Solsticio de Joyce Carol Oates. Confrontación psicológica

303580Decidir cómo comenzar este año tan especial era fundamental para dar impulso a mi idea; lo único que tenía claro era que quería empezar con algo que me gustara mucho; al fin y al cabo se trata de leer, y si no te diviertes leyendo, estás apañado; de ahí que, a modo de círculo que se cierra casi desde el primer instante, pensé en mi querida Joyce Carol Oates. El libro fue puro azar, un libro descatalogado y que tuve que poner directamente en Good Reads porque nadie lo había puesto en la base de datos, esto es ciertamente extraño teniendo en cuenta que el libro es de 1985 y esta edición, en concreto, del año 2002.

Anécdotas aparte, la elección ha sido muy adecuada; dentro de las eclécticas posibilidades que nos ofrece la vida y obra de Oates, este libro concretamente, por el tema trata y la forma de hacerlo tiene que ver con una forma de escribir que podría estar asociada más a mujeres, al tratar la extraña relación de amor-odio entre ellas. Al estar leyéndola, de hecho, me vino a la cabeza la idea que sostenía Adrienne Rich según la cual las mujeres llegan a un grado de amistad tan íntimo, tan especial que no puede ser replicado por ninguna amistad entre hombres, ni siquiera homosexual. Rich lo contextualizaba incluso entre amigas que no tienen por qué ser lesbianas.

En Solsticio, Joyce Carol Oates aborda este tipo de amistad entre dos mujeres radicalmente distintas, por origen y condición social, por un lado tenemos a Mónica, a pesar de su juventud es experimentada en la vida, a sus veintinueve años se ha divorciado ya, está huyendo del recuerdo de una época que le hizo olvidar lo preciada que era por sí misma:

“Mónica, sin sentimentalismo, se vio como una mujer, anteriormente una jovencita con el poder (que no sabía de dónde provenía) de convencer a los demás, durante un tiempo, de su cualidad de “dorada” y especial. La lógica emocional del amor por ella.

Se había casado a los veintiún años y divorciado a los veintinueve. Tenía que rendir cuentas por los ocho años, más o menos. (Se había ido a vivir con su novio, en lo que figuraba ser un gesto de desafío, siete u ocho meses antes de la boda. Pero ni la familia de él ni la suya decidieron responder al desafío.) Estaba empezando a olvidar muchas cosas. Ya había olvidado mucho.”

Por el otro la poderosísima figura de Sheila Trask, artista con un marido famoso y relacionado con el arte; su descripción es muy significativa, utiliza las características físicas para subrayar la psicología que hay detrás, su llamativa personalidad, incluso la adopción de rasgos de hombre, pero singularmente atractiva:

“Así, cuando en la animada fiesta de los Green vio por casualidad a una mujer alta, que entraba en la habitación, de pelo oscuro, vestida de forma descuidada, lo único que pensó Mónica fue que era extraña, llamativa, un “carácter” con un estilo no del todo tangible. Era una mujer de cinco o seis años mayor que Mónica, de unos treinta y pico años, y bastante atractiva, incluso –casi- hermosa, con unos ojos negros burlones, unas espesas cejas sin depilar y una boca grande, seria y curiosa. Tenía un tipo casi dolorosamente anguloso, los hombros caídos, y toda ella era desgarbada. A diferencia de los demás invitados de los Green, no se había tomado el acontecimiento con la suficiente seriedad como para vestirse en consecuencia; llevaba una falda negra sin forma que le caía irregularmente sobre las pantorrillas y una camisa de algodón, barata y demasiado lavada, y lo que parecía ser una chaqueta de hombre de tweed, sin abrochar, que le colgaba de los delgados hombros. Una curiosa ave rapaz, pensó Mónica, maniobrando para poder observar más fácilmente a la mujer.”

La amistad entre ambas será el eje de un libro que juega con la caracterización psicológica, en una relación de opuestos, extraña, más difícil de entender desde una perspectiva de un hombre; una relación de extremos donde el odio y el amor aparecen íntimamente relacionados:

“Mónica, mirándola fijamente, no lograba decidir si le disgustaba profundamente Sheila Trask y quería que se marchara o bien sentía el tirón de su poderosa atracción.

