About Mariano Hortal

Mariano Hortal (Madrid, 1976), Ingeniero Técnico de Telecomunicaciones y ahora Licenciado en Filología Inglesa. Después de casi 15 años trabajando en el sector, se convierte en abanderado de todo aquello que signifique cultura. “La literatura y la Ópera son mi pasión… aunque también canto en mis ratos libres (que son pocos). No me faltan ganas e ilusión ahora que comienzo esta nueva andadura.” Me podrás encontrar en esta página y como corresponsal de www.operaworld.es a las órdenes de Francisco García Rosado desde el 7 de enero del 2013 “Deja un poco de la tristeza que llevas encima y empecemos una nueva aventura”

Fajas en octubre: variedad ante todo

En vista de la aceptación del anterior post que hice sobre las fajas el mes anterior, de hecho, sorprendentemente, tiene más visitas que algunas reseñas de libros tan interesantes como este  y este ; he decidido seguir con la disección de una de las estrategias que más aprovechan las editoriales para llamar la atención en los expositores plagados de novedades. En esta ocasión traigo ejemplos de todo tipo, no forzosamente malos o engañosos. Y estrategias de todo tipo. Vayamos a ellas.

-Ya he comentado en el blog la nueva colección de Turner “El cuarto de las maravillas” en estas tres reseñas de los libros de Roque Larraquy, Tarashea Nesbit y Matt Sumel; aprovechando el lanzamiento de dicha colección le han dado una vuelta al diseño de las fajas que podemos ver en la siguiente foto:

fajas_Turner

La intención es clara: destacar sobre el resto de novedades. Para ello cambian la orientación habitual de la faja (ahora es vertical), la vuelven transparente para que se integre con la portada y no solo le ponen las típicas frases de promoción sino que también aparecen el título y el autor de la obra. Las frases, en fin, hay de todo (“magistral” “voz muy original”) alternadas con otras menos habituales como el pequeño análisis que aparece en “La comemadre” de Ignacio Echevarría. El único problema que les encuentro es que, a pesar de ser verticales, molestan para leer y son un poco frágiles, rompí dos de tres, con el problema añadido en este caso de perder el título y el autor si se rompe la faja.

-El segundo ejemplo viene de parte de Impedimenta con el lanzamiento de “Los políglotas” de William Gerhardie.

Faja_Gerhardie20141002_230537Impedimenta tiene un catálogo y un público muy bien definido; ese público sabe que puede encontrar literatura inglesa de mucha calidad y es lo que explotan en la frase con letras mayúsculas: “UNA DE LAS OBRAS MAESTRAS SUBTERRÁNEAS DE LA LITERATURA INGLESA DEL XX.” Aquí la palabra clave es “subterránea”, William Gerhardie no es un autor habitual y no suele ser tan conocido como otros autores de la época, pero nos encontramos ante una obra maestra que ha permanecido oculta, y para refrendarlo sirve la segunda frase de un autor consagrado como Evelyn Waugh que recalca este hecho “Yo tengo talento, pero lo de Gerhardie es simple genialidad”. El manejo editorial es muy interesante, obra maestra desconocida por aquí pero que fue reconocida por sus coetáneos. La baza está ahí, veremos si les sale bien.

Faja_LEopardo_20141002_230249“Adictivo”, una de las palabras más comunes en la mayoría de las fajas, es el protagonista de las dos siguientes, que lo usan de distintas maneras, veamos primero la de Roja y negra para el lanzamiento de la nueva novela de Jo Nesbo “El leopardo”:

No olvidemos que Roja y Negra es el sello de novela negra de PRHM (Penguin Random House Mondadori) y no menos importante es reconocer que es el último fichaje de la colección que deja de ser publicado por RBA en su Serie Negra. Los argumentos son de peso: cantidad y adicción. “MÁS DE 5 MILLONES DE EJEMPLARES VENDIDOS”, ¿cómo vas a ser uno de los que te lo pierdas? Aunque no ponga de dónde son esos lectores se deduce que son mundiales. El porqué de este montón de lectores en letras aún más grandes, a continuación:  #ADICTIVO; con un plus, el ser como un hashtag de twitter, apelando a la posibilidad de que si se los leen esos cinco millones tiene que ser Trending Topic Mundial. Cuestión de seguridades las que utiliza la editorial en este caso.

faja_hombremascaraespejoasEl otro ejemplo de este caso lo tenemos con la última novela negra de Nieves Abarca y Vicente Garrido “El hombre de la máscara de los espejos”:

En este caso las dos frases iniciales están muy bien pensadas para llamar la atención: “SABES QUE NO DEBERÍAS LEERLA” “SABES QUE NO DEBERÍA GUSTARTE”, aludiendo al hecho de ser algo prohibido alientan justo el instinto contrario, DEBERÍA GUSTARTE, DEBERÍAS LEERLA. Por lo menos no es algo que se utilice con tanta frecuencia. La última frase, más habitual, resume lo contrario de lo anterior: “la novela negra más oscura, inteligente y adictiva que jamás hayas leído.” Un oxímoron que forman las tres frases en la faja, la última frase una hipérbole en toda su extensión.

-Para acabar… otra ponderación desmesurada, incluso en su matización; la muestra viene del último libro de Danielewski, el creador de “La Casa de Hojas” que editan conjuntamente Pálido Fuego y Alpha Decay:

faja_Danielews

No sabemos de qué va la novela, lo que sí sabemos SEGURO es que es del autor de “LA CASA DE HOJAS” (fijaos en que las mayúsculas de este título son más grandes que el título del libro “La espada de… algo…., tampoco importa mucho), y ojo… que lo dice El País, “La novela de terror más aplaudida en lo que va de siglo”. Brutal, pero sí sabemos que Bahbelia es un suplemento cultural que, posiblemente, lean muchos de los lectores de Alpha Decay. No hay faja que no esté pensada cuidadosamente. Y en este caso no importa tanto la obra sino que es del autor de “LA CASA DE HOJAS”. Fabuloso uso de la hipérbole por encima de cualquier cosa.

Bueno, os dejo por este mes. El siguiente mes más, que seguro que las habrá, se avecinan tormentas de libros de todo tipo que necesitan fajas para reafirmar su calid… sus ventas… eso quería decir.

“La visita de Wagner a Rossini” de Edmond Michotte. El diálogo de dos genios

VisitaWagnerRossiniEl prefacio de Xavier Lacavalerie a este curioso libro es muy esclarecedor en cuanto al contenido que nos podemos encontrar en el interior de “La visita de Wagner a Rossini”:

“Con fecha del 15 de abril de 1906 (es la fecha que figura al pie del prefacio o, más bien, de la larga dedicatoria introductoria, texto, como sabemos, escrito con frecuencia a vuelapluma, a última hora, sobre la misma platina, en la imprenta), aparecía en la sediciones Charles Bulen de Bruselas un inesperado opúsculo firmado por un (relativo) desconocido llamado Edmond Michotte. En unas cincuenta páginas, el autor relataba allí la visita que hizo, en su presencia y unos cincuenta años antes, el compositor Richard Wagner (1813-1883) al ilustre Gioacchino Rossini (1792-1868), que había regresado a París para vivir apaciblemente una bien merecida jubilación dorada. Visita durante la cual él tomó unas notas […]”

Por lo tanto se trató de una visita que realizó Richard Wagner en la compañía de Edmond Michotte a un Rossini en el crepúsculo de su carrera. Lo que parecía augurar una sucesión de anécdotas más o menos curiosas en lo histórico-musical, sin embargo, se convierte en algo muy distinto, ya que el propio Lavacalarie se encarga de indagar en los objetivos de la visita del alemán:

“Más allá de la simple curiosidad humana de conocer a una celebridad antaño adulada, tal vez Wagner quisiera sencillamente hacer balance sobre sí mismo al visitar a Rossini. Como si deseara despedirse definitivamente del viejo orden musical europeo que tan bien encarnaba el viejo maestro, pues había hecho vibrar salas enteras […] a golpe de arias de bravura, gorgoritos virtuosos y crescendos orquestales, de lo que solo él parecía poseer el secreto.”

Y se vuelve mucho más interesante de lo esperado en la parte final de la entrevista cuando se convierte en una constatación de dos estilos, de dos formas de hacer y entender la música:

“Pero sobre todo les interesa el presente. Nuestros dos compositores van, pues, a lanzarse a una apasionante disputatio, cada cual argumentando, paso a paso, sobre la reforma de la ópera y las concepciones wagnerianas de la “música del porvenir”, que da todo su interés a este pequeño texto: pues, con el agudo ingenio que le caracteriza, Rossini comprende muy pronto que tiene ante él a un teórico inspirado y a un interlocutor de primer orden que sabe perfectamente lo que quiere y a dónde va.”

En efecto, y como bien dice el autor del prefacio “que no nos impidan degustar el particular sabor de este texto inesperado y rico en enseñanzas”.

Aparte de la típica anécdota, como la vez que Rossini conoció a Beethoven (Rossini es un puente musical e histórico entre Beethoven y Wagner, su figura se convierte en algo privilegiado por haber podido vivir ambas épocas):

“En Milán, yo había oído hablar de los cuartetos de Beethoven, y no necesito decirle con qué impresión de admiración. Conocía también algunas obras de piano. En Viena, asistí por primera vez a la ejecución de una de sus sinfonías, la Heroica. Aquella música me trastornó. Ya únicamente pensé en una cosa: conocer a aquel gran genio, verle, aunque solo fuera una vez.”

O cuando, a partir del halago de Wagner sobre la música de Rossini, Rossini es capaz de compararse con otros músicos aunque no crea tener parangón con ellos:

“Me está usted citando, y lo acepto de buena gana, afortunados cuartos de hora en mi carrera. ¿Pero qué significa todo eso comparado con la obra de un Mozart o un Haydn? Nunca le diré bastante cómo admiro en esos maestros esa flexible ciencia, esa seguridad que tan natural les es en el arte de escribir. Siempre se las he envidiado; eso nunca debe aprenderse en los bancos de la escuela, y además es preciso ser Mozart para sacar provecho de ello. Por lo que se refiere a Bach, para no abandonar su país, es un genio abrumador. Si Beethoven es un prodigio de la humanidad, Bach es un milagro de Dios.”

Sin embargo, donde de verdad el texto despega y se vuelve más profundo es cuando hablan sobre su forma de hacer la música; Rossini, como no podía ser de otra manera, hace gala de un carácter más dicharachero que su contrapartida alemana y no duda en ridiculizar momentos en los que tuvo que claudicar a las convenciones musicales de la época; este ejemplo sobre los septetos solemnes que aparecían inevitablemente en todas sus óperas es muy representativo:

“¿Y sabe usted cómo llamábamos a eso, en mis tiempos, en Italia? La fila de las alcachofas. Reconozco que yo advertía perfectamente lo ridículo de la cosa. Me hacía siempre el efecto de una pandilla de facchini cantando para obtener una propina. Pero, ¿qué quiere usted?, era la costumbre; una concepción que debíamos hacer al público, de lo contrario nos hubieran tirado manzanas cocidas… ¡e incluso algunas que no lo estaban!”

Wagner, sin embargo, mucho más afectado, serio, parece querer dar a conocer a Rossini la concepción de su revolución, de su drama musical así como la melodía y el leitmotiv. En el siguiente diálogo, una joya, habla sobre sus ideas y las compara con uno de los maravillosos momentos de la inconmensurable “Guillermo Tell” para regocijo del chispeante compositor italiano que no puede evitar preguntarle si él, también, hizo en algún momento música del porvenir (el texto no es más aclarativo sobre esta pregunta que puede ser admirativa o irónica):

“Wagner: “Quiero la melodía libre, independiente, sin trabas. Una melodía que especialice en su contorno característico no solo a cada personaje de modo que no se confunda con otro, sino también determinado hecho, determinado episodio inherentes al contexto del drama. Una melodía de forma muy precisa que, plegándose por sus múltiples inflexiones al sentido del texto poético, pueda extenderse, reducirse, ampliarse siguiendo las condiciones exigidas por el efecto musical, tal como quiera obtenerlo el compositor. Por lo que se refiere a esta melodía, usted mismo, maestro, estereotipó de ella un sublime espécimen en la escena de Guillermo Tell “Sois immobile”, donde el canto libre, acentuando cada palabra y sostenido por los jadeantes trazos de los violoncelos, alcanza las más altas cimas de la expresión humana. 

Rossini: ¿De modo que, sin saberlo, hice ahí música del porvenir? 

Wagner: Hizo ahí, maestro, música de todos los tiempos, y es la mejor.”

Lo que sí es claro es que la respuesta de Wagner fue aduladora. Un elogio de la música de Rossini en el ejemplo ya establecido de “Guillermo Tell”.

En fin, un gozoso y breve descubrimiento que hará las delicias de todos los aficionados a la música pero que puede disfrutar prácticamente cualquier persona.

Los textos provienen de la traducción de Manuel Serrat Crespo de “La visita de Wagner a Rossini” de Edmond Michotte para Antoni Bosch Editor.

“Hacer el bien” de Matt Sumell. La provocación como leitmotiv

hacerelbienMi recorrido por los primeros títulos de la colección de Turner “El cuarto de las maravillas” finaliza con el post de hoy dedicado a Matt Sumell y su “Hacer el bien”. Es buen momento para recordar que ya había reseñado “Las esposas de Los Álamos” y “La comemadre” anteriormente; Turner se ha lanzado con tres títulos a la vez que denotan el eclecticismo que la colección parece prometer ahora y en el futuro, ya que tratan temas muy distintos y, desde luego, estilos bien diferenciados.

El que me ocupa hoy narra las aventuras de Alby, un conflictivo personaje que Sumell utiliza como narrador en primera persona; se trata de un narrador agresivo, brutal en su planteamiento y que resume la historia de su infancia de esta manera:

“Yo tendría unos cinco o seis años cuando mi padre y yo pasamos un día por delante de la peluquería de caballeros Mario’s y yo lo miré y quise darle la mano pero la mía era tan pequeña que con ella solo podía cogerle el pulgar, así que le solté una patada. A los ocho años le di una paliza a mi hermano porque se quitó el reloj y la correa le olía a ganchitos de queso. A los once maté una gaviota de una pedrada y a los doce unas cuantas más con una escopeta de aire comprimido de la marca Crosman. Me saqué el carné de conducir el día después de cumplir los dieciséis, y cuando mis padres me dejaban el coche, daba paseos y buscaba comadrejas y mapaches y cubos de basura para atropellarlos. Me expulsaron una temporada del instituto por pegarme con alguien. A los diecinueve me rompí la mano derecha al dar un golpe contra un pilar de madera que había detrás de las placas de yeso del estudio en que vivía, y a los veintiuno me rompí la misma mano al soltarle un guantazo en el oído a un mexicano chulito y de cara gorda.”

Una historia de violencia sin aparente causa; él mismo define su mal genio con una analogía sencilla:

“Como soy consciente de que habrá gente a la que le cueste valorarlo, voy a recurrir a una analogía guay: mi mal genio es como una inclemente oleada de armamento, y mi yo es como el dique que contiene esa inclemente oleada de armamento para que no deje arrasada la población o a la persona más cercana, en este caso mi hermana.”

Teniendo en cuenta que esta es la base, ya podemos hacernos una idea de cómo va a ir el texto, Sumell convierte la transgresión, la provocación, en el leitmotiv conductor; en este afán de mostrar esta conducta no se salva nadie, ni su hermana:

“-Esta eres tú: “Estoy demasiada ocupada creando obras de arte para tener consideración con los demás y recoger lo que voy ensuciando, así que me dedicaré a cubrir todas las superficies lisas con mis cochinadas para que los demás no puedan comer en la mesa sin tener que quitar mis cochinadas. Además, soy una lerda y una gilipollas.” Sí, hablo de ti, lerda gilipollas.”

Afortunadamente, en medio de los estallidos de violencia, tanto verbal como física, encontramos alguna reflexión que revela la segunda lectura de fondo, ese descontento, personificado en la figura de Alby, que, en realidad, define nuestro propio descontento ante los acontecimientos sociales que vivimos:

“-Como iba diciendo: la gran falacia de la era de la televisión es que estamos mejor informados, cuando en realidad lo que nos enseñan es lo que nos aseguran que es importante, y nosotros lo consideramos importante porque es lo que nos están enseñando.”

La gran paradoja de la era de la información es suponer que estamos mejor informados; muy al contrario, el poder mediático de la televisión controlada por unos pocos, hace que solo veamos lo que a ellos le interesan y, lo que es peor, que nos convenzamos de que es importante porque nos lo enseñan, sin indagar nuevos caminos. Estaríamos hablando de la lucha de la individualidad sobre el colectivo, no todo tiene que valer para todos, muy al contrario, cada persona debe buscar lo que le convenza a ella misma, independientemente de la opinión del resto; siempre he defendido esta faceta en lo cultural a la hora de leer libros: establecer tu camino literario personal debería ser íntimo y alejado del gusto general (a menos que te guste lo general).

