Resumen Marzo 2016. Velocidad de crucero

A nivel de lectura marzo fue de lujo, de hecho este ritmo ha hecho que comience abril con nuevos retos y más lecturas, a un ritmo muy alto de lectura propiciado especialmente por alternar una buena mezcla, heterogénea, con alternancia de géneros y, sobre todo, con mis queridas escritoras y algún infiltrado masculino; de todos modos, de las 22 lecturas que realicé, solo tres fueron hombres, estoy cumpliendo y no es fácil, ya veréis el próximo mes. Pero mientras, no demoro el resumen de lecturas de Marzo 

Llamada perdida de Gabriela Wiener, definitivamente se ha asentado en mi lista habitual de lecturas, gracias a esta joya que editó Malpaso el año pasado donde demuestra como la confesionalidad es solo un factor más que se añade a un estilo inigualable para realizarlo. Tengo pensado en breve escribir algo sobre ella. 

Laberinto del alma de Ana Llenas, una verdadera curiosidad este libro infantil que la autora utiliza para describir, en cada página, con la ayuda de una ilustración, un montón de sentimientos de forma que un niño pueda entenderlos. Un buen esfuerzo para un libro bastante vistoso.

Gustav Mahler. Un piano olvidado de Norma Sturniolo, me extendí ya en profundidad sobre él en la reseña que tenéis pulsando el título. Podría haber sido mucho mejor. 

Ms Marvel 2: Generación ¿Por qué? de Willow G. Wilson, segunda recopilación de números de la colección (los que comprenden del 8 al 15) con la participación de los mismos culpables, vuelven a repetirse los sellos de identidad que tan bien ejecutan su guionista Willow G. Wilson y el dibujante Adrian Alphona. Lo bueno es que, además, se esfuerzan en dotarla de presencia en el universo marvel gracias a la introducción de Mandíbulas, el conocido perro inhumano y de presentarnos un San Valentín distinto con la afortunada presencia de Loki. Lo que puede parecer fuera de lugar, en sus manos se vuelve un pretexto más para evolucionar el personaje y volver a enseñar historias donde, más allá de hallar reflexiones sobre raza o género, nos encontramos, además, con buenas historias y, además muy entretenidas.

Los últimos días de Ms Marvel de Willow G. Wilson, el comentario anterior me podría valer para este;, gran esfuerzo, y muy meditado para integrarla en el último macroevento , un cruce con “Secret Wars” que además  confronta por primera vez a nuestra encantadora Kamala con su admirada Ms Marvel. Sencillamente, disfruto leyendo esta colección, ofrece muchas cosas y siempre me resulta diferente.

Lecturas no obligatorias: Prosas de Wislawa Szymborska, esta misma semana quiero poner un comentario sobre  ella. Otra de esas autoras que pasan a engrosar mi lista habitual de lecturas.

De la enfermedad de Virginia Woolf, uno de esos pequeños ensayos tan bien hilados de la autora y que, por lo menos citaré en un próximo post en relación a otros ensayos suyos.

Una entre muchas de Una, la he comentado en algún otro sitio siempre recomendándola, esta historia realizada por la enigmática Una, tiene la habilidad de mezclar autobiografía, un relato policíaco de un asesino en serie y los propios datos, dolorosos, sobre la violencia de género; y lo hace de manera amena gracias a su habilidad narrativa y a un dibujo de composiciones diversas que promete emociones cada vez que pasas la página. Es difícil no quedarse con una sensación amarga pero está muy bien realizado.

Un susurro en la oscuridad de Louisa May Alcott, curioso thriller psicológico el que nos han traído desde Hermida de la creadora de Mujercitas, sobre todo por lo insospechado de los temas tratados en una época en que no eran tan habituales. La verdad es que se lee con mucho interés y, debido a su breve longitud, se termina en un momento.

Teoría King Kong de Virginie Despentes, sinceramente, esto es un BOOM mental desde la primera hasta la última página. Tales perspectivas se me escapaban totalmente y me sacan de mi intervalo de seguridad, de aquello que puedo esperar. Voy a escribir algo sobre ello, con mucho miedo, pero lo intentaré.

Departamento de especulaciones de Jenny Offill, lectura típicamente fragmentada que se lee sin apenas esfuerzo pero que pierde en la reflexión futura. Sobre todo por haber leído posteriormente a Adler, que utiliza la misma técnica con resultados mucho más satisfactorios.

El lector común de Virginia Woolf, me arriesgaré a decir que esta semana debería haber salido algo de ella en el blog. Los ensayos de Woolf son muy inteligentes y demuestran lo capaz que era en todo lo que propusiera.

E de Evidencia de Sue Grafton, no queda nada para que Grafton termine una de las series más longevas (el alfabeto del crimen) en el terreno policíaco (ya sale la X); y se vuelve a demostrar lo buena que es a la hora de caracterizar a Kinsey Milhone, comprendo que mucha gente pusiera bien esta novela pero, claro, habiendo leído novelas posteriores, se puede relativizar más el valor de esta entrega; lo mejor estaba por llegar pero ya quisieran muchos “maestros de la novela policíaca” hacer una novela tan buena como esta.

Papi de Rita Indiana, no hemos entrado con buen pie, hay algo que no iba en la lectura de este libro y que me horrorizó relacionado con su estilo. Aun así, soy paciente, este mes tengo programada otra para comprobar si mi impresión fue errónea. Más noticias en el futuro. 

Fuerzas especiales de Diamela Eltit, en cambio Eltit sí me convenció, me gustaría escribir algún comentario sobre esta oscura y triste novela.

Más allá hay monstruos de Margaret Millar, inexplicable (y desesperante) que no se lea más a la grandísima Millar; su talento viene expresado con esta novela en la que plantea una historia bastante poco habitual donde no hay detective, ni el típico perdedor; sin embargo es una trama muy negra que se convierte en algo regional, un pretexto para pintar lo más oscuro del sueño americano presente en esos típicos ranchos perdidos donde la ley impera de una manera muy diferente. Una gran novela con un ritmo distinto.

La virgen en el jardín de A.S. Byatt, haré comentario, hay que hacerlo, aunque solo sea para mí. Total, la leemos tres en España.

