“La contravida” de Philip Roth

Es buen momento, tras el príncipe de Asturias, para poner esta reseña de uno de los libros de este coloso de las letras norteamericanas y que estaba retrasando en demasía.

En la densa y excepcional “Zuckerman encadenado”, asistíamos a la creación del alter ego más conocido de Philip Roth (otro sería el muy sexual David Kepesh) a través de un libro que constaba de tres libros y un epílogo maravilloso y complejo. En “La contravida” tenemos la “segunda” novela con Nathan Zuckerman de protagonista, si entendemos los anteriores como un solo libro.

La lectura de esta última se complica según avanzan las páginas, empieza a la manera de Roth, con sus temas siempre presentes (el judaísmo, antisemitismo, relaciones paterno-filiales, el sexo de fondo…) y la estructura está clara desde el principio, ya que hay cinco episodios que, además, según los vayamos leyendo se irán desarrollando en diversas localizaciones geográficas: Newark, Israel, un avión, New York e Inglaterra.

En el primer episodio encontramos a un Roth en plena forma, con la narración del hermano de  Nathan hasta que muere debido a una operación que puede solucionar sus problemas para mantener relaciones sexuales con su amante inglesa; a partir de ahí es Nathan el que retoma el punto de vista y ya vemos cómo la idea del antisemitismo la extiende deconstructivamente a los propios judíos.

“Insistí en la idea de que EEUU no se reducía a judíos y gentiles ni era el antisemitismo el principal problema de los judíos norteamericanos. Decir “Admitámoslo , para los judíos el problema son siempre los goyim puede tener su pizca de verdad a ratos”

En la segunda parte, el lugar donde transcurre cambia drásticamente, lo que parece un flashback de la historia anterior, donde Henry habría ido a Israel, comprobamos según vamos leyendo que Henry ha sobrevivido a la operación, pero, sin embargo, se ha ido a un lugar tan lejano para convertirse en un verdadero judío; ha tenido una epifanía, en las palabras del propio hermano: “yo era ellos” ” yo soy en lo hondo como esos judíos”.

Aprovecha este escenario para describir desde su punto de vista en lo que se ha convertido la nación judía: “Este, comprendes, se supone que era el sitio donde la nota consistía en convertirse en judío normal. En lugar de ello nos hemos convertido en la obsesiva prisión judía por excelencia. En lugar de ello, este sitio es el caldo de cultivo de todas las variantes de locura que el genio judío es capaz de concebir.”

Y para introducir el interesante concepto del “asimilacionismo”:

“-Pero es que la asimilación y los matrimonios mixtos de EEUU están provocando un segundo holocausto. Verdaderamente un holocausto espiritual está ocurriendo en EEUU y es tal letal como la amenaza que los árabes representan para el estado de Israel. Lo que Hitler no consiguió en Auschwitz están haciéndoselo los judíos norteamericanos en los dormitorios […] Antes fue el exterminio por la vía dura; ahora es el exterminio por la vía blanda.”

Hasta aquí tenemos dos historias aparentemente independientes pero unidas, lo que falta saber es por dónde va a llevar esta unión; sin embargo, tras el interludio cómico que se desarrolla en un avión, todo cambia radicalmente y lo que parecía un tipo de novela se vuelve en otra.

Esta sorpresa es que en el cuarto episodio Nathan muere por el mismo tipo de operación a la que se sometió Henry en el primero y donde Henry se convierte en el narrador intentando buscar el resto de partes escritas del libro de Nathan (con el seudónimo de Carnovsky) para destruirlas.

La “aparente” convencionalidad de los primeros capítulos transforma la novela en una reflexión sobre la novela y su autor relacionada con la realidad; así, en palabras de su editor en el funeral:

“Si hemos de hablar con propiedad, digamos que no cabe distorsión ni falsificación en una obra que no es periodismo ni historia como no cabe esgrimir acusaciones de exposición incorrecta ante un texto que no tiene obligación alguna de recoger sus fuentes “correctamente””

Roth siempre ha sido consciente de lo que escribía y aprovecha la muerte de su alter ego, si este lo era de verdad para expresar sus preocupaciones con respecto a la influencia e importancia de la novela en la sociedad, y más en la sociedad judía:

“¿A qué se debe que los lectores de Carnovsky se pregunten con tanta frecuencia si es novela? […] Primero, como ya he dicho porque camufla su condición de escritor y su estilo reproduce exactamente la angustia afectiva. Segundo, porque pisa territorio sin explorar en el ámbito de la transgresión al describir tan explícitamente la sexualidad de la vida familiar.”

