“El muñeco de nieve” de Jo Nesbo

muñeco-nieve-3501Casi al comienzo de iniciar este blog hice un artículo , bastante exitoso por número de visitas, donde traba de resumir las razones del éxito del noruego Jo Nesbo, seguramente el escritor nórdico más interesante del panorama actual de la novela negra. Lo hice a propósito de la salida a la venta de la interesantísima “El redentor” que reunía la mayoría de los motivos por los que triunfa este audaz escritor.

Ha pasado un año de aquella publicación y ya tenemos entre nosotros la siguiente novela del gran Harry Hole, “El muñeco de nieve” y, odio tener que decirlo, pero me voy a convertir en la voz discordante ante la euforia general que está causando esta última entrega, ya que considero que, desgraciadamente, estamos ante la peor de la serie; lo cual no quiere decir que sea mala, pero, acostumbrados a un nivel más que elevado en todas sus historias, esta se convierte, por comparación, en la más floja. Posiblemente si nadie ha leído nada del autor y lee esta, le maravillará, pero no hay que perder la perspectiva ni dejarse llevar por “forofismos”: esta novela supone un aviso que esperemos que no progrese.

Desde luego tiene sus cosas buenas, indudablemente Harry Hole es su mayor atractivo; la empatía que despierta en los lectores permanece intacta, y sostiene él solo prácticamente toda la novela:

“-¿Y qué haces si notas que te destruye?

-Entonces te busca otro trabajo.

[…]

-¿Y tú qué hiciste, Harry?¿Qué hiciste cuando notaste que te estaba destruyendo?

[…]

-Se me olvidó buscar otro trabajo.”

El responsable detective es instantáneamente amado desde su capacidad de demostrar que es débil como nosotros, la catarsis que provoca es proporcional al grado de ternura que demuestra:

“Como quiera que fuese, Harry no consiguió reprimir las lágrimas que de repente le afloraban en los ojos, que se los colmaron hasta que el rostro de Jonas se desdibujó emborronado, y las lágrimas le rodaban por las mejillas, descendiendo como regueros calientes antes de encontrar las arrugas que las canalizaron hasta las comisuras de los labios, y Harry pudo notar su sabor salado, el sabor a sí mismo.”

De lo que comentaba en dicho artículo, se mantiene igualmente el abuso de escenas escabrosas y cargadas de tensión, que el asesino sea tan macabro contribuye a que estés pegado a las páginas y desde las primeras páginas plantea una trama sin duda enigmática:

“La nieve del jardín reflejaba suficiente luz como para distinguir desde allí el muñeco de nieve. Parecía tan solitario… Alguien debería ponerle una gorra y una bufanda. Y tal vez el palo de una escoba para que se sujetara. En ese momento, la luna salió de detrás de las nubes. Jonas vio la dentadura negra. Y los ojos. Inspiró aire como por un acto reflejo y dio unos pasos hacia atrás. Se apreciaba un brillo tenue en los ojos de piedra. No miraban solo a la fachada de la casa, miraban hacia arriba. Hacia él. Jonas echó las cortinas y se metió en la cama.”

La lucha de Harry contra el poder establecido tampoco puede faltar, es nuestro tiempo; es imprescindible que aparezca esta pequeña rebelión ante lo impuesto:

“-¡Son dos caras de la misma moneda, Harry! Nuestras condiciones de trabajo dependen de la opinión pública. ¡La prensa es importante!”

Si lo dejara aquí podríamos concluir que tiene elementos suficientes para ser una muy buena creación; sin embargo, también tiene varios fallos que, además, pueden ser bastante peligrosos en el devenir de las siguientes entregas.

Si hay algo que caracterizaba las novelas anteriores era que Harry no estaba solo, la sensación de existir un “Universo Hole” con una serie de personajes secundarios perfectamente en consonancia con él y que le ayudaban a resolver los casos, además de estar fantásticamente caracterizados, daban una sensación coral sin quitarle protagonismo; sin embargo, aquí prácticamente pasan desapercibidos, se vuelven anécdotas y esto resiente profundamente la riqueza de detalles que había anteriormente. Todo el trabajo de presentación de novelas anteriores aquí no se aprovecha y personajes como su amigo taxista Oysten Eileland, Beate Lonn o el psicólogo Aune Stale no contribuyen a la resolución. No digo que esté mal esto, pero indudablemente empobrece el resultado.

Otro de esos indicadores preocupantes tiene que ver con la trama; Nesbo es su mayor enemigo; esa necesidad de dar tres giros de espaldas con un montón de volteretas para intentar enrevesar todo lo posible la trama se queda en agua de borrajas; que haya hasta tres resoluciones del caso en diferentes puntos de la novela es innecesario a todas luces; entre otras cosas, porque todo el que lo lee sabe de sobra que no es el asesino, sobre todo por el número de páginas que quedan; por lo tanto  da la impresión de no saber qué hacer para desviar la atención a nivel de investigación y utiliza el recurso del falso culpable perdiendo toda su efectividad al usarlo tantas veces y con tanta antelación. Encima, en mi caso, no sirvió de mucho, a las cien páginas ya sabía quién iba a ser el asesino; los giros me molestaron más por esto, pero es un caso subjetivo. Quedémonos con lo esencial, parece que Nesbo rellena páginas sin saber muy bien qué hacer con la investigación y esto sí es preocupante. Este afán de añadir más giros puede convertirse en una parodia si no lo maneja adecuadamente. Echo de menos novelas como las de Jim Thompson, con tramas fantásticas y que  casi nunca pasaban de doscientas cincuenta páginas. No había necesidad de hacerlo.

El último detalle es la dulcificación de nuestro “loser”, demasiado tiempo la trama se centra en su amor por Rakel y Oleg; y esto, nos guste o no, no puede funcionar a medio plazo; Harry debe sufrir para que suframos por él; el día en que esto no ocurra parte de su atractivo se perderá porque es la base de Harry Hole.

No sé cuál serán las ideas del noruego para el futuro, pero espero fervientemente que esta novela sea una isla en su más que aceptable carrera y que sigamos disfrutando de uno de los escritores más creativos y uno de los detectives más subyugadores del panorama actual.

Los textos provienen de la traducción del noruego de Carmen Montes y Ada Berstein de “El muñeco de nieve” de Jo Nesbo para RBA.

“El viento en la sangre” de M. A. West

viento-y-sangre-9788492840496

ACTUALIZACIÓN IMPORTANTE AL FINAL DE LA RESEÑA SOBRE EL AUTOR DE ESTA OBRA.

 

Navona editorial se ha lanzado con un nuevo sello dentro de su fantástica colección; en este caso se trata de Navona Negra y, sinceramente, no pueden haber empezado mejor: han etiquetado el increíble “La promesa” del austríaco Dürrenmatt (del que hablé ya en otro momento); o están incluyendo clásicos de Chejov o Conan Doyle; incluso están dedicándose a recuperar autores y ese es el pretexto que me sirve para publicar esta reseña.

Martin Aloysius West (en adelante M.A. West) fue un autor norteamericano del que no se sabe prácticamente nada, más allá de su nacimiento en 1923 y de publicar una serie de novelas enraizadas en el pulp más clásico de la época y que tienen como protagonista al Rudy Bambridge, una mezcla de sicario y solucionador de problemas.

“El viento en la sangre” es la novela de M.A. West que Navona ha elegido para embarcarse en esta aventura; y no puede haber comenzado mejor, la novela es irresistible desde las primeras páginas hasta el fantástico final. Es un pulp con todo lo bueno del género, esas características que lo hicieron único. Solo hay que ver la siguiente descripción de Danny Morton, uno de los personajes, para caer enamorado en un vistazo:

“Pequeño y escuchimizado, Morton tenía un semblante pálido y anguloso, con una gran nariz cuyas dimensiones intentaba disimular inútilmente sirviéndose de un ridículo bigote tan negro y fino que parecía dibujado con lápiz de ojos. Se movía con la resolución característica de los tipos duros, aunque sabía (como sabían todos los que le conocían) que siempre había sido y nunca sería más que un perdedor, un segundón que se arrimaba a quienes valían más que él para alimentarse con sus sobras.”

La novela está estructurada en capítulos cortos, con continuos cambios de puntos de vista según el personaje del que se trate y avanzan a toda velocidad, sin respiro, dejando un cliffhanger en cada uno de ellos que contribuye a que te apetezca aún más leer los siguientes; además, no se cortan en describir con todo lujo de detalles alguno de los temas escabrosos que salen, la violencia está a la orden del día, pero se trata con humor:

“-Quiero que ese hijo de perra tenga una muerte lenta y dolorosa. Quiero que le arranques uno a uno los cinco miembros mientras aún está vivo y que, cuando todo acabe, cada trozo de su carne sirva para alimentar a los peces del río Chicago en un barrio distinto.”

La mezcla de comedia y tragedia es sello de la casa y no puede ser más sabia, el dolor está tan presente como en nuestras vidas; a pesar de todo lo que supone la parodia del género; la ficción se convierte en una de las mejores maneras de reflejar la realidad en la que vivimos:

“Lorna no pudo continuar hablando. De nuevo se echó a llorar sin poder reprimirse. Lloró por Tom, por Helen, por Danny Morton, por ella misma. Lloró por todos ellos, por lo que habían hecho y por lo que habían dejado que hacer, por sus decisiones equivocadas y por las cosas que no habían podido evitar. Ahora Danny estaba muerto y ellos, los tres, tenían las manos manchadas con su sangre. Y las manchas de sangre jamás se limpian.”

Es curioso que, en los tiempos que corrían, M.A. West decidiera hacer ese paradójico final, pero se agradece encontrarlo; no solo por el cambio de perspectiva sino por atreverse a ir más allá del típico macho protagonista. La novela, pues, se convierte en una subversión  que coge lo mejor de los Thompson, Goodis, MacDonald…  una excelente propuesta que esperamos que tenga su continuidad con próximos títulos que recuperen a un autor tan interesante, sobre todo para aficionados al buen pulp como nosotros.

Los textos provienen de la traducción de Thalía Rodríguez y Alexis Ravelo para esta edición de “El viento y la sangre” de M.A.West para Navona.

—————————————————————————-

ACTUALIZACIÓN DÍA  01/09/2014

Lo que son las cosas…. resulta que esta novela no pertenece a ningún M. A. West sino que fue escrita por el canario Alexis Ravelo que ha explicado en el siguiente post  los motivos que le llevaron a perpetrar este pequeño juego. 

Desgraciadamente este post no me deja muy bien como bloguero/crítico de cara a mis lectores. Siempre he querido contrastar fuentes y, en este caso, por confiar en la editorial e impulsar una nueva colección de novela negra (que tanto quiero) he cometido un error que es achacable más a mí que al propio engaño urdido entre editorial y escritor. Y que, me guste o no, es un engaño para los que me leen también.