Sheila empezó a meditar en voz alta, diciendo a Mónica que envidiaba sus libros, estos libros concretamente (ejemplares de las Brontë, de Dickens, George Eliot, Trollope, Penguins de lomo naranja) estaban tan doblados en las puntas y gastados, tan subrayados y anotados, que era evidente que el lector no sólo había leído las novelas, sino que las había vivido. ¿Qué valor tenía una novela si no se podría vivir?… ¿Si no era más que una cuestión de palabras colocadas con pericia?”

En el anterior texto podemos comprobar estos extremos en el párrafo inicial; en lo siguiente Oates define el sentido de la novela, más como experiencia que simple entretenimiento; si no podemos vivir una novela, ¿qué valor tiene juntar letras?

Esta confrontación de dos personalidades tan radicalmente opuestas es utilizada por la autora para caracterizar cuestiones de género de diferentes formas, una de ellas es la presencia de la mujer en el arte, como expliqué anteriormente con El mundo deslumbrante de Siri Hustvedt la mujer tiene que luchar aún más por conseguir abrirse un hueco en la cultura, por conseguir que la valoren por su obra más allá de ser “la mujer… de alguien conocido”:

“Si hablaban de Sheila Trask en algún aspecto profesional, era sólo para hablar de Morton Flaxman, quien fue uno de los “grandes nombres” de la región durante muchos años. Había vendido su obra a museos y colecciones de todo el mundo, se había escrito sobre él en revistas nacionales, se le habían concedido premios y había rechazado premios. Había aceptado encargos y rechazado encargos, se le había mencionado junto a Moore, Calder, Lipchitz, David Smith.. En su época fue polémico; no tenía pelos en la lengua. Frente a la biblioteca de la escuela se exhibía orgullosamente una de sus obras tempranas, una especie de figura de piedra, aluminio y bronce: su enigmático nombre era Solsticio.”

Sin embargo, con Mónica aborda temas más estructurales sin ser explícita, como el hecho de tener que comportarse de una manera a pesar de estar pasándolo mal, su creencia errónea de que eso le vendrá bien porque se la ha educado así:

“En Wrightsville, secuestrada en su habitación, se pasó varias horas (intoxicantes y agotadoras) estudiando detenidamente los álbumes de recortes que había hecho en el bachillerato, buscando a Mónica, la muchacha dorada, Mónica la reina del baile (el penúltimo curso: había sido acaso la vertiginosa cumbre de su vida social?), para darse ánimo con sus tempranos éxitos. Sabía cómo sonreír, entonces, tal como demostraban esas fotografías, sabía cómo expresar felicidad aun cuando no siempre la sintiera. Pues lo volveré a intentar, pensó Mónica inspirada: seré de nuevo esa muchachita.”

Más explícitas son las referencias posteriores, pero no menos gráficas, como el caso de la enfermera que, en una clínica abortista, acepta, como si no hubiera posibilidad, la maldición de que este sea un mundo de hombres; lo más doloroso es que se da cuenta de ello en un lugar enteramente dedicado a mujeres, que “huela a desinfectante”, es una cualidad que Oates asocia a una situación en la que la mujer necesita ser desinfectada, desparasitada…

“Este es un mundo de hombres, había dicho una de las enfermeras, hacía años, en la clínica de abortos. Este es un mundo de hombres: dicho con un suspiro, como si hablara del tiempo o de la hora del día. Un mundo de hombres, precisamente ese mundo, una clínica iluminada por fluorescentes y oliendo a desinfectante, poblada exclusivamente por mujeres.”

Extremo tras extremo, como en el momento en que Mónica sufre una violación; su único refugio es Sheila y aún en esa situación, con su apoyo, no es capaz de encontrar la culpa en el hombre que la ha maltratado sino que se acusa a sí misma; otro indicio de la estructuralidad inherente y establecida donde se convierte a la víctima en la causante de su daño:

“Sheila le tomó la cabeza en sus brazos, la meció, le preguntó si quería que la llevara a un médico. Si quería que Sheila denunciara a ese hijo de puta a la policía.

Porque, al fin y al cabo la había violentado. Técnicamente y legalmente era una violación.

Mónica se echó a reír, y luego a llorar otra vez, en los brazos de Sheila.