Y encontramos una de las claves del relato en las siguientes palabras en boca del editor:

“Dicho en pocas palabras: pensaron que Nathan hablaba de sí mismo en la novela y que, por consiguiente, estaba loco; porque ellos para hacer una cosa así, tendrían que haberse vuelto locos”

El propio Roth nos está diciendo que Zuckerman no es él, no habla a través de Zuckerman, por eso lo mata, sin compasión, en su segunda novela.

Ya para acabar, tenemos otro cambio de estilo y narración, en Inglaterra comprobamos que Nathan vive ahora con María y entre gentiles (católicos), parece un relato costumbrista inglés y utiliza igualmente lo epistolar para relatar las cartas entre los dos cónyuges.

Viendo toda la obra, entonces nos hemos enfrentado a cuatro realidades distintas, diversas, donde la coherencia interna ha sido brutalmente destruida de manera autoconsciente por Roth, esta fragmentación es el signo de los tiempos, las dudas ante una realidad que se desmorona, donde los personajes se intercambian y no sabes a lo que atenerte.

Es el relato de un maestro que trata de experimentar con el fondo, con la forma, con los puntos de vista narrativos y todo ello para hacernos reflexionar, para hacernos ver la importancia del autor y su obra, y lo que influye en nuestra realidad.

Esta novela me ha hecho darme cuenta de que, al menos en sus primeros años, la lectura cronológica es imprescindible, ya que la unidad argumental de su carrera se podría resentir y, desde luego, no disfrutar de la manera en que se merece.

Es un titán, no se puede dudar, pero quien empiece con esta obra posiblemente no vuelva a él.

Valoración del libro:

En octubre “Escucha esto” y mucho más.

Un poco tarde, desde luego, pero llega el momento de hacer balance en el plano literario de mi vida del mes de septiembre.

La causa de la tardanza ha sido, como no podía ser de otra manera, la lectura del “Contraluz” de Pynchon, lectura tremendamente absorbente, compleja en fondo y forma, poco ágil, que me ha ocupado buena parte del tiempo dedicado a leer; ha valido la pena y mucho, es una obra magnífica, hija de, quizás, el mayor escritor vivo en la actualidad; hablaré de ella largo y tendido, ya he empezado en este comentario. Pero no sólo de Pynchon puede vivir el lector, también hubo hueco para “Zuckerman encadenado” y “La contravida”, de otro coloso de las letras estadounidenses, Philip Roth; momentos increíbles igualmente, que me han llevado a una determinación distinta en la lectura de las obras de este escritor y que otro día comentaré. Obras de este estilo requieren alternancia con otras más llevaderas, de lo contrario, la fatiga tras leer algunas como la primera citada puede llevar a un cansancio no del todo sano. Así, cayeron dos obritas cortas del gran escritor austríaco Stefan Zweig, un seguro de calidad y buen hacer; estas fueron “Ardiente secreto” y la demoledora “Carta a una desconocida”. Alguno puede preguntarse si hubo algo de novela negra; claro, ¿cómo no? “Mátalos suavemente” de George V. Higgins fue exactamente lo esperado, otro clásico del género cargado de amargura; no menos duras resultaron “Un cuchillo en la mirada” y “Noche Salvaje” del perverso y siempre imprescindible Jim Thompson. No faltó un poco de novela negra con el apartheid de fondo con “El huevo ingenioso” de James McClure, escritor con poca suerte en España y que, sin embargo, tiene novelas consistentes y bien escritas.

Y, ¿qué estoy pensando para octubre? A continuación podéis ver algunas de las adquisiciones del mes.

