Su pasatiempo favorito de William Gaddis. Culmen postmodernista

GaddisEl lector habitual de Gaddis acaba una obra suya y se siente envuelto en un aura de reverencia. La sensación de haber caminado por un inmenso desierto, lleno de trampas, penurias, hambre, etc. pero también sabe que se ha encontrado con oasis donde lo placentero remedia  el viaje por la tierra baldía, son respiros donde se distingue con mayor intensidad la potencia de la prosa del escritor. Tras leer Su pasatiempo favorito, la última obra de ficción que quedaba por reeditar por Sexto Piso, el desierto ya no es tal, los oasis han aumentado milagrosamente. Estoy en ese momento en el que he disfrutado plenamente del escritor y su obra, y todo ello olvidando el halo de dificultad que le rodea. (Podría ser un buen momento para releer alguna de sus obras anteriores).

Su pasatiempo favorito, publicada en 1994, fue la culminación de su obra narrativa en vida, sus tres obras anteriores, excelsas, le sirvieron para desarrollar un estilo propio que está presente en esta última, la mayor diferencia estriba en el tema que trata de fondo: una sátira del sistema judicial estadounidense. Sin embargo, muchos de los temas tratados ya aparecieron en sus obras anteriores y el estilo, al tener menos narradores, no resulta tan enrevesado para seguir, es mucho más accesible manteniendo la sutileza de Gótico Carpintero ; de ahí que esta obra resulte como una amalgama de todo lo bueno que desarrolló Gaddis y que ahora mismo resumo, por ejemplo, la siempre presente motivación musical  que tan bien desarrollaba en JR:

“Estos papeles que me has hecho que te traiga porque tienes miedo de que te los roben y mira Harry tiene razón, lo demás es pura ópera. Yo soy la Reina de la Noche y ese misterioso mensajero recorre las salas del hospital en busca de casos terminales, engatusando al viejo conde para que componga un réquiem y así hacerlo pasar después por obra suya, asustándome cuando éramos niños cuando decías que volverías a la casa en forma de fantasma, justo lo que me ha pasado esta mañana, con la neblina que rodeaba el lago y de repente una bandada de cisnes aparecen planeando como muertos y al otro lado del lago  todos esos rojos y rojizos…”

Sus referencias musicales van más allá de la simple mención, hay un conocimiento mucho más profundo como ya he comentado en alguna ocasión, lo mismo podemos decir de su sapiencia literaria que se manifiesta de manera muy clara en el siguiente párrafo y que vuelve a poner la diana en el discurso artístico que está presente de desde su primera obra:

“Entre los ejemplos más egregios cabe destacar la acusación de Ruskin contra Whistler de haber arrojado un bote de pintura al rostro del público; las burlas que al principio recayeron sobre los impresionistas y que, una vez asimiladas, se dirigieron contra los cubistas; las mofas con que fueron acogidas las innovaciones musicales de Bizet, consideradas responsables de la muerte del artista; los desórdenes provocados por el estreno de La consagración de la primavera, de Stravinski; sin olvidar que desde el día en que Aristófanes tachara a Eurípides de “creador de muñecos y granujas” se ha venido acumulando sobre los escritores una avalancha de desdén: la prensa recomendó al autor de “Oda a una urna griega” que volviese con “los emplastos, las píldoras y los botes de ungüento”; calificó Espectros, de Ibsen, de “repugnante herida sin vendar, un acto obsceno realizado en público”; de “basura sentimentaloide” la Ana Karenina de Tolstoi; en nuestro propio país, el desprecio que despertaron todas y cada una de las obras de Herman Melville culminó en Moby Dick, “enormes dosis de jerga hiperbólica, sentimentalismo lacrimógeno y bazofia tragicómica”, y desde los días de Melville los escritores que han corrido la misma suerte son demasiado numerosos para citarlos a todos.[…] En definitiva, el artista es el blanco de la crítica y su causa confusa.”

De hecho no suele faltar su reflexión (en tono jocoso) al respecto de la crítica cultural, uno de los chistes recurrentes en este libro como podemos ver aquí:

“SR. BASIE: Debe constar en acta y es una cuestión de forma. Está confundiendo al testigo deliberadamente, yéndose por las ramas con eso de los críticos literarios y…

  1. MADHAR PAI: Perdone, amigo, pero yo no he hablado de críticos literarios, sino de quieres reseñan libros, y existe una diferencia enorme, aunque a muchos les gusta que los llamen críticos, a no ser que tengan problemas, en cuyo caso prefieren que los llamen periodistas. Y si no le importa, querría continuar con…”

Gaddis siempre utiliza casos particulares para llevarnos a la caracterización de una sociedad entera, la desorbitada presencia de abogados por habitante nos alerta sobre la corrupción de una sociedad avariciosa y estúpida que no actúa por el bien del individuo; los pleitos, o más bien su deformación, son las consecuencias de un sistema injusto donde la única motivación es el bien propio, el egoísmo:

AFrolic“-No te burles Harry, no puede uno reírse de los problemas de la gente… Puede parecer así, pero ¿por qué no intentas ver el lado bueno?

-No deberías haberte casado conmigo Christina. Nosotros no tenemos muchas oportunidades de ver el lado bueno de la gente, con tanta avaricia, tan estupidez, tanto doble juego.. En un sistema como el nuestro, ¿cómo quieres que la gente saque a la luz lo bueno que lleva dentro? Hay un abogado por cada cuatrocientos  o quinientos habitantes y la mayoría no puede permitirse el lujo de pagarles. Los que pueden, como tu amiga, son todavía peores, lo lían todo y encima luego quieren que les soluciones el lío y…”

Me imagino que, por la época en que fue escrita, Gaddis era más que consciente de la cultura del espectáculo, encarnada especialmente por ese monstruo/ente mediático que tiene que ver con Hollywood, Broadway;  nuevamente su idea del espectáculo hoy en día (sea este cine, teatro, etc…) está estigmatizada por elementos superficiales muy lejanos a lo que él entendía como arte, elementos que, por otra parte, llaman más la atención que su concepción de un arte que va más allá de lo que se ve a primera vista:

“-¡Pues precisamente porque nunca ha llegado a representarse! No la ha visto nadie, porque ¿usted cree que una obra de ideas tan seria tiene cabida en Broadway? Lo único que quieren son tetas y culos, un montón de idiotas haciendo cabriolas en el escenario y cantando estupideces sobre culos y tetas y ordinarieces, con las entradas pagadas por la empresa para los clientes de otra ciudad, que no están precisamente interesados en nada que requiera una pizca de inteligencia y…”

Concepción, la suya, que se fundamenta, ni más ni menos que en el uso de la palabra:

“-Vamos a pasar a las declaraciones Oscar, todavía no ha visto usted nada. Es lo que intento que comprenda desde el principio: palabras, palabras y nada más. De eso se trata precisamente. 

Adviértase que, de acuerdo con el artículo 31 del Código de Derecho Civil, el demandado, denominado Kiester en el presente documento, reconocerá al demandante, Oscar L. Crease, como la parte contraria […]”

Y que le sirve para presentarnos un concepto que me resulta muy interesante: el lenguaje como protección. De hecho lo podemos ver como ejemplo en el propio libro gracias a las sentencias que el autor, amablemente, nos presenta con toda la verborrea habitual del lenguaje judicial. El lenguaje, en sí mismo, se convierte en una barrera que protege la accesibilidad con respecto a la profesión completa. En efecto, no es algo que ocurra solo en esta profesión sino que ocurre en la mayoría de ellas y contribuye a que los profesionales se sientan seguros en el medio que ejercen, toda una paradoja que el lenguaje se vuelva estable en inestabilidad ya que, en la mayoría de los casos, se caracteriza por la oscuridad y ambigüedad de aquello a lo que se está refiriendo (jerga judicial): 

“-Pues claro, no me hace falta pensarlo. Todas las profesiones son una conspiración contra la gente, todas las profesiones se protegen a sí mismas con un lenguaje propio, si no fíjate en el psiquiatra al que me mandan, ¿has intentado leer alguna vez una hoja de balance? Es como lo de las plumas de esa ave gigantesca parecida al perro que acorrala a su presa, todo se diluye en la lengua que se enfrenta con el lenguaje y lo convierte en teoría hasta que no trata de lo que trata sino que trata sólo sobre sí mismo, […]”

A falta de sus ensayos y cartas, es indudable que estamos ante uno de los escritores con una carrera literaria más consistente, pocos hay que puedan contar sus obras por número  de obras maestras (sus cuatro primeras lo son); es un lujazo que podamos disponer (gracias al esfuerzo de Sexto Piso) de todas ellas para releerlas en cualquier momento y dejarnos seducir una vez más por el embrujo de la subyugadora prosa de William Gaddis:

“Sobre el lago había descendido una extraña bruma y la extensa pradera se deslizaba hacia el agua como si se estuviera inundando, ni una nube en el cielo a la que culpar del súbito cambio de la luz con el que la orilla opuesta desapareció bruscamente en una apagada línea de gris y la distancia media pareció avanzar y retroceder, el lago entero elevarse, jadeante, al menguar al pie de la pradera en una ondulación ascendente hacia el otro lago como un enorme desnivel mecido por alguna catástrofe del inframundo, titubeando con el regreso de la ondulación , retirándose con un ritmo ininterrumpido como si se ladease un cuenco gigantesco, cuando ella se aferró con una mano al alféizar arrastrada por una oleada de vértigo que, de repente, le frunció la blusa contra el cuello y se volvió buscando aire entre la nube de humo que se dirigía hacia ella, rizándose desde la chimenea.”

Los textos provienen de la traducción de Flora Casas de Su pasatiempo favorito de William Gaddis editado por Sexto Piso.

Quinto Mes. Locura tras locura

Evidentemente, todo lo que me propuse el mes anterior era tan exigente que no llegué a todo; de todos modos, como veréis en el próximo post de resumen, se dio bastante bien y leí muchas cosas. Los desafíos ayudan a dar más de ti, y este mes no puede ser menos. Os pongo la foto a continuación con una “posible previsión”.

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No he querido poner todos los libros que tengo en mente porque, entre otras cosas, está tan lleno ya de por sí, que no sé lo que seré capaz de hacer. De ahí que me haya centrado en lo que aparece en la foto. Los ejes en los que me he basado son los siguientes:

1º Sobresalen especialmente los dos volúmenes que constituyen La historia de Genji de Shibiku; más de mil páginas del clásico milenario japonés; es el momento de ponerse con él. Al menos, antes de que llegue el verano espero haberlo acabado.

2º Habrá un post específico más adelante pero adelanto que intentaré leer hasta cinco libros de la shortlist del Baileys Prize, premio que siempre trae cosas interesantes ya que está dedicado únicamente a escritoras. Me esperan Rothschild, Yanagihara, McKenzie, McInerney y Bond. Exigente es poco para definir esto.

3º Dos ensayos sobre música clásica, encargos que me han llegado de Ópera World  y que quiero sacarlos este mes.

4º Ojo al libro de Charlotte Cory, Los que no perdonan reúne un montón de esas características que lo hacen tremendamente atractivo, promete grandes emociones.

5º El comienzo de la nueva colección clásica de detectives de Siruela no puede empezar mejor: Ngaio Marsh, una olvidada maravillosa. No puedo resistirme a la propuesta.

6º El resto, Lispector, que venía del mes anterior y cómics, Hotel California de Antico y alguno de los Vengadores Costa Oeste.

Y no quiero poner más porque a ver si llego a leerme todos estos, sería un triunfo. Iré escogiendo según se den las circunstancias y pertenecerán a los que me faltaban de los meses anteriores.

Un abrazo y buenas lecturas.

Llamada perdida de Gabriella Wiener. Más allá de lo confesional

LlamadaPerdidaEn un arrebato de sinceridad confieso que, a priori, no suelo acercarme a los relatos confesionales. Es un prejuicio que tengo grabado a fuego y que me hace desconfiar de ellos como si de la peste se trataran. Todas esta condiciones se daban en Llamada perdida de la peruana Gabriella Wiener, no debería haber llegado a él pero hice el esfuerzo por un par de motivos: un par de recomendaciones positivas por parte de lectores que respeto mucho e intentar acercarme a escritores/as de habla hispana (que no suelen estar entre mis lecturas habituales).

Alguien se puede preguntar qué es un relato confesional, no hay problema, la propia escritora nos explica casi al principio su técnica narrativa, que puede adscribirse a este tipo de historias:

“Lo cierto es que nunca he podido narrar –ni opinar- desde un lugar discreto, nunca he podido hacerme invisible, y para ser sincera tampoco lo he intentado. Amo la realidad que desenmascaramos en cada uno de nuestros actos. Amo la voluntad de asombro. Cuando niña me intoxiqué de poesía confesional y de los trabajos de artistas que escribían con su sangre y nos mostraban la cama donde acababan de tener sexo. Me interesan los documentales que hacen los hijos sobre sus familias tanto como los libros de memorias que nadie contaría, narraciones llenas de episodios bochornosos. La intimidad es mi materia y es mi método. Y, sí, esa necesidad de exponerme tiene que ver más con la inseguridad que con la valentía.  La autorrepresión siempre me pone al borde del arrebato y en situaciones incómodas de las que nunca sé cómo salir. Pero salgo y salgo un poco distinta.

Este puñado de historias y observaciones no son más que frutos de la reincidencia en el vicio de comentar lo que me rodea con la esperanza de que al relatarme alguien más se sienta relatado.”

No iba bien la cosa, resume exactamente todos mis miedos a encontrarme un texto de este tipo, memorias que se ligan comúnmente a la sinceridad del narrador con la esperanza última de lograr que el lector se identifique con lo relatado.  Siempre he sido más partidario de la ficción como vehículo para hacer lo mismo que comenta; el siguiente texto ahondaba de nuevo en lo que comentaba Wiener y sinceramente, me alarmaba aún más:

“Creo que lo más honesto que puedo hacer literariamente es contar las cosas como las veo, sin artificios, sin disfraces, sin filtros, sin mentiras, con mis prejuicios, obsesiones y complejos, con las verdades en minúscula y por lo general sospechosas. Hacerlo de otra manera sería presuntuoso por mi parte. Estaría engañándome y engañándolos. Gay Talese escribió que la misión de un escritor de no ficción es dar cuenta de la corriente ficticia que fluye en los túneles subterráneos de lo real. Hay escritores que buscan la verdad a través de la ficción. Me gusta pensar que formo parte del otro grupo, el de esos excavadores que buscan en lo real lo impredecible y lo extraño (pero también lo abrumador) de la normalidad, el absurdo que contienen las noticias, todo eso que puede ser tan serenamente triste como una llamada perdida.”

Sinceramente, prefiero que me engañen, que me enseñen mundos alternativos a lo que estoy acostumbrado a ver, soy plenamente consciente de todo lo absurdo que contiene, ;no hay nada que me pueda llamar menos la atención y, sin embargo, la última frase me devolvía la esperanza: esa pátina de tristeza como una llamada perdida (que además entroncaba directamente con el título del libro). Título que se subdivide en diversas categorías articuladas bajo la misma temática (Llamadas de larga distancia, llamadas personales, llamadas perdidas, llamadas a cobro revertido) y que identifican sus relatos confesionales metafóricamente con algo tan actual como es una llamada telefónica, con la connotación añadida que los relaciona con un punto de pérdida, algo negativo, lo que nos perdemos cuando no recibimos una llamada es parte inherente de cada uno de sus relatos.

Y sorprendentemente, llegó el momento en que me olvidé de los temas tratados y de si empatizaba más o menos con la historia; el libro de Gabriella Wiener me fascina no tanto por lo que cuente (que es interesante la mayoría de las veces) sino por la forma de contarlo;  no descuida la forma, muy al contrario, la cuida al límite consiguiendo dotar a cada párrafo de todos sus sentimientos y reflexiones, pero mostrándolos de una manera que resulta  muy poética; buena muestra de ello es su forma de mostrar su relación con los textos de Bolaño, fantástica la última frase identificando las páginas de Los detectives salvajes con su soledad, el color de los días e, incluso, su ambición literaria:

“Hojeo velozmente las páginas de mi ejemplar de Los detectives salvajes esperando encontrar algo de aquella época, pero me sorprende una vez más no ver nada, ni una anotación ni un billete de metro: no hay testimonio de mi lectura y eso me hunde. Cuando llegué, Roberto Bolaño acababa de morir. Había vivido desde los ochenta en esta ciudad y luego a las afueras, en Blanes, un pueblo de la costa Brava a una hora de Barcelona; pero ya no estaba más, había muerto esperando un trasplante de hígado meses antes de  mi llegada; su fantasma, como el de Cesárea Tinajero en el desierto mexicano, también merodeaba por aquí y yo me hallaba por completo bajo su influjo. En suma, era víctima del síndrome que aqueja a cualquier joven con aspiraciones de escritor que se inicia en la lectura de Bolaño: me sentía, repentinamente, una detective salvaje. Algo de mi soledad temporal, el color de esos precarios días, el brillo de cierta pobreza de artista, las dudas sobre mi futuro y mi enorme ambición me hacían verme reflejada en sus páginas.”

Algo tan manido como el uso nostálgico de los recuerdos es oro puro en las manos de la escritora que recuerda la vida en su país y la liga a un sueño, a la esperanza futura de mejorar lo que tuvo allí:

“Hay unas fotografías que nos tomamos Jaime y yo en el tren de regreso del aeropuerto del Prat, minutos después de reencontrarnos. Él tiene el rostro anhelante. Yo, entre avergonzado y sorprendido. Recuerdo la extrañeza que me produjo abrazarlo. Cuando te acostumbras a las soledad, de repente los desconocidos se vuelven cercanos y los conocidos unos extraños. Lo ajeno es lo normal y lo inusual es que algo te pertenezca. Tuve que mirarlo mucho rato,  quizá horas, días, para identificarlo como la persona a la que esperaba. Ahora que vuelvo a mirar las fotos, creo que ambos sonreímos. Nos esperaban muchos años juntos en esa ciudad. Habíamos perdido un país, pero teníamos un sueño.”

No faltan las reflexiones personales al respecto de la literatura y del arte en general como es en el siguiente caso, quizá lo que más anhelamos al encontrarnos una obra de arte es confrontarnos con monstruos que nos recuerdan aquello en lo que podemos convertirnos si no estamos atentos:

“Siempre he pensado que, como los buenos libros o el arte más grandioso, las buenas películas nos confrontan con monstruos que  se parecen más a nosotros mismo que a un dragón o un alienígena. Que son como un recordatorio de aquello en lo que podemos convertirnos.”

Hasta los cuentos de navidad de Dickens están presentes en sus narraciones, es deliciosa la manera metafórica de utilizarlos, transcribo solo una parte de ellas, vale la pena leer el texto completo:

“Pero, otra vez, leo Un cuento de Navidad (1843) y no puedo evitar pensar que aunque sea el colmo de lo dickensiano –eso tan inglés, tan victoriano –ese libro de alguna manera nos retrata a todos. Todos cabemos en un cuento navideño de Dickens. […] solía ver a mi país como a Bob Cratchit, el trabajador pobre pero honrado, sometido a la tiranía del rico tiranuelo; y he visto en el Perú al pequeño Tiny Tim, inocente de toda culpa, enfermo y condenado a morir, pero aun así alegre y esperanzado […]”

Los dos últimos textos, referentes a Corín Tellado e Isabel Allende, vuelven a convertirse en vehículos para transmitir sus emociones pero, nuevamente, van más allá de lo habitual, le sirven para mostrarnos quién es realmente, una mujer muy diferente a la habitual, una mujer que lucha por un futuro distinto al que imaginaron ellas:

“Me había olvidado de ser esa clase de mujer que mi abuela y Corín querían que fuese. Mi abuela había muerto. Corín tenía cinco de tensión. Y con seis te mueres.”

Y es especial, Wiener, porque todavía defiende la idea romántica del autor, más allá de los productos a los que asistimos todos los días, marketing más que autor: 

“[…] Pero ya no hay autores, hay productos. Ahora se hacen novelas entre cuatro personas que están en la planilla de una editorial.”

Buena forma de terminar este pequeño texto con una frase de Allende y la consiguiente reflexión:

“-Cuando escribo, no tengo ni que verme bien ni ser inteligente –traga una bola de emoción-. Ni cautivar a nadie.

La sinceridad de Isabel Allende aturde.”

A mí también me aturdió la escritura de Gabriella Wiener, pero no fue solo por su sinceridad, sino por su habilidad e ingenio para mostrar mostrarla.

Mis andanzas Caninas (Tercera entrega). No Comments

SalemslotthemovieVuelvo de nuevo con otro post recopilatorio para reunir todas mis intervenciones /colaboraciones en la web cultural www.caninomag.es. Como en la anterior ocasión lo divido en dos tipos de colaboraciones: En primer lugar mis posts individuales, siempre referentes a literatura; en el segundo caso se trata de posts colectivos a los que siempre les busco un momento a pesar del tiempo. La verdad es que me siento mi orgulloso de lo que va saliendo por allí, es un proyecto cultural muy distinto e interesante. Estoy muy orgulloso de lo publicado. Me encanta salir de mi intervalo de comodidad e ir practicando en otro tipo de contenidos. Es la mejor manera de mejorar mi redacción.

