“Los inquilinos” de Bernard Malamud

Ya hablé de Bernard Malamud en esta reseña de otra novela suya. En este caso, y gracias a la misma editorial podemos gozar nuevamente de otra muestra de su buen hacer; la sencillez argumental de la novela “Los inquilinos” esconde sin embargo una complejidad de forma y fondo con una serie de ideas que subyacen desde el principio y que vertebran el texto que nos ofreció el escritor en las apenas doscientas páginas de las que consta.

De entre estas ideas, me gustaría poner énfasis en los siguientes temas:

-El evidente, aunque no menos importante, conflicto racial; latente a lo largo de todo el texto. En este caso el protagonista Harry Lesser es judío y Willie Spearmint es negro, representan facciones alejadas de “la mayoría” y que se resisten a ser desahuciados, que luchan contra una sociedad, encarnada en el casero Levenspiel, que les quiere echar de donde viven. Willie ejemplifica en primera persona esto:

                “¡Oh, qué imbécil hipócrita soy de pedir a un judío blanco que me aconseje cómo debo expresar mi alma negra! Solo con leerlo estropeas lo que escribo”

-Si no fuera porque sé que estaba leyendo a Malamud, en algunos momentos, por tratar la supremacía negra, nuevas formas literarias que la reflejen, etc… habría pensado que era Leroi Jones más conocido Amiri Baraka (1934) el que estaba haciéndolo. Baraka siempre ha tenido mucha controversia, sólo tenemos que observar el ensayo que escribió en 1965 (antes de la publicación de “Los inquilinos”):

                “Most American white men are trained to be fags. For this reason it is no wonder their faces are weak and blank. …The average ofay [white person] thinks of the black man as potentially raping every white lady in sight. Which is true, in the sense that the black man should want to rob the white man of everything he has. But for most whites the guilt of the robbery is the guilt of rape. That is, they know in their deepest hearts that they should be robbed, and the white woman understands that only in the rape sequence is she likely to get cleanly, viciously popped”

Este polémico escritor, ensayista y poeta, seguidor de Malcolm X, buscaba la supremacía negra sobre la blanca y para ellos lo tenía que ser igualmente en el arte, y más concretamente en la literatura, buscando su identidad, lo característico de la raza en forma y fondo; podemos ver en los siguientes textos cómo Malamud plantea en estos términos el personaje de Willie:

                “Willie ríe, grita y baila en su celda. Pide papel y lápiz, se lo dan, y se sienta a la mesa. Escribe cuál es el verdadero espanto de la vida. Escribe llorando. “Lloro por mi maldita madre y por todos los negros  sobre los que escribo, incluido yo mismo.” Ama las palabras que traza en el papel; de ellas nace la gente negra. Ama la manera de ser de    esa gente, sus voces y su ingenio. Willie se exalta cuando escribe, este es el más dulce de los placeres. […] Juro a mí mismo que seré el mejor escritor, el mejor escritor soul”

                “Ningún blanco hijo de mala madre puede ponerse en mi lugar. Estamos hablando de un libro negro que tú no entiendes para nada. La narrativa blanca no es como la narrativa negra. No puede serlo […] Yo escribo literatura soul sobre la gente negra que grita que aún somos esclavos en este jodido país y que no estamos dispuestos a seguir siéndolo. ¿Cómo puedes entenderlo, Lesser, si tus sesos son blancos?”

Y para ello es capaz incluso, de realizar un ejercicio de estilo literario donde plantea nuevas formas que intentan adaptarse a la forma de escribir que debería ser llamada narrativa negra, los experimentos se suceden a lo largo de la novela; pongo el más evidente, la poesía:

“El blanco no tiene esplendor,

no hay luz para el blanco;

el negro resplandece de verdad,

tiene luz dentro.

Te quiero.

Mujer Negra.

Tócame

por amor,

hazme

TODO NEGRO”

-Una vez dejadas de lado estas discusiones también podemos observar las reflexiones del autor con respecto al proceso de creación literaria, más limpio en el caso del judío, más caótico en el caso del de color, pero en este caso igual de inefectivos ambos ya que no consiguen acabar sus libros, el caso de Lesser es muy ilustrativo:

                “Lesser es un hombre de costumbres, de orden, de trabajo constante y disciplinado. La costumbre y el orden llenan las páginas una a una. La inspiración es costumbre, orden; las ideas nacen, se formulan, se forman. Está decidido a terminar su libro donde lo empezó, donde creó su historia, donde todavía vive.”