Tengo claro que “Escucha esto” del crítico musical Alex Ross, va a ser la “lectura-tochal”, su anterior libro “El ruido eterno” ahondaba de una manera muy didáctica, sin perder profundidad, los entresijos de los autores contemporáneos de música clásica; era un ensayo que se complementaba maravillosamente con una web en la que se ponían los fragmentos a los que se refería el escritor y el resultado era una lectura tridimensional, cargada de detalles, además de enriquecedora. En este último ensayo se propone, aparentemente, ligar música clásica con algunas manifestaciones de música pop, veremos cómo lo realiza y si el resultado es satisfactorio.

Otras lecturas que seguro que haré van a ser los dos libros de poemas del surcoreano Ko Un, “Fuente en llamas” y “Diez mil vidas”, todo debido al continuo seguimiento que hago habitualmente de los Nobel, me propongo descubrir a este, uno de sus sempiternos candidatos.

También quiero, por fin, introducirme en el universo de lecturas de Elmore Leonard, “Un tipo implacable” y “Mr Paradise” parecen buenas formas de hacerlo. No debería dejar pasar tiempo sin leer esas sátiras británicas que tanto me gustan, de ahí la presencia de “Augustus Carp” de Henry Howarth Bashford y de “La caída y auge de Reginald Perrin” de David Nobbs.

Y hasta aquí lo que, más o menos considero seguro; luego cualquier cosa puede ocurrir, lo cual es excitante de manera implícita, dependerá mucho del humor y del momento en que me encuentre; asimismo empezaré con las lecturas de la carrera, Coetzee e Ishiguro para empezar, no está nada mal.

El horizonte de compras se presenta apetecible igualmente, la última obra de Delillo en España son unos cuentos; se aproxima otra novela, cercana en este caso al género policial con la  última de Joyce Carol Oates, y luego las cartas de Auster y Coetzee; y en novela negra, la penúltima de los padres de la novela sueca, un nuevo McBain, un nuevo King, Crispin…. No sé el resto, pero, en mi caso, tengo un “hype” que no me aguanto.

“Una hermosa doncella” de Joyce Carol Oates

La ilustre escritora norteamericana Joyce Carol Oates tiene el dudoso honor de tener asociado indefectiblemente a su nombre un segundo nombre o casi apellido, eterna o firme candidata al Nobel”, por lo tanto cada vez que se publica un libro suyo, tenemos que observar la inseparable coletilla detrás… un estigma que no puede borrar, como sus colegas Philip Roth o Thomas Pynchon tienen que ver año tras año como la academia sueca les olvida sin piedad a pesar de su calidad literaria.  A mí lo del Nobel me gustaría, pero no tanto por el prestigio, que ya lo tiene, sino porque tuviera el espaldarazo definitivo para que toda su obra fuera publicada en español; porque si Pynchon o Roth no lo reciben, afortunadamente, ya tenemos todos sus libros a falta de pequeñas excepciones, pero de Oates, ahora mismo, hay disponible un escaso veinte por ciento de su ecléctica y prolífica carrera (a pesar de que ahora hay tres editoriales que se están poniendo a la labor) y eso, definitivamente, es poquísimo, y más sabiendo la calidad que atesora.

Para entrar en el universo Oates hay que encontrar la obra que te haga “tilín” y a partir de ahí se abre un inmenso mundo de posibilidades; ya disfruté como un enano de “A media luz”, una de sus novelas largas, pero, ciertamente, a partir de ese momento vibro con cada una de las obras que voy conociendo, y en la mayoría de ellas por motivos distintos. Uno de los tipos de libros que podemos encontrar y que no están descatalogados son unas novelitas cortas, de mucha intensidad, muy góticas, centradas en aspectos polémicos, un poco escabrosos y en las que la escritora consigue unos resultados excelentes cambiando de estilo y experimentando con su forma de escribir. Así tenemos este año pasado “Violación una historia de amor”  y la que voy a comentar a continuación, “Una hermosa doncella”.