Oscuridad Total de Renata Adler, he hablado ya bastante sobre ella en el blog. Pinchad en el título para haceros una de lo que nos ofrece.

El show de Gary de Nell Leyshon, lo mismo ocurre con el nuevo libro de Leyshon, echadle un vistazo en el blog.

 

Los disidentes

El leñador de Michal Witkowski, el primero de los disidentes de este mes es una propuesta muy diferente a la hora de plantear una novela policíaca. El autor polaco nos plantea una trama que se aleja de cánones ya desde el punto de vista, muy cercano a la teoría queer. También pretendo escribir algo de él para Canino. 

El resplandor de Stephen King, una relectura que me va a ayudar para preparar la siguiente entrega de la Kingpedia en Canino. Muy satisfactoria esta primera etapa del King más clásico.

Los vengadores Costa Oeste: Reunión de Roger Stern y Mark Gruenwald, en su momento, la facción de la Costa Oeste de los vengadores me gustó bastante, buena parte del disfrute tenía que ver con que su jefe fuera Ojo de Halcón, uno de mis superhéroes favoritos junto a la resolutiva Pájaro Burlón y la inclusión de una alineación que se salía de lo corriente. Desde Panini están buscando recuperar las historias del gran grupo y este es el punto de partida, una historia en solitario de Ojo de Halcón. Es una buena ocasión para encontrar por fin reeditadas unas historias de sabor plenamente superheroico lejos de otras pretensiones.

Veintidós lecturas, de las cuales solo tres han sido disidentes y nueve autoras nuevas. Definitivamente, estoy cumpliendo las expectativas y, sobre todo disfrutando.

No me voy sin poneros la foto con las adquisiciones del mes de marzo

AdquisicionesMarzo

Os habréis dado cuenta que muchas de ellas ya las he leído (Una, Alcott, Offill…), otras están previstas en el futuro (Kyoka, Laing, Balló) y, por último, varias han pasado al año que viene (Flanagan, Fuentes).

Un abrazo y ¡Buenas Lecturas!

Oscuridad total de Renata Adler. La realidad fragmentada

9788416358953“Ésta, creo, es la visión de la vida que se refleja en la ficción de Adler. Nada evoluciona, nada deriva. Los efectos no resultan de causas. Los episodios se graban sin ninguna relación entre sí. Por fortuna, son episodios fascinantes.”

La frase con la que termina su postfacio Muriel Spark supone todo un resumen del sentido que tiene la técnica empleada por Renata Adler en sus obras; comenté en su momento, a propósito de Lancha rápida (su primera novela) lo que decía de ella Guy Trebay que transcribo nuevamente a continuación:

“Sin embargo, la ficción estrictamente vanguardista tiende a despreciar la mayoría de los llamamientos a la emoción, el sentimiento, la preocupación por los personajes y lo que les ocurre, como barato y kitsch, y se mantiene en un ámbito gélido. La ironía, el humor, escalofríos de asombro, cierto ingenio, una cualidad atribulada, pero eso es todo. Nada que te haga llorar, preocuparte por los personajes, querer cosas por ellos. No podrías ser, pongamos, Dickens ahora, o George Eliot o Henry James. O quizá podrías escribir como ellos, con suerte, pero no sería fiel a nuestro tiempo, sonaría falso en cierto modo. Para aquellos efectos has de volver a los originales. Adoro los efectos vanguardistas, lo que quiero decir es que Kafka, aunque perfecto, es frío. Así que me preguntaba si en estos tiempos existe una forma de poner sentimiento convencional. No creo que lo haya logrado salvo de manera esporádica, hasta Pitch Dark. Quizá ni siquiera entonces.”

En él se discutía sobre la inconveniencia de escribir como los clásicos victorianos en los tiempos que corren y cómo se adecuaban las técnicas vanguardistas (postmodernismo, etc.) a la realidad que vivimos en estos momentos, una realidad fragmentada, de esbozos pero, al mismo tiempo, tremendamente fría en su aparente perfección; hacía una referencia a Pitch Dark (Oscuridad Total) que ahora cobra total importancia ligándola con el postfacio de Spark:

“La novela de Renata Adler Oscuridad Total, como su primera obra de ficción, Lancha Rápida, es un género en sí misma, una narración discontinua en primera persona. La mente de Adler es analítica y su estilo, efervescente. Adler también tiene una auténtica historia tradicional que contar, una historia de amor, aunque desde luego no la explica con claridad. Uno tiene que irla montando como lo haría si hubiera encontrado el diario íntimo de un desconocido. Uno ha de leer entre líneas (y las líneas en sí son otra clase de entretenimiento) y agarrarse a pistas y fragmentos hasta que el conjunto queda claro, y el personaje de la narradora se completa por la expresión sincera de sus sentimientos, sus opiniones y pensamientos, sus experiencias cotidianas, siempre con un punto de desesperación.”

En efecto volvemos a disfrutar de esa narración discontinua a base de fragmentos que se van interponiendo unos sobre otros sin aparente conexión pero aquí sin embargo, si podemos encontrar una historia de (des)amor de fondo, vertebrando y dando consistencia a toda la novela:

“La narradora, Kate Ennis, es periodista. Ha tenido una aventura de ocho años con Jake, un hombre casado desconsiderado  egoísta, con el que decide romper pese a que sigue enamorada de él. Al principio del libro, Kate, después de viajar por el mundo y de cruzar el Atlántico varias veces, sigue en el mismo estado de ambivalencia. Recordando desde una pequeña isla en el estrecho de Puget, escribe en primera persona. “¿Puede ser que, accidentalmente, tirara lo más importante?” es una de las muchas frases que se repiten a lo largo del libro. En ocasiones se dirige a su amante. “¿Sabes? Eres, fuiste lo más parecido que tuve en mi vida a una historia real” es otro estribillo. Y en ocasiones le reprocha de forma extensa: “Lo que has hecho es organizar tu vida de manera que las cosas con un poco de alegría o belleza fueran las cosas en las que yo no participaba.”