Igualmente Alby personifica la desesperación, la insatisfacción personal ante no poder conseguir un puesto en la sociedad que de verdad llene tu vida:

“Lo odié porque no se estaba quedando calvo, porque al parecer todo le iba bien en la vida, porque tenía dinero y un coche y una mujer muy guapa. Aunque sobre todo lo odié por  haberme convencido para que aceptara ese trabajo de imbéciles, un encargo que yo sabía que solo era un eslabón más de una larga cadena de decepciones, porque lo único para lo que yo estaba cualificado de verdad era para hacer eso. También sabía (como me sucedía en el resto de empleos) que seguiría trabajando en ese sitio hasta que me resultase inaguantable y después cambiaría un infierno por otro. Todo lateral, nada vertical.”

Esa monotonía de la que no podemos salir es insoportable, un infierno del que no podemos escapar, a menos que la naturaleza se rebele y nos muestre las debilidades de nuestra aparente omnipotencia:

“Pero incluso en esa época la nieve se fundía y se volvía a congelar, se volvía a fundir y se volvía a congelar. No teníamos polvo de nieve, teníamos hielo. Las ramas se doblaban. Las cosas se rompían. Las máquinas pasaban por las carreteras y echaban sal pero no servía para nada, y eso me encantaba, igual que me encantan los huracanes potentes, las inundaciones y los tornados, el toro que le saca las tripas al torero. Creo que está muy bien que la naturaleza se rebele y embista contra nosotros, que interrumpa nuestros planes, que revele la prepotencia de nuestros falsos juicios, y que, a su paso, cuestione la solidaridad del sufrimiento compartido.”

Esta propuesta es fácil que entre al gran público, el problema es que, a pesar de lo que pueda parecer, la provocación se queda un poco a medias, ya que Alby no es tan duro como parece; y se acerca poderosamente a la narrativa desgarradora del norteamericano Chuck Palahniuk (sobre todo en sus primeros libros-relatos), del que Sumell parece acólito en su intención. Aun así, es una opción interesante.

Gracias especialmente a Turner por su confianza en mí para desgranar estas tres obras que me han proporcionado lecturas muy gratas. ¡Qué buen comienzo de un nuevo sello!

Los textos provienen de la traducción de Ismael Attrache de “Hacer el bien” de Matt Sumell para Turner.

Resumen Septiembre 2014. Nuevos retos: hacia los 200

Septiembre ha supuesto, indudablemente, un paso hacia delante en el avance de mi recorrido lector de todo el año; iba tan bien con las lecturas en el reto del año, llegar a los 150 libros, que he decido exigirme un poco más y lanzarme a por los 200 libros en un año. Veremos si puedo conseguirlo. En cuanto a la lista de lecturas ha sido variadísima en cuanto a temas y me ha proporcionado lecturas de gran calidad. Estoy muy satisfecho y solo he echado de menos avanzar más en mi  proyecto literario. No hablemos más del tema y pasemos al resumen de las lecturas del mes:

“Una singularidad desnuda” de Sergio de la Pava, me extendí justamente en la reseña que le dediqué a una de las mejores novelas del año. Un gozo.

“Historia en viñetas de la Gran Guerra” de Louis Raemaekers, una versión más (gráfica) de la Gran Guerra, no menos interesante que el resto de versiones más descriptivas.

“A girl is a Half-Formed Thing” de Eimear McBride, la ganadora del Baileys Prize que premia ficción de mujeres en el Reino Unido. Espléndido (y difícil) ejercicio de estilo que abruma por cómo lo cuenta aunque flaquee en lo que cuenta.

“Cuchillada en la oscuridad” de Lawrence Block, un Block olvidado e inencontrable, es un Scudder de los primeros casos pero con elementos que lo van dotando de la personalidad de más adelante.

“El comienzo de la madurez” de Henry James, reflexiva muestra de un texto temprano del gran James. Texto completista que entretiene pero no es especialmente resaltable.

“Cuanto el antro sagrado cierra” de Lawrence Block, salto cualitativo del gran escritor de novela negra con un epílogo brutal que explora las consecuencias del caso y que suponía toda una novedad.

“Los niños se aburren los domingos” de Jean Stafford, recopilación magistral de cuentos de la autora norteamericana, otro de esos libros que se deben leer, más si te gusta la narrativa breve.

“El regreso de Reginald Perrin” de David Nobbs, divertidísima muestra del humor melancólico inglés. Un placer disponer de novelas que tengan tanto que ofrecer y además te hacen reír.

“Un baile en el matadero” de Lawrence Block, crudísima novela que nos trae uno de los casos más escabrosos y mejor llevados por el novelista norteamericano. Una de sus mejores novelas.

“La última noche en Tremore Beach” de Mikel Santiago, un thriller donde todo está muy visto y que, sin embargo, se está “vendiendo como rosquillas”; un producto con final feliz con declaración con flores y arrodillamiento incluidos que no añade nada más que visitas a los lugares comunes, dulcificación en extremo de las situaciones, inverosimilitud a raudales y falta de coherencia interna además de edición por parte de la editorial. Eso sí, se lee en un santiamén.

“Fundido en negro: antología de relatos del mejor calibre criminal femenino” edición de Inmaculada Pertusa Seva, recopilación de relatos policíacos escritos por mujeres que nos traen matices diferentes y buscan nuevos acercamientos al género desde la perspectiva femenina.

“Los jardines estatuarios” de Jacques Abeille, novela atípica por el ritmo al que predispone, una suerte de distopía filosófica que resulta muy placentera por lo bien escrita que está.

“Que levante mi mano el que crea en la telequinesis y otras historias para corromper la juventud” de Kurt Vonnegut, curiosa recopilación de discursos a universitarios realizados por el gran Vonnegut, lástima de precio para que tenga más éxito. Se lee bien, aunque algún texto o idea se repita.

“La visita de Wagner a Rossini” de Edmond Michotte, toda una sorpresa para los aficionados por los motivos que esgrimiré en la próxima reseña.

“La comemadre” de Roque Larraquy, toda una declaración de intenciones para la nueva colección de Turner “El cuarto de las maravillas”; es el camino a seguir para la colección. Espléndida propuesta.

“Poética musical” de Igor Stravinsky, recopilación de las clases que dio en Harvard sobre sus ideas relativas a la música en todos sus aspectos. Más recomendable sobre todo para los que estamos más metidos en el mundo de la música. Me extenderé la próxima semana en una reseña.

“Alfabeto” de Inger Christensen, vaya maravilla para empezar su nueva colección de poesía. En la reseña que publiqué me extiendo más sobre esta pequeña delicia.

“Schoenberg” de Charles Rosen, libro que desgrana una de las figuras más polémicas del siglo XX en lo musical y lo hace con éxito.

“Las esposas de los álamos” de Tarashea Nesbit, otro de los libros con los que Turner ha empezado su nueva colección. Esta ficción histórica utiliza un narrador muy diferente a lo habitual sobre el que hablé en la reseña.

En octubre tengo disponibles las siguientes compras para elegir. Nada nada mal.

Novedades_últimas

Lo único que tengo claro son dos cosas:

-Empezaré con unos cuantos libros policíacos y de novela negra: el último de Block, Jo Nesbo, el famoso Galveston, que se me están acumulando y quiero darles salida, además de que apetecen bastante.

-El “tochazo” del mes está claro también, es uno de los libros que más esperaba  en ese post que hice en septiembre. Se trata del “¿Por qué manda el occidente… por ahora?” de Ian Morris y editado con mucho gusto por Ático de los libros en su colección de Ático Historia.

Y a partir de aquí, quién sabe lo que me puede apetecer…. Tendréis que esperar al próximo mes para saberlo.

“Alfabeto” de Inger Christensen. Creación-destrucción como pulsión poética

Alfabeto2No suelo prodigarme con la poesía… soy más dado a leer ficción; ergo, no tenía pensado que apareciese este libro por aquí.

Sorpresas de la vida, en efecto, estoy aquí para hablar de él. Por lo tanto, podéis suponer que me ha impactado.

Sexto Piso, otra de esas editoriales inquietas, se han lanzado a una nueva aventura, en este caso poética y el primer libro que han escogido, “Alfabeto” de la danesa Inger Christensen, es una absoluta delicia.

Es una de esas extrañas obras en las que ese concepto tan difuso, “el aliento poético”, está tan presente que impacta por su calidez/calidad literaria. Estructuralmente, puede parecer inicialmente rígida; de la sinopsis editorial sacamos dos concurrencias que utiliza la danesa para componer su obra:

“Es un largo poema cuya forma sigue dos principios de composición. El primero es la secuencia de Fibonacci. Es decir, cada verso es la suma de los dos precedentes: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13… El segundo es el alfabeto. Cada poema, y las palabras que utiliza, sigue el orden de las letras: a, b, c, d, e. Sin embargo, bajo esta forma aparentemente estricta, hay lugar para el azar.”

En efecto, en primer lugar la famosa serie de Fibonacci, cada verso es la suma de los dos precedentes y, desde luego, el alfabeto que le da nombre. Sin embargo, como bien dice, la editorial, no denota rigidez, muy al contrario, es tan variada en la forma de tramar los temas y los estilos que supone un pequeño caos poético que se une a la aparente “rigidez” estructural para conseguir una mezcla ciertamente subyugadora.

Me gustaría transcribir a continuación alguno de los poemas de su muestra poética, avisando por adelantado que se resienten del sentido total de un poema que funciona al completo tan bien, que sacar muestras individuales puede desvirtuaran dicha completitud. Lo bueno de esta obra es que permite diferentes interpretaciones-obsesiones cada vez que lo lees y, aunque hoy saque estos temas, otro día podría sacar otros:

 

“las glaciaciones existen, las glaciaciones existen,

el hielo del océano Ártico y el hielo del martín pescador;

las cigarras existen; chicoria, cromo

 

y el iris amarillo-cromo, el azul; el oxígeno

sobre todo; existen también los témpanos del océano Ártico,

el oso polar existe, marcado como una piel

con número de identidad existe, condenado a su vida;

 

de marzo azules de hielo existe, si existen los arroyos;

si el oxígeno en los arroyos existe, el oxígeno

sobre todo; existe sobre todo donde existe el sonido i

de las cigarras, sobre todo donde existe el cielo

de la chicoria como azul turquesa diluido

en agua, […]”

 

Es especialmente reseñable el contraste que logra la danesa mediante las dicotomías existencia-creación/destrucción; en el fragmento anterior se centra especialmente en elementos de la existencia utilizando las repeticiones para obtener el ritmo y jugando con lo sensorial tanto a través de los colores como incluso del sonido.

Esta simbiosis color-sonido tan sensorial es especialmente bella cuando se refiere al canto de los pájaros, donde se mezcla el canto de los pájaros con el susurro de las hojas, y el propio silencio del cielo con la luz resplandecente como una hipérbole que nos trae al tiempo presente, el de la existencia de la bomba atómica, la propia existencia de la bomba trae la destrucción-no-existencia a su alrededor:

 

“[…] los pájaros

cantan y casi

 

ahogan el susurro

de las hojas al viento;

las hojas susurran

y casi ahogan

con su silencio el cielo,

 

el cielo que resplandece,

y la luz que casi

desde entonces se ha parecido

al fuego de la bomba atómica

un poco”

 

De ahí que vaya más allá en esta comparación, la bomba de hidrógeno es la evolución de dicha destrucción, de esa falta de existencia, en un párrafo que rompe el ritmo anterior y lo emparenta directamente con la muerte, en un instante, un ritmo de versos cortos con encabalgamientos continuos que transmiten una rapidez mortal a un instante en el que se acaba todo:

 

“la bomba de hidrógeno existe

una plegaria para morir

 

como se suele morir

un día con un tiempo

 

corriente, ya sepas

que vas a morir o

no sepas nada, un día

 

en que quizá como de costumbre

has olvidado que vas a morir,

un día un poco ventoso

 

quizás de noviembre, […]”

 

El hombre se torna como agente de dicha destrucción, como creador de su propia aniquilación:

 

“[…] nosotros

garantizamos

 

que aniquilamos

todo, destruimos

todo, de manera que

a la primera nada

la decisiva

no se le dará permiso

para escribir poesía

como escribe el viento

en aire o agua; […]”

 

Afortunadamente, la naturaleza, y todo lo bello que contiene existe para nuestro placer; entre tanta destrucción, “la alegría florece” y “la compasión existe”.

 

“[…] cuéntame que la luna es hermosa,

que la extinta ave moa como del melón

 

verde, que la alegría florece, existe,

que los briozoos existen, el banco de caballa existe,

métodos de renuncia, de descenso existen,

reparto físico, como en poemas, de incomparables

bienes terrenales existe, la compasión existe”

 

Y aunque escribamos poesía como escribía una estación, el resultado de esa escritura poética, aunque esté “marcado por la muerte”, se acercará a lo sublime:

 

“[…] escribo como escribe un otoño

marcado por la muerte

como esperanzas inquietas

como tormentas de luz

atravesando una memoria brumosa

 

escribo como el invierno

escribo como la nieve

y el hielo y el frío

y la oscuridad y la muerte

escriben”

 

Vaya poemario el de Inger Christensen, variado como pocos en lo estílistico y en los temas utilizados. Nos acercamos a lo sublime y a una experiencia única, la de leer esta joya. Un comienzo inmejorable el que nos ofrece la editorial que tantas buenas noticias nos da.

Los textos provienen de la traducción de Francisco J. Uriz de “Alfabeto” de Inger Christensen para Sexto Piso.

“Cartas sobre Luís II de Baviera y Bayreuth” de Richard Wagner. Repaso histórico al mecenazgo de Wagner

CartasWagnerEn el prólogo de la obra de su traductor y anotador Blas Matamoro, “El rey virginal y su genial cortesano”, tenemos una introducción histórica que sirve para poner el contexto a la época, la relación de Wagner y Luís II y, como extensión, a las cartas que envía Wagner:

“Lo que sigue es una suerte de novela histórica. Novela por lo que su documentación tiene en sí misma de novelesca, e histórica por su apego a los hechos contrastados. Cuando empiezan a tratarse Wagner y Luís II de Baviera, los Estados que formarán el Imperio Alemán se hallan todavía dispersos.”

Contexto que queda ampliamente explicado, sobre todo su relación con Luís II, una relación que rozó lo prohibido en la época:

“Wagner tiene entonces cincuenta y un años. Como siempre, está angustiado y enfermo, impedido de componer, torturado y con sensaciones de final. Pero cuenta con una confesora –más que confidente-: Cósima, hija de Franz Liszt y esposa del director Hans von Bülow, de la cual será amante y con la que, tras engendrar un par de hijas con apellido del marido, se casará mediante el debido divorcio.

Como en las malas novelas, el encuentro con el tierno reyecito de diecinueve años resulta providencial. Hay un coup de foudre, propio de un enamorado primerizo. El rey lo quiere consigo, no como maestro de capilla sino como amigo íntimo, y que se quede en Múnich, donde seguirá componiendo y estrenando sus obras.”

Conocer esta relación es imprescindible para entender el mecenazgo que gozó Wagner en su época; este patrocinio sería fundamental para el desarrollo sin cortapisas de su teoría del drama musical.

Es indudable que el propio Luís II fue muy consciente de lo que había ayudado a Wagner en su vida, solo tenemos que ver lo que dijo del músico a su muerte: “El artista que deja el mundo entristecido fui yo el primero en reconocerlo y salvarlo de ese mismo mundo.”

La relación fue tan fructífera en todo lo material que parece ciencia ficción si tenemos en cuenta los tiempos que corren en la actualidad; de dicho mecenazgo surgiría el templo de las óperas de Wagner: Bayreuth (“Bayreuth representa la obra maestra del dúo Luis-Ricardón. Con todo hay que decir que la inauguración no salió perfecta.”)

Lo que motivo este mecenazgo queda explicado según la infancia que vivió Luís II, le atraía el arte por encima de todo y buscó la forma de que perdurara:

“Luís II fue un niño fantasioso y tempranamente incomprendido. Su padre, Maximiliano, apenas se ocupó de él y la madre, María, fue incapaz de compensarlo. […]

Los hijos apenas veían al padre en el desayuno y en la cena. Él y la madre casi nunca los visitaban en sus habitaciones. En consecuencia, se criaron entre una multitud de preceptores, servidores y cortesanos, una suerte de estadillo dentro del Estado, bajo la férula del mayordomo. Se practicaba el arte de la conversación durante los paseos, pero Luís atendía escasamente a los temas políticos y se enviscaba en su amor al arte. Así de simple. Desde muy joven se aficionó a la lectura nocturna, con molestas consecuencias visuales. Leía casi exclusivamente libros sobre el arte teatral, la historia del teatro, textos de dramas y comedias, libretos de óperas, álbumes con bocetos y figurines.”