Esta lección me sirve para que, en futuras reseñas que publique no cometa errores de este calibre, comprobaré las fuentes y la coherencia de lo publicado por respeto a mí mismo y al de los que me leen.

La obra es muy disfrutable, independientemente de esta pequeña mascarada y no voy a dejar de recomendar su lectura, eso sí la reseña estaba fundamentada en otros factores y no recomiendo su lectura por el montón de imprecisiones.

Lo que no aseguro es que los libros de alguna editorial entren tan fácilmente en mi amplísima lista de lecturas, entre otras cosas porque no me “fiaré” mucho de sus propuestas. No es una rabieta, es, sencillamente un medio más para elegir lecturas. Todo vale para el bagaje literario que sigue en su vida. Y esto, indudablemente, no será fácil de olvidar.

Un abrazo a todos.

“La rata en llamas” de George V. Higgins

la-rata-en-llamas-ebook-9788415625650No es la primera vez que hablo de George V. Higgins; a propósito de la publicación de su segunda novela lo incluí en este artículo; entonces ensalzaba su capacidad para crear diálogos y caracterizar personajes mediante ellos. No es que haya cambiado la forma de hacerlo en este “La rata en llamas” que nos trae Libros del asteroide; muy al contrario, todas sus virtudes siguen ahí, no hay más que echar un vistazo a este diálogo para darse cuenta, desternillante:

“Me alegro, porque mi vida ha estado llena de malentendidos -afirmó Proctor-. Mi mujer no me comprende. Mi hijo, el que sigue en casa cuando no se ha escapado a no sé dónde, no me comprende. Yo no comprendo al cabrón de mi hijo, lo que igual tendrá algo que ver con que este año ya se haya largado de casa tres veces, y seguro que él no entiende por qué me empeño en traerlo de vuelta. Yo tampoco lo entiendo, como tampoco entiendo que el cabrón de mi hijo sea tan imbécil como para huir tres veces en siete meses y no conseguir buscarse un sitio donde no pueda encontrarlo.

El chico es tonto del culo, eso es lo que es, y en lugar de seso tiene mierda en la mollera. Ha salido a su madre. Yo soy imbécil, pero te juro que podría irme de casa y perderme de vista, si quisiera. Me largué de casa a los veintitrés años, no te jode, y también me largué de la cárcel. Sé que era de media seguridad y que bastaba con saltar la alambrada a oscuras sin engancharse los pantalones, pero lo hice, no me rajé los pantalones y pasé catorce meses fuera. Y ahora ese crío me dice que yo tengo algo que ver con su llegada al  mundo y que eso le hace infeliz, y miro a la gorda de mi mujer y sé que el crío tiene razón, aunque me parezca increíble, joder.

Me parece increíble porque la miro y sé que nunca, estando en mis cabales, me follaría a un puto zepelín como ese.[…]”

En apenas cincuenta páginas la interrelación de los personajes es tan divertida y dinámica como esta. Afortunadamente no se quedó  ahí, el norteamericano quiso representar la realidad tal y como la veía; quizá ese sentido de verosimilitud se convierte en otro de sus sellos; dentro de lo que cabe, ya que todos sabemos que se trata de ficción, pero si adoptamos la premisa, entramos fácilmente en este aura, podemos ver por ejemplo cómo retrata a los banqueros:

“Billy, ¿has visto alguna vez a uno de esos banqueros de pelo gris, trajes con chaleco, zapatos negros y gafas de montura metálica?¿Has hablado alguna vez con alguno? No viven en el mundo real, te lo juro. Lo que hacen es vivir en los bancos. Tienen sus mesas a la vista de todos y es ahí donde viven. Ni follan si se pelean ni ponen mala cara ni se lavan ni cagan ni se cambian los calzoncillos. Qué coño, todos los que pasan por la calle podrían verlos, también los tipos que ocupan las otras mesas de la alfombra roja, y al final entendí cómo lo hacen: contratan a gente que no hace nada de eso, para que no les haga falta hacerlo.”

Si tuviera que elegir otra característica, sin duda sería la elección de personajes; paradigmas de lo que son los “losers”, perdedores de tomo y lomo que tienen que buscar negocios alternativos para intentar salir de la mediocridad en la que viven, tanto ellos como sus familias:

“-De vamos a ver, nada. Esto no es un juego con polis que apuestan dinero del Monopoly, ¿vale? Esos tipos me conocen y creo que no les gusto. Me toman por un inútil, una mala influencia para la juventud. Me echan un vistazo y piensan que les gustaría verme con un traje a rayas, ¿comprendes? Y  eso me pone nervioso, me pone nervioso porque esos tíos me pueden endosar las rayas si consiguen cogerme de los huevos y ahora mismo me los tienen bien cogidos y no veo a nadie capaz de hacer que me los suelten. Y eso me pone aún más nervioso.”

Lo único que se echa en falta en esta ocasión es, curiosamente, el mal cuerpo que dejaban las anteriores entregas; en aquellas, la sensación de pesimismo era el carácter general, te dejaban desecho debido al grado de empatía que alcanzabas con los protagonistas; esta,  publicada más tarde, es claramente más “suave”, si podemos usar esta palabra. El momento final supone la derrota de esos perdedores,; pero, sin duda, no es tan dramática, pierde intensidad. También contribuye a ello la elección, curiosa, por decirlo de alguna manera, de una trama donde seguros, fuego, fraude y ratas se convierten en una unión indisoluble a la par de estrambótica.

Que siempre hace lo mismo es un hecho; que lo borda es otro hecho. Qué pena que siempre se hagan tan cortas. Diversión garantizada.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Magdalena Palmer para esta edición de “La rata en llamas” de George V. Higgins de Libros del asteroide.

La violencia como elemento catártico: Edward Bunker y Neil Cross

Mucha gente no suele entender la razón por la cual hay mucha gente que disfruta viendo películas de terror, violentas o, desde luego que no tienen un final feliz. Hay un fenómeno, inherente al ser humano llamado catarsis (del griego κάθαρσις kátharsis, purificación), palabra descrita en la definición de tragedia en la Poética de Aristóteles  como purificación emocional, corporal, mental y espiritual. Mediante la experiencia de la compasión y el miedo (eleos y phobos), los espectadores de la tragedia experimentarían la purificación del alma de esas pasiones. (Extraído de la Wikipedia, en español, donde alguna vez puedes encontrar algo razonable).

Esa catarsis aristotélica tendría la facultar de hacer olvidar e incluso purificar sus pasiones, sus problemas, al verlas proyectadas en los personajes de la obra que esté observando, sobre todo si, en la obra ves que estas bajas pasiones reciben un castigo que el espectador considera justo. Es una manera de experimentar estas dificultades pero sin sufrir sus efectos reales; pero que, incluso, puede servir para que se construya su identidad y que no repita los errores que observa.

Sin lugar a dudas, dos de los géneros que producen mayor catarsis hoy en día son el terror y las novelas policíacas, sobre todo en su corriente más “hardboiled”, más “realista” y, sobre todo, violenta. Me quería centrar, precisamente en dos ejemplos muy claros de este segundo ejemplo donde la violencia que presenciamos sirve al propósito de lo que comentaba en los dos primeros párrafos.

luther_portadaEl primer ejemplo es “Luther. El origen” de Neil Cross, publicada por Es Pop Ediciones. Sin desvelar detalles de la brutal trama, existen dos niveles muy claros que pueden llevar a lo que comentaba, el primero de ellos tiene que ver con lo tremendamente escabroso y violento que es el caso que trata el detective, con implicaciones sexuales y pedófilas, y con escenas cargadas de violencia y, mucha sangre, no lo voy a esconder a estas alturas. El segundo nivel tiene que ver con el detective, un “loser” de toda la vida, que empieza a derrumbarse en lo personal pero que nunca pierde su sentido de la responsabilidad:

“Entraste, te sentaste sobre el borde de la cama. Te vi beberte una pinta de whisky en unos diez minutos. Fue la primera vez que de verdad te vi llorar. […]

-Fue triste.

-Sé que fue triste, fue muy triste. Todavía pienso en ella de vez en cuando.[…]

Fue la primera vez que planteaste la posibilidad de dejar el cuerpo. Hace dieciséis años. Y llevas hablando de dejarlo desde entonces.

-Lo sé.

-Pero no lo has hecho.

-Lo sé.

-Ni lo harás nunca.

Luther no responde a eso. ¿Cómo podría?”

Tan humano e intenso que es imposible no empatizar con él, el lector experimenta todos y cada uno de sus sentimientos, desde la vergüenza y la tristeza:

“Luther tiene los ojos húmedos y enrojecidos. Se los seca con el dorso de la mano. Está avergonzado.”

Hasta el más puro odio que desemboca en un estallido radical de violencia: “Luther rebosa odio. Lo nota alzándose desde lo más profundo de su ser. Se extiende por su pecho y sus hombros como las que se despliegan.”

La resolución del caso se desplaza paralelamente a la destrucción del personaje y nosotros asistimos, sin remisión, a una trama sin descanso y cargada de intensidad narrativa.

littleboyblueEl otro ejemplo es el “Little Boy Blue”, última novela publicada por Sajalín del siempre interesantísimo Edward Bunker, que vivió en carnes propias muchas de las experiencias que relata de manera “ficcional”.

En esta ocasión tenemos un “Bildungsroman”, una novela de formación a la violencia y a la delincuencia, ya que el protagonista, Alex Hammond, en un chico de once años que no para de salir y entrar de reformatorios por sus conductas altamente delictivas; y todo ello, a pesar de su inteligencia:

“Aunque era un chico inteligente que formaba parte del dos por ciento de la población con un nivel de inteligencia superior, su comportamiento caótico y sus problemas emocionales lo privaban de ser un buen estudiante. El muchacho tenía potencial pero no lo aprovecharía. “

“Alex caminaba con el grupo, pero pensaba en su padre y en marcharse de allí. Fuera podría leer, ir al colegió él solo o ir a ver películas de la sesión de matiné. Su padre sería la única autoridad. Clem y él podrían hacer cosas juntos todo el tiempo en vez de solo unas horas durante el fin de semana.”

Es una pena ir comprobando que, según avanza las páginas, es inevitable el destino al que está abocado, y que su único oasis, su padre, no puede convertirse en su verdadera ayuda, que lo equilibraría.