De esta manera, consigue abandonar esta aparente gelidez para mostrarnos retazos de lo que ha sido esta relación que, además, muchas veces contrastan con el ritmo/estilo de los párrafos habituales:

“Supongo que he sido cara de mantener sólo en este sentido: que me has dedicado más tiempo en esas salidas, viajes de trabajo, visitas en los intersticios de tu vida, del que jamás planeaste dedicarme. Sin embargo, lo que has hecho es organizar tu vida de manera que las cosas con un poco de alegría o belleza fueran las cosas en las que yo no participaba. No, no quiero decir eso. Es sólo que no creo que pusiera un precio muy alto. Ni siquiera iba a haber un precio. Sin embargo, aquí estoy, después de todo, sola en la isla Orcas. Y, sencillamente, lo que ocurre ahora es muy deprimente y mediocre. 

Eh, espera.

                Bueno, al fin y al cabo, el amor es un hábito como cualquier

Otro.

                Un hábito, quizá. Como cualquier otro, no.”

17WITT-facebookJumboCada uno de ellos refleja una cierta desesperación que lo impregna enteramente de manera constante, un sentimiento inherente que nos demuestra una mayor calidez; al fin y al cabo supone una ruptura para ella, ruptura que expresa a través de la disrupción en su escritura, las frases largas se interrumpen en frases breves, cortantes, con puntos y apartes, mostrándonos mucha más pasión y sentimientos, el siguiente párrafo es paradigmático de esta técnica:

“Déjame decir sólo que

                No.

                ¿Cómo que no? Déjame sólo

                No.

                ¿No?

                No. Ya estoy cansado. No quiero oír hablar de eso. No quiero verlo. No quiero contarlo. No quiero formar parte de nada de eso.

                Bueno entonces, ¿qué?

                Déjame en paz.

                Bueno, entonces no puedo.

                No te disculpes. Déjalo estar.

                Pero.

Vete.”

Al mismo tiempo, en los párrafos que se intercalan con estas narraciones  que suponen el hilo conductor volvemos a encontrarnos reflexiones de todo tipo pero no es descartable que, de fondo, esté la figura del desamor, incluso de una manera surrealista como el concurso de su media naranja en el que la esposa responde algo que no sabe sobre su pareja de manera absurda:

“Era tan aburrido como, bueno, como un sonsonete, y tan repetitivo como un vals, como un lamento country en tempo de vals. Era tan absolutamente espantoso como un vino rosado.

A ver, ¿para qué me adelantaste en la carretera, desde una calle lateral, cuando no había más coches a la vista detrás de mí, si ibas a conducir más despacio que yo?

Estaba empezando a atardecer en la ciudad. La tele estaba encendida. Veíamos Su media naranja. El presentador acababa de preguntarse a la concursante, una mujer joven de Virginia:

-¿Cuál es el roedor que menos le  gusta a su marido?

-El roedor que menos le gusta –repuso ella, arrastrando las palabras con serenidad y sin vacilar-. Oh, creo que sería el saxofón.”
De hecho, es sintomático de esta sensación el que le dedique más cariño a la figura de un mapache enfermo que encuentra en su chimenea que a la de su propia pareja (este hecho lo comenta también Spark):

“Alrededor de una hora después de llamar, llegó una camioneta abollada. Yo ya estaba esperando fuera, en parte por impaciencia, en parte porque el granero no era fácil de encontrar, y en parte para dejar de quedarme mirando al ya obviamente febril y agotado animal, que de alguna manera había vuelto a aupar todo su cuerpo a la salamandra, y estaba sentado precariamente, apoyado contra la chimenea, parpadeando. La noche era muy fría y ventosa. Un hombre entrecano, con chaqueta de lana remendada y una gorra vieja con orejeras, bajó lentamente de la camioneta. Un chico de unos diez años con la misma lentitud y vestido de manera similar, bajó del lado del pasajero.

-Hola –dije-, soy Kate Ennis.

-Bueno, señora, soy el inspector de fauna salvaje. Y él es mi nieto.”

Incluso en un párrafo como el siguiente, teñido por la desesperación, la presentación de las dicotomías irreconciliables parecen pretender mostrar la insatisfacción sentida por no saber qué hacer sin ser criticado, el pecado está en una cosa y en su opuesta, sea cual sea nos provoca desequilibrio, desconfianza, inestabilidad, como el que siente la narradora:

51hTvJoTzfL._SX309_BO1,204,203,200_“Aquí tenemos el pecado del silencio. También los pecados de la locuacidad y la labia. Tenemos el pecado de la moderación y también del exceso. Tenemos nuestros pecadores glotones y nuestros pecadores anoréxicos. Tenemos el pecado de ir delante y el de usted primero, Alphonse. Tenemos los pecados de la impaciencia y de la paciencia. De no hacer nada y de actuar. De la espontaneidad y del cálculo. De la indecisión y de sentarnos a juzgar a los colegas. Tratamos de estar alerta ante las infracciones y cuando no encontramos ninguna sabemos que hemos caído en el pecado de la desatención o de la petulancia. Tenemos el pecado de la desobediencia y el de limitarnos a cumplir  órdenes. El de la gravedad y la levedad, de la complacencia, la ansiedad, la indiferencia, la obsesión y el interés. Tenemos el pecado de la falta de sinceridad y de contar verdades inconvenientes. Tenemos el pecado de la ingratitud por nuestras muchas bendiciones y el de alegrarnos en cualquier momento de nuestras vidas. Tenemos los pecados del escepticismo y de la fe. De la puntualidad y del retraso. De la desesperanza y de esperar alguna cosa. De no pensar en los niños que mueren de hambre en la India, de regodearnos en pensamientos sobre esos niños, […]”

La propia Adler es capaz de describir su técnica a la hora de escribir con una figura, la del diario, totalmente conocida por todos; el diario, cuando se lee seguidamente, muestra las mismas sensaciones que cuando la leemos a ella:

“Sólo dos veces en mi vida he estado cerca de llevar un diario. La segunda vez fue cuando tenía veintitantos años. En un cuaderno ordinario, sin ningún cierre, por supuesto, y con páginas sin fechar, escribí cada día, desde un domingo al miércoles  de dos semanas después. No sé cuál es el mes o el año, aunque recuerdo que era verano. […] Todo acabó en la entrada del jueves cuando eché la vista atrás. Leí las entradas de los últimos nueve días y simplemente no conseguí entenderlas. Como si estuvieran escritas por una desconocida y en código.