Una vez acabado este prólogo que nos pone en contexto, Matamoro nos desvela la faceta de Wagner que quizá menos conocíamos en las “Notas sobre la edición”, la de epistológrafo:

“La obra de Richard Wagner como epistológrafo es una torrentera solo comparable con su igualmente torrentosa obra de compositor. Baste recordar que su correspondencia general, en la edición de Leipzig de 1912, suma 17 volúmenes.”

Dicho todo esto, es fácil ubicar temporal y temáticamente la selección de cartas realizada; simplificando tenemos tres tipos distintos de cartas, en primer lugar aquellas en las que se refería a su relación con Luís II como esta que mandó a Eliza Wile; donde refleja su suerte sin igual, ya que se podrá dedicar a su idea musical, no le faltará de nada para hacerlo.

“Usted sabe que el joven rey de Baviera mandó buscarme. Lamentablemente es tan hermoso y espiritual, animoso y excelente, que temo que su vida se pierda en este mundo vulgar como el fugitivo sueño de un dios. Me ama tan íntima y ardientemente como si fuera su primer amor: conoce y sabe de mí y me entiende como mi propia alma. Quiere que yo permanezca siempre junto a él, trabaje, descanse, represente mis obras; quiere darme todo cuando yo necesite; yo he de terminar mis Nibelungos y él desea ponerlos en escena como yo quiera. Tendré un ilimitado poder, no como maestro de capilla sino como yo mismo y amigo suyo. Y esto lo entiende seria y precisamente según hemos hablado los dos. Todas mis necesidades serán satisfechas, tendré cuanto me haga falta sólo con permanecer junto a él.”

Otras cartas se refieren a Bayreuth y las gestiones dedicadas a su construcción y gestión, como en esta carta a Karl Riedel donde se queja sobre el recorte de aforo que va a tener que realizar:

“En Bayreuth hay dificultades. El arquitecto no puede situar en la escena a más de 200 cantantes, según las noticias que me acaban de llegar. Entonces me veo obligado a desperdigar el coro por la platea. Cómo hacerlo ni cuánto costará, no lo sé. En la sala apenas caben 700 personas. Debo reducir las entradas para los invitados de la orquesta y el coro; 100 músicos y 300 cantantes dan una suma de 400 invitados, por lo que habrá que limitarse al expolio, por lo menos, en 100 personas.”

No faltan las cartas en las que refiere a aspectos musicales, aunque son más esporádicas, especialmente ilustrativa es la que dirige al bajo-barítono Franz Vess donde acaba refiriéndose a sus dificultades (como actualmente) para encontrar un tenor que pueda cantar Sigfrido:

“Después de que le comunique mi plan definitivo de funciones, le pido su colaboración para realizar lo circunstanciado de antemano. Dado que le he elegido a usted para la gran tarea de encarnar a Wotan, he destinado a otros colegas suyos a distintos papeles, aunque todos pretendían el indicado. De la misma forma que escogí a nuestro amigo Nemann para el rol de Sigmundo, aunque no le oculto que, como también le he adjudicado el de Sigfrido, temo que no le den fuerzas para resolver los dos. De modo que, por el momento, no tengo en realidad a ningún tenor que cante Sigfrido.”

Interesante la propuesta de la editorial Fórcola que nos ayuda a entender la libertad creativa de la que gozó Richard Wagner gracias al mecenazgo de Luís II además de presentarnos históricamente la época, los personajes y las vicisitudes que rodearon dicha relación.

Traducción, edición y prólogo de Blas Matamoro de “Cartas sobre Luís II de Baviera y Bayreuth” de Richard Wagner en la editorial Fórcola

“Las esposas de Los Álamos” de Tarashea Nesbit. Un narrador arriesgado

alamosSi el otro día comentaba el fantástico libro de Roque Larraquy en el nuevo sello de Turner: “El cuarto de las maravillas”; hoy vengo con un nuevo título con el que se ha iniciado dicho sello. En este caso se trata de “Las esposas de Los Álamos” de la norteamericana nacida en Ohio Tarashea Nesbit, una primera obra igualmente destacada por distintos motivos que la obra del argentino, pero que, dentro de este “gabinete de curiosidades literarias”, encaja a la perfección y cuya lectura proporciona no pocas alegrías.

No soy muy dado a repasar argumentos, pero el punto de partida de esta obra que nos ofrece la editorial es muy interesante:

“Las esposas de Los Álamos es, sin embargo, la reconstrucción imaginaria de lo que no sabemos, contada por un «nosotras » que es la voz de la colmena y el pensamiento popular, pero también de la reflexión: la de unas mujeres jóvenes y cosmopolitas, esposas educadas que venían de Berkeley y de Cambridge, que habían huido de París, solían vivir en Londres y Chicago, y que, sin darse cuenta, o un poco a sabiendas, contribuyeron a desatar la fuerza más destructiva de la historia.”

Bajo la etiqueta de ficción histórica (especulativa) tenemos una reconstrucción totalmente imaginaria de lo que puso ser dicho momento, el proyecto Manhattan que, como todos sabemos, acabaría originando la bomba atómica. La mayor o menor originalidad de esta especulación se ve refrendada por la original voz escogida por Nesbit para narrar la historia. Se trata de una primera persona en plural muy poco habitual, entre otras cosas, porque, aunque esporádicamente puede funcionar, la amenaza de una cierta monotonía puede estar más que presente en todo momento. Sobre todo porque, al aplicar a un colectivo, continuamente, elimina la posible empatía con el lector y necesita de muchos recursos para poder mantenerlo durante una novela al completo. La escritora es muy audaz y aprovecha cada uno de estos párrafos para enriquecer narrativamente la historia:

“Nuestros padres dieron puñetazos en la mesa y gritaron ¿Os creéis que somos espías nazis? ¡Contádnoslo! Nuestras madres añadieron Tened cuidado, o Escribidme en cuanto podáis. Y a nuestros hijos les entró miedo y exclamaron ¡Decídselo!, pero no se lo contamos, ni a ellos ni a nuestros hijos. Después, cuando nuestros padres se tranquilizaron, cuando nos dijeron, mientras nos acariciaban el brazo, Soy tu padre, me lo puedes contar todo, no les contamos adónde íbamos, porque todavía no lo sabíamos.”

En este texto podemos ver el manejo de esa primera persona plural como un colectivo indefenso, el de las mujeres que se encuentran con una situación que no están seguros de poder desentrañar por el secretismo del proyecto, guardado por sus propios maridos. Lo mejor del asunto es que, a pesar de este aire de colectividad, es capaz de presentarlas individualmente, particularmente, de manera muy ingeniosa como podemos ver en este otro texto:

“Éramos de cara redonda, deportistas, bullangueras, austeras, de huesos finos, felinas y torpes. Cuando discutíamos las opiniones políticas de las demás nos calificaban de tercas o francas. Nuestros padres procedían del mundo académico; nosotras conocíamos ese mundo. Nos casamos con hombres exactamente iguales a nuestros padres, o completamente distintos, o solo en los mejores rasgos. Como esposas de científicos que trabajaban en ciudades universitarias, organizábamos meriendas y chismeábamos, o vivíamos en una gran ciudad y recibíamos invitados a la hora del cóctel. Ofrecíamos cigarrillos en bandejas de plata. Nos apoyábamos mucho en las otras esposas, fingíamos ser muy buenas amigas, nos llevábamos la mano a la boca y les susurrábamos cosas al oído. Y, lo más importante, descubríamos cómo lograr una plaza fija para nuestros maridos.”

De esta manera no solo nos presenta el fenómeno de un modo conjunto, sino que consigue dar rasgos individuales a dichas esposas. Nesbit utiliza la narración ficcional en dos aspectos igualmente: haciéndose preguntas generales sobre el papel de la ciencia y la guerra así como preguntas más particulares sobre aspectos que afectan a la mujer, a su papel en la sociedad y a su propio papel personal en estos hechos. En este último caso es altamente esclarecedor el siguiente fragmento:

“Tratamos de conciliar el sueño pero no lo logramos. Nos acordamos de nuestras madres, que cuando nos casamos nos habían asegurado El matrimonio no es fácil. Nos acordamos de nuestras madres, que nos habían asegurado Es un buen hombre, y de nuestras madres, que nos habían dicho Sé buena con él. Nuestras madres que nos habían asegurado que el secreto de un matrimonio feliz era una casa limpia y una comida caliente, nuestras madres que nos habían dicho que el secreto consistía en ser discretas, o nuestras madres que nos habían dicho que el secreto de un matrimonio consistía en saber elegir tus batallas. O, en el caso de una de nuestras madres, el secreto de un matrimonio feliz según ella era el sexo.”

Donde se refleja, en todo su esplendor, la influencia del patriarcado estructural en el propio pensamiento de la mujer, personificado en este caso en los pensamientos de sus madres que se extienden y se hacen propios en ellas mismas. Y, por defecto, el papel de la mujer, de cada mujer, queda relegado:

“O en su momento habíamos querido hacer un doctorado pero en el último año de universidad nuestros mentores, de sexo masculino, nos habían dicho En el campo de las matemáticas avanzadas no hay sitio para las mujeres, por brillantes que sean. A algunas nos dijeron las universidades no os querrán, y tendréis una titulación excesiva para dar clases de secundaria.”

En este marco, se desalentaba a las mujeres de seguir sus estudios, ya que, para el papel que les iban a dejar representar, no necesitaban mucho más.

La otra perspectiva que comentaba y que explota claramente la norteamericana es la reflexión sobre la guerra y el papel de la ciencia; alterna cada cierto tiempo, para dar marco temporal a la narración, fragmentos históricos que sirven para ubicarnos históricamente y, sobre todo, ubicar a las esposas, a pesar de su papel en la sombra:

“Pero las noticias de la guerra eran ineludibles y frecuentes: a finales de febrero las tropas estadounidenses izaron su bandera en lo alto del monte Suribachi, en Iwo Jima, cuyas pedregosas pendientes se habían teñido de rojo con la sangre de los soldados y de los civiles.”

Son ellas las que tienen que vivir una situación que no comprenden, que no hace más que despertarles dudas, es conveniente o no conveniente, interesa o no interesa, nos tenemos que alegrar o no hacerlo:

“Nos quedamos de pie, dándonos las manos. Respiramos profundamente. Contuvimos la respiración. Gritamos. Aquello nos pareció espantoso, o un triunfo, o algo hermoso, o todo lo anterior. En aquel lugar que una enorme erupción volcánica había formado millones de años antes, nuestros maridos acababan de crear la suya propia.”

Es en ese momento cuando Tarashea utiliza con más frecuencia la conjunción disyuntiva para expresar, precisamente, la imposibilidad de mostrar una opinión colectiva y, sin embargo, muchas opiniones individuales ante lo que está sucediendo en ese primer ensayo exitoso.

El lanzamiento de las bombas en Japón es el desencadenante final de muchas preguntas, de una escisión de las mujeres que no acaban de entender si, lo que la ciencia ha hecho en este sitio es bueno o es malo (“A algunas de nosotras nuestro pueblecito ya no nos parecía un refugio frente a un mundo moderno y cruel. A algunas ya no nos parecía que ese sitio fuese Shangri-La.”), lo que está claro es que no es lo que esperaban:

“Nuestros maridos describieron a quienes habían fotografiado como si no fueran personas, sino especímenes: Los que no fallecieron inmediatamente, si estaban lo bastante cerca de la zona cero, lo hicieron al cabo de pocos días. Aquí se ve el brazo de un niño entre los escombros. Fíjense en los efectos de la radiación.”

La riqueza del planteamiento narrativo de Nesbit ayuda a entender todo lo que hubo detrás del momento histórico y el papel que tuvieron las mujeres, las esposas, en un hecho único en la historia mundial; lo que quedó al final fue un cúmulo de dudas, un sentir general en el que cada una de ellas lo afrontó de una manera, fue el reflejo de una sociedad tan convulsa como la del siglo XX donde se derrumbaron definitivamente los valores establecidos; la inestabilidad de un mundo que avanzaba a la postmodernidad:

“Nos marchamos contentas, nos marchamos aliviadas, nos marchamos pensando que habíamos formado parte de algo único, nos marchamos con dudas sobre nuestros maridos, sobre nosotras mismas, o sobre nuestro país, o sobre todas esas cosas, o sin ninguna duda. Nos marchamos anhelando especialmente aquello que habíamos tenido, en una ocasión, en medio de aquella noche del aullido: a nuestras amigas, Louise, Starla, Margaret, Ingrid. Nos marchamos embarazadas, nos marchamos –en algunos aspectos- como habíamos llegado: llenas de polvo y con el cabello sucio.”

Los textos provienen de la traducción de Ismael Attrache de “Las esposas de los álamos” de Tarashea Nesbit para Turner.

“Schoenberg” de Charles Rosen. La polémica de una figura única en la música del siglo XX

Schoenberg-Charles-Rosen-portadaSi hay una figura clave para entender el devenir y la evolución de la música del siglo XX esa es sin duda el alemán Arnold Schoenberg. Figura en la cual se aunaban polémica y genio a partes iguales. Para desgranar dicha importancia Acantilado acaba de publicar la obra “Schoenberg” del pianista profesional, profesor de música y autor de diversos ensayos Charles Rosen (1927-2012). El norteamericano integra en esta pequeña obra biografía, historia cultural, sociología  y análisis musical de manera admirable, ya que consigue que, a pesar de la complicación de lo tratado musicalmente, resulte accesible para neófitos en la materia además de no decepcionar por su superficialidad en el caso de sus estudiosos.

En su prólogo, Rosen nos pinta la biografía de un músico que cayó en desgracia para el público general y, especialmente, el mundo musical; él fue totalmente consciente de su importancia:

“Schoenberg se consideró a sí mismo como una fuerza histórica inevitable. En una ocasión en que le preguntaron si él era el famoso compositor Arnold Schoenberg, respondió: “Ningún otro quiso el trabajo, de modo que tuve que asumirlo.” Llegó a ser un clásico aun sin haber obtenido en su vida la aceptación pública que se dispensó sin regateo a figuras menores. Hoy día es indudable que sus trabajos son duraderos y el peso de su influencia, reconocido; sin embargo la significación de ambos sigue siendo objeto de controversia.”

Así como de la hostilidad de sus adláteres que tuvo que soportar por sus ideas “revolucionarias” y ciertamente avanzadas que le proporcionaron no pocas penalidades:

“Al final de su vida, Schoenberg reconoció la importancia de la hostilidad con la que tuvo que enfrentarse a lo largo de su carrera: 

Personalmente tengo la sensación como de haber caído en un océano de aguas hirvientes y, sin saber cómo nadar o escapar de otra manera, haber tratado de hacer lo mejor que podía con manos y pies…, sin rendirme nunca. ¿Cómo podría haberme rendido en medio de un océano? 

[…] nunca entendí qué les había hecho yo para conseguir que fueran tan maliciosos, tan iracundos, tan maledicentes, tan agresivos…”

El texto resulta preclaro en la forma de presentar poco a poco, las ideas del alemán,; en primer lugar desmontando la idea general de lo que es una disonancia:

“Circulan dos concepciones generales erróneas sobre la disonancia: la primera sostiene que la disonancia es un sonido desagradable; la segunda, que para que exista una disonancia deben tocarse por lo menos dos notas simultáneas. Ambas exigen una rectificación para poder captar en qué sentido y en qué medida la revolución estilística de las primeras décadas de este siglo puede ser descrita como una emancipación de la disonancia.”

En este contexto musical es cuando la disonancia se define en base a su terminación, es decir, la necesidad de que exista una consonancia que complete la disonancia:

“Este efecto de terminación, denominado función cadencial, es lo que precisamente define una consonancia. Una disonancia es cualquier sonido musical que debe ser resuelto, es decir, ir seguido de una consonancia; en cambio una consonancia es un sonido musical que no requiere resolución y puede actuar de última nota redondeando la cadencia.”

Es en ese momento cuando por fin el autor introduce la verdadera innovación de Schoenberg, la “emancipación de la disonancia”:

“En este continuo vaivén entre tensión y resolución, la total “emancipación de la disonancia” significó –y sólo podía haber significado eso- una liberación con respecto a la consonancia, es decir, con respecto a la obligación de resolver la disonancia. Esto no sólo significaba que cualquier combinación de notas era aceptable, sino que dejaba de existir la obligación de resolver un acorde disonante en una consonancia.”

Se suprime la necesidad de “completar” una disonancia, y ello generará la base para el desarrollo de unas formas de estructurar las partes musicales que, hasta ese momento, eran inconcebibles, como en el caso de su ópera Erwartung:

“Pero dichos espaciamientos son sólo una pequeña parte de la textura musical, y donde Erwartung es más revolucionaria es en la casi inconcebible variedad y significación de sus texturas. Es sobre todo aquí donde se reconstruyen los efectos fundamentales de disonancia y resolución. Desterrada la armonía, la disonancia vuelve, transformada, a tomar posesión de todos los demás elementos de la música.”