Lo increíble de Bunker es que entre estallido de violencia y estallido, existen remansos dotados de una lírica impensable y, curiosamente, siempre los asocia a los libros, solo tenemos que  ver lo que sucede al coger el “Doctor Arrowsmith” de Sinclair Lewis:

“Sin saber que existía algo llamado literatura (un libro era un libro), de repente se vio sumergido en la vida nacida sobre el papel. Su vocabulario no incluía alguna de las palabras que encontró allí, pero eso no le importaba. La celda desapareció  de su mente, olvidó sus problemas y se emocionó, sufrió y luchó con el doctor Martin Arrowsmith. Cuando las lunces se apagaron a las nueve y media, intentó leer con el resplandor que se filtraba a través de la red metálica, pero no fue suficiente.”

Las enseñanzas que recibe son, desgraciadamente, siempre acompañadas de dolor: dinero, ignorancia, qué más puede hacer para afrontar lo que le queda por vivir:

“No te equivocarás en la vida, ¿entiendes?, si antes de hacer algo piensas ¿Voy a ganar dinero con esto?, ¿entiendes? No falla. Es la mejor manera de vivir al máximo. ¿Te enteras?”

“Alex aprendió a permanecer inexpresivo mientras observaba a tres o cuatro auxiliares destrozar a un paciente, aunque el corazón siempre le latía a toda velocidad de miedo y ardía con una indignación silenciosa y enfervorecida. Las brutalidades menores del reformatorio lo habían preparado de algún modo para esto, le enseñaron que la violencia habitaba cada lugar donde los hombres tenían poder sobre otros.”

Y él es totalmente consciente de que no es vida, y de que no va a poder librarse de ella:

“Qué tipo de vida era aquella? En instituciones, peleándose todo el tiempo, recibiendo órdenes de hombres que utilizaban su autoridad según sus antojos y caprichos. Era una mierda. Exactamente eso. Una puta mierda.

El dolor y los ojos húmedos pronto se endurecieron en una ira profunda y desafiante.”

“Todos los aspectos de su vida le enseñaban la primacía de la violencia.”

En ese momento, estamos llorando con él, nuestras lágrimas de desesperación por su dolor empapan las páginas que leemos, el único arco iris que se puede vislumbrar es el de los libros, verdadera salvación y consolación:

“De hecho, mientras tuviera buenos libros prefería vivir en su mundos que en la fealdad de su propio mundo real. Por el momento no le importaba en absoluto estar en el agujero.”

Creo que, después de estos dos ejemplos, será patente para la mayoría de los lectores los efectos purificadores de la catarsis al leer esta violencia. Espero que os gusten, si os animáis.

Los textos son de la traducción de Óscar Palmer, editor de Es Pop Ediciones, para esta edición de “Luther. El origen.” de Neil Cross.

Textos de la traducción del inglés de Zulema Couso para la edición de “Little Boy Blue” de Edward Bunker de Sajalín Editores.

“El cazador sordo” de James McClure

elcazadorsordoYa comenté en este post  la irregularidad que ha sufrido en su publicación la obra del sudafricano James McClure a propósito de la que, en aquel momento, era su última obra. Si estoy aquí de nuevo es porque Reino de Cordelia se ha liado la manta a la cabeza y está dando continuidad a este estupendo escritor. A la paradójica “La canción del perro” le sucede “El cazador sordo” que es la tercera de la serie del teniente Tromp Kramer y su compañero zulú Mickey Zondi. Ya solo quedan tres inéditas… y alguna por reeditar, veremos si es posible que ocurra algún día.

Publicada en 1974, en esta aventura vivimos la separación, forzada por los superiores, de Kramer y Zondi; cada uno tiene que lidiar con un caso por su cuenta con la dificultad que a ambos les entraña, además de la conciencia de estar siendo manipulados. Como en otros libros de la saga tres ingredientes se repiten con asiduidad, fórmulas ineludibles del éxito y la calidad de la obra de McClure:

-Lo primero es el humor, el sudafricano siempre tiene algún momento, hasta el más insospechado, para intentar sacarnos una sonrisa y, desde luego, lo consigue;  solo tenemos que ver los pensamientos de Kramer con respecto a uno de sus superiores:

“-¿Es usted, teniente?

-El mismo, compañero.

-Me lo pareció. Lo reconocí de inmediato. Le dije a mi agente que era usted quien había llegado y sí que lo era.

Ya estaba aquel imbécil diciendo de todo acerca de nada. A Van der Poel le gustaba el sonido de su empalagosa voz. Estaba más que encantado de conocerse. Había que ser gilipollas para tenerse por alguien tan especial.”

-El segundo tiene que ver con el retrato de una sociedad, post-apartheid, profundamente racista, segregada, controlada por unos pocos blancos que maltratan sin pudor al resto de la población; a pesar de lo anecdótico, siempre vivimos en todos sus libros ese momento en el que, al empezar un caso, uno de los negros es culpado del crimen:

“Lo único que tenía sentido era imaginar que un pequeño incidente acabase siendo la gota que colma el vaso. Que todo negro alberga en su interior un gran sentimiento de ultraje, por lo que bastaba añadir una pizca más y todo saltaba por los aires. Cuál podía ser la causa de aquel sentimiento era algo que nunca se había molestado en…”

O simplemente, como quien no quiere la cosa, vivimos un momento de “limpieza étnica” de los muchos que se repetían por la época, esa sociedad de los años 70, en boca de Zondi:

“Qué idiota: se trataba de un desahucio. El desahucio de un “punto negro”, uno de tantos, algo que pasaba todos los días, y él había permitido que su imaginación distorsionara su capacidad de percepción. Claro que se oían golpes sordos cuando se cargaban los muebles en un camión; naturalmente que se producían ruidos al arrancar las valiosas láminas de hojalata de los tejados; resultaba evidente que no se trataba del momento más adecuado para hablar; ni para que se rieran los niños. En cuanto al cordón policial, no era más que el procedimiento de rutina para evitar estupideces.”

A pesar de haber estos momentos, duros, denigrantes en sí mismos y que sirven para concienciar socialmente, no resulta cargante en este aspecto, los destila en pequeñas gotas para no entorpecer en demasía el camino de la trama y la narración.

-Por fin, el último de estos elementos es, desde luego, el manejo de la trama; es brillante lo bien que es capaz de unir cada uno de los recovecos que va presentando a cada página para llevarnos a un final tan sorprendentemente bien orquestado que nos deja simple y llanamente boquiabiertos; en este libro asistimos a uno de estos momentos, mágicos de por sí, que hay que descubrir cada uno como lector para darse cuenta de lo genial que es este escritor. De ahí mi reticencia a desvelar ningún detalle de la misma.

Si a lo anteriormente unimos que, además, están bien escritas y los personajes, más allá del genial dúo protagonista, están vivos a cada punto, coma o vocal que leemos; no exagero si digo que ya estamos ante uno de los libros del año.

Los textos provienen de la traducción de Susana Carral para la edición comentada de la editorial Reino de Cordelia.

No se cansa uno de recomendar clásicos policíacos

Cada uno de estos libros merecería una entrada propia. Normalmente suelo unirlos en posts conjuntos, porque si no, el blog estaría lleno de entradas de la excelente colección de novela negra/policíaca del sello de RBA Serie Negra. En esta ocasión, y aprovechando el tirón de este monográfico de literatura de género, os pongo a continuación una nueva batería con tres clásicos que ordenaré de más moderno a más antiguo.

elpatomexicanoEl primero del que voy a hablar se trata de “El pato mexicano” de James Crumley (1939-2008); publicada en 1993, se trata de la segunda novela protagonizada por el peculiar veterano de guerra metido a investigador C. W. Sughrue, tuvieron que pasar quince años para que viera la luz tras la primera, la maravillosa e inconmensurable “El último buen beso” (1978); anecdóticamente ganó el el Dashiell Hammet Award por ella.

Y digo anecdótico porque, desde luego, no es tan buena como la primera novela, pero supongo que fue la confirmación del buen hacer del gran escritor norteamericano. Este libro tiene dos partes claramente diferenciadas: en la primera, surrealista por momentos, caótica, absurda, tan enloquecedora… y, sin embargo, le sirve para presentar los personajes que centrarán la segunda parte , un caso de búsqueda de una persona desparecida. Una buena muestra del genio incombustible de su prosa es esta descripción de Norman el Anormal Hazelbrook, que, a la postre encargará la búsqueda de Sarita Cisneros, su hipotética madre:

“Aparte de dar la impresión de estar aún más loco de lo que en realidad estaba, Norman parecía el único superviviente de un desastre genético, un hombre hecho de pedazos sueltos, y todos de personas sin la menor relación entre ellas. Sus lacios y grasientos cabellos enmarcaban, negros y espesos, una larga cara pálida de ojos gris claro y un fino bigote, casi oriental. Sus largos brazos flacos terminaban en manos pequeñas; sus piernas cortas pugnaban por sostener el torso de un hombretón sobre pies tan diminutos que podrían enamorar a un príncipe chino. Y, además, por su puesto, estaba su mirada, siempre fija, con expresión de gran interés en algún punto por encima de tu hombro, en una demencial cuarta dimensión. Y la peste, una mezcla de orina rancia, dientes podridos, marihuana y probablemente lluvia ácida y micosis inguinal, que lo seguía a todas partes como un mal karma.”

Con cada palabra se puede paladear, sentir asco, oler la putrefacción, más allá del sentido de la vista; es una de las cualidades del estilo, muy personal, de Crumley; la segunda parte, más tradicional, es un relato hardboiled, un tour de force ciertamente caótico pero con más sentido del que parece inicialmente; hay muchas drogas, alcohol, gánsters, tráfico de armas y un personaje que lo llena todo, nuestro veterano de guerra capaz del momento más tierno:

“Su hermano Frank estaba intentando quitarse la vida; mi hermano Frank se estaba muriendo sin motivo, y yo no podía impedir ninguna de las dos cosas. Pero mi mano recordaba el tacto de la cabeza del pequeño Lester, el latido de su vida, el sonido de su risa mientras se me orinaba en la cara.”

Como reconocer claramente que bien puede provenir del infierno, pero que nadie va a poder con él:

“-Hijo de puta –escupió, sujetándose la mano contra el pecho como un animal herido-. Acabas de comprarte un billete de ida al infierno.

-Recuerda una cosa, guerrero de fin de semana, oficiaducho de mierda –susurré-. Yo he estado allí y he vuelto. Puede que me cagase en los pantalones, pero no salí corriendo. Estuve en la guerra, cabronazo, y tú en un plató de televisión.”

Una muy buena novela de nuevo. Si hay suerte veremos más novelas de Crumley por aquí, por lo menos las dos que nos quedan de C. W. Sughrue.

Textos de la traducción de Antonio Iriarte para la edición de RBA serie negra.

el-manuscrito-godwulf“El manuscrito Godwulf”, escrito en 1973 por Robert B. Parker (1932-2010) es el primer libro de la extensa serie (¡Son cuarenta entregas!!!) del detective Jack Spenser.