[…] Los hechos simplemente no estaban allí, y, lo que era más sorprendente, yo no podía reconstruirlos. Ni a partir de las pistas sobre mi humor, ni por el hecho de que habían ocurrido tan recientemente. Podía recordar con más precisión hechos de muchos años antes. Y la primera, la única otra vez, que traté de llevar un diario, de hecho, ocurrió hace muchos años, cuando tenía doce. Abarcaba meses, con entradas diarias y considerable detalle. Y el punto más destacado era sólo éste: todo era mentira. También mis cartas, entonces y después, consistían sobre todo en lo que quería que otra gente creyera.”

Me gustaría terminar con una pequeña reflexión de Spark al respecto de si esta obra puede ser considerada una novela o no desde su punto de vista fragmentario y poco cohesionado:

“¿Adler quiere sugerir que ella misma es Kate Ennis?  Los personajes absurdos están bien, pero este tiene el efecto de absurdo profesional. Rompe la ficción y, por un instante, tenemos autobiografía. Uno de los estribillos que se repite en todo el libro es: “¿De quién es esta voz? No es mía. No es mía.” El misterio del nombre falso permanece. ¿De quién es la voz?

La gran pregunta que una obra como ésta impone al lector es: “¿Qué es una novela?” No hay ninguna definición absoluta, pero, desde luego, hasta cierto punto, una novela es una representación de la visión de la vida del autor. Oscuridad total, como Lancha rápida, es una obra de ficción sobre todo debido a que afirma serlo; damos por hecho que el yo de la novela es un personaje de ficción. En ambos libros, el personaje es una periodista. En Lancha rápida, la narradora afirma: “Desde luego, no creo en la evolución. Por ejemplos, los fósiles. Creo que hay objetos en la naturaleza –a saber, fósiles- que se presentan en capas, y que algunos visionarios semirracionales insisten en derivar de animales, los de abajo más antiguos que los de encima. Lo mismo opino de las derivaciones de palabras […]. Nunca he visto derivar una palabra.” 

Independientemente de estas disquisiciones, es innegable que Oscuridad total nos vuelve a demostrar que la realidad que vivimos no sigue un orden lógico en el que cada causa origina el subsiguiente efecto, sino que todo lo que nos ocurre se ordena de una manera inesperada pero, gracias a la prosa de Adler, subyugadora. 

Los textos provienen de la traducción de Javier Guerrero de Oscuridad total de Renata Adler publicado por Sexto Piso.

La bestia de París y otros relatos de Marie-Luise Scherer. Del periodismo a la literatura

portada_alta_bestiaPasó injustamente desapercibido La bestia de París y otros relatos de la alemana Marie-Luise Scherer (1938, Saarbrücken) redactora de Der Spiegel y gslardonada por su labor periodística con el Premio Ludwig Börne; editado con el esmero habitual por Sexto Piso nos encontramos con cuatro relatos que parten de una base periodística y a los que la escritora da forma novelística.

Es muy interesante comprobar las diferentes aproximaciones que se pueden hacer partiendo de esta misma proposición; tal es el caso de Renata Adler o de Svetlana Aliexiévich (de la que hablaré la próxima semana) que se alejan un poco del acercamiento de Scherer; la primera convierte la información en retazos (des)ordenados que configuran la realidad mientras la segunda se basa en las entrevistas que realiza sobre un tema concreto (Chernóbil, Afganistán…) para conformar una especie de relato oral; la alemana adopta un tipo de narración predominantemente novelística dando voz a los personajes que transitan por ella como si fueran ficcionales y utilizando un elemento conductor, un leitmotiv geográfico y emocional: la ciudad de París. Ejemplo paradigmático de su buen hacer es el primero de los relatos que da nombre al conjunto.

En “La bestia de París” se relatan las andanzas de Thierry Paulin (1989) que, a lo largo de cinco años asesinó a más de veinte ancianas en París junto con su cómplice Jean Thierry Mathurin solamente por el (aparente)  fin de mantener una vida de derroche y glamour; la escritora describe a la perfección los asesinatos que se van sucediendo y aprovecha para diseccionar las características, los rasgos que los definen y que, al mismo tiempo le sirven para explicar su personalidad:

“Entre todos los asesinatos que ocurrían a diario en París, la muerte de Iona Seigaresco despertó cierto interés. Aquella maestra jubilada, oriunda de Rumanía, era la cuarta anciana que perdía la vida de una manera similar en un plazo de cuatro semanas. Atada de pies y manos, con una mordaza en la boca, yacía en su recibidor, asesinada a golpes. Tenía rotos la nariz, el mentón, la cervical y las costillas del lado derecho. Aún llevaba puesto el abrigo, al lado de la cabeza estaba el sombrero, y junto a la puerta, la bolsa de la compra.

El piso parecía haber sido registrado con un brío furioso. En el caso especial de la víctima Seigaresco, el asesino, además, se había visto decepcionado en sus expectativas debido a la enorme cantidad  de libros que tenía la mujer, lo cual tiene que haber despertado en él unas ganas tradicionales de revancha. Por encima de todo lo que había regado por el suelo, estaban, abiertos y destripados, el sofá y los sillones.”

Paulin y Mathurin, en las palabras de Scherer, se convierten en personajes novelescos desde el mismo momento en que describe el sitio donde viven, introduciendo de esta manera uno de los tantos barrios de París, un barrio humilde, en un hotel sencillo donde la vida no es noble pero tampoco es tan mala:

“Thierry Paulin y Jean-Thierry Mathurin viven a lo largo de todo el año 1984 en el hotel Laval, en el número 11 de la calle Victor-Massé, en el noveno distrito. Con una estrella, es un hotel de la más baja categoría: una cama, una mesa y una silla conforman el deslucido mobiliario. Las habitaciones no están sucias, pero son miserables; los inquilinos, en la mayoría de los casos, son huéspedes permanentes con profesiones nocturnas e ingresos irregulares. El único objeto de valor en su escaso equipaje es una moderna chaqueta de cuero. El dinero se les va en el alquiler diario de 185 francos, en servicios rápidos de tintorería, en paquetes de Marlboro y en los menús para llevar de las cadenas de comida rápida norteamericana. Les restan un par de carreras en taxi y las cervezas de lata de la máquina, que hacia el amanecer, cuando regresan al hotel, ponen el sello a la noche. No es una vida noble, pero tampoco es una vida tan mala para París, donde un hotel como éste es algo más que un techo bajo en el que cobijarse.”