No, no quería ir al médico, y no quería denunciarlo a la policía, sobre todo había sido culpa suya, déjalo estar…”

Mónica, Sheila, dos mujeres, muchos contrastes, una lucha psicológica donde, a pesar de las diferencias entre ellas, se produce un vínculo que más allá de la diversidad, como comentaba al principio sobre Rich:

“Mónica se había equivocado, no estaba mejorando rápida, delirantemente. Le intrigaba el pensar que pronto los huesos le atravesarían la piel. Los huesos de la pelvis, las clavículas, las costillas. Le intrigaba que el “envoltorio protector” de la piel, su piel, pronto se podría disolver; y todo el mundo le entraría.

Ahora hubiera llamado para pedir ayuda, pero se encontraba demasiado floja.

Una llamada a los Jensen de Whightsville, Indiana, pero estaba demasiado floja.

Demasiado floja también para defenderse de Sheila Trask; Sheila imponiéndose ante ella: abriéndose paso a la fuerza en la soledad de Mónica donde no se la quería.”

Nuevas perspectivas que consiguen que abra mi mente a lo que puede ser posible aunque, en un principio, no lo pueda entender.

Empieza mi año, y el estreno es (casi) inmejorable. Lo que me queda por disfrutar.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Isabel Sancho para Solsticio de Joyce Carol Oates.

Resumen Marzo 2015. Volando voy

Cierto. Esta vez el subtítulo es muy descriptivo.

Este mes he avanzado. Ayudado inestimablemente  por los deliciosos libros de Agatha Mistery de Steve Stevenson; está claro, de todos modos, que, aparte de ellos la cosecha ha sido variada y numerosa. Estoy muy contento por el resultado y más adelante acometeré obras de un nivel mayor. Además he leído libros de mi proyecto y en inglés, lo cual resulta aún más productivo. Dicho esto, pasemos al listado de Marzo, ya sabéis que varios de ellos tienen el enlace directo a su reseña/post en el blog:

El mundo deslumbrante de Siri Hustvedt, me extendí tan profundamente que cualquier cosa que diga de más será redundante. Es uno de los mejores libros del año pasado.

El gran misterio de Bow de Israel Zangwill, lo mismo que en el anterior, podéis entrar en la reseña para ver más detalle. Un clásico mistery, uno de los primeros que supone un anticipo del futuro por lo arriesgado de su propuesta.

Thor 4: Asedio de Kieron Gillen, el crossover relacionado con el Asedio de Asgard dio bastante de así. Esta historia centrada en Thor se deja leer sin deslumbrar. Entretenido al menos.

El asesinato de Margaret Thatcher de Hilary Mantel, recopilación de cuentos de la escritora británica que nos demuestran nuevamente su buen hacer.

En el Japón fantasmal de Lafcadio Hearn, ya lo dije, antología deliciosa y variada donde destaca prácticamente todo. Si queréis saber más sobre su composición y fortalezas pinchad en ella. 

Cuentas pendientes de Juan Madrid, aprovechad para leerlo, antes de que se nos vaya. El gran amigo de Ledesma era un gran creador de historias policíacas.

La habitación de Jacob de Virginia Woolf, parece mentira lo claro que tenía por dónde iba a ir Woolf, en este relato primerizo se empiezan a atisbar sus rasgos sin ninguna duda.

Grupo de Noche de Juan Madrid, quizá es el libro más consistente y mejor realizado dentro de la serie de Toni Romano, que ya es decir.

El secreto de Drácula de Steve Stevenson, el italiano se atreve con todo, hasta con maldiciones y vampiros. ¡Y funciona!

Complot en Lisboa de Steve Stevenson, lo mismo se podría decir de este caso donde nada es lo que parece en un caso sin cerrar desde hace diez años.

Operación Amazonas de Steve Stevenson, diversión irregular, se nota que le faltaba evolucionar un poco en la elaboración de las tramas.

La espada del rey de Escocia de Steve Stevenson, entretenido a pesar de no ser de los mejores de la saga.

Ángeles robados de Shaun Hutson, ya lo dije, pero vuelvo a decirlo, qué libro más desasosegante. Todo un soplo de dolor.