“Me gusta cocinar, y beber mientras cocino. Las vieiras Saint Jacques o gratinadas es un plato complicado, con crema de leche, vino, zumo de limón y chalotas, y cuando estuvo listo me sentí muy bien. Puse unos panecillos en el horno, también para mí solo, y me comí las vieiras y los panecillos recién horneados con una botella de Pouilly Fuissé, sentado en el mostrador. Después me fui a dormir. Y dormí profundamente, muchas horas.”

Spenser, detective de Boston, es capaz de cocinar en una escena, tallar madera en la siguiente y repartir estopa al primer matón que se le cruce por delante o conquistar a una exuberante señorita a continuación:

“-Hola me llamo Spenser, ¿te acuerdas de mí?

Ella se rio, una risa estupenda, una risa de clase alta.

-El de los hombros anchos, y los ojos bonitos, sí, claro que me acuerdo. –Y se echó a reír otra vez. Una risa buena, llena de promesas, una risa cojonuda, si se piensa bien.”

Es un detective heredero del estilo de los grandes Marlowe o Spade, con unas pizcas de Hammer; tiene un estilo tan particular que puede llegar a subyugar sin muchas dificultades.

En esta que fue la primera novela, Parker planteó como pretexto el robo de un manuscrito que, sin embargo, le sirve como tapadera para una trama policíaca de toda la vida donde los mafiosos, los bajos fondos y las drogas están más que presentes.

“Al romper la puerta, había hecho un ruido infernal, y el disparo previo debió de sonar muy fuerte. Pero, por lo visto, aquel barrio no era de esos… No era de esos en los que vas a ver qué ocurre cuando oyes disparos y revientan puertas. Era más bien de esos en los que te tapas con la manta y entierras la cabeza y piensas “Que se jodan. Mejor ellos que yo.”

Una espléndida muestra de novela policíaca que no debe quedarse perdida por la gran calidad que puede tener toda la serie.

Textos de la traducción de Ana Herrera para la edición de RBA Serie Negra.

rendez-vous_en_negro_300x455Y para acabar un clasicazo en toda regla, “Rendez-vous en negro” (1948) de Cornell Woolrich (1903-1968); a pesar de repetir la estructura y premisa de su gran novela “La novia vestía de negro” (1940), Woolrich supo reinventar cada episodio para que esta repetición no fuera tal.

En el primer y extraño capítulo se cumple a la perfección el ideal de la presentación: por el hermetismo que destila por las pinceladas en la que se produce una mezcla de lo enigmático-onírico-lírico…

“Algo con lunes rojas, un carro del infierno, aparcaba por allí, dando marcha atrás para situarse adecuadamente. E introducían algo en su interior. Algo que no le era útil a nadie, algo que nadie amaba, algo para tirar. Cerraron de golpe las portezuelas traseras del carro del infierno. El oscilante resplandor rojizo lo cubrió todo, iluminando durante un minuto a la multitud, tiñéndola de su refulgente carmesí, como si fuese un cohete mal lanzado el cuatro de julio que cae sobre el público en lugar de elevarse; y después se alejó con un doloroso lamento.”

“Los seres humanos son raros. Pueden ser tan crueles o tan cariñosos… pueden ser tan insensibles o tan tiernos…”

Otro de esos elementos diferenciador es el curioso investigador que nos desvelará poco a poco el caso, resulta subversivo el que le tergiverse el nombre, alterando el orden de su nombre y su apellido, ese toque de atención nos trae a colación lo especial que puede llegar a ser:

“El nombre de pila de Cameron era MacLain, por efecto de algún ancestral y extraño cambio en el orden lógico. En cualquier caso, a nadie excepto a él mismo le importaba lo más mínimo. Era demasiado delgado y su rostro tenía un aspecto crónicamente demacrado, probablemente debido a eso. Tenía los pómulos prominentes y las mejillas hundidas. Su actitud era una mezcla de indecisión seguida de ráfagas de gestos precipitados, seguidos de más indecisión, como si ya estuviese lamentando la determinación que acababa de tomar. Siempre seguía cualquier protocolo habitual, como si estuviese aplicándolo por primera vez. Incluso cuando eran antiguos y debería estar más que habituado a ellos.”

El caso, tan estrambótico como el propio, se irá resolviendo en sentido contrario a lo habitual en novelas del estilo:

“-Saben lo que lo mueve y lo que no. Saben que el dinero no puede influenciarlo. Saben que es un maníaco. Saben la fecha en la que atacará y que el plazo del posible ataque es de solo veinticuatro horas. Pero no saben quién es. Un gran trabajo policial. ¿Cómo lo han desarrollado?, ¿al revés?

-A veces hay que hacerlo así. A veces las cosas suceden de ese modo. No muy a menudo, gracias a Dios, pero esta vez ha sido así.”

Cada capítulo se cargará de tensión ya que, aun sabiendo lo que va a ocurrir, no se sabe cómo lo va a realizar, todo para desembocar en el inusitado final, teñido con un perverso romanticismo. Es un particular Liebestod en toda regla.

Textos de la traducción de Mauricio Bach para RBA Serie negra.

Policíacas Invernales

Se acerca el invierno, como diría uno que casi todos conocemos, y cómo no realizar una buena selección de novelas policíacas para esta época. Si el otoño ayudaba y estaba en consonancia con este género, no digamos lo que puede ser el invierno, al menos por el clima, aunque tengamos la alegría típica de las fiestas navideñas.

Es buen momento para acordarnos de autores poco comunes, quizá no hablemos de obras maestras, pero no todo tiene que ser excelso, hay que dejar cancha a otro tipo de novelas que enriquecen nuestras lecturas y consiguen que ganemos en capacidad lectora. Pasemos pues a estas recomendaciones:cruel_portada

Empiezo con el “Poesía Cruel” de Vicki Hendricks, es reseñable, en primer lugar, la forma, novedosa, de editar este libro; el editor de Es Pop Ediciones lanzó a través del portal Verkami un proyecto de “crowdfunding” para conseguir la financiación necesaria; consiste en ofrecer la edición a los lectores que quieran sufragarla y, al mismo tiempo, ofrecer recompensas de distinto valor según lo que aportes que compensen esta compra, aquí tenéis la web para echar un vistazo a las posibilidades que se ofrecían. De esta manera, aseguras que no tengas pérdidas en el caso de poder lanzarlo y, además, consigues adivinar cuál es el público potencial y seguro que está siguiendo esa colección en particular. En este caso (no siempre se consigue) las aportaciones sobrepasaron con creces lo necesario y así tenemos el libro en cuestión. En cuanto al contenido tenemos un “hardboiled” muy negro, con una protagonista femenina, la carismática prostituta Renata (“Algunos hombres solo quieren tu coño, otros quieren tu alma también. Yo solo vendo el coño… y es caro”), que es la verdadera alma de la novela caracterizada por escenas subiditas de tono casi en cualquier página que pases y un lenguaje a la altura de las circunstancias; para conformar un trama sencilla de seguir, ligeramente previsible, donde no importa tanto lo que ocurra como lo que cada personaje aporta a ella. En conclusión, erotismo a raudales (ríete tú de “50 sombras…”) y bajos fondos de amoralidad latente, razonable novela policíaca cargada de pasiones irrefrenables que solo pueden desencadenar desgracias.

el-caso-n-gustro-9788490063460El siguiente va a ser “El caso N’Gustro” del francés Jean Patrick Manchette, ha pasado mucho tiempo desde que RBA publicó la impresionante “Nada”, de hecho fue casi al principio y ahora hay más de 200 números; no ha gozado de mucha continuidad, pero por fin podemos ver una nueva novela suya, en este caso la primera que hizo individualmente y una de las novelas que dio inicio al neo-polar francés; Manchette asumió que el intento revolucionario de 1968 había fracasado y dio un giro radical que se confirmó con “Nada”: la necesidad de subvertir el orden capitalista estaba clara y centró los ataques en la izquierda incapaz, desactivada institucionalmente y al servicio del estado, telón de fondo de brutalidad y con la policía como brazo armado para ejecutarla con violencia. Todos estos temas están presentes en la novela que comenté primeramente, de incomparable sentido social y lucha anticapitalista con sentido autocrítico; la figura de Henri Butron, ultraviolento personaje (“siempre ha habido en mí una violencia que da pavor”) es la encarnación de esta lucha y la víctima del control estatal en un relato que juega con la no linealidad temporal (alternando entre el pasado y el presente) además de jugar con un humor muy negro y con la ironía de cada momento. Un estupendo relato, muy muy hardboiled, doloroso y reivindicativo.

la-hija-del-tiempo-9788490063330La última recomendación, a pesar de lo atípico, es “La hija del tiempo” de Josephine Tey, y la llamo atípica por dos motivos principales que hay que entender antes de afrontar su lectura: el primero de ellos es que se trata de una novela detectivesca pura y dura, más en la línea de Agatha Christie y el “Detection club” que en la de los Thompson, Chandler y compañía; la segunda consideración está relacionada con la trama histórica, es tremendamente exhaustiva en su exposición de la Inglaterra del siglo XV y se convierte, prácticamente, en un conglomerado de tramas palaciegas de la época. No en vano, casi al principio del libro, en una conversación entre un convaleciente Grant  y Marta, se establece la base de la novela: “-Sí, ya me figuro. Pero, ¿qué quieres averiguar sobre Ricardo III si no hay ningún misterio que investigar? -Quiero saber qué le ocurrió. Es el misterio más profundo con el que me he topado últimamente. ¿Qué le hizo cambiar casi de la noche a la mañana? Hasta el momento de la muerte de su hermano parecía una persona ejemplar y sentía devoción por Eduardo”. No podemos obviar el hecho según el cuál Grant estará postrado en cama durante toda la narración y se dedicará a desentrañar los misterios más recónditos de los personajes relacionados con Ricardo (sí, es el de “Mi reino por un caballo”) para, llegado el caso, demostrar o no su inocencia. A pesar de la falta de acción y de la, a priori, profusión de datos históricos, se lee con facilidad, muy fluidamente, y no resulta tan anacrónica como podría pensarse al principio; me quedo quizá con esta conclusión que el detective saca: “-No pienso volver a creerme nada de lo que lea en un libro de historia mientras viva.” Esto alienta mi necesidad de tener espíritu crítico cuando lees cualquier texto, espíritu que, últimamente brilla demasiado por su ausencia.