Es sintomático de su carácter el que se encuentren en la habitación más cara y describe ciertos rasgos que sirven para configurar una personalidad obsesiva que no acepta una vida alejada de la riqueza; sus hábitos eran de ricos, su vida estaba alejada de estos ámbitos:

“Paulin, de veintiún años, y Mathurin, de diecinueve, ocupan la habitación más cara, la que cuesta 85 francos. Disponen de un armario para la ropa y de una ducha, viajan habitualmente en taxi y jamás se los ve en la escalera del hotel con un sándwich en la mano. Son gente solvente, y especialmente Paulin tiene el hábito de dar buenas propinas. La sala de estar, aparte de una pecera sin iluminación y un aparato de televisión, no muestra ningún otro elemento de atrezzo que incremente la sensación de habitabilidad; Paulin se ocupa de crear ambiente, invitando a todos a bebidas de la máquina.”

París actúa como desencadenante de muchas de las situaciones, como si de un ente vivo se tratara, solo tenemos que comprobarlo en las “empinadas calles de Montmartre” que causarán, en última instancia, las circunstancias de la muerte de una nueva anciana, desvalida por tener que recuperar el aliento que ha perdido al subirlas: 

“Las empinadas calles de Montmartre, que muchas veces se convierten es escaleras, obligan a las ancianas a detenerse en repetidas ocasiones. Durante esas etapas buscan siempre un contacto visual que clama cierta indulgencia.

Jeanne Laurent, de ochenta y dos años, podría estar ya agotada en ese momento debido al desnivel de la calle Eugène-Carrière, cuando aún tiene por delante la escalera de la calle Armand-Gauthier, en cuyo extremo, en el número 7, vivía. Y así debieron de tropezársela el asesino y su cómplice: apoyada en la barandilla, recobrando el aliento.”

Lo geográfico está, por lo tanto, indisolublemente unido a la narración, presente en todo momento y sirviendo como hilo conductor narrativo; la caracterización e investigación de la escritora alemana indaga hasta buscar las causas que originan todo, el fin último de Paulin: ese afán por ser famoso/rico/poderoso.

“Mientras que para Paulin se cumple su anhelo de fama, Mathurin ruega a los agentes, temiendo no poder conseguir nunca más un puesto de trabajo, que no hagan público su nombre. Aún no se ha fijado la vista para un juicio contra Mathurin, que permanece en prisión preventiva en la cárcel de La Santé.

El 17 de abril de 1989, Paulin, que ha pasado a la historia criminal francesa con el apodo de “La Bestia de París””, muere de sida a la edad de veinticinco años en el hospital de la penitenciaría de Fresnes.”

De diferente índole es el segundo relato “El último surrealista” donde, por el contrario, se refleja la  atmósfera literaria de principios del siglo XX en París, el ardor manifiestamente cultural por la Belle Époque, una época donde lo bohemio cobró una gran importancia:

“La presentación me llevaría hasta un piso parisino que, por estar situado en el decimosexto distrito, tendría que haber sido elegante. Por lo menos las ventanas francesas que llegaban hasta el suelo hubieran debido tener, en correspondencia, largas cortinas, y en el espacio entre dos ventanas debió haber, en cada caso, un mueble singular. Pero fue todo lo contrario.

Un cartel con las letras en vertical, con el nombre de Résidence d’Auteuil, destaca en la fachada del número once de la calle Chanez. La escalera de entrada podría llevarnos hasta el monumento a un soldado, y a su parte delantera se une una instalación con baños y duchas masculinas. Una desolada llave maestra para miles de usos humanos.”

Un periódo en el que sonaban los nombres de Satie o Picasso (y otros colosos culturales) y donde la poesía era tan relevante para lo cultural que se entendía como una creación colectiva, más que individual:

“Los esnobs de París no hacen sino hablar de un ballet de Diaghilev: PArade; la música es de Eric Satie; la escenografía y el vestuario, de Pablo Picasso; el breve libreto es de Jean Cocteau, que publica, para la plebe que se divierte, “sus tres líneas de texto”, (Soupalt), con lo cual contribuye al éxito del conjunto. También para Philippe Soupalt, Cocteau será (y seguirá siendo) una figura negativa, un tipo escurridizo, a resguardo en la Cruz Roja por su ineptitud para el frente, siempre detrás de los que tienen las verdaderas ideas.

En el penúltimo año de la guerra, el joven Soupault, alto y delgado, yace en un hospital militar de París con tuberculosis pulmonar. En ese estado febril, que estimula su fantasía, lee los cantos de Maldoror, de Isidore Ducasse, que se hace llamar “Conde de Lautréamont”. Soupault, que hasta entonces ha leído de una manera desenfrenada, sin orden, se queda prendido de un pasaje del texto en el que encuentra algo tan bello “como el encuentro inesperado de una máquina de coser y de un paraguas encima de una mesa de autopsias”. A través de la frase apelativa de Lautréamont (“La poesía debe ser hecha por todos, no por uno solo”), se ve imbuido de la certeza casi paroxística de formar parte de esa poesía.”

En “Cosas sobre Monsieur Proust” Scherer ahonda en la figura de Proust gracias a la excusa de describir un rodaje cinematográfico de una obra del autor, es imposible no rendirse incondicionalmente ante un personaje que vive gracias a contar las vicisitudes que vivió el escritor francés:

“Parece que el elixir de su vida reside en contar a la gente cosas sobre Monsieur Proust. Un mal que ahora sólo la hace sonreír son esos señores pertenecientes a la clase social de Monsieur Proust que envidian su proximidad con él; que sienten celos por el polvo dental que ella tenía que sacudirle de la solapa cuando salía por las noches.”