Rosen resulta tremendamente didáctico cuando introduce la idea de completitud que sustituirá la consonancia, la saturación musical, una plenitud cromática musical (que ojo, puede ser fuerte o débil en volumen):

“Este masivo movimiento cromático a distintas velocidades, ascendente y descendente, y acelerando, constituye una saturación del espacio musical, conseguida en unos pocos segundos, y al ser un movimiento cada vez más rápido, cada nota dentro de la tesitura orquestal es tocada en una especie de glissando. La saturación del espacio musical es para Schoenberg el sustituto del acorde de tónica del lenguaje musical tradicional. La consonancia absoluta es un estado de plenitud cromática.”

A partir de ahí el texto sube el nivel para introducir el serialismo (que surge a partir del dodecafonismo schoenbergiano) en el cuál cada nota tiene la misma importancia y en el que sólo importa su ubicación:

“El serialismo de Schoenberg (dodecafonismo) adopta como condición inicial la homogeneidad del espacio cromático. Cada nota es en teoría tan importante como cualquier otra y ninguna posee valor intrínseco alguno que la coloque por encima de las demás; su único valor viene dado por su lugar en la serie. El principio de no redundancia implica simplemente que deben ser respetadas las posiciones relativas dentro de la serie.”

A pesar de una mayor aridez final para explicar esta parte, la evolución del texto es tan lógica y bien hilvanada que no resulta tan dificultoso a pesar de la apariencia; Schoenberg fue tan variado en la evolución de su música que desencadena en los oyentes respuestas de lo más variopinto, quizá en sus primeras obras es en donde se puede descubrir parte de este genio por el público menos habituado al repertorio:

“Quizá en estas obras el oyente es más consciente del movimiento continuo de fondo debido a que la serie, en sus múltiples formas, se plasma en una extraordinaria variedad de ritmos y configuraciones. Schoenberg probablemente hubiese gozado la ironía de pensar que las obras donde más llegó a involucrar sentimientos no musicales fueron precisamente las que le permitieron desarrollar las formas abstractas más satisfactorias.”

Muy buena aproximación a la figura del compositor alemán y su música, bastión de la música del siglo XX. Charles Rosen sabía muy bien cómo ser didáctico sin dejar de hacer interesante lo que escribía.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Fernán Díaz de “Schoenberg” de Charles Rosen en Acantilado.

“La Comemadre” de Roque Larraquy. Una maravilla en “El cuarto de las maravillas”

comemadre 1Si hay una editorial actual que se caracterice por su búsqueda de nuevos caminos editoriales y por su eclecticismo podemos hablar sin lugar a dudas de Turner. En su afán de buscar nuevo público uno se siente privilegiado que cuenten con él para experimentar con una nueva colección, máxime cuando esta colección se amolda tanto a mis posibles gustos como es “El cuarto de las maravillas”, cuya premisa es, desde luego, muy apetecible:

“El gabinete de curiosidades de la casa, lugar de las historias inverosímiles, las voces nuevas que además parecen nuevas, las crónicas verídicas, la cotidianidad poética y los libros experimentales.”

La idea de montar un “gabinete de curiosidades literarias” donde dicha etiqueta se comporte como aglutinadora de valores nuevos contemporáneos y un gusto por experimentar es, en mi opinión, un riesgo en los tiempos actuales y solo por ello ya es merecedor de aplauso. La calidad de los libros con los que han comenzado, afortunadamente, refrenda la propuesta dotándola de un interés aún mayor que viene acompañada, por si fuera poco, de unos precios muy competitivos (cercanos a ediciones de bolsillo) y un diseño de fajas ciertamente innovador.

Solamente por la publicación de la encantadoramente experimental y prometeica “La comemadre” del joven escritor argentino Roque Larraquy ya estaría más que justificada la aparición de esta colección.

Nacido en Buenos Aires en 1975 el autor estructura esta historia en dos tiempos paralelos: una primera parte en 1907 y una segunda parte en 2009. Mucho deben las dos narraciones al mito de Prometeo, pero ya en la primera podemos comprobar la base de lo que sucede en un sanatorio:

“Un hecho desconocido por quienes no practican el oficio es que la cabeza separada del tronco permanece consciente y en pleno uso de sus facultades durante nueve segundos. Al alzar la cabeza, el verdugo entrega a su víctima una visión del mundo, última y menguante. Haciéndolo, no solo contradice la idea misma del castigo, sino que convierte al público en espectáculo.”

Esta premisa experimental desencadenará una serie de experimentos para demostrar lo que sucede en el momento relatado, aquí lo experimental se sostiene en lo experimental del lenguaje usado (metaexperimentalidad), lo absurdo se mezcla con lo aparentemente real, el estar en un sanatorio de enfermos de cáncer estimula la imaginación de los doctores, como es el caso de Quintana:

“-Esta es la propuesta: seleccionamos pacientes terminales. Les cortamos la cabeza de modo que no se lastime el aparato fonador, técnica que he practicado exitosamente con palmípedos y que ya explicaré, y pedimos que la cabeza nos cuente en voz alta qué percibe. Por el intento recibimos una excelente paga a expensas de Mr Allomby.”

Parece lógico entonces que engañen a varios de los pacientes indicándoles que no ha funcionado su tratamiento para que acepten la propuesta; si además aluden al caduco e inherente patriotismo argentino como causa por encima de todo, Roque perpetra una burla del carácter argentino:

“La mayoría se deja convencer porque intuye un desastre científico argentino de dimensión mundial, y en esta efusión de patriotismo entregan el cuerpo. El clima de gesta favorece el sí fácil.”

Los intentos de comprobar lo que sucede desencadenan tal cantidad de muertos que, para desembarazarse de ellos, habrá que idear una forma de hacerlo. En medio del horror que supone este espectáculo, una digresión botánica le sirve para introducir la “comemadre”:

“Una digresión botánica: el islote Thompson, en Tierra del Fuego, es el único lugar del mundo donde crece una planta de hojas aciculares conocida como “comemadre”, cuya savia vegetal produce (en un salto de reinos no del todo estudiado) larvas animales microscópicas. Las larvas tienen la función de devorar el vegetal hasta resecarlo por completo. Los restos se dispersan y fecundan la tierra donde se reanuda el proceso.”

Esa “comemadre” actúa como el elemento que es capaz de borrar nuestros fallos, resultado de nuestra experimentación, del anhelo de saber si existe otra vida y que alguien nos lo pueda confirmar. ¿Una posible metáfora del olvido selectivo que todos practicamos cuando algo no sale como esperábamos o sobre todo sobre los fallos que cometemos?

Si este pequeño relato nos desafía, el siguiente, ambientado en 2009 empieza con una prolepsis que anticipa parte de la historia, la del protagonista, que igualmente narra en primera persona las consecuencias de lo que le ha sucedido:

“Aquí su síntesis sobre mí: tengo una mano de cuatro dedos, el quinto se me perdió. Tengo un cuerpo que es mío, y una cabeza de perfil anormal que me costó mucho dinero. Un museo de Copenhague ofrece el doble por plastificarme y exponerme al público cuando muera. Dos asociaciones de derechos humanos de Dinamarca demandan al museo por estimular “una mirada del cuerpo como mercancía.” Un colectivo de lesbianas organiza una sentada en la puerta del museo, en solidaridad con el derecho de ponerle precio a mi cuerpo, como se hace con cualquier objeto de arte.”

El anhelo por buscar la otra vida se hace a través del arte, hay dos figuras paralelas, dos genios que llevan vidas similares, el narrador, conocerá a su amante Sebastián:

“Al terminar, con un verdor llamativo para la piel humana y la rodilla roja del roce contra el suelo, Sebastián dice (es un romántico) que esperaba la entrada de su cliente soñado, el que había buscado en los otros, y que yo soy ese. Quiere que estemos juntos desde ahora: con mi aspecto no hay manera de que le sea infiel. Da por descontado que en dos o tres días voy a enamorarme.”

Que le servirá de sujeto base sobre el que experimenta llegar a la sublimación artística aún a costa de lo que le pueda pasar; las consecuencias del dolor causado le llevarán a un sanatorio que es el de la primera historia:

“Veo un diploma de reconocimiento oficial con la cara de Eva, un escudo de armas inglés o irlandés, una pinta antropométrica, una hilera de frascos de porcelana, una serie de fotos individuales del primer plantel médico del sanatorio, con un mismo bigote puntiagudo recorriendo todas las caras, y un retrato al óleo del dueño y fundador, Mr R. Allomby, exhibiendo orgulloso una quemadura que le deforma la boca.”

Como unión no solo está ese sanatorio sino la “comemadre” de la que hablábamos, utilizable, incluso después de cien años; en este caso se convertirá en parte de dicho experimento, nuevamente:

“Es un polvo negro de textura irregular. Su nombre en español, “comemadre”, se extinguió con la planta en la Patagonia hace ochenta años, pero sobrevive en Inglaterra como motherseeker (“buscamadre”) o momsickener (“enfermami”). Los últimos ejemplares están al cuidado de la mafia inglesa, que usa las larvas para borrar evidencia. Esto es lo que dice Sebastián. Los datos restantes provienen de las notas de un médico muerto. ¿Sólo con agua? ¿Después de un siglo? Algunas semillas se mantienen en letargo durante más tiempo. Es un reto a la credibilidad, pero Lucio tiene el rostro apaciguado de los creyentes.”

Lo único que puede frenar el anhelo por la vida ulterior, por la sublimación a través del arte es, sin lugar a dudas, la falta de fe. Experimentar se convierte en un leitmotiv de nuestras vidas si creemos en sus posibilidades, como el de Roque Larraquy y su espléndida pequeña maravilla.

Un año más el Nobel de literatura se acerca: los candidatos del 2014

 

Una vez más vamos a cumplir la tradición instaurada en este espacio: el análisis de los candidatos a ganar el Nobel de Literatura, el premio más importante de letras que se concede a nivel mundial. Si recordáis, el año pasado acertamos de pleno en la elección e incluso incidimos con otro post en las consecuencias decisivas del nombramiento de la canadiense Alice Munro.

Os recuerdo que este post lo construyo de dos maneras muy particulares: en primer lugar la lista de apuestas en Ladbrokes por el Nobel como base, la segunda es, aunque parezca mentira  el Grupo del Nobel que tenemos creado en Twitter, donde especulamos sobre las características sociopolíticas que rigen un premio con unos criterios ciertamente curiosos que buscan, especialmente, una especie de equilibrio que solo ellos conocen y un montón de particularidades que se muestran como bastante caprichosas. Lo que sí es cierto es que aquí podéis encontrar un análisis que se acerca más a la realidad que los artículos calcados que aparecen en la mayoría de periódicos.

La lista de este año parte de esta manera (06/10/2014):

Ngugi Wa Thiong’o          4/1

Haruki Murakami             4/1

Svetlana Aleksijevitj       6/1

Adonis                                  10/1

Patrick Modiano               10/1

Jon Fosse                            12/1

Philip Roth                          12/1

Peter Handke                    12/1

Assia Djebar                       14/1

Tras ganar una mujer el año pasado, está claro que este no debería tocar, nunca en su historia han repetido; uno de esos equilibrios que no siguen los académicos suecos es precisamente la distribución hombres-mujeres entre los ganadores, distribución injusta por la calidad actual de muchas escritoras. Con Munro cubrieron el cupo de autores norteamericanos, eligiendo un canadiense le daban en los morros a EE.UU., una de sus mayores animadversiones, por lo tanto, los Oates, Roth, Pynchon, Delillo, McCarthy… estarían descartados. Recordemos que hace solo dos años de Mo Yan, lo cual descartaría los asiáticos hasta por lo menos otros diez años. Tampoco los hispanos tienen muchas posibilidades, Vargas Llosa está muy reciente.

Entonces ¿qué nos queda? La academia no es muy dada a hacer dos años seguidos una concesión a un escritor popular, por lo tanto, el de este año debería ser poco conocido a nivel mundial. En ese caso y examinando todas las posibilidades, habría dos posibilidades muy reales: africano o europeo del este, con predominancia en la primera opción, ya que el último africano fue Coetzee en el 2003 y ya han pasado más de diez años. Según esto, las opciones serían:

Ngugi-wa-Thiongo_Daniel-A-Anderson-pressGran favorito: Ngugi Wa Thiong’o.

El keniata nacido en 1938 cumpliría los requisitos anteriormente mencionados a la perfección. Africano, caracterizado por escribir cuentos, ensayos y novelas. Comprometido por sus estudios postcolonialistas, estudios de raza, género… En fin, una perla negra para la academia sueca. En cuanto a libros para descubrirlo… bueno, casi que pasamos palabra. “El brujo del cuervo” editado por Alfaguara aunque prácticamente inencontrable. También hay un par editados en editoriales mexicanas igualmente difíciles de comprar. La verdad es que como gane será una risa en este sentido.

assia_djebarSi se decidieran por mujer: Assia Djebar.

Ya hablé de ella el año pasado, no voy a dar más información de la que di entonces. Analicé “Lejos de Medina”  y el texto que puse de la argelina el año pasado refleja bastante bien lo que podríamos encontrar en su literatura. Alianza podría originar más publicaciones de la autora si ocurriera.

Adonis_gran_poesia_laicaLa otra gran posibilidad “africana”: Adonis.

Ya han pasado tres años del último poeta, el sueco Tranströmer; por lo tanto la opción de poesía sería plausible. Más sabiendo que el escritor libanés se ha prodigado también en el ensayo. Si subiera en el último día podría ser el gran ganador. Posiblemente sea su última oportunidad, teniendo ya 84 años… En cuanto a libros no puedo recomendar ninguno en especial, pero sí se puede encontrar bastantes antologías poéticas en diferentes editoriales: Alianza, Nórdica, Visor…

¿Y si no tocan africanos? Entonces hablaríamos de rarezas de calibre mayúsculo. Los últimos años suenan con fuerza los nombres de Peter Nadas, Jon Fosse o Svetlana Aleksijevitj. En el caso de que cedieran a mujer del este, la bielorrusa tiene un único libro publicado en España: “La plegaria de Chernobyl: crónica del futuro”; de Fosse o de Nadas hay algo más pero está descatalogado, es prácticamente imposible encontrar alguno de ellos. Serían, en todo caso, opciones realmente extrañas pero, sabiendo la querencia de los suecos por alternar entre famosos y semidesconocidos, no podemos descartarlos. Últimamente incluso Handke o Kadaré podrían entrar en su singular propuesta.

Veremos qué es lo que sucede este año. Me parece que mis favoritos, que ya he comentado en otras ocasiones, no tienen muchas posibilidades. Habrá que esperar. Ay, Joyce, siempre arriba en las apuestas pero, sigh… una pena.

“Que levante mi mano quien crea en la telequinesis” de Kurt Vonnegut. No me digas que esto no fue bonito

que-levante-mi-mano-quien-crea-en-la-telequinesis-y-otros-consejos-para-corromper-a-la-juventudTengo que reconocer que no sabía qué esperar de este libro. Por un lado es un Vonnegut, siempre existe este afán completista; por otro lado, parecía una antología de obras menores, en este caso, nueve discursos y una recopilación de citas para meditar; el formato tampoco ayudaba mucho, es el formato del otoño literario de este año: libros en tapa dura, pocas páginas y precios ligeramente elevados.

La propia editorial me ayudó a decidirme ofreciéndolo y, hay que conceder que la idea ha sido estupenda. Estamos ante una lectura que, pese a no ser de lo mejor del autor, supone un entretenimiento de alto nivel y cumple su cometido a la perfección. El texto introductorio de Dan Wakefield nos refleja a la perfección la personalidad general del inimitable autor norteamericano; en primer lugar, su concepción de cultura en general y cuentos en particular:

“Mientras se ponían de moda meditaciones orientales como el zen, Vonnegut afirmaba que tenemos un estupendo método occidental para desacelerar el corazón e inmovilizar la mente: la “lectura de cuentos”. A esa práctica la llamaba “siestecilla budista”. No era, sin embargo, uno de esos adultos de la época que no hallaban nada que admirar en la cultura juvenil. Había escrito que “la función del artista consiste en conseguir que a la gente le guste más la vida”, y cuando alguien le preguntaba si eso había sucedido alguna vez, respondía: “Sí, los Beatles lo lograron.”

Lo cual se complementa con su forma de pensar, ideas sencillas y espontaneidad de la mano:

“Tal como hablaba y escribía, Vonnegut siempre acababa soltando frases e ideas sencillas que todo el mundo pensaba pero que nadie decía, unos razonamientos que expresaban sentimientos íntimos, impugnaban prejuicios y mostraban las cosas desde otro punto de vista. Vonnegut señalaba la evidencia silenciada, era el primero en advertir que el emperador iba desnudo.”