Miracleman 2: El síndrome del Rey rojo, pues fíjate, yo ya creía que no iban a poder seguir con estos cómics; me encanta equivocarme. ¿Os he dicho que está Alan Davis? Pues él solo es un motivo de peso para leerlo y disfrutar. 

Adictos a El Crack de Varios Autores, tenía que haber hecho una reseña sobre él, ya no toca, pero os recomiendo encarecidamente que os leáis esta recopilación de ensayos sobre dos de las mejores películas policíacas españolas. A pesar de su brevedad consiguen un grado de análisis más que loable.

El maestro de Petersburgo de J. M. Coetzee, siempre un placer leerlo. Coetzee es un gran narrador y ofrece puntos de vista distintos de las formas más interesantes. En este caso, con la ayuda de Dostoievski. Más información en el post.

Sobre el dragón del abismo de Izumi Kyoka, la pereza y la falta de tiempo se han conjuntado para evitar que ponga algún texto con respecto al grandísimo escritor japonés. Quizá es porque su intimismo y sutileza deben quedar para una lectura personal, da miedo compartirlo. 

La perla de Bengala de Steve Stevenson, a pesar de ser de las primeras historias, el autor tenía claro por dónde debía ir para hacerlo interesante.

Robo en las cataratas del Niágara de Steve Stevenson, el mundo de la ópera y sus tópicos no podían faltar. Otra buena historia. 

Destino Samarcanda de Steve Stevenson, quizá es de los más previsibles pero no pierde su interés gracias al buen humor y las situaciones  habituales.

The Sacrifice de Joyce Carol Oates, el primero de los libros escritos por la norteamericana este año es una magnífica propuesta. Oates vuelve a hacer una mezcla de géneros irresistible.

A la caza del Tesoro en Nueva York de Steve Stevenson, aquí se salta la estructura habitual para plantear el típico reto de agencias de detectives, la novedad y lo bien llevada que está la historia lo convierte en uno de los mejores de la serie.

Perillán de Terry Pratchett, una de las verdaderas penas del año, nos deja el hombre del sombrero, pero queda un legado indiscutible de creatividad. Aquí, como ya comenté, la Inglaterra victoriana y Charles Dickens están más cercanos a nosotros que nunca.

Sobre la escritura de Virginia Woolf, edición de Federico Sabatini, comenté en el post al respecto el valor de las cartas de Woolf, también comenté el batiburrillo que resulta esta selección, interesante, pero escasa teniendo en cuenta todo el material que hay al respecto todavía sin editar.

Y ya está bien.

Este mes no voy a poner lecturas futuras porque tengo un buen caos montado… os referencio al anterior post, la nube de libros sigue vigente, eran demasiados libros y, además, han salido algunos otros por el camino que se han entrometido por su interés.

Quién sabe los libros que vendrán en abril. Os pongo la última foto de compras porque de ella han salido varios de los que estoy leyendo este mes.

Compras_Marzo1

¡Buenas lecturas!

El mundo deslumbrante de Siri Hustvedt. La permanente sombra del patriarcado

Maquetación 1Este es uno de esos libros que establece un límite entre el lector habitual sin pretensiones y el lector avezado dispuesto a ser más arriesgado.

Este es uno de esos libros que no aparece en ninguna lista de lo mejor del año.

Este es uno de esos libros que  difuminan la frontera de la erudición y el esnobismo.

Este es uno de esos libros que se revela como imprescindible.

Las primeras páginas de El mundo deslumbrante son demoledoras:

“Todas las creaciones intelectuales y artísticas, incluso las bromas, las ironías o las parodias, tienen mejor recepción en la mente de las masas cuando estas saben que en algún lugar detrás de una gran obra o de un gran engaño se encuentra una polla y un par de pelotas.” En el año 2003 me topé con esta frase provocativa leyendo una carta al director publicada en la revista The Open Eye, una publicación interdisciplinar que venía leyendo diligentemente desde hacía varios años. La frase no la había escrito quien firmaba la carta, Richard Brickman. Citaba una artista cuyo nombre jamás había visto en letra impresa: Harriet Burden.”