Para terminar la antología volvemos al presente con “Grititos de reencuentro” donde se dedica a la moda parisina y sus fastuosos desfiles, gloriosas descripciones se acompañan de reflexiones más profundas y que van más allá de la superficial puesta en escena:

“Para este pandemonio de damas parisinas cuenta en la moda, únicamente, lo que ellas también puedan vestir. Una excepción la hace el vestido de novia al final del desfile, algo de por sí impracticable, ya que en el caso de todas ellas el momento de pasar por el altar quedó atrás hace mucho tiempo. Como una anteojera, al vestido le crece desde el talle una especie de corola gigantesca que llega hasta más arriba de la cabeza, como si hubiera que proteger a la novia de un repentino cambio de opinión.

A menudo lo sensacional de un desfile de moda no está en la moda en sí. Porque a menudo lo que queda bien grabado en la memoria, más que las prendas de ropa, es la puesta en escena. La moda, para decirlo de una forma guarnecida, sólo ofrece el pretexto para un nuevo tema de conversación.”

Heterogénea recopilación de relatos que nos descubren a una narradora como la alemana capaz de reflejar París desde sus diferentes ámbitos: desde los asesinatos de uno de sus habitantes hasta los desfiles de moda, pero siempre con una gran capacidad analítica/descriptiva y un estilo propio caracterizado por su claridad con pequeños estallidos líricos. Una gran lectura.

Los textos provienen de la traducción de José Aníbal Campos de La bestia de París y otros relatos de Marie-Luise Scherer para la editorial Sexto Piso.

Lancha rápida de Renata Adler. Garabatos de realidad

lancharápidaSi hay algo en lo que se está especializando Sexto Piso es en publicar autores que, extrañamente, debían estar publicados por aquí anteriormente. El caso que nos atañe hoy es el de Renata Adler, nacida en Milán en 1938, en los años sesenta comenzó su carrera como escritora en la revista The New Yorker donde realizó crónicas sobre temas tan diversos como el Movimiento por los Derechos Civiles o la vida en el Sunset Strip de Los Ángeles. En 1976, su primera novela, Lancha Rápida, ganó el Ernest Hemingway Award.

Estaba yo pensando directamente en ponerme a hablar de dicha novela cuando el postfacio de Guy Trebay me lo pone facilísimo por su claridad a la hora de explicar prácticamente todo lo que viene en ella:

“Con un estilo a veces periodístico, cronístico, aforístico, siempre episódico y mordaz, Lancha rápida es una novela hecha de una serie de miniaturas observadas con gran agudeza y colocadas oblicuamente. Aunque en ocasiones puede parecer que estar miniaturas se despliegan, por parafrasear a Borges, de manera arbitraria y sin ningún orden especial, como las cosas que uno ven en sueños, en realidad están organizadas en patrones sutiles e inevitables, también como las cosas en los sueños. Como Lancha rápida es una novela sin principio ni final obvio, una obra en la cual el progreso narrativo no se mide tanto en términos de sucesos como por la presentación incisiva de los detalles, y donde un simple fragmento de diálogo podría indicar que todo ha cambiado, se ha incluido en ocasiones en la más temible de las categorías: ficción experimental.”

En efecto, Lancha Rápida, es una heredera de su tiempo, a lo largo de sus capítulos se reúnen textos aparentemente inconexos que siguen una línea de actuación y que tratan temas de todo tipo; no podemos hablar de principio ni de final, es un flujo de pensamientos que reflejan lo que es nuestra realidad:

“Lancha rápida también hace eso, estampar conciencia contemporánea con su marca singular. Puesto que el libro prefiguró con décadas de antelación ciertas formas de comunicación telegráfica que ahora damos por hechas, es fácil olvidar que Lancha rápida llegó mucho antes que el correo electrónico o Facebook o Twitter. Adler había crecido leyendo a novelistas del siglo XIX y ellos la habían moldeado; sin embargo, descubrió que no podía trabajar con formas tradicionales. Y así pues, Lancha rápida es un libro sin suspense ni nada que parezca una trama definida, una novela cuya protagonista tiene conversaciones telefónicas que a menudo suenan como un diálogo de Beckett, cuya relación con la violencia es abstracta, cuyo oído siempre tiende a capturar la charla grotesca y tristemente cómica de un cóctel de la vida urbana del siglo XX. Es este un libro en el cual el tiempo y el tiempo verbal son inestables, los hechos se comprimen, la moralidad está sujeta a una revisión constante, bajo la presión de un par de torsión situacional.”

Tendemos a intentar valorar las obras de arte (libros, películas…) por tener una trama definida y bien hilada, lo que nos parece cerrado, sin sobresaltos; sin embargo, ¿cuántas veces encontramos esa trama definida en nuestra realidad? ¿En el mundo que vivimos?; sinceramente, casi nunca, el dicho “la realidad supera la ficción” lo podemos aplicar en innumerables ocasiones; aun así nuestra búsqueda de esa estabilidad/definición provoca que obras tan iconoclastas como la de Adler provoquen incomodidad; la siguiente idea de Trebay me parece muy interesante:

“Sin embargo, la ficción estrictamente vanguardista tiende a despreciar la mayoría de los llamamientos a la emoción, el sentimiento, la preocupación por los personajes y lo que les ocurre, como barato y kitsch, y se mantiene en un ámbito gélido. La ironía, el humor, escalofríos de asombro, cierto ingenio, una cualidad atribulada, pero eso es todo. Nada que te haga llorar, preocuparte por los personajes, querer cosas por ellos. No podrías ser, pongamos, Dickens ahora, o George Eliot o Henry James. O quizá podrías escribir como ellos, con suerte, pero no sería fiel a nuestro tiempo, sonaría falso en cierto modo. Para aquellos efectos has de volver a los originales. Adoro los efectos vanguardistas, lo que quiero decir es que Kafka, aunque perfecto, es frío. Así que me preguntaba si en estos tiempos existe una forma de poner sentimiento convencional. No creo que lo haya logrado salvo de manera esporádica, hasta Pitch Dark. Quizá ni siquiera entonces.”