Configurando una personalidad sin par que mezclaba a partes iguales su capacidad de juguetear con la profundidad y sinceridad de sus pensamientos:

“Vonnegut ni se rebajaba para ser entendido por sus lectores ni trataba de abrumarlos con su sabiduría. Era tan juguetón como profundo, y con ese espíritu se dirigía a los graduados.”

“Vonnegut fue uno de los narradores más sinceros de nuestra época. Por eso no encontraréis falsedad en sus consejos.”

A continuación se han introducido los nueve discursos que dio en universidades, siete de ellos para universitarios recién licenciados; todos estos discursos se pueden entender como “los consejos para la vida del bueno de Kurt” y están cargados de sapiencia y buen humor. Me centraré en dos o tres ideas que reflejan este parecer, como es su idea de los “ritos de paso”, esa serie de peldaños evolutivos que originan el paso a la madurez, uno de los que utiliza para ironizar es, precisamente, la guerra, a través de su experiencia personal:

“Otra vivencia del macho americano y europeo que puede contemplarse como rito de paso es la guerra. Cuando el varón regresa de la batalla, sobre todo si lo hace gravemente herido, todo el mundo coincide en que ese chico está hecho un hombre. Cuando llegué a Indianápolis tras pasar la Segunda Guerra mundial en Alemania, un tío mío me dijo: “Caramba, ahora sí que pareces un hombre.” Me entraron ganas de estrangularlo. Caso de haberlo hecho se habría convertido en el primer alemán que me cargaba. Yo ya era un hombre antes de partir a la guerra, pero él no pensaba reconocerlo jamás.”

Y no se corta en opinar sobre el aburrimiento o sobre la maternidad:

“Y ahora pasemos al aburrimiento. Friedrich Wilhelm Nietzsche, un filósofo alemán fallecido hace setenta y ocho años, sentenció lo siguiente: “Contra el aburrimiento hasta los dioses pelean en vano”. Se supone que debemos aburrirnos. Forma parte de la vida. Aprended a soportarlo o, de lo contrario, nunca estaréis a la altura del honor que ya he concedido a esta promoción: ser mujeres u hombres hechos y derechos.”

“Algunas os convertiréis en madres. No lo recomiendo, pero son cosas que pasan.

Si eso os ocurre, siempre podéis encontrar una justa compensación en estas palabras del poeta William Ross Wallace: “rige el mundo la mano que mece la cuna.”

Afortunadamente no falta una mención a los libros, se vuelven la mejor mascota, casi el mejor amigo, al atribuirles características humanas:

“No renunciéis a los libros. Son amables y muy gratos al tacto. Pensad en la dulce reticencia de sus páginas cuando las pasáis con la sensible punta de vuestros dedos. Una gran parte de nuestro cerebro está consagrada a dilucidar si lo que tocan nuestras manos es bueno o malo. Cualquier cerebro medio activo sabe que los libros son buenos.”

Imagino a los jóvenes a los que dirigió estos discursos y no puedo dejar de sonreír ante el manejo del discurso; divertido y profundo a la vez y apelando en su parte final una empatía que buscaba crear mejores personas, los dos últimos párrafos reflejan a la perfección esta capacidad, su anécdota sobre lo que contaba su tío Alex es deliciosa:

“Pero volvamos a mi tío Alex, que ya está en el cielo. Una de las cosas que objetaba a los seres humanos era que casi nunca advertían su felicidad cuando eran felices. Él hacía todo lo posible para celebrar los buenos momentos. Podíamos estar bebiendo limonada a la sombra de un manzano, en pleno verano, y el tío Alex interrumpía la conversación para exclamar: “No me digas que esto no es bonito ¿eh?”

[…]

Que ese sea el lema de vuestra promoción: “No me digas que esto no fue bonito.”

Y es que la única pretensión de Kurt era que aportásemos nuestro granito de arena para mejorar el mundo. A base de granitos se construyen montañas:

“Os sugiero, adanes y evas, que centréis vuestras aspiraciones en convertir una pequeña parte del planeta en un lugar seguro, saludable y decente.

Hay mucho que barrer.

Hay muchos que reconstruir, tanto espiritual como físicamente.

Pero también va a haber mucha felicidad. ¡No os olvidéis de reconocerla!”

Era único, el señor Kurt Vonnegut era único.

Los textos provienen de la traducción de Ramón de España de “Que levante mi mano quien crea en la telequinesis y otros mandamientos para corromper a la juventud” de Kurt Vonnegut para Malpaso

“Los jardines estatuarios” de Jacques Abeille. Distopía filosófica

LosjardinesestatuariosLa propuesta de hoy no es para todos los paladares, no pretendo engañar a nadie; ya he hablado, a propósito de alguna obra de Delillo, que hay diferentes velocidades de lectura y esta velocidades están predispuestas según el estilo y el tipo de narración. “Los jardines estatuarios” del francés Jacques Abeille no es una obra que enganche desde la primera página, no es una lectura trepidante, no se lee en una noche… es una obra reflexiva y fascinante al mismo tiempo; una obra que demanda mayor atención y tiempo y, sobre todo, una lectura reposada. En estas condiciones estamos ante una obra deliciosa, otra perla de un catálogo esplendoroso como el que nos ofrece Sexto Piso. Otro día vendré con su nueva colección de poesía, cuánto buen gusto.

Partimos de un mundo extraño, no muy alejado de las dixtopías de ciencia ficción en el que existen jardines de los que brotan estatuas y que necesitan jardineros para cuidarlas; es una premisa original por lo arriesgado:

“Cuando estuvimos más cerca, me fijé en que los jardineros manejaban martillos y escoplos.

-Están procediendo a la talla. En cada etapa de su crecimiento la estatua echa por todas partes unos brotes desordenados. Cada vez se replantea por completo la forma definitiva, aquella hacia la que se va desarrollando oscuramente. Por tanto, hay que retocarla sin cesar, confirmarla, y para ello separar a tiempo los miembros excedentes que amenazan con convertirla en algo del todo informe y monstruoso.”

Esta singular premisa le sirve a Abeille para desarrollar un micro universo en el que la inflexibilidad, muy de acuerdo con la propia rigidez estatuaria, es parte esencial de un mundo inmovilista en el cual las leyes que lo rigen están establecidas y no son fáciles de seguir, ese secretismo ayuda a entender aún más dicha inmovilidad:

“-¿Quebrantaría una ley, en tal caso?

-No, una ley propiamente, no. Lo que nos retiene es más bien una especie de incomodidad que me costaría mucho explicar. Todo lo que puedo decir sobre esto es que lo que está escrito se presta poco a la palabra. Lo contrario es igualmente cierto. Pero tendré que darle a conocer algunos de nuestros libros para que pueda completar lo que está viendo ahora mismo.

Una vez más se confirmaban las afirmaciones repetidas por el decano: no podían decírmelo todo. Llegué incluso a presentir que debería descubrir por mi cuenta una parte de aquel mundo que en cambio parecía ofrecerse sin reticencia.”

Las extrañas costumbres imperantes nos chocan; estamos ante un sitio que no se rige por las leyes que seguimos en nuestra vida; este contraste con el mundo estatuario nos sirve para hacer paralelismos con nuestra propia existencia; esta premisa le sirve, precisamente, para establecer disquisiciones de tipo ontológico-filosófico e, incluso, literario. La idea de que cada persona tenga su propio biógrafo al morir y que, además, esta biografía se vaya complementando con los testimonios de los que te conocieron, nos transmite la falta de un final para nuestras vidas; los libros nunca se terminan, cualquiera puede añadir una nota en proceso casi religioso:

“Si los biógrafos no eran escritores, todavía menos eran autores, pues, apenas empezaban a esforzarse por organizar la materia de una obra, todo su trabajo se veía desbordado y a veces destrozado por las consideraciones ajenas a sus intenciones que sin embargo estaban obligados a aceptar. Así en la mención que precedía a la firma que estampaban al final del manuscrito, ellos se designaban como biógrafos o, si se puede perdonar este barbarismo a un traductor en apuros, como escribidores. […] No cabía apreciar en ellos ninguna de las habilidades, aún menos de las astucias, típicas del escritor, y contra las que se enfrenta la sagacidad del lector, que así queda encantado de su propia agudeza. Pero esta misma carencia era origen de encantamientos más potentes. Como si dejar de lado todos los artificios de la literatura permitiera a los biógrafos alcanzar en toda su pureza, y muchas veces a su pesar, algo esencial; eso sin lo cual no existe literatura y que toda literatura disimula como su manantial oculto; cierta experiencia sagrada tal vez.”

El papel de la mujer en esta sociedad se presenta como algo limitadísimo, con la única capacidad de ofrecer dos roles, madre o prostituta. Una dicotomía paradójica que demuestra un papel, el de la mujer, subyugado, como en nuestra sociedad, al papel que le dictan el hombre:

“-Desde luego. Sólo deme su ropa para que la sacuda, y la ropa interior, para que la lave.

-Pero ese no es un trabajo de mujer -protesté.

-Cuando llegó usted, yo estaba haciendo el trabajo de un hombre; ahora le sirvo como un muchacho; más tarde me conduciré como una mujer. Todos esos roles que dividen la sociedad que nos rodea hace tiempo que dejaron de estar vigentes entre nosotros.

Todo aquello lo decía con una creciente expresión de desprecio al que venía a mezclarse el hartazgo, un desprecio que no estaba hecho a mi medida, sino que abarcaba todo un mundo lejano del que yo no era más que un elemento cualquiera.”

El visitante que explora el territorio y sus ancestrales leyes será el acicate que pueda generar una revolución, la única manera de conseguirlo será a través de una guerra, o al menos, esa es la evolución hacia la que se va encaminando la narración según pasan las páginas:

“-No lo sé muy bien. Hay muchas guerras posibles. La más sencilla sería la de un país rico y organizado al que se agrede para despojarlo de todo cuanto posee e incluirlo en un imperio. Las relaciones, en este caso, son  de pura fuerza. Pero aquí, ¿qué se les puede quitar a los jardineros? Lo único que se puede hacer es destruir su manera de vivir y matarlos.

Y de repente pensé en el dominio abandonado en el que encontré al príncipe por primera vez.

-A fin de cuentas -proseguí-, este tipo de conquistador tiene una ventaja: no pretende traer la civilización. A partir de ahí, todo depende de lo que hagan los hombres en ese retorno de la tierra al estado salvaje. Se producirán barbaries insoportables, pero la vida no se apaga por ello.”

El problema radica en que, quizá, el dominio estructural está tan imbuido en las raíces de dicha sociedad que ni una guerra puede conseguir subvertir los papeles.

“-Vamos a ver. Lo que se presenta ahora es el fin de una manera de vivir antigua y el principio, tal vez, de otra nueva. El paso no se realizará sin dolor. Nosotras, las chicas, a nuestra manera, como otros en la suya, podemos ser ese dolor. Pero no significa en absoluto que vayamos a tener derecho a una vida mejor, claro que no.

-Pero ¿por qué? – no pude evitar protestar.

-Cualquiera que sea nuestra edad, nosotras somos de otra época. Nos tiene agarradas. Luchar contra el tiempo no es más que otra manera de durar en él. Lo que ahora bascula, en el mejor de los casos, nos sepultará bajo sus escombros, pues escapar de ello sería condenarnos a un vano destino de supervivientes. No existe un nuevo amanecer.”

Releyendo este último párrafo me doy cuenta de que quizá nuestra sociedad no está lejos de una sociedad dixtópica como la que nos plantea Jacques Abeille. Excelente lectura. Reflexiva, cargada de buen gusto.

Los textos provienen de la traducción de Lluís Maria Todó de “Los Jardines estatuarios” de Jacques Abeille para Sexto Piso.

Lawrence Block: el último clásico de la novela negra

cuchilladaMientras algunos inauguran bibliotecas de autor de novela negra empezando por un especialista en thrillers mediocres como Lee Child; el más grande autor vivo de novela negra permanece en el ostracismo debido a políticas editoriales ciertamente dudosas y mucha, mucha mala suerte.

A Block, como a Leonard, ciertamente le ha hecho daño el ser tan prolífico. Si echamos un vistazo a la Wiki del autor en inglés comprobamos que no sólo ha creado a Matt Scudder (aunque parece que todos los artículos que están saliendo suponen que esto es así). Tiene nada menos que dieciocho novelas (una de relatos) de la serie de Scudder, pero otras once del ladrón Bernie Rhodenbarr, otras ocho de Evan Tanner, cinco de Chip Harrison y otras cinco del asesino profesional Keller; a las que se suman otro montón de novelas escritas con diferentes pseudónimos, relatos cortos, etc.. Publicar esta ingente cantidad es difícil sin editores responsables y que conozcan bien cada una de las series. El resultado es que, en estos momentos, solo hay cuatro novelas de Block que se pueden comprar, sólo de la serie de Scudder y las tiene en su totalidad serie negra que ahora está impulsándolo gracias al estreno de la película “Caminando entre tumbas” con Liam Neeson en el papel de Matt. En breve dispondré de la novela y también pasará por el blog.

Es una de esas cosas ilógicas, cualquier lector aficionado al buen “hardboiled”, a la buena novela negra, no debería dejar pasar la oportunidad; Block es, sin lugar a dudas, de lo mejor actual y no solo por su Scudder, las novelas de Keller son magníficas igualmente. En estas condiciones, os traigo tres novelas protagonizadas por Matt Scudder pero que no están disponibles, descatalogadas por sus editoriales, no recuperadas (aún) por RBA en su Serie Negra (quién sabe si lo hará algún día) que sirven como tarjeta de entrada para entrar en su mundo y, sobre todo, si os gusta, animaros a leer el resto.

La primera de ellas es “Cuchillada en la oscuridad” editada, hace muchos años, en la extinta colección legendaria de novela negra de Júcar, Etiqueta negra. Novela de los primeros años de Scudder publicada originalmente en 1981 justo antes de su magnífica “8 millones de maneras de morir”. En ella tenemos las claves del ex-policía y cuasi investigador (no tiene carnet de detective privado) obsesionado con la bebida. Block tenía muy claro desde el principio la base de su investigador. En esta en concreto, utiliza la particularidad de un caso de un asesino en serie para montar otro caso de la nada. La forma en que aborda los casos es por recomendación, la de sus antiguos compañeros policías:

“-Pero él le recomendó a mí.

-Sí.

-¿Por qué? […]

-Él dijo que usted era un loco hijo de puta. Esas fueron las palabras. No las mías.

-¿Y qué más?

-Dijo que usted podía llevar el asunto de una forma que no lo haría una gran agencia. Que cuando usted hinca el diente a algo no lo suelta. Dijo que la suerte estaba en su contra, pero que usted podía encontrar quién mató a Bárbara.”

Scudder es concienzudo y tenaz, todo el mundo sabe que hasta que no soluciona un caso no parará; también interesa bastante comprobar el método deductivo que Block utiliza en sus novelas:

“-¿Crees que podrías refrescar su memoria?

Negué con la cabeza.

-Creo que podría sacar alguna idea de él. Una cierta parte de la investigación es intuitiva. Recoges detalles y observas impresiones, y entonces aparece la respuesta  en tu mente de algún sitio. No es como Sherlock Holmes, por lo menos nunca fue así para mí.”

Es una curiosa mezcla de intuición e investigación ordenada; sin embargo, cada resolución suele ser como una epifanía al estilo más clásico de los Poirot o Marple, existe un momento en el que las piezas se ensamblan como por birlibirloque:

En “Cuchillada en la oscuridad” una mentira es la desencadenante de dicha epifanía y que le llevará a resolver el caso. Block en estos libros del principio es un “loser” de libro, autoconsciente de esta situación que alienta con su incontrolable deseo de beber:

“La sensación de opresión seguía en el pecho.

cuandoantrosagradoEl coñac, me dije. Probablemente sería una buena idea dejarlo. Mantente en lo que estás acostumbrado. Mantente en bourbon.

Fui a Armstrong’s. Un poco de bourbon embotaría el efecto del coñac. Un poco de bourbon embotaría casi cualquier cosa.”

En “Cuando el antro sagrado cierra”, editada por La factoría de ideas, tenemos a un Scudder en los mismos términos de la anterior, justo después de “8 millones…”

“-Sí, lo siento por ellos -dijo-. Apuesto a que se están cagando en los pantalones. Hasta el momento, este mes solamente han conseguido cien de los grandes. Lo que no saben es que Matt “Bulldog” Scudder está tras su pista y esos pobres cabrones no podrán gastarse ni diez centavos de lo que se han sacado.” 