-No me gustaría terminar sin otro paralelismo que podría ser el eje de fondo; y tiene que ver con Melville y la obsesión del capitán Ahab con “Moby Dick”, aquí extrapolada a la de Harry con la creación de su libro (que podría llevarse igualmente a Willie), que supedita su vida, su búsqueda, evidente, del Amor, que le completará y le hará disfrutar de su vida.

                “Falta algo esencial que me costará tiempo encontrar. Pero estoy ya cerca, lo siento en la sangre. Estoy avanzando por un misterio hacia la revelación. Con eso quiero decir que lo que me preocupa está en los confines de la conciencia. Mía y del libro. […] Si no escribo eta novela exactamente tal como debo, si, Dios no lo quiera, tengo que forzarla o falsearla, entonces esos nueve años y medio serán inútiles y yo también lo seré. Después de esa locura ¿qué otra cosa podría esperar de mí mismo?”

Está contraposición constante de dos personajes que guardan algo tan importante en común se agudiza en un final cargado de violencia, crudo, extremo, sin solución ante el que Levenspiel sólo puede pedir:

“Piedad, vosotros dos, por amor de Dios, llora Levenspiel. Hab Rachmones, os lo suplico. Tened piedad de mí. Piedad piedad…”

Una gran novela, con muchas capas que quitar para disfrutar en todo momento, con muchos textos dentro de otros, amarga y dolorosa; al mismo tiempo inspiradora y reflexiva.

Valoración del libro:

En Noviembre: Joyce Carol Oates y el resto

El octubre otoñal ha sido un mes de lo más musical gracias a Alex Ross y su “Escucha esto” del que próximamente pondré por aquí una reseña de lo más jugosa. Antes de esto tocó finalizar “Contraluz” como ya comenté y del que empiezo a hablar aquí . El descanso necesario tras tan mastodóntica aventura fue la maravillosa poesía de Ko Un, concretamente sus selecciones de poemas “Diez mil vidas” y “Fuente en llamas” con el que ya puse el siguiente comentario ; el humor llegó con “Augustus Carp” de Henry Howarth Bashford, lectura entretenida pero no especialmente reseñable, la sátira se fuerza tanto que, al final del libro, resulta ligeramente cargante; la novela negra tuvo su representación con “Un tipo implacable” de Elmore Leonard y “La canción del perro” de James McClure, dos joyas de las que hablaré próximamente; me sorprendió nuevamente Joyce Carol Oates con su ensayo “Del boxeo” que citaré este mes tras la lectura de su obra más reciente. No acabó el mes hasta que leí “Los inquilinos” de Malamud y “The quiet American” de Graham Greene, de la primera tengo ya preparado un comentario porque lo merece; de la segunda, no voy a descubrir al autor ahora, además, ahora puedo decir con conocimiento de causa que en inglés es accesible y satisfactorio.

Noviembre, aprovechando Halloween ha empezado con los escalofríos divertidos de “Miedos de medio minuto” en la edición de Susan Rich y los más terroríficos de Shirley Jackson con “Siempre hemos vivido en el castillo” que continuaré después de la anterior. Estas dos obras y otras tantas que van a formar parte de las lecturas del mes provienen de las últimas adquisiciones que os pongo a continuación.

Continuando con ello, está claro que esta vez sí que toca “Caída y auge de Reginald Perrin”, que se me había traspapelado por ahí y la tengo muchas ganas; también habrá lectura en inglés con Ishiguro y su “The remains of the day” sin poder quitarme a Anthony Hopkins y Emma Thompson de la cabeza. Luego pueden ocurrir muchas cosas, pero mi idea es que el libro 120 con el conseguiré el reto de lectura de este año sea para una estrella, y la elegida ha sido Joyce Carol Oates y su “Hermana mía, mi amor”; como homenaje de no-ganadora del Nobel que todavía espero que pueda ganar el año que viene; a priori nos podemos encontrar con una novela llena de las obsesiones de la escritora y tirando a novela policíaca, veremos si es así, la lectura promete;. entre medias, irán cayendo cosas como el “Poesía Cruel” de Vicki Hendricks, resultado del crowdfunding exitoso de Es pop ediciones; me espera el Sr King con la última aventura de su descomunal Torre Oscura y la recopilación de cuentos de Don Delillo; puede que ventile los que tengo pendientes de Sallis y su detective Lew Griffin, pero también es cierto que tengo el último de McBain, o el de Ballinger, o el de Hadley Chase… dudas, dudas… veremos lo que pasa en el siguiente resumen.