Sin más preámbulos, del primer tipo han salido las siguientes colaboraciones:

Diez escritoras contemporáneas que deberías empezar a leer ya mismo (si no lo estás haciendo).

[Crítica] ‘Dark Water’ – Lo acuático insospechado.

Los mejores libros de 2016 (que posiblemente no has leído).

dark-waterEn el segundo caso, he participado en los siguientes artículos colectivos, pero con especial atención al que los encabeza, mi primera participación en la Kingpedia:

La Kingpedia #2: ‘Salem’s Lot’ .

[Todos a una] Satanás S.A. 

[Todos a una] Todos somos niños terribles.

[Todos a una] Viaje por países imaginarios.

[Todos a una] – Cuando fueron los mejores.

[Todos a una] Mi holocausto favorito.

[Todos a una] Las mejores experiencias lisérgicas… de ficción.

-[Todos a una] Todo gran libro tiene un gran principio: estos son algunos de los mejores.

Y todo sigue…. En marcha!! Cuando haya acumulado más os lo vuelvo a poner como siempre. Ya sabéis que el resto de posts aparecen aquí puntualmente.

Un abrazo y…

¡Buenas lecturas!

Lecturas no obligatorias de Wislawa Szymborska. Grandeza sin aspavientos

9788498959185_l38_04_hNo entiendo muy bien cómo he llegado a copiar estos textos aquí ni qué voy a comentar exactamente, pero sí quería explicar algo sobre Wislawa Szymborska; como ando tan justo de tiempo he cogido textos de dos obras diferentes: por un lado, Lecturas no obligatorias, publicada por Alfabia; por el otro, la Antología poética que publicó Visor; el caso es que las dos me han encantado y quería utilizar los excelente prólogos de ambas para dilucidar los motivos por los que se ha convertido en una escritora habitual en mi lista de lecturas.

Cuando descubres autores de los que no sabes nada siempre tienes la tentación de discernir cómo son, al menos alguna característica que defina su personalidad, otra cosa es que al descubrir algo no te guste y prefieras obviarlo, suelo separar la obra del personaje por simple pragmatismo; de esa manera disfruto de ella independientemente de que me caiga bien o no. Sin embargo, hay casos en los que texto y vida están indisolublemente unidos y tal es la cuestión con la escritora polaca; gracias a la antología poética tenemos la posibilidad de desvelar, a través del discurso que dio al recibir el Nobel, algo de este carácter: 

“El 6 de diciembre viajó a Estocolmo para la entrega de los premios Nobel, acompañada de un pequeño grupo de amigo. Pronunció uno de los discursos más breves pero también más impactantes de la historia del premio. En la alocución resumió de manera sorprendente  y sencilla el sentido de la poesía. La poesía que, en realidad, es la vida misma. “Estimo altamente estas dos pequeñas palabras: ‘no sé’. Pequeñas, pero dotadas de alas para el vuelo. Nos agrandan la vida hasta una dimensión que no cabe en nosotros mismos y hasta el tamaño en el que está suspendida nuestra Tierra diminuta. Si Isaac Newton no se hubiera dicho ‘no sé’, las manzanas en su jardín podrían seguir cayendo como granizo, y él, en el mejor de los casos, solamente se inclinaría para recogerlas y comérselas. Si mi compatriota María Sklodowska-Curie no se hubiera dicho ‘no sé’, probablemente se habría quedado como maestra de química en un colegio para señoritas de buena familia y en este trabajo, por otra parte muy decente, se le hubiera ido la vida. Pero siguió repitiéndose ‘no sé’ y justo estas palabras la trajeron dos veces a Estocolmo, donde se otorgan los premios Nobel a personas de espíritu inquieto y en búsqueda constante.” 

Ella misma se define a través de su incapacidad de no-saber, y presenta esta filosofía como un camino de vida; es muy difícil reconocer que no sabes algo, afirmar tu incapacidad para entender lo que te están contando, duele porque todos queremos demostrar nuestra importancia; sin embargo, Szymborska nos enseña un camino distinto: reconocer lo que nos falta para empezar mejorar;  es un punto de partida distinto que a ella le sirve para explorar diferentes recorridos. Esto nos lleva a otro texto interesante sobre la creación, la lucha contra la página en blanco y su tranquilidad a la hora de componer poemas: 

“La primera dama de la poesía polaca decía que la lucha de un poeta es enfrentarse con la hoja en blanco, sentado ante el escritorio, en soledad. Así lo hacía ella, de noche, creaba pocas o muchas líneas que la mayoría de las veces no pasaban la prueba del alba y terminaban en la papelera (por cierto, en una de las veladas con jóvenes lectores dijo que la herramienta más importante para un poeta era la papelera).

Trabajaba cada palabra, cada frase con enorme cuidado. Le importaba mucho el ritmo, la música del verso. Publicó apenas 13 tomos escritos en los 86 años de su vida, libros que, a partir de los años 60, se convirtieron en grandes acontecimientos literarios, recibidos con admiración por el público y la crítica. Szymborska siempre se mantuvo fiel a su estilo tranquilo, tonificado, lleno de elementos aparentemente fútiles pero que unas veces llevan delicadas dosis de sentido del humor y otras aprietan la garganta en un llanto interior. 

Toda una artesana de las letras, palabra a palabra llegaba a componer textos de valía y no consideraba que fuese ni intelectual ni especialmente inspirada por un genio poético que daba luz a sus períodos de sombras. La sencillez aparente de sus composiciones vuelve a demostrar el cómo la poesía está indisolublemente unida a la vida, aunque sólo sea así para los 1600 lectores de poesía que hay en cada país: 

“Dijo alguien (lo repito tras Adam Zagajewski) que mires por donde mires, al fin y al cabo, en cada país hay 1600 lectores de poesía. Sea verdad o no, quizás viviríamos ignorando la existencia de la gran poesía de Wislawa Szymborska, si no fuera por el premio Nobel. O quizás no sea cierto… Ahora sus poemas se traducen a todos los idiomas del mundo, las tiradas de sus libros alcanzan varios miles de ejemplares, se reeditan. Tiene admiradores en todos los continentes, en diferentes sociedades y tradiciones literarias y culturales. La poesía de Szymborska llega al fondo, afecta y cautiva, por la universalidad de su mensaje y su forma elegante, aparentemente sencilla y clara, por su falta de narcisismo. Sencillamente, cuenta la realidad a su manera a través de la poesía. Es un hada buena, que ve pequeñas, sencillas cosas: gestos, sonrisas, frases, miradas. Su varita mágica nos convierte en seres sensibles. Nos abre un mundo que antes no veíamos.

Ya lo decía Fernando Pessoa: la literatura es la prueba evidente de que la vida no basta. Podríamos añadir: la poesía es el condimento indispensable para que la vida tenga sentido.” 

Como buena muestra del resultado de su poética no quería pasar a su prosa sin poner uno de sus poemas más famosos: 

LAS TRES PALABRAS MÁS EXTRAÑAS

“Cuando pronuncio la palabra Futuro,

la primera sílaba viaja ya al pasado.

Cuando pronuncio la palabra Silencio,

lo destruyo.

Cuando pronuncio la palabra Nada,

creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.” 

lecturas-no-obligatorias_prosasEntrando en las lecturas no obligatorias, elimino todo lo referente a la poesía en su prólogo y me voy a lo que me ocupa, lo referente a su prosa en general y particularmente a estos artículos;  Manel Bellmunt Serrano lo desarrolla muy bien, definiendo la visión del arte de la polaca de una manera común hablemos de lo que hablemos (poesía o prosa):

“Pero el libro que quiero presentarles no es una antología de sus poemas, y con razón se preguntará el lector por qué hago referencia a su poesía. Las razones son múltiples, pero únicamente referiré dos: en primer lugar, los temas tratados en este volumen de prosas son, en su mayoría, los mismos a los que alude su poesía y, en segundo lugar, para comprender la dimensión moral y ética de la autora es necesario comprender su poesía y su visión del arte. Y esa visión del arte coincide tanto en su obra poética como en su prosa, y podríamos definirla como un humanismo revestido de ironía.”

De ahí que sus comentarios busquen lo insospechado de sus lecturas, trasladándonos perspectivas diferentes, puntos de vista alejados que pueden funcionar como aclaraciones, reseñas o simples reflexiones que le pueden llevar a digresiones que se pueden acercar ( o no) al sentido del texto, pero que siempre constituyen algún tipo de valoración crítica:

“Lecturas no obligatorias es una recopilación de textos aparecidos durante décadas primeramente en Zycie Literackie, un conocido semanario polaco de literatura y cultura, y , más tarde, en otras revistas como Pismo u Odra. A partir de 1993, estas breves piezas en prosa se publicarán en Gazeta Wyborcza. […] sus columnas no son reseñas literarias, sino comentarios a obras que normalmente no acaparan la atención del crítico.[…] En ocasiones, Szymborska se olvida ex profeso de las obligaciones del articulista y divaga sobre temas que guardan poca o ninguna relación con el libro. Rara vez se centra exclusivamente en la obra en cuestión, sus características formales o su calidad literaria, pero siempre arroja una valoración crítica –a veces sutil; otras, despiadada- sobre el asunto en cuestión.”

Y todo se alinea con la filosofía del “no sé” de la que hablé anteriormente, ya que los textos que construye Szymborska son tan eclécticos como poco habituales pero, inevitablemente, en todos ellos se vislumbra este humanismo irónico que tan adecuadamente definió el prologuista:

“En el fondo, sus artículos no son más que un pretexto para centrarse en el campo de una prosa que siempre se ha declarado “incapaz de escribir”. El lector pronto se dará cuenta de la realidad que subyace bajo esa aseveración, y de que la autora polaca utiliza el lenguaje con maestría y precisión también en prosa. Hay artículos sobre biología, arqueología, historia, geología, botánica, psiquiatría, gastronomía… Pero en todos ellos se aprecia a trasluz el lado más humanista de Szymborska, un humanismo recubierto de ironía.”

El término medio Aristotélico sería una manera (in)justa de modelar las aproximaciones de la poeta; entre otras cosas porque transita la heterodoxia sin estar demasiado lejos, la ortodoxia sin ser reaccionaria, da la impresión de que nos muestra la vida tal y como es, con todas sus incoherencias y discordancias:

“La filosofía de Szymborska se decanta por la moderación (que no el conservadurismo) y el escepticismo. Trata cautamente de evitar las grandes frases y las grandes aseveraciones y prefiere las contradicciones a las verdades generalmente aceptadas. El mundo que nos presenta no se basa en una cosmogonía aparte, sino que añade glosas a la realidad en que vivimos. Como ella misma añade en algunas ocasiones a sus artículos, su lugar se encuentra en el margen, junto al conocimiento aceptado. Es una heterodoxa que, sin embargo, prefiere no alejarse en exceso de la ortodoxia.”

Lo que está claro es que, de esta manera, nos entretiene, nos hace disfrutar de lo que leemos y todo ello lo consigue sin vanos efectos artificiales que vacíen de significado el sentido de lo que nos cuenta:

“Lecturas no obligatorias es muchas cosas, todas a la vez. Es por eso que esas piezas en prosa son tan entretenidas y amenas. Y lejos de vulgarizar la literatura, buscan todo lo contrario: devolverle su dignidad y su humanidad. Porque el libro, como día Szymborska, es una de las mayores invenciones del homo ludens. Nos hace libres, nos invita a soñar y nos entretiene, entre otras muchas cosas. Szymborska sique escribiendo para disfrute del resto. Y la sonrisa, aunque digan lo contrario, nos acerca a nosotros mismos.”

Buena muestra de su talento puede verse en los siguientes textos que he escogido (y que podrían haber sido otros); me encanta el paralelismo de Vermeer con un cuarteto de cámara inusual que ejecuta con respecto a una biografía del autor:

“Expresar con palabras las obras de Vermeer es un esfuerzo en vano. En su caso, un cuarteto musical con dos violines, un fagote y un arpa sería un medio de expresión mucho más apropiado.”

Simplemente, no puedo dejar de adorar su apología del humor frente a la tan cacareada seriedad, “seriedad absurda” es un término a tener muy en cuenta a partir de ahora, debería convertirse en una expresión que usemos frecuentemente:

“Opino que tanto la gravedad como el humor son igual de valiosos y, por ello, espero con ansia el momento en que la seriedad comience a envidiar al humor a modo de revancha. […] Señores críticos, ustedes que se sirven del término “humor absurdo”, ¡acuñen del mismo modo el de “seriedad absurda”! Distingan la seriedad refinada de la primitiva, la despreocupada de la macabra.”

Muy en línea con nuestra incapacidad de decir “no sé”, el auto examen de conciencia sería lo anterior a este reconocimiento; tememos ver nuestro interior, queremos constatar que somos mejores que los demás, de ahí que siempre busquemos los defectos de los demás:

“No es fácil hacerse un examen de conciencia a uno mismo; sin embargo, hacérselo a cualquier otra persona nos resulta fácil y refuerza nuestro convencimiento de que somos mejores.”

A favor totalmente de su apreciación del tiempo estival como espacio-tiempo dedicado a lecturas concienzudas… algo que nunca hago yo mismo por la razón que ella comenta: 

“Recomiendo esta larga lectura para el tiempo estival. No sé de dónde ha salido esa idea estúpida de que hay que elegir lecturas ligeras para las vacaciones. Si es todo lo contrario: esas lecturas ligeras deben leerse –si es que en realidad es posible leer algo- antes de acostarse, después del trabajo o las labores de casa, cuando resulta difícil encontrar esa concentración que requieren los libros más serios.”

No  me puedo creer que hayas llegado a estas alturas y no te hayas decidido a buscar un libro suyo todavía. Si es así, ¿a qué esperas? Verás cómo vale la pena. 

Los textos provienen de la traducción del polaco de Elzbieta BortklewiczManel Bellmunt Serrano de Antología poética en Visor Poesía y en Lecturas no obligatorias de Alfabia ediciones

Resumen Marzo 2016. Velocidad de crucero

A nivel de lectura marzo fue de lujo, de hecho este ritmo ha hecho que comience abril con nuevos retos y más lecturas, a un ritmo muy alto de lectura propiciado especialmente por alternar una buena mezcla, heterogénea, con alternancia de géneros y, sobre todo, con mis queridas escritoras y algún infiltrado masculino; de todos modos, de las 22 lecturas que realicé, solo tres fueron hombres, estoy cumpliendo y no es fácil, ya veréis el próximo mes. Pero mientras, no demoro el resumen de lecturas de Marzo 

Llamada perdida de Gabriela Wiener, definitivamente se ha asentado en mi lista habitual de lecturas, gracias a esta joya que editó Malpaso el año pasado donde demuestra como la confesionalidad es solo un factor más que se añade a un estilo inigualable para realizarlo. Tengo pensado en breve escribir algo sobre ella. 

Laberinto del alma de Ana Llenas, una verdadera curiosidad este libro infantil que la autora utiliza para describir, en cada página, con la ayuda de una ilustración, un montón de sentimientos de forma que un niño pueda entenderlos. Un buen esfuerzo para un libro bastante vistoso.

Gustav Mahler. Un piano olvidado de Norma Sturniolo, me extendí ya en profundidad sobre él en la reseña que tenéis pulsando el título. Podría haber sido mucho mejor. 

Ms Marvel 2: Generación ¿Por qué? de Willow G. Wilson, segunda recopilación de números de la colección (los que comprenden del 8 al 15) con la participación de los mismos culpables, vuelven a repetirse los sellos de identidad que tan bien ejecutan su guionista Willow G. Wilson y el dibujante Adrian Alphona. Lo bueno es que, además, se esfuerzan en dotarla de presencia en el universo marvel gracias a la introducción de Mandíbulas, el conocido perro inhumano y de presentarnos un San Valentín distinto con la afortunada presencia de Loki. Lo que puede parecer fuera de lugar, en sus manos se vuelve un pretexto más para evolucionar el personaje y volver a enseñar historias donde, más allá de hallar reflexiones sobre raza o género, nos encontramos, además, con buenas historias y, además muy entretenidas.

Los últimos días de Ms Marvel de Willow G. Wilson, el comentario anterior me podría valer para este;, gran esfuerzo, y muy meditado para integrarla en el último macroevento , un cruce con “Secret Wars” que además  confronta por primera vez a nuestra encantadora Kamala con su admirada Ms Marvel. Sencillamente, disfruto leyendo esta colección, ofrece muchas cosas y siempre me resulta diferente.

Lecturas no obligatorias: Prosas de Wislawa Szymborska, esta misma semana quiero poner un comentario sobre  ella. Otra de esas autoras que pasan a engrosar mi lista habitual de lecturas.

De la enfermedad de Virginia Woolf, uno de esos pequeños ensayos tan bien hilados de la autora y que, por lo menos citaré en un próximo post en relación a otros ensayos suyos.

Una entre muchas de Una, la he comentado en algún otro sitio siempre recomendándola, esta historia realizada por la enigmática Una, tiene la habilidad de mezclar autobiografía, un relato policíaco de un asesino en serie y los propios datos, dolorosos, sobre la violencia de género; y lo hace de manera amena gracias a su habilidad narrativa y a un dibujo de composiciones diversas que promete emociones cada vez que pasas la página. Es difícil no quedarse con una sensación amarga pero está muy bien realizado.

Un susurro en la oscuridad de Louisa May Alcott, curioso thriller psicológico el que nos han traído desde Hermida de la creadora de Mujercitas, sobre todo por lo insospechado de los temas tratados en una época en que no eran tan habituales. La verdad es que se lee con mucho interés y, debido a su breve longitud, se termina en un momento.

Teoría King Kong de Virginie Despentes, sinceramente, esto es un BOOM mental desde la primera hasta la última página. Tales perspectivas se me escapaban totalmente y me sacan de mi intervalo de seguridad, de aquello que puedo esperar. Voy a escribir algo sobre ello, con mucho miedo, pero lo intentaré.

Departamento de especulaciones de Jenny Offill, lectura típicamente fragmentada que se lee sin apenas esfuerzo pero que pierde en la reflexión futura. Sobre todo por haber leído posteriormente a Adler, que utiliza la misma técnica con resultados mucho más satisfactorios.

El lector común de Virginia Woolf, me arriesgaré a decir que esta semana debería haber salido algo de ella en el blog. Los ensayos de Woolf son muy inteligentes y demuestran lo capaz que era en todo lo que propusiera.

E de Evidencia de Sue Grafton, no queda nada para que Grafton termine una de las series más longevas (el alfabeto del crimen) en el terreno policíaco (ya sale la X); y se vuelve a demostrar lo buena que es a la hora de caracterizar a Kinsey Milhone, comprendo que mucha gente pusiera bien esta novela pero, claro, habiendo leído novelas posteriores, se puede relativizar más el valor de esta entrega; lo mejor estaba por llegar pero ya quisieran muchos “maestros de la novela policíaca” hacer una novela tan buena como esta.

Papi de Rita Indiana, no hemos entrado con buen pie, hay algo que no iba en la lectura de este libro y que me horrorizó relacionado con su estilo. Aun así, soy paciente, este mes tengo programada otra para comprobar si mi impresión fue errónea. Más noticias en el futuro. 

Fuerzas especiales de Diamela Eltit, en cambio Eltit sí me convenció, me gustaría escribir algún comentario sobre esta oscura y triste novela.

Más allá hay monstruos de Margaret Millar, inexplicable (y desesperante) que no se lea más a la grandísima Millar; su talento viene expresado con esta novela en la que plantea una historia bastante poco habitual donde no hay detective, ni el típico perdedor; sin embargo es una trama muy negra que se convierte en algo regional, un pretexto para pintar lo más oscuro del sueño americano presente en esos típicos ranchos perdidos donde la ley impera de una manera muy diferente. Una gran novela con un ritmo distinto.

La virgen en el jardín de A.S. Byatt, haré comentario, hay que hacerlo, aunque solo sea para mí. Total, la leemos tres en España.

Oscuridad Total de Renata Adler, he hablado ya bastante sobre ella en el blog. Pinchad en el título para haceros una de lo que nos ofrece.

El show de Gary de Nell Leyshon, lo mismo ocurre con el nuevo libro de Leyshon, echadle un vistazo en el blog.

 

Los disidentes

El leñador de Michal Witkowski, el primero de los disidentes de este mes es una propuesta muy diferente a la hora de plantear una novela policíaca. El autor polaco nos plantea una trama que se aleja de cánones ya desde el punto de vista, muy cercano a la teoría queer. También pretendo escribir algo de él para Canino. 

El resplandor de Stephen King, una relectura que me va a ayudar para preparar la siguiente entrega de la Kingpedia en Canino. Muy satisfactoria esta primera etapa del King más clásico.

Los vengadores Costa Oeste: Reunión de Roger Stern y Mark Gruenwald, en su momento, la facción de la Costa Oeste de los vengadores me gustó bastante, buena parte del disfrute tenía que ver con que su jefe fuera Ojo de Halcón, uno de mis superhéroes favoritos junto a la resolutiva Pájaro Burlón y la inclusión de una alineación que se salía de lo corriente. Desde Panini están buscando recuperar las historias del gran grupo y este es el punto de partida, una historia en solitario de Ojo de Halcón. Es una buena ocasión para encontrar por fin reeditadas unas historias de sabor plenamente superheroico lejos de otras pretensiones.