El cabezón Scudder usando sus dotes deductivas para un aspecto personal, el de su inmersión en la bebida:

“Mi puerta tenía el pestillo echado. Era una buena señal. Si me había acordado de echar el cerrojo, entonces no había llegado en tal mal estado. Por otro lado, mis pantalones estaban tirados sobre la silla. Habría sido mejor si hubieran estado colgados en el armario. Pero, de nuevo, no estaban arrugados sobre el suelo y tampoco los llevaba puestos. El gran detective, analizando las pistas, intentando descubrir lo borracho que había estado la noche anterior.”

El punto de partida son tres situaciones inconexas… empiezan a ensamblarse, como un puzle del que no eres consciente hasta el final pero que cuadra maravillosamente; sin embargo, en esta novela una vez resuelto el caso tenemos un epílogo en varios capítulos que cierra la historia, se dedica a contar las consecuencias, lo que rodea la resolución del caso. Sorprende por el cambio de dinámica y, sobre todo, por la amargura que destila en cada momento. Este salto cualitativo de Block consigue transmitir a la perfección la sordidez de nuestros actos, lo oscuro que se esconde en el género humano.

Lo que nos lleva a la colosal “Un baile en el matadero”, también editada por La factoría de ideas, pero en la que encontramos un Scudder muy diferente. La novela está ubicada en el tiempo tres libros después del anterior, de ahí que no hayamos podido ver esta evolución. Scudder no bebe habitualmente y va a las reuniones de Alcohólicos Anónimos, y encima tiene una relación con Elaine, una prostituta activa que participa de los casos de Matt. Elaine supone la humanización, la visión del mundo ante lo que afronta nuestro investigador, como podemos ver en la siguiente reflexión tras observar una cinta de vídeo de una “snuff movie”:

bailematadero“Sé que el mundo está lleno de una fauna bastante extraña, y que la gente hace de todo. Sé que hay muchos pervertidos, sé que a la gente le gusta disfrazarse, llevar cuero, goma, pieles, atrase unos a otros, tener fantasías, y todas esas cosas. También sé que hay gente que acaba confundida, se pasa de la raya y hace cosas terribles. […] bienvenidos al mundo. Hay días en los que pienso que alguien debería cerrarle el grifo a toda la raza humana. Pero, bueno, mientras tanto puedo vivir con ello. Pero esta mierda no puedo soportarla. De verdad que no puedo.”

Elaine representa el punto de vista del lector, el lector, en este caso yo, siente un horror indescriptible al leer lo que sucede en este libro, lo grotesco de unos asesinatos que parecen no entrar en lo que entendemos por realidad; que ella, viviendo en una situación tan cercana a los más bajos instintos, sienta que no pueda soportar esto nos hace una idea de lo que nos estamos encontrando; el hombre es capaz de lo peor y, posiblemente, nunca dejará de pasar:

“Sin embargo, otras noches, esa misma revelación no me tranquilizaba en absoluto, sino que más bien me provocaba desesperanza. Siempre habíamos sido así, no estábamos mejorando, nunca lo haríamos. Cualquiera que a lo largo del amplio camino que habíamos recorrido hubiese muerto por redimir nuestros pecados, lo había hecho en vano. Siempre teníamos más pecados en reserva, tantos que nos durarían toda la eternidad”

Este proceso general, de hecho, lo particulariza en lo personal de uno de los protagonistas; este personaje siente que, al introducirse en este mundo, todo lo que piensa empieza a cambiar, llegando incluso a normalizar los impulsos asesinos:

“Una vez, sin embargo, estaba en la cama y ella dormía a mi lado y empezaron a venirme a la cabeza diferentes imágenes sobre cómo podía matarla. No quería tener semejantes pensamientos, pero tampoco podía alejarlos de mi mente. Me imaginaba asfixiándola con una almohada, o apuñalándola, o acabando con ella de cualquier modo. Tuve que irme a la habitación de al lado tomarme un par de copas. No tenía miedo de que fuera a hacerlo, simplemente me molestaba que esas cosas se me hubieran pasado por la cabeza.”

Ante esta situación Scudder se empieza a replantear lo que antes entendía como dilemas morales; ante el desencanto con el orden establecido y su incapacidad de hacer cumplir la justica, empieza a erigirse como justiciero, cueste lo que cueste, a seguir su propia ley, camino realmente difícil y plagado de vericuetos que, imagino, empezarán a desarrollarse en los próximos números.

No voy a esconder que, posiblemente, es la novela más dura que me he leído de Block y de su detective Scudder en particular; el pesimismo, la sordidez, las bajezas, la crudeza, la violencia al describir ciertos momentos son de un realismo brutal y, acompañados de un estilo que evoluciona con respecto a sus primeras novelas, consiguen sobrecogerme y horrorizarme; al mismo tiempo que le reverencie, lo que se merece un autor excelso que necesita que se hable de él. Consigamos que sea leído. Es un clásico vivo.

Los textos provienen de:

La traducción de Jane Mary Hayes de “Cuchillada en la oscuridad” en Etiqueta negra Júcar.

La traducción de Ester Mendía Picazo de “Cuando el antro sagrado cierra” para la Factoría de ideas.

La traducción de Elena González de “Un baile en el matadero” para la Factoría de Ideas.

“Fundido en negro” Antología coordinada por Inmaculada Pertusa Seva. La riqueza de lo femenino

fundidonegroEl prólogo de Inmaculada Pertusa es imprescindible para entender el sentido de esta recopilación de textos policíacos detectivescos escritos por mujeres; realiza un pequeño repaso histórico de las mujeres que escriben novelas policíacas y es curioso comprobar cómo el tema comenzó realmente tarde (1979), sobre todo comparado con el resto de países. No olvidemos que en Gran Bretaña ya había textos femeninos en plena época victoriana. Como siempre España a la cabeza:

“Ya casi resulta de enciclopedia señalar que la primera detective privada de las letras peninsulares nació en 1979 de la pluma de Lourdes Ortiz en su novela Picadura moral. Aunque la investigadora Bárbara Arenas no regresó a lugar del crimen literario propiamente dicho, es indudable que inauguró sin proponérselo lo que poco a poco ha llegado a ser la tradición de lo detectivesco femenino español. También obligada es ya la mención de la novela de corte policial de Marina Mayoral, Cándida otra vez (1982), y la de Rosa Montero, Te trataré como a una reina (1986), que aparecen unos años más tarde, y que la crítica literaria suele mencionar al hablar del desarrollo de la novela detectivesca protagonizada y escrita por mujeres en España; si bien estas novelas no acaba de presentar a un personaje femenino cumpliendo el papel de detective ni están desarrolladas siguiendo el proceso investigado típico en el género criminal, son, sin lugar a dudas, caldo de cultivo para el posterior establecimiento de la novela criminal femenina.”

Afortunadamente la tendencia es muy positiva, Inmaculada se hace eco de ello y realiza una recopilación de historias de todo tipo, eclécticas como pocas y caracterizadas por sacar matices que, habitualmente, para los acostumbrados al género, no encontramos con frecuencia. La nómina de escritoras aparece en este pequeño texto:

“Aunque hubiéramos querido que Fundido en Negro: antología de relatos del mejor calibre criminal femenino hiciera las funciones de un escaparate de la talla investigativa con la que trabajan las detectives perfiladas por cada una de las autoras españolas desde 1979 hasta ahora, en esta antología nos sentimos honrados de poder contar, si no con todas las que son, al menos con una representación cualitativa de la detective como protagonista del panorama literario de España. […] el personaje de Lònia Guiu, de Maria Antònia Oliver, y el de Petra Delicado, de Alicia Giménez Bartlett, para proseguir con las que continuaron su pista narrativa, ya en el nuevo milenio: Cornelia Webber-Tejedor, de Rosa Ribas, Emma García, de Isabel Franc, Vicky González, de Cristina Fallarás, Rebeca Santana, de Susana Hernández, María Ruíz, de Berna González Harbour, Cate Maynes, de Clara Asunción García, y Kate Salas, de Carolina Solé. Se trata de un fundido en negro de gran calibre de voces, estilos y heroínas al que no hay que perderles el rastro en ningún momento.”

La recopilación es fantástica, sobre todo porque, sin descuidar las tramas policíacas-negras, incide en aspectos, matices, puntos de vista que enriquecen la trama policíaca precisamente por el hecho de tener a mujeres detrás escribiendo. Todas las historias tienen su gracia y un nivel alto pero me voy a centrar en dos para poner algunas de sus características.

El cuento “La voz de la sangre” de Alicia Giménez Bartlett me resultó particularmente entretenido, su detective, la paradójica Petra Delicado no hace honor a su nombre, es poderosa y de fuertes convicciones; ante su compañero Garzón no se corta en expresar lo que siente o piensa pero, además, siempre se acuerda de la mujer, poniéndola en el centro, independientemente de su pasado:

“-Entonces no será un caso fácil.

-Eso me temo yo también. Un cliente, un asunto de drogas, una venganza…

-Pero el hierro es el mismo, Garzón, Cuatro mujeres asesinadas, esa es la única realidad, se trate o no de un burdel.”

En efecto, este matiz, que corrige el primer pensamiento, posiblemente machista, de su compañero, sirve para entender el papel de la mujer investigadora defensora de su género, una perspectiva diferente de una Petra que, indudablemente, sabe que la realidad la supera, que no hace más que encontrarse dolor en su camino y, de alguna manera, ella está ahí para intentar mitigarlo:

“-¡Magnífico Fermín!, ¿y no había por esa fonda ninguna oveja achicharrada por los rayos? Digo, y que hubiera completado muy bien el cuadro de niña famélica.

-A veces, inspectora, pienso que no tiene usted corazón.

-Más me vale para enfrentarme a toda esta miseria moral.”

Afortunadamente, Giménez Bartlett sabe imprimir humor a la fuerte personalidad de su personaje gracias a su inimitable compañero de investigación para, de esta manera, obtener una historia muy completa:

“-Si Petra, ya veo, descartado el exmarido machista, un crimen religioso es lo que le gustaría más ¿verdad? ¡Sus dos principales bestias negras puestas en solfa!

-¿Está insinuando que me dejo llevar por mis obsesiones privadas en la investigación?

-¡Hombre, inspectora, si ya solo falta acusar a un nazi para que toda su ideología quede en exposición!”

El otro caso que quería resaltar era el de la escritora Susana Hernández con su Rebeca Santana en “La ternura del jugador de Rugby” donde realiza un ejercicio de estilo metaficcional, poniéndose ella misma como protagonista de su cuento, acompañando en la investigación a su pareja de detectives, en este caso las dos femeninas:

“-¿Qué se supone que quieres saber? –soltó Vázquez a bocajarro.

-Ver cómo es el día a día en la vida de dos policías.

La Marquesa hizo una mueca.

-Jodido y menos emocionante de lo que te crees.

-¿Qué os toca hoy?

Las subinspectoras se miraron.

-Pues a ver el menú… -Santana se rascó la barbilla-. Tenemos un asesino en serie que mata ancianas con una motosierra, un asesino múltiple disparando en un centro comercial, un tiroteo en la Diagonal…

La escritora abrió los ojos como platos.

-¿En serio?

-No –rio Santana con ganas y su compañera la secundó-. Esto no es Nueva York por suerte. Nos han llamado del Vall d’Hebron. Una agresión sexual. ¿Te apuntas?”

En este fabuloso intercambio entre los tres personajes femeninos podemos encontrar un poco de todo, desde la humildad de ella misma al reconocer que necesita estudiar cómo es el día a día de la policía, hasta la broma sobre crímenes que sólo ocurren en EE. UU.; acabando con un caso típico que, dolorosamente, se trata de una agresión sexual, incidiendo en el hecho de que es demasiado habitual que haya violencia de género. De un simple diálogo podemos extraer tantas cosas que todo el cuento es una pequeña maravilla.

Concluyendo, es necesario, mejor dicho, imprescindible, que haya recopilaciones de este estilo para sacar nuestra cabeza de nuestro margen de confianza. Salirse de los lugares comunes de la mano de estas espléndidas novelistas puede ser una buena forma de hacerlo. Bien por la editorial “Al Revés” que aboga por traernos cosas diferentes y tan interesantes.

“Los niños se aburren los domingos” de Jean Stafford. Ser mujer significa sufrir penurias

los-ninos-se-aburren-los-domingos-9788494236709“Jean Stafford es probablemente la escritora de relatos más versátil de una generación con autores de la talla de Eudora Welty, John Cheever, Katherine Ann Porter y Flannery O’Connor.” (Joyce Carol Oates)

Esta cita de Joyce Carol Oates que aparece en el reverso del libro “Los niños se aburren los domingos” de Jean Stafford da “en el clavo”, como se suele decir popularmente, al ensalzar una de las mayores virtudes de esta recopilación de cuentos que, además, la pone al nivel de los grandes creadores del gótico sureño. Joyce, de todos modos, por no prodigarse tanto, suele ser una medida fiable de calidad, es una excelente lectora.

Sajalín ha realizado la más que encomiable labor de recopilar varios de los cuentos que le sirvieron a la escritora norteamericana para ganar el Pulitzer en 1970 y el resultado es, sencillamente, excepcional. Eclecticismo por encima de todo, cada cuento saca facetas distintas y, al mismo tiempo, llegando por momentos a lo sublime de su estilo.

Solo hay que comprobarlo ojeando alguno de los primeros cuentos, la descripción de una residencia de ancianos llega a sobrecoger por lo vívido, la pérdida de la individualidad sirve para desdibujar tanto en lo psicológico como en lo físico la presencia de los ancianos:

“Bajo los ligeros cobertores, los bultos de sus cuerpos atrofiados sugerían roturas o deformidades que hacían pensar en miembros amputados o amasijos de huesos rotos. Los rostros glaciales que miraban fijamente desde aquellas míseras almohadas habían perdido todo rastro de individualidad: habría resultado imposible determinar cuál de ellos, en su origen, había sido triste, mezquino, valiente o estúpido, puesto que la edad y la humillación habían desdibujado los rasgos más predominantes de su carácter y casi habían forrado las facciones de su cara.“

Aunque la tercera edad aparezca de fondo es, como podéis imaginar, lateral, periférico al tema principal de fondo: el papel de la mujer en una sociedad que sufre un patriarcado inherente; fascinante su capacidad para expresar tantos matices al respecto, tendría que poner mil citas para describir la cantidad de posibles detalles; me quedaré con ciertas reflexiones que ayudan a descubrirla, como este texto:

“A Margaret le sorprendió descubrir cómo la palabra “libertad”, en boca de la hermana Evelyn, podía transformarse en un antónimo del resto de sus acepciones, ya que, para entrar en casa de la señora Yeoman, uno debía estar dispuesto a aceptar unas horas de encarcelamiento y a convertirse en una estatua de piedra mientras la anfitriona proferían un airado e interesado monólogo sobre lo mucho que habían cambiado las cosas.”

Las mujeres, verdaderas protagonistas, expresan todo el sentir de un género, en este caso en relación con la supuesta “libertad” que tenían, que se ve reducida por su propio papel, esa infame aceptación de lo impuesto socialmente como válido.

A partir del magnífico “El castillo interior”, donde juega de manera mística con la narración homónima de Santa Teresa, todos los cuentos, que hasta ese momento eran buenos o muy buenos, empiezan a sublimar lo esperado; en este cuento se produce una total conjunción  espiritual y física de la protagonista, que ha tenido un accidente y espera una operación para recuperarse; una espera que se hace insoportable y que se vuelve paralela al paso del tiempo, del paisaje, de las estaciones, un sopor que sirve para augurar lo que está por venir:

“En seis semanas el paisaje apenas había cambiado: el cielo no anunciaba ni nieve ni sol, y no había atardeceres escarlata que marcasen el paso de los días. Los árboles no morían, pero tampoco brotaban. Pansy no recordaba haber vivido ninguna estación tan monótona; era como si cada minuto se fundiese con la palidez del invierno a medida que se escapaba de la esfera del reloj que había en el pasillo.”

La única defensa en su invalidez es su propio interior, ese “castillo” que le sirve de refugio ante el dolor físico y psicológico; este castillo es una metáfora de una realidad con la que tiene que luchar y que será la misma independientemente de sus problemas físicos:

“Pansy, por su parte, disfrutaba con malicia y en secreto del desconcierto de las enfermeras, y cuanto más trataban ellas de ganarse a su paciente ofreciéndole revistas, crucigramas y una radio que podía alquilar en el hospital, más distancia interponía ella, refugiándose en su interior y en el mundo que había ido creando durante aquellas largas horas de reclusión; un mundo al que nadie podía acceder e imposible de imaginar.”

La valentía de Pansy es llegar a soportar este dolor físico que le inflige un doctor al que odia por su condescendencia, por cómo la trata; el reflejo del dominio masculino. Ese dolor es descrito con crudeza, pero no podemos olvidar que va más allá de lo físico, es una lucha ante una opresión establecida.