“Inocentemente. Así comenzó. Cuando Katya Spivak tenía dieciséis años y Marcus Kidder sesenta y ocho”. En la primera frase del libro tenemos ya presentes los dos protagonistas sobre los que se desarrolla casi en su totalidad la historia. Katia Spivak es una niñera que trabaja para una familia rica de Bayhead Harbour y que conoce al anciano señor Kidder cuando, paseando, éste le dice lo siguiente:“¿Y si pudieras escoger, si pudieras cumplir tu deseo?” a lo que ella piensa “Lo que advirtió fue la pintoresca expresión, tu deseo. Tu deseo como un cuento de hadas”. Todo esto ocurre en la primera página del libro. Ellos son los protagonistas de un cuento de hadas, pero asentado en la realidad, con todo lo que eso conlleva.

El resto de protagonistas y acciones que van sucediendo sirven para ir pintando mediante pequeños retazos las personalidades de Marcus y Katya. Katya no ha pasado una buena infancia y es consciente de ello (“Lo mejor de ser niñera, era leer en voz alta libros infantiles a niños extasiados como Tricia porque nadie le había leído a ella libros en voz alta cuando era pequeña”), es insegura y miedosa (“Era la debilidad de los adultos lo que odiaba y lo que le daba miedo”), se siente ignorada y olvidada por todos, incluso por su familia (“En casa de los Engelhardt, Katya Spivak era invisible. En su propia casa de Vineland, era incluso menos visible”) por ello se siente atraída por el señor Kidder ya que “en el salón del señor Kidder Katya Spivak era completamente visible”. Marcus Kidder es un caso distinto, él mismo se define como “un diletante y un coleccionista y un amante.. de la belleza. Pero el glamour y la belleza son dos cosas muy distintas” y que necesita “Una hermosa doncella a la que puede confiar una tarea crucial. Por la que sería bien recompensada a su debido tiempo”. Los dos tienen en común “el miedo más primitivo, el miedo a que no nos amen y no nos protejan”.

Con todas estas piezas tenemos un cuadro que comienza con ecos de Lolita, pero que va cambiando hasta convertirse en algo muy distinto según J.C. Oates va moviendo los hilos de los personajes hasta una parte final donde la tensión se vuelve cada vez mayor y nos sorprende con un final doloroso a pesar de ser previsible, pero lírico, a pesar de lo escabroso y perverso que puede ser desde la objetividad. Una gran historia, no apta para todos los públicos, pero gran historia.

Oates sigue empeñada, sin proponérselo, en hacernos vibrar y apasionarnos con cada historia que traza con escritura magistral y con toda esa inteligencia de la que es capaz, no exenta de conocimiento de la naturaleza humana. Descubrir su obra es un placer que no acaba y al que siempre acabas volviendo (“Porque el amor es fuerza, no puede haber fuerza sin amor”).

Valoración del libro:

Una de premios: El príncipe de Asturias y la cercanía del Nobel.

Presumiblemente, el próximo jueves 11 de octubre del 2012, tendrá lugar el acontecimiento literario más importante del año: la entrega del premio Nobel de literatura. Mucho antes, a nuestro nivel, el español, ya se ha decidido el premio príncipe de Asturias de las Letras que es el premio más importante, a nivel internacional, entregado en España. No quería dejar pasar la oportunidad de mencionar especialmente que este año ha recaído en uno de los “eternos aspirantes al Nobel”; el cliché por excelencia que oiremos en las próximas semanas hasta en la sopa en todos los medios de información. El norteamericano Philip Roth, un coloso de las letras que, posiblemente, no reciba sin embargo el máximo galardón, debido a la animadversión de la academia sueca con respecto a Estados Unidos.

El gran escritor norteamericano como agradecimiento al galardón contestó a los organizadores con el siguiente mensaje:

“Estoy encantado de recibir el Premio Príncipe de Asturias y emocionado porque el jurado haya encontrado mi obra merecedora de tal honor.

Es particularmente conmovedor para mí haber recibido la noticia del premio sólo unas semanas después de la muerte de Carlos Fuentes, quien recibió el premio en el año 1994. Carlos fue un querido amigo mío y un colega generoso durante muchas décadas y, por supuesto, uno de los más grandes novelistas en español de nuestra era. Quisiera que estuviese vivo para que pudiera oír su voz melodiosa al otro lado del teléfono dándome la enhorabuena con su cortesía habitual”.