Veintidós lecturas, de las cuales solo tres han sido disidentes y nueve autoras nuevas. Definitivamente, estoy cumpliendo las expectativas y, sobre todo disfrutando.

No me voy sin poneros la foto con las adquisiciones del mes de marzo

AdquisicionesMarzo

Os habréis dado cuenta que muchas de ellas ya las he leído (Una, Alcott, Offill…), otras están previstas en el futuro (Kyoka, Laing, Balló) y, por último, varias han pasado al año que viene (Flanagan, Fuentes).

Un abrazo y ¡Buenas Lecturas!

El bosque de la noche de Djuna Barnes. Las limitaciones del lenguaje

9788432227578El bosque de la noche, de Djuna Barnes, es uno de esos libros que siempre aparecen en las clasificaciones de los libros más complicados que nadie se leería (y en la de abandonos); y esto no ocurre precisamente por su longitud (apenas doscientas páginas) sino más bien por la oscuridad y ambigüedad del texto que hace difícil discernir un sentido final en una primera lectura. Estaba pensando en escribir algo sobre él pero, sinceramente, me voy a centrar en dos enfoques  principales que me van a ayudar a, por lo menos, recomendarla encarecidamente.

En primer lugar, parto del fantástico prólogo de T.S. Eliot, realizado en 1937 a raíz de la salida de la novela de Barnes y me sirve como recomendación gracias a los tres siguientes párrafos:

“Si el término de “novela” no está ya muy desvirtuado y si se refiere a un libro en el que se presentan unos personajes vivos, con una interrelación significativa, este libro es una novela. Yo no quiero decir que el estilo de Miss Barnes sea “prosa poética”. Pero lo que sí quiero decir es que, en realidad, la mayoría de las novelas contemporáneas no están “escritas’’. Adquieren su parte de realidad por la minuciosa reproducción de los sonidos que hacen los seres humanos en sus simples necesidades diarias de comunicación; y la parte de la novela que no está compuesta por estos sonidos consiste en una prosa que no tiene más vida que el trabajo de un redactor periodístico o de un funcionario competente. Una prosa viva exige al lector algo que el lector de novelas corriente no está dispuesto a dar. Decir que El bosque de la noche gustará especialmente a los lectores de poesía no significa que no sea novela, sino que es una novela tan buena que sólo una sensibilidad aguzada por la poesía podrá apreciarla plenamente. La prosa de Miss Barnes tiene el ritmo propio de la prosa y un fraseo musical que no es el del verso. Este ritmo de prosa puede ser más o menos complejo o preciosista, según los fines del autor; pero simple o complejo es lo que imprime intensidad suprema al relato.”

Eliot intenta ahondar sobre las particularidades  de la prosa de Barnes, encuadrada en el modernismo, pero con unas características que la hacen inusual, términos como “prosa viva” o “prosa poética” son aproximaciones que cumplen el objetivo de demostrar que no nos vamos a encontrar la típica prosa de la época (incluso para el propio escritor) y alude a la característica exigencia que imprime el texto al lector, un lector que, además, debería estar sensibilizado por la lectura de poesía. Me encanta está distinción pero para bastante gente se puede convertir en una limitación importante, todos sabemos que se lee poca poesía. Voy al segundo párrafo:

“El libro no es, simplemente una colección de retratos individuales: los personajes están enlazados entre sí, como las personas de la vida real, por lo que podríamos llamar el azar o el destino más que por la elección deliberada de la compañía del otro: el foco de interés es el dibujo que forman, más que cualquier componente individual. Llegamos a conocerlos a través del efecto que surten unos en otros. Y, por último, huelga decir –aunque quizá no para el que lo lea por primera vez- que este libro no es un estudio de psicopatías. Las penas que sufren las personas por sus particulares anormalidades de temperamento son visibles en la superficie: el significado más profundo es que la desgracia y la esclavitud humanas son universales”             

El manejo de los personajes en conjunto, con ese doctor Mathew O’Connor como elemento aglutinador, componen un dibujo muy difícil de individualizar debido a lo que está subyacente y que comentaré más adelante. Importa más el dibujo general y cómo cada personaje contribuye a configurarlo, sin quitar importancia a dicha individualidad. Precisamente, los conocemos por la manera en que son influenciados por otros, lo que nos lleva al último párrafo escogido:

“Me parece que todos nosotros, en la medida en que nos aferramos a objetos creados y aplicamos nuestra voluntad a fines temporales, estamos roídos por el mismo gusano. Visto de este modo, El bosque de la noche adquiere un significado más profundo. Contemplar a este grupo de personas como fenómenos de feria no sólo es errar el golpe sino reafirmar nuestra voluntad y endurecer nuestro corazón en una inveterada soberbia.

Yo habría considerado el párrafo anterior impertinente y tal vez pedante para un prólogo que no tiene más ambición que la de ser una simple recomendación de un libro que admiro profundamente, si una reseña (por lo menos) de las ya aparecidas, ostensiblemente con ánimo de elogio, no pudiera inducir al lector a adoptar esta errónea actitud. Por regla general, al tratar de prevenir una mala interpretación, se corre el peligro de suscitar otra falsa apreciación imprevista. Ésta es una obra de imaginación creativa, no un tratado filosófico. Como digo al principio, me parece una impertinencia el mero hecho de presentar este libro; y el haber leído un libro muchas veces no necesariamente te infunde el conocimiento adecuado de lo que debes decir a los que todavía no lo han leído. Lo que yo pretendo dejar al lector en disposición de descubrir la excelencia de un estilo, la belleza de la frase, la brillantez del ingenio y de la caracterización y un sentido del horror y de la fatalidad digno de la tragedia isabelina. 

Las extremas personalidades que pinta Barnes hacen muy complejo el entendimiento de lo que estamos leyendo, el aura de oscuridad y la premeditada ambigüedad abogan por una lectura complicada para un lector no habituado a estos extremos. A pesar de esto, Eliot no duda en recomendarlo por la excelencia “literaria”: Lo que yo pretendo dejar al lector en disposición de descubrir la excelencia de un estilo, la belleza de la frase, la brillantez del ingenio y de la caracterización y un sentido del horror y de la fatalidad digno de la tragedia isabelina. 

Mi segunda fuente proviene de este fantástico texto (en inglés) que he encontrado en el blog de Lorna Clewer  y donde se ahonda (de manera argumentada) en las razones por las que es famosa la novela desde un punto de vista del significado del texto. Es muy ambicioso ya que va más allá de la etiqueta según lo cual es considerada un clásico de la literatura lesbiana  entrando de llenos en la teoría “queer” y mostrando cuestiones de género y sexualidad. Es evidente que Barnes, deliberadamente, no define los géneros de varios de los personajes (que no se saben si son masculinos o femeninos), pero no se queda ahí sino que, además, presenta el controvertido tercer sexo citándolo explícitamente en algún pasaje y todo ello resulta un fracaso por lo limitado del medio utilizado para hacerlo: el lenguaje:

“-Es raro –estaba diciendo el barón, mientras cruzaba las piernas-, pero nunca había visto a la baronesa desde este prisma. Si intentara expresarlo con palabras, me refiero a cómo la veía, resultaría incomprensible, por la sencilla razón de que, ahora me doy cuenta, en ningún momento he tenido una idea clara a su respecto. Tenía una imagen de ella, pero no es lo mismo. Una imagen es una parada de la mente entre incertidumbre. Desde luego que fui recopilando información acerca de su persona, procedente de usted mismo, y después de que ella se marchara, de otra gente, pero eso no hizo más que reforzar mi confusión. Cuando más nos cuentan de alguien, menos lo conocemos. “ 

Espléndido, un libro que trasciende (y no me gusta usar la palabra) cualquier expectativa que puedas tener antes de leerlo porque te sumerge en una prosa subyugadora y una oscuridad sin límites. Desbordante.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Maite Cirugeda de El bosque de la noche de Djuna Barnes para Seix Barral.

Fajas de abril 2016. No dejan de sorprendernos.

El subtítulo que le he puesto a la sección en esta nueva entrega refleja a la perfección un hecho muy curioso que se va a producir este mes: es la primera vez que voy a poner más fajas positivas que negativas. Lo cual no quiere decir que no siga habiendo fajas que vuelven a caer en los mismo excesos (incluso funcionando como subtextos apartes del libro en cuestión como ahora veremos), pero he seleccionado tres de ellas que tienen elementos positivos, que me han gustado por motivos distintos. Como siempre, esta sección funciona gracias a personas maravillosas que, desinteresadamente, se acuerdan de mí cuando ven una faja y me la ofrecen. Esto, sinceramente, es impagable y quiero dar las gracias especialmente a dos usuarios de twitter que han colaborado un montón en esta última entrega: @devaneos y @AS_justme. Todo un lujo.

La últimaconfidencia-Empiezo por las habituales muestras a las que nos tienen acostumbrados como es el caso de La última confidencia de Joaquín Camps que abusa en demasía al intentar dar el mismo mensaje, fijaos en las frases escogidas, cuatro, nada más y nada menos y os pongo los textos: “Tendrás que dejarlo todo hasta terminarla” “No podrás dejar de leer” “Terriblemente adictiva” “Una vez empieces, no podrás dejarla”. El mismo mensaje en cuatro personas distintas configuran un ejemplo de “faja en pleonasmo”, la redundancia es su razón de ser porque, además, la frase principal antes de estas dice también “UNA NOVELA ADICTIVA QUE YA CAUTIVA AL MUNDO ENTERO”…. Sumemos la hipérbole al pleonasmo…  vaya mezcla indigesta.

-Tremenda la faja que utiliza Alfaguara para la novela negra de IMG_20160401_193140Zygmunt Miloszewski, no por la frase principal, muy manida, donde se aprovecha el nombre de otros autores de novela negra famosos para ponerlos a su nivel (“UN NUEVO NOMBRE ENTRE LOS GRANDES DE LA NOVELA NEGRA EUROPEA COMO PIERRE LEMAITRE O BENJAMIN BLACK”), sino por la segunda frase que se atribuye a La Razón y que supone toda una evolución que añade un subtexto al propio libro: “¿Cómo se pronuncia Zigmunt Miloszewski? Algo así como “Simunt Milosequi” que en idioma de Noirlandia significa “estrella fulgurante”. Utilizar la faja para explicar cómo se pronuncia es una genialidad, y encima inventarse un significado al nombre es de locos. Hay que reconocer que me sorprendió mucho.

IMG_20160311_185441-Un habitual en estas entregas de fajas suele ser Jo Nesbo al hilo de cada novela que saca PMRH, sin embargo, en esta ocasión me gusta cómo se utiliza en Policía, fijaos en la frase: “La décima novela de la serie desvela qué ocurrió con el protagonista tras el traumático clímax de Fantasma, el libro anterior. ¿HA VUELTO HARRY HOLE?”. Por un lado nos recuerda, a los lectores habituales de Nesbo, cómo terminó la anterior, con uno de esos cliffhangers que te deja con las mieles y deseando que llegue la siguiente para saber cómo continuará, por lo tanto apela al recuerdo de sus lectores además de servir como puente entre una novela y otra; al mismo tiempo sirve para que el lector no tan habitual se pregunté qué ocurrió en el anterior e incluso pueda decidir hacerse con él, “traumático clímax” suena potente sin lugar a duda. Dos funciones diferentes que dan valor a la faja como elemento del discurso.Fariña4
-En Libros del KO le han encontrado verdadera utilidad a la faja que rodea sus libros, buen ejemplo de ello es el Fariña de Nacho Carretero donde, aunque parece una simple faja (además de un color bastante poco vistoso), si la retiramos del libro encontramos que se despliega y nos da información sobre aspectos que van a ser tratados en el libro como pueden  ser mapas de la ruta de la cocaína o diagramas de tiempos con las mayores incautaciones que se han producido.

Esto es dar valor añadido a la faja que se comporta  como una parte más del libro que, además, se puede desplegar cómodamente al mismo tiempo que se procede a su lectura. Pragmatismo al poder, gran idea de la editorial, sinceramente.

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-Quiero terminar con otra idea fantástica, a veces, una imagen vale más que mil palabras, os la pongo a continuación.

“EL MEJOR HOMENAJE ES LEERLO”

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Qué mejor manera de homenajear al gran Terry Pratchett con su última novela. Estoy seguro de que al hombre del sombrero le habría encantado.

¡Buena semana para todos!

Cuarto mes. Un mes desafiante

El mes pasado cogí buen ritmo; tengo la sensación de ir muy rápido y, al mismo tiempo, estar disfrutando como nunca, estoy descubriendo nuevas autoras y redescubriendo otras que ya tenía, además de consolidar las que eran mis favoritas. Cuando termine el año voy a tener una recopilación de autoras muy variada y de gran calidad. Ciertamente satisfactoria. Os pongo a continuación la recopilación de libros que quiero leer este mes de abril y a después resumo mis ideas:

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La foto es ciertamente ilustrativa, el desafío viene por dos obras de tamaño considerable, por un lado el último tocho de William Gaddis, Su pasatiempo favorito, con el que Sexto Piso da casi por finiquitada su particular recuperación de la magna carrera de uno de los estandartes del postmodernismo (a falta de su libro de ensayos); por el otro lado, atención al último ganador del Booker Prize, editado por Malpaso, Breve historia de siete asesinatos, sobre los intentos de asesinato de Bob Marley, promete mucho.

GaddisAnte la intromisión de estos dos elementos en mi proyecto de leer mujeres, he intentado seleccionar libros que puedan alternarse bien con los anteriores, libros más cortos de temáticas más variadas donde hay cómics, poesía, ensayo, un poco de todo. El otro leitmotiv del mes es introducir nuevas autoras. Con estas condiciones me han salido las siguientes:

-Probaré con la francesa Valérie Mréjen, me ha llegado la recomendación por varios sitios y es un buen momento. Selva negra y Mi abuelo son las opciones que he escogido.

-Aunque parezca mentira no había leído nada de Jennifer Egan, ni siquiera el muy conocido El tiempo es un canalla, acaba de salir uno de cuentos Ciudad Esmeralda que también entra en los posibles.

-Lo mismo puede decirse de la archiconocida  Clarice Lispector, este mes lo remediaré con dos ejemplos interesantes: La hora de la estrella y Un soplo de vida. No sé si serán los mejores, desgraciadamente he confiado más en mi intuición.

-Este mes toca segmento germánico, dos extremos, la filósofa Hannah Arendt de la que voy a probar su Más allá de la filosofía, Ingrid Noll será la otra cata, más cerca de lo noir (a su manera) con A la mesa.

BreveHistoria-Poquito a poco voy aumentando las escrituras de origen sudamericano (o centroamericano), este mes entran Sylvia Molloy, Rita Indiana (de la que quiero probar otro libro tras la mala experiencia anterior), Cristina Rivera Garza y vuelvo a programar a Gabriella Wiener (me encanta).

-Lo británico no puede dejar de estar presente, a la Edgeworth (que tengo pendiente ya dos meses) se le suman dos nuevas: Jeanette Winterson e Iris Murdoch.  La segunda es una elección personal por su cercanía a mi adorada Byatt, la primera es otra de esas escritoras que me recomiendan por todas partes. Ah, y una de las últimas novelas que me faltan de Muriel Spark.

-Lógicamente, no faltan escritoras norteamericanas, muchas ganas de Lucia Berlin y sus relatos cortos, de la historia de la actriz porno Madison Young y del ensayo de Jill Leovy sobre los conflictos raciales en New York. Y desde luego los ensayos de Ozick y las novelas de detectives de Anna K. Green, con su encantadora protagonista Amelia Butterworth.

-Las últimas mujeres escogidas (no nombro las que se repiten de otras ocasiones) son María Hernández Martí y su comprometido Que no, que no me muero, otro libro de Ginzburg y la grandísima Szymborska (ya en mi habitual flujo de lecturas) con una antología poética.

-Acabo esta previsión con dos hombres, Sempé y Ko Un, no me cansaré de recomendar cualquier antología que salga de mi poeta surcoreano favorito.

Vale, me he pasado, lo peor es que estoy en medio de otras lecturas…. O sea que  van cayendo por un lado u otro. Planifico estos posts como una manera de ordenar en lo posible, pero no es una regla fija, no puede convertirse en una regla fija. Porque la lectura nunca es previsible. Y tiene que seguir así.

Ya contaré qué tal ha ido este mes en el resumen correspondiente.

Un abrazo y ¡Buenas Lecturas!

Gustav Mahler. Un piano Olvidado de Norma Sturniolo. Pasión por Mahler

MahlerGustav Mahler pasa por ser uno de los compositores del siglo XX que despiertan una mayor empatía en su escucha; su proyecto sinfónico es un prodigio desde su sinfonía Titán (la primera de ellas) hasta la épica-minimalista Sinfonía de los 1000 (la octava), y sus lieder son igualmente excepcionales. Es fácil escucharle y emocionarse al mismo tiempo, su obra evoluciona hacia la modernidad pero no se deja invadir por ella, hay jugueteo total pero siempre se mantiene las formas, de ahí su carácter popular.

Curiosa propuesta la que nos ofrece Cordelia en su sello de paladares al respecto de la figura de Mahler; la argentina Norma Sturniolo, escritora y profesora en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires y en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, es la artífice de un ejercicio que mezcla diversas aproximaciones como ella misma comenta en su introducción:

“Este libro no es un ensayo ni una biografía. La escritura de lo que viene a continuación empezó como un juego o quizás tuvo que ver con un sentimiento de gratitud. El origen remoto está en la escucha de las composiciones de Gustav Mahler, en la posterior lectura de libros sobre la creación mahleriana y, principalmente, en la lectura apasionada de biografías sobre el compositor.

A partir de entonces, unas veces de forma voluntaria y otras, inesperadamente, he recordado muchos momentos de la vida del creador de La canción de la tierra así como algunas de sus afirmaciones rotundas.”

A medio camino del ensayo y de la biografía, Sturniolo pretende imaginar, desde la gratitud que tiene por la música de Mahler y todo lo que ha leído de él, y, al mismo tiempo, presentar hechos de su vida comprobados con otros que son simples especulaciones. Todo ello en conjunto, sin lugar a dudas, es el desarrollo  de su pasión por Mahler. Teniendo clara esta base podemos encontrar conclusiones obtenidas por la observación de los fenómenos que le han acontecido como es el caso del siguiente párrafo, donde se afirma su capacidad de trabajo y su lucha infatigable por unos valores  entre los que se encontraba el esfuerzo y la resistencia ante la desidia:

“El conocimiento de su biografía me conectó con la idea de lo heroico no asociado a heroicidad de los superhéroes provistos de poderes sobre naturales, sino con lo heroico humano. Lo que concierte a un hombre, a una mujer que, al enfrentarse a una tarea que parece imposible, no se dan por vencidos, no huyen ni escatiman ningún esfuerzo y, si experimentan la derrota, no se dejan vencer por el desánimo y siguen insistiendo hasta conseguir llevar a cabo su tarea.

Mahler luchó infatigablemente por hacer realidad sus ideales en una sociedad donde muchos se oponían a sus innovaciones como compositor y como director. Es admirable su firmeza frente a la resistencia de quienes se amparaban en la comodidad de la rutina, de la desidia o la intriga.

Nunca dejó de combatir la pereza ni atenuó sus críticas hacia la negligencia.”

El siguiente, en cambio, es un ejemplo claro de lo que comentaba inicialmente, utiliza un hecho para, a continuación, especular (“He querido imaginar…) sobre el posible momento en que descubrió la historia de los hermanos Grimm:

“Mahler empezó a componer la música y el texto de la cantata llamada La canción del lamento (Das Klagende lied) a los dieciocho años, en 1878. Se basó en diversas fuentes, una de las cuales es Der Singende Knochen (El hueso cantor) de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm. Leí el texto de Mahler traducido al español por José Luis Pérez de Arteaga primero, en un programa de mano y luego, en el libro de Pérez de Arteaga sobre Mahler y me sorprendió la belleza del mismo. No sabemos cuándo escuchó por primera vez esas narraciones ni cómo tomó contacto con esas fuentes. He querido imaginar a un Mahler niño, rodeado de otros niños, escuchando por primera vez el cuento de los Grimm de boca de Nanny, la niñera de la familia de su amigo Theodor y también imaginé su reacción desolada. Asimismo, reelaboré una versión del cuento de los hermanos  Grimm, que coincide en lo fundamental y difiere en algunos motivos con el texto de la cantata de Mahler.”

La escritora tiene muy claro cuál es el final de este pequeño libro y da la impresión de organizar sus imaginaciones para llegar a ese fin, lo volvemos a ver en el siguiente momento en el que su hipotética huida de una discusión de sus padres le sirve a la autora para presentar esa unión entre esperanza y tragedia:

“Quince años después, Sigmund Freud se refirió a la conversación que mantuvo con el compositor en una carta dirigida a la psicoanalista Marie Bonaparte. Entre otras cosas, contó en esa carta que en el transcurso de la conversación, Mahler aseguró haber entendido por qué su música nunca había podido alcanzar la perfección en los pasajes nobles, los inspirados por las más profundas emociones, sino que quedaban frustrados por la intrusión de alguna melodía banal. La explicación la encontró en un hecho vivido en la infancia, cuando se produjo una escena violenta entre sus padres, tan insoportable para él que decidió marcharse de casa. En su huida, oyó una alegre música de organillo de una canción vienesa popular, Ach Du lieber Agustin. Mahler consideró que la conjunción de la tragedia y la diversión estuvieron, a partir de entonces, unidas en su mente, de modo que un estado de ánimo lleva inevitablemente al otro.