A lo largo de sus páginas, Siri Hustvedt establece una ingeniosa forma de afrontar el papel de la mujer en el arte y parte del hecho esencial indicado en el anterior texto: la recepción de una obra de arte está fuertemente polarizada por el género del artista. A partir de ahí, adopta el papel de una hipotética escritora que se dedica a estudiar la vida de la artista Harriet Burden, que , recientemente fallecida, utilizó a tres hombres para representar sus propias manifestaciones artísticas, tres “máscaras” donde se ocultó por sus miedos a no ser aceptada como mujer. Como un puzle, esta escritora irá conformando un relato totalmente fragmentado donde cada pieza va ensamblando en un complejo rompecabezas formado por los testimonios de las personas que la conocieron, sus suplantadores de identidad y sus propios diarios, así como críticas de arte y artículos sobre su obra:

“De cualquier forma, la carrera de Rune ha sido documentada extensamente. Su obra ha sido objeto de multitud de reseñas y existen bastantes artículos firmados por críticos de arte y libros sobre él a disposición de quienes tengan un mayor interés. No obstante, he querido que el punto de vista de Rune tenga cabida en este libro y por eso le pedía a Oswald Case, un periodista, amigo, y, a la vez biógrafo de Rune, que contribuyera con su opinión y accedió amablemente a ello. Han contribuido, además, Bruno Kleinfeld; Maisie y Ethel Lord; Raquel Briefman (amiga cercana de Burden); Phineas Q. Eldridge (la segunda “máscara” de Burden); Alan Dudek (que convivió con Burden y es también conocido como el Barómetro); y Sweet Autumn Pikney, que trabajó como ayudante en La historia del arte occidental y conoció a Anton Tish.”

Esta forma de estructurarlo deviene en una escritura muy variada y cargada de matices, ya que, adapta cada uno de los testimonios a diferentes estilos, además de obtener un resultado final en el que la construcción de su identidad es casi como un relato de detectives, todo un acicate para la de por sí dificultosa narración; un tipo de narración que, indudablemente, reta al lector habitual, haciéndole salir de su zona de comodidad tanto por los temas tratados como por su estilo:

“Puede que lo mejor sea que el lector del presente libro juzgue por sí mismo lo que Harriet Burden pretendía o no decir y si su relato autobiográfico tiene visos de verosimilitud. El relato que emerge de esta antología de voces es íntimo, contradictorio y, debo admitir, algo extraño. He ensamblado lo mejor que he podido los textos para darles un orden razonable, adjuntando notas que los clarifiquen donde lo he considerado necesario, pero cada palabra pertenece a quienes han contribuido con su declaración, ya que yo me he limitado a realizar los mínimos retoques editoriales.”

Lo fascinante de dicha narración es que, según avanza, Hustvedt demuestra mucha más ambición; si como lectores podemos pensar que ella es la narradora de dicha construcción, esto se va desmoronando, ya que, en realidad, Harriet Burden se convierte en la encarnación de los propios miedos e inquietudes de la escritora norteamericana:

“Sospechaba que, de haber venido yo a este mundo con otro envoltorio, mi obra habría tenido aceptación o, al menos, hubiera sido tomada en serio. No pensaba que hubiese habido ningún complot contra mí. Hay muchos prejuicios que son inconscientes. Lo que aflora a la superficie es una aversión indefinida a la que luego se le asigna alguna justificación racional. Quizá es peor ser ignorado (esa expresión de aburrimiento en la mirada de otra persona) a que los demás estén convencidos de que nada que provenga de ti puede tener interés alguno. No obstante, yo fui acumulando golpes y humillaciones hasta convertirme en una persona aprensiva.

Oído a mis espaldas: esa es la mujer de Felix Lord. Hace casas de muñecas. Risitas por lo bajo.

En mi cara: He oído que Jonathan va a exponer tu trabajo porque es amigo de Feliz. Además necesitaban alguna mujer entre los artistas de la galería.