“El caso tequila” de F. G. Haghenbeck

Actualmente estamos viviendo un momento dulce en la publicación de novelas negras y/o policíacas. Este auge es debido, en gran medida, le pese a quien le pese, al éxito de los escritores nórdicos con Stieg Larsson y Camilla Lackberg a la cabeza y otros tantos después. Siempre se ha leído mucha novela policíaca, pero tras el “boom Lisbeth”, que generó unas ventas impensables, ahora se publica y se lee mucha novela de este tipo. A causa de esta explosión se han producido efectos positivos y negativos, entre los primeros podemos destacar: el montón de autores que se están publicando de todas nacionalidades, la recuperación de clásicos que permanecían descatalogados e inencontrables y la diversificación por varias editoriales; hay mucha oferta, variada y de diferentes tipos. Entre los efectos colaterales negativos, sin embargo, tenemos que destacar que, al haber tantos libros, hay muchísimas obras que se pueden quedar sin conocer por los lectores en detrimento de los más conocidos y seguros para el público general, también se está dando el caso curioso de que no se está recuperando como debiera la excelente novela negra española o de habla hispanoamericana y, por último; el olvido, excepto en el caso de Agatha Christie, de la novela de detectives de toda la vida.

Para solucionar un poco las dos primeras carencias mencionadas tenemos aquí la última novela del escritor mexicano F. G. Haghenbeck, “El caso tequila”, que nos ofrece un cocktail donde los ingredientes son: una parte de “hardboilismo”, dos partes de detective a la vieja usanza de Chandler, 3 partes de referencias pop de cine a raudales y 4 partes de humor y diversión, todos ellos mezclados y bien agitados, servidos con una rajita de limón y oyendo de fondo el “Come fly with me” de Frank Sinatra.

Cada capítulo de este fantástico libro comienza con la receta de un cocktail, primero sus ingredientes , a continuación cómo prepararlo y servirlo, para acabar con la historia de cómo y cuándo se gestó dicha bebida. La  bebida, como no puede ser de otra manera, aparece a lo largo del capítulo y, a veces, incluso consigue unirla enteramente a la historia, como tenemos en el maravilloso y lírico comienzo del primer capítulo Tequila Sunrise: “El atardecer poseía tal letanía de colores que parecía que el pintor celestial se había bebido tres tequilas más que yo. Estaba seguro de que le cobrarían el exceso de rojos y amarillos. Un velero apareció en el horizonte entre los pinceles naranja durazno y amarillo mango del crepúsculo. Era una imagen bella”, describiendo la puesta de sol con los colores de la bebida.

El protagonista es el carismático Sunny Pascal, un detective de Hollywood con barba beatnik, alcohólico y en la más firme tradición de Philip Marlowe y Dan Turner, a quien le encanta su trabajo (“Me gustaba mi trabajo: ser un cabrón de tiempo completo y trabajar horas extras”) y al que le encargan el trabajo de guardaespaldas de Johnny Weissmuller en Acapulco (sí, ¡¡es Tarzán!!), desde el memorable flashforward del primer capítulo hasta los siguientes donde empieza a ir desarrollando la enrevesada trama no hay tiempo para el descanso: por las páginas pasan chicas esculturales, mafiosos mexicanos y cubanos, actores desde Frank Sinatra y John Wayne hasta Ann Margret, con referencias incluso al McGuffin de Hitchcock o al Superman de Schuster. Se toma las licencias necesarias para vivir como si estuviéramos en una época tan excitante como aquella.

Si a todos estos ingredientes ya mencionados, añadimos ese humor que impregna cada palabra del escritor, ¿hace falta algo más para recomendar este libro? Yo creo que ya tenemos un poco de todo para tener una lectura estupenda donde el verdadero “Crimen es no saber preparar un martini, el resto sólo son escándalos con mucha sangre”.

Valoración del libro:

Policíacas otoñales

El otoño, con su tristeza inherente, es quizás una de esas épocas más propicias para leer cierto tipo de libros; en este caso se me antoja que las novelas negras pueden ser más que propicias para aprovecharlas en una de esas tardes lluviosas en las que tampoco apetece hacer mucho más que sentarse en un sillón, disfrutar de un buen café o infusión y, cómo no, de una buena novela policíaca.

Para ello hoy traigo tres recomendaciones de tres maestros de este género que tanto amamos, tres novelas cercanas en su aproximación al “hardboiled” pero que, por realizar esta aproximación de una manera tan distinta se complementan estupendamente.

“Mátalos suavemente” de George V. Higgins (1939-1999), el año pasado, gracias a Libros del Asteroide,  tuvimos la suerte de disfrutar de la increíble “Los amigos de Eddie Coyle”, primera novela del escritor George V. Higgins, que fue una de las sorpresas policíacas del año; una novela rápida, brutal y que te dejaba muy mal cuerpo pero que tenía calidad y que se hacía adictiva de veras. Este año, aprovechando el estreno de la película homónima, hemos vuelto a gozar con la vuelta del escritor norteamericano; a pesar del hándicap que supuso una novela inicial tan aplastante, esta tercera mantiene unos niveles similares y se disfruta enormemente a pesar de la gravedad de lo que trata. Para los que no lo conozcan, este autor fue, sin lugar a dudas, fuente de inspiración para Tarantino, solo hay que ver alguno de sus diálogos: chispeantes, duros, cargados de humor y de mala leche, para darse cuenta que, el director no fue el primero en hacerlos: “Me importa un carajo. Como si lo haces con Tarzán y su puto taparrabos de leopardo, si lo convences. Me la suda. Lo único que quiero es que se haga bien. Sólo hay dos cosas que hay que tener: huevos, que según tú ese tío los tiene, y que no lo conozcan mis padroni”. Lo verdaderamente genial del escritor es que consigue mediante el diálogo caracterizar a los personajes y avanzar la trama, ahí está su maestría, no estorban, son el medio, y no abusa de ellos, de ahí lo ágil que resulta leer sus libros. Luego, eso sí, los libros son tremendamente dolorosos, es mejor leerlos en momentos de optimismo porque te pueden dejar bien hundidos. Otra maravilla más a tener en cuenta.

“Un tipo implacable” de Elmore Leonard (1925- ), el mayor problema de este coloso de las letras americanas ( y ya puestos, el de Lawrence Block) es que ha escrito tal cantidad de libros, es tan prolífico, que su gran calidad puede haberse visto diluida entre tanta producción; y esto en EE.UU. no es un problema, pero aquí, con lo difícil que es publicar a un autor de manera continua, se convierte en su mayor hándicap para vender lo que debería vender. Pero no hay que engañarse estamos ante un estilista nato que, eso sí, ofrece mucho; experimenta con todo tipo de géneros y le da juego al lector, no a la crítica. En la novela “Un tipo implacable” tenemos un clasicazo del género negro, heredera de los más grandes, con todas esas alternativas que tanto nos gustan, el hampa en su esplendor; un policía, Carl Webster, que es de un carisma apabullante, frío, implacable con los delincuentes; por el otro lado del ring, tenemos a Jack Belmont, rebelde hijo de un magnate petrolífero, aspirante a convertirse en el enemigo número uno; tenemos mujeres a lo femme fatale que son capaces de todo por sobrevivir; un periodista que documenta el enfrentamiento; subtramas que complementan la trama principal pero que no emborronan; ingredientes mezclados con sabiduría para crear otra de esas novelas que no hay que perderse, con un encuentro final, a lo O.K. Corral que demuestra el amor de Leonard por el western.  ¿Hace falta decir más?

“La canción del perro” de James McClure (1951-2011), no ha tenido mucha suerte en España este escritor sudafricano. Las primeras novelas suyas que se publicaron estuvieron incluidas en la espléndida colección de novela negra que Júcar saco ya hace varios años; sin embargo, a pesar de la calidad de las obras, solo hay que recordar la excepcional “El huevo ingenioso”, no gozó de continuidad y las historias del teniente Tromp Kramer y el sargento zulú Mickey Zondi, aún en estos días, no están publicadas en su totalidad; la publicación no pasa de ser errática y cada cierto tiempo alguna editorial, preferiblemente pequeña, se atreve a intentarlo. Este es el caso de la novela que nos ocupa, editada con esmero por El reino de Cordelia, y en la que podemos vivir la que supuso la última entrega de la serie de estos peculiares detectives; ambientada como en las anteriores entregas en Sudáfrica, volvemos a disponer de una de esas tramas absorbentes, muy bien hiladas (y terminadas) donde, a pesar de la dureza de los temas que aborda, siempre está dispuesto a brindarnos momentos de humor, todo ello aderezado con pequeños apuntes que reflejan el ambiente de apartheid, el racismo que en esa época estaba más que presente en todos los estamentos sociales y que hicieron que el escritor tuviera que emigrar irremediablemente al reflejar esta situación. Este “canto del cisne” es, por otra parte, la primera novela, el encuentro entre los dos detectives, el comienzo de una amistad, una mirada audaz al final de sus historias desde el principio de sus investigaciones; es una amistad que supera cualquier racismo presente (“Zondi se rió y ambos compartieron la oscilante llama de la vela, encendieron los pitillos y aspiraron con ganas”), es imposible decidir qué historia de James McClure me gusta más.

Otro momento de recomendaciones policiacas

Entre los aficionados al género es bien conocida la existencia de una de las mejores colecciones de novela negra que se ha publicado en este país, fue editada por Ediciones Júcar  y el director era el gran Paco Ignacio Taibo II, se llamaba Etiqueta Negra y el contenido era simplemente excepcional (Westlake, Thompson, Hammett, Himes, McClure, Goodis, Ledesma, Juan Madrid, Pronzini, Manchette, Block, McBain…), así hasta conformar un largo etcétera que conjugaba clásicos, autores españoles y sudamericanos y lo último de la novela policíaca. Es tan buena que, poco a poco, haciendo arqueología en las librerías de segunda mano y ocasión, voy consiguiendo esos títulos que, en la mayoría de los casos no han sido reeditados en ningún sitio.

Si tenemos que hablar de quién ha cogido el legado de esta colección, está claro que debemos referirnos a Serie Negra de RBA que  ha cogido el testigo y está construyendo una colección sencillamente magnífica, sobre todo porque gracias a publicar a ciertos autores más comerciales están consiguiendo al mismo tiempo ir recuperando más y más clásicos, inencontrables hoy en día. La fórmula está siendo la misma, una sana mezcla de clásicos (Thompson, Chandler, Himes, McDonald, Millar..),  junto a autores de actuales más comerciales (Nesbo, Coben, Rankin, Kerr, Lehane…), escritores de habla hispana (Zanón, Ledesma, Salem, Ibáñez…) e incluso de novela detectivesca (Christie, Conan Doyle..). Además, para reforzar el conocimiento del género, están haciendo un trabajo estupendo en su web de novela negra (www.serienegra.es) y están más que activos en sus perfiles de Facebook y Twitter (@serienegra). La sensación es que les está yendo bien, tienen ya más de ciento sesenta títulos y no parece que se vaya a terminar a corto plazo, lo cuál me llena de satisfacción. ¿Para qué engañarnos? Uno de los listados que espero con más ganas todos los meses es el de RBA.