Me gustó imaginar que la huida angustiosa de casa de los padres, después de ciertas vacilaciones, acababa desembocando en un momento esperanzador relacionado con la potencia creativa del compositor.”

De ahí que escoja un período muy corto de su vida, el de la infancia, como originador de lo que habría de ser la verdadera personalidad y el leitmotiv con el que regiría su vida; encontrar un piano olvidado en el desván de su abuelo parece un recurso conveniente para demostrar su pasión por la música desde que era pequeño:

“Después de un largo recorrido, ¡encontró el tesoro!: Descubrió un viejo piano en el desván.

¡Un piano!¡Eso sí que era un tesoro para alguien que amaba la música!

Se puso de puntillas. Levantó los brazos por encima de su cabeza hasta que consiguió que sus manos se posaran en el teclado y arrancaran sonidos de aquel piano olvidado.

Los familiares y amigos, que seguían en la planta baja sentados alrededor de la gran mesa, elevaron sus ojos hacia el techo.

-¡No puede ser! –exclamó el abuelo. ¡El piano, el piano! –y no dijo nada más.

[…]

Cuando llegaron al desván vieron a Gustav, de puntillas esforzándose en tocar el desafinado piano.

[…]

El abuelo estaba perplejo. Finalmente reaccionó, subió las escaleras y cuando estuvo junto a su nieto, le preguntó si le gustaría tener ese piano en su casa. La respuesta afirmativa del niño no se hizo esperar.”

En su parte final encontramos una frase atribuida al compositor y director que supone el fin al que toda la narración se dirige; supone la justificación de la utilización de la música como elemento aglutinador de todos los contrastes que encontró Mahler en una vida llena de dicotomías:

“Convertiré el dolor en música, y no sólo el dolor. Crearé un mundo musical en el que todo tenga cabida, la noche y el día, la luz y la oscuridad, la risa y el llanto, el helado invierno y la alegre primavera, el ardiente verano y el melancólico otoño, el amanecer, el crepúsculo. La alegría y el sufrimiento se convertirán en música.”

La música lo ayudaría a integrar ese mundo de violentos contrastes.”

Indudablemente el texto es consistente en cuanto a lo que nos dirige y busca la empatía del lector que se quedará con un buen sabor de boca por su lirismo; otra cosa es que el camino escogido para llegar a ello sea tan deliberadamente previsto, se queda a medias de todos los géneros sin llegar a mostrar todas las posibilidades del ensayo o de la biografía; además, desgraciadamente, resulta muy limitado centrarse en un período tan escaso de tiempo, ¿acaso el resto de su vida, la pubertad por ejemplo, no sirvió para configurar su carácter igualmente?, ¿sólo la infancia es reseñable para esta formación de vida?

Aun con las limitaciones comentadas, el breve texto se lee con gusto y nos muestra facetas interesantes. Es una lectura aconsejable si te interesa la música y, en especial, Mahler.

El show de Gary de Nell Leyshon. La magia de un protagonista irresistible

Portada_Gary_Alta-195x300Después de leer las primeras páginas de El show de Gary olvidas los prejuicios iniciales y constatas que la autora Nell Leyshon no ha querido repetir el tipo de historia que creó con su exitazo Del color de la leche (2013),  la primera obra de Nell Leyshon que publicó Sexto Piso; y esto, sinceramente, es un alivio, no porque estuviera mal la primera, sino porque es bastante típico repetir fórmulas hasta la saciedad si han funcionado alguna vez (que se lo digan a Zafón) con resultados normalmente inferiores.

En su anterior libro la autora optaba por una narración en primera persona de una historia ambientada en el siglo XIX donde una mujer era la protagonista y tenía un objetivo muy claro centrado en la lucha contra un patriarcado tan acusado como el que había en dicha época, era muy característico el estilo que escogió cercano al de las últimas obras de Cormac McCarthy; sin embargo en El show de Gary (a mí me gustaba el nombre inicial Memorias de un carterista) nos encontramos con una narración contemporánea donde el protagonista es Gary, una persona de moral bastante dudosa que afronta un relato típico de formación-caída a los infiernos-redención. No es el fuerte de esta novela la historia, normalmente muy previsible, sino la personalidad, rebosante de carisma, de su narrador. Parte del éxito a la hora de configurar este personaje viene dado por el estilo que escoge la autora: el narrador interpela a lector y se dirige frecuentemente a él para referirse a los hechos que considere necesario resaltar. Ya podemos verlo desde el principio, esta introducción funciona a la perfección para meternos en el libro como si estuviéramos empezando a visualizar un show televisivo (o de otro tipo), también podemos detectar en la forma de hablar una familiaridad y un lenguaje que lo baja a nivel de la gente que está en la calle, haciéndolo aún más cercano:

“Allá vamos, pasen y vean. Por aquí, eso es. Toma asiento. Coge el libro. ¿Todo bien? ¿Estás cómodo? Estupendo. Pues que empiece el show de Gary.

Tenemos mucho que hacer; muchas pruebas, digamos, por examinar. Pero prefiero no empezar por el principio porque llevaría mucho tiempo conocerme. Vayamos con una escena de los años chungos, así podrás hacerte una idea de cómo fui en otros tiempos.”

En la primera parte de la narración asistimos al habitual relato de formación en el que se pondera el instinto por encima de otros factores que quizá consideraríamos más habituales en este tipo de relatos; Gary es un hombre hecho a sí mismo que confía en su sexto sentido más que en su capacidad para estudiar o aprender enseñanzas normativas:

“Sin instinto no somos nada. Y una vez que lo recuperas tienes que afilarlo, tienes que conectar con él. Tienes que ampliar tu visión. Piensa en un halcón. Un halcón no gira la cabeza para ver un gorrión que pasa volando. El halcón sabe que está ahí.

Y sentado en el váter se me ocurre que eso no lo puede hacer cualquier cabrón. Es algo extraordinario. De hecho, es un poco como el ballet. Un poco como el teatro.

¿Sabes lo que es? Es una puta forma de arte.”

Gracias a ese instinto consigue ser “hijo de su padre”, consigue por primera vez que su padre le respete la primera vez que lo lleva a robar con él, la sombra del maltrato aparece de fondo como parte de su sufrimiento personal:

“-¿Qué puñetas estás haciendo?

La llave gira la última vuelta como respondiendo a su pregunta, los goznes de metal chirrían y oigo cómo el aire sale de los pulmones del viejo. Mueve la linterna y el haz de luz ilumina los fajos de billetes y los sobres, todo apilado.

No hace nada. No dice nada. Es como si todo se hubiese detenido.

Se sacude el pasmo, se acerca, apunta con la linterna justo en el interior. Se vuelve hacia mí, girando el haz de luz, y me pone en el foco. No puedo verlo, la luz me da en ambos ojos. Se acerca aún más y noto su mano en mi pelo. Noto cómo ésta me acaricia, me da una palmadita.

-Ése es mi hijo –dice.

Yo me hago más alto bajo su mano. Soy su hijo y él es mi padre. Y ésta es la primera vez que recuerdo que me toca sin pegarme.”

Los reveses que va sufriendo nos muestran un personaje que se va encerrando en sí mismo, en la primera de las epifanías (revelaciones que utiliza la autora para ir evolucionando el carácter de Gary) de las que será consciente se convierte precisamente en un encerramiento progresivo para defenderse de su sufrimiento:

“Y mientras la furgoneta avanza, siento que algo empieza a cambiar dentro de mí. Me miro las manos, sobre el regazo. Tengo suciedad incrustada en la piel y bajo las uñas. Les doy la vuelta. La suciedad está por toda la palma de la mano. Dibuja líneas. Y allí sentado, mientras conduce de vuelta a casa, es como si toda esa suciedad, todas esas líneas, todo se hiciera más compacto y más duro. Se vuelve sólido. Puedo sentir cómo me transformo y más duro. Se vuelve sólido. Puedo sentir cómo me transformo mientras avanzamos. Puedo sentir cómo se hace más denso. Puedo sentir cómo la suciedad se contrae y toma la forma de un caparazón, la dureza de un caparazón. Puedo sentir cómo se cierra a mi alrededor, en torno a mis pulmones y mi hígado y mi estómago. En torno a mi corazón.”

Según va cayendo en ese infierno, no duda en mostrarnos las lecciones aprendidas durante ese camino, sabemos de sobra que ha salido de ello (hasta habla de su hijo) pero no nos interesa el final tanto como el camino que ha seguido para llegar hasta ahí:

“El tiempo corre y yo me hago mayor. Las manecillas del reloj giran y es imparable, hagas lo que hagas nunca conseguirás ser más joven. Sólo hay un camino en la vida: cuesta abajo por la pendiente resbaladiza hasta caer en el infierno. Pero antes de que pienses que estoy siendo demasiado cenizo, recuerda que de camino a ese infierno te topas con algunas cosas buenas, y más te vale cogerlas porque sólo vas a tener una oportunidad.

Eso es lo que le digo siempre a mi hijo y es lo que te digo a ti.”

nellleyshon_2240790bEste sí es un rasgo que comparte con su anterior libro: la continua empatización con el lector, que Leyshon siempre maneja a la perfección para conseguir que la historia te absorba, que consigas que las páginas pasen sin apenas esfuerzo. En este camino hacia su abismo personal encuentra las cosas buenas que él antes comentaba y que le servirán para su redención final, por un lado una evolución de su instinto que se empieza a comportar como un engranaje en su cerebro, los sucesivos giros de este mecanismo (Clic, clic) le ayudarán a aprender de todo lo que le va sucediendo de una manera automática:

“Al día siguiente, practico. Voy a la misma tienda y luego al pub y cambio el vale por efectivo. Vuelvo, a una tienda distinta esta vez. Estoy haciendo cola en atención al cliente y una mujer delante de mí está discutiendo sobre si puede devolver algo y cambiarlo por efectivo. Empieza a recitar sus derechos legales y yo pongo atención. Cita esta ley y aquella otra información. Y yo me quedo con la lección. Clic clic. La mujer se marcha y llega mi turno. Cito la misma ley y los mismos derechos, y la mujer del mostrador sabe lo que está pasando, pero no puede hacer nada, y los dos lo sabemos. Cuenta los billetes y yo me los meto en el bolsillo.”

Hasta el punto en el que se da cuenta de que su voluntad es el límite ante lo que puede hacer, redundando en el refrán “hace más el que quiere que el que puede” esta filosofía (obtenida gracias a un improvisado Pigmalión) le servirá mucho más adelante en su sucesivo y accidentado camino en la vida:

“-Disculpe, señor, ¿acaba usted de salir del probador?

No digo nada. Nos miramos a los ojos. El tiempo se detiene. Las moléculas de aire entre nosotros se mueven y amontonan. Respiro hondo por la nariz, no dejo que se me acelere el corazón. Éste es mi traje, ésta es mi ropa. Podría comprar tanta como quisiera. Estoy por encima. Soy un hombre de ojos claros, yo llevo el traje, yo soy el que trabaja en la City.

Baja los ojos y el tiempo se reanuda. Y sé que lo he conseguido.

-Siento mucho haberlo molestado, señor –dice.

Y se va.

Y yo me quedo ahí pensando: Puedo hacer lo que quiera. No hay nada que no pueda hacer.”

La escritora nos presenta las suficientes penalidades para que podamos identificarnos con el protagonista pero sin llegar a convertirlo en un mártir (cosa que sí sucedía en Del color…), cuando peor está la cosa aprovecha para introducir una de sus interpelaciones y quitar parte de ese dramatismo, volver al show en el que estamos, enfocarnos al mismo tiempo que nos presenta la idea de la libertad en contra de la predestinación:

“Buenas, tengamos una pequeña charla. Una pequeña charla en el show de Gary. Mira, me preocupa que pienses que esto es todo, que aquí se acaba la cosa. La historia de Gary no ha terminado aún. Hay una cosa en la vida que te puedo garantizar: nunca sabes qué va a pasar mañana. No sabes lo que es un final hasta que llegas. Ésa es la clave de todo. Ése es el gran misterio.

Justo ocurre esto, de manera muy inteligente, antes de la epifanía definitiva, aquella que le servirá como inicio en su camino de redención (aquí se suman el engranaje del que hablaba anteriormente y su voluntad como había adelantado):

“Miro la bebida. La remuevo en el vaso hasta que suelta todas las burbujas. Lo único que quiero es perderme. No pensar.

Se acerca a mi boca. Mi boca se acerca a ella.

Pero pasa algo en mi cabeza. Clic Clic. Sé que si doy un sorbo a esto, no voy a ver el fondo del vaso. Si doy un solo sorbo, nunca la volveré a ver. Nunca lo volveré a ver.

Tiro la pinta al suelo. El cristal se hace añicos y la bebida se derrama. Doy media vuelta y corro bajo la lluvia, corro hasta que no puedo más.”

Supone la utilización de su libertad para negarse ante uno de los vicios que esclavizaban su vida; es muy curioso igualmente cómo la autora, a partir de esa epifanía, nos muestra los últimos ocho capítulos antes del capítulo final innominados (al contrario que toda la narración anterior); estos ocho capítulos estructuran los pasos definitivos a regularizar su nueva vida donde el final será su redención definitiva; tanto es así que utiliza de nuevo a Gary para referirse a nosotros como lectores y reafirmar el carácter ganador de su inimitable protagonista:

“Señoras y caballeros, es la hora de que pasen, pasen y vean la última parte del show de Gary. Pero sin prisa. Tómate tu tiempo. Poco a poco, a tu gusto. Porque cuando se termine esta pequeña parte, nos separaremos y tendrás que despedirte de mí. Si has aguantado hasta aquí, si has vivido todo esto conmigo, puede que descubras que te he acabado gustando, puede que hasta descubras que después de leer la última página me vas a echar de menos.

Ahora sabes mucho de mí porque has leído mis memorias, de hecho sabes la hostia, como ya te he dicho. Pero si hay una cosa que sabes de verdad (y si no, es porque no has prestado atención y necesitas que te den un cabezazo) es ésta: yo lo sé todo. Y como soy una persona que lo sabe todo, sé lo que piensas. Y sé lo que quieres.”

Es indudable que el camino lo hemos disfrutado, El show de Gary nos vuelve a demostrar el poder de la ficción encarnado en el inolvidable protagonista. Leyshon, gracias a su talento, es capaz de convertir un relato convencional en una historia más que recomendable… y entretenida.

Los textos provienen de la traducción de Inga Pellisa de El show de Gary de Nell Leyshon publicado por Sexto Piso.

Nietzsche y la música de Blas Matamoro. Una vida de discrepancias

matamoroPublicada inicialmente en Opera World en este post.

Interesante la propuesta que nos trae Fórcola a través del experimentado Blas Matamoro que, partiendo de los escritos del propio filósofo, se propone indagar en la tortuosa relación de Friedrich Nietzsche con la música de su época; el resultado está lleno de peculiaridades que demuestran una vez más sus propias contradicciones internas, toda una vida de discrepancias que son aún más patentes al estudiar sus textos.

Su compleja personalidad aunó diferentes disciplinas, siendo la cualidad de ser diletante una de varias pero todas ellas configuraron una identidad que llevó hasta la misma locura:

“¿Filósofo, filólogo, músico? Acaso, ninguna de las tres profesiones puede soportar la identidad de Nietzsche. A la vez, como es lógico, las tres corporaciones profesionales lo consideraron un extraño, cuando no un asaltante o, por lo menos, un diletante. Lo más seguro –siempre teniendo en cuenta que la seguridad no es un valor nietzscheano – es señalarlo en tanto escritor, un redactor de literatura que, como buen heredero del romanticismo que afirmó y del cual abominó, según su costumbre, elude obedecer a todo género y confiar en lo que la palabra le dice más que en aquello que él quiera hacerle decir. Esto hasta el delirio y la locura, aceptando que ambos tienen su propia lógica.”

 Sin embargo, hasta en los momentos finales de su racionalidad la música cobró una inusitada importancia convirtiéndose en su destino, en su alienación final:

“Lo único claro en este campo es la situación vital de Nietzsche a mediados delos años setenta: ruptura con Wagner, diarios y revistas que se empiezan a olvidar de él, has el punto de que en su último año de lucidez, 1888, ya había abandonado el piano, la lectura y la escritura, apenas si iba a conciertos (Eugène d’Albert, el famoso virtuoso del piano, le resultó frustrante) y sólo asistía a representaciones de Carmen, que le evocaban un paisaje meridional, cálido y luminoso: el XVIII veneciano, la bonhomía, el ensueño, el antimundo, lo clásico y su destino: la música. “La música me produce ahora unas sensaciones como nunca antes. Me libera de mí mismo, me devuelve a la sobriedad, como si yo me observara desde su lejanía, hipersensible…” Y así, el extremo de su alienación fue musical: un largo silencio.”

Si hay una figura que marcó su relación con la música fue Wagner; todo un cúmulo de circunstancias la rodearon y estuvo marcada por los contrastes: Nietzsche pasó del amor más absoluto a Wagner y todo lo que hacía hasta un odio del tipo más radical; en el siguiente párrafo podemos asistir a algunas de estas reticencias expresadas ya por el filósofo en un cuaderno de notas de 1873:

“Ya en 1873, en un cuaderno de notas, Nietzsche apuntaba algunas radicales reticencias ante Wagner: intentar una renovación artística partiendo del teatro, arte destinado a una masa tosca; un tirano de las masas con nada de reformador; un arte sectario y aislado; como italiano sería exitoso, pero los alemanes consideran la ópera como algo latino, extranjero, algo poco serio y cómico; un intento de redención alemana de la que los alemanes ni se enteran; Wagner es independiente pero inmoderado, histriónico, amorfo, inmodesto; es un porteador cultural, un legislador, con gran sentido de la unidad; música y poesía de escaso valor y una dramaturgia retórica, a lo grande y de alto nivel; un gran esfuerzo fracasado. Más aún: el arte nuevo no puede arrasar con la historia y así Wagner acabó aprobando el dominio del cantante, como en la ópera tradicional. Tampoco vio que en el nacimiento de la tragedia no hay palabra sino música pura. No debe el arte devolvernos a la inocencia para siempre perdida sino liberarnos de la culpa.”

En esta disertación sobre lo musical aplicado a su persona y sus sensaciones me quedo con el siguiente párrafo, excepcional, donde el autor nos introduce el término nietzscheano Unzeitmässig a la hora definir la experiencia sonora, escuchar música; me quedo con la indefinición más que son sus posibles definiciones (inexactas por otra parte), ya que esta indefinición (no poder medirse en unidades de tiempo) evoca una experiencia que nos lleva lo sublime. Vivir en la sublimidad y no darte cuenta de cómo pasa el tiempo porque están siendo infinitamente feliz. Muchas veces he sentido esto que tan bien expresa Matamoros:

“La música produce un género muy peculiar de felicidad, que consiste en desarrollar nuestra capacidad de olvidar, de vivir “en el umbral del instante”, sentir durante un tiempo de modo ahistórico como un recién nacido. Sin historia, nos desujetamos y accedemos al gozo, más allá del placer que nos proporciona el bello sonido. En el tiempo de la historia, todo se desvanece y muere. La música, como el mito, no muere, porque se repite y propone volver a un incorruptible momento del tiempo, no el del devenir, sino el del Ser, el Tiempo Fuerte de los mitos sobre el que tantas sabias páginas ha escrito Mircea Eliade. […] Es lo Unzeitmässig, palabra muy nietzscheana y que ha merecido variables traducciones: intemporal, extemporáneo, intempestivo, inactual, inoportuno. Literalmente, es lo que no puede medirse en unidades de tiempo.”

A partir de esta definición es comprensible que se extienda en la generalidad del arte y su cualidad de seducción, sobre todo en contraposición con la ciencia:

“Nietzsche define en El nacimiento de la tragedia: “La facultad yacente a estos mecanismos.” A partir de aquí, cada disciplina se dirige a distintas metas. La del arte es el saber último del Ser, que es sagrado y, por lo mismo, intocable, es decir que no lo puede siquiera rozar la palabra. Sólo cabe confundirse con él y esto lo hace el arte, cuya esencia es la música. No constituye una religión porque carece de teología, es decir de la ciencia de Dios. El arte no rinde cuentas de sus viajes, no los explica ni demuestra: seduce, convence, tienta. Mantiene viva la vida por su fuerza instintiva y su decisión ficcional. La ciencia desvitaliza lo vivo y la religión, lo somete. El arte respeta su libertad vital.”