Incide en dos aspectos bastante comunes; el primero de ellos es la aparente frialdad de este tipo de narraciones postmodernistas o vanguardistas en general; hay mucho camino en este aspecto, Sergio de la Pava lo empieza a entender como adelanté (enlace) dando una visión más humana del postmodernismo. El segundo de los aspectos tiene que ver con la incongruencia que supondría actualmente escribir como escribían Dickens o George Eliot; de ahí que el arte, consecuentemente, refleje el estado cultural/social de la época en la que vivimos; es por ello que el postmodernismo sea lo más cercano a esa realidad actual, una realidad en la que la clave de lo que sucede está mutando continuamente, no podemos agarrarnos a prácticamente nada pero sí podemos certificar que somos los protagonistas de lo que está sucediendo:

“Cuál es la clave –dice Jen en Lancha rápida. La frase no es una pregunta-. Eso es lo que debe tenerse en cuenta. En ocasiones la clave real es quién quiere qué. En ocasiones la clave es lo que está bien o es amable […]. En ocasiones se trata de quién tuvo la culpa o de qué ocurrirá si no actúas enseguida. La clave cambia y desaparece. No puedes estar siempre pendiente de cuál es la clave o te pierdes lo más simple: ser un personaje protagonista en tu propia vida.” Un escepticismo vigilante, una duda profunda, es probablemente la corriente más fuerte y ciertamente la más moderna del sentimiento en Lancha rápida: la duda, después de todo, es escritura. La elegancia, la persistente frescura de Lancha rápida no son un misterio cuando la consideras una novela que más de una vez pone en cuestión la moral de la historia y, a menudo, la historia en sí.”

Es por ello que, en un período de dudas, de escepticismos, la escritura de Adler, y, en particular, Lancha rápida, constituyen un reflejo de lo que vivimos nosotros, como protagonistas únicos de una historia cambiante a cada segundo; un mundo en el que los escritores no sabemos si escriben o no:

“Pienso con frecuencia en la gente que se entretiene en las papeleras que hay en las esquinas de las aceras de la ciudad. Los ves de día y de noche, jóvenes y viejos, bien vestidos, en harapos –con frecuencia con bolsas de la compra-, sacando cosas de la basura. Recogen periódicos, sobres. Descartan cosas. Muchas veces me planteo quiénes son y qué buscan. Me acerco y no puedo preguntárselo. De todos modos, se escabullen. En ocasiones pienso que son escritores que no escriben. Que los “escritores escriben” debería ser evidente en sí mismo. A la gente le gusta decirlo. Yo sé que casi nunca es cierto. Los escritores beben. Los escritores despotrican. Los escritores telefonean. Los escritores duermen. He conocido a pocos escritores que escriban.”

Y el aburrimiento se convierte en un leit motif demasiado cercano a la crueldad:

“No es para nada evidente qué es el aburrimiento. Implica, por ejemplo, una idea de duración. Sería una locura decir: “Durante tres segundos, estuve aburrida.” El aburrimiento implica indiferencia, pero, al mismo tiempo, requiere cierto grado de atención. Uno no puede estar aburrido por algo que no ha notado, o si está en coma o dormido. Pero lo que sí sé, o creo saber, es que la gente ociosa se aburre con frecuencia y la gente aburrida, a menos que duerma mucho, es cruel. No es accidental que el aburrimiento y la crueldad sean grandes preocupaciones de nuestro tiempo. Florecen en una misma región de la mente.”

En este (des)orden de cosas cada palabra escogida se revela como falible, tan falible e inestable como nuestra propia realidad:

“-Exacto. Bien. Verán enseguida que cada elección en el lenguaje está determinada, en todos los planos, rima, métrica, significado, otros planos, por un factor de sinonimia. Y uno de contextualidad. Si no lo ven., los remito a Jakobson y Halle.

Al principio creíamos que la distinción carecía de importancia práctica. Luego, descubrimos que, de hecho, en casos de trastorno severo del habla, los extremos absolutos resultaban ser, por un lado, casos de sinonimia pura y, por el otro, casos de contexto puro. En trastornos de sinonimia, la misma palabra se repite, sin fin. Repetición. En el extremo del contexto, tenemos palabras que deliran sin aparente coherencia. Lo que hemos dado en llamar un amontonamiento de palabras.”

Este amontonamiento de palabras es un símil perfecto del caos en el que vivimos, de esta profusión de experiencias desordenadas y mutantes; Adler nos mostró en 1976, casi cuarenta años antes, que era una visionaria, no solo literaria, sino social.

Los textos provienen de la traducción de Javier Guerrero de Lancha rápida de Renata Adler para la editorial Sexto Piso.

Resumen Abril 2015. Una barbaridad…

Sin duda ha sido un buen mes, una sana mezcla de libros-cómics, generando un montón de experiencias lectoras que os paso a relatar; me extiendo solo en aquellos que no he puesto reseña en el blog, los que la tienen solo tenéis que pinchar en el título.

Cuando ella era buena de Philip Roth, la reseña en el título. 

Solo un asesinato de Jim Thompson, parece mentira que esta fuera la tercera novela del gran Thompson; como decía Polito en su fabulosa biografía del autor norteamericano, con esta novela comenzaba su edad dorada que daría como resultado un catálogo inolvidable de enrevesadas novelas encuadradas en el mejor hardboiled. Simplemente, hay que leerla.

El misterio de la mosca dorada de Edmund Crispin, tenéis en la reseña todo lo que hace falta saber.

Las cuatro gracias de D.E. Stevenson, lejos queda ya el magnífico primer libro de Stevenson, un prodigio de humor y metaliteratura. La señorita Buncle es una simple sombra ya, balanceándose la trama entre las cuatro hermanas protagonistas de esta cuarta entrega. El resultado, afortunadamente, es una comedia de costumbres en la campiña británica con suficiente chispa para hacernos disfrutar de una buena lectura.