Esta semana, por lo tanto, en el rincón de recomendaciones policíacas, una recopilación con tres de las últimas obras publicadas en esta colección, tres obras imprescindibles en un podio de muchos quilates:

“Miami Blues” de Charles Willeford. Uno de esos títulos inencontrables y que acaban de recuperar es precisamente esta primera novela de Charles Willeford (1919 – 1988) de su serie con el detective Hoke Moseley. Estamos ante una de esas novelas donde la dicotomía investigador- criminal está presente desde casi el comienzo. El autor monta la novela desde los puntos de vista de los dos alternando capítulos de esta manera; así, por un lado tenemos al sociópata Frederick J. Freyer (“Tenía veintiocho años. Parecía mayor porque su vida había sido dura; las líneas en la comisura de los labios estaban demasiado profundas para alguien que no llegaba a los treinta años”); y por el otro a nuestro Hoke Moseley. La novela tiene la particularidad de estar ambientada en Miami con todo lo que ello conlleva (“Realmente me siento indefenso conduciendo y caminando por Miami sin un arma”). La absorbente trama se va enredando, las voces se suceden hasta mezclarse en los capítulos finales según se acerca la conclusión. Cada uno de ellos luchará por su identidad, uno por conservarla, otro por adoptar un estatus “respetable”, con consecuencias funestas. Es un “hardboiled” en su mejor tradición, al estilo de colosos como Bunker o Crumley: cruda y dolorosa, violenta. Solo queda que haya un poco de suerte y veamos la serie de Moseley publicada al completo.

“El asesinato como diversión” de Fredric Brown (1906-1972). Algunas novelas simplemente necesitan una premisa potente para ser escritas, luego puedes acabarlo bien o mal pero en la mente de quien lo lea siempre se va a quedar esa idea; si a una premisa interesante le unes inteligencia, entonces tienes una novela tan sobresaliente como esta. El punto de partida es tan innovador como divertido: una serie de crímenes empieza a producirse y el único punto en común para todos ellos está en los guiones para radionovelas escrito por el protagonista que… sorprendentemente, no se los ha enseñado a nadie. El estupendo escritor de novelas de ciencia ficción y relatos breves nos focaliza la narración en el peculiar Bill Tracy al que caracteriza maravillosamente (“Tracy os hubiera caído bien, a pesar de los extraños rumbos por los que su lógica lo conducía de vez en cuando. Pero os hubiera caído mucho mejor aún cuando estaba entonado”;“sobrio os resultaría un tanto cínico. Pero no se le podría culpar por ello; escribir guiones para radionovelas vuelve cínico al más santo y Tracy no era un santo”) utilizando un narrador omnisciente divertidísimo y que busca la complicidad con el lector. Con todo ello creó una novela divertida, ingeniosa, espléndidamente tejida, sin duda un clasicazo del género que no debe pasar desapercibido para nadie.

Y la joya de la corona entre estas maravillas, en lo más alto del podio, para “Retrato de Humo” de Bill Ballinger (1912- 1980).  Este escritor y guionista norteamericano creó en esta novela una de esas obras maestras imperecederas. Para ello utilizó uno de esos personajes que pasan a la historia por sus perversidades y grado de enrevesamiento: la protagonista femenina Krassy Almauniski, capaz de hacer cualquier cosa por ganarse un hueco en la sociedad (“Encontraba justo servirse del sexo, lo mismo que otras mujeres se servían de la educación, el talento o las relaciones sociales… o de un trabajo duro”). La historia comienza con la narración en primera persona del protagonista Danny April que, tras encontrar una foto de  Krassy, se enamora y la empieza a buscar sin descanso. Todo es nebuloso, ella es un “retrato de humo”, él no sabe casi nada de ella y tiene que empezar a construir su historia hablando con las personas que la han conocido. El escritor alterna esta voz con la de un narrador omnisciente que refleja la historia de Krassy con todas sus vicisitudes. Ahí está la magia, él conoce parte de lo que es Krassy pero no todo, eso solo lo sabemos los lectores y cuenta lo que cree conveniente para que sea así; la narración no es lineal y hay elipsis en todo momento. De esta manera consigue que la historia  sea muy fluida y enigmática según pasas las páginas, absorbente, sin esconder lo descarnado de la historia, pero sin regodearse en esa brutalidad palpable en cada página. El resultado, un final apoteósico que no hace más que subrayar un relato magnífico.

El momento de las recomendaciones policíacas germanas

Hoy, en este rincón del género negro, es un buen día para recordar que no solo existe novela policíaca en EE.UU e Inglaterra, y que no solo existe RBA para traernos buenas novelas de este tipo. En efecto, es un momento más que recomendable para recuperar tres espléndidas muestras provenientes de Alemania y que, por un motivo u otro, podrían quedar olvidadas entre tanta publicación. Me atrevo a considerar, incluso, que alguna de ellas puede estar entre lo mejor que ha salido en este año 2012, que afronta su recta final, pasemos a ellas sin más preámbulos.

“¡Que viene el lobo!” de Leonie Swann. En la imprescindible “Las ovejas de Glennkill” Swann planteaba una vuelta de tuerca al género: un tierno rebaño de ovejas se convertían en detectives y conseguían mediante un memorable último acto que el asesino fuera llevado a la cárcel. El libro, además de ser tremendamente original, tenía una trama consistente, sobre todo porque las ovejas, aun siendo “antropomorfizadas” levemente, aunque parezca mentira, no perdían su identidad como ovejas. En este estupendo segundo libro volvemos a recuperar a estas intrépidas aventureras que, en su camino se cruzarán con multitud de aventuras y un nuevo misterio que resolver. Abandona un poco, sin embargo, la parte más detectivesca para fusionarlo aún más con las leyendas europeas y acercarlo, al menos, al mundo del terror; en un audaz giro que consigue, nuevamente que, a pesar de ser más convencional, mantenga lo adictivo del planteamiento. La diversión garantizada por los pensamientos de estas valientes y sobre todo una manera muy inteligente de tratar su relación con los humanos son otros elementos a tener en cuenta. Como conclusión: tenemos otra novela fantástica que nadie debería perderse.

“Blancanieves debe morir” de Nele Neuhaus. Esta novela tiene un par de curiosidades a mencionar y son debidas al sitio que la ha publicado; Maeva es la editorial que se ha subido al tren de Camilla Lackberg para triunfar sin discusión en un público, el femenino, muy fiel a las historias de la sueca, detectivescas hasta cierto punto, pero que se centran especialmente en los sentimientos de los protagonista; y, sin traicionar demasiado a este público que les está dando grandes beneficios, publican escritores del estilo para seguir la línea editorial. El problema llega cuando publicas la de Neuhaus, ya que, el público acostumbrado a lo anterior se encuentra con algo radicalmente distinto y que, posiblemente, no atraiga de esa manera; al mismo tiempo el público que de verdad puede leerla, no se fija por el bagaje que lleva a cuestas la editorial y además se encuentra con un título que emparenta demasiado con la fiebre de cuentos que se daba en ese momento en TV (“Grimm”, “Once upon a time”…) o en el cine (“Blancanieves y la leyenda del cazador”…). Está claro que el peligro consiste en la caída del libro en tierra de nadie y pase desapercibido. Y sería un error imperdonable, estamos ante una de las novelas del año. Con una historia de esas de pueblos endogámicos en los que hay terribles secretos que ocultar (“En ese pueblo se cuece algo. Y desde hace tiempo. Estoy completamente segura”) y con una trama que consigue resolver con nota las diferentes subtramas que van surgiendo. Hay misterio, personajes memorables, unos detectives creíbles: Pia Kirchoff y Oliver Von Bodenstein y su “férreo autocontrol”, villanos convincentes y enrevesados, y un final de esos que hace que no quieras parar de leer sin haberla acabado. Una novela casi perfecta que me recordó poderosamente a la excepcional “Lugar de Ejecución” de McDermid, pero con personalidad propia. Queremos más libros de esta increíble escritora, queremos más libros magníficos, como este.

“Rehenes” de Stefan Heym. La vida del alemán Stefan Heym fue casi más interesante que la de sus libros, solo hay que revisar su biografía con exilios por ser antifascista y por escapar de la caza de brujas de Mccarthy entre otros asuntos, para darse cuenta de que, como de costumbre, la realidad supera a la ficción, la mayoría de las ocasiones. La obra que nos trae la pequeña editorial Funambulista puede quedar en el olvido si unos pocos no le damos la importancia que se merece.

“Rehenes” (Hostages, 1942), fue escrita (en inglés) durante sus 17 años de exilio de Alemania en EE. UU. y se convirtió en best-seller instantáneo. Los tiempos acompañaban, claro, ya que dicha novela estaba ambientada en 1941 en la Praga ocupada por el emergente poder nazi; la trama, aun estando ambientada históricamente le sirvió al autor de pretexto para crear una novela negra ya que según se comenta en la sinopsis de la editorial “La misteriosa muerte de un oficial alemán en un café de la Ciudad Vieja de Praga da lugar a que el ocupante tome a unos rehenes para ejecutarlos a los pocos días si el supuesto autor del atentado no se entrega. Janoschik, uno de los rehenes y miembro de la resistencia, elabora una estrategia para salir temporalmente de su cautiverio y poner así en marcha una conspiración que pondrá en jaque los planes del ocupante nazi…”

El aparentemente sencillo pretexto de esta trama desemboca en una trama asfixiante, ya que los cinco personajes principales son encerrados en una celda juntos y cada uno de ellos se comportará de forma diferente ante la situación, sale lo peor de la personas como es el caso del psicólogo Wallerstein que hace un trato con el oficial al cargo para intentar experimentar con los demás prisioneros: “Los hombres de aquella celda eran como piedras de un torrente de agua forzadas a pasar por cauces estrechos. Tenían que rozarse unos contra otros. Lo que tenía aquí era un laboratorio perfecto con conejillos de indias humanos” y también sale lo mejor, como es el caso del rebelde Janoschik, misterioso y subyugador personaje que intenta llevar a cabo su misión a pesar de las evidentes dificultades.