En el caso del filósofo, no podemos hablar de “gusto” o de “estética” aunque sí podría demostrarse una teoría del acto estético:

“Friedrich desdeñaba la palabra gusto. Los genios carecen de gusto y los hombres de buen gusto razonan con notable chatura al tratar de cosas profundas. De aquí no parece que pueda surgir una estética en el sentido doctrinal de la palabra, es decir una preceptiva de lo bello o lo sublime. “Como un conjunto unitario, coherente y claramente reconocible” no hay, pues una estética nietzscheana, según opina sensatamente Vattimo. No obstante, sí cabe una teoría del acto estético, donde coindicen –sigo a Vattimo- el impulso vivificador dionisíaco y el sentido apolíneo del límite, la claridad y la forma. La conciliación se da en la danza, mímica del cuerpo hecho símbolo y corporización de la música. “

En su ataque contra Wagner arrastró a Brahms por el camino, sinceramente, no puedo estar menos de acuerdo con la apreciación de Nietzsche al respecto, creo que Brahms llegó a la plenitud y no se creía para nada incapaz:

“Con el tiempo, Friedrich devaluó a Brahms y a Wagner por las mismas razones: representaban el espíritu bajamente alemán del Imperio. Por eso, oponerlos es un malentendido. La de Brahms es una música innecesaria, una música demasiado musical. Es la obra de un pobre que se enorgullece de admitir su pobreza y siente la melancolía de la incapacidad. Ansía la plenitud sin poder crearla, proclamando su impotencia. Anhela lo propio, lo suyo, lo original y sólo atina a copiar. Recibe la admiración de los insatisfechos, los impersonales, los periféricos, en especial si son mujeres, conmovidas por ese secreto lamento suyo. Pero, en verdad, su imitación de los clásicos tiene una frialdad económica.”

Sin embargo me sorprende su gusto por Rossini por los motivos esgrimidos (la generosidad); lo deBizet como contraposición a lo wagneriano es muy lógico, no podría entender que alguien no disfrute con Carmen, a menos que seas sordo:

“¿Y Rossini? Friedrich adjetivó de payasescas sus agilidades, que Wagner comparaba con parvas lecciones de solfeo. Más allá del detalle, Nietzsche puso por las nubes al Cisne de Pesaro, por su paradójica y pletórica animalidad, ya que la creación nietzscheana empieza por ser fisiología, corporalidad, o sea: estremecimiento animal, animalada. […] Aún más: el canto amplio rossiniano, quitadas sus coloraturas, tiene un valor moral: la generosidad. Derrochar bellamente es algo propio de gente generosa. Y aquí sí llegamos al Sur, donde está su auténtico y definitivo medicamente antiwagneriano: Carmen de Georges Bizet, estrenada en pleno wagnerismo, en 1875, vilipendiada por el público, los compositores y los críticos franceses y recuperada desde la exigencia más rigurosa nada menos que por Brahms, al menos una vez coincidente con Nietzsche. Bizet lo reconcilia categóricamente con la palabra cantada porque se produce en ese espacio que tanto le cuesta reconocer en ella: el cuerpo, la inmediatez corporal.”

El colofón a este texto podría ser el siguiente párrafo donde el autor, con buen criterio, equipara el filósofo con el artista (no en vano, además, Nietzsche intentó tocar y componer); la incertidumbre de lo intelectual introduce un elemento indudablemente optimista:

“Como todo artista, entonces, el filósofo, si cabe designarlo con esta palabra, es más un seductor y hasta un tentador –en alemán, la tentación, Versuchung, proviene de suchen, buscar y de versuchen, intentar o ensayar- que un sabio en sentido clásico, es decir el depositario de un saber que tiene, a su vez, la capacidad de enseñarlo. En este mundo intelectual donde nada es del todo y todo resulta un quizá-ser, el esteticismo introduce un elemento optimista, opuesto al punto de partida trágico.”

Buena oportunidad de descubrir la vida del filósofo y sus teorías a través del prisma de la música y su apreciación, libro pequeño pero cargado de buenas reflexiones.

Oscuridad total de Renata Adler. La realidad fragmentada

9788416358953“Ésta, creo, es la visión de la vida que se refleja en la ficción de Adler. Nada evoluciona, nada deriva. Los efectos no resultan de causas. Los episodios se graban sin ninguna relación entre sí. Por fortuna, son episodios fascinantes.”

La frase con la que termina su postfacio Muriel Spark supone todo un resumen del sentido que tiene la técnica empleada por Renata Adler en sus obras; comenté en su momento, a propósito de Lancha rápida (su primera novela) lo que decía de ella Guy Trebay que transcribo nuevamente a continuación:

“Sin embargo, la ficción estrictamente vanguardista tiende a despreciar la mayoría de los llamamientos a la emoción, el sentimiento, la preocupación por los personajes y lo que les ocurre, como barato y kitsch, y se mantiene en un ámbito gélido. La ironía, el humor, escalofríos de asombro, cierto ingenio, una cualidad atribulada, pero eso es todo. Nada que te haga llorar, preocuparte por los personajes, querer cosas por ellos. No podrías ser, pongamos, Dickens ahora, o George Eliot o Henry James. O quizá podrías escribir como ellos, con suerte, pero no sería fiel a nuestro tiempo, sonaría falso en cierto modo. Para aquellos efectos has de volver a los originales. Adoro los efectos vanguardistas, lo que quiero decir es que Kafka, aunque perfecto, es frío. Así que me preguntaba si en estos tiempos existe una forma de poner sentimiento convencional. No creo que lo haya logrado salvo de manera esporádica, hasta Pitch Dark. Quizá ni siquiera entonces.”

En él se discutía sobre la inconveniencia de escribir como los clásicos victorianos en los tiempos que corren y cómo se adecuaban las técnicas vanguardistas (postmodernismo, etc.) a la realidad que vivimos en estos momentos, una realidad fragmentada, de esbozos pero, al mismo tiempo, tremendamente fría en su aparente perfección; hacía una referencia a Pitch Dark (Oscuridad Total) que ahora cobra total importancia ligándola con el postfacio de Spark:

“La novela de Renata Adler Oscuridad Total, como su primera obra de ficción, Lancha Rápida, es un género en sí misma, una narración discontinua en primera persona. La mente de Adler es analítica y su estilo, efervescente. Adler también tiene una auténtica historia tradicional que contar, una historia de amor, aunque desde luego no la explica con claridad. Uno tiene que irla montando como lo haría si hubiera encontrado el diario íntimo de un desconocido. Uno ha de leer entre líneas (y las líneas en sí son otra clase de entretenimiento) y agarrarse a pistas y fragmentos hasta que el conjunto queda claro, y el personaje de la narradora se completa por la expresión sincera de sus sentimientos, sus opiniones y pensamientos, sus experiencias cotidianas, siempre con un punto de desesperación.”

En efecto volvemos a disfrutar de esa narración discontinua a base de fragmentos que se van interponiendo unos sobre otros sin aparente conexión pero aquí sin embargo, si podemos encontrar una historia de (des)amor de fondo, vertebrando y dando consistencia a toda la novela:

“La narradora, Kate Ennis, es periodista. Ha tenido una aventura de ocho años con Jake, un hombre casado desconsiderado  egoísta, con el que decide romper pese a que sigue enamorada de él. Al principio del libro, Kate, después de viajar por el mundo y de cruzar el Atlántico varias veces, sigue en el mismo estado de ambivalencia. Recordando desde una pequeña isla en el estrecho de Puget, escribe en primera persona. “¿Puede ser que, accidentalmente, tirara lo más importante?” es una de las muchas frases que se repiten a lo largo del libro. En ocasiones se dirige a su amante. “¿Sabes? Eres, fuiste lo más parecido que tuve en mi vida a una historia real” es otro estribillo. Y en ocasiones le reprocha de forma extensa: “Lo que has hecho es organizar tu vida de manera que las cosas con un poco de alegría o belleza fueran las cosas en las que yo no participaba.”

De esta manera, consigue abandonar esta aparente gelidez para mostrarnos retazos de lo que ha sido esta relación que, además, muchas veces contrastan con el ritmo/estilo de los párrafos habituales:

“Supongo que he sido cara de mantener sólo en este sentido: que me has dedicado más tiempo en esas salidas, viajes de trabajo, visitas en los intersticios de tu vida, del que jamás planeaste dedicarme. Sin embargo, lo que has hecho es organizar tu vida de manera que las cosas con un poco de alegría o belleza fueran las cosas en las que yo no participaba. No, no quiero decir eso. Es sólo que no creo que pusiera un precio muy alto. Ni siquiera iba a haber un precio. Sin embargo, aquí estoy, después de todo, sola en la isla Orcas. Y, sencillamente, lo que ocurre ahora es muy deprimente y mediocre. 

Eh, espera.

                Bueno, al fin y al cabo, el amor es un hábito como cualquier

Otro.

                Un hábito, quizá. Como cualquier otro, no.”

17WITT-facebookJumboCada uno de ellos refleja una cierta desesperación que lo impregna enteramente de manera constante, un sentimiento inherente que nos demuestra una mayor calidez; al fin y al cabo supone una ruptura para ella, ruptura que expresa a través de la disrupción en su escritura, las frases largas se interrumpen en frases breves, cortantes, con puntos y apartes, mostrándonos mucha más pasión y sentimientos, el siguiente párrafo es paradigmático de esta técnica:

“Déjame decir sólo que

                No.

                ¿Cómo que no? Déjame sólo

                No.

                ¿No?

                No. Ya estoy cansado. No quiero oír hablar de eso. No quiero verlo. No quiero contarlo. No quiero formar parte de nada de eso.

                Bueno entonces, ¿qué?

                Déjame en paz.

                Bueno, entonces no puedo.

                No te disculpes. Déjalo estar.

                Pero.

Vete.”

Al mismo tiempo, en los párrafos que se intercalan con estas narraciones  que suponen el hilo conductor volvemos a encontrarnos reflexiones de todo tipo pero no es descartable que, de fondo, esté la figura del desamor, incluso de una manera surrealista como el concurso de su media naranja en el que la esposa responde algo que no sabe sobre su pareja de manera absurda:

“Era tan aburrido como, bueno, como un sonsonete, y tan repetitivo como un vals, como un lamento country en tempo de vals. Era tan absolutamente espantoso como un vino rosado.

A ver, ¿para qué me adelantaste en la carretera, desde una calle lateral, cuando no había más coches a la vista detrás de mí, si ibas a conducir más despacio que yo?

Estaba empezando a atardecer en la ciudad. La tele estaba encendida. Veíamos Su media naranja. El presentador acababa de preguntarse a la concursante, una mujer joven de Virginia:

-¿Cuál es el roedor que menos le  gusta a su marido?

-El roedor que menos le gusta –repuso ella, arrastrando las palabras con serenidad y sin vacilar-. Oh, creo que sería el saxofón.”
De hecho, es sintomático de esta sensación el que le dedique más cariño a la figura de un mapache enfermo que encuentra en su chimenea que a la de su propia pareja (este hecho lo comenta también Spark):

“Alrededor de una hora después de llamar, llegó una camioneta abollada. Yo ya estaba esperando fuera, en parte por impaciencia, en parte porque el granero no era fácil de encontrar, y en parte para dejar de quedarme mirando al ya obviamente febril y agotado animal, que de alguna manera había vuelto a aupar todo su cuerpo a la salamandra, y estaba sentado precariamente, apoyado contra la chimenea, parpadeando. La noche era muy fría y ventosa. Un hombre entrecano, con chaqueta de lana remendada y una gorra vieja con orejeras, bajó lentamente de la camioneta. Un chico de unos diez años con la misma lentitud y vestido de manera similar, bajó del lado del pasajero.

-Hola –dije-, soy Kate Ennis.

-Bueno, señora, soy el inspector de fauna salvaje. Y él es mi nieto.”

Incluso en un párrafo como el siguiente, teñido por la desesperación, la presentación de las dicotomías irreconciliables parecen pretender mostrar la insatisfacción sentida por no saber qué hacer sin ser criticado, el pecado está en una cosa y en su opuesta, sea cual sea nos provoca desequilibrio, desconfianza, inestabilidad, como el que siente la narradora:

51hTvJoTzfL._SX309_BO1,204,203,200_“Aquí tenemos el pecado del silencio. También los pecados de la locuacidad y la labia. Tenemos el pecado de la moderación y también del exceso. Tenemos nuestros pecadores glotones y nuestros pecadores anoréxicos. Tenemos el pecado de ir delante y el de usted primero, Alphonse. Tenemos los pecados de la impaciencia y de la paciencia. De no hacer nada y de actuar. De la espontaneidad y del cálculo. De la indecisión y de sentarnos a juzgar a los colegas. Tratamos de estar alerta ante las infracciones y cuando no encontramos ninguna sabemos que hemos caído en el pecado de la desatención o de la petulancia. Tenemos el pecado de la desobediencia y el de limitarnos a cumplir  órdenes. El de la gravedad y la levedad, de la complacencia, la ansiedad, la indiferencia, la obsesión y el interés. Tenemos el pecado de la falta de sinceridad y de contar verdades inconvenientes. Tenemos el pecado de la ingratitud por nuestras muchas bendiciones y el de alegrarnos en cualquier momento de nuestras vidas. Tenemos los pecados del escepticismo y de la fe. De la puntualidad y del retraso. De la desesperanza y de esperar alguna cosa. De no pensar en los niños que mueren de hambre en la India, de regodearnos en pensamientos sobre esos niños, […]”

La propia Adler es capaz de describir su técnica a la hora de escribir con una figura, la del diario, totalmente conocida por todos; el diario, cuando se lee seguidamente, muestra las mismas sensaciones que cuando la leemos a ella:

“Sólo dos veces en mi vida he estado cerca de llevar un diario. La segunda vez fue cuando tenía veintitantos años. En un cuaderno ordinario, sin ningún cierre, por supuesto, y con páginas sin fechar, escribí cada día, desde un domingo al miércoles  de dos semanas después. No sé cuál es el mes o el año, aunque recuerdo que era verano. […] Todo acabó en la entrada del jueves cuando eché la vista atrás. Leí las entradas de los últimos nueve días y simplemente no conseguí entenderlas. Como si estuvieran escritas por una desconocida y en código.

[…] Los hechos simplemente no estaban allí, y, lo que era más sorprendente, yo no podía reconstruirlos. Ni a partir de las pistas sobre mi humor, ni por el hecho de que habían ocurrido tan recientemente. Podía recordar con más precisión hechos de muchos años antes. Y la primera, la única otra vez, que traté de llevar un diario, de hecho, ocurrió hace muchos años, cuando tenía doce. Abarcaba meses, con entradas diarias y considerable detalle. Y el punto más destacado era sólo éste: todo era mentira. También mis cartas, entonces y después, consistían sobre todo en lo que quería que otra gente creyera.”

Me gustaría terminar con una pequeña reflexión de Spark al respecto de si esta obra puede ser considerada una novela o no desde su punto de vista fragmentario y poco cohesionado:

“¿Adler quiere sugerir que ella misma es Kate Ennis?  Los personajes absurdos están bien, pero este tiene el efecto de absurdo profesional. Rompe la ficción y, por un instante, tenemos autobiografía. Uno de los estribillos que se repite en todo el libro es: “¿De quién es esta voz? No es mía. No es mía.” El misterio del nombre falso permanece. ¿De quién es la voz?

La gran pregunta que una obra como ésta impone al lector es: “¿Qué es una novela?” No hay ninguna definición absoluta, pero, desde luego, hasta cierto punto, una novela es una representación de la visión de la vida del autor. Oscuridad total, como Lancha rápida, es una obra de ficción sobre todo debido a que afirma serlo; damos por hecho que el yo de la novela es un personaje de ficción. En ambos libros, el personaje es una periodista. En Lancha rápida, la narradora afirma: “Desde luego, no creo en la evolución. Por ejemplos, los fósiles. Creo que hay objetos en la naturaleza –a saber, fósiles- que se presentan en capas, y que algunos visionarios semirracionales insisten en derivar de animales, los de abajo más antiguos que los de encima. Lo mismo opino de las derivaciones de palabras […]. Nunca he visto derivar una palabra.” 

Independientemente de estas disquisiciones, es innegable que Oscuridad total nos vuelve a demostrar que la realidad que vivimos no sigue un orden lógico en el que cada causa origina el subsiguiente efecto, sino que todo lo que nos ocurre se ordena de una manera inesperada pero, gracias a la prosa de Adler, subyugadora. 

Los textos provienen de la traducción de Javier Guerrero de Oscuridad total de Renata Adler publicado por Sexto Piso.

El corazón es un cazador solitario de Carson McCullers. Abismo emocional

9788432219573Hay libros que suponen un antes y un después en tu vida lectora, a veces no es fácil que ocurra porque el listón está muy alto, máxime cuando lees una cantidad elevada de libros; este libro, mi encuentro con Carson McCullers es uno de ellos;  en El corazón es un cazador solitario, al que me acerqué sin conocer nada más que el nombre de su autora, encontramos un compendio de sentimientos devastador, sobrecogedor en la aparente simplicidad de la escritura de la autora.

Me encanta la aproximación que hace Soledad Puértolas a la autora en el prólogo, ya que, en cuatro párrafos que he escogido, podemos definir las claves de su estilo y los temas que trata, voy a ellos, en primer lugar:

“La lectura de El corazón es un cazador solitario, como la de cualquier obra de McCullers, resulta fácil. El estilo no se manifiesta para enredarnos y hacer que nos perdamos. Todo lo contrario. El estilo nos centra continuamente, nos guía, nos muestra. La voz que narra sabe muchas cosas, y sigue aprendiendo, no parece dispuesta a claudicar. Nos invita a compartir su sabiduría, sus dudas y su búsqueda. Una invitación que es casi un mandato, porque está llena de convencimiento, de una seguridad que emana de lo más profundo de uno mismo, de la necesidad de encontrar una verdad, algo que explique el inmenso lío y la terrible injusticia –pero también, la desconcertante poesía- que es la vida. Los sentimientos son confusos pero el tono es firme. Aquí radica la intensidad de McCullers, en su interés por el mundo. Está dispuesta a llegar a lo más profundo de esa confusión.”

En efecto, es una obra que se lee sin dificultades, no hay complicación en las imágenes utilizadas, en las metáforas y en el vocabulario empleados, tampoco abusa de la subordinación ni de la enumeración; este estilo, caracterizado entonces por la claridad, por la precisión de los términos sirve como guía, como un timón que guiara el camino del mar de nuestra lectura; es estable pero al mismo tiempo tremendamente sólido a la hora de expresar las emociones, los sentimientos que viven los protagonistas en un mundo como el que nos refleja la norteamericana. Contrasta especialmente esta solidez del lenguaje frente la confusión de sentimientos a la que alude Puértolas; la escritura actúa, casi inconscientemente como un amplificador de lo que de verdad quiere expresar, lo que más le interesa y, por lo tanto, en lo que profundizará aún más.

El siguiente texto alude a la forma en que diseña el texto a nivel de personajes y cómo ese diseño le servirá para tratar los temas en los que quiere profundizar:

“En John Singer, el mudo, convergen todos los personajes. La autora, que meditó mucho sobre esta obra, escribió: “A causa de su sordera, la relación de Singer con el mundo exterior es vaga e imprecisa. Sus amigos pueden atribuirle todas las cualidades que les gustaría que tuviese. Cada uno de estos personajes crea su propia manera de entender al sordomudo a través de sus propios deseos.” Impresiona lo meticuloso del plan, la conciencia plena de lo que la autora tiene entre manos. Su propósito declarado es “la rebeldía del ser humano contra su aislamiento interior y la necesidad que siente de una expresión personal lo más plena posible.” McCullers está evidentemente interesada en una lucha desigual. Sabe que las posibilidades de perder son grandes. “He aquí a estos heroicos perdedores,” nos dice. Un mudo, un borracho comunista, un anciano médico de raza negra, el dueño de un bar, que observa y compadece, una adolescente inquieta… Frustraciones e insatisfacciones personales en un marco social caracterizado por la desigualdad y donde las injusticias que padecen sobre todo las personas de raza negra nos hacen estremecer.”

El faro que sirve de vehículo narrativo es la figura de John Singer, el personaje mudo en el que convergen todos los personajes, especialmente, por supuesto, su amigo Antonapoulos (el otro mudo); los otros cuatro representan polos opuestos que van desde el tabernero Biff Brannon al doctor negro Benedict Mady Copeland pasando por el comunista alcohólico Jake Blount y terminando con la chica adolescente Mick Kelly. Gracias a la sordera, Singer vive aislado en una sociedad a la que no puede llegar en plenitud, la única persona a la que se siente verdaderamente unido está lejos de él (el otro mudo), por lo tanto adopta un tono adecuado con el resto de personas, son ellas las que modelan a Singer, convirtiéndole en aquello que necesitan encontrar, en una persona para sentirse felices; Singer se convierte en el epítome de la amistad, en un elemento consolador para satisfacer las frustraciones e insatisfacciones a las que se van enfrentando cada uno de ellos. No deja de ser paradójico que un mudo sea la solución ante los problemas de la gente y alude directamente a la falta de comunicación que se produce en nuestros días, una falta de comunicación que evita que compartamos nuestros problemas con personas como nosotros, ellos descargan sus dificultades en la imagen idealizada de su amistad encarnada en el ubicuo Singer.

thlh_crowd_slide_01_350A través de las palabras que nos ofrece podemos asomarnos a una cualidad del amor que no esperamos: la no-correspondencia. Esta cualidad nos abruma cuando la vemos aplicada a nuestro protagonista en cuanto a su relación con el otro mudo:

“El ejemplo más sobrecogedor del amor generoso, que se da sin esperar correspondencia, lo encarna el amor que siente Singer por el otro mudo, el griego Antonapoulos. Cada vez que nos asomamos a este abismo de amor, nos estremecemos, doloridos. Qué doloroso puede ser amar, qué solitario.”