Elisa frente al mar de Clara Asunción García, creo que esta valiente novela no es del tipo que me suelen encandilar… sinceridad y corazón como base, sustentadas en una estructura razonable con el flashback como protagonista y un estilo más manido con cierto abuso de lugares comunes. La temática es controvertida por tratar una relación entre personas del mismo sexo, pero más allá de ello, que está tratado con buen gusto, la novela funciona como una personificación del desencuentro amoroso. Sin duda creo que funcionará entre el gran público pero no es el tipo de lectura por la que abogo en este blog. 

El misterio del carruaje de Fergus Hume, quería sacar ya este balance, pero, en breve, llegará la reseña de este fantástico relato de detectives.

Queen & Country 1: Operación: Tierra rota de Greg Rucka, espléndido inicio de la serie donde se presentan los actores, la trama y el mundo en el que se va a desarrollar, todo ello haciendo ya una primera aventura. Buen equilibrio con el dibujo.

Queen & Country 2: Operación: Lucero del alba de Greg Rucka, buena continuación aunque no esté al nivel de la primera entrega.

Zarzarrosa de Robert Coover, otra reseña que está cocinándose y que saldrá tarde o temprano.

Queen & Country 3: Operación: Bola de Cristal de Greg Rucka, vuelta al nivel inicial, estupenda y descarnada historia con la yihad islámica en un mundo post 11-S. La confirmación del gran personaje que es Tara Chace.

Queen & Country 4: Operación: Blackwall de Greg Rucka, quizá la más intimista de las historias con un chantaje de fondo. Más simple, eficaz pero demasiado sencilla en su resolución, además de ser lo esperado.

El murciélago de Jo Nesbo, es extraño empezar a ver ahora los primeros títulos del autor Noruego, sobre todo después de saber hacia dónde va el personaje, Harry Hole, más adelante. Inevitablemente, en esta primera novela uno contempla el esbozo, muy borroso, del personaje, no digamos ya de sus gloriosos secundarios, ese universo que enriqueció sus aventuras. Se deja leer, entretenimiento garantizado por la inteligencia del noruego. Una buena primera novela.

Queen & Country 5: Operación: Frente tormentoso de Greg Rucka, bajas en el equipo de monitores y una Tara que, por primera vez, la vemos como alguien humano, sufre como el más pintado y tiene que afrontar dificultades.

Queen & Country 6: Operación: Diente de león  de Greg Rucka, nueva dimensión, Rucka se atreve con las luchas de poder dentro de la cúpula de espionaje británico. Espléndida muestra de su buen hacer. Todo diversión.

Queen & Country 7: Operación: Alforjas de Greg Rucka, llegando ya al final de la serie, no solo no baja la calidad sino que se mantiene a un nivel altísimo, esta vez con los dibujos del primer artista, Steve Rolston en la primera historia que supone un verdadero fracaso para la protagonista. Tensión, espionaje, un cóctel irrestible.

Ciudad Fantasma de Robert Coover, ejem, pues esta también me falta… y llegará con la del anterior.

Eso de Inger Christensen, excelente poemario de la danesa, más detalles pinchando en el título.

Queen & Country 8: Operación: Panda rojo de Greg Rucka, más que digno colofón a la serie por parte de un Rucka que lleva al límite a su personaje principal, la historia culmina con uno de esos cliffhangers fantásticos que nos deja con la miel en los labios para posibles nuevas entregas. Muy buena miniserie de espionaje.

Pórtate bien de Noah Cicero, no me ha interesado en ningún momento lo que cuenta ni me gusta cómo lo cuenta… si esto es una especie de manifiesto fundacional de la Alt-Lit, tengo clarísimo que mejor que me aleje de ella; qué mal lo he pasado con él.

Lo que no aprendí de Margarita García Robayo, me temo que no soy el público adecuado para este tipo de narraciones, si bien es cierto que la reflexión final de la segunda parte por lo menos es audaz y juega con la falibilidad a la hora de montar el pasado por nuestros recuerdos; desgraciadamente el estilo me ha resultado ligeramente simplón.

En la sala de espera de Melisa Tuya, lo nombro y, por ahora no puedo comentar nada.

El tenor Fernando Valero (1855-1914) y su entorno  de Alberto J. Álvarez Calero, los pormenores pinchando en el título.

Ondina de Benjamin Lacombe,  una hermosa historia que se une a unos dibujos estupendos de Lacombre, quizás es de las historias en las que se detecta una mayor unión entre texto y dibujos.

Los Vengadores – La edad Heroica de Brian M. Bendis y John Romita JR, una buena recopilación de esta nueva etapa de vengadores con dos arcos argumentales que no redundan demasiado en los vicios ya conocidos de Bendis. Buenas historias y buen dibujo. Buen cómic de superhéroes.

El 6º Continente de Daniel Pennac, ¿quién te ha visto y quién te ve? Parece mentira que este mismo autor escribiese Como una Novela o El Hada Carabina. Una verdadera pena. Nada recomendable.

Lancha rápida de Renata Adler, vaya, ¡otra en elaboración!

Las aventuras de Monsieur Vieux Bois de Rodolphe Töpffer, un pionero en el mundo del cómic, los detalles en el título.

Memorias de un amante sarnoso de Groucho Marx, aplica lo mismo que al anterior, los detalles en el título.

Errores infalibles por (y para) el arte de Neil Gaiman,  prototipo de libro sandía (pocas páginas, letra grande, tapa dura, precio desorbitado) que en este caso sirve como vehículo de transmisión de un discursito de Gaiman en una universidad.  Se lee en un suspiro, no tiene mucha “chicha”, se despotrica durante más tiempo de lo que te ha durado la lectura.

Y con ello pasamos por fin a las adquisiciones. Divididas en dos grupos, las del día del libro en primer lugar. En segundo lugar lo único que voy a comprar en Mayo, hay que ahorrar para la feria.

 

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El mes de mayo en lecturas no va a ser lo mismo que este atípico mes de abril. Entre otras cosas porque la lectura del libro de Barth, Giles, el niño-cabra, más de mil páginas de postmodernismo, va a ralentizar cualquier intento de leer mucho más. Veremos cómo se da. He desistido de intentar prever las lecturas del mes, es imposible y hay demasiados factores, no se puede ser tan programático.