Philip Roth, Nueva York, 6 de junio de 2012

Es tan inteligente que liga su premio al gran Carlos Fuentes, demostrando que, al menos, conoce el premio y que incluso ha mirado los ganadores desde 1994; añadiendo una nota conmovedora al agradecimiento que con una nota formal/cortés habría bastado, esperemos que venga a recoger el premio; su discurso será, sin lugar a dudas, un acontecimiento a seguir. Roth, con sus temas, tiene una carrera literaria muy meditada y, desde luego merece lo mejor. En breve espero poner un comentario sobre la increíble “La contravida”, otro exponente de su saber hacer.

Curiosamente la lista de los premios Príncipe de Asturias en los últimos años es bastante consistente y más consecuente que la de los Nobel; que hace gala de unos partidismos que, por otra parte, la hacen bastante divertida por todo lo asociado, digamos, “lateralmente” al premio.

El pistoletazo de salida del premio suele ser la apertura de la casa de apuestas de Ladbrokes con su página dedicada a este premio en particular. Aquí tenéis la página para seguir la evolución. Además, coincide con el artículo estándar que realizan en todos los medios para contar lo mismo de todos los años, con la única actualización de cuál va primero en las apuestas en ese instante.

Cierto es que un premio, que debería ser hipotéticamente el más importante a nivel mundial en el ámbito literario, no ha sido entregado a clásicos insustituibles de la talla de Joyce, Proust o Nabokov entre otros, se desacredita por sí mismo; pero también es cierto que, para todos los que amamos la literatura tenemos siempre la esperanza de que se premie a los mejores.

Algunos datos curiosos: Francia es el país con más laureados, nada menos que catorce, luego van Reino Unido y EE. UU; sin embargo este recibió su último premio en 1993, hace casi veinte años; España lo ha recibido en cinco ocasiones; en los últimos diez años solo tres mujeres han sido galardonadas. Digo estos datos porque desde luego suelen dar pistas para  ver cuál puede ser el de este año.

Y, concretando, ¿cómo están las apuestas ahora mismo? Suenan con fuerza los nombres de Murakami, Bob Dylan, Mo yan, Nooteboom, Kadaré, Adonis, Ko Un, Dacia Maraini o Philip Roth y Cormac McCarthy. Pero no hay que dejarse engañar, en años anteriores el verdadero ganador suele aparecer en los primeros puestos en los dos últimos días.. y esta lista evoluciona un montón según pasa el tiempo; solo hay que recordar los casos flagrantes, en cuanto a subida meteórica y posible filtración, de Le Clezio y Hertha Müller.

Os recuerdo los últimos laureados, desde el año 2002:

2002 Imre Kértesz

2003 J.M Coetzee

2004 Elfriede Jelinek

2005 Harold Pinter

2006 Orhan Pamuk

2007 Doris Lessing

2008 Le Clezio

2009 Hertha Müller

2010 Vargas Llosa

2011 Tomas Tranströmer

Lo que parece claro es que, este año, no va a ser un poeta; no suelen repetirse los géneros, excepto en ficción; lo más probable es que sea mujer, llevamos pocas en los últimos años, y las últimas nacionalidades que menos se han repetido son la norteamericana y la asiática, se pueden descartar los europeos. Con este perfil y, teniendo en cuenta la animadversión evidente a EE. UU. de la academia sueca, o será canadiense o será asiático, y si es posible, será mujer, no digo nombres  y que cada uno haga sus cábalas; yo añadiría los africanos, hace bastante de Coetzee también, y podrían estar ahí. Todas estas elucubraciones las discuto todos los años con mi librero, es parte del juego, y muchas conclusiones son suyas.

Y, ¿quién me gustaría a mí que ganara? El corazón, la mente, y cada fibra de mi piel querría a Pynchon, pero es casi imposible, aunque aparezca en las apuestas, además, seguro que no iba a recoger el premio o renunciaba a él; no me importaría tampoco que fuera Roth (aunque con el Príncipe de Asturias es difícil, solo Lessing en los últimos años ha recibido ambos premios). Una opción bonita aunque no realista sería la del holandés “errante” Nooteboom; no estaría mal tampoco Delillo, o McCarthy, pero están lejos de ser posibles; me encantaría, de manera egoísta, y más probable sería el caso de Joyce Carol Oates, mujer y norteamericana; además, falta mucho suyo por publicarse por aquí, esto sería un espaldarazo definitivo para conseguir ver toda su increíble carrera literaria.