Este dolor es palpable casi en nuestras propias carnes, podemos entender la desesperación del protagonista ante los hechos que acontecen; ciertamente, nos encontramos ante un amor sin límites que se sustentaba en una amistad que se malogra. Al perder esa amistad, la verdadera ancla que le unía a la vida, pierde su sentido. Es por ello que ese impactante momento que llega casi al final es un abismo de sentimientos que no tienen fin y en el que nos sentimos reflejados:

“Carson McCullers, en suma, pertenece a esa estirpe de escritores que nos obligan a mirarnos a nosotros mismos, a pensar, como lo hacen sus personajes, en quiénes somos, dónde reside nuestra identidad, nuestras debilidades, nuestra fuerza. Era una escritora extremadamente consciente de lo que hacía. “El aislamiento espiritual es la base de la mayoría de mis temas. Mi primer libro –este que ahora tienes en las manos, lector- se ocupaba de ello, casi en su totalidad…” “El amor, y en especial el amor por una persona que es incapaz de corresponder o de recibirlo, está en el núcleo de mi selección de figuras grotescas objeto de mis obras: personas cuyas deficiencias físicas son un símbolo de su incapacidad espiritual para amar o recibir amor, de su aislamiento espiritual.” No olvidemos que, también según sus propias palabras, “la buena prosa de be estar fundida con la luz de la poesía” y “la imaginación es más verdad que la realidad.” Sí, esto es Carson McCullers: deformación, intensidad, poesía, verdad.”

De ahí que su principal virtud sea conseguir que los personajes, atormentados por su amor no correspondido, por su aislamiento espiritual, se conviertan en verdaderos prototipos de nuestros propios sentimientos; conseguimos ver en ellos reflejadas nuestra propias confusiones y frustraciones y nos parecen tan reales como la vida que vivimos.

Solo hay que irse a su prosa para encontrarnos evidencias de esta poesía cargada de franqueza, tal es el caso de Mick Kelly y su especial sensibilidad musical; especialmente bellas son las imágenes que utiliza para expresar la escucha de la música clásica (“trocitos coloreados de caramelo” y “la cosa más suave y triste”); poesía en nuestros oídos:

“Era algo extraño, pero casi continuamente estaba oyendo en el fondo de su mente algo así como una pieza de piano u otra música. Hiciera lo que hiciera, o pensara lo que pensara, casi siempre estaba allí. Miss Brown, que se hospedaba con ellos, tenía una radio en su habitación, y durante todo el invierno último estuvo sentada en la escalera los domingos por la tarde, escuchando los programas. Probablemente se trataba de obras de música clásica, pero eran estas las que ella recordaba mejor. Había un tipo especial de música que le encogía el corazón cada vez que la oía. A veces, esta música era como trocitos coloreados de caramelo, y otras era la cosa más suave y triste que jamás imaginara.”

Y cómo la presencia de dicha música en su mente le sirve para pintar una nueva forma de aislamiento espiritual: ese que sientes a veces aunque estés rodeado de gente:

“La cálida tarde transcurrió lentamente, y Mick seguía sentada en la escalera, sola. La música de aquel tipo, Motsart, aparecía otra vez en su mente. Era extraño, pero Mister Singer le recordaba esta música. Deseó ardientemente encontrarse en algún lugar donde pudiera cantarla a voz en grito. Había músicas que eran demasiado íntimas para cantarlas en una casa atestada de gente. Era extraño, también, lo sola que podía sentirse una persona en una casa llena de gente. Mick trató de imaginarse un buen lugar íntimo al que poder ir y estar sola y estudiar aquella música. Pero aunque estuvo pensando en ello largo rato, sabía desde el inicio que no existía semejante sitio.”

En el caso de Jake Blount su aislamiento viene por la falta de comprensión ante lo que él cree justo y razonable, nadie le comprende y eso se convierte en un obstáculo para relacionarse en un mundo incongruente y, sobre todo mediocre:

“La verdad es que me gustan las palabras: Materialismo dialéctico…Tergiversación jesuítica… -Jake desgranaba las sílabas en su boca con amorosa solemnidad-. Propensión teleológica. –El mudo se secó la frente con un pañuelo cuidadosamente doblado-. Pero lo que quiero decir es esto. Cuando una persona sabe, y no puede conseguir que los demás comprendan, ¿qué puede hacer? –Singer se esforzó en coger un vaso de vino, lo llenó hasta el borde y lo puso firmemente en la magullada mano de Jake-. Emborracharme, ¿eh?”

“Nadie puede vivir sin prestar su aceptación pasiva a la mezquindad. Alguien tiene que agotarse por completo por cada bocado que comemos y cada pedazo de tela que llevamos puesto.. y nadie parece darse cuenta. Todo el mundo está ciego, mudo, obtuso…, estúpido y mezquino.”

Singer actúa, como ya dije anteriormente como nexo de unión de todas estas personalidades que se sienten abandonadas sin su presencia, simplemente con la expresión de sus ojos consigue que se sientan bien y, sobre todo, queridos:

“Poco después de que Singer regresara a su habitación de la casa de huéspedes, Mick y Jake Blount y el doctor Copeland empezaron a venir nuevamente. Todos querían saber dónde había estado y por qué no les había advertido de sus planes. Pero Singer fingió que no entendía las preguntas, y su sonrisa era inescrutable.

Uno a uno iban llegando a la habitación de Singer para pasar las tardes con él. El mudo se mostraba siempre pensativo y tranquilo. Sus ojos, tan llenos de matices, aparecían graves como los de un hechicero. Mick Kelly y Jake Blount y el doctor Copeland llegaban y se ponían a hablar en la silenciosa habitación, porque sentían que el mundo siempre comprendía, fuera lo que fuera lo que quisieran decirle. Y tal vez incluso más.”

carson10Copeland es utilizado por la escritora para reflejar cuestiones de raza, sus preocupaciones ante una posición, la de la población negra, que se sentía desubicada en el sueño americano, inútil ante una vida de esclavitud, de amargura continua que no les ayuda a evolucionar, muy al contrario, se sienten bajo el yugo de su color de piel que ordena todo lo que les pueda suceder de una manera estructural:

“Muchos se dedican a encerar y pulir resbaladizos suelos de bonitas mansiones. O conducen automóviles para personas ricas demasiado perezosas para conducir ellas. Nos pasamos la vida haciendo miles de trabajos que no son de verdadera utilidad para nadie. Trabajamos y la totalidad de nuestra labor se desperdicia. ¿Es eso servicio? No, es esclavitud.

Trabajamos, pero nuestro trabajo se desaprovecha. No se nos permite servir. Vosotros, los estudiantes que esta mañana estáis aquí representáis a los pocos afortunados de nuestra raza. A la mayoría de nuestra gente no se le permite ir a la escuela. Por cada uno de vosotros hay docenas de personas jóvenes que apenas si saben escribir su nombre. Nos niegan la dignidad del estudio y la sabiduría.

De cada uno según su capacidad; a cada uno según sus necesidades. Todos los que estamos aquí sabemos lo que es padecer verdaderas necesidades. He ahí una gran injusticia. Pero hay una injusticia todavía más amarga que ésa…, que se le niegue a uno el derecho a trabajar según su capacidad. Trabajar toda una vida inútilmente.”

Por si fuera poco, también aprovecha el papel de Mick para reflejar cuestiones de género que también aparecen como algo estructural. Ese ventajismo del que goza un muchacho por ser solamente un hombre frente a su caso:

“-Se me ha ocurrido una cosa –dijo Mick-. Un chico tiene más ventaja que una muchacha. Quiero decir que un chico por lo general consigue un trabajo a horas que no le impide ir a la escuela y le deja tiempo para otras cosas. Pero no hay trabajos así para las muchachas. Cuando una quiere un empleo tiene que dejar la escuela y trabajar todo el día. Tanto como me gustaría a mí ganar un par de dólares a la semana, como tú, pero no hay manera. “

El hecho de ser Singer el sostén del relato sirve como desencadenante de la última parte; en su ausencia los personajes que rondaban, que flotaban alrededor de él, pierden su rumbo, no saben a dónde dirigirse, se vuelven inestables, como es el caso de Copeland en permanente fuga tras un estallido de violencia:

“Sólo le quedaban cuatro manzanas para recorrer y entonces se hallaría sin duda a salvo. El miedo le había cortado la respiración, de modo que estaba jadeando. Cerró los puños y bajó la cabeza. Luego, de pronto, redujo la marcha y se detuvo. Estaba solo en un callejón, cerca de la calle principal. A un lado estaba la pared de un edificio y se desplomó contra ella, jadeando, la gruesa vena que le cruzaba la frente inflamada. En su confusión había cruzado toda la ciudad para llegar a la habitación de su amigo. Y Singer estaba muerto. Empezó a llorar. Sollozó ruidosamente, y gruesas lágrimas le corrían por la nariz, mojándose el bigote.”

También se demuestra que, ante la falta de lo que da sentido a su vida, cada personaje deberá evolucionar para seguir adelante o rendirse en ese mismo momento; tal es el caso de Biff, el tabernero que siente una epifanía en las últimas páginas, una epifanía contradictoria, es capaz de ver el esfuerzo y el valor de aquellos que aman pero, al mismo tiempo se da cuenta de la dificultad que supone enfrentarse a esta nueva situación, volviendo a plantearse el grotesco monstruo del que hablaba la escritora: el amor nunca correspondido.

“El silencio de la habitación era profundo como la propia noche. Biff estaba paralizado, sumido en sus meditaciones. Entonces sintió de repente como un intenso estímulo en su interior. El corazón le dio un vuelco, y apoyó la espalda contra el mostrador para sostenerse. Porque en un fugaz resplandor captó una vislumbre del esfuerzo y del valor humanos. Del interminable y fluido paso de la humanidad a través del tiempo infinito. De aquellos que trabajan y de aquellos que –tan sólo una palabra- aman. Su alma se expandió. Pero sólo por un momento. Porque en su interior sintió una advertencia, un rayo de terror. Se hallaba suspendido entre los dos mundos. “

Qué abismo de emociones nos ofrece Carson McCullers. Qué lectura inolvidable.

Los textos provienen de la traducción de Rosa Maria Bassols de El corazón es un cazador solitario de Carson McCullers

Resumen Febrero 2016. Cómics, poesía y más

Va siendo hora de poner el resumen de Febrero, como de costumbre me faltan algunos de los libros por reseñar pero no quiero agobiarme con este hecho. A estas alturas no puedo dejarlo pasar más, está llegando abril. Febrero fue un mes estupendo y variadísimo, sigo con mis mujeres y ha habido de todo: poesía, cómics, narrativa, novela policíaca, ciencia ficción… hasta once autoras nuevas han entrado entre los veinte libros disfrutados. Sólo dos han sido de hombres, esto está marchando a la perfección. Paso al pequeño resumen y, en el caso de haber reseña, está enlazada con el título: 

Es el verbo tan frágil de Sandra Santana, empecé el mes con mucha poesía, y tan contento, tengo la sensación de poder disfrutar de la literatura más allá del género o temática que me encuentre y eso me hace más ecléctico. Este libro de Sandra Santana es cortito, conciso, y, desde luego, demuestra en cada verso lo contrario del título, para nada el verbo es frágil, muy al contrario, el lenguaje, a pesar de su infidelidad, le sirve para la construcción de la identidad. 

El azul es un color cálido de Julie Maroh, espléndido, un cómic delicado, cargado de sentimientos tratados con mucha sensibilidad,; el dibujo, especialmente atractivo, sirve de acompañamiento a una historia donde los secretos son los verdaderos protagonistas, secretos revelados que devienen en momentos difíciles de vivir. La vida es tremendamente complicada cuando vas contracorriente, más en el caso de identidad sexual. 

Fun Home. Una familia tragicómica de Alison Bechdel, hablando con otra persona a la que le había gustado este cómic me comentaba que muchas personas sentían un especial rechazo ante la historia que narra; la autora aprovecha las posibilidad que le ofrece este medio para contar una autobiografía desde su infancia, a modo de relato de formación, donde utiliza diferentes perspectivas para explorar las relaciones paterno-filiales y la construcción de la identidad. 

Deudas contraídas de Ana Rosetti, gran recopilación de poesía donde prima el reflejo de la sociedad por encima de otros supuestos. Rosetti nos trae un tipo de poesía que deviene en fotografía actual de la sociedad en la que vivimos. Afortunadamente, aparte del fondo, la forma está muy bien tratada. La verdad es que ha sido una sorpresa más que agradable por la intimidad que desprende, convirtiéndose en un diálogo interior entre escritora y lector/a. 

¿Podemos hablar de algo más agradable? de Roz Chast, espléndido retrato autobiográfico con reflexiones sobre las relaciones entre padres e hijos además de reflejar maravillosamente el paso de la juventud a la vejez y todo lo que lleva asociado. El dibujo es muy particular y contrasta con alguno de los momentos que aparecen pero le da un toque de ligereza y buen humor que, particularmente, me parece exquisito. Una joya.

Tiempos de Hielo de Fred Vargas, siempre entretenida la escritora francesa con el torpe Adamsberg y un buen surtido de personajes secundarios perfectamente caracterizados. Si bien es cierto que esta entrega me ha resultado inferior a las anteriores, incluso he echado de menos ese intento de presentar un fenómeno sobrenatural. Aun así, es una buena opción policíaca.

La novela de la poesía de Tamara Kamenszain, ese momento en el que te das cuenta, no solo que has llegado tarde, sino que, posiblemente, no consigas estar a la altura. Kamenszain juega con una serie de factores  que me quedan demasiado lejanos por mi formación anglosajona (y mi falta de lecturas hispanoamericanas), montones de referencias a los grandes escritores de la zona que me hacen sentir que me estoy perdiendo mucho. Independientemente de este hecho, este intento de montar una novela de poemas tiene un cuidado excepcional por la forma poética (y complejo) y es muy disfrutable a pesar de mi limitación.

Proleterka de Fleur Jaeggy, al final no preparé nada sobre ella, y no lo voy a preparar. Me temo que este segundo libro me gustó bastante menos que el anterior y la dejo entre los autores que se pueden leer pero no me atraen demasiado. Se disfruta del momento pero  habiendo otras, hay que elegir. 

Pagarás con maldad de Margaret Millar, Millar es un seguro de vida a la hora de leer un clásico de novela negra. Sus desarrollos suelen ser muy enigmáticos y siempre se guarda giros finales que te dan buenas sorpresas. Hay que leerla. 

Aún queda mucho por decir de Rose Ausländer, si pincháis en el título podréis ver una muestra de su fantástica poesía y el comentario que hice al respecto.

La niña de oro puro de Margaret Drabble, parece mentira que podamos tener en circulación otro libro de la escritora británica. Siempre interesante, está no es una ocasión menor de disfrutarla. En la reseña hice un análisis al respecto de sus técnicas. 

Monstruo de ojos verdes de Joyce Carol Oates, me extendí bastante con esta novela juvenil que trata el tema de la violencia de género a la manera de Oates, es estupendo. 

Ms Marvel: Fuera de lo normal de Willow G. Wilson, vaya, vaya, y no me había enterado de esta versión alternativa con una nueva Ms Marvel; divertida, sin complejos, y, aunque odie el adjetivo, fresca visión del mundo superheroico con disquisiciones religiosas (sobre todo referentes al mundo musulmán) y cuestiones de género imbuidas en una historia que tiene una superheroína deliciosa como protagonista. El dibujo de Alphona es más que digno y conjuga muy bien con el tono de lo que escribe Wilson. 

El bosque de la noche de Djuna Barnes, sé que voy a escribir algo sobre esta novela ambigua y oscura pero ciertamente prodigiosa. También sé que todo lo que escriba, en casos así, se queda muy por debajo del talento exhibido por Barnes. Ya veremos lo que consigo hacer. Un clásico del siglo XX.

Por no mencionar al perro de Connie Willis, es injusto, este libro debería haberlo leído hace mucho tiempo; también es injusto que no vaya a tener una reseña, pero, sin embargo, alguno se va llevar una sorpresa cuando lo vea al final de año. Se ha convertido en uno de mis libros favoritos. Una perfecta conjunción de novela de enredo victoriano-mistery- viajes en el tiempo aderezada con un montón de referencias a los clásicos del detection club y muchísimo buen humor. Es perfecta. 

El corazón es un cazador solitario de Carson McCullers, vaya, otra de esas novelas perfectas. Por fin. Habrá reseña, tiene que haberla. Espero que en poco tiempo. 

Silas Marner de George Eliot, con el tiempo quiero rellenar mis huecos pendientes con la escritora inglesa, esta pequeña novela reúne, de manera condensada, su buen hacer. Se disfruta mucho.

Out de Natsuo Kirino, este es uno de esos ejemplos donde una novela de género policíaco consigue ser muchísimo más interesante que muchas novelas que nacen con la pretensión de ser “literarias” (signifique lo que signifique); partiendo de una premisa que pone al límite a cuatro protagonistas, todo se irá convirtiendo en un hardboiled brutal que desencadena un duelo entre dos protagonistas como si se tratara de un western… ah, y por el medio hay descuartizamientos y mucha mala leche. En fin, una novelaza que no te deja indiferente  y no aburre en ningún momento.

Los disidentes

Sólo dos ha habido este mes y han sido obligados, unos encargos que no podía dejar pasar y que aparecieron en primer lugar en Ópera World :

La ópera como teatro cantado de Gabriel Menéndez Torrellas, si pincháis en el enlace veréis de qué trataron las conferencias reunidas en este pequeño libro con ideas muy interesantes.

Nietzsche y la música de Blas Matamoro, tengo la reseña en el horno, así que no me voy a extender, buen trabajo del autor que nos tiene acostumbrados a este tipo de estudios que aportan nuevas visiones a épocas conocidas de la música. En este caso la época en que vivió el filósofo.

Por último, las adquisiciones de Febrero:

 

AdquisicionesFebrero

Sorprendentemente me acabo de dar cuenta que no he programado más que una de ellas. Vaya lío que se me montó en marzo. Tengo que pensarme muy bien alguna de ellas y que vayan entrando, además son novedades. Uno de los beneficios de este año es que las novedades no están dictando mis lecturas. Esto, sinceramente, me parece muy sano.

Un abrazo y ¡Buenas Lecturas!

La niña de oro puro de Margaret Drabble. Secretos de vida

9788416358106Siempre es de agradecer que alguien se atreva a publicar algo distinto en el mercado editorial (tan previsible en ocasiones); tal es el caso de la última novela de la escritora inglesa Margaret Drabble, hermana pequeña de la grandísima A.S. Byatt, y aún menos conocido que esta por aquí; de hecho si buscáis libros suyos solo podréis encontrar, posiblemente, La piedra de moler, una obra temprana que publicó Alba en su sello Rara Avis. El resto está descatalogado/inencontrable.

La niña de oro puro, que tan gentilmente nos trae Sexto Piso, es su última novela, publicada en el año 2013 y es una elección muy adecuada para mi proyecto de lecturas de este año (enlace); tres personajes son los pilares en los que fundamenta su narración Drabble: Anna Speight (la niña de oro puro del título), Jessica Speight, y un tercer personaje, una narradora innominada, amiga de Jessica. Tres mujeres le sirven para preocuparse de temas referentes a ellas.

Dos párrafos me sirven para presentar a Anna, en el primero de ellos se presenta la cualidad por la que se hace especial: una luminosidad innata que hace felices a aquellas personas que se relacionan con ella además de ser feliz ella misma per se. No importan las dificultades que surjan, siempre consigue sacar una sonrisa ante los problemas:

“La peculiaridad de esta niña pequeña no resultó evidente al principio. A simple vista parecía como cualquier otro recién nacido. Poseía cinco dedos en cada mano, cinco dedos también en cada pie. Su madre, Jess, fue feliz con el nacimiento de su primogénita, a pesar de las inusuales circunstancias, y la quiso desde el primer momento en que la vio. No estaba segura de que fuera a ser así, pero la quiso. Su hija resultó ser uno de esos niños especiales. Ustedes los conocen, los han visto, los han visto en parques, en supermercados, en aeropuertos. Son los niños felices, y una se fija en ellos porque son felices. Sonríen a los extraños; cuando una los mira, reaccionan sonriendo. Nacieron así, se dice una, mientras prosigue pensativa su camino.

Sonríen en sus carritos y en sus cochecitos.

Sonríen incluso cuando están convalecientes de sus operaciones de corazón. Se despiertan de la anestesia y sonríen. Sonríen cuando sólo tienen unas semanas de vida, son del tamaño de un pollo atravesado por una brocheta y tienen cosidos con un hilo los esternones, como un paquetito. Una vez vi a una, no hace tanto, en el Hospital Infantil de Great Ormond Street, en Londres. Cuando me la presentaron y me hallaba escuchando una descripción de su caso y de su situación, abrió los ojos y me miró. Y al verme, sonrió. Su primer impulso, al ver a una extraña, fue sonreír. Era un pequeño bulto de pelo negro, cara colorada y arrugada, como una indita vendada, tan a a gusto en su diminuta cuna. Había salido sana y salva de una complicada operación. Sonreía.”