El año está acabando, apenas quedan lanzamientos reseñables, aunque siempre caerá algo, como esas cartas entre Coetzee y Auster, principalmente por ese genio que es el sudafricano; también parece que Impedimenta nos tiene reservadas sorpresas como los nuevos libros de Crispin y su detective Gervase Fen del que ya hablé aquí  y otra entrega de la grandísima Stella Gibbons ambientada en la Navidad, será un buen momento para adquirir alguna de esas novelas que se quedó en el camino por otras compras.

Sí, va a ser un mes grande, Joyce Carol Oates en el centro, como no podía ser de otra manera, con una de las mejores escritoras vivas, si no  la mejor.

“El reparador” de Bernard Malamud

 

Hablando a veces con personas vinculadas a los libros: libreros, editores, escritores, etc…, uno de los temas de discusión habituales es el cómo la gente decide qué leer. La opinión más extendida habitualmente es que la gente quiere que se lo den muy hecho; por lo tanto, casi nadie se dedica a leer un suplemento para decir su próxima lectura; muy al contrario, normalmente lo que más funciona es el “boca a boca” que puede hacer que, una obra sobre la que no se ha hecho casi propaganda, se haga cada vez más famosa; o incluso, a veces, pedir consejo al librero que, con pocos datos, hace lo que buenamente puede.

Otra opción, más laboriosa eso sí, a la que no suele estar habituada la gente, es la de “autoformación”, ésta es, quizás, una de mis fuentes mayores de conocimiento y ordenación de las futuras lecturas y es una de las más satisfactorias aunque lleve un trabajo detrás. En mi caso, también recibo la ayuda inestimable de @JonatanSark, que siempre me aporta nuevos autores y obras a descubrir.

Hablo de estos métodos porque, si conozco a Bernard Malamud (1914-1986) y me he leído un libro suyo, es debido a que uno de mis escritores preferidos es el norteamericano Philip Roth y siempre que se cita a éste se habla de sus influencias más cercanas: Saul Bellow y Bernard Malamud. Incluso el propio escritor lo cita en varias ocasiones. La novela que escogí para empezar a descubrir su literatura fue “El reparador”, tenía también sus cuentos completos y “Las vidas de Dubin”, pero la que me llamó más la atención fue la primera. 

La novela fue escrita en 1966 y está ambientada en la etapa final de la Rusia zarista justo antes de revolución de 1917, el protagonista, un judío llamado Yakov Bok que, viviendo en Ukrania, es acusado de haber asesinado a un  joven cristiano y llevado a prisión. Malamud escoge para esta historia un narrador omnisciente y focaliza toda la acción desde la perspectiva del judío que, cual Job bíblico, pasa una penuria tras otra en un camino de sufrimiento ignominioso por un crimen que no ha cometido. 

El escritor se vale de este marco para presentar dos dimensiones: la del judío en el mundo, lo social; y la del desarrollo de la identidad de la persona. 

El marco temporal y geográfico, la Rusia zarista y antisemita, le sirve en la primera parte del libro para denunciar la situación histórica a la que se tuvieron que enfrentar los judíos, el odio brutal de un régimen que les temía (“como le decía, que Dios nos libre de los sanguinarios judíos, esos parásitos narigudos picados de viruela tramposos y chupadores de sangre. Nos robarían la luz del sol si pudieran”,”día tras día arruinan nuestra patria y el único modo de salvarnos es aniquilándolos” ) y que escoge al bueno de Yakov como cabeza de turco (“él era la víctima occidental escogida para el sacrificio”) y escarmiento de todo el pueblo asentado en territorio ruso. 

En la segunda parte, a través del monólogo interior del protagonista, nos hace pasar por todos los castigos de orden físico y psicológico que sufre el convicto, penurias que le hacen vivir una patética muerte en vida, sin esperanza de poder recibir un juicio justo. Esta situación le ocasionará una epifanía que le servirá para perdonar a la esposa que le abandonó y que le hará crecer, a pesar del dolor, como persona, haciéndole recordar lo necesario que es vivir cada momento como si fuera el último (“Ojalá hubiera sabido gozar entonces de esa pizca de comodidad que, en cierto sentido, significaba libertad”) y a no rendirse ante la situación.

Valoración del libro: