Resumen Octubre 2014. Un mes “negro”

Sabéis que siempre tardo en poner resumen del mes. Entre otras cosas porque me gusta que hayan aparecido las reseñas del mes en cuestión antes; ha sido un mes difícil, con un ritmo menor de lecturas, debido precisamente a la lectura de una de esas lecturas “grandes” por calidad, número de páginas y tamaño. Es el caso de la obra “¿Por qué manda el occidente… por ahora?” de Ian Morris. Del que veréis reseña próximamente, ya que se extendió su lectura y lo terminé en  noviembre. Del resto de lecturas, sin lugar a dudas me centré temáticamente en la novela negra y policíaca como habéis ido observando en las reseñas mensuales.

Pasemos entonces a la ristra de lecturas, quince, a pesar de Morris:

“Hacer el bien” de Matt Sumell, tercer libro de la nueva colección “El cuarto de las maravillas” de Turner. Un pseudo-Palahniuk que ofrece una lectura más que entretenida con un poco de barrabasadas y situaciones que rozan lo transgresor polémico.

“Cartas sobre Luis II de Baviera y Bayreuth” de Richard Wagner, Fórcola nos trajo uno de esos libros que sacan a relucir una faceta del compositor que no conocíamos: epistológrafo. Sirven para entender además el contexto histórico y saber de primera mano el mecenazgo que vivió.

“El expreso de Tokio” de Seicho Matsumoto, una verdadera delicia detectivesca que nos trae una trama que funciona “al segundo” por su precisión.

“La sangre de los King” de Jim Thompson, no es lo mejor de Thompson, para nada. Estamos hablando de una obra del crepúsculo creativo del autor. Pero, claro, es una novela de Thompson.

“Wild Boy” de Rob Lloyd Jones, aproximación “freak” al mito de Sherlock Holmes, el protagonista, nuestro peludo “chico salvaje” hará las delicias del público juvenil, y del adulto. Buena nueva de presentación.

“Candentes Cenizas” de Erwin Schrödinger, un texto de esos curiosos y lleno de calidad, el físico y sus contradicciones. Poesía en estado puro.

“Niveles de Vida” de Julian Barnes, ya me extendí en su reseña. Baste decir que me encanta encontrar cualquier libro del británico. Es pequeña pero muy bella.

“Al borde del camino” de Seumas O’Kelly, recopilación de cuentos del irlandés que dejan tan buen sabor de boca que piden relectura próxima. Mezcla de costumbrismo y mito.

“El Leopardo” de Jo Nesbo, prefería al Nesbo de antes, aunque siempre ofrece un divertimento de calidad; en la reseña podéis ver las razones.

“Días de guardar” de Carlos Pérez Merinero, nuestro Jim Thompson patrio en una novela donde el punto de vista del criminal asusta y divierte por igual.

“Galveston” de Nic Pizzolato, el primero número de Salamandra Black ha sido un bombazo comercial que viene de la mano de su escritor, el creador de la famosa True Detective; lo que en la serie quedaba oculto tras la producción y dirección artística queda desnuda a la hora de escribir; un escritor mediocre, con “ecos” de todo según sus fervientes seguidores y que no hace más que mostrar sus vergüenzas en cada palabra: incoherencias, falta de cohesión, estilo inexistente, trama previsible…; una de las peores novelas negras de que he leído últimamente, una decepción que hace que se me ponga la mosca detrás de la oreja con lo que tiene que ofrecernos este nuevo sello.

“Laidlaw” de William McIlvaney, fantástica novela del escritor escocés con uno de esos detectives que tiene una personalidad única.

“Caminando entre tumbas” de Lawrence Block, por fin una novela más de Scudder, a ver cuánto tiempo tendremos que esperar para tener otra por aquí.

“Los perseguidos” de C.S. Forester, atípica novela policíaca con un punto de vista bastante arriesgado para la época en que fue escrita. Un tour de force más que una novela negra.

“This is Water” de David Foster Wallace, el famoso (y paradójico) discurso del norteamericano que complementa lo poco que queda por publicar de su intensa obra.

Y ya estamos en pleno noviembre, las compras del mes anterior, a pesar de que no se distinguen muy bien, fueron copiosas.

ComprasÚltimas2

En medio del mes lo que está claro es que  Gaddis va a ser la lectura central, “Los reconocimientos”, su primera y fabulosa obra está jerarquizando el resto del mes. No sé qué vendrá después. Es difícil saberlo, el vendaval Gaddis tiene efectos secundarios y duraderos.

Lo que sí he pensado es en preparar una especie de  novelas que me voy a leer en el siguiente mes. Este mes imposible claro, Pero en el siguiente, sí tocará y pondré foto. Entre otras cosas porque la buena marcha del año que viene dependerá muy mucho de ser previsor y un poco programático. Si no, mi proyecto no hay manera de avanzarlo.

Y eso es todo por ahora. ¡Buenas lecturas!

Cápsulas policíacas: C.S. Forester y Jim Thompson. Dos consagrados

LosPerseguidosPodría haber dedicado a ambos libros una entrada completa; sin embargo, a veces tengo esta tendencia curiosa a agrupar, para dar salida libros que quiero comentar (algunos ni llegan a ser comentados); lo más curioso es que me gusta encontrar puntos en común entre ellos, un hilo conductor que los una. En este caso más que una temática (la novela negra) les uniría su caracterización como clásicos del negro.

Así, tenemos inicialmente la novela “Los perseguidos” del escritor Cecil Scott Forester (1899-1966); novela que se trató de un manuscrito perdido durante casi 70 años y encontrado en 2003 cuando el autor ya había fallecido, había sido escrita, sin embargo, en 1935; en pleno auge de las novelas de detectives.

Hablé hace poco sobre “suicidios aparentes”; un poco antes que el escritor japonés, Forester planteó otro de esos casos donde se nota desde el principio que hay gato encerrado por la forma en que ha muerto un personaje; pero Forester, sorprendentemente, no plantea el caso como una investigación estándar, si no que se centra (desde un narrador omnisciente, eso sí) más bien en cómo vive la situación la hermana de la fallecida, Marjorie, ante la posible amenaza de su marido:

“Marjorie sabía perfectamente que aquella noche no iba a dormir: ahora permanecía siempre despierta, inquieta y nerviosa, cuando Ted se ponía “pesado”, y aquella noche fue mucho, mucho peor. Supuso que debían de ser las dos cuando Ted se durmió, acalorado y pesado a su lado, con el aliento un poquito más ruidoso que cuando estaba despierto. Ella se quedó echada de espaldas en el borde de la cama, con la almohada metida en la nuca, demasiado cansada para llorar, y con las emociones demasiado confundidas para que su sufrimiento fuese agudo. Solo era consciente de sentir una depresión negra e insomne, una infelicidad mucho más arraigada de la que había conocido nunca.”

Y sorprende precisamente porque se dedica a expresar los miedos de una mujer ante la infelicidad en el matrimonio, que tiene un causante principal, su marido Ted; todo ello ambientado en un tiempo tan lejano como eran los primeros años del siglo XX y desde la perspectiva de un hombre; sinceramente, lo hace muy bien; pinta en primer lugar la situación y, a continuación, asistimos a la liberación de Marjorie al conocer el amor de nuevo en un período vacacional, alejado de su opresor:

“Marjorie sintió un dolor estremecedor en el pecho cuando el sol bajó todavía más. Aquel lugar, absolutamente maravilloso, la tristeza de la tarde, el dolor al saber que aquel tiempo tan feliz estaba concluyendo, todo aquello pesaba sobre ella mientras luchaba por tomar una decisión sobre Ted. La cabeza le daba vueltas, no podía pensar con claridad.”

La instigadora de un cambio brutal será, paradójicamente, su madre, que tampoco confía en Ted, a pesar de que parezca no entender la situación:

“En ese caso, sería también inútil buscar la ayuda de su madre para dejar a Ted. Su madre sería la última persona de toda la tierra que animase a una esposa a separarse de su marido. La cabeza le daba vueltas a Marjorie. Estaba exhausta por la tensión emocional.”

Ella será el desencadenante de un tour de force del que tendrán que escapar, convirtiendo la parte final de la novela en una persecución como si de un capítulo de “El fugitivo” se tratase. No hay lugar a una resolución del crimen inicial; todo ello se sustituye por un buen manejo de la trama y una desviación hacia lo más negro, olvidando la parte más detectivesca.

La conclusión al viaje deja buen sabor de boca a pesar de lo aparentemente negativo. Una gran novela, sin lugar a dudas.

Los textos provienen de la traducción de Ana Herrera Ferrer de “Los perseguidos” de C.S. Forester.

LaSangreKingLa segunda propuesta viene de otro clásico, uno de los más grandes, del que vemos publicado otra de sus obras, “La sangre de los King”; hablamos, claro que sí, de Jim Thompson. Estamos ante una obra crepuscular, ya en el final de su carrera, un Thompson muy pasado de vueltas se desvió hacia el western y lo dotó de la violencia habitual en sus obras; violencia que, en este caso, traspasa las fronteras familiares, solo hay que ver cómo Critch King habla de su madre; siempre resulta muy crudo leer algo de esta magnitud:

“Solo durante el último año, cuando su madre ya llevaba más de dos años haciendo de puta. Y una puta, si se la magulla y se la maltrata, acaba viendo disminuidos sus ingresos. Ray había conseguido contenerse. Aquella noche, sin embargo Ray había ido demasiado lejos. No tenía nada que perder golpeándola, o eso le parecía. La estúpida zorra había estado ocupada todo el día. Un cliente tras otro. Y sin embargo, al final de la jornada había vuelto con menos dinero del que tenía al principio. Además de su cuerpo, regalaba el dinero. ¡Coño gratis y encima regalaba dinero!”

Los King son salvajes por naturaleza, hasta tal punto que llegan a definir sus propias reglas por las que regirse; sus límites están muy por encima de lo que entendemos como ética, de ahí que todo lo que vaya sucediendo esté “justificado”, han sido educados así por su patriarca:

“-Somos totalmente distintos. Nos lo han inculcado. Papá era más salvaje que civilizado. Entre él y Tepaha nos educaron para creer que podíamos hacer prácticamente cualquier cosa, siempre y cuando no nos cogieran. Por lo que se refiere a nuestra madre… Bueno, acabó vendiendo el culo a cualquiera que llegaba. Lo vendía o lo regulaba; tampoco parecía importarle mucho.

[…]

-Pero no pasa nada si lo hace un King. La diferencia entre el bien y el mal es algo que no va con nosotros.”

En tal orden de cosas, no es extraño comprobar como un hermano intenta matar al otro sin ningún tipo de remordimiento:

“-Eh… ¿Qué crees que ocurrió? –dijo Arlie por fin-. ¿Se rompió la cincha?

-Debió de ser eso.  Si alguien la cortó, debía de ser un hijo de puta miserable, malnacido, cabrón y desgraciado, ¿no te parece? Yo no conozco a nadie de por aquí que lo sea, ¿y tú?”

Aparte de la violencia explícita y de tipo psicológica que se gasta el norteamericano, falta profundización psicológica, y la trama, para qué engañarnos, es simple y dulcificada en un final poco coherente con lo leído anteriormente; el estilo, inconfundible,  hace que valga la pena su lectura, pero no estamos ante una de sus obras maestras. Por lo menos puede servir para acercarse a ellas.

Los textos provienen de la traducción de Damià Alou de “La sangre de los King” de Jim Thompson.