El segundo párrafo nos revela una realidad muy diferente a la inicial, la percepción de este tipo de dificultades no es sencilla (lo sé por un caso real); pequeñas señales se van sumando para, al final, detectar que la niña es autista; la única que se da cuenta en un último momento es quien siempre la ve, su propia madre:

“Así que fue una conmoción descubrir que tenía problemas.

Era, eso sí, un poco descoordinada y, a menudo, torpe. A veces dejaba caer cosas, o las tiraba, o derramaba el zumo. Pero ¿qué niño no lo hace?  Su forma de hablar, quizá, era algo simple y tenía tendencia a repetir expresiones, a veces sin sentido, que le gustaban. Nunca aprendió a manejar el pequeño y achaparrado triciclo de ruedas gruesas rojo y amarillo que había en el parque infantil: no conseguía pillarle el truco al pedaleo. […] Encajaba en el grupo y era aceptada por sus compañeros.  A los dieciocho meses, a los dos años, incluso a los tres, sus problemas cognitivos y de desarrollo no eran obvios, […] Nunca parecía frustrarse por sus fracasos, o enfadarse con ella misma o con otros. No molestaba a nadie. A todos nos caía bien. Nadie se daba cuenta de lo diferente que era.

Salvo su madre. Jess, por supuesto, se daba cuenta.”

Jessica Speight, la madre de Anna, es madre sola, antropóloga de vocación y tiene que afrontar una vida en la que ha tenido que tomar muchas situaciones difíciles (la primera de ellas tener su hija soltera) y que presenta una gran incertidumbre futura por la dependencia de su hija (incapaz de poder hacer todo por sí misma):

“Era lo que hoy llamamos una madre soltera, y eso era algo mucho menos normal entonces de lo que es ahora. Pensamos que pasaría dificultades, a pesar de que su niña era de oro puro.

Era una madre soltera que había interrumpido su carrera profesional, la cual, tanto ella como nosotras, dábamos por sentado que reanudaría más activamente cuando la niña se hiciera algo mayor. Era la clase de carrera que podía continuar, en cierto modo, lo mismo en casa que fuera de ella: leyendo, estudiando, corrigiendo exámenes, realizando labores editoriales en una pequeña revista académica dando una clase extracurricular o dos, escribiendo artículos de periodismo médico para publicaciones del ramo. (Cada vez estuvo más capacitada en la última de estas actividades, y llegó una época en que fue invitada a escribir, más lucrativamente, en la prensa generalista). No perdió el contacto con su disciplina. Era antropóloga por vocación, de formación y de profesión, y consiguió ganarse  modestamente la vida con estos expedientes y garabatos. Escribía con rapidez y facilidad, lo mismo a nivel académico que divulgativo. Se convirtió en una antropóloga de sillón, amarrada a la mesa del estudio, dependiente de las bibliotecas. Una antropóloga urbana, aunque no en el sentido moderno del término.”

MargaretDrabbleBW75La narración presenta una perspectiva muy distinta de la que podríamos esperar (el típico narrador en primera persona); la escritora británica escoge una narradora intra-diegética, una amiga de Jessica, incluida en la historia y que cuenta desde su peculiar perspectiva todo lo que le va sucediendo a madre e hija; esta perspectiva borra la posibilidad de una empatía sensiblera pero nos involucra como lectores ya que asistimos igualmente a las dificultades que les surgen:

“Inicialmente, había releído Lolita en busca de representaciones de un amor sin condiciones, obsesivo y exclusivo, algo que también reencontró, como vagamente recordaba, aunque manchadas, pervertidas, manchadas. Hay genio, pero también hay frialdad. El corazón de Jess no puede permitirse cederle espacio a la frialdad. No puede permitirse enfriarse y helarse.

Jess ha entregado la mayor parte de su vida al amor exclusivo, incondicional y necesario. Ésta es su historia, que presuntuosamente me he impuesto intentar narrar. Pero su amor adopta una forma socialmente más aceptable que la del Humbert Humbert de Nabokov, el trágico amante de una nínfula. Jess ha tenido aventuras menos reputadas, pero hasta la fecha ha permanecido fiel a su vocación maternal a través de todas las vicisitudes.

Me he impuesto narrar esta historia, pero es su historia, no la mía, y me avergüenza mi temeridad.”

Y somos conscientes, según avanza la narración, de que es uno de esos narradores poco fiables, que utiliza su prisma para narrar hechos que pueden no ser ciertos, sobre todo cuando habla de sí misma:

“Tal vez fuera culpa, la culpa de los que gozan de salud, la culpa de los normales, la culpa de los libres. Y, sin embargo, no creo que yo fuese culpable. Trataba de ser una buena amiga.

No quiero privilegiar mi amistad con Jess. Jess tenía muchas amigas. Yo sólo era una de tantas. No reivindico  que la conociera especialmente, no reivindico ninguna relación especial.”

Poco importa esta poca fiabilidad, ya que gracias a sus ojos podemos reflexionar sobre la condición femenina y la forma de afrontar temas diversos que van desde la responsabilidad y el sacrificio hasta la maternidad; asistimos con estupefacción al hecho de darnos cuenta de que Anna no vivirá una evolución. Siempre será igual. En ella no se verá una historia, sino un momento congelado de su vida:

“Anna, como hemos visto, no evolucionó lo más mínimo. Se quedó inmóvil. No se podía hacer un relato de su vida, no había trama. La idea de evolución no era aplicable a Anna. Sucedían cosas, pero no le afectaban. Dentro de su círculo hubo algunas crisis inesperadas, como la melodramática detención y condena de Joshua Raven, pero no tuvieron impacto en Anna, aunque la conmovieron.”

Su punzante mirada nos revelará, a través de su desconocimiento, el nuestro propio, nunca podemos saber todo de cada persona, incluso de aquellas que están más cerca de nosotros:

“Dios mío, qué barriada. No conocemos, no podemos imaginar, las vidas de nuestros conciudadanos. Viven tras una cortina de desconocimiento, tras una nube de desconocimiento.”

Si bien es cierto que, entre tanta calamidad, encontramos un atisbo de esperanza futura, está claro que las historias de mujeres cada vez cobran mayor importancia, buena muestra de ellos es precisamente este libro:

La-piedra-de-moler“No suele agradarme ese simbolismo tan crudo y público, pero la energía de esta pieza era abrumadora. Me impactó como La belle Heaulmière me había impactado a los diecisieta años. Me había estado esperando.

No habría estado expuesta cuando yo tenía diecisiete años. Las esculturas femeninas, las historias de las mujeres eran menos valoradas entonces.”

Al fin y al cabo, la narradora es lo más parecido a nosotros como lectores, es por ello que tenemos la sensación de estar observando una historia muy íntima, podría ser la de cualquier persona que conocemos, con lo que conocemos y con lo que  desconocemos, llena de secretos:

“De modo que ésta es la historia de Jess, y la historia de Anna. Las dejaré en mitad del aire, pero sabrán que aterrizaron a salvo, o yo no habría sido capaz  de contar su historia aquí.

No he inventado mucho. He especulado, aquí y allá, he inventado algunos diálogos, pero se sabe cuándo lo he hecho porque se nota. Hace mucho que conozco a Jess, y a Anna la conozco desde que nació, pero aun así habrá cosas en las que me he equivocado, que he malinterpretado. Jess y yo hablamos mucho, pero no nos lo contamos todo. Hay cosas de mi vida de las que no sabe nada, y ella también tiene sus secretos.”

Un secreto que quizá no seamos capaces de contar, como la amiga de Jessica, incapaz de revelarlo, pero que nos dice más de la persona de lo que podemos imaginar.

“La foto que Bob le hizo a Jess en cuclillas junto a las tumbas de Cacerola es extraordinaria. Ella no sabía que él la iba a hacer. No sabe que yo he estado escribiendo esto. No creo que sea capaz de decírselo nunca.”

Un libro que se convierte en sí mismo en una revelación, donde cobra más importancia aquello que no ha sido revelado o nos falta por saber. La vida continúa.

Los textos provienen de la traducción de Antonio Rivero Taravillo de La niña de oro puro de Margaret Drabble para la editorial Sexto Piso.

Monstruo de ojos verdes de Joyce Carol Oates. Violencia de género para jóvenes

Monstruo de ojos verdesAprovechando la lectura de Sexy de la misma autora, ya comenté por aquí la faceta de la autora relacionada con la creación de libros para jóvenes; libros que aprovecha para contar temas controvertidos en clave más accesible a nivel de estilo pero con el suficiente fondo para que valgan la pena. El tratamiento que realiza la autora va encaminado a hacer conscientes a los jóvenes de actitudes que pueden ser difíciles de percibir y el modo de hacerlo es llevándolo a su terreno: aquí mismamente recurre a una historia policíaca.

La historia comienza con la típica historia familiar a la que añade elementos que auguran distintos desarrollos. La protagonista, Franky, afronta la posibilidad de que un chico la viole y del que consigue escapar afortunadamente; es parte de la evolución de su identidad, consciente del hecho, tan joven, de haber podido ser violada desarrollará una escisión de su identidad, una especie de reverso tenebroso que le servirá para afrontar todo lo que se encuentre y que sea peligroso para su vida:

“Pero ahora estoy A SALVO.

Soy una buena corredora. Me gusta correr casi tanto como nadar. Así que me voy corriendo hacia casa junto a la carretera de la costa, evitando los coches, con el pelo al aire y dándome contra la espalda. Supongo que para los que pasan en coche tengo aspecto de loca. Pero me siento muy bien. No es lo que podría esperarse; ni siquiera pienso: Oh, Dios, casi me violan. Al contrario, pienso en lo contenta que estoy. Mi madre decía que ella había sido más afortunada que lista cuando tenía mi edad. Creo que yo he sido afortunada y también lista. He luchado contra el atacante y no ha podido conmigo. Le he dado con la rodilla en la ingle, le he dado patadas y le he mordido. Me he escapado. Ni siquiera he tenido tiempo de tener miedo. Era un abusón y un miedica y me imagino que ahora estará preocupado por si les cuento a mis padres lo que ha sucedido y se ve metido en un buen lío.” 

Ese reverso es su personalidad como Monstruo de ojos verdes y se trata de un mecanismo de defensa que utilizará de forma alienante, evadiéndose de hechos a los que no encuentre explicación. Es importante la aparición de este elemento de la identidad ya que, al mismo tiempo que actúa como escudo, inconscientemente irá enmascarando acciones que van sucediendo y que afectan a la relación con sus padres: 

“Bueno, no lo iba a contar. Era suficiente con haber escapado.

Él me había llamado “MONSTRUO DE OJOS VERDES.”

El MONSTRUO DE OJOS VERDES me salvó la vida.”

De hecho, aunque sea capaz de ver el cambio en la personalidad de su madre, cambio que se expresa igualmente en la apariencia y en la forma de actuar, deliberadamente optará por omitirlos, como si una especie de filtro operase en su cerebro:

“Mamá empezó a usar pañuelos. Hermosos pañuelos de seda de colores vivos, chales, blusas de manga larga y jerséis. A veces las mangas eran demasiado largas y le ocultaban por completo las muñecas.

¿Qué ocultaba? ¿Cardenales en las muñecas, en el cuello, en la parte superior de los brazos? ¿Violentas marcas rojas hechas por los dedos fuertes de un hombre?

No podía preguntar. Las palabras se me amontonaban en la garganta pero de allí no pasaban. En presencia de mamá empecé a estar muy callada. Y ella estaba más callada conmigo.”

En este orden de cosas, la toxicidad del ambiente no le ayuda a superar estas reticencias, preguntará a su hermano por lo que está sucediendo y el no contestará (más adelante nos enteraremos de que el hermano es hermanastro y está profundamente influenciado por la fuerte personalidad del padre):

“Pasaba gran parte de las noches en vela, así que, ya muy tarde, solía mandar mensajes de correo electrónico en mi cabeza. A veces, un poco desesperada, me levantaba, revisaba mi correo (casi nunca tenía mensajes; los releía continuamente de forma compulsiva y respondía enseguida) y envidaba alguno. Muchas veces a Todd; me daría vergüenza echar la cuenta de cuántos le envié. 

Hola, Todd…

No sé de ti desde hace algún tiempo. Espero que las cosas te vayan bien por ahí.

Me preguntaba si sabes lo que pasa entre papá y mamá estos días (supongo que si papá se lo cuenta a alguien será a ti).

Franky.”

Oates refleja a la perfección cómo los hechos van afectando a los hijos (especialmente a las hijas y particularmente a Franky) y cómo sus reacciones están cargadas de absolutismos, no hay grises cuando eres joven, o es blanco o es negro, a veces es casi imposible elegir entre una y otra cosa porque están muy cerca; tal es el caso cuando tiene que elegir entre padre y madre, no hay un término medio que lo aúne:

“-¿Lo ha dicho? ¿Papá?

-Y no hemos hablado de divorciarnos, cariño. Si Samantha habla sobre eso alguna vez, Franky, por favor, dile que tu padre y yo no hemos hablado de divorciarnos, ni ahora ni nunca.

Su forma de decir estas palabras, “ni ahora ni nunca”, fue extraña, como si no fueran suyas sino de alguien más.

Mamá se dio la vuelta, frotándose los ojos, y salió de mi habitación. Quería pedirle que volviera, quería abrazarla y sentir sus brazos alrededor de mí. Pero a la vez quería que se fuera; no soportaba seguir viendo esa sonrisa o el cardenal amoratado que le asomaba un poco bajo la mandíbula.”

Esto se demuestra especialmente ante las acusaciones del padre de infidelidad de la madre; la potente figura heteropatriarcal manipula poco a poco con su personalidad dominante la percepción que pudieran tener las hijas, hasta el punto de incitar un odio manifiesto hacia la madre, culpabilizada de los problemas de la pareja:

“Enamorada de otro hombre. Nunca podremos perdonarla.

¿Me creía estas palabras? No lo sé. ¿Creía que había un hombre en la vida de mamá? No lo sé. ¿Me lo creía cuando me parecía saber que no, que no había un hombre, no podía haber un hombre, puesto que mamá se había ido a Skagit Harbor para ser libre? Sin embargo, si papá decía que había un hombre, entonces tenía que haber un hombre.

Y nunca la perdonaríamos.”

La forma de conseguir esta manipulación es una mezcla de violencia (de la que a veces ni es consciente) y un chantaje emocional que le sirve como desencadenante de una situación final insostenible; al final la madre acaba desapareciendo y todo se articula como una investigación policíaca:

“Ha conocido a alguien más con quien se quiere casar. Todo este numerito que ha montado es por dinero. Chantaje. Ha estado exigiendo millones de dólares por el divorcio, además de pagos mensuales y pagos por manutención de las hijas, y yo me he negado, porque no quiero que destruya nuestra familia. Me importa un comino el dinero. Solo me importáis tú, Samantha y Todd. Yo no creo en el divorcio. Me he resistido a sus exigencias, y esto es lo que nos hace, no solo a mí, sino a todos nosotros.. Tú me crees, cielo, ¿verdad?

Vi brillar la verdad en los ojos de papá, y la verdad era el amor y la verdad me protegería.”

Solo la aparición de unos terceros, los investigadores y otros familiares conseguirá sacar de su burbuja a la protagonista que empezará a ser consciente de lo que de verdad estaba sucediendo, el maltrato al que le sometía su padre:

“Sí. Creo que los llegué a oír, a veces.

Nunca delante de nosotras. Normalmente en dormitorio, con la puerta cerrada.

Mi padre se enfada con facilidad. Yo antes pensaba que mi madre le provocaba, pero esa es una forma equivocada de pensar, culpar a mi madre por ser maltratada.

Llevaba pañuelos al cuello, mangas largas para tapar las marcas. Pero yo sabía de qué se traba.

Porque yo tenía miedo, creo. Era más fácil odiarla.”

Maltrato que se replicaba igualmente con las dos hijas; la escritora norteamericana consigue mostrarnos las dudas de un joven ante una situación de este tipo y, al acabar como acaba la investigación policíaca, nos alerta (especialmente al joven lector/a) de las consecuencias que pueden desencadenarse por no actuar a tiempo:

“¡No! Estoy bien, no estoy llorando. Quiero que sigamos.

Sí, es verdad. A veces, Era “disciplina”.

No recuerdo muy bien. Lo tengo un poco borrado, como una pesadilla o algo que has visto en la tele hace mucho tiempo y se te mezcla con la vida real.

Azotes, bofetadas, puñetazos, sacudidas fuertes. Papá me agarraba por los hombros y me sacudía, me sacudía como si quisiera romperme el cuello.”

Un libro ciertamente fantástico para utilizarlo en las aulas; además la editorial ha incluido una guía final muy educativa relacionada con las formas de actuar ante un caso de violencia de género que resulta muy ilustrativa. Espléndida muestra del buen hacer de una escritora comprometida.

Los textos provienen de la traducción de Mª Dolores Crispín de Monstruo de ojos verdes de Joyce Carol Oates para la editorial SM

La ópera como teatro cantado. Edición de Gabriel Menéndez y Pablo Gutiérrez.

operaPublicado inicialmente en Ópera World en este post.

Gracias al prólogo de los editores de La ópera como teatro cantado Gabriel Menéndez y Pablo Gutiérrez podemos entender de un vistazo los contenidos que se incluyen en este pequeño libro y el objetivo del mismo:

“Este libro contiene las ponencias presentadas durante el congreso “Del libreto al drama musical. La ópera como teatro cantado”, organizado por la Universidad CEU San Pablo en los días 12 y 13 de diciembre de 2014. Recogiendo la disyuntiva expuesta en el célebre ensayo teórico de Richard Wagner, Ópera y drama, nos propusimos estudiar esta simbiosis indisoluble entre música y teatro que la ópera encarna. La universidad CEU San Pablo planteó un foro de debate desde diferentes épocas que abriese nuevas perspectivas sobre el fenómeno “ópera” y penetrase en sus códigos literarios y musicales en el proceso que partiendo del teatro hablado llegaba al drama cantado pasando por el libreto, un proceso que había supuesto en numerosas ocasiones un estímulo para la composición.”

Se trata de una recopilación de tres conferencias impartidas por diferentes expertos con el único fin de estudiar la relación simbiótica que se produce entre música y teatro en la ópera, partiendo de la base del texto de Wagner (Ópera y Drama); lo bueno es que cada una de ellas tomaba como referencia tres épocas distintas para comprobar todas las posibilidades.

En la primera de ellas el catedrático de Musicología del Conservatorio Superior de Música de Kalsruhe Thomas Seedorf analizó esta relación mediante la obra de musical y literaria de Richard StraussHugo von Hofmannsthal, “con Salomé y Elektra el compositor asentó las bases de la ópera literaria del siglo XX”; dentro del interesante texto destaco especialmente estos dos párrafos por las ideas que engloban. En primer lugar la técnica straussiana de la doble exposición de motivos y personajes literarios y motivos y caracteres musicales y la manera en que integra las voces en la densidad de la composición orquestal:

“Para Strauss, las oposiciones entre los diversos personajes y grupos de personajes forman parte de los más relevantes puntos de conexión compositiva en el drama de Wilde: “corte de Herodes, Jochanaan, los judíos, los nazarenos”, si bien los últimos forman parte de la esfera del profeta. Estos grupos de personajes están ya en el drama en un fuerte contraste mutuo y este contraste Strauss lo asumió y reelaboró en su música con sus propios medios.

En la escena inicial del drama musical Salomé, se produce una doble exposición: se presentan –como el drama- los personajes y los motivos literarios; al mismo tiempo, Strauss introduce motivos y caracteres musicales que retornarán una y otra vez en el transcurso de toda la obra.

En esta escena inicial se pone de manifiesto además otro rasgo característico del dramatismo musical de Strauss: su manera específica de integrar la voz cantante en el denso tejido de la composición orquestal.”

En segundo lugar la modernidad que supuso la música que asoció al personaje de Clitemnestra en la ópera Elektra con la que el lenguaje se volvía multidimensional, yendo mucho más allá del simple discurso:

“Sobre todo la música que Strauss concibió para Clitemnestra resulta de la mayor modernidad: sonoramente muy diferenciada y llena de disonancias, se trata de un retrato sonoro de la asesina, que por miedo a la venganza de sus hijos no encuentra el sosiego. Hofmannsthal configuró este alma tan destruida como destructiva con gran exuberancia poética; grandes actrices como Tilla Durieux transformaron sus palabras en un empático sonido lingüístico; por último, Strauss añadió a la poesía una versión musical que otorgaba a las palabras nuevas dimensiones más allá de las posibilidades del lenguaje hablado.