Mediante los continuos cambios de punto de vista Heym consigue dotar de personalidad a todos y cada uno de los personajes, los flashbacks se suceden, la caracterización sublime de todos ellos, incluso la de los alemanes (“Todos nosotros sabemos lo que es la disciplina. La llevamos en la sangre. Es propia de nuestra cultura y encuentra su máxima expresión en los ideales de nuestro Führer”) y todo ello subida a una trama que va ganando en tensión según se acerca el espléndido acto final. Todo ello conforma un relato verdaderamente tridimensional en su creación, con una riqueza tanto psicológica como argumental, que no se olvida de momentos de un lirismo sencillamente cautivador y que ahonda en la exploración del miedo como verdadera espina dorsal de la humanidad (“Las leyes de la sociedad humana dimanan del miedo; el miedo a que pueda llegar alguien y privarte de bienes, propiedades y poder. Los nazis mataban por miedo a ser matados. Y la brutalidad del terror político se derivaba del hecho de que el miedo de los nazis sobrepasaba todos los límites normales”).

¡Qué relato magistral de la ocupación alemana! Qué grandeza la del autor nacido en Chemnitz que no puede resistir a expresar su deseo, su esperanza de que todo acabe bien (“Y esto es solo el preludio, el primer temblor de tierra. Pero llegará el día en que el suelo se abrirá bajo nuestros pies y todos sucumbiréis en la oscuridad y el olvido.”). Afortunadamente, todos sabemos ya lo que ocurrió, pero no está de más leerlo en esta obra imprescindible.

Un momento de recomendaciones policíacas

El género que, probablemente, más me gusta es la novela policíaca, en todas sus vertientes, que las hay variadas: desde la típica “hardboiled” en su parte más negra, pasando por las tradicionales policíacas de detectives o los thrillers, hasta llegar a los más conocidos “mistery plays” a lo “detection club”. También disfruto mucho del terror, la ciencia ficción, etc… pero sin duda, las primeras son a las que dedico más tiempo además de la novela más estándar y el ensayo. Hacer un artículo con una novela únicamente se me hacía corto e incompleto, entre otras cosas porque cuando empecé a aficionarme al género lo que más útil me resultaba era recibir recomendaciones argumentadas, que me contaran lo que me podía encontrar en cada una de ellas y, ya sabiendo esto, probaba diversas modalidades. Mi objetivo es, entonces, dejar este rincón para un grupo de las últimas que he leído y, de esta manera, cada persona puede escoger lo que le guste. Sin más dilación pasemos a estas píldoras:

“Un jamón calibre 45” de Carlos Salem. Mi primer contacto con este escritor argentino fue en la primera edición de Getafe Negro. Estaba firmando sus libros en una caseta y dio la casualidad que me pasé por allí y me animó a que comprara un libro suyo y además lo firmó, no había leído nada de él pero siempre me gusta probar cosas nuevas. En este caso el libro era “Camino de ida”, su novela de debut, me causó muy buena impresión, luego leí “Matar y guardar la ropa” y me volvió loco, es una de esas novelas perfectas y asombrosas al mismo tiempo. Esta es su cuarta novela policíaca, y, aunque es más irregular, hay motivos sobrados para leerla. El personaje es él mismo, un argentino afincado en Madrid (“un cabrón presumido que siempre se ha creído gran cosa, un personaje de novela cutre disfrazada de alegato contra la mediocridad”). La trama se basa en una serie de equívocos que hacen que al personaje se le confunda con otro y tenga que buscar la forma de salvar el pellejo aunque no se entere de nada. Los ingredientes de su cocina son variados: un humor a prueba de bombas, con momentos hilarantes protagonizados por este histrión y por los personajes que se va encontrando, chicas memorables, sensualidad y sexualidad (más de lo último), momentos líricos cargados de poesía y, además, un sorprendente giro final que cuadra una trama estupenda. Una novela negra, pero tampoco mucho, fusión de géneros, diversión garantizada.

“Venganza” de Douglas Preston y Lincoln Child. Si quisiera definir cuál es la mejor forma de hacer un thriller, sin duda diría que tiene que ser como lo hacen estos dos escritores norteamericanos. Conocidos especialmente por su mejor creación, el detective del FBI Aloysius X. Pendergast,  construyen novelas muy adictivas, pero dotadas de un ingenio que no tienen la mayoría, puede ocurrir de todo, sólo hay que leer la trilogía de Diógenes (“La mano del diablo”, “La danza de la muerte” y “El libro de los muertos”) para darse cuenta. Ahora se atreven a sacar un nuevo personaje, Gideon Crew, y su libro de presentación es “Venganza”, y ¿qué es lo que nos encontramos aquí? Una historia al más puro estilo de James Bond, el personaje principal es un timador, un ladrón de guante blanco al que lo que mejor  se le da es mentir y… “ligarse” chicas, es contactado por Eli Glinn (personaje que ya han utilizado en las novelas de Pendergast) y que lo contrata para robar una mercancía a un científico chino. Hay acción desenfrenada, un villano temible “con nombre de película de James Bond”, ligoteo, aventuras, viajes por varios países… en definitiva, una mezcla explosiva e irresistible. Una muy buena manera de descubrir a estos “cracks” de los best sellers. ¿Quién sabe si Pendergast y Gideon se encontrarán en el futuro? Yo apuesto que sí.

“El ejército furioso” de Fred Vargas. La escritora francesa está ahora mismo en su mejor momento creativo. Después de muchas novelas puedo decir sin temor que, posiblemente, esta novela sea su cénit. La novela con la que inicio las aventuras del detective Adamsberg fue “El hombre de los círculos azules”, una buena novela en la que presentaba al personaje principal y a uno de sus subordinados, Danglard, se trataba de una novela original en el desarrollo de su trama y que, además, le servía para presentar varias de las características que moldeaban a estas dos criaturas, aunque es cierto que abundaba la introspección y se notaba que no tenía muy claro por dónde tirar. De hecho, se tiró varios años para sacar la segunda novela, escribiendo entre medias la trilogía de los tres evangelistas y “Los que van a morir te saludan”. A partir de ahí fue, poco a poco, jugando con las novelas, añadiendo personajes y buscando su forma de hacerse diferente. Su evolución me recuerda, de hecho, a la de los padres de la novela negra sueca, Maj Sjöwall y Per Wahlöö, que, allá por los sesenta crearon a Martin Beck, y, aunque empezaron como una novela clásica de género con un detective principal con trazos de Spade o Marlowe, evolucionaron hacia una coralidad, una mayor importancia de los personajes secundarios según iban pasando los libros. Fred Vargas hace algo parecido, y en esta última y tras los giros que ha ido dando, está claro por dónde va. Tiene un detective despistado, lento, divertido, que no es capa de recordar un nombre, y tiene un grupo de secundarios espléndidamente caracterizados, con personalidad propia. Añadimos a eso una trama con una línea principal y varias secundarias muy bien hiladas que se cruzan con sus novelas anteriores y tenemos una novela prácticamente imprescindible.

“La forma en que algunos mueren” de Ross MacDonald. Si Chandler levantara la cabeza ahora mismo y viera esta reedición, señalaría al bueno de Ross como su digno sucesor, de hecho lo hizo en su momento. Aquí nos encontramos con el que ha sido considerado el heredero de Marlowe, Lewis Archer, un detective a la vieja usanza en una novela clásica del género. En esta, su tercera novela, encontramos los elementos que definieron la novela más “hardboiled”, una trama enrevesada, con un montón de personajes, más sórdida, más negra, más dolorosa que “La piscina de las ahogados”, donde retrata con dureza la desesperación de la juventud sin futuro, el mundo de las drogas, la maldad obligada y elegida, las consecuencias funestas de todo lo anterior. Y, cuando menos te lo esperas, retrata la maldad del hombre en toda su magnitud en un capítulo final simplemente magistral, a pesar de su intensidad y su amargura.  Todo está retratado con meticulosidad y con una prosa espléndida (“El abanico de cristales de colores que había encima de la puerta bañó a su madre en un color púrpura sombrío. Las huellas de las lágrimas parecían marcas de lluvia sobre un camino de tierra”). Me quito el sombrero ante este grande de la literatura.

“La juguetería errante” de Edmund Crispin

Aprovechando la inminente publicación de la segunda aventura de Gervase Fen, nuevamente por la editorial Impedimenta, recupero la reseña que hice para su primera y fantástica novela “La juguetería errante”:

Si no fuera por Sir Arthur Conan Doyle y Agatha Christie, gracias a sus detectives más famosos y paradigmáticos del género como son Sherlock Holmes y Hércules Poirot, la novela más tradicional de género como es la novela de detectives, hoy en día estaría más que olvidada; no porque no guste, que no es así, sino más bien debido al auge tremendo de la novela negra, que ahoga las pretensiones de un tipo de libros que no buscaba tanto lo negro del asunto sino crear una trama ingeniosa en la que un detective era capaz, mediante la deducción, a través de todos los detalles de la situación, de resolver un asesinato (u otro conflicto) aparentemente irresoluble.

Uno de los grandes hitos de la novela de detectives fue la creación del famoso “Detection Club” en Londres en 1930, entre los fundadores de este selecto club estuvieron los archiconocidos Agatha Christie, Gilbert Keith Chesterton Dorothy Leigh Sayers,  y que permanece aún activo hoy en día.

Edmund Crispin, seudónimo de Rober Bruce Montgomery, es un escritor inglés heredero de esa época  e, influenciado por dicho club, creó novelas de detectives basadas en la verdadera tradición inglesa, aunque alejado de sus reglas. Su detective es el ingenioso Gervase Fen (“El excéntrico comportamiento de Gervase Fen, profesor titular de Inglés y Literatura en St. Christopher, no se ajustaba en absoluto a los modelos tradicionales del profesorado”) que recorre las calles de Oxford (“el único lugar de Europa donde un hombre puede hacer cualquier cosa e incurrir en cualquier excentricidad y no despertar ningún interés ni emoción en absoluto en nadie”) sobre su deportivo que él llama Lily Christine III.

La premisa inicial de “La juguetería errante” es tan ingeniosa como retadora: una juguetería con un cadáver en su interior que aparece y desaparece para consternación del poeta Richard Cadogan, amigo de Gervase, y que desencadenará todo el meollo. Es mejor no contar nada más sobre la historia para que cada uno pueda ir descubriéndola. Sí es inevitable mencionar que la novela se lee con adicción, que la trama es muy ingeniosa, ya que desde la premisa inicial llegamos a un típico caso de “habitación cerrada” habitual en novela de detectives; pero no faltan persecuciones, no faltan personajes a cuál más divertido (como el peculiar camionero que lee a D. H Lawrence), ni humor en cada página que va pasando  (“Entre los bajos que ululaban malhumorados como barcos perdidos en la niebla del Canal de la Mancha – que es como suenan todos los bajos en todas las orquestas del mundo”).

Si a eso añadimos todos los juegos literarios que se trae entre manos Crispin en la boca de su detective Gervase y el poeta Cadogan (“Vamos a jugar a los libros infumables. -De acuerdo. El Ulises. – Vale. Todo Rabelais. -Vale. El Tristram Shandy”) y las constantes referencias literarias que pueblan la obra, la novela se convierte en una delicia para disfrutar sin prejuicios.

