupa de crear ambiente, invitando a todos a bebidas de la máquina.”

París actúa como desencadenante de muchas de las situaciones, como si de un ente vivo se tratara, solo tenemos que comprobarlo en las “empinadas calles de Montmartre” que causarán, en última instancia, las circunstancias de la muerte de una nueva anciana, desvalida por tener que recuperar el aliento que ha perdido al subirlas: 

“Las empinadas calles de Montmartre, que muchas veces se convierten es escaleras, obligan a las ancianas a detenerse en repetidas ocasiones. Durante esas etapas buscan siempre un contacto visual que clama cierta indulgencia.

Jeanne Laurent, de ochenta y dos años, podría estar ya agotada en ese momento debido al desnivel de la calle Eugène-Carrière, cuando aún tiene por delante la escalera de la calle Armand-Gauthier, en cuyo extremo, en el número 7, vivía. Y así debieron de tropezársela el asesino y su cómplice: apoyada en la barandilla, recobrando el aliento.”

Lo geográfico está, por lo tanto, indisolublemente unido a la narración, presente en todo momento y sirviendo como hilo conductor narrativo; la caracterización e investigación de la escritora alemana indaga hasta buscar las causas que originan todo, el fin último de Paulin: ese afán por ser famoso/rico/poderoso.

“Mientras que para Paulin se cumple su anhelo de fama, Mathurin ruega a los agentes, temiendo no poder conseguir nunca más un puesto de trabajo, que no hagan público su nombre. Aún no se ha fijado la vista para un juicio contra Mathurin, que permanece en prisión preventiva en la cárcel de La Santé.

El 17 de abril de 1989, Paulin, que ha pasado a la historia criminal francesa con el apodo de “La Bestia de París””, muere de sida a la edad de veinticinco años en el hospital de la penitenciaría de Fresnes.”

De diferente índole es el segundo relato “El último surrealista” donde, por el contrario, se refleja la  atmósfera literaria de principios del siglo XX en París, el ardor manifiestamente cultural por la Belle Époque, una época donde lo bohemio cobró una gran importancia:

“La presentación me llevaría hasta un piso parisino que, por estar situado en el decimosexto distrito, tendría que haber sido elegante. Por lo menos las ventanas francesas que llegaban hasta el suelo hubieran debido tener, en correspondencia, largas cortinas, y en el espacio entre dos ventanas debió haber, en cada caso, un mueble singular. Pero fue todo lo contrario.

Un cartel con las letras en vertical, con el nombre de Résidence d’Auteuil, destaca en la fachada del número once de la calle Chanez. La escalera de entrada podría llevarnos hasta el monumento a un soldado, y a su parte delantera se une una instalación con baños y duchas masculinas. Una desolada llave maestra para miles de usos humanos.”

Un periódo en el que sonaban los nombres de Satie o Picasso (y otros colosos culturales) y donde la poesía era tan relevante para lo cultural que se entendía como una creación colectiva, más que individual:

“Los esnobs de París no hacen sino hablar de un ballet de Diaghilev: PArade; la música es de Eric Satie; la escenografía y el vestuario, de Pablo Picasso; el breve libreto es de Jean Cocteau, que publica, para la plebe que se divierte, “sus tres líneas de texto”, (Soupalt), con lo cual contribuye al éxito del conjunto. También para Philippe Soupalt, Cocteau será (y seguirá siendo) una figura negativa, un tipo escurridizo, a resguardo en la Cruz Roja por su ineptitud para el frente, siempre detrás de los que tienen las verdaderas ideas.

En el penúltimo año de la guerra, el joven Soupault, alto y delgado, yace en un hospital militar de París con tuberculosis pulmonar. En ese estado febril, que estimula su fantasía, lee los cantos de Maldoror, de Isidore Ducasse, que se hace llamar “Conde de Lautréamont”. Soupault, que hasta entonces ha leído de una manera desenfrenada, sin orden, se queda prendido de un pasaje del texto en el que encuentra algo tan bello “como el encuentro inesperado de una máquina de coser y de un paraguas encima de una mesa de autopsias”. A través de la frase apelativa de Lautréamont (“La poesía debe ser hecha por todos, no por uno solo”), se ve imbuido de la certeza casi paroxística de formar parte de esa poesía.”

En “Cosas sobre Monsieur Proust” Scherer ahonda en la figura de Proust gracias a la excusa de describir un rodaje cinematográfico de una obra del autor, es imposible no rendirse incondicionalmente ante un personaje que vive gracias a contar las vicisitudes que vivió el escritor francés:

“Parece que el elixir de su vida reside en contar a la gente cosas sobre Monsieur Proust. Un mal que ahora sólo la hace sonreír son esos señores pertenecientes a la clase social de Monsieur Proust que envidian su proximidad con él; que sienten celos por el polvo dental que ella tenía que sacudirle de la solapa cuando salía por las noches.”

Para terminar la antología volvemos al presente con “Grititos de reencuentro” donde se dedica a la moda parisina y sus fastuosos desfiles, gloriosas descripciones se acompañan de reflexiones más profundas y que van más allá de la superficial puesta en escena:

“Para este pandemonio de damas parisinas cuenta en la moda, únicamente, lo que ellas también puedan vestir. Una excepción la hace el vestido de novia al final del desfile, algo de por sí impracticable, ya que en el caso de todas ellas el momento de pasar por el altar quedó atrás hace mucho tiempo. Como una anteojera, al vestido le crece desde el talle una especie de corola gigantesca que llega hasta más arriba de la cabeza, como si hubiera que proteger a la novia de un repentino cambio de opinión.

A menudo lo sensacional de un desfile de moda no está en la moda en sí. Porque a menudo lo que queda bien grabado en la memoria, más que las prendas de ropa, es la puesta en escena. La moda, para decirlo de una forma guarnecida, sólo ofrece el pretexto para un nuevo tema de conversación.”

Heterogénea recopilación de relatos que nos descubren a una narradora como la alemana capaz de reflejar París desde sus diferentes ámbitos: desde los asesinatos de uno de sus habitantes hasta los desfiles de moda, pero siempre con una gran capacidad analítica/descriptiva y un estilo propio caracterizado por su claridad con pequeños estallidos líricos. Una gran lectura.

Los textos provienen de la traducción de José Aníbal Campos de La bestia de París y otros relatos de Marie-Luise Scherer para la editorial Sexto Piso.