Con estas últimas consideraciones lo dejo por ahora, y ya veremos cuánto acertamos, a veces se lleva uno sorpresas, es realmente entretenido.

La Gran Novela Americana: Paralelismos entre “El gran Gastby” y “Libertad”

Cada vez que un autor norteamericano de cierto relumbrón, lo que llamamos “literario”,  saca un nuevo libro, la crítica especializada no tarda en especular, si el caso lo merece, si estamos ante la “Gran Novela Americana”. Este término fue acuñado en 1868 por el escritor norteamericano John William De Forest en el ensayo homónimo para el periódico The Nation en 1868. Así decía:

                “But the Great American Novel–the picture of the ordinary emotions and manners of  American existence–the American “Newcomes” or “Miserables” will, we suppose, be possible earlier.”Is it time?” the benighted people in the earthen jars or commonplace life are asking. And with no intention of being disagreeable, but rather with  sympathetic sorrow, we answer, “Wait.” At least we fear that such ought to be our answer. This task of painting the American soul within the framework of a novel has seldom been attempted, and has never been accomplished further than very partially– in the production of a few outlines.”

Para De Forest la clave estaba en que tenía que ser “la imagen de las maneras y emociones ordinarias de la existencia del pueblo americano” (“the picture of the ordinary emotions and manners of American existence”), es decir, pintar el espíritu americano dentro de una novela (“this task of painting the american soul within the framework of a novel”).

Según ha pasado el tiempo este concepto se ha extendido por parte de críticos y escritores: ahora esta novela se distingue tanto en maestría como en el tema y debe ser totalmente representativa del “zeitgeist” de los Estados Unidos en el tiempo de su escritura, añadiendo de esta manera una dimensión temporal a la ya cultural, intelectual y social que tenía el término en sus inicios. De ahí que no se pueda hablar de una Gran Novela, sino, más bien, de un conjunto de novelas que conformarían este mito y que incorporarían la cuestión del “Sueño Americano” (y de los héroes, entendiendo como héroes los americanos como símbolos de este sueño).

A lo largo de la historia se han ido sucediendo las novelas que han sido incluidas en esta lista, desde Mark Twain (“Las aventuras de Tom Sawyer”) y Herman Melville (“Moby Dick”), pasando por Faulkner (“El ruido y la furia”) y Salinger (“El guardián en el centeno”) hasta llegar a Pynchon (“El arco iris de gravedad”), Delillo (“Submundo”), Roth (“Pastoral Americana”) o Cormac McCarthy (“Meridiano de sangre”), entre otros…

De todas ellas, me voy a centrar en particular en “El gran Gatsby” de Francis Scott Fitzgerald (1925) y en “Libertad” de Jonathan Franzen (2010), se está acercando el siglo de publicación de la primera y la segunda es una de las novelas más actuales que ha sido digna de ser considerada como tal.

Lo más sorprendente es que, a pesar de lo separadas que están en el tiempo de publicación, los paralelismos que se ven entre ellas son más que evidentes, también tienen sus diferencias por supuesto, pero la base es bastante común:

Fitzgerald planteó su gran novela como un reflejo de la sociedad, la que él mismo llamó la generación perdida (“Lost generation” o “Jazz Age”) y su respuesta ambivalente ante el contraste que se estaba dando, por un lado le gustaba saborear todo lo bueno que tenía la época, un tiempo en el que, contra el recuerdo de la Gran Guerra (la primera guerra mundial) se contraponía un entorno en el que la filosofía de “aprovechar el momento” imperaba y se usaba como alienación para poder dejar atrás el horror; por el otro lado detestaba la superficialidad de dicha generación, consecuencia directa del “carpe diem”. En Libertad Franzen lo refleja igualmente, no ha habido Gran Guerra, pero sí ha habido “11-S” y después de eso nada puede ser igual (“Lo único que Joey deseaba era que la vida normal regresara cuanto antes”, refiriéndose al evento)

En “El gran Gatsby” se plantea una crítica del mundo moderno cada vez más mecanizado, lo pastoral se opone a lo mecánico, la sociedad se mecaniza tanto, que la cultura solo es exitosa si se consigue el éxito material. Se produce una trágica separación entre el idealismo personal y el verdadero y cruel mundo real. En “Libertad” Walter Berglund realiza una lucha del ecologismo en contraposición al orden inherente que destruye lo natural, que destruye el mundo (“Joey deseó que hubiera otro mundo, un mundo más sencillo en el que fuera posible disfrutar de una buena vida”).