“Una espiral de dolor se lanzó sobre Pansy, convertida ahora en un pájaro rosa que se había posado en lo alto de un cono. El dolor se transformó en un diamante con forma de pirámide, en una luz cegadora, en el fuego más abrasador y el más gélido frío, en el pico más alto, la fuerza más resistente, el límite más lejano, el instante más reciente. Pansy sabía que lo único que podía arrebatarle era su propia esencia: tras un velo fino y transparente, el cerebro temía por la vida y temblaba al oír el sonido de los cuchillos, aquellos lobos al acecho que olfateaban y lanzaban mordiscos al aire. ¡Piedad! ¡Piedad!, gritaban los maltrechos nervios.”

Cada mujer, cada narradora, se comporta ante la situación establecida de una manera distinta, si la anterior lucha heroicamente, en “La merienda de heroicas señoras” es un grupo de ellas el que soporta, en sus meriendas, con estoicismo, una situación de la que son conscientes y que saben que no pueden cambiar a pesar de que estén desesperadas por ello:

“Se comportaban con formalidad y evitaban la confianza en el trato, temerosas de que un enfrentamiento directo con la realidad las desarmase. No utilizaban los nombres de pila y no se hacían preguntas comprometidas. ¡Lo extraño era que no llevasen ni sombrero ni guantes! Nunca se referían, ni siquiera de forma indirecta, a sus problemas personales ni a las amenazantes y continuas deudas que las mantenían despiertas por la noche a pesar de su permanente estado de agotamiento. Tampoco hablaban de la dolorosa sensación de desaliento que las invadía cada mañana o del angustioso y frustrante desprecio que sentían por sus maridos, desempleados que se pasaban los días reunidos en el parque maldiciendo la desesperada situación del país.”

No faltan las que consiguen librarse del yugo, o que al menos intentan hacerlo, los dos ejemplos siguientes son buena muestra de la lucha activa ante una situación insoportable

“¿Por qué los hombres  se comportan como se comportan? ¿Por qué Arthur te trata en público como si fueras un soldado? Te juro que un día te haré un favor y mataré a tu contralmirante. ¿Por qué Eliot alardea de sus infidelidades delante de Frances? Porque son unos sádicos, todos y cada uno de ellos. Hoy tengo el día antihombre.”  (“Policías y ladrones”)

“Se dijo que a pesar de lo mucho que se había divertido hasta entonces, aquel paréntesis había sido un grave error y que ella pertenecía a su lugar de origen; en terreno desconocido, era imprudente correr riesgos. Con cierto sentimiento de culpa, puesto que ella era afortunada y él no, Abby reconoció que estaba ansiosa por perder de vista a aquel hombre ridículo.” (“Un juego de niños”)

Stafford no se limita a reflejar una situación tan desigual como la de mujer en aquella época, también alerta sobre las formas en que una mujer puede defenderse de ella, superarla e, incluso darle la vuelta. Su situación, a pesar de que haya mejorado, está muy lejos de reflejar la igualdad merecida. Estos pequeños diamantes nos lo recuerdan una vez más, nunca es suficiente.

Los textos provienen de la traducción de Ana Crespo de “Los niños se aburren los domingos” de Jean Stafford para la editorial Sajalín

“Le nozze di Figaro”: Mozart supera las vicisitudes

Publicado inicialmente en Ópera World en este enlace.

bodas1Había grandes expectativas por el comienzo de esta nueva temporada; evidentemente, es un hecho que estamos en el año uno después de la etapa Mortier y eso pesa en el público madrileño que ha reaccionado con optimismo aumentando la compra de abonos ante las perspectivas futuras. Este estreno, en especial, tenía un acicate más, y este era la presentación oficial (después del Alceste) del director musical titular, Ivor Bolton.

La ocasión, además se presentaba propicia, un montaje escénico, el de Sagi, bien conocido por los espectadores: una puesta en escena clásica, efectiva, sin lugar a sorpresas, que no entorpece la acción y resulta bella por momentos; naturalmente, estamos hablando de una ópera, “Le nozze di Figaro”, que, además, es una de esas maravillas que soporta por igual éxito de crítica y público. La perfección hecha música, una de esas partituras que embriaga por su conjunción texto-música y que , en última instancia, divierte muchísimo.

No voy a hablar del montaje entonces, se ha hablado mucho ya; soy de los que cree que funciona realmente bien y ensalza las virtudes musicales, es una delicia que los juegos ideados por Sagi sigan arrancando las sonrisas de los espectadores.

La labor de Bolton en el foso no fue lo que un servidor esperaba; era consciente de la labor del británico y que estábamos ante “su repertorio” y, como tal, uno espera la excelencia, ni más ni menos; máxime después del fiasco que supuso su dirección de “Alceste” en la temporada pasada, que ya comenté además por aquí. Si bien es cierto que la obertura, bien llevada, con chispa y sentido del ritmo, no auguraba lo que vendría después. Me temo que la irregularidad es la marca de la casa: adopta ritmos caprichosos que no ayudan a entender mejor la música o el drama, falta de equilibrio orquestal con respecto a los cantantes que se traducía en un esfuerzo demasiado grande de bodas2estos para intentar que se les oyera, desajustes con los cantantes que, en algunos momentos, no iban con la orquesta sorprendentemente, etc.. No quita que hubiera buenos momentos, que los hubo, como el concertante final del segundo acto o el del tercero y la orquesta hay que reconocer que sonó empastada entre sí. El resultado no fue un desastre, de hecho,  estuvo hasta bien, pero hablamos de excelencia y en este caso y para esta música en particular no se dio; no quiero ser derrotista, pero tengo serias dudas sobre el rendimiento futuro del foso.

En cuanto las cantantes, más de lo mismo; destacaron por su falta de idoneidad a los papeles que interpretaban y esto es un lastre para conseguir una interpretación óptima, quedó pasable, resultón, pero, desde luego, siempre hay que esperar más: Andreas Wolf como Figaro vuelve a demostrar que posee medios y proyección directamente proporcionales a su tosquedad, a veces por dicho volumen abría tanto el sonido que desafinaba sonoramente sobre todo en notas tenutas; Sylvia Schwartz se queda cortísima para el papel de Susanna, sus agudos son muy tirantes y  el volumen se resiente, tapada por el volumen orquestal  de Bolton en todo momento, era casi un milagro escucharla;  Pisaroni tiene presencia escénica y musical para interpretar al conde, su voz era de las que más se escuchaba y menos desbordaba,  no es exactamente un canto señorial pero no desentonaba tanto en su papel; Sofia Soloviy empezó con una condesa desentonada en su bodas3primera aria, la verdad es que fue un pequeño desastre, afortunadamente para el Dove Sono se lució y logró aplausos unánimes de un público que tampoco es que estuviera muy entregado ante el plantel, su interpretación fue de menos a más, pero podría ser una condesa interesante a pesar de alguna dificultad en la proyección; Tsagallova dibujó un Cherubino pizpireto y seguro en sus más que conocidas arias, mejor en el Voi che sapete aunque su voz tampoco creo que sea la mejor para el papel;  bien Schneiderman como Barbarina, sin alardes; insuficiente el griego Stamboglis como Bartolo, es impensable que un bajo cantante no sea capaz de cantar el trabalenguas de la Vendetta, todavía estoy alucinando con su interpretación; estupendo José Manuel Zapata con un papel más que feliz a pesar de su poca presencia, suele causar risas en el público y un buen recuerdo musical; razonable la disposición de Khatouna Gadelia como Barbarina y el resto sin destacar especialmente.

El resultado, de esta manera,  fue, como ya he dicho anteriormente; solo la música de Mozart consigue sobreponerse a sus intérpretes y brillar con luz propia siempre. Razonable éxito que abre una temporada en la que lo mejor está por llegar.

“El regreso de Reginald Perrin” de David Nobbs. Epítome de Humor Meláncolico

El-regreso-de-Reginald-PerrinQué mejor que empezar este artículo con estas palabras del postfacio de Kiko Amat:

“Caída y auge de Reginald Perrin” y esta secuela, “El regreso de Reginald Perrin, ambos de David Nobbs, son dos de los mejores ejemplos habidos de humor melancólico, hasta un punto tal que su existencia convierte el término en género. Hablamos de Humor Melancólico, en mayúscula. En ambos libros, el humor, el disparate, la hipérbole y el absurdo -todo lo cómico, en resumen- sirven a un fin: explicar una historia de congoja y desazón, de almas en quebranto y espíritus aplastados, de monotonía urbana y aburrimiento pertinaz. De gente sin rumbo encadenada a su propia rutina, abulia y ocasional desaliento.”

Resume a la perfección el subgénero del que forman parte las novelas de David Nobbs, en este caso, la segunda que narra las aventuras de Reggie Perrin “El regreso de Reginald Perrin”; un humor melancólico que se caracteriza por el uso de todos los artificios disponibles y en todas sus modalidades humorísticas emplazados en una historia que, sin embargo, no tiene nada de gracioso y sí mucho de infeliz.

De hecho, la novela, que empieza exactamente donde lo dejó la anterior nos presenta a Martin Wellbourne (¡¡bien nacido!!!) inmerso de nuevo en un vaivén donde el aburrimiento se convierte en la característica más reseñable. Ante tal desesperación Martin (nuestro Reggie) vuelve a hacer gala de un humor teñido de tristeza en cada manifestación, hasta cuando dicta una carta a su secretaria, donde, en realidad recuerda una broma que utilizaba en su anterior vida:

“-A la atención del director del Colegio de Psicología Industrial -dijo Reggie-, Casa de Iniciativas de Helions Bumpstead. Afectísimo señor: gracias por su amable misiva en relación con la Fundación Reginald Perrin. El propósito de nuestras piernas es que nuestros empleados sean más felices…

-¿Piernas, señor Wellbourne?”

Nobbs aprovechaba estas novelas para mostrar, con toda su acidez, la infelicidad inherente en el trabajo, y lo extendía a una sociedad como la inglesa:

“-Va contra natura ser feliz en el trabajo -opinó el doctor Morrisey-. Hay gente que disfruta de lo lindo criticando a los demás a sus espaldas, guardando rencor y quejándose porque las chicas de la cantina no se lavan las manos después de ir al baño. Es el modo de vida inglés.”

Es una de esas cosas que sorprende bastante, esa capacidad de reírse de sí mismo que parece que en otros sitios no se puede ni llegar a pensar. Nuestro protagonista llega a plantearse la necesidad de desaparecer de nuevo para renacer como el que era; ante las vicisitudes que le llevan a perder su trabajo tendrá una idea feliz de trabajo; esa idea se basará en, quizás lo más absurdo que se pueda plantear:

“-El mundo es absurdo, de modo que cuanto más absurdos seamos, más posibilidades de triunfar tendremos.

-Pero la gente no es tan tonta. Se dará cuenta de que vendemos basura.

-Pero lo sabrán desde el principio.”

Sin embargo, se demostrará que la idea no es tan absurda, lo podemos ver en este diálogo desternillante del que solo pongo unas pocas frases pero que se extiende durante un par de páginas con idéntico resultado:

“Reggie se les acercó discretamente.

-¿Puedo ayudarles?

-Querríamos unos de esos cuadros -le dijo el hombre.

-¿Les gustan?

-No, la verdad es que no.

-Son horribles, ¿verdad?

-Horrorosos. Son perfectos para nuestros amigos.

-¿No les caen bien sus amigos?

-No, al contrario, son una gente encantadora, pero los pobrecillos carecen por completo de gusto.

-No sé por qué dices los pobrecillos -comentó la mujer-. Ellos son felices así.”

No podemos dejar de darnos cuenta de los dos factores que hacen que tenga éxito: uno, efectivamente, es el hecho de vender cosas que no valen para nada y decirlo desde el primer momento, sólo por la curiosidad del público puede llegar a funcionar; el otro va más allá, ya que el regalo no es para una persona porque la odian, sino que, en realidad son conscientes de que les van a hacer felices, también son conscientes de que no tienen el suficiente gusto para apreciarlos. Esta segunda reflexión ayuda a entender cómo mucha gente se puede llegar a conformar con lo justo y a no indagar en momentos que quizá podrían traer más satisfacción: la querencia general por tener lugares seguros en los que guarecerse; la búsqueda de los refugios también en lo cultural.

Fantástica la capacidad de Nobbs para pintar todo lo malo del hombre e impregnarlo con gotas de humor, como cuando habla con una de sus empleadas a la que “no le gusta criticar”:

“-Dime: ¿se te ocurre alguna cosa más que el señor Morrisey haga mal aparte de lanzaros miraditas, hacer comentarios, rozarse con vosotras, vender las cosas más baratas a niños, viejos y chicas (sobre todo a chicas), olvidarse de hacer los pedidos y formarse un poco de jaleo con el papeleo?

-No. Y aunque así fuera, no se lo diría. No me gusta criticar a la gente a sus espaldas.”

Al final resulta que somos demasiado previsibles en nuestros comportamientos, pero si lo miras de diferente manera puede ser hasta divertido ser conscientes de esta situación:

“-¿Está sugiriendo en serio que a la gente le gusta tirar el dinero?

-Desde luego que sí, a la gente le encanta derrochar dinero. Es una de las pocas cosas divertidas que se pueden hacer con el dinero.”

Las novelas de Nobbs no necesitan recurrir a moralinas, ellas mismas enseñan de una manera sutil pero siempre, siempre con muy buen humor, de eso van sobradas.

Otro culmen de la novela humorística británica, del Humor Meláncolico.

Los textos provienen de la traducción de Julia Osuna Aguilar de “El regreso de Reginald Perrin” de David Nobbs en Impedimenta.

“Una singularidad desnuda” de Sergio de la Pava. Postmodernismo humanista

Una-singularidad-desnudaPoco, muy poco se está hablando de esta novela.

Y sería una pena que pasara desapercibida cuando tanto tiene que ofrecernos, es de esas ocasiones en las que te encuentras con una gran novela que, sorprendentemente, consigue llenar parte de tu vida al leerla.

En la sinopsis de la editorial “Pálido Fuego” liderada por José Luís Amores, se habla en detalle del perfil de este norteamericano nacido en Nueva Jersey pero que procede de emigrantes colombianos; su lucha por autopublicarla para que, más tarde, se llevará la atención de la University of Chicago Press que la publicó con éxito de crítica y público. Llegando a ganar el prestigioso PEN en el año 2013.

Una de las mayores críticas que se ha hecho al postmodernismo ha sido, precisamente, su frialdad: las dificultades inherentes que causan su lectura sumadas al reflejo de una sociedad fragmentada donde no hay puntos a los que agarrarse suponen un total desafío al lector habitual que siente que su mundo se desmorona y la empatía desaparece como por ensalmo. Tal es el caso de los grandes con los que ya se ha comparado a Sergio De La Pava, Pynchon, Gaddis, Foster Wallace… Esta comparación es aparente en muchos temas, sin embargo, De La Pava, consciente de esta situación va un paso más allá en mi opinión, ya que postula un postmodernismo de alto calado humanista sin perder de vista los postulados habituales y comunes a la corriente. Es imposible no sentir empatía por el grandioso protagonista, narrador en primera persona, Casi, un abogado (como De la Pava), hijo de emigrantes colombianos y que nunca ha perdido un juicio.

Uno de los medios que utiliza para conseguir esta empatía es, sin lugar a dudas, el humor; los primeros capítulos sirven para, además de caracterizar a Casi, a su familia a sus compañeros de profesión y a todas las circunstancias de su vida; realizan una disección de primera mano del sistema judicial norteamericano. Son páginas que, no os engaño, me hicieron reírme a carcajadas en algunos momentos pero que no dejan de reflejar una situación de fondo que no es, ni mucho menos tan alegre; este texto lo dice todo:

“Quiero disculparme ante usted señoría por soltar tacos en la sala. Como dijo mi abogado yo tan sólo estaba frustrado por la situación.

Bueno, la situación la creó usted mismo, joven. Si no infringe la ley no se le arresta, así de simple. Tampoco soporto esa clase de lenguaje. ¡Esto es un maldito tribunal y no una esquina cualquiera! Me trae sin cuidado lo que a usted le parezca que esos policías le hicieran o no en la calle; cuando entre en mi tribunal me mostrará respeto puesto que yo soy un hombre respetable. Supongo que su abogado le dirá que soy una persona extremadamente justa. Cómo se supone que se convierte uno en juez si no es demostrando un grado de imparcialidad extremo, rayano en lo delictivo, pero no dejaré que los de su calaña conviertan mi sala en un circo. Cuando me enfrento a una situación así hago uso de mi considerable poder pronta y decididamente… con prontitud decisiva. Va a tener que aprender a respetar la autoridad. El agente que le arrestó y yo somos la autoridad, pregúntele a su abogado. Y bien, ¿lo lamenta?

Claro que lo lamento.

¿Sí?

Sí.

Me parece bien, no es mal tipo después de todo. La próxima vez obedecerá las señales.