Necesitamos más novelas de Edmund Crispin (“Mi querido amigo, ¿te encuentras bien? – Estaba pensando títulos para las siguientes novelas de Crispin”), entretenimiento imprescindible, disfrutable a todos los niveles y, en definitiva, diversión de esa que te ayuda a amar cada vez más la literatura, no todo tiene que ser denso, sesudo y cerebral. Reír es bueno y, desde luego, hay que hacerlo siempre.

Valoración del libro:

“Headhunters” de Jo Nesbo

Con motivo del estreno de la película este fin de semana pasado, RBA, en su espléndido sello de Serie negra, se ha puesto las pilas para publicar la novela con antelación al estreno de la misma. Tanto es así, que hasta en los carteles de promoción de la película aparece reflejado el hecho de que ya haya sido publicada con anterioridad.

En esta ocasión, Jo Nesbo se toma un descanso del “HarryHoleverso” para ofrecernos una novela de corte radicalmente diferente. Una novela más tipo thriller y que bien podrían haberla escrito el dúo Preston y Child, de hecho, el último personaje creado por estos, Gideon Crew, es un ladrón profesional, muy parecido igualmente al Neil Caffrey de la serie “White Collar”.

Ambos personajes tienen mucho en común con el protagonista de “Headhunters”: Roger Brown, el cautivador, ambicioso y, sin duda, subyugador personaje de la novela, cuyo trabajo es el de “cazar talentos” (headhunter) para empresas de alto nivel y que, en sus ratos libres,  se dedica a robar obras de arte para poder venderlas discretamente y así mantener un alto nivel de vida en el cuál su bella mujer se dedica a llevar una galería de arte.

Un primer capítulo magistral y cargado de humor sirve para que el escritor nos presente al carismático Roger en su faceta más habitual, como entrevistador a la búsqueda de talentos para grandes empresas. Como ya dije en un anterior post, la creación personajes es uno de los puntos fuertes de Nesbo: aquí tenemos al opuesto a Harry Hole; en mi humilde opinión más cercano al propio escritor que, en esta ocasión, no hace muchos cambios narrativos, está narrada en primera persona por el propio “Rey de la colina” como a él le gusta autodenominarse debido a la gran seguridad que tiene de ser el mejor. Solo hay una pequeña audacia narrativa casi al final, muy efectiva, con un cambio a un narrador omnisciente que, además, sirve de preparación para la excelente conclusión.

Clas Greve (su némesis), su mujer Diana y el resto de personajes aparecen al igual perfectamente dibujados en esta primera parte, sobre todo psicológicamente, según va avanzando la trama. La segunda parte del libro es sencillamente trepidante, no hay abuso del “cliffhanger”, pero resulta muy efectivo y, desde luego, las páginas pasan sin querer. La tercera parte demuestra el dominio que tiene el escritor noruego del tempo narrativo y sobre todo su capacidad para hilar tramas, todo se cierra según las pistas que ha ido dando anteriormente y no puedes por menos que acabar rindiéndote ante él.

No abusa en esta ocasión, como en anteriores novelas, de elementos escabrosos, debido principalmente a que esta novela supone una total ruptura temática y de estilo con respecto a  lo que ya ha escrito, pero el resultado es muy bueno, un tipo de novela adictivo, como un thriller que nos muestra una cara distinta de este gran escritor, que, aunque no alcance las cotas de su magnífica “Petirrojo”, sí que consigue un resultado estupendo, demostrando además una versatilidad de la que hasta ahora no había hecho gala.

“El Rey de la Colina” no es Roger Brown, es el propio Jo Nesbo, el mejor escritor nórdico de novela negra en la actualidad.

Valoración del libro:

Razones del triunfo de Jo Nesbo

Recupero a continuación el pequeño artículo que hice sobre el mejor autor nórdico vivo que tenemos la suerte de ver publicado por aquí, el noruego Jo Nesbo, cuando se publicó “El redentor”, la última que se tradujo en España que tiene como protagonista a Harry Hole. Este artículo me servirá de enlace con respecto a la reseña de su última novela “Headhunters”:

Tenía la tentación de hacer una reseña sobre la lectura de “El Redentor”, pero, viendo la proliferación de estas en todos los medios, se me ocurrió que a lo mejor se podría hacer algo distinto.

De esta manera pensé que quizá estaría bien realizar un análisis de las claves utilizadas por el escritor para obtener tanto éxito con sus novelas; ¿qué es lo que hace tan bien Nesbo para que sus novelas sean tan leídas y, además, sean bien consideradas por la crítica en general? ¿Existen reglas que puedan hacer que una novela sea más o menos leída? ¿Podría extrapolarse a todo tipo de literatura?

Teniendo en cuenta esto, profundicemos en el asunto:

-Uno de los puntos fuertes de sus novelas es, sin lugar a dudas, el protagonista: el detective Harry Hole (“Harry era un alcohólico arisco de un metro noventa y tres de estatura, y tampoco jugaba a su favor el hecho de que además fuera un investigador brillante”, de “El Redentor”), es imposible no empatizar con él. Le ocurren tantas cosas: cae en los abismos del alcohol y luego no recuerda nada, no puede mantener una pareja fija tanto a nivel profesional como personal, etc. Es falible, no es perfecto, aunque sea un gran investigador. Parece mentira que cada libro ahonde aún más en la búsqueda de su humanidad, de su alejamiento de los detectives insoportablemente perfectos que hemos encontrado en tantas historias, el siguiente diálogo de “El Redentor” lo deja aún más claro:

“-¿Te estás haciendo viejo Harry?

 -¿Viejo? ¿A qué te refieres?

 –Viejo y humano, es la primera vez que te veo darle prioridad a los vivos por encima de los muertos”

-A pesar de su indudable protagonismo, el bueno de Harry no es el único que habla; Nesbo es característico por acometer cambios de punto de vista constantemente, por cambiar la focalización de la historia a otros personajes, tanto los propios compañeros, víctimas, anónimos… como, especialmente, los criminales. Y es que no hay nada más interesante que entrar en los pensamientos y en lo que le pasa por la cabeza al psicópata de turno; esto se repite en todas y cada una de las novelas (“Este es mi idioma. Es claro y sin paradojas. Y estoy listo” de la “Estrella del diablo”). Dar voz al asesino, comprender sus “motivaciones”, fue sinónimo de éxito en el caso de Jim Thompson, Lawrence Block o Agatha Christie.

-Muy en la línea de los grandes padres de la novela negra nórdica Maj Sjöwall y Per Wahlöö y su detective Martin Beck, según van pasando las novelas se van añadiendo y desarrollando personajes en una galería cada vez más completa. Se refuerza cada vez más la idea de creación de un universo, de un entorno Hole, en el que todos estos personajes están cada vez más integrados y, sin quitar voz al protagonista, alcanzan una voz propia, personal y reconocible. Así tenemos a Oystein Eileland, “taxista y único amigo que Harry conservaba de la infancia”, a Aune Stale, psicólogo personal (de Harry) y profesional (que ayuda al departamento), a sus compañeros Tom Waaler, Halvorsen, Skarre, Beate Lonn (a partir de Némesis) con su “Gyrus Fusiforme” (capacidad para recordar todos los rostros que ve) y al jefe que le cuida, comprende y salva en infinitas ocasiones Bjarne Moller. Este elenco dota a las historias de una diversidad innegable, ya que cada uno de ellos tiene una serie de peculiaridades que los hacen únicos y que giran en torno a nuestro atormentado detective.

-Un detalle imprescindible que contribuye a que los personajes (investigadores, criminales, secundarios…) sean atractivos es la psicología insuflada por el autor a cada uno de ellos. La profundización psicológica de sus motivaciones es el leit motif que utiliza para dotar de hondura a cada una de sus representaciones y hacer avanzar la trama hasta sus últimos detalles. Ya es sintomático el que uno de los personajes principales sea el psicólogo Stale,  que aparece con frecuencia aportando ideas para construir el perfil del asesino (“El psicópata suele ser un individuo inadaptado, sin trabajo, sin estudios, con antecedentes y no pocos problemas sociales, al contrario que el sociópata, que es una persona inteligente, aparentemente sociable y con una vida normal” de la “Estrella del diablo”), aunque en este caso no exista tal distinción.

-Las cuatro novelas que se han publicado por aquí abundan igualmente en detalles escabrosos, que tampoco voy a pasar a enumerar, tanto a nivel de violencia, como en aspectos sexuales; esto, indefectiblemente, suele ser una garantía, sobre todo si se convierten en medios  para llegar a un fin muy bien pensado y del que hablaré más tarde. Hay sordidez, hay corrupción, bajos fondos, conspiraciones, todo ello, unido a lo anteriormente expuesto, ayuda a provocar la catarsis del lector, que sabe que, sus desgracias, en un tiempo de crisis como el que nos hallamos, son menores comparadas con las que ve reflejadas en estos libros. No deja de ser uno de sus puntos fuertes.

-Mucho se podría decir sobre la forma que tiene de estructurar las novelas; baste mencionar que es constante desde su primera novela publicada por estos lares, “Petirrojo”: es habitual que la trama no sea lineal en ningún momento, que haya alternancia de tiempos y puntos de vista, como ya mencioné anteriormente. A veces incluso alterna escenas aparentemente sincrónicas para dar un cambio final que revela que no lo son. Todo ello contribuye a crear una trama compleja, enredada hasta tal punto que no sabes por dónde te puede salir. Por si fuera poco es capaz de unirla a complicadas motivaciones o trastornos psicológicos en una receta explosiva y que, además, consigue finalizar con una total coherencia interna en la mayoría de las ocasiones. Todo ello con un estilo ágil, sencillo, sin descripciones farragosas; son novelas voluminosas y, sin embargo, las páginas pasan sin que te des cuenta. Desde luego es un logro.

Una vez llegado a este punto, creo haber expuesto varias razones para creer en Jo Nesbo; podría decirse más y mejor, pero me parece que extenderme resultaría innecesario. La cuestión sería, ¿y con todo esto bastaría para crear una novela comercial y que valore bien la crítica?. No creo que existan fórmulas preestablecidas que aseguren esto. Sí parece razonable que existan buenos escritores que cojan estos ingredientes y, al fin y al cabo, logren hacer literatura con ellos, como nuestro escritor noruego favorito, hacer literatura que llegue al alma y alimente nuestro intelecto (“Harry sintió compasión por él. No la clase de compasión que podía sentir por la víctima o por sus familiares, sino la que inspira ese momento desgarrador en que uno es consciente de la miseria de la propia humanidad”).

 

En breve tiempo, la reseña sobre su última (y muy distinta) novela.