A través del trabajo en Elektra, Strauss se aproximó al poeta Hugo von Hofmannsthal, que a su vez reconoció en el compositor a un artista con el que crear algo nuevo, una ópera en la que se encontrasen a la misma altura la exigencia compositiva y la literaria. Con la “Komödie für Musik” El caballero de la rosa, Strauss y Hofmannstral inauguraron un nuevo capítulo de la historia de la ópera. Al tipo de ópera literaria en el sentido que he intentado exponer aquí no regresó Strauss nunca jamás.”

La segunda conferencia (que aparece en orden cronológico en el libro en primer lugar) estuvo en manos del catedrático de Musicología de la Universidad de Cambridge, Iain Fenlon y estuvo

centrada en torno al año 1600 y los inventores de la ópera, especialmente la ubicación de personajes y situaciones dramáticas dentro de una teatralidad, partiendo de las óperas tempranas deMonteverdi, L’Orfeo y Arianna; Fenlon se centra en su primera parte en las similitudes con L’Euridicede Peri, y de esta manera establece la procedencia de la obra de Monteverdi y Striggio:

“Aunque no se sabe si el propio Monteverdi estuvo presente en las primeras representaciones de L’Euridice de Peri, no podemos dudar de que tanto Monteverdi como Striggio la tomaron como modelo cuando escribieron L’Orfeo. Las sorprendentes correspondencias entre algunas de las alocuciones importantes en los dos libretos no pueden explicarse meramente por su vínculo con la fuente común del mito de Orfeo, al igual que el Orfeo de Poliziano y sus imitadores. Igualmente convincente es el hecho de que personajes extraños en L’Euridice, que no hacen su aparición ni en las fuentes de Rinuccini ni en el mito, presenten analogías con los personajes de L’Orfeo. Un buen ejemplo es Venus, introducida por Rinuccini para acompañar a Orfeo al inframundo en un episodio que debe claramente su existencia al Inferno de Dante.”

Todo ello le sirve para, indagando sobre Arianna, establecer “el modo natural de imitación”, un lenguaje dramático-musical en el cual la música y las palabras estuvieron simbióticamente unidas como una sola:

 “Los testimonios parecen indicar que L’Orfeo quedó eclipsada tanto en opinión del compositor como en la del público, por la segunda ópera de Monteverdi, estrenada en mayo de 1608. En esta ocasión, la partitura nunca se publicó y la mayor parte de la música se ha perdido. Lo que se ha conservado es el “Lamento d’Arianna”, el cual, según observaciones realizadas a lo largo de sus carrera, Monteverdi consideraba la parte más esencial de la ópera, la condensación de sus intentos de los años 1607-1608 por encontrar lo que llamó “el modo natural de imitación”, un lenguaje dramático-musical en el que palabras y música estuvieran íntimamente fusionadas.”

La última conferencia, que cierra el libro, tuvo como ponente al mismo editor, doctor en Estética y musicólogo, Gabriel Menéndez Torrellas, y se centra en el texto de Wagner, escrito en 1851, texto clave que permitía la realización efectiva de sus postulados en el momento de la composición. “En sus óperas, la dialéctica entre drama y música significaba en ocasiones el momento esencial de la composición.” El autor condensa a la perfección el difícil texto del compositor alemán en una serie de ideas básicas que resumen su sentido, primero la relativa a la cohesión musical del drama:

“Aun cuando hemos de afrontar un discurso farragoso, lleno de expresiones grandilocuentes y extensos párrafos y puramente retóricos, en la tercera parte de Ópera y drama, es decir, después de casi doscientas páginas de lectura densa y complicada, se hallan las declaraciones más determinantes a la hora de definir las pautas de composición del drama del futuro. La primera de ellas hace referencia a la cohesión musical del drama, a la unidad que ha de poseer un movimiento sinfónico:

Sin embargo, la nueva forma de la música dramática, para construir a su vez una obra de arte como música, tiene que demostrar la unidad de un movimiento sinfónico, y esto lo consigue, cuando se extiende por todo el drama en la más íntima conexión con el mismo, y no solo durante partes aisladas y pequeñas, destacadas arbitrariamente.”

Para conseguir esta cohesión, destaca especialmente una de las directrices wagnerianas más sorprendentes aparentemente, la eliminación de los coros:

“Una de ellas, de enorme calado, hace referencia al papel de los coros; después de destacar su enorme importancia en el desarrollo de la ópera –entre otras obras, como parte integrante de sus propias óperas desde Rienzi hasta Lohengrin-, Wagner aboga por la supresión absoluta de los mismos:

Incluso los coros, empleados hasta ahora en la ópera, conforme al significado que aún se les confería en los casos más favorables, tendrás que desaparecer de nuestro drama: el drama solo poseerá un efecto vivamente convincente cuando se le despoje por completo de todo el carácter masivo de los coros.”

Esta eliminación tiene sentido ya que Wagner elige que sea la orquesta la que caracterice la melodía, en este contexto es en el único en el que se entiende la afirmación anterior y se comprende aún mejor su evolución musical:

“A partir de este momento, entra en juego un elemento al que Wagner dedicará páginas de intensa atención: la orquesta, Es ella, como se dice en el texto anterior, quien debe hacer perceptible en exclusiva la armonía, un órgano infinitamente capaz para tal cometido. Esta función armónica de la orquesta no es sorprendente en modo alguno, pero sí lo es el comentario siguiente: la orquesta posee la capacidad de caracterizar la melodía de un modo que le es negado a las voces. A partir de aquí desarrolla Wagner su teoría del carácter elocuente de la orquesta, por así decirlo, la verdadera portadora del material melódico y significativo de la trama, una teoría con enormes repercusiones para el drama el futuro”

En conclusión, a pesar de la heterogeneidad de los temas tratados y de que la hayan realizado tres ponentes distintos, esta recopilación de las ponencias realizadas por la Universidad CEU San Pablo en los días 12 y 13 de diciembre de 2014 resultan recomendables por la buena síntesis de ideas relativas a la conjunción de música y drama a lo largo de la historia de la ópera. Además, no son textos especialmente largos, lo cual favorece aún más esta lectura ciertamente interesante.

Tercer mes. Muchos rezagados y el caos…

Definitivamente (abusando de la típica imagen), me están creciendo los enanos para conseguir llevar al día las lecturas, reseñas y resúmenes. Me faltan todavía un par de lecturas de enero por reseñar, el resumen de febrero y muchas reseñas del mismo. Entre el trabajo habitual, que me quita muchísimo tiempo y fuerzas, y ciertos compromisos que van surgiendo que hacen que tenga que variar las lecturas previstas (incluso introduciendo más disidentes), es lógico que, no dedicándome a esto, se retrasen las cosas. Espero vuestra paciencia y a ver si puedo buscar los pocos huecos que tengo para ir actualizando en los diversos sitios donde van saliendo mis textos.

En febrero he leído bastante pero, también es cierto, tenía tantas lecturas programadas que se han quedado muchas en el camino. De esta manera, marzo se va a componer de un montón de rezagados de los anteriores meses junto con algunas nuevas lecturas que vienen de las últimas adquisiciones. La foto queda así entonces:

tercermes

-Como podéis comprobar la mayoría ya las he comentado en enero y febrero. Así que me centraré en las nuevas:

El resplandor es una relectura que tiene que ver con cierto proyecto que ya habéis visto a propósito de otra obra de Stephen King; no me extenderé más porque ya tendréis noticias sobre ella.

Los crímenes del jorobado de Edogawa Rampo es una novedad de verdadero lujo a la que le tenía muchas ganas, no es habitual que se publique al gran escritor japonés, será otro disidente…

-Aunque no se ve, este mes he añadido el pequeño ensayo De la enfermedad de Woolf, que se sumará a El lector común este mes.

-Dos adquisiciones que entran en este mes y que tienen diferentes alcances son Teoría King Kong de Despentes y Un susurro en la oscuridad de Louisa May Alcott; la primera es todo un tratado condensado sobre el feminismo, la segunda nos revela una faceta distinta de la creadora de Mujercitas, el thriller psicológico.

-También añado cuatro cómics a la ración mensual, dos de la Ms Marvel de Willow Wilson, espléndida colección que se centra en aspectos de género, raza y religión sin perder de vista la visión superheroica; en cambio, Una entre muchas indaga sobre el fenómeno de la violencia de género y su estructuralidad; el último es una recopilación de los Vengadores costa Oeste… ¿me encanta Ojo de Halcón!

-Añado una nueva autora de la que no he leído nada: la chilena Diamela Eltit y sus Fuerzas especiales, no quiero que me falte descubrir una nueva autora cada mes.

-Claro, se me olvidaba, Margaret Millar se une de nuevo este mes a las Sayers, Grafton y compañía.

Fuera de la fotografía, me he dado cuenta de que tengo también el Departamento de especulaciones de Jenny Offill, sinceramente, me atrae.

Como podéis ver cumplo con varias de las constantes que os comenté en el post de febrero: hay clásico, está Woolf, Atwood, Oates, Grafton, Sayers… una serie de autoras que, la verdad, al final no entraron en el mes de febrero; espero que este marzo se dé mejor y pueda dar salida a tanta buena lectura potencial. Me temo que va a ser difícil porque pueden llegar lecturas a las que tengo que dar prioridad en el camino.

Tengo la necesidad de ordenar un poco este caos de lecturas. Me va a venir muy bien para lo que  me espera en el futuro. El próximo mes os diré si lo he conseguido.

Un abrazo y ¡Buenas lecturas!

Pequeñas virtudes de Natalia Ginzburg. Vuelco a la nostalgia

Pequeñas Virtudes Natalia GinzburgCreo que esto lo voy a decir varias veces este año… el tiempo que he perdido sin Natalia Ginzburg. Bien aconsejado, opté porque el primer paso de este camino infinito fuera este, Pequeñas virtudes y no hay lugar para la decepción, sí para la satisfacción plena. La italiana, aun fallecida, ha venido para quedarse en mi lista de lecturas y relecturas.

Lo que ofrece en estos pequeños relatos, que son mezcla de ensayo y autobiografía, es un catálogo de experiencias cotidianas, de sensaciones vividas que devienen en pequeñas (o grandes epifanías) de una manera sigilosa, no hay que buscar fuegos artificiales en su prosa, pero sí el tierno abrazo de la vida que nos envuelve de forma candorosa y muchas veces inimaginable. Esta descripción de lo cotidiano es tan vivaz que nos revela detalles que conocemos pero no sospechamos, como saber si una casa es pobre o rica según como esté hecho el fuego:

“En las cocinas estaba el fuego encendido; había varios tipos de fuegos: grandes fuegos con leños de encina, fuegos de frasca y hojas, fuegos de ramas recogidas una a una del suelo. Era fácil distinguir a los pobres de los ricos mirando el fuego encendido; más fácil que mirando las casas y a la gente, su ropa y sus zapatos, que eran todos más o menos iguales.”

Un recurso tan manido (y chapucero a la par que sensiblero) como es la evocación nostálgica cobra un sentido radicalmente distinto en sus manos; en el pequeño universo de Natalia existen los matices y nos desvela cómo puede ser tierna, naturalmente; pero también nos muestra que si se vuelve aguda y amarga, revierte en el odio:

“La nostalgia crecía en nosotros día a día. A veces era incluso agradable, como una compañía tierna y ligeramente embriagadora. Llegaban cartas de nuestra ciudad con noticias de bodas y muertes de las que quedábamos excluidos. A veces la nostalgia se tornaba aguda y amarga, se convertía en odio: odiábamos entonces a Domenico Orecchia, a Gigetto di Calcedonio, a Anunziatina, las campanas de Santa María. Pero era un odio que manteníamos oculto, pues lo considerábamos injusto, y nuestra casa estaba siempre llena de gente, unos venían a pedir favores, otros a ofrecérnoslos.”

La escritora utiliza el pasado, lo que ha vivido, incluido la nostalgia vivida como banco de pruebas para la vida; ella constata que la vida es un continuo vaivén entre las esperanzas  (los sueños que nos gustaría que se cumplieran) y nostalgias (al romperme la promesa de cumplimiento de un sueño):

“Existe una cierta uniformidad monótona en los destinos de los hombres. Nuestras existencias se desarrollan según leyes antiguas e inmutables, según una cadencia propia, uniforme y antigua. Los sueños no se hacen nunca realidad, y en cuanto los vemos rotos, comprendemos de repente que las mayores alegrías de nuestra vida están fuera de la realidad. En cuanto vemos rotos nuestros sueños, nos consume la nostalgia por el tempo en que bullían dentro de nosotros. Nuestra suerte transcurre en ese alternarse de esperanzas y nostalgias.”

Una vida que le ha enseñado a no olvidar el pasado, esto se podría expresar de muchas maneras, sin embargo, la imagen de los zapatos rotos que utiliza nuestra autora rezuma ternura y tristeza y demuestra, al mismo tiempo, su capacidad de relativizar todos los acontecimientos que le suceden:

“Pero yo sé que también se puede vivir con los zapatos rotos. En la época alemana estaba sola aquí, en Toma, y no tenía más que un par de zapatos. Si los hubiese llevado al zapatero habría tenido que pasarme dos o tres días en la cama, cosa que no me era posible. Así, seguí llevándolos, y para colmo, cuando llovía, los notaba romperse lentamente, hacerse blandos e informes, y sentía el frío del empedrado bajo las plantas de los pies. Es por eso por lo que incluso ahora  llevo siempre los zapatos rotos, porque me acuerdo de aquellos y, en comparación, no me parecen tan rotos, y si tengo dinero prefiero gastármelo en otras cosas, porque los zapatos ya no me parecen algo muy esencial.”

Poderosa resulta igualmente la antropomorfización de la ciudad en la que vivió;  la ciudad se convierte en el amigo perdido tan querido, sirve para resucitar el recuerdo a través de su paseo por la misma, cada esquina como un recuerdo; esta humanización da empaque al objeto revelando inusitados sentimientos, podemos imaginar cómo siente su ciudad de una manera muy viva:

“Ahora nos damos cuenta de que nuestra ciudad se parece al amigo que hemos perdido y que tanto la amaba;  es, como era él, laboriosa, ceñuda en su actividad febril y terca, y, al mismo tiempo apática y dispuesta a holgazanear y a soñar. En la ciudad que se le parece, sentimos revivir a nuestro amigo dondequiera que vayamos. En cada esquina y en cada vuelta creemos que puede surgir de repente su alta figura con el abrigo oscuro de trabilla, el rostro oculto tras el cuello, el sombrero calado hasta los ojos.”

ginzburgfumandoEspecialmente hermosa me resulta su aparente incapacidad para formarse en la cultura, sobre todo porque, gracias a sus recuerdos y emociones tenemos sus libros y ese hecho es, sin lugar a dudas, parte de nuestra cultura:

“Por el contrario, él ha sabido formarse una cultura, se ha formado una cultura de todo aquello que ha provocado su curiosidad; y yo no he sabido formarme una cultura de nada, ni siquiera de las cosas que más he amado en mi vida: han quedado en mí como imágenes dispersas, alimentando mi vida de recuerdos y emociones, sí, pero sin llenar el vacío, el desierto de mi culpa.”

Su percepción de la guerra es una percepción muy distinta a la habitual; esta percepción se acerca a esas actitudes que quería destacar la premio nobel Svetlana Alexiévich en La guerra no tiene rostro de mujer; alerta sobre  su carácter inmutable, no se puede curar uno de ella, ya que después de ella todo es distinto a todos los niveles; lo bueno es que calibra las consecuencias del fenómeno bélico a través de su resistencia a la mentira; no teme decir la verdad y pregonarla a los cuatro vientos:

“No nos curaremos nunca de esta guerra. Es inútil. Jamás volveremos a ser gente serena, gente que piensa y estudia y construye su vida en paz. Mirad lo que han hecho con nuestras casas. Mirad lo que han hecho con nosotros. Jamás volveremos a ser gente tranquila.

Hemos conocido la realidad en su aspecto más tétrico. Ya no nos produce disgusto. Todavía hay quien se queja de que los escritores utilicen un lenguaje amargo y violento, de que cuenten cosas duras y tristes, de que presenten la realidad en sus términos más desolados.

Nosotros no podemos mentir en los libros ni podemos mentir en ninguna de las cosas que hacemos. Acaso sea el único bien que nos ha traído la guerra. No mentir y no tolerar que nos mientan los demás. Los que son mayores que nosotros siguen muy enamorados de la mentira, de los velos y de las máscaras con que  se cubre la realidad. Nuestro lenguaje los entristece y los ofende. No comprenden nuestra actitud ante la realidad. Nosotros estamos próximos a las cosas en su sustancia. Es el único bien que nos ha dado la guerra, pero nos lo ha dado sólo a nosotros, los jóvenes. A los que son mayores les ha dado inseguridad  y miedo.”

Cuando habla de su oficio lo hace por comparación de emociones y sentimientos, sabe que le gusta escribir por oposición; el resto de trabajos no le gustan porque se siente incómoda, e incluso, pierde el sentido:

“Mi oficio es escribir, y lo sé bien y desde hace mucho tiempo. Espero que no se me interprete mal: no sé nada sobre el valor de lo que puedo escribir. Sé que escribir es mi oficio. Cuando me pongo a escribir, me siento extraordinariamente cómoda y me muevo en un elemento que me parece conocer extraordinariamente bien, utilizo instrumentos que me son conocidos y familiares y los siento bien firmes en mis manos. Si hago cualquier otra cosa, si estudio un idioma extranjero, si intento aprender historia, o geografía, o taquigrafía, o intento hablar en público, o hacer punto, o viajes, sufro y  me pregunto continuamente cómo harán los demás estas cosas, me parece siempre que debe de haber una forma mejor de hacerlas que los demás conocen y que a mí me es desconocida. Y me siento sorda y ciega, y noto como una náusea dentro de mí.”

Casi sin querer expresa  sus miedos: el saber que el hombre es valorado de diferente manera que la mujer; le aterrorizaba demostrar que se pueda saber que es mujer, de ahí que escogiera personajes masculinos; bastante sintomático de esta situación es que escogiera como herramientas de caracterización la ironía y la perversidad; de hecho de esta manera asocia al hombre con dichas formas, no es casualidad que utilice esta comparación:

“La ironía y la perversidad me parecían armas muy importantes en mis manos; me parecía que me servían para escribir como un hombre porque entonces deseaba ardientemente escribir como un hombre, me daba pavor que a través de las cosas que escribía se pudiera inferir que era mujer. Los personajes que creaba eran casi siempre hombres, para que fueran distintos y lo más alejados posible de mí.”

El siguiente párrafo me resultó ciertamente inusual, ya que identifica su satisfacción y felicidad con un alejamiento de la realidad,  y, precisamente este alejamiento (más frío aunque lúcido) le sirve como aliento creador a la hora de configurar personajes y tramas distintos; nuevas historias con diferentes perspectivas, como las que ella nos ofrece en sus relatos: 

“He dicho que entonces, cuando escribía lo que yo llamaba novela, era una época muy feliz para mí. […] Entonces era feliz de un modo pleno y tranquilo, sin miedo y sin angustia, y con una total fe en la estabilidad y en la consistencia de la felicidad en el mundo. Cuando somos felices, nos sentimos más fríos, más lúcidos y distanciados de nuestra realidad. Cuando somos felices, tendemos a crear personajes muy distintos de nosotros, a verlos bajo la gélida luz de las cosas extrañas, apartamos la vista de nuestra alma feliz y satisfecha y la fijas sin piedad en los demás seres, sin piedad, con un juicio despreocupado y cruel, irónico y soberbio, mientras la fantasía y la energía inventiva actúan con fuerza en nosotros. Logramos inventar personajes con facilidad, muchos personajes, fundamentalmente distintos de nosotros, y logramos escribir historias sólidamente construidas, como secadas bajo una luz clara y fría.”

El pequeño relato que da título a la antología nos ofrece una perspectiva muy distinta del habitual “fiel en lo pequeño, fiel en lo grande”; Ginzburg considera por el contrario que donde hay que educar es en las grandes virtudes; no le falta razón con respecto a la falta de peligro y compromiso de las pequeñas y de ahí que predique la educación de las grandes, también es cierto que nunca será tarea fácil: 

“Por lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia , sino la franqueza y el amor por la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo del éxito, sino el deseo de ser y de saber.

Sin embargo, casi siempre hacemos lo contrario. Nos apresuramos a enseñarles el respeto a las pequeñas virtudes, fundando en ellas todo nuestro sistema educativo. De esta manera elegimos el camino más cómodo, porque las pequeñas virtudes no encierran ningún peligro material, es más, nos protegen de los golpes de la suerte.”

Me gustaría terminar con un sentimiento que define a la perfección cómo es relacionarse con los demás, sobre todo porque destaca el abanico de dicotomías que supone siempre cualquier relación humana, saberlo ayuda a comprender la verdadera naturaleza humana, contradictoria pero exigente; capaz del momento más horrible así como del más bello: 

“Las relaciones humanas deben descubrirse y reinventarse todos los días. Debemos recordar siempre que toda clase de encuentro con el prójimo es una acción humana y, por lo tanto, es siempre mal o bien, verdad o mentira, caridad o pecado.”

Cuánta satisfacción me espera a la vuelta de la esquina al descubrir el resto de libros de esta magnífica escritora.

Los textos provienen de la traducción de Celia Filipetto de Pequeñas virtudes de Natalia Ginzburg  para la editorial Acantilado.