Puto…

¡Ya está bien! Encuentro al acusado culpable de desacato al tribunal y le sentencio a una pena de quince días. Quince días que cumplirá bajo las condiciones más infames que permita la ley de Nueva York. ¡Sáquenlo de aquí!”

El que la risa esté asegurada siempre ayuda, no falta la indagación sobre la sociedad que vivimos dominada por la imagen, con la Televisión de fondo y el morbo por encima de todo ello, como verdadero motor (no muy lejano aquí temáticamente de Delillo y su terror a lo tecnológico):

“-Estás estudiando psicología, ¿verdad?

-Así es, ¿y? A diario veo gente en la Televisión y no digo que no se encuentre en su estado natural. Salir en Televisión es convertirse rápidamente en el estado natural. En el futuro la vida entera será televisada. El alcalde ha salido esta noche en Televisión diciendo que una cámara puede ser más efectiva que un arma en la lucha contra el crimen. Quiere poner cámaras en todas partes y hasta armarnos a todos con más cámaras para ayudar al estado a luchar contra el crimen. ¿Cómo actuará la gente entonces? Bueno, yo tengo más idea de ello que la mayoría.”

“La imagen constituye el único lenguaje efectivo que queda y Dios querría ser efectivo. En Televisión y en sus varios retoños, ahí es donde lo buscaríais si creyerais que ha vuelto. Creedme, Jesús hablará por Televisión.”

Esta mezcla agridulce de humor y reflejo social es sello de la casa; es una tragicomedia (no en cuanto a su significado clásico) sino en cuanto a la mezcla del pathos con la comedia:

“-Tuve uno al que le habían colocado un marcapasos un sábado y que vino con un cargo de posesión el miércoles siguiente. Me enseñó la incisión recién vendada para que no desconfiases.

-Yo tuve a una mujer que cambió su pierna ortopédica por crack.

-Las opciones del adicto no tienen límites.

-Vender el estéreo de tu madre.

-Prostituir a tu hija de trece años.

-Antes de que lo interrumpieran tu hombre iba a decir, tras darse el trabajo de asegurar a la concurrencia su heterosexualidad, que practica el sexo oral con hombres a fin de financiar sus actividades adictivas.

-Gracias por recordármelo.”

Y ante esta situación un incólume Casi, luchando, a pesar de la paradoja que supone su nombre (que Casi no pierda nunca) por conseguir que todo salga bien, en conseguir salvar a todo el mundo:

“Y fuera como fuese el juramento consistió en que, en el futuro espiritual, que empezaba por así decir en aquel momento, a un cliente mío jamás le sucedería nada perjudicial o inapropiado. Hacía este juramento, pensé, porque estaría físicamente presente siempre que un suceso dañino amenazara con ocurrir. Estaría ahí cuando alguien –juez, fiscal, agente judicial, conserje- intentara que ocurriese algo nocivo y estaría ahí para detenerlo. Lo que haría sería sencillamente detenerlo. El cómo dependería obviamente de la situación. Así que ningún error más, pensé. Nada de casis ni quizás. En el futuro siempre tendría éxito; todo lamento y culpa se marchitarían y morirían frente a una eficiencia aplastante, compulsiva.”

Tan idealista que para su propio compañero (impagables las conversaciones entre ellos) se convierte en un anacronismo en sí mismo, en un entorno como es el mundo en el que vivimos, parece que ayudar a los demás no tiene ya sentido:

“Me sorprendes, Casi. No te tenía por semejante tontaina. ¿El propósito básico de los seres humanos es ayudarse unos a otros? ¿Hasta el extremo de que los propietarios de esa humanidad que ignoran ese mandato invitan a la miseria? ¿Estás de broma? ¿No has estado prestando atención? ¿Cómo se desarrolla la vida en esta piedra? Esto es una puta competición en la que tu miseria constituye mi triunfo. ¡Es absolutamente incorrecto decir que tú o yo tenemos responsabilidad hacia los demás, Jesús! En realidad me he expresado mal. La única responsabilidad que tiene cualquiera hacia los demás es machacarlos como harían ellos con un bicho si tuvieran la oportunidad.”

Incluso este mismo personaje luchará por transformar el idealismo de Casi; un acto tan moralmente erróneo como robar y evadir dinero se puede convertir en una acto humano si se utiliza para ayudar a los más necesitados.

“Tú emplearás el dinero en aquello que veas adecuado. Puedes decir que lo emplearás en rectificar alguna de las terribles injusticias de nuestra sociedad. Puedes seleccionar a cientos de personas al azar, gente que esta sociedad ignora y rehúye, y utilizar el dinero para ayudarlos a salir de la ciénaga en que se encuentran. Después esas personas pueden, a cambio, hacer lo mismo y en consecuencia puedes acabar ayudando literalmente a miles de personas con dinero que de otro modo emplearía en comprar confeti. Pues ayudar a reequilibrar la balanza. ¿No es eso lo correcto?

-El acto en sí seguiría estando mal.

-¿Seguro? ¿A qué arcaicas nociones morales te aferras? ¿En este caldero distópico? Me preocupas, Casi. Tienes que despertar. De lo contrario tu ingenuidad te aplastará.”

La ingenuidad de Casi, es deliciosa, él es el epítome de la bondad; aunque según vaya avanzando el libro evolucionará, transmitiendo un desencanto hacia la sociedad que él mismo intenta afrontar; tal desesperación, inevitable es expresada en términos matemáticos-astronómicos-físicos, “a la manera pynchoniana” hasta el sorprende y desangelante final:

“-Bueno, tío, querías la explicación y ya está. Nuestro universo se está colapsando en una singularidad. Lentamente, lo admito, pero está sucediendo. Y tampoco de la clase de singularidades que se encuentran en los agujeros negros. No. A lo que nos dirigimos es a eso que los teóricos denominan una singularidad desnuda. No encubierta por la sombra envolvente de un agujero negro. Patente y visible y con efectos que se dejan sentir en todos nosotros. Previsibilidad, Espacio, Tiempo, leyes físicas, todo ello significa menos cada segundo que transcurre y dentro de muy poco no significarán absolutamente nada. ¿Por qué ahora? ¿Por qué el colapso? Demasiada materia, tío, que provoca un tirón enorme. Mi teoría es que ciertas cosas que antes no tenían masa de repente ahora sí la tienen y se está multiplicando. O eso o la misteriosa fuerza invisible que previamente había servido para combatir la gravedad y favorecer la expansión del universo ahora nos ha abandonado o en su defecto nos ha fallado.”

Pequeñas notas que no hacen justicia a una novela redonda, me he centrado en estos aspectos pero podría haber hablado de la mezcla de géneros, de sus inimitables personajes, ¡de las listas! que parodia y explica, de su estilo; en fin, gracias a “Pálido fuego” nuevamente tenemos una de esas novelas imprescindibles que, sin dudarlo, va a estar en mi lista de lo mejor del año. Lo tiene todo.

Los textos provienen de la traducción de José Luís Amores de “Una singularidad desnuda” de Sergio de la Pava para la editorial Pálido Fuego.

“Historia en viñetas de la Gran Guerra” de Louis Raemaekers. Visión pictórica de la Gran Guerra

Cubiertas DEF.inddLibros como este son posibles gracias a que haya editoriales pequeñas independientes que buscan otros parámetros a la hora de publicar. Como ya dije en este post, estamos viviendo el aniversario del comienzo de la Primera Guerra Mundial y las librerías están recibiendo un aluvión de propuestas. La que nos trae Ginger Ape Films & Books es muy original ya que se trata de una historia de la guerra en viñetas.

El autor es el semidesconocido holandés Louis Raemaekers (1869-1956); afortunadamente, la imprescindible introducción de Rubén López Conde sirve para ubicar temporalmente la figura de este dibujante y nos hace comprender la importancia de su obra:

“Una cita puede ser suficiente para dar una dimensión aproximada de la figura que aquí nos atañe: “Fue el único particular que ejerció una gran y efectiva influencia en el transcurso de la guerra de 1914-1918. Obviamente, hubo una doce na de hombres, entre emperadores, reyes, jefes de Estado y comandantes en jefe, que formalizaron sus políticas y guiaron sus acontecimientos. Pero al margen de este círculo de grandes, Louis Raemaekers se distinguió felizmente por ser la única persona que, sin la asistencia de un título o cargo, influyó indudablemente en el destino de los pueblos.”

Importancia que es subrayada con las palabras del publicista, periodista y actor berlinés Maximilian Harden en la revista Die Zukunft:

“Nos ha hecho más daño en el mundo que cualquier otra forma de propaganda. […] En la cabeza del siniestro artista se han hecho objetivas todas las trágicas visiones de la guerra, y él ha sabido reflejarlas, cargándolas a nuestra exclusiva cuenta, como si en el mundo no hubiese otros a meditar sobre la justicia de esa infatigable campaña. […] De la guerra quedará, en definitiva, lo que extraiga el historiador de estas jornadas de sangre y lo que perpetúe el artista. Pasada la guerra, es posible que el tiempo restañe las heridas […] Pero ¿qué podrá el tiempo contra el lápiz vengador de Raemaekers?”

El “lápiz vengador” de Raemaekers sirvió para desprestigiar aún más las acciones alemanas; sus ilustraciones, ciertamente, son únicas con un simple vistazo, el final de la introducción describe con profusión de adjetivos las sensaciones que transmiten, un juego de contrastes:

“Un simple vistazo a las viñetas de Raemaekers puede dar la medida justa de su arte y ayudar a entender el porqué de su éxito: sus lápices hablan un lenguaje popular, sencillo y directo, arquetípico y sintético; un lenguaje animado por una indómita fuerza expresiva, al que recorre una emotividad pasional y sincera, capaz de conmover y hacer vibrar los espíritus más embrutecidos, de sacudir las más lánguidas conciencias. Sus viñetas oscilan entre el sarcasmo feroz y la piedad más patética; entre el documento veraz y la alegoría sempiterna. Imágenes históricas reminiscentes, capaces de evocar un tiempo y un espacio distantes; pero también atemporales, prestas a invocar pesadillas por siempre universales.”

CalaisDespués de dicha introducción se produce una recopilación cronológica de varias de estas viñetas de los tres volúmenes que hizo en su momento con textos de la época que complementan la visión, siempre ácida, de Raemaekers; para entender el éxito que tuvo no hay mejor forma de comprobarlo que echando un vistazo a algunos ejemplos; como este avance de los alemanes a Calais y sus consecuencias funestas:

“En estos días los cuarteles generales alemanes emiten continuadamente la orden: “A Calais, a Calais”, y con tal de lograr el éxito, ni consideran las dificultades ni calculan los sacrificios.

La historia contará el coste en vidas humanas de estas enloquecidas órdenes.” (L. Mokveld, The German Fury in Belgium)

También utilizó textos alemanes, reflejando en toda su crudeza el sentir alemán; no extraña que estuvieran descontentos con su tratamiento; eran poco más o menos que asesinos a través de sus lapiceros:

submarino“Cuantos más enemigos se expongan a las proas de nuestras naves y sean hundidos, ¡mucho mejor! Enterrémoslos en el fondo del mar; ¡solo eso nos ayudará! Esperemos que pronto podamos recibir más buenas noticias.” (Vicealmirante Kirchhoff en el Hamburger Fremdenblatt, 19 de marzo de 1915)

La siguiente de frase de Churchill, sin embargo, le sirve para sacar a la palestra la importancia que tuvo la población civil:

WorldPower“De una cosa sí estoy convencido. Es la primera guerra del mundo que no es militar, aunque se exija el genio militar y sea la más sangrienta de la historia. Precisa sin embargo de otras cualidades; hombres y mujeres que no son soldados profesionales luchan en ella, y contribuirán a nuestra victoria. La pompa y circunstancias de otras guerras están ausentes de esta, la más grande de todas las guerras.” (Winston Churchill, A traveller in wartime, 1918)

De hecho, dentro de este acontecimiento, las mujeres se revelaron como parte primordial en el devenir de la guerra:

“En el ejército Femenino y en gran parte de nuestras ocupaciones estamos aprendiendo disciplina y trabajo de conjunto, aprendiendo lo que significa estar orgullosa de tu tropa y a sentirte digna del uniforme que vistes o de la insignia que portas; volviendo a sentirnos mujeresmerecedoras de nuestra bandera y de los ideales por los que nos mantenemos en pie” (Helen Fraser, Women and War Work, 1918)

Todo ello hasta llegar al final del conflicto:

“Anoche, por primera vez desde el agosto del primer año de guerra, no se vieron ráfagas de disparos en el cielo, ni repentinas puñaladas de fuego a través de la oscuridad, ni resplandores despegándose sobre los árboles negros; nada hubo allí donde por cuatro años la muerte quebró las noches de los hombres. Los fuegos del infierno se han extinguido.” (The New York Times, 11 Noviembre de 1918)

finguerraEs indudable que las viñetas de Raemakers cumplen a la perfección el fin de reflejar todos los pequeños detalles a la perfección; se lee y se disfruta esta propuesta que, por lo menos, nos saca de nuestro margen de comodidad; nos hace olvidarnos de los lugares comunes para encontrarnos con lo más oscuro del hombre, que salió a relucir en esta guerra, en cualquier guerra.

Su profundo dinamismo nos remueve, nos hace sentir; Raemaekers sabía perfectamente cómo impactar, y esta fantástica recopilación lo demuestra.

Los textos provienen de la traducción de José María Matías para “Historia en viñetas de la Gran Guerra” de Louis Raemaekers en Ginger Ape Films & Books.

Mi “Hype” literario de Otoño

Porqué manda OccidenteYa es habitual que, cuando llegamos a Otoño, se publiquen diversos artículos en periódicos que, en la mayoría de los casos, reflejan casi siempre los mismos libros, un catálogo gigantesco donde tiene cabida casi cualquier cosa y que, curiosamente, olvidan otras maravillas que, sin embargo, tienen mucho interés.

Para este Otoño os he preparado una selección jugosa y, os apuesto a que no va a aparecer por muchos sitios. Son los cuatro libros en los que tengo puestos más esperanzas para este final de año:

“¿Por qué manda Occidente…. por ahora?” de Ian Morris, editado por Ático Libros en su colección de Ático Historia. Estamos ante el tercer título de esta fabulosa colección que ya comenté en el blog con sus dos primeros libros aquí y aquí . Este ensayo, con un título tan potente, según la sinopsis editorial promete muchas emociones:

“Ian Morris nos acompaña en un viaje apasionante que se remonta al inicio de la civilización humana y reconstruye el surgimiento y caída de estados e imperios en busca de pautas y reglas que nos ayuden a comprender qué sucederá en el futuro inmediato. Ayudándose de la los-desafortunadosgeografía, la sociología, la biología y la historia militar, Morris consigue elaborar una asombrosa teoría que cambiará para siempre cómo comprendemos la historia del mundo.”

Me consta que el trabajo de edición ha sido arduo, la editora está más que orgullosa y viendo la calidad de los títulos barajados en esta colección y, particularmente la que atesora el británico, este diez de septiembre irá a nuestra biblioteca.

“Los desafortunados” de B.S. Johnson, nunca creí que podría decirlo, pero los chicos de la editorial Rayo Verde lo han hecho realidad, una de esas obras claves de un escritor, el malogrado B.S. Johnson del que solo disponíamos el fantástico “La contabilidad privada de Christie Mawlry” (de la extinta Libros del silencio). Ojo, no estamos ante un escritor fácil, muy al contrario, su excepcional prosa y todo el libro es un prodigio de experimentación. Se trata de una caja donde solo hay los-reconocimientosobligación de leer en orden el primer y el último capítulos, lo del medio cada uno lo puede leer en el orden que quiera. Una experiencia única, postmodernismo puro. Deseando ver cómo lo han hecho ya mismo.

“Los reconocimientos” de William Gaddis, en efecto, por fin podremos disponer en Noviembre de una de las obras pioneras del postmodernismo. Sexto Piso, poco a poco, va editando casi toda la obra del norteamericano. Todas las anteriores están reseñadas ya por aquí. ¿Cómo podría faltar su primer gran título? Otro festín, bastante voluminoso, pero para degustarlo.

“The public burning” de Robert Coover, editado por Pálido Fuego, todavía no hay fecha, título o portada, pero sí se sabe que va a salir en este otoño; considerada la ThePublicBurningobra maestra del norteamericano y una de las novelas más importantes del siglo XX. Increíble el trabajo de José Luís Amores para publicar una obra de tanta dificultad por primera vez en España. Una joya de esas que da sentido a la existencia de esta editorial.

Cuatro obras que constituyen un póker de ases. Obras claves del siglo XX en diferentes disciplinas y temáticas. Obras que enriquecen una lista de lecturas que, en ocasiones, se podría volver monótona. Que no falten los sobresaltos de este estilo.