Gatsby es la traza del hombre hecho a sí mismo, un Adán americano abanderado del “Sueño Americano”, sigue el espíritu de la meritocracia, la simple noción de trabajar duro y obtener una recompensa por ello. Como seguidor del mito artúrico, el escritor hace que encarne este caballero en la búsqueda del Grial, una búsqueda valiente inspirada por aspiraciones nobles: el amor de Daisy Buchanan; sin embargo Fitzgerald cuestiona los límites de este sueño ya que la forma en que ha conseguido mejorar está basada en medios como poco oscuros. Walter Berglund en “Libertad” representaría el caballero en busca del Santo Grial, que en este caso igualmente se trata del amor, el de su esposa, el de su familia, el del mundo a través del ecologismo y su lucha contra la política, el fraude, la corrupción. Tampoco se puede decir que todo lo consigue sea con medios éticos.

Sorprende en el caso de Franzen la forma de narrar su historia, ya que, aunque cambia frecuentemente de punto de vista (se sirve de los vecinos, de los hijos, del amigo de Walter para pintar el retrato de toda la familia, y al mismo tiempo de la sociedad), sin embargo casi siempre utiliza un narrador omnisciente, por encima de todos los personajes y sin darles voz. El escritor está de esta manera por encima de la historia, es su historia o lo que él piensa. Afortunadamente tenemos el relato de Patty Berglund mediante un relato de su participación en lo que acontece narrado en tercera persona, una narradora que narra la acción y participa en ella. No hay mucha diferencia entre ella y Nick Carraway, el gran amigo de Jay Gatsby, narrador parcial, poco fiable, que presenta la información polarizada, dividido moralmente por su amistad con el personaje principal. Sabemos que su relato no es totalmente cierto, pero esta inestabilidad está muy de acuerdo con el tiempo en que Fitzgerald vivió y que ya indiqué anteriormente. En ambas novelas la narración, además, no es lineal, los saltos temporales se suceden, muy acorde con las épocas vividas por ambos escritores.

En ambos casos estamos viviendo la agonía del Sueño Americano (“Todo lo real, todo lo auténtico, todo lo honrado, está extinguiéndose”, Libertad), la tierra baldía que tan bien reflejó T.S Elliot, una tierra en la que la decadencia impera, en que se sigue produciendo una lucha entre realidad e ilusión, con mayor o menor éxito de la segunda. Cien años separan un tiempo de otro y sin embargo parece que las cosas no cambian tanto.

Dos novelas excelentes, paradigmas del “canon” de la “Gran Novela Americana”, literatura en letras mayúsculas.

Contraluz y el otoño

Cada cierto tiempo, me gustaría ir comentando un breve balance de las lecturas del último mes así como un avance las próximas, también futuras compras y lanzamientos; sirve para hacerse un estado de situación literaria.

Por la portada está claro qué libro y autor va a ser el protagonista del mes, podemos llamarlo “lectura-tochal”. Hablaré un poquito más adelante de él.

Pero primero, hagamos un resumen de lo que me ha deparado agosto a nivel lector. Es importante tener en cuenta que, después de un julio exuberante, agosto languidece en comparación; principalmente porque, claro, los exámenes no se preparan solos.

La primera lectura (y más voluminosa) del mes correspondió a uno de los fenómenos literarios del año en España: el quinto tomo de la serie de “Canción de Hielo y Fuego”, “Danza de Dragones” de George R.R. Martin, después de unos cuantos años desde el último volumen había muchas ganas por conocer cómo seguía la historia, me ha despertado muchos sentimientos encontrados que al final han desembocado en decepción, me extenderé en intentar explicar esto en una próxima reseña-crítica-ensayo. ¡¡¡Permanezcan atentos a sus monitores!!!