En un periodicucho: La galería de Jonathan Palmer expone la obra de Harriet Burden, esposa del legendario marchante Felix Lord, […]”

Tal paradoja alimenta un texto cargado de matices donde se dedica a exponer estos dos papeles como una narración esquizofrénica donde se van confrontando estas dos manifestaciones de su propia identidad; es imposible que, leyendo el texto anterior, no recordemos la entrevista que no hace mucho le hacían en un periódico de tirada nacional y que la presentaba, nuevamente, como “la mujer de…”, relegando su importancia a estar conectada a un hombre, como en tantas ocasiones Siri, y otras artistas, han sufrido y sufren en actualmente. Es inevitable establecer los paralelismos entre el libro y la realidad tal y como los dibuja la escritora, llegando al punto en el que, la propia mujer se considera invisible ante el papel preponderante del hombre en un mundo tan restringido como el del arte:

“A la gente de ese mundo le gusta que sus genios sean tímidos, distantes, o unos borrachos que se lían a golpes en el Cedar Bar, dependiendo de los tiempos. Antes de publicar mi artículo sobre Tish descubrí que la tía rara que había conocido en su estudio era la viuda de Felix lord y las piezas del rompecabezas encajaron: la viuda rica y su protegido. El chico estaba bajo su amparo, si no por sus caderas delgadas y adorables, sí por su talento.

Lo que me sorprendió fue no haberla reconocido. Tuve que haberla visto docenas de veces antes de aquel día con Tish. Yo iba siempre a todas las inauguraciones y por lo menos un par de veces asistí, en la espaciosa chabola de los Lord, a los multitudinarios y ruidosos cócteles que daban, donde abundan los canapés y los cotilleos malévolos. Yo tengo muy buen ojo para juzgar a la gente y buen oído para captar un comentario jugoso desde el otro extremo del salón. Sin embargo, la señora de Felix Lord no había dejado en mí huella alguna. En resumen, era la mujer invisible. Supongo que ahora está teniendo sus quince minutos de fama, desde su tumba.”

Como decía en mi introducción, la sensación al leerla, y al leer posteriormente algunos análisis relacionados con la novela, es la de profundo asombro ante la erudición de la escritora, ese tipo de saber que, debido a la multirreferencialidad, el estilo y la oscuridad/ambigüedad de lo tratado, da como resultado una narración difícil, un profundo desafío a la inteligencia del lector y del crítico por extensión; la frontera entre el esnobismo y la erudición se vuelve difusa y depende del fondo lector del que lo lee. No os voy a engañar, cuesta, pero el premio es incalculable.

“A todos los críticos de arte les gusta sentirse por encima de la obra sobre la que escriben. Si la obra los desconcierta o los intimida es más que probable que la pongan por los suelos. Gran parte de los artistas no son intelectuales, pero Burden lo era, y su trabajo reflejaba sus amplios conocimientos. Sus referencias abarcaban muchas áreas y a menudo eran imposibles de rastrear. Su arte también tenía una calidad narrativa, literaria, que a muchos le producía rechazo. Estoy convencida de que su sola erudición basta para irritar a algunos críticos.”

No quería acabar sin resaltar una idea que aparece en el discurso de Hustvedt, la idea de la superficialidad y la falta de profundidad cada vez más acuciantes acentuados por unos medios de comunicación social que están destruyendo precisamente lo que se supone que deberían alentar.

“Rune era un fabulador. Se reinventó continuamente hasta su día final. En ese sentido fue un hombre de nuestro tiempo, una criatura nacida de los medios de comunicación que vivía en una realidad virtual, un avatar caminando sobre la tierra, un ser digitalizado. Nadie le conocía en realidad. El comentario que hizo sobre su autobiografía calificándola de simulacro es, a la vez, profundo y superficial. Ahí radica el quid de la cuestión. En nuestro mundo no puede haber nada profundo, ninguna personalidad, ninguna historia verdadera, tan sólo imágenes sin sustancia proyectadas en cualquier sitio y en todos los sitios simultáneamente. Pronto tendremos artilugios implantados en el cerebro para comunicarnos. La distinción entre realidad e imagen se está desdibujando en estos momentos. La gente vive dentro de una pantalla. Los medios de comunicación social están sustituyendo a la vida social.”

Hustvedt ha compuesto una sinfonía maravillosa de claroscuros que no cesa. Un apabullante grito feminista contra el patriarcado reinante en el mundo del arte. Una novela, sin más, deslumbrante.

Los textos provienen de la traducción de Cecilia Ceriani de El mundo deslumbrante de Siri Hustvedt para Anagrama.