La siguiente lectura, sin embargo, “El leopardo de medianoche”, supuso mi introducción inmejorable a las aventuras detectivescas en clima de apartheid sudafricano de los detectives Kramer y Zondi del escritor James McClure; novela muy sólida y con una trama fabulosa que ha originado que me esté leyendo sus últimas novelas justo en este momento. “Habemus” clasicazo de novela policíaca con la novelita de John Franklin Bardin “El percherón mortal”, una de esas novelas que asentaron y dignificaron el género. Del “Headhunters” de Jo Nesbo hablé ya largo y tendido por aquí. El último de Daniel Pennac, “Diario de un cuerpo”, hace que tome la decisión de no comprar ya el siguiente en tapa dura, el bajón en cuanto a creación de historias es manifiesto, y el creador de la familia Malaussène no levanta cabeza desgraciadamente. Por fortuna, después de una mala, suele venir lo bueno, y en este caso lo mejor del mes, el “Rehenes” del alemán Stefan Heym, con el que espero extenderme en una próxima crítica, uno de los libros del año sin dudarlo. La reedición de “El coleccionista” de John Fowles en una exquisita edición de Sexto Piso fue otra gran noticia, otra oportunidad de conocer esta perturbadora y claustrofóbica novela. Tampoco fueron malas lecturas el último que nos trajo Impedimenta de Muriel Spark, “Los solteros”, y el libro de viajes por Italia de un Dickens en “tercera marcha literaria” en Nórdica. Tampoco puedo olvidar el fantástico “Mis memorias” de Vidocq, la historia del protodetective por antonomasia narrada por él mismo.

Y, ¿qué es lo que nos puede deparar este mes? En primer lugar la lectura de “Contraluz”, verdadero e inigualable protagonista literario, gracias al incomparable Thomas Pynchon. Una lectura que, seguramente, no será la última, pedirá relectura futura; ya lo he empezado y es, como de costumbre, una viaje que puede deparar todo y nada a la vez, avanzar por los vericuetos de una prosa tecnológica-literaria-cripto-histórica. También toca este mes ponerse al día, más tras su premio Príncipe de Asturias, del también norteamericano Philip Roth; una de mis lagunas eran sus historias de su alter ego Nathan Zuckerman, así que ya empiezo con la lectura cronológica de “Zuckerman encadenado”, al que seguirán “La contravida” y, si da tiempo, “Pastoral Americana”, su archiconocida obra. También estoy seguro que, en novela negra o policíaca seguiré con McClure, ahí están esperando “El huevo ingenioso” y “La canción del perro”, y es muy posible que caigan un par de Thompsons que tengo por ahí, y, luego ya veremos qué viene…

En cuanto a próximas novedades que se van a publicar, nos esperan bastantes cosas en esta recta final del año, y algunas muy buenas, especialmente destacables son: la nueva novela de George V. Higgins, “Mátalos suavemente”, coincidiendo con el estreno de la película homónima con Brad Pitt, una joya indiscutible del género; “La caída y auge de Reginald Perrin”, de David Nobbs , una de esas comedias británicas deliciosas que particularmente me apasionan. Ya en un segundo plano y más adelante tenemos nuevas novelas de Edmund Crispin; del gallego más negro Domingo Villar (“Cruces de piedra”), que como sea la mitad de buena que las anteriores será más que suficiente; también viene una nueva Oates, uno de cartas de Auster y Coetzee,  hasta el último Delillo. Además un Manchette, que parecía que RBA lo había olvidado vilmente. En fin, una buena remesa que augura buenas y variadas lecturas, ya veremos si satisfactorias.

No quería marcharme de este post tan abigarrado en nombres sin una última foto que servirá de colofón. Ahí podéis ver las que van a ser las lecturas de este año en su lengua original (para acabar, si todo va bien, Filología inglesa); ah… falta el “Posesión” de A.S. Byatt, pero bueno… están casi todos: Coetzee, Amis, Ian McEwan, Zadie Smith, Julian Barnes…, qué verdadero